MI GRAN BODA MUGGLE
Disclaimer: Los personajes que aparecen en la siguiente historia no son ni serán jamás de mi propiedad. Le pertenecen a Jotaká que, aunque tenga sus errorcillos, fue la creadora del maravilloso mundo de Harry Potter. Ella se enriquece, no yo. ¿Qué le vamos a hacer?
Resumen: ¡Percy y Penny se casan! Una novia histérica, un novio acojonado y dos familias totalmente opuestas. ¿Conseguirán llegar al altar, o todo terminará en desastre?
CAPÍTULO 1
La boda de mi mejor amigo
-Lucien se casa.
-¿Lucien? ¿Nuestro Lucien?
-Nuestro Lucien.
-¡Oh! ¿Y por qué?
Penny parecía tan sorprendida como él por la noticia que acababa de recibir. Lucien Bradford, su Lucien, siempre había sido un férreo detractor del matrimonio, así que aquel anuncio la había dejado helada. Casi tanto como al pobre Percy, que estaba sentado frente a ella, ignorando a los niños que correteaban a su alrededor. Sin duda alguna, debía estar bastante alucinado, puesto que era la primera vez en años que el joven visitaba a la bruja en su trabajo.
-Lo ignoro. Él no había dicho nada...
-Déjame ver eso.
Penny le arrebató sin muchos miramientos la invitación. La leyó detenidamente, mientras su mente hilvanaba diversas explicaciones para aquella noticia tan extraña. Cuando terminó, tenía el ceño fruncido y una expresión dubitativa en el rostro.
-¿Quién es Juliette O´Brian?
Percy chasqueó la lengua. En algunas ocasiones, el hecho de que Penny fuera hija de muggles era realmente molesto. Su desconocimiento del mundo mágico era tan evidente, que solía sacarle de quicio. Normalmente, no tenía paciencia para responderle, aunque Penny no era de las que hacían muchas preguntas.
-En serio, Penélope, es increíble que seas una bruja. ¿No sabes quiénes son los O´Brian?
-Si lo supiera, no te lo preguntaría ¿No crees?
Percy bufó y se cruzó de brazos, preguntándose en qué momento un tipo como Lucien había entrado en contacto con una chica como Juliette O´Brian.
-Los O´Brian son la familia mágica más rica de Estados Unidos. Tienen negocios por todo el mundo, incluso en el muggle, y son respetados y admirados por toda la sociedad mágica. ¿De verdad no sabes quiénes son?
Penny se encogió de hombros, sin sentirse en absoluto apenada por su ignorancia.
-Supongo que los O´Brian no traerían a sus hijos a esta guardería jamás, así que, no. No sé quiénes son, y hasta hace un minuto no me importaba en absoluto.
-Ya –Percy puso los ojos en blanco, sin saber qué responder a esas palabras –Juliette es su hija menor. Dicen que heredará una fortuna cuando sus padres mueran.
-¡Oh! –Penny sonrió con maldad, como si acabara de comprender muchas cosas –Ahora entiendo a Lucien.
Percy estaba de acuerdo con ella. Aunque Lucien fuera su mejor amigo, Percy lo sabía ambicioso y ávido de dinero y poder. Los Bradford siempre habían sido tan pobres como los Weasley. Casarse con una rica heredera lo ayudaría a salir de la mediocridad. Aunque aquello no dejaba de sorprenderle, Percy podía entenderlo todo.
-¿Cómo es ella? –Preguntó Penny con curiosidad -¿Es guapa?
-Bueno... Pues creo que no mucho. Espera.
Percy extendió El Profeta sobre la mesa. Hasta entonces, había permanecido a buen recaudo bajo su brazo, pero era el momento de darle alguna utilidad. Sin duda, la prensa ya debería haberse hecho eco de la noticia. Efectivamente, en la página cuarenta y tres, había un artículo dedicado al compromiso de la menor de los O´Brien. Estaba escrito en tono bastante irónico y, tal y como Percy había esperado, tenía adjuntas tres fotografías. Una de ellas, del guapísimo Lucien Bradford, famoso por sus numerosas conquistas femeninas y su vida libertina. Otra era del matrimonio O´Brien, dos brujos de rostro perruno que parecían haberse olvidado del significado de la palabra sonrisa y, por último, el retrato de la joven Juliette. Percy hizo una mueca de disgusto y cerró los ojos, tendiéndole el periódico a Penny.
-¡Oh, joder! –Exclamó al cabo de unos segundos -¿De verdad heredará tanto dinero? Porque pobre Lucien. ¡Joder!
Percy suspiró. Ella no podría haberlo expresado mejor, aunque debió haberlo hecho con un poco más de discreción, porque los niños se habían quedado mirándola fijamente, un poco confundidos al escuchar hablar a su profesora de una forma tan soez.
-Treinta millones de galeones –Dijo con desgana. Penny abrió desmesuradamente los ojos y cabeceó –Creo que tengo que hablar con él. Es una locura.
-Bueno, quizá no lo sea tanto. Son treinta millones. Además, cabe la posibilidad de que Lucien esté enamorado. –Percy la miró fijamente y ella agitó la cabeza –Está bien. Tienes razón. Habla con él. Si está tan desesperado por conseguir dinero, podemos prestarle un poco.
-¡Oh, claro! Creo que le bastará con el par de knuts que tengo en la cartera ahora mismo.
-Percy, cielo, no te pongas sarcástico. Estamos dando por hecho que Lucien sólo se casa por dinero, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Ha podido cambiar.
-¿Tanto? ¡Vamos, Penny, por favor! –Percy resopló, cerrando el periódico con brusquedad. Si dijera que no estaba molesto con su amigo, mentiría –Lo que me extraña mucho es que O´Brian lo haya acogido en su familia. Todo el mundo sabe que dedica mucho tiempo a planificar buenos matrimonios para sus hijos y, francamente, Lucien puede ser muchas cosas, pero no es un buen partido.
-Y esta boda tan precipita –Penny se dio un par de suaves golpecitos en la barbilla, mientras reflexionaba –Según tú, no tengo ni idea de cómo funciona el mundo mágico, y quizá tengas razón. Pero sí sé como funcionan las cosas entre la gente rica del mundo muggle, y te aseguro que una boda de esas características, sólo puede producirse por dos motivos. O Lucien y Juliette están muy enamorados y no les importan las apariencias.
-O hay un embarazo de por medio –Concluyó Percy, encontrando la explicación definitiva para todo aquello.
-Eso es. –Penny suspiró y, de pronto, miró su reloj –La hora del recreo ha terminado. ¿Por qué no invitas a Lucien a cenar esta noche? Quedemos en mi casa, puedo preparar algo especial.
-Está bien –Percy se levantó y, antes de marcharse, le dio un besito en los labios. Los niños se rieron y él se puso rojo hasta las orejas -¿Qué? –Bufó, sin lograr asustarlos.
Penny sonrió divertida y, dando una palmada, puso orden en su clase. No era fácil controlar a un montón de niños magos tan pequeños, pero era su trabajo, le gustaba y, además, se le daba bien. Percy se sentía orgulloso de ella y, algunas veces, estaba convencido de que Penny sería tan buena madre como la suya. Le encantaba estar con ella e imaginar el futuro que les esperaba juntos. No podía ser más esperanzador.
-Penélope, querida. Permíteme felicitarte por tu sopa de setas. Está deliciosa.
Juliette se llevó una nueva cucharada de comida a la boca y saboreó el alimento con placer, cerrando los ojos y suspirando ruidosamente. Penny sonrió con cara de circunstancias, aún abrumada por la presencia de aquella chica en su casa.
Lucien los había sorprendido al llevarla. La pobre era tan rematadamente fea como en la fotografía, pero no parecía tener ninguna clase de complejo por ello. Se comportaba como si fuera la reina de Saba, y Lucien solía mirarla fijamente, con un brillo extraño en los ojos, como si de verdad le gustara. Ni Penny ni Percy sabían muy bien qué decir o hacer, así que se limitaban a ser amables. Evidentemente, Percy se moría de ganas por interrogar a su amigo, pero con Juliette allí era del todo imposible.
