Reemplazo

Tebayo-Producciones presenta:

Un fic de Zusaku Kaze

Naruto (sobre todo el niño rubio en sí, ) me pertenece (junto a Kakashi, Minato, Itachi y Sai, en el mundo imaginario que poseo, al menos). ¿Hace falta decir que no lucro con esto?

Advertencias: Yaoi, a veces algo de violencia, y otras cosas más que si siguen leyendo iré avisando y/o explicando y… bueno, no hace falta decir para quien lee mis historias nada de esto XP saben que estoy loca y hago lo que quiero. Probables spoilers para los que no siguen manga o cosas por el estilo. Usare el mundo Ninja, pero con algunas (bastante grandes) variantes que haré para la historia.

Parejas: KakashiItachi, MinatoItachi, un poco de KakashiObito.


I.

En ese entonces, Itachi sólo tenía cinco años.

Lo conoció aquel día que visitó la academia. Habían avisado del gran evento por semanas: el cuarto Hokage visitaría a los pequeños futuros ninja de Konohagakure.

Sabiendo de la discreción natural del pequeño, Fugaku se había atrevido a hablar algo que no fuesen halagos para el gobernante de la aldea. En ese entonces, por más genio que fuese, por menos que quisiera ser policía y que la admiración a su padre era más bien poca, en comparación con la que un niño común ve a su progenitor a esa edad… él le creía.

Después de todo, Fugaku le llevaba una vida por delante, y no sólo ese pensamiento reinaba en su pequeña cabeza, sino el hecho de que Mikoto, su querida y comprobadamente sabia madre, asentía tras el comentario de su padre. Eso precisamente era lo que lo hacía creíble.

Por ese motivo, él no compartía el alborozo de los demás pequeños, por conocer en persona al famoso rayo amarillo, que con su sola presencia hacía huir a los enemigos en pleno campo de batalla, y había conseguido tratados de paz entre las naciones, con tal de evitar que su imponente presencia acabara con sus guardianes. Un ninja, por supuesto, también significaba recursos monetarios para las naciones.

Itachi no se congregó con un grito de alegría en la puerta, cuando avisaron a la hora del receso que había llegado el maravilloso Hokage. Se quedó entrecerrando sus ojos, con su pose ligeramente tensa, lanzando kunai a los tableros de tiro en el traspatio de entrenamiento. Solo, como de costumbre. Era demasiado pequeño para que los demás niños desearan jugar con él, y los osados que lo habían intentado, habían sido rechazados por la especie de orgullo innato que poseía el niño.

A todos les quedó claro que Itachi, era un noble Uchiha. Alguien a quien admirar, respetar, pero siempre desde lejos.

-Estás siendo grosero con el Hokage, Itachi-chan.

El pequeño moreno frunció el entrecejo. Excepto su madre absolutamente nadie se atrevía a usar ese tipo de apelativos. Cuando volteó la cara, su rostro se suavizó un poco, y una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios cuando vio de quien se trataba.

Si era sincero consigo mismo, no era precisamente que fuera muy feliz en su clan. Aunque era pequeño habían surgido ideas precoses y peligrosas en su cabeza. El vivir en el marginado gueto, cuando aparentemente eran respetados, se le hacía indignante, y por eso elevaba un poco más la barbilla de lo normal cuando pasaba frente a sus compañeros: se ganaría un verdadero respeto, no la apariencia que gastaba todo su demás clan.

Otra idea surgió del patético brillo de codicia de los ojos y las palabras de resentimiento de su padre cuando pasaban cerca de la torre del Hokage, a paso lento y con la cabeza lo más erguida posible que lo hacía a sus ojos cada vez menos admirable: si Fugaku pensaba realmente que Minato, no era mejor que él… ¿por qué la envidia en vez de la pena?, ¿por qué agachar la cabeza cuando se daba una orden, siendo que era el jefe de policía, y elevarla cuando no le veía?.

La forma en cómo su clan, supuestamente poderoso y respetable, agachaba la cabeza ante ese legendario rubio que tenía mucho dinero y poder, que sólo era importante por estar sentado en una silla que no merecía, era denigrante. O al menos eso era lo que había dicho Fugaku, y por los acontecimientos y la forma de vivir de su clan, y el hecho de que nadie hiciera algo al respecto, le hacía creer a Itachi, en aquellas palabras.

