Hola a todos y a todas, tuve un pequeño lapso de ganas de escribir y aquí me tienen, ésta idea se me vino a la cabeza de pronto y bueno, quise plasmarla, no sé si quedó bien pero bueno…creo que pudo ser peor xD espero sea de su agrado!
Es una nueva historia en un universo alterno de mi pareja favorita ya saben. BxV, este es el prólogo o digamos la introducción. Si les parece bien continuaré con la historia, depende de su opinión. Los extrañé mucho y en estos días ya actualizaré mi otra historia pendiente. Nos leemos luego :D
Disclaimer: Los personajes de ésta historia pertenecen a Akira Toriyama.
DULCE SEDUCCIÓN
Prólogo
Él era uno de esos chicos que sobrevivía a la pequeña sociedad del instituto oculto entre los demás alumnos, a pesar de saberse atractivo para la población femenina de aquel lugar no era partidario de tomar ventaja sobre eso, no le atraía para nada la idea de que alguna de esas niñas tontas se colgase de su cuello y quisiese estar pegada a él todo el tiempo, eso no era para nada de su agrado. Después de todo siempre fue serio, apático, malhumorado y así estaba conforme; a pesar de tener varios amigos que usualmente lo exasperaban y lo peor de él, en el fondo...muy en el fondo sabía que podía contar con ellos para lo que sea.
A sus dieciocho años había aprendido bien pronto que la mejor forma de pasar inadvertido era mezclarse con otras personas, fingir sus mismos intereses y actuar como se espera que actúe un adolescente moderno y rebelde. En el fondo, Vegeta era una persona completamente distinta y había hecho tan bien su papel que incluso sacando buenas notas, nadie podía decir de él que era un listillo ya que todo el mundo pensaba que los profesores le ponían buenas notas porque era el capitán del equipo de fútbol y hasta ahora no habían perdido ningún partido. Nadie en el instituto sabía que a Vegeta le gustaba leer, estudiar y ampliar sus conocimientos, que estudiaba para forjarse un futuro, que practicaba deporte únicamente para mantenerse en forma y que su coeficiente intelectual estaba por encima de la media. De saber esto, seguramente sería atormentado, como lo es cualquier persona que demuestra un poco de sensibilidad en aquel dichoso instituto.
Vegeta elegía bien a las personas con las que se juntaba y con las que salía. Tenía muchos amigos, pero muy pocos de ellos eran íntimos, como Raditz o Kakarotto, hasta Broly podía ser considerado un amigo cercano, a pesar de que todos aseguraban serlo. Era popular debido a su aspecto, pero muy reservado y corría el rumor de que se veía en secreto con la capitana de las animadoras, la bella y escultural Maron; ella no hacía nada por desmentirlo considerando que el rumor elevaba su estatus social y tener una conquista como Vegeta en su lista la ponía por encima de cualquier otra muchacha por salir con un atleta inteligente.
A él le daba igual lo que dijera la gente mientras esa loca se mantuviera lejos de él, porque no le interesaba en absoluto tener a una novia como ella. Iba a bares a tomar copas y cuando sus amigos montaban algún lio, él se hacía uno con las sombras y dejaba que todo siguiera su curso, manteniéndose al margen de la situación a menos que sea una emergencia, contemplando lo que las nuevas generaciones podían dar de sí. En el fondo tenía la certeza de que eran las personas como él las que hacían que el mundo siguiera funcionando y el resto de las personas sólo era el contrapuesto que equilibraba la balanza del universo. Su vida era ordenada y rutinaria, para Vegeta el instituto era un camino intermedio que estaba obligado a transitar antes de entrar en una universidad y hacer definitivamente lo que le diera la real gana y no darle más explicaciones a su padre, pero siempre sin perder de vista su principal objetivo.
Pero como toda persona humana, Vegeta tenía debilidades. La tensión diaria, autoimpuesta por el personaje que debía interpretar para que lo dejaran en paz, empezaba a crear una costra de resentimiento contra el mundo. Había veces en las que necesitaba ser él mismo, dejar de fingir, pero se dio cuenta de que no había ningún lugar en el que pudiera hacerlo libremente sin poner en entredicho su reputación y empezaba a sentirse absorbido por el Vegeta perfecto y el temor a convertirse en esa otra persona ocupaba la mayor parte de sus noches. Decidió que tenía que cambiar, hacer algo, lo que fuera, para evitar verse abocado al desastre, a una vida estúpida que no deseaba en absoluto, a seguir mintiéndose a sí mismo.