-¿Has cocinado tú, Penélope? –Inquirió Juliette. Penny afirmó con la cabeza, luchando por no perder la sonrisa –En casa, los elfos domésticos se encargan de preparar las comidas, pero yo siempre he querido aprender a guisar. Mi madre afirma que es una pérdida de tiempo, que una dama no necesita saber hacer tareas domésticas, pero son muy útiles. ¿Cierto?
-Bueno. Yo aprendí por mi cuenta. A mi madre tampoco le gustaba demasiado que yo...
-¡Oh, qué gran coincidencia! –Juliette rió suavemente, claramente emocionada –Quizá, podrías enseñarme. Lucien y yo no podremos pagar un elfo cuando nos casemos, así que deberé aprender a ser una buena ama de casa. ¿Verdad, cariño?
-Por supuesto –Lucien le guiñó un ojo. Percy alzó una ceja. ¿Qué significaba aquello?
-Quizá, tus padres podrían obsequiarte uno –Sugirió Penny. Lo que esa chica decía era absurdo. Con una herencia de treinta millones de galeones. ¿Para qué quería aprender a cocinar?
-Bueno –Juliette pareció un poco incómoda. Su sonrisa había desaparecido y Lucien se agitó en su silla, carraspeando ruidosamente. Era evidente que no deseaba que la conversación siguiera por ahí –No creo que mis padres quieran regalarme nada...
-Los señores O´Brian se oponen a nuestro matrimonio –Dijo Lucien fríamente. Percy y Penny casi saltan en su sitio. Jamás habían visto a su amigo tan serio. Por una vez en su vida, parecía un hombre responsable y con la cabeza bien amueblada –No habrá elfos domésticos, entre otras cosas.
-Veréis –Juliette rió tontamente, tomando una nueva cucharada de sopa –A mis queridos padres se les ha metido en la cabeza que Lucien sólo se casa conmigo por mi dinero. Según ellos, soy demasiado fea y desgarbada para que un hombre como él se fije en mí y, por eso, han insistido en que firmemos un acuerdo prematrimonial para evitar que algún día pueda disponer de mi dinero. De hecho, ni siquiera recibiré mi herencia hasta que nuestros futuros hijos sean mayores de edad.
Penny enrojeció. Percy parpadeó, confundido, y buscó una explicación en Lucien, pero Juliette ya había dicho todo lo que había qué decir. Ninguno de los dos sabía qué pensar. Habían dado por hecho exactamente lo mismo que los O´Brian, e internamente se debatían entre creer en las buenas intenciones de Lucien, o afirmar que aún tenía un as bajo la manga.
-Si no están de acuerdo con el matrimonio. ¿Por qué han anunciado el compromiso a bombo y platillo? –Preguntó Percy, una vez recuperado del impacto inicial. Lucien chasqueó la lengua, cada vez más incómodo. No le gustaba la diarrea verbal de Juliette. Esa chica siempre decía más cosas de las que debería.
-Para evitar el escándalo, por supuesto –Juliette sonrió de nuevo, radiante, y agarró la mano de su prometido –Amenazamos con fugarnos y casarnos en secreto. A papá casi le da un infarto cuando lo supo, así que ha aceptado celebrar la boda.
-Y costearla –Gruñó Lucien, poniéndose en pie –Voy a salir un momento a la terraza. Necesito fumarme un pitillo.
Penny cabeceó. El pobre hombre debería estar muy estresado para abandonar la mesa en mitad de la cena. Un leve gesto, y Percy casi corría detrás de él, dispuesto a interrogarle.
Una vez solas, Juliette acercó su silla a la de Penny y empezó a hablar como si fueran amigas de toda la vida. Eso puso un poco nerviosa a la chica, pero no tardó en descubrir que le gustaba conversar con la joven. Quizá, había en ella algo más que un rostro plagado de fealdad.
-Lucien es guapísimo. ¿No crees? –Susurró, con voz suave y una risita alegre –Algunas veces, me parece increíble que esté conmigo.
-Bueno... –Penny suspiró. Quería fingir que se alegraba por los dos, que creía en las buenas intenciones de su amigo, pero no era fácil con Juliette a su lado, mirándola con toda esa emoción en el rostro. No la conocía, pero le apenaba pensar que pudieran lastimarla –Oye, Juliette.
-Llámame Jules, por favor. Mis amigos me llaman Jules.
-Está bien, Jules –Penny carraspeó -¿Estás segura que Lucien...?
-¡Oh, ya sé lo que todo el mundo piensa de él! –Jules agitó la cabeza, sin dejar de sonreír –Incluso su madre intentó ponerme sobre aviso, pero yo no estoy preocupada. Sé que Lucien me quiere.
-Pero...
-Mírame, Penny. ¿Puedo llamarte así? –La bruja afirmó con la cabeza –Soy fea. Lo he sabido desde pequeña y, durante un tiempo, no fue fácil vivir con eso. La gente siempre se ha reído de mí y pasé muchos años de soledad, pero aprendí a aceptarme tal y como soy, y estoy contenta conmigo misma. Incluso con mi nariz –Penny sonrió cuando Jules se dio un golpecito en su descomunal nariz –He estado con algunos chicos que sí buscaban mi dinero. Ninguno de ellos parecía dispuesto a mirarme a la cara. Sentía su repulsión cuando me besaban. Sé lo que es no gustarle a alguien. Pero Lucien es diferente. Lucien me mira y me ve a mí, a Jules. Yo le quiero y él me quiere. Es muy injusto para él que incluso vosotros, sus amigos, penséis mal de sus intenciones. ¿Sabes cuánto tardó en renunciar a mi dinero? Ni un segundo. Y para alguien como él, que nunca ha tenido nada, debió ser tremendamente difícil.
Penny cerró los ojos. Todo aquello era muy bonito, como sacado de una melodramática novela. Jules hablaba con tanta seguridad, que por un momento se le olvidó su fealdad y la vio a ella, a la chica ilusionada por su futuro matrimonio, y creyó en Lucien.
-El secreto de la sopa es el orégano –Susurró, instando a Jules a seguir comiendo. –No hay mucha gente que use hierbas aromáticas en los guisos con setas. Yo lo descubrí de forma accidental.
-¡Oh! –Jules pareció nuevamente emocionada y volvió a comer -¿Me enseñarás?
-¡Uhm! Quizá, antes deberías aprender a hacer empanada de carne. Es la comida favorita de Lucien.
Jules O´Brian la miró con inmensa gratitud. Continuaron hablando sobre comida, descubriendo que entre ellas podría existir una gran amistad, disfrutando de la mutua compañía.
Mientras tanto, en la terraza, Percy se había colocado junto a Lucien, tieso como un palo y algo nervioso. Nunca se le había dado bien dar comienzo a las conversaciones. De hecho, si ahora era amigo de Lucien, fue gracias al desparpajo que el brujo había tenido de niño. Percy siempre había sido tímido y le costaba trabar amistad con la gente.
-Sé lo que pensáis, Perce. Tú lo disimulas mejor, pero a Penny se la ve indignada.
-Es que no esperábamos que la trajeras. Nos ha sorprendido.
-¿Qué se supone que debía hacer? ¿Dejarla sola, en casa, mientras iba a divertirme? ¿Tú dejas a Penny para irte por ahí?
-Yo, no... No sabía que la cosa fuera tan seria.
-¡Vamos, tío! Vamos a casarnos. Más en serio no podemos ir.
Percy guardó silencio. Pues también era verdad, pero le costaba un gran trabajo asimilarlo. ¿Lucien casado? ¿El mismo Lucien que siempre había asegurado que antes muerto que atado a alguien de por vida? No. No podía terminar de creérselo, por más que quisiera.
-¿Por qué?
-Porque la quiero, aunque no te lo creas.
-Vamos, Luc. Puedes decirme la verdad. Somos amigos.
Lucien apretó las mandíbulas y lo miró con furia mal disimulada.
