Hola caballeritos oscuritos, hace mil años y medio que no publico nada aquí, así que para que la cuenta deje de llenarse de polvo, suciedad y telarañas aquí vengo con esta historia sobre Batman y los Supersons. Es una historia que tiene poco que ver con el canon, aunque la trama está conectada con los sucesos del cómic de los Teen Titans de 2011 y 2014. Espero que este primer capítulo sea de su agrado, y agradeceré cualquier review que quieran dejarme.

Disclaimer: Batman y demás personajes son propiedad de DC Comics.

Robin podía presumir de tener una muy buena memoria, como él mismo decía, superior incluso a la de Batman. Y lo que se le daba mejor era recordar al milímetro cada lugar en el que se encontraba, para saber en todo momento a dónde tenía que ir, prestando especial atención a las salidas. Se aseguraba de recordar cada objeto de la habitación, dónde estaba y si podía o no moverse de su sitio. Eso era vital a la hora de hacer lo que mejor se les daba a Batman y a él: irrumpir por sorpresa en un lugar para investigarlo o para noquear a quienes pudiese haber dentro y luego salir rápidamente sin quedarse allí más tiempo del necesario. Eso le resultaba especialmente útil en las (contadas con los dedos de la mano, por supuesto) veces en las que había caído prisionero de sus enemigos. Y aunque preferiría morir antes que admitirlo, en aquel momento se encontraba en esa peliaguda situación. Y tenía un enorme problema.

No sabía dónde estaba.

Sí conocía la posición en la que se encontraba, y podía describir con bastante exactitud que se encontraba completamente inmovilizado, en posición horizontal y boca arriba, con algo muy parecido a una camisa de fuerza muy apretada, y correas o cintas de un material tan duro como flexible en los hombros y la cintura, las piernas separadas y atadas individualmente por los muslos, las rodillas y los tobillos. Damian lo admitió, estaba preocupado. Alguien que se había tomado la molestia de aprisionarle de semejante manera debía saber que no era una presa fácil, y eso significaba que le conocía, o al menos que tenía una cierta idea de sus capacidades. Hubiera deseado ver algo más para hacerse una idea de cómo le habían inmovilizado, pero tenía los ojos tapados con algo que parecía un antifaz como los que a veces usaba su padre al dormir. Por último, notaba un sabor a tela vieja y poco usada en la boca, donde tenía una pequeña bola introducida entre las mandíbulas, y cubierta con una banda de plástico que le habían metido por la cabeza hasta ajustársela en la coronilla. Había intentado hablar, pero había sido incapaz de articular más que un gruñido sordo.

Tenía miedo.

Pocas cosas le hacían sentirse tan indefenso como desconocer lo que le rodeaba, más aún si el lugar estaba en silencio, aunque eso era un secreto suyo que iba a llevarse a la tumba, NADIE se enteraría jamás de aquella debilidad suya, ni siquiera su propio padre. Por suerte, era un auténtico maestro a la hora de ocultar sus emociones y aparentar indiferencia, y logró encaminar sus pensamientos a la reconstrucción de los hechos.

~~~UN DÍA ANTES~~~

Damian Wayne se levantó de la cama y lo primero que hizo fue mirar el reloj despertador de su mesilla de noche. Marcaba… ¡las siete de la mañana! Extrañado, el chico revisó el aparato, por si acaso estuviera estropeado, pero no. La hora estaba bien. Y por algún motivo, su padre no le había despertado por la noche para irse de patrulla. ¿Y cómo era posible que él se hubiera quedado dormido toda la noche, y despertarse TAN tarde? ¡Su primer entrenamiento era a las cinco en punto!

—¡Como se haya atrevido a irse de patrulla sin mí, se va a arrepentir! —gruñó el chico, saltando de la cama, y casi corriendo para abrir la puerta y salir de su habitación. Pero nada más cerrar la puerta tras él, escuchó una voz:

—Le agradezco, amo Damian, que me haya ahorrado el tener que interrumpir su sueño.

Alfred, el mayordomo, tan recto y serio como siempre, caminaba hacia él desde el fondo del pasillo.

—Pennyworth —murmuró Damian, tratando de no gritarle al mayordomo—. Son las siete de la mañana. ¿Por qué mi padre no me ha…?

—Su padre no salió anoche a patrullar, sino que durmió toda la noche y dejó que usted también lo hiciera.

El chico parpadeó, como si hubiera oído mal.

—¿Disculpa? ¿Estás de broma? ¿Batman descansando? No, no, imposible —casi se rió, incrédulo—. Confiesa, ¿qué está pasando? ¿Le ha ocurrido algo?

—Nada de lo que tengamos que preocuparnos, desde luego —contestó Alfred, sin variar su expresión neutra—. El amo Bruce me dio instrucciones de que preparase tanto su equipaje como el suyo, amo Damian, y los tuviese listos, porque hoy los dos van a partir.