Así que empezó a ir a lugares en los que no había estado nunca, en partes de la ciudad donde nadie lo conocía y acabó por descubrir una biblioteca de aspecto antiguo y modesto, silenciosa y en la que había muchos libros, poca gente y espacio suficiente para hacer lo que quisiera. Aquel fue su lugar de reposo, una sala de estudio toda forrada de madera, con una mesa para él solo y todos los libros del catálogo a su entera disposición. Allí podía relajarse, leer, cultivarse, hacerse un hombre de provecho para el futuro sin tener que esconderse de nadie.
Todo fue bien hasta que, un día, se cruzó con la mirada de ella, la Pequeña Bibliotecaria. Vegeta sabía que la biblioteca estaba bajo la supervisión de cuatro mujeres: la anciana dueña de la biblioteca y tres muchachas que tenían los graciosos nombres de Milk, Tights y Bulma. Bulma era la más joven de las tres empleadas y no se dejaba ver mucho entre las estanterías. De hecho, él siempre pensó que aquella mujercita no existía, porque nunca la había visto, a pesar de que sus dos hermanas hablaban de ella a veces. Aquella tarde levantó la vista de sus apuntes para descansar los ojos y la vio pasar, llevando un buen número de libros en brazos para colocarlos en sus estantes.
Supo que era ella por el ligero parecido con sus hermanas mayores, aunque definitivamente Bulma era la más hermosa de las tres. Todo pareció ir más despacio, viéndola caminar con un trotecillo airoso, en ese breve instante Vegeta experimentó una serie de emociones tan intensas que casi se le para el corazón. Bulma lo miró un instante con gesto tímido y abrazó los libros con mayor fuerza contra su pecho, constriñendo todavía más el pecho bajo su blusa violeta. Tan rápido como apareció, Bulma desapareció por el pasillo adentrándose entre dos estanterías. él se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración y exhaló por la nariz, analizando lo que acababa de ocurrir.
Igual que sus hermanas, Bulma vestía de forma elegante, pero muy sobria e incluso podría decirse que tan anticuada como la biblioteca misma en la que estaba. La blusa estaba cerrada hasta el cuello, la falda era recta y gris y sus pequeños zapatitos no tenían un solo adorno. Su cabello azul iba recogido en alto con un pequeño moño y el flequillo pulcramente peinado a un lado.
No tenía nada que ver con las estudiantes del instituto a las que él estaba acostumbrado aunque claramente no debía de tener más edad que él, aquellas que mostraban sus cuerpos impunemente a todo el que quisiera mirarlas con faldas cortas, blusas escotadas y colores imposibles. Nunca se había sentido atraído por ellas, por gente como Maron, precisamente porque no dejaban nada a la imaginación. Pero Bulma ocultaba bajo esa ropa un cuerpo que a Vegeta se le antojó divino. Era buen fisonomista y tenía bien desarrollada la capacidad espacial.
La observó fijamente, la falda colgaba de unas caderas voluptuosas y un trasero redondo; sin duda aunque ahora llevara zapatos planos, cuando llevara tacones su trasero se elevaría grandioso para coronar sus muslos. Tenía la cintura inusualmente estrecha bajo la blusa, por lo que el muchacho dedujo que debía utilizar algún tipo de corsé, ya que eso explicaba lo ceñido de su pecho y lo elevado que lo tenía. Debía tener los pechos muy redondos y pequeños para que tomaran esa forma circular al cerrar los brazos en torno a los libros. Tras ésta profunda deducción, no pudo evitar imaginarla desnuda, en botas de tacón, corsé, el moño apretado y el gesto mandón, con la pequeña barbilla levantada con descaro y altanería. Sintió el rostro enrojecerle de la vergüenza ante tales pensamientos, ¿Qué le pasaba? Acababa de conocer a esa mujer y ya se la imaginaba así.