-¿A cuántos de mis ligues os he presentado a Penny y a ti? ¡Si hasta conoce a mi familia, por Merlín!
-Pero, Luc, ella no es el tipo de chica que siempre te ha gustado.
-Es el tipo de chica que me gusta ahora. Además, tú que dices que somos amigos. ¿No te das cuenta de que estoy siendo sincero?
Percy lo miró fijamente. Sí, parecía sincero. Hasta ese momento, sólo había prestado atención a sus prejuicios. Con toda la razón, eso sí. Al Lucien que él recordaba, le gustaban las chicas guapas y con poco cerebro, odiaba las relaciones formales y jamás, bajo ninguna circunstancia, les prestaba atención a las personas como Juliette. Era guapo, atractivo, y siempre había preferido rodearse de belleza, gente como él. Y, sin embargo, Percy lo conocía y sabía que estaba hablando en serio, que no había maldad. Por algún motivo, se sintió aliviado.
-¿Cuánto tiempo lleváis juntos?
-Casi un año.
-¿Un...? Pero si hace un mes te enrollaste con esas dos muggles...
-No, Perce. No lo hice. Eso fue lo que te conté. Desde hace once meses, sólo he estado con Jules. Y créeme, al principio no fue fácil. Me costó reconocer que me gustaba.
-¿Por qué no me lo contaste antes?
-Jules prefería mantenerlo en secreto. No quería que sus padres se enterasen hasta estar segura. Siento no habértelo dicho, tío, pero no es personal.
-Ya –Percy carraspeó, ligeramente indignado por la falta de confianza de su amigo –Entonces. ¿Quieres casarte con ella?
-Claro que sí.
-¿Aunque no tenga dinero y sea... así?
-Aunque sea pobre. Además, me caso con ella precisamente por que es así.
Percy afirmó con la cabeza y, demasiado aturdido para mantener la compostura, se apoyó en la barandilla de la terracita y le arrebató el cigarro a Lucien, dándole una larga calada.
-Enhorabuena, entonces.
-Gracias.
Intercambiaron una mirada cómplice, la primera de toda la noche. Percy incluso palmeó el hombro de su amigo, a pesar de no ser muy dado a las muestras de afecto físico. Lucien le agradeció el gesto con una sonrisa y, después de unos segundos, se pusieron de acuerdo para regresar al interior. Ni siquiera necesitaron hablar para saber qué es lo que quería hacer el otro.
-Me tiró la cerveza de mantequilla encima –Decía Jules, mientras Penny la escuchaba, sonriente y maravillada –Es muy tópico, lo sé, pero así nos conocimos. Lo primero que pensé de él, fue que era un idiota. Pero, ya ves...
-No, Jules. No cuentes esa historia otra vez, te lo suplico –Lucien se acercó a su prometida y, con espontaneidad, le dio un beso en los labios. Toda la tensión anterior se había disipado, y todos parecían contentos y relajados.
-No le gusta que hable de eso porque sabe que se comportó como un imbécil. Tiene suerte de que le perdonara.
-Fui muy grosero, lo reconozco.
-Pero supiste hacerme cambiar mis pensamientos sobre ti.
Se miraron fijamente. Por primera vez, Percy y Penny se dieron cuenta de que esos dos se querían de verdad, y se sintieron muy felices por ambos.
-Has aceptado casarte conmigo, lo que dice mucho a mi favor.
Jules sonrió y, de pronto, dio un pequeño salto, mirando a Penny.
-¡Oh, querida! Ahora que somos amigas, quisiera hacerte un proposición –Penny se sintió halagada. No supo porqué, pero le agradaba que Jules le hablara así, con tanta confianza –Estoy buscando a mi tercera dama de honor. Tengo a la hermana y a la prima de Lucien, pero me falta una. ¿Tú podrías...?
-¿Yo? Pero yo...
-No está siendo fácil para mí encontrar a alguien que quiera... ya sabes –Jules suspiró, un poco entristecida –Mis antiguas amistades ni siquiera han aceptado las invitaciones a la boda, y yo necesito a alguien más.
Penny no hubiera podido negarse ni de haber querido. Sospechaba que en todo aquello había un poco de chantaje emocional, pero Jules le pareció tan indefensa y sola, que la ternura y la pena invadieron su corazón. Por no hablar de la mirada amenazante de Lucien animándola a decir que sí.
-Claro que lo seré –Musitó al fin, mientras Percy la miraba con curiosidad –Será un honor.
-Tendréis mucho protagonismo en la boda –Dijo Lucien con alegría, pasando un brazo sobre los hombros de su novia –Penny dama de honor, y tú, querido Perce, padrino. No puedes negarte, ya sabes.
-Lucien se ha vuelto loco. Mira que pedirte que seas tu padrino.
Percy observó su reflejo en el espejo de la tienda de madame Malkin, ignorando los comentarios de George. Por algún motivo que escapaba a su comprensión, su hermano había insistido en acompañarlo cuando fuera a comprar su túnica de gala, pero lo más sorprendente de todo fue que Percy había aceptado su compañía. George empezaba a darle dolor de cabeza, como siempre, aunque se esforzara al máximo por parecer imperturbable.
-Gracias por esa gran muestra de confianza, George. Supongo que no me pedirás que sea padrino en tu propia boda, si es que algún día te casas.
-¡Claro que no, Percy! Tengo tres hermanos más. ¿Por qué debería pedírtelo a ti?
Percy bufó y George le miró con malicia, encantado de poder molestarlo de esa manera. Era muy fácil molestar a Percy, en realidad. Siempre lo había sido.
-La verdad es que no me esperaba lo de Luc. Pobrecillo.
-Yo diría que está encantado con la idea de casarse. Y Jules es encantadora.
-Debe serlo. Otras gracias no tiene la chica, reconócelo. Lucien y ella son como El Bello y la Bestia.
-George, por favor.
-Es verdad. Tú sabes que es verdad.
-Si conocieras a Jules, no pensarías así.
-No, tío. Si no te niego que la chica sea genial y todo eso, pero es que no es alguien a quien te comas con los ojos. Vamos, que no te paras a mirarla dos veces.
Percy lo fulminó con la mirada, malhumorado, y extendió los brazos para observar mejor la túnica que llevaba puesta. Definitivamente, el rojo no le sentaba bien.
-Pareces un pavo real con fiebre. A Lucien no le gustaría verte así.
-Pues tú han insistido con el rojo. Desde el principio, yo he dicho que el negro o el gris son los mejores colores. Mucho más elegantes que toda esa gama de tonos chillones que me has obligado a ponerme.
-¡Ey, Perce! Que yo no te he puesto la varita en el cuello ni nada. Sólo he hecho unas cuantas sugerencias con toda mi buena intención.
-Puñeteras sugerencias –Masculló entre dientes Percy, al límite de su paciencia, mientras se quitaba esa última túnica –Quiero una gris, por favor. Ya estoy harto de chorradas.
-¡Qué aburrido eres, Perce!
-Vete al cuerno, George.
Efectivamente, el gris era el color ideal para él. La túnica definitiva era sobria, elegante y de corte recto, perfecta para un padrino y totalmente acorde con su personalidad. George pareció disgustado, aunque le dio el visto bueno con un gesto desdeñoso. No podía esperar mucho más de alguien que, en ese momento, iba vestido con una chaqueta verde de piel de dragón.
Salieron de la tienda casi tres horas después de haber entrado. Percy tenía toda su ropa para la boda de Lucien, incluidos los zapatos, y podía presumir de no haberse gastado demasiado dinero para adquirirlo.
-Oye, Percy. ¿Para cuándo Penny y tú? –Inquirió George mientras paseaban por el Callejón Diagón, en dirección a Sortilegios Weasley.
-Para cuando. ¿Qué cosa?
-La boda, claro –Percy parpadeó, sorprendido por aquella respuesta, y a punto estuvo de atragantarse –Lleváis diez años de novios. Ya va siendo hora.
-Eres un entrometido –Bufó, recuperada su compostura –Eso es asunto de Penny y mío. No deberías meterte.