Sin duda debía estar aún medio dormido, porque no daba crédito a lo que estaba diciendo el mayordomo. Se restregó los ojos y ahogó un bostezo, sintiendo vergüenza de sí mismo. Era el primer día que se quedaba dormido más de la cuenta.

—¿Eh? ¿Partir? ¿Dónde vamos? Porque es la primera noticia que tengo —pidió explicaciones—. ¿Ha decidido irse de vacaciones?

—Las vacaciones dejaron de existir en esta casa hace más de treinta años, amo Damian —contestó Alfred—. Estoy seguro de que su padre se lo explicará todo. Ahora mismo se encuentra en su habitación. Con permiso, debo tener listo el desayuno para que coman adecuadamente antes de salir.

El hombre se dio la vuelta y se alejó por donde había venido, mientras el chico se quedaba quieto durante un par de segundos, tras los cuales volvió a entrar en su habitación, dando un suspiro.

—¿Qué se le habrá cruzado por la cabeza ahora? —se preguntó, mientras abría su armario y sacaba cuatro recambios de ropa, metiéndolos en la maleta que usaba para guardar su traje de "Batman" en ausencia de su padre. El traje acabó en el fondo del armario, y Damian cerró la maleta, sentándose en la cama y mirándose de arriba abajo—. Paso de cambiarme, iré con este mismo traje.

—¿Damian?

El chico miró hacia la puerta, justo en el momento en que su padre entraba en la habitación. Iba vestido con su habitual traje negro con corbata.

—Hola, padre —saludó el muchacho—. Pennyworth acaba de decírmelo, ya he hecho la maleta. Y digo yo que podrías haberme avisado antes.

—Lo habría hecho si hubiera sido premeditado, pero esto me ha pillado tan de sorpresa como a ti, Damian —le aclaró Bruce Wayne—. Tenemos una misión un poco especial. ¿Recuerdas N.O.W.H.E.R.E.?

Damian se quedó en silencio durante unos segundos.

—Sí —contestó—. La organización que Drake investigó cuando lideraba a los Jóvenes Titanes. ¿Qué sucede con ella? Pensaba que la habían desmantelado.

—No del todo —negó Bruce—. Harvest desapareció y la Colonia de la Antártida fue destruida, pero la organización tenía, o tiene alcance global, y ahora las antiguas "sucursales" de N.O.W.H.E.R.E. que estaban sujetas al mando de la central en Estados Unidos operan por su cuenta. No todas, pero sí algunas.

Damian clavó su mirada en la de su padre, quien se la sostuvo.

—Es decir, que nosotros tenemos que acabar el trabajo de Drake —murmuró el chico, fastidiado. Pero jamás rechazaba salir con Batman a una misión, fuese a donde fuese—. ¿Y dónde tenemos que ir con tanta urgencia?

—Tim también se está ocupando, Damian, solo que él va por su cuenta. Y necesito que avises a tu grupo para que se una a él.

El chico se levantó de la cama como impulsado por un resorte, y frunció el ceño.

—Ni de coña —rebatió, apretando los puños—. Los Jóvenes Titanes son míos, y si les aviso es para que se unan a nosotros.

—No, Damian —dijo su padre, usando su "tono Batman" que le daba escalofríos incluso a él—. Tú y yo vamos a ir juntos, y Tim se ocupará temporalmente de tu grupo. Así habrá tres equipos distintos, más o menos equilibrados, actuando al mismo tiempo.

El chico resopló, y tuvo ganas de pegarle un puñetazo a la cama, o a la cara de su padre. Aunque lo segundo posiblemente le acarreara quedarse fuera de la misión o recibir el puñetazo de vuelta. Suspiró.

—Vale, padre, lo que tú digas, pero quiero que le dejes claro a Drake que ya no es el líder del grupo. ¿Y cuál va a ser el tercer equipo?

Bruce no pudo evitar dibujar una pequeña sonrisa en sus labios.

—Dick también se ha metido en esto, y va a ir con Jason —contestó—. Y vamos a dividirnos por el mundo en la medida de lo posible.

Damian asintió.

—Pues vale. Y aún no me has dicho dónde vamos a ir.

—A España. La célula de N.O.W.H.E.R.E. de allí se ha mostrado muy activa desde hace unas semanas. Ya te daré el resto de la información durante el viaje. Por ahora, vamos a desayunar, y después quiero que recojas tu traje de Robin y lo metas en la maleta.

El chico asintió, pasando al lado de su progenitor y, una vez fuera de la habitación, echando a correr. Estaba dispuesto a pasarle a su padre la puñalada trapera que le acababa de dar, haciendo que Drake se quedara con SU grupo, aunque ya se ocuparía de tener unas cuantas palabras con Red Robin cuando volvieran de la misión.