Pero bien podía decir que había personas rescatables dentro del nido de alimañas que vivían en el gueto. Estaba su madre, y su par de primos. Probablemente su hermano que estaba por nacer. Itachi tenía la firme intención de amar al Uchiha, que terminaba de formarse en el vientre de su madre. Él debía finalmente ser distinto también, como Shisui, Obito y Mikoto. Porque tendría un hermano que protegería su mente y corazón para impulsarle a serlo.

Dejó caer sus brazos a los costados, dejando escapar un poco de aire por la boca para eliminar la tensión que ejerció en sus hombros mientras lanzaba sus armas de entrenamiento.

-Te esfuerzas mucho, Itachi-chan.- Obito le sonrió, acercándose para acariciarle la cabeza. Itachi deseó sonreír ante el gesto, pero por costumbre se quedó serio sintiendo la caricia. En realidad nadie en su clan solía ser afectuoso, excepto por supuesto, los antes mencionados salvables Uchiha.- Si sigues así, algún día serás como Minato-sensei.

Los ojos de Obito, tras sus lentes protectores, se ensancharon a sobremanera, terriblemente entusiasmado por la idea. Pero su sonrisa se borró cuando el rostro del niño se oscureció, y le dio la espalda para seguir lanzando sus kunai.

Obito se rascó la cabeza. Quería de verdad a su pequeño primo, pero a veces le costaba trabajo entenderlo. Su explicación a veces era tan simple y absurda como la que daban los adultos: su mente es incomprensible por que es un genio. Obito no se conformaba, pero al menos su molestia por alguna actitud disminuía.

Lo había visto nacer, y de forma clandestina se acercaba a la casa principal de su clan, en donde en ausencia de Fugaku, Mikoto le dejaba pasar a jugar un poco con el nuevo bebe, que sería heredero del clan. A Fugaku no le gustaba que su hijo, aquel que gracias a Mikoto tenía la sangre más pura Uchiha, de línea directa, se mezclara con otras ramas de su clan que no merecían más allá que recibir y acatar órdenes, para seguir mereciendo pertenecer a su clan.

A Obito le gustaba pensar que era porque a Mikoto, le agradaba su presencia.

A Mikoto le gustaba que pensara eso, y se aseguraba a la vez de hacer que alguien le tomara cariño verdadero a su hijo, no sólo respeto por su linaje, y así conseguía un fiel seguidor de la próxima cabeza del clan. Porque Mikoto era inteligente, y sabía que al hacerlo formar al menos un fuerte lazo, Obito con gusto protegería a Itachi, no sólo por conveniencia, sino por convicción.

Itachi casi se va de espaldas, después de todo su mano se alzó sobre su cabeza para lanzar un kunai, y tuvo que detener su trayectoria hacia enfrente cuando se atravesó Obito. No pudo fruncir el seño mucho tiempo, con la sonrisa que lo combatía. Obito se agachó un poco, recargando sus manos en las rodillas para que sus ojos quedaran a la altura de los de Itachi.

-Hey… ven conmigo, le he prometido a mi maestro que te lo presentaré en persona.- Puso la yema de su dedo índice entre las cejas de Itachi, tirando un poco hacia arriba para quitarle el seño fruncido. Itachi se apartó, viéndolo con seriedad pero sin la especie de amenaza que veía al mundo en general.

-Creo que es evidente que no deseo conocerle.

Obito quedó con una especie de bobo gesto de incredulidad en el rostro, después se puso las manos en la cintura y se irguió.

-Mira, no discutiré contigo, -Obito sonrió, para darle confianza y dar credibilidad a sus palabras.- Solo imagina esto… aquel a quien todos quieren conocer, ¡quiere conocerte a ti! De hecho él dijo algo como que deseaba conocer al pequeño Uchiha, que se dice es un genio. ¿Qué te parece la idea?

-Estúpida y sosa.

Largo silencio.

Itachi se alzó de hombros, haciéndose un paso al lado para no perforar a Obito y seguir con su lanzadera de kunai.

-No pensabas que ibas a tentarme inflándome el ego, como se haría con un niño común, ¿o sí? –y lanzó otro kunai.