-¡Oh, si yo no me meto! Pero como sigáis así, será mamá la que empiece a ponerse pesada.
-¿Ma. Ma?
Percy sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Si Molly Weasley quería verlo casado, estaba totalmente perdido.
-Lo ha dejado caer un par de veces. Quiere una boda, y pronto. Ya hace mucho desde que Ginny y Harry se casaron y se muere por que La Madriguera vuelva a llenarse de gente.
Percy parpadeó, carraspeó y estiró la espalda todo lo que pudo, procurando no pensar demasiado en su madre.
-¿Por qué no lo intenta con Ron? Seguro que él está ansioso por casarse.
George se encogió de hombros a modo de respuesta, deteniéndose frente a la puerta de su negocio.
-De momento, sólo Charlie y yo estamos a salvo. Sólo te lo digo para que te vayas preparando.
-Eleonor Bradford estuvo aquí ayer por la tarde. Está encantada con la boda de Lucien y vino a invitarnos a todos. Estoy deseando darle un achuchón a ese chico. Tanto insistir con su soltería, y mira, al final se casa antes que tú.
Primer ataque. Percy hizo un gesto doloroso y, después, fingió no haber escuchado nada. Era domingo y, como venía siendo tradicional, los Weasley se reunían en La Madriguera para comer en familia. Molly había secuestrado a su hijo en cuanto llegó a la casa, y había pasado casi una hora hablando de lo maravilloso que era casarse. Percy sólo quería que se lo tragase la tierra; cuanto antes, a ser posible.
-Mamá, no deberías ponerle tanta salsa a la carne –Dijo, procurando cambiar de tema.
-Claro, claro, tesoro –Molly sonrió maternalmente y agitó su varita con maestría –También comentó que Penny va a ser una de las damas de honor. Es maravilloso.
-Se ha hecho muy amiga de la prometida de Lucien. Jules es muy agradable.
-¡Oh, sí! Eso dice Eleonor. Es una lástima que sus padres sean tan tercos. Pensar que Lucien sólo la quiere por su dinero. ¡Qué cosa tan absurda!
-Mamá...
-Es tan romántica su historia de amor –Molly suspiró, ajena a los gruñidos impacientes que procedían del jardín. De pronto (y gracias a los cielos) un chiquillo pelirrojo entró a la cocina, mostrándole un plato vacío –James, tesoro. ¿Ya te has comido las patatas fritas? –El pequeño afirmó con la cabeza y Molly le revolvió el cabello –Está bien. Toma unas pocas más. Pero no olvides compartirlas con Teddy y Victorie. ¿De acuerdo?
James afirmó con la cabeza y sonrió cuando obtuvo la comida deseada. A juzgar por su expresión, no pensaba compartir sus patatas con nadie. Molly lo sabía perfectamente y, por eso, chasqueó la lengua cuando lo vio salir.
-¿Te había dicho ya que Bill y Fleur quieren tener otro hijo? –Percy carraspeó, incómodo. No es que le agradara demasiado hablar sobre la vida privada de sus hermanos –Ya iba siendo hora. Victorie tiene cuatro años. Y Ginny y Harry podrían animarse también, para que James no siga siendo tan egoísta y...
-Mamá –Percy la interrumpió, sabiendo perfectamente en qué terminaría aquella conversación -¿Podemos ir con los demás antes de que vengan en busca de comida? Ronald da un poco de miedo cuando está hambriento.
-¡Oh, claro, cariño! ¡Vamos!
Molly estaba claramente decepcionada. Hubiera querido seguir lanzándole indirectas a su hijo, pero él no se mostraba en absoluto receptivo. De hecho, parecía de bastante mal humor.
Molly no podía evitar desear que Percy y Penny contrajeran matrimonio. Su relación eran completamente formal y la chica ya formaba parte del clan Weasley. Percy incluso había mencionado que estaban pensando en comprarse una casita en Hogsmeade, lo que significaba que querían tener un futuro juntos. El matrimonio era un mero trámite, y ella se moría de ganas porque llegara la boda. Le encantaban las bodas. Pero Percy no terminaba de decidirse, y su paciencia empezaba a agotarse.
La matriarca de los Weasley observó a su familia. Tan sólo Charlie estaría ausente en esa reunión por motivos profesionales. Bill y Harry estaban en un rincón del jardín, vigilando a los niños y charlando animadamente entre ellos. Ron, George y Arthur estaban examinando unos pergaminos, seguramente relacionados con Sortilegios Weasley, y las chicas estaban reunidas frente a la mesa, conversando entre risas y miradas cómplices. Bueno, tal vez Fleur se mantuviera un poco más distantes, pero es que la francesa siempre había sido un poco fría. Aunque Molly la apreciaba mucho, siempre había preferido a Hermione o a Penny. Eran mucho más agradables y mucho menos engreídas.
En cuanto los varones Weasley vieron que la comida había llegado, se olvidaron por completo de sus quehaceres y acudieron a devorarlo todo. Ron fue el primero en llegar, como siempre, aunque Bill lo siguió muy de cerca. Entre esos dos, podrían acabar con todo el almuerzo si no les ponían límite, así que Molly los miró severamente y los dos se quedaron inmóviles. Aunque ya fueran hombres hechos y derechos, solían sentirse intimidados por las miradas de su madre.
-Haced el favor de sentaos, atajo de salvajes –Ordenó, protegiendo con su cuerpo la bandeja repleta de carne en salsa. Los chicos obedecieron de inmediato, ocupando sus lugares acostumbrados en la enorme mesa del jardín. Incluso los niños habían dejado de trastear. Conocían a la abuela Molly y sabían que era mejor no hacerla enfadar –Harry, cariño. ¿Quieres que te ponga dos trozos?
A pesar de todos los años transcurridos, Molly aún trataba a Harry Potter con el mimo de antaño. El que ahora fuera su yerno, trabajara como auror y fuera un padre de familia, no le parecía suficiente para dejar de preocuparse por él. Ella seguía viéndolo extremadamente delgado, y el chico no solía protestar. La comida de Molly le gustaba demasiado para hacerlo.
-Aquí tienes, cielo –Dijo con voz melodiosa, colocándole en el plato más carne de la que sería sano comerse. Después, se volvió hacia Percy y frunció el ceño –Y tú... ¡Mírate, Percival Ignatius Weasley! Estás famélico. ¿Quieres que te diga lo que necesitas? Una buena esposa como Penny. Ella podría alimentarte bien.
Segundo ataque. Penny se ruborizó, Percy abrió la boca, sin saber que decir, y alguien rió por lo bajo (posiblemente George). El resto de comensales estaba demasiado sorprendido para hacer o decir algo, así que se limitaron a mirar a Percy, esperando su respuesta.
-Soy capaz de alimentarme yo solo, mamá. Muchas gracias –Dijo, intentando sonar indiferente, pero sin lograrlo. La garganta se le había quedado seca y su voz sonaba demasiado rasposa.
-Pues no lo haces correctamente. Seguro que no comes más que porquerías de esas. Comida rápida. ¡Ja! Ni siquiera un plato de comida casera, como si lo estuviera viendo.
-Me las arreglo bastante bien –Percy cogió con brusquedad su plato de comida y empezó a masticar la carne, bastante ofuscado.
Molly frunció el ceño. Durante un segundo, pareció dispuesta a decir algo más, pero guardó silencio y siguió repartiendo la comida. Pronto, todos los Weasley se olvidaron de lo ocurrido con Percy y comenzaron a hablar sobre cosas triviales. Hasta que, irremediablemente, surgió el tema más temido por Percy: la boda de su mejor amigo.
-¿Es cierto que Juliette O´Brian te ha pedido que seas su dama de honor? –Preguntó Molly, mirando de reojo a su hijo. Estaba tramando algo, no le cabía duda.
-Sí. Está muy emocionada con la boda. Ayer, estuvimos mirando los colores para las túnicas de gala. Nos hemos decidido por el lavanda. La hermana de Lucien se mostró bastante inflexible en ese sentido. Y Jules está encantada. Dice que quiere llenar la carpa de lavandas y lilas.
