¡Hola!
Esta es una pequeña historia dedicada a Bri Weirdo, porque rolea a Jeanne y me enseñó una cosita de esta pareja que me amoró y me animé a escribir esta cosa pastelosa para ella xD
Así que, con mucho cariño, espero que a los demás también os guste ;)


–Cierra los ojos –susurró.

–¿Para qué? –preguntó, girándose entre las sábanas para mirarle a la cara.

–Tú ciérralos, ¿quieres?

Suspiró, asintió e hizo lo que le pedían. La oscuridad se había apoderado de ella tan rápido y tan fácil como un simple parpadeo. Podía sentir la cercanía del otro, el calor que desprendía su cuerpo, as emociones que estaban a flor de piel. Su espalda no pudo evitar ni reprimir un escalofrío placentero al notar cómo la agarraba con suavidad de la mano.

–Francis, ¿qué…?

Unos dedos sobre sus labios la instaron a callar en aquel preciso momento, mismos dedos que subieron en altura y se posaron sobre sus ojos, impidiéndole el abrirlos.

–Te conozco demasiado bien, amour –contestó con una pequeña risa–. Confía en mi, ¿de acuerdo?

Jeanne asintió y no pudo reprimir que la sonrisa se apoderara de sus labios. Su mano se movió, dirigida, hacia una superficie cálida, suave y… desnuda. Intentó apartarse pero se lo impidió.

–¿Qué sientes? –preguntó Francis, divertido por la actitud de su pareja.

–Tú corazón –contestó en un susurro.

–¿Y notas algo extraño? –volvió a preguntar. Su voz era tan serena y tranquila…

–Sí… –repuso–. Late muy deprisa.

Francis sonrió y la besó en la cabeza, sin destapar ni un solo momento los ojos de la rubia.

–Es por ti.

El sonrojo de las mejillas de Jeanne tendría que ser muy escandaloso para que Francis, con la otra mano, jugueteara con ellas, acariciándolas con suavidad.

–N-no digas tonterías –susurró entrecortadamente, con la vergüenza impregnada en su voz.

–No digo tonterías –canturreó.

Francis jugueteó con la mano de la rubia, hasta que deslizó algo en ellas.

–¿Y ahora qué sientes?

–N-no… No lo sé… –contestó mordiéndose el labio–. Déjame mirar.

Un ruidito de negación salió de la boca del rubio.

–Adivínalo… Por el tacto –añadió.

Jeanne se palpó la mano con los dedos y toqueteó con los mismos el pequeño objeto que en uno de sus dedos descansaba. Se irguió en la cama y apartó la mano de Francis de sus ojos, alzando la mano y mirando con estupor y sorpresa el anillo que le había colocado.

–¿Q-qué…?

Francis sonrió y la beso, abrazándola de tal manera por la espalda que ambos cuerpos quedaran pegados a la perfección, como un puzle.

Mon amour, ¿quieres casarte conmigo?

Jeanne se giró, rompiendo el abrazo, y tirándose posteriormente sobre Francis para besarle. La respuesta estaba clara, ¿no?