El chico bajó al comedor, donde Alfred terminaba de acondicionar la mesa. Pero nada más entrar le extrañó ver que el mayordomo estaba colocando cuatro platos en lugar de tres. Sin embargo, no le dio mucha importancia y se llevó dos dedos al comunicador que llevaba disimulado en el cuello de todas sus prendas de ropa. Nunca se sabía cuándo tendría la necesidad de utilizarlo. Y en aquel momento había una persona más a la que avisar. Si su padre le ponía una condición para ir a la misión, él pondría otra.

—Kent, ¿estás despierto? —preguntó, esperando la respuesta. Respuesta que debería llegar, porque él mismo se había asegurado de que su volátil compañero de aventuras lo tuviera siempre al alcance de la mano. Sin embargo, no obtuvo contestación alguna—. Venga, no me digas que te han mandado a la cama.

No, no me han mandado. De hecho, estoy aquí.

Antes de poder asimilar las palabras de Jon, Damian notó movimiento encima suyo y se apartó de su lugar justo un segundo antes de que un chico de pelo negro alborotado cayera desde el techo del comedor, aterrizando sobre sus pies.

—¡Tachán! ¡Aquí me tienes, Damian! —exclamó, con una gran sonrisa y los ojos azules brillando de emoción. Robin, sorprendido, tardó un par de segundos en reaccionar.

—Jon. Parece que hay cosas que no sé y nadie me dice —rezongó—. ¿Qué estás haciendo aquí? Porque si te has colado a escondidas…

—Qué va, hace una hora tu padre llamó al mío y no sé de qué hablaron, pero mi padre me dijo que si quería tener un fin de semana interesante, que viniera a tu casa temprano por la mañana —explicó Jon, sin dejar de sonreír—. ¿Vamos a ir de excursión o algo así?

Damian notó que Jon llevaba su uniforme de Superboy: sus vaqueros azules, la chaqueta azul y negra con la letra S y la capa roja. Ladeó la cabeza.

—Vienes con el traje, Kent. ¿Seguro que Superpapá no te ha dicho nada de nada?

Jon se bajó un poco la sudadera y se encogió de hombros.

—Pues no, la verdad. Y el traje lo llevaba puesto en ese momento y pasé de quitármelo. Y tú todavía estás en pijama, ¿no tendrías que cambiarte? —preguntó, sonriendo. Damian puso los ojos en blanco.

—Callado estás más guapo, Kent. Pennyworth, ¿por qué no me has dicho que éste estaba aquí?

El mayordomo pareció satisfecho de la disposición de la mesa, y carraspeó.

—Es mejor ver que oír, amo Damian. Ahora, si usted y el señor Kent gustan, siéntense a la mesa y disfruten del desayuno. Por deferencia hacia nuestro invitado, encontrarán que hay mayor número de delicias de chocolate de lo habitual.

—¡Genial! —exclamó Jon mientras se frotaba las manos y se sentaba en uno de los cuatro lugares. Damian tomó asiento enfrente de él, al otro lado de la mesa, y ellos mismos se sirvieron lo que les apeteció. Damian, como siempre, se bebió una taza de café amargo mientras Jon devoraba cuatro magdalenas de chocolate.

—Los mismos modales de paleto de siempre —sonrió el chico de medio lado, mientras apuraba la taza de café. En ese momento, Bruce entró en el comedor y se dirigió hacia ellos, y Jon casi se atragantó con la última magdalena cuando se levantó para saludarlo.

—¡Gracias por invitarme hoy, señor Wayne! —exclamó, disimulando la tos. El hombre asintió.

—No hay de qué, Jonathan.

—Padre —lo llamó Damian desde su asiento—. ¿Por qué no me has dicho que Kent también iba a venir?

Bruce se permitió una de sus escasas sonrisas, y palmeó el hombro de su hijo.

—No tendré nada que decirte cuando vayas un paso por delante de mí, como siempre dices que vas —dijo, y Damian chasqueó los labios—. Ahora, escuchadme los dos, y sobre todo tú, Jonathan.

El hombre perdió la sonrisa, y los chicos le prestaron toda su atención. Jon apenas podía disimular su nerviosismo.

—Tengo el permiso de tu padre para llevarte a esta misión, y me ha costado lo mío convencerle, así que ya te imaginas lo que espero de ti, ¿estamos?

—¡Sí, señor! —exclamó Jon, mientras Damian murmuraba por lo bajo algo parecido a "infantil".

—Vamos a llevar a cabo una tarea muy importante en un país en el que no tendremos tantos recursos a la mano como aquí, de modo que los dos haréis lo que yo diga, cuando yo lo diga, y de la manera que yo lo diga. Sólo trabajaremos por la noche, y queda terminantemente prohibido aventurarse a ningún sitio. ¿De acuerdo, Damian?