-¿Lucien no era alérgico a las flores? –Inquirió Arthur, recordando vagamente la cara hinchada del chico cada vez que llegaba la primavera.
-Los de la floristería han ideado un ingenioso hechizo para evitar que el polen se propague por todas partes. Mientras Lucien se mantenga alejado de las flores, no le pasará nada.
-Es un gran alivio, querida. A Eleonor le agradará saber que no tiene que preocuparse por eso.
Molly cabeceó, satisfecha, y un breve instante de silencio se produjo. Entonces, decidió que ya estaba cansada de las indirectas y optó por lanzarse al precipicio.
-Penny, querida. ¿Con qué flores querrás decorar tú la iglesia cuando os caséis Percy y tú?
-¡Mamá!
Percy casi había gritado. Su madre lo miró de mala manera, pero ignoró sus reproches y se centró en Penélope, que estaba más roja que nunca y no sabía qué responder.
-Yo... No lo he pensado, señora Weasley. No sé...
-Pues deberías aprovechar y echar un vistazo por la floristería. Cuanto antes solucionéis esos detalles, mejor.
-Hablas como si fuéramos a casarnos –Protestó Percy. Ahora sí, su paciencia se había agotado. Si Molly Weasley no le hubiera dado la vida, en ese momento estaría lanzándole un hechizo para cerrarle la bocaza, pero era su madre y le debía respeto, aunque fuera una entrometida.
-¿No? ¡Oh, qué lástima! Pensé que sentirías envidia de Lucien. Cómo ya lleváis tanto tiempo juntos.
Todo el clan Weasley estaba pendiente de la conversación, todos disfrutando de aquel divertidísimo momento en el que Percy era víctima de su madre. Era genial ver como se mordía la lengua para no decir alguna barbaridad y, al mismo tiempo, buscaba ayuda con la mirada. En su padre, en Bill, en Ginny, incluso en George. Cualquiera de ellos le hubiera servido, pero nadie abrió la boca.
-No es el momento adecuado, mamá. ¿Podemos dejar el tema?
Molly frunció el ceño y puso los brazos en jarra. Por supuesto que no podían dejarlo. No hasta que Percy y Penny se comprometieran allí, frente a ella, en ese preciso instante.
-Molly, el chico tiene razón. ¿Por qué no vas a por el pastel de cerezas? Seguro que está delicioso.
Al fin, Arthur Weasley había intervenido, dispuesto a mostrar un poco de piedad por su desdichado hijo. Percy lo miró con inmensa gratitud, mientras Molly apretaba los puños y se largaba en dirección a la casa. Ya no hubo más comentarios o insinuaciones maliciosas. El resto de la velada transcurrió con normalidad, y cuando Percy y Penny volvieron a casa, casi se les había olvidado todo lo dicho por Molly Weasley. ¡Gracias a Merlín!
-He decidido dejarme el pelo suelto. El espejo suele decirme que me queda mejor así. ¿Tú que crees?
Jules y Penny estaban en el Salón de Belleza de la Señorita Poppins. Era uno de los nuevos locales surgido en el Callejón Diagón en los últimos años. En muy poco tiempo había conseguido atraer una gran cantidad de clientes; la mayoría de las brujas que vivían en Londres y sus alrededores, tenían por costumbre visitar el local un par de veces por semana. El centro se había erigido como un lugar de vanguardia, y todas las que querían estar a la moda debían pasar por allí más tarde o más temprano.
Jules lo había elegido para hacerse las pruebas de maquillaje y peinado. Su esteticista había fruncido el ceño nada más verla, pero no habían tardado mucho en decidir que los colores suaves y discretos mejorarían un poco su aspecto. Se trataba de desdibujar un poco sus marcadísimas facciones y darle un poco de luminosidad. Además, a Jules le gustaba la sencillez y, por eso, había rechazado cualquier clase de complicado recogido para el día de la boda. Su cabello era, quizá, lo más bonito de toda ella, y la joven se sentía bastante orgullosa de él. Lo tenía largo y ondulado, y llevarlo suelto era una opción acertada.
-Podrías adornarlo con algunas flores de lavanda –Sugirió Penny, mientras la esteticista afirmaba con rotundidad –Algo sencillo, cómodo y bonito.
-Es fantástico. Yo qué pensaba que tardaría semanas en tomar decisiones y, mira. Encuentro el vestido de novia a la primera, y ya hasta tengo peinado y maquillaje. No sé de qué se quejan todas las novias. Es muy fácil escogerlo todo.
-Has tenido suerte, Jules.
Penny le sonrió afablemente. Después, ambas jóvenes salieron del local y se dedicaron a pasear tranquilamente por el Callejón Diagón. Pronto se haría de noche, sí, pero el ambiente en la calle estaba muy animado y ellas disfrutaban de la mutua compañía. Se habían hecho muy amigas en muy poco tiempo. Jules era inteligente, ingeniosa y tenía un gran sentido del humor. Solía hacer reír a Penny, y le encantaba escuchar historias sobre los niños de la guardería en que trabajaba.
-Yo aún no tengo empleo –Le había confesado un día –Lucien trabaja para los dos, pero yo he empezado a buscar algo. Es una pena que mi madre se opusiera a que estudiara. Decía que debía aprender a ser una buena esposa, nada más.
A Penny aquello la indignó. Los O´Brian nunca le habían caído bien. Habían cerrado deliberadamente las puertas a un futuro para su hija, por el simple hecho de ser una mujer. Penny no quería creer que realmente hubiera gente así; ni siquiera sus padres, que eran tan elitistas como los O´Brian (sólo que en el mundo muggle) se habían opuesto jamás a que sus hijas se ganaran la vida por su cuenta.
La situación de Jules la apenaba. Era evidente que debía estar sufriendo mucho, sola, alejada de su familia, sin un solo galeón en Gringotts, sin amigos y en un ambiente de hostilidad propiciado por los comentarios contra Lucien. Quizá por ese motivo la había adoptado. Eran inseparables, y Penny se sentía bastante satisfecha. Jules incluso había hecho buenas migas con sus amigas de siempre, lo que suponía un gran alivio. Todas ellas ya contaban con su propia invitación para la boda, y Lucien, que nunca se había llevado demasiado bien con ninguna, procuraba ocultar su disgusto. No siempre lo conseguía, pero lo intentaba.
-Luc se está volviendo un poco paranoico con el tema de la despedida de soltero. Cree que sus amigotes le tienen organizada una buena, pero conociendo a Percy...
Jules dejó la frase sin terminar, intercambiando una mirada cómplice con Penny. Definitivamente, si Percy era el encargado de organizar la despedida, lo más emocionante que harían sería jugar al ajedrez mágico. Aunque, claro, también estaban sus otros amigos de Hogwarts y del trabajo, casi todos solteros mucho menos estirados y puritanos que Percy.
-Te aseguro que Perce luchará contra viento y marea para que en la despedida no haya ni alcohol, ni drogas, ni chicas y, posiblemente, tampoco música. En resumen, no habrá fiesta.
-¡Oh, pobre Luc! –Jules rió, desmintiendo la afirmación anterior –Percy es cruel. Un hombre sólo tiene una despedida de soltero en su vida. Tiene derecho a salir de juerga, emborracharse y meter knuts en las botas de las cabareteras. Esperemos que los otros chicos arreglen las cosas.
-Esperemos. Sobre todo porque su fiesta no puede ser peor que la tuya.
Dejó caer la información con indiferencia. Jules la miró intrigada un segundo, mientras comprendía aquellas palabras y, de pronto, se detuvo en mitad de la calle y le puso las manos en los hombros.
-¿Me estáis preparando una noche de juerga?
-¡Por supuesto que sí! Tú también te casas, diablos.
-¡Oh, Penny! ¡Oh!