Por la forma en cómo el gesto de Obito, fue cambiando gradualmente, Itachi supo que vendría un nuevo regaño de su primo adolescente. Lo quería, pero faltaba aún mucho para que lo respetara con sinceridad.

-Obito.- Llamó una tercer voz, que interrumpió el momento Uchiha. Itachi tuvo que girar hacia atrás para verlo, Obito sólo elevó la mirada.- Sensei quiere verte. Ya. –Y sin más les dio la espalda.

Itachi frunció el seño. Ese adolescente con el rostro cubierto había sido grosero. No saludo tan siquiera, y con sus ojos a medio cerrar como si el mundo en general le entusiasmara poco y su tono prepotente, le ordenaba a su primo –que a pesar de no ser un gran guerrero, era un Uchiha, al fin y al cabo,- que lo dejara por ver al idiota Hokage.

Inadmisible.

Ya se enterarían de quién era Itachi Uchiha… porque si bien ni siquiera se había graduado de la academia, ¡era un Uchiha! Y sobre todas las cosas, Itachi.

-Vamos con tu maestro. –Dijo con el tono definitivamente frío, cual adulto molesto, a pesar de la voz infantil.

Obito dejó la retahíla de insultos que había lanzado al antipático de Kakashi, por haberse atrevido a ordenarle de esa manera, y reemplazo el gesto de enfado por uno de alegría. Antes de que Itachi se arrepintiera, le hizo sonrojarse poderosamente cuando le tomó la mano y comenzó su carrera, llevándoselo consigo por toda la academia.

Media comunidad escolar, incluyendo los profesores, convirtieron en parte de la cultura de la academia de ese entonces el episodio. El pequeño y serio Itachi, iba lanzando uno que otro discreto quejido, con el rostro y las orejas coloradas, porque su primo Obito, ese que era el agradable alumno del Hokage, terminó por cargarlo de la cintura para correr. Las piernas del niño se le antojaron más cortas y lentas de lo que deberían ser para el gran acontecimiento.

Basta relatar que Itachi, lo miró con odio no fingido durante el resto del día. Y la semana.

-¿En dónde estabas Obito? –preguntó Rin, casi por costumbre, cruzándose de brazos divertida, al ver al pequeño niño bajo el brazo de Obito. Se le hizo curioso que a lo mucho, estaba susurrando que lo bajaran, en vez de patalear y gritar a viva voz como cualquier niño de esa edad.

-Es que al parecer remodelaron los pasillos de la academia, y me encontré con que pusieron trampas para entrenamiento.

Itachi entrecerró los ojos, cruzándose de brazos para mirarlo feo por ser mentiroso.

-Bájame, estúpido y entrometido primo mentiroso.

Si Rin, no se hubiera reído, a Itachi le hubieran dado la primera colleja de su vida pero, Obito se detuvo justo a tiempo logrando así no llevarse el resentimiento de Itachi.

Itachi por fin consiguió su liberación, y aunque su humor había mejorado considerablemente con sus pies tocando el suelo, recuperó su seño fruncido cuando el resoplido de Kakashi, se hizo presente. ¡Cuánto le irritaba ese prepotente!

-¿Qué, quieres pelea? –le rugió Obito.

-¿Para qué perder el tiempo contigo?

-¡Ah, Kakashi, siempre estás diciendo que eres mejor que yo, pero pienso que finalmente escapas de las peleas para que no te machaque!

Itachi asintió creyendo en las palabras de su primo. Kakashi simplemente demostró cuanto le importaba, cuando les dio la espalda, aún con su cara de aburrimiento y los brazos cruzados.

-¡Tú…! -Obito encrespó los puños, dispuesto a lanzarse en cualquier instante. E Itachi se preguntó por qué se estaba tardando tanto, ¡el ya lo hubiera dejado en el suelo!

-Hora de irnos.- Acompañó una gruesa voz adulta. Itachi se estremeció de pies a cabeza. Giró lenta, muy lentamente la cabeza hacia atrás desde donde había venido la voz. Fue así cómo se dio cuenta de la poca justicia que le hacía el monumento recién inaugurado en la montaña de los rostros de Hokage, a Minato Namikaze.

Al grado de que se acercaba, Itachi tuvo que elevar la cabeza para verlo. La sombra de Minato iba ensombreciendo la pequeña existencia de Itachi, hasta que la cubrió por completo. Minato venía del lado del sol, por lo que Itachi no podía estar seguro si brillaba con luz propia o simplemente era el astro rey que acompañaba su existencia.