Ella eligió ese momento para reaparecer, ésta vez sin libros y él supo que había tenido razón en su deducción al ver como la ropa rozaba su piel cuando caminaba, dibujando su silueta desnuda. Se le secó la boca cuando la vio humedecerse los labios con una lengua pequeña rosada. Un deseo crudo se apoderó de Vegeta, que se sintió dolorosamente enfermo y no pudo soportarlo más.
Recogió sus cosas con presteza y abandonó la biblioteca confuso y excitado. Cuando ya abrazaba la fantasía de acariciarse pensando en aquella muchacha, uno de sus pocos amigos lo interceptó a medio camino y lo arrastró con el resto de sus colegas al pub.
-Ehh Vegeta, traes muy mala cara… ¿Qué te ha pasado? – Preguntó curioso uno de sus mejores amigos, a veces no sabía cuándo callarse.
-No es nada…al menos nada importante – Dijo levantando la botella y bebiendo de su contenido, era la segunda de la noche y aquella sí que sería una larga.
- Lo que digas, pero cambia esa cara…o nos espantarás a las chicas – Bromeó nuevamente Kakarotto, lo vio ponerse de pie y dirigirse hacia una mesa donde un par de bellas jóvenes estaban, aquellas no dejaban de mirarlos.
Vegeta tuvo que ahogar su frustración entre varias cervezas, tratando de adormecer la bestia que la joven bibliotecaria acababa que remover en su interior. Con cada botella que vaciaba, la idea de hundirse entre sus pechos firmes y redondos era cada vez más atractiva, pero también crecía la certeza de que si alguien lo veía con ella, una chica del montón, sin personalidad, que vestía con ropa que podría ser de su abuela, acabaría llamando escandalosamente la atención y lo señalarían con el dedo, algo que había conseguido evitar hasta ahora.
Ella era distinta a todas las chicas que él conocía, ella ocultaba su hermoso cuerpo con elegancia y permitía imaginar sus formas, no las mostraba con descaro. Tentaba con el secreto de su cuerpo y Vegeta deseaba desenvolverla como el que desenvuelve un regalo. Cada trago que daba lo hundía más y más en la amargura y acabó tan borracho que llegó a casa en brazos de dos de sus amigos, sabía que les había arruinado la noche de ligue pero qué más daba.
Fue incapaz de pegar ojo. El alcohol y la excitación provocaron sueños febriles en la mente del joven, eróticas pesadillas en las cuales la mujer de azulada cabellera y hermosa mirada era la protagonista. Soñó que estaba en la biblioteca y ella lo llevaba de la mano a un rincón más discreto, entre varias estanterías que formaban una habitación cerrada. Allí, la muchacha se abría lentamente la blusa para revelar ante la atónita mirada de Vegeta un fabuloso corsé violeta con encajes negros, cruzado con cintas de seda de color rojo, tan apretado que sus pechos sobresalían por encima de los bordes, sentía que el calor iba aumentando en su habitación, en la soledad de su departamento y se maldecía por eso, estaba totalmente consiente de que se estaba comportando como un idiota, como un adolescente con las hormonas revolucionadas.
Cuando Vegeta se despertó, la resaca y la impresión provocaron que se cayera de la cama y diera con sus huesos en el suelo. El dolor de cabeza y las náuseas lo redujeron a un cuerpo convulso que se arrastró hasta el baño para vomitar. Se arrancó la ropa del cuerpo, se metió en la ducha y abrió el grifo de agua fría para despejarse. Pero ni aun así, la vergonzosa situación que lo atormentaba remitía y la culpa de todo esto la tenía Bulma. La dulce y suave Bulma, de piel de melocotón, sabor a melocotón, olor a melocotón. No supo en qué momento sus manos comenzaron a tomar vida propia y se apresuró a "terminar" con el problema, se sostuvo en la pared del baño con una mano, frustrado y avergonzado consigo mismo por dejarse arrastrar a ésta situación, se sentía extraño con tanta energía y rabia por ésta situación. Hundió la cara en el brazo cuando las lágrimas brotaron y el ritmo de caricias se incrementó, apretaba los dientes y maldecía a la vez con fuerza y determinación hasta lograr sacar de dentro toda la represión acumulada durante meses. El dolor de cabeza remitió enseguida, el agua lavó su desdicha y su estupidez, aclarándole un poco las ideas, se sentía un idiota. ¿Qué tenía esa mujer de especial? ¡¿Qué?!