Jules había llamado la atención de los viandantes mientras abrazaba a su amiga, entre gritos de emoción. Penny se sorprendió un poco por la reacción, pero terminó por devolverle el abrazo con una sonrisa. Le gustaba la espontaneidad de Jules. No es que sus propios modales fueran rígidos, pero sí era tímida y odiaba que los demás se fijaran ella. A Jules no parecía importarle, tal vez porque ya estaba acostumbrada.
-No me lo esperaba. Muchísimas gracias. Cuando te llegue a ti la hora, te organizaré la despedida de soltera más salvaje que el mundo mágico haya conocido jamás.
-Eso suena bastante bien.
Jules volvió a abrazarla de nuevo, aunque algo parecía haber cambiado en el ambiente.
-Verás, Penny. Hay una cosa que me gustaría preguntarte, pero no quiero que te molestes o pienses que soy una cotilla ni nada de eso. Es algo que Lucien y yo hemos hablado un par de veces.
-Tú dirás –Dijo Penny mientras echaba a andar de nuevo, totalmente relajada. Sentía que nada de lo que dijera Jules en ese momento podría molestarla.
-Luc dice que Percy y tú sois novios desde hace mucho tiempo. ¿Es verdad?
-Nos conocimos en Hogwarts. Comenzamos a salir en nuestro quinto año. Hemos tenido un par de crisis pero podría decirse que llevamos diez años juntos. ¿Por qué?
-Bueno... Quizá yo sea una romántica empedernida, pero no puedo dejar de preguntarme si no... –Jules carraspeó con nerviosismo, como si temiera que sus palabras fueran a molestar a Penny -¿No tenéis pensado casaros?
Penny alzó una ceja. Era lógico que Jules le hiciera esa pregunta tarde o temprano. Todas sus amigas lo habían hecho ya, así que no le sorprendió en absoluto.
-Nunca hemos hablado seriamente del tema. Después de la guerra, pasamos unos años complicados, hasta que conseguimos estabilizarnos, y ahora creo que estamos bien así.
-¿Crees?
-Las cosas nos van bien. Estamos bien juntos y, bueno, hemos ido un par de veces a Hogsmeade. Hay una casita que nos gusta, pero todavía no nos hemos planteado el matrimonio.
-¿Y no te gustaría casarte? ¿Tener hijos, una familia?
-Claro que sí pero... –Penny se mordió el labio. No estaba muy segura de querer seguir hablando. Nunca había comentado sus sentimientos respecto a la no boda con nadie, pero Jules le inspiraba suficiente confianza para hacerlo –Percy suele evitar hablar sobre ello.
-¡Oh, entiendo!
Jules cabeceó como si hubiera resuelto uno de los grandes enigmas de la humanidad. Penny torció el gesto, intrigada, y la instó a seguir hablando.
-Es evidente que tiene miedo, querida.
-¿Miedo? ¿De qué? Si pasa casi todas las noches en mi casa.
-Supongo que a comprometerse de esa forma, a la responsabilidad que implica ser padre y esposo. No es el primer hombre asustado, ni será el último.
-Pero, Jules, es Percy Weasley. Él nació siendo responsable. Es tan diferente al resto de su familia, que casi no parece uno de ellos. No creo que el matrimonio le asuste. Está acostumbrado a asumir toda clase de compromisos.
-Percy es ambicioso, querida –Jules sonrió con indulgencia, agarrándose a uno de sus brazos como si pretendiera darle apoyo –Quiere hacerse con un puesto importante en el Ministerio de Magia. Tú misma me contaste cómo fue capaz de rechazar a su familia para lamerle las botas al cretino de Cornelius Fudge. Quizá ni él mismo se ha dado cuenta, pero es posible que mire a su padre, que se casó joven y formó una familia, y piense que, una vez unido a ti por ese vínculo, sus posibilidades de ser alguien se esfumen en un abrir y cerrar de ojos.
Penny parpadeó. Durante un segundo, no supo exactamente qué decir. Hasta que comprendió que Jules sólo podía estar en lo cierto y, por algún motivo que escapaba a su razón, se sintió furiosa.
-Quítate de encima, Percival Ignatius Weasley. Esta noche no tengo ganas.
Percy la miró con incomprensión un segundo. Él sí que tenía ganas, tantas que dolían, pero no tuvo más remedio que hacerse a un lado, dejando que Penny se levantara de la cama y se colocara el camisón con aire enojado. Percy tampoco se sintió de mejor humor. Tenía un gran problema ahí abajo, y odiaba tener que arreglarlo solo.
-¿Se puede saber qué rayos te pasa, Penélope? –Bufó, molesto por la actitud de su novia y por su propia frustración.
-Nada. ¿Acaso siempre tengo que tener ganas de follar?
-Estás cabreada. ¿Qué te he hecho ahora? ¿He vuelto a dejarme la tapa del váter levantada? ¿No he cerrado correctamente el frasco de la mermelada?
Penny lo fulminó con la mirada. Odiaba cuando él se ponía sarcástico. Tuvo la incontrolable tentación de arrojarle a la cabeza el horroroso jarrón chino que su madre le había regalado las Navidades anteriores, pero se conformó con apretar los puños y tensar la mandíbula.
-Claro que no se te ha olvidado nada de eso, querido –Su voz era suavemente peligrosa. Efectivamente, un segundo después enrojeció y elevó el tono hasta casi gritar -¡Eres tan jodidamente perfecto que nunca haces nada mal!
-¿Y cuál es el puñetero problema? Yo, al menos no soy un desastre andante que rompe todo lo que toca.
-¡Oh! ¿Eso piensas de mí? Pues será mejor que te largues de mi casa, antes de que te pegue esa enfermedad y te conviertas en alguien humano.
Se quedaron callados, respirando entrecortadamente y mirándose a los ojos. Eso era, oficialmente, una discusión estúpida. Percy suspiró profundamente, dominando su ira y se levantó también, intentando poner sus pensamientos en orden. Penny había estado rara toda la noche; apenas le había dirigido la palabra y había tenido el ceño fruncido todo el tiempo. Él no recordaba haber hecho nada mal. No era su aniversario, ni su cumpleaños o el cumpleaños de alguno de sus familiares o amigos. No la había dejado plantada ni se había acercado a la cocina, la única habitación de la casa que tenía vetada. Ni siquiera le había hablado del trabajo, así que estaba desconcertado (y también cabreado, aunque un poco menos excitado, lo que era de agradecer)
-Está bien. Tranquilicémonos. Algo te pasa. Si no me lo cuentas, no podremos solucionarlo.
Penny se mordió el labio. Percy siempre se mostraba conciliador y dispuesto a razonar, y eso solía sacarla de quicio. No es que el método no fuera efectivo, pero ella solía sentirse mal. Su carácter era mucho más explosivo; ella jamás se mordía la lengua y decía las cosas cómo las pensaba. No era muy diplomática, y tardaba mucho más tiempo en recuperarse de los enfados. Pero, en esa ocasión, Percy tenía razón. Debían hablar muy seriamente, y ella deseaba hacerlo.
-¿Por qué no quieres casarte conmigo?
Lo soltó de sopetón, sabiendo que era la manera más efectiva de romper las barreras emocionales del chico. Percy parpadeó, sorprendido, y sintió como su garganta se quedaba seca.
-¿Qué...? ¿De dónde has sacado eso?
-Pues no sé. Quizá, de tu constante comportamiento esquivo cuando surge el tema, o del hecho que te enfadaras con tu madre porque hiciera sugerencias, o porque nunca has hablado voluntariamente de una posible boda entre nosotros.
-Vamos, Penny. No nos hemos planteado nada. Estamos bien así.
Ella lo miró en silencio unos segundos. Era cierto, se sentía feliz con esa relación que tenían, pero las palabras de Jules habían hecho mella en su corazón. El hecho de que Percy pudiera anteponer su trabajo a su relación la angustiaba muchísimo.
-Tú ni siquiera quieres oír hablar del tema. ¿Por qué?
-Porque no es el momento. Tenemos que estabilizarnos y...
-Ya estamos estables. Yo llevo dos años trabajando en la guardería y tú tuviste un ascenso hace seis meses. Tenemos dinero suficiente para comprar una casa y organizar la boda. Esa excusa ya no sirve.