Su cabello un poco largo, se mecía suavemente a su paso, y el desorden le daba una especie de aire primitivo que podía impresionar a cualquiera. Y sin embargo, a pesar de la intensidad de esos ajos azules y penetrantes, a pesar de que esa gabardina lo hacía parecer inmensamente alto… caminaba con sencillez, como si realmente la tierra que pisaba le mereciera.

Minato miraba hacia abajo, y todo el tiempo mientras se acercaba, tuvo una pequeña sonrisa en los labios.

Cuando Minato se agachó un poco, colocándose en cuclillas para estar casi a su altura, y con el índice le empujó suavemente la barbilla hacia arriba, Itachi se dio cuenta que sus cejas habían estado levantadas y su boca abierta. Se sonrojó violentamente, ¡a él jamás nada le había impresionado tanto!… y ante aquel que había podido llamar su atención de esa manera, ¡había lucido como un estúpido mocoso que cazaba moscas con la boca!

-Un gusto enorme conocerte, Itachi-kun. Obito me ha hablado mucho de ti, y puedo decir que es un honor completo sólo para mí. -Y para consumar el cuadro de su impresión, Minato sonrió de forma complaciente.

Jamás en su vida, Itachi olvidaría ese momento. No sólo por el hecho de la belleza y la agradable presencia del hombre, sino por todo lo que encerraba en sí. Aquel que hacía temer a ejércitos enteros, que podía hacer temblar a las naciones, era amable y bueno con los niños.

Incluso sabiendo que podía poner a todos los ninjas y civiles comunes a sus pies, él mismo se inclinaba apoyando la rodilla en el suelo para estar a la altura de los ojos de un pequeño. Por la misma razón que para Itachi, siendo un genio aquello no pasaba desapercibido, desde ese momento lo admiró y respeto.

-No… es decir… -Itachi cerró los ojos para inhalar aire, y deshacerse de esa actitud No Uchiha. Se inclinó un poco hacia enfrente, con una mueca respetuosa en el rostro. –El honor es mío, Hokage-sama.

Cuando se irguió, notó la agradable sonrisa de complacencia que formó Minato.

-Entonces dejémoslo en que ha sido mutuo.- El rubio le guiño el ojo, se puso en pie mirando a sus alumnos.- Nos hemos retrasado un poco.- Les dijo Minato, Obito se rascó nerviosamente la nariz, sabiendo que había sido su culpa.- Pero lo importante es que podemos continuar.

Itachi miró unos largos segundos la mano que tenía tendida frente a él, como si no entendiera. Eso lo demostró en su rostro, y la sonrisa fresca de Minato le hizo saber que estaba haciendo el tonto otra vez.

-Dame tu mano, Itachi-kun, le he pedido permiso a tu profesor y el día de hoy vendrás con nosotros.

Itachi le dio la mano para no parecer grosero ante ese extraño gesto del Hokage, pero no caminó al lado de Minato, cuando dio el primer paso.

-A mis padres no les gustara que yo no esté en la academia.

Minato asintió, sin borrar su sonrisa. Definitivamente ese pequeñito le agradaba.

-Y sé que seguramente para Itachi, no hay autoridad más grande que la de ellos, ni siquiera la mía y es por eso que, Obito le pidió permiso a tu madre.

Obito asintió enérgicamente cuando Itachi, le miró con intriga. Entonces el niño sonrió apenas un poco, aferrando sus deditos a la grande y fuerte mano de Minato.

El sol, aquel astro poderoso podía ser generoso con el mundo. En realidad si bien era el dador de vida, cuando su calor rasgaba el cielo para acariciar la tierra, también podía significar algo distinto para otros. Aunque no fuera su intención podría provocar hasta sequías.

De alguna manera, muy en su interior, a pesar de sentir el calor de la existencia de un trozo del sol mismo en ese hombre, supo que no sería sólo el dador de vida. Aquello que a algunos permite continuidad, a otros les hace perecer.

Pero para ese momento, Itachi estaba demasiado cegado como para poder percatarse de que irónicamente –para él, contrario a todos los demás habitantes de su aldea,- ese aparente sol sería el que iniciaría con su destrucción.

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Continúa.