Ella le gustaba, a pesar de no conocerla más allá de las apariencias físicas…ella realmente le gustaba. Lo que significaba claramente que…estaba jodido.
-Soy un imbécil… - Finalmente se rindió, era imposible luchar contra sí mismo en éstas circunstancias.
Bulma iba a ser su rincón secreto. Debía ser su lugar de reposo, aquel en el que no tuviera que fingir lo que no era. Ella debía convertirse en la persona que pudiera verle tal cual era, ver su naturaleza. Estaba seguro de que ella era cómo él, todo fachada por fuera, escondiendo su verdadera forma en el interior para que nadie pudiera hacerle daño.
Esa mañana decidió que no quería ir a clase a pesar de las insistentes llamas de sus amigos. Vestido de calle, sin el uniforme del colegio, se acercó hasta la biblioteca y buscó a Bulma con la mirada. La encontró colocando libros entre dos estanterías, ropa diferente a la de ayer, conservando el mismo estilo: cintura estrecha, botines de tacón, falda larga hasta las rodillas.
Al diablo, pensó. Sí ya estaba aquí, sí ya la tenía frente a él, ¿Qué más daba? Debía de intentarlo. Así se gane de seguro más que un par de insultos por eso.
Vegeta ni siquiera lo pensó, puso una mano en el hombro femenino y la hizo girar para enfrentarla. Era una cabeza más alto que ella y tuvo que inclinarse para alcanzar sus labios, para asegurarse de que lograba su objetivo, puso una mano sobre su mejilla y la besó. Bulma abrió los ojos por la sorpresa, confundida y tremendamente avergonzada dudó, pero separó los labios para dejar entrar a Vegeta por unos segundos y cuando él se hubo sosegado, le mordió la lengua. Vegeta se apartó sorprendido y Bulma, con un certero movimiento, le cruzó la cara de un manotazo.
La mejilla del joven hormigueó y el calor le bajó por el cuello y se sintió rabioso. Miró a Bulma, confuso. Ella había cambiado su expresión tímida por una más dura, completamente inusual en un rostro tan inocente como el suyo.
-No vuelvas a besarme sin permiso, idiota -dijo.
Trató de calmarse y buscar una buena excusa para salir de ésta vergüenza, pero no encontró nada. ¿Cómo le explicaría a esa mujer la razón de ese beso? Ni él mismo lo sabía, sólo sabía que ella le atraía mucho y aquello no podía decírselo, la acababa de conocer. Sería estúpido y de seguro ella se reiría a carcajadas de su estupidez, aquella mujer, ¿Cómo se atrevió a cachetearlo? Sabía que quizás se había pasado un poco al besarla, ¡Pero eso no le daba derecho!
-Lo siento -balbuceó Vegeta. Bulma le dio una bofetada en la otra mejilla.
-¡Con un "lo siento" no es suficiente! –contestó ella colérica ante la mirada sorprendida del joven, aunque no pudo evitar que sus mejillas se tiñan de un ligero tono carmesí, debía de aceptar que aquel hombre sí que era guapo…era poco, ¡el maldito descarado era guapísimo!
-¿Y qué pretendes que haga? ¿Qué me arrodille a pedirte perdón? Ya oíste que lo siento…debe ser que aún no se van los efectos del alcohol… -replicó mordazmente ante la actitud de la mujer, no se humillaría ante nadie, menos ante una simple bibliotecaria, nunca.
-¡Arrogante…eres demasiado desagradable! –diciendo esto, tomó entre sus manos algunos libros que aún le faltaban acomodar y salió hecha un bólido de allí.
Unas cuantas lágrimas recorrían el rostro de aquella joven, bien le habían dicho antes. Nada es lo que parece. ¿Cómo iba a imaginarse que aquel muchacho al que había descubierto el día anterior observarla con tanta efusividad resultaría ser el más grande de los idiotas? Estaba cansada, cansada de tener que protegerse de los demás para que no le hagan daño. Ya le habían hecho daño antes y mucho, no estaba dispuesta a volver a pasar por ese tipo de humillaciones nunca más.
Simplemente porque aún no estaba preparada para el dolor…aún no curaban todas sus heridas.
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