Percy parpadeó. Durante unos segundos, había tenido la sensación de que aquello no era real. Pero lo era, y él no estaba preparado para responder a Penny.
-No lo sé, Penny. No sé por qué no es el momento, pero no lo es.
Penny volvió a apretar los dientes. Evidentemente, la respuesta no le había satisfecho, porque se dio media vuelta y azotó salvajemente la puerta del baño. Percy aún no comprendía lo que había pasado, pero se sintió aliviado al comprobar que ya no estaba excitado.
-Así que la gatita sigue de uñas.
Lucien se colocó el corbatín y contempló su reflejo en el espejo. Tenía muy buen aspecto. Estaba elegante y más guapo que nunca. Se había recortado el cabello y el color azul oscuro de su túnica contrastaba con el gris de sus ojos. No podía haber estado mejor vestido y arreglado para el día de su boda, y eso le animaba y le hacía sentir que todo saldría a pedir de boca. A su espalda, Percy se atusaba distraídamente su propia túnica gris, con cara de funeral.
-Cierra la boca.
-¡Oh, vaya! Si llego a saber que mi padrino iba a parecer un muerto viviente el día de mi boda, se lo hubiera pedido a mi abuelo Herbert. Él tiene más vitalidad que tú.
Percy frunció el ceño, molesto, y se puso recto, intentando disimular su enfado, o preocupación, o lo que fuera que estuviera sintiendo en ese momento.
-Penny se niega a hablar conmigo. Dice que soy un inmaduro.
-¿Tú? ¿Inmaduro? Debe seguir borracha después de la fiesta que le organizó a Jules.
-Estoy hablando en serio, idiota –Bufó, cruzándose de brazos –No tengo ni idea de lo que le pasa, así que no sé cómo arreglar el problema.
-Y eso te enfurece. ¿Cierto? –Lucien alzó una ceja con aire divertido. Era el día de su boda y nada ni nadie podría estropearlo. Ni siquiera Perce y sus embrollos amorosos –Deberías relajarte un poco. Dale espacio a Penny, seguro que se le pasa el cabreo.
-Ya lo he intentado, y no ha dado resultado.
Lucien guardó silencio un segundo, reflexionando. Se colocó el cabello detrás de las orejas y su reflejo le guiñó un ojo seductoramente.
-¡Pero qué bueno estás, cabronazo!
Percy chasqueó la lengua con desagrado y Lucien se encogió de hombros con falsas modestia.
-Es que soy irresistible, ya has oído.
-Y tienes un ego del tamaño de Australia. Tampoco es para tanto.
Lucien se dio media vuelta, decidido a dejar de observarse. Definitivamente, ya había tenido suficiente por un día, y estaba perfecto. ¡Qué carajo!
-¿Penny no te ha dado ni una pista? –Inquirió, acercándose a él para compartir un vaso de cristalina agua mineral. Había querido llevar un poco de whisky de fuego a la habitación, pero Percy lo amenazó para impedírselo –Las tías son raras, pero normalmente dejan caer indirectas. ¿Seguro que no tienes ningún indicio de lo que le ocurre?
Percy bufó por lo bajo. Sí que tenía una pista, pero no quería compartirla con Lucien. En cierta forma, él tenía la culpa. Si no le hubiera dado por casarse de esa forma tan precipitada, Penny no se hubiera acordado del significado de la palabra matrimonio y él no llevaría casi dos semanas a palo seco. Odiaba a Lucien, por cretino; para una vez que se comportaba como un tipo serio, tenía que ir, y perjudicarle directamente a él.
-Quizá haya mencionado un par de detalles sin importancia –Masculló contra su voluntad. Lucien lo miró con curiosidad, adivinando lo que ocurría. Recordaba cierta noche en la que Jules había vuelto bastante agitada a casa, afirmando que había metido la pata al hablarle a Penny de bodas y todo eso.
-¿Sin importancia? ¡Vamos, Perce! Hace unas semanas, eras tú quién me pedía confianza. ¿Por qué no me cuentas cuál es el problema real?
Percy se lo pensó. Él siempre se lo pensaba todo. Finalmente, alzó la cabeza y miró a su amigo con expresión atormentada.
-Quiere casarse.
-¿Penny? –Percy afirmó con un gesto contrariado -¿Y qué pasa con eso?
-¿Que qué pasa?
-Exactamente. ¿Qué pasa porque quiera casarse? Lleváis de novios más tiempo del recomendable. Casi vivís juntos y ya vais siendo mayorcitos. Es normal que piense en matrimonio. Es una mujer.
-Pasa que yo no estoy seguro de querer casarme.
Lucien lo miró con sorpresa. Sin duda, no se esperaba aquello.
-Pero, tú quieres a Penny. ¿No? Y ella te quiere a ti. ¿Por qué no ibais a casaros?
Percy se encogió de hombros, sin saber qué decir.
-No es el momento. –Musitó, inseguro y nervioso.
-¡Vamos, tío! Llevas años diciendo lo mismo. Y, para serte sincero, a mí no me parece tan mala idea –Lucien torció el gesto –Nunca soñé con la posibilidad de casarme antes que tú.
-Ni tú ni nadie.
Percy casi había hecho una broma, pero su aspecto abatido hundía por completo cualquier intento de resultar gracioso. Lucien le colocó las manos sobre los hombros y lo obligó a sentarse, colocándose frente a él.
-Vamos a ver. ¿Por qué no quieres casarte?
-No es eso. Luc. Sí quiero casarme, pero no ahora.
-¿Por qué?
-¿Por qué tiene que haber un por qué? –Percy se sintió repentinamente ofuscado. Sentía que Lucien lo estaba acorralando y odiaba esa desagradable sensación –Ahora no me apetece. Ya está. Quizá, dentro de dos meses sí quiera, pero no ahora.
-¿Por qué?
Percy frunció el ceño y luchó por levantarse, pero Lucien no le dejó.
-¿A qué se debe este interrogatorio?
-Se debe a que me parece que el problema es más grave de lo que tú dices –Lucien chasqueó la lengua –Y tienes cinco minutos para contestarme, porque tengo a una novia esperando en el altar y no dejo de pensar en la noche de bodas y lo que...
-¡Eh, vale! –Percy bufó, poniéndose en pie con cierto esfuerzo –Disfruta de este día. No tengo muy claro que te lo merezcas, pero si has llegado hasta aquí no puedo dejar que te eches atrás.
Lucien rió y le palmeó la espalda. Con una sabiduría impropia de él, habló mientras salía de la habitación.
-Familia y ambición no están reñidos, Perce. No lo olvides.
No estaba borracho. Lucien Bradford intentaba convencerse a sí mismo de que estaba completamente sobrio, aunque todo le diera vueltas y le costara hablar. Y Jules tampoco estaba borracha, aunque se apoyara en su hombro pesadamente y no dejara de reír tontamente, mientras le lanzaba miradas retadoras a sus familiares. Los O´Brian estaban sentados en un rincón, mirando reprobadoramente a su hija menor y ansiosos por largarse de ese sitio cuanto antes.
La ceremonia había sido preciosa, tanto la parte de la unión mágica como el festín y la fiesta posteriores. Percy había tenido su momento de gloria mientras hablaba sobre todos los beneficios del matrimonio: la feliz vida en común, la bendición de los hijos, el inmenso placer de envejecer y morir junto a la persona amada. En sus labios, todo aquello había sonado muy bonito y poético, aunque sólo fueran cosas que acostumbraban a decirse en las bodas. Lucien y Jules se habían emocionado, y Percy no había podido dejar de pensar en sus propias palabras desde entonces.
En sus palabras y en Penny.
Se habían sentado juntos, aunque ella no le había dirigido demasiadas veces la palabra. Su enfado seguía estando allí, menos airado que antes, pero perfectamente palpable. Afortunadamente, no había rechazado la mano de Percy cuando él quiso cogérsela, y había querido bailar con él. Tal vez, porque Percy no era de lo que bailaran muy a menudo, y ella adoraba hacerlo. El brujo se había sentido a gusto entonces. El color lavanda le sentaba muy bien a Penny, y el sencillo recogido que Jules había escogido para sus damas de honor quedaba perfecto. Percy había tenido que contener las ganas de abrazarla, besarla y llevársela a un lugar más íntimo, y se había dedicado a reflexionar sobre sus propias acciones.
¿Realmente no quería casarse con ella? Todo eso que había dicho en el discurso, lo de la vida juntos y la familia, le agradaba. Claro que quería casarse con Penny. La quería, pero seguía sin creer que fuera el momento. No se sentía preparado. Se había jurado que sería un triunfador cuando Penny se casara con él, y no lo era. De hecho, le faltaba mucho para serlo, pero no soportaba estar alejado de Penny, no poder tocarla, acariciarla, besarla... Era una situación incómoda. Volvía a sentirse acorralado, pero quería terminar su enfado cuanto antes. Y quería casarse con Penny. La quería.
En ese momento, Penny bailaba con otro de sus compañeros de Hogwarts, un Gryffindor con el que nunca se había llevado muy bien, pero con el que Lucien acostumbraba a salir de juerga en sus años de alocada soltería. Era atractivo y agarraba a su novia por la cintura, con más fuerza de la que a Percy le hubiera gustado. De hecho, aquella cercanía no le agradaba ni un poco. Se sintió celoso y caminó hacia ellos con paso decidido, ignorando los tambaleos inestables de Lucien y Jules, que parecían a punto de desplomarse juntos en cualquier momento.
-¿Qué haces, Penélope? –Inquirió, apartando al otro tipo con brusquedad. Éste lo miró de mala manera un segundo, pero terminó por largarse y buscar otra chica con la que divertirse.
-Bailaba, hasta que tú decidiste interrumpir –Bufó, alejándose de él en dirección a la barra, donde pidió una copa y se acomodó para observar a los novios.
-Yo soy perfectamente capaz de bailar contigo. No hace falta que te acerques a esos buitres carroñeros para que te metan mano y...
-¡Ey, hombre de las cavernas! Para el carro. Ya soy mayorcita para defenderme de los buitres carroñeros, como tú los llamas. No necesito que tú vengas a salvarme. ¿Entiendes? Y Neill no me estaba metiendo mano, sólo bailaba conmigo. Por si no te acuerdas, solíamos ser amigos.
-Es amigo de Lucien, no nuestro.
-Era mi compañero en el snap explosivo y aún nos enviamos lechuzas de vez en cuando.
-¿Qué tú...? ¡Penny!
-No me montes escenitas ahora. ¿Quieres? Neill es mi amigo y ya está. No necesito tu permiso para cartearme con mis amigos.
Percy se mordió los labios. Hacía mucho tiempo que había comprendido que no podía controlar a Penny de esa forma, así que, aunque le molestaba soberanamente lo que había ocurrido un minuto antes, optó por no seguir dándole vueltas al asunto. Sabía de sobra que no había pasado nada, por más celoso que se hubiera sentido. Él solía sentirse celoso por toda clase de tonterías, aún cuando no había motivos para estarlo.
-¿Sigues enfadada? –Inquirió con calma, ganándose una mirada interrogativa de Penny, aunque ella también pareció relajarse un poco.
-La verdad es que no estoy muy contenta contigo, aunque tu discurso de antes fue muy emotivo. ¿De verdad piensas todo eso del matrimonio?
-Supongo que así deben ser las cosas. ¿No?
-Supongo.
Quedaron en silencio. Percy suspiró profundamente, buscando el valor para seguir hablando. Ni él mismo estaba seguro de querer hacerlo, pero lo necesitaba. Necesitaba que Penny volviera a sonreírle.
-Escucha, Penny. Todo eso que dije de vivir y morir juntos, de formar una familia y ser feliz al lado de la persona que quieres... Eso es lo que yo quiero.
Había muchas más cosas que quería añadir. Pensó que con eso bastaría, que Penny se arrojaría a sus brazos y se lo comería a besos. En cualquier caso, no se esperaba que ella pareciera un poco indignada.
-No quiero obligarte a hacer algo que no quieras, Percy. Si no quieres casarte ahora, podemos esperar, pero no quiero que me mientas. Sólo sé sincero, es lo único que necesito.
No. Eso no era lo único que necesitaba. Las mujeres eran extrañas, seres que decían una cosa y pensaban otra, y Penny no era la excepción. Percy sabía que, aunque hablara con suavidad y sonara amable y comprensiva, ella estaba dispuesta a arrancarle los ojos con las uñas si decía las palabras equivocadas, así que supuso que lo mejor era decir lo que ella quería escuchar.
-Tú sabes que nadie puede obligarme a hacer algo que no quiero. He estado meditando y sí quiero casarme, aunque no habrá niños de momento.
-¿Hablas en serio? –Inquirió ella, entornando los ojos con suspicacia.
-¿Cuándo he bromeado yo?
Penny permaneció seria y silenciosa. Había algo en la expresión de Percy que no le gustaba demasiado, pero lo vio sincero. Sólo por eso se sintió feliz, porque él sí quería que se casaran. Quizá, lo hubiera presionado un poquito (no demasiado), pero él tenía razón. Todavía no había nacido la persona que le obligara a hacer algo que no quisiera. Así pues, ignorando esa parte de su conciencia que la instaba a creer que no todo era tan bonito como parecía, se arrojó a los brazos de su novio y le dio un beso que lo dejó sin aliento.
-¡Oh, Percy! –Musitó, mientras Lucien tropezaba consigo mismo y caiga al suelo, al tiempo que Jules estallaba en carcajadas y terminaba encima de él, después de intentar ayudarlo a levantarse. Todo iba estupendamente, y ella se sentía inmensamente feliz. Debía ser porque había agarrado el ramo de la novia. Las supersticiones no eran tan tontas, después de todo.
Hola a todo el mundo. ¿Qué tal os va? Supongo que no muy bien, si habéis conseguido leer hasta aquí. Como habréis comprobado, he cometido la estupidez de embarcarme en un nuevo fic, pero no he podido resistirme. La idea llevaba dando vueltas por mi cabeza mucho tiempo y me he visto en la obligación de plasmarlo todo en la pantalla del ordenador (eso del lápiz y el papel ya no se lleva :))
Me gustan Percy y Penny. Hasta hace poco tiempo, ni yo misma lo sabía, pero me apetecía escribir algo más sobre ellos. Ya tanteé el terreno en el fic "Aventuras y Desventuras de Percy Weasley", y ahora me lanzo a la piscina con una historia que pretendo sea ligera e intrascendente. Vamos a ver cómo organizan estos dos su boda, y comprobaremos si consiguen llegar o no al altar. Será una boda muggle, por supuesto. Penny ha soñado con una boda así desde niña, y tendremos que darle el caprichito a la chica. Y Percy... Bueno, Percy no está muy por la labor de contraer matrimonio, pero a veces, un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer XD.
Como tengo muy poca imaginación para titular cosas, he decidido copiar los nombres de algunas películas de cine, de diferentes géneros. El fic se llama "Mi gran boda muggle". ¿De qué os suena? Yo no he visto "Mi gran boda griega", pero sí que les he mangado el título. Y, en cuanto al capi, seguro que "La boda de mi mejor amigo" sí os suena. Es de Julia Roberts, y a mí me encanta el papel de Rupert Everet. Tan guapo y elegante... ¡Ay! Creo que voy a llenar el teclado de babas...
En fin, ya no os suelto más rollos. Decir que espero que el capítulo os haya gustado, aunque sea un poquito. Podéis decirme lo que queráis en un review, que leeré religiosamente, pero no sé si llegaré a contestar. Ya sabéis, felicitaciones, ideas, amenazas de muerte y otras cosas varias, pinchar en el correspondiente botoncito.
Nada más por mi parte. Un besazo enorme para todos. Espero que nos veamos muy pronto.
Cris Snape.