—¿Por qué sólo me lo dices a mí? —protestó Robin—. ¡Él también viene!

—Estoy seguro de que Jonathan va a obedecerme con mucha más facilidad que tú, por eso te lo digo —respondió Bruce, provocando otro chasquido de lengua de Damian.

—Gracias por la confianza, padre.

—Sí hay de qué. Atended, nuestra tarea es la de investigar, descubrir y desmantelar la célula española de N.O.W.H.E.R.E. ¿Has oído hablar de ella, Jonathan? —preguntó el hombre. Jon se lo pensó durante un momento, y luego negó con la cabeza.

—No, nunca.

—Para resumir, es una organización que se dedica al secuestro de jóvenes metahumanos y experimenta con ellos, entre otras cosas —explicó Bruce—. En Estados Unidos ya han sido erradicados, pero en el resto del mundo no, y mientras sigan existiendo, los adolescentes con poderes no estarán totalmente seguros.

—Como yo —terminó el chico, entrecerrando los ojos. Bruce asintió.

—Como tú, y como los Jóvenes Titanes, y como muchos otros. Ése es uno de los motivos por los que he pensado en ti para que nos acompañes en esta misión —aclaró. Jon asintió, mientras cruzaba una mirada con Damian.

—Cuenten conmigo —dijo, dándose un golpe en el pecho.

—Muy bien. Terminemos de desayunar rápido, porque en una hora, como mucho, tenemos que estar en el aeropuerto —zanjó el tema Bruce, sirviéndose una taza de café.

Al terminar el desayuno, Damian fue el primero en levantarse y fue primero a su habitación para vestirse, eligiendo ropa informal pero, por supuesto, de marca. Una sudadera roja y unos vaqueros negros estarían perfectos. Después, con su maleta, se lanzó por la barra vertical que comunicaba el salón principal con la Batcueva, cogiendo su traje de Robin del expositor y guardándolo cuidadosamente con el resto de la ropa. Abandonó la Batcueva justo a tiempo para ver a su padre y a Jon esperándole en el recibidor. Las puertas de la mansión estaban abiertas.

—Todo listo —anunció Damian.

Alfred esperaba fuera, de pie al lado del viejo Rolls Royce que ya había usado Thomas Wayne en vida, y que se mantenía en perfecto estado gracias al mantenimiento especial que le hacía Bruce. Tan sólo la carrocería era la misma que cuando el vehículo se fabricó. El mayordomo abrió las puertas de atrás y Jon fue el primero en entrar, casi acostándose en el asiento.

—Los pies fuera de la tapicería, paleto —le empujó Damian cuando entró—. Este coche vale más que tu casa entera.

—Habla chucho que no te escucho —repuso Superboy mientras apoyaba la espalda en el mullido respaldo del asiento—. ¡Es más cómodo que mi cama!

Fuera, Bruce y Alfred arreglaban un pequeño asunto de última hora.

—Recuerda estar en contacto permanente con Lucius, y si tienes que usar el holograma en alguna junta de accionistas, úsalo, estoy seguro de que serás un perfecto yo, Alfred —sonrió Bruce, lo que fue correspondido por el mayordomo con otra sonrisa cortés.

—Afrontaría la labor con más entusiasmo si la causa fuera que usted ha decidido irse de vacaciones, señor. Pero haré lo que pueda —dijo, estrechando la mano de Bruce—. Le ruego que vaya con cuidado.

—Descuida, lo haré —le prometió el hombre, dirigiéndose hacia la puerta del conductor, abriéndola y tomando asiento—. Adiós, Alfred.

—¡Adiós, señor Pennyworth! —se despidió Jon con la mano desde dentro—. ¡Muchas gracias por ese desayuno tan delicioso!

El mayordomo respondió con una leve inclinación de cabeza, y cruzó miradas con Damian, quien le dijo:

—Hasta la vista, Pennyworth.

El motor del vehículo rugió y se pusieron en marcha, abandonando los terrenos de la mansión Wayne y enfilando la carretera hacia el aeropuerto.

—Pensé que íbamos a ir "a lo Batman" —comentó Damian, y Bruce miró a su hijo a través del retrovisor.

—La manera más ordinaria es siempre la mejor —dijo—. Bajo la tapadera de un viaje de negocios tendremos, y especialmente tendréis, la libertad para movernos por todas partes.

—Señor Wayne, ¿a qué parte de España vamos? —preguntó Jon, curioso.

—A Plasencia —fue la respuesta—. Es una ciudad situada al oeste del país, ni muy grande ni muy pequeña. Allí es donde se ha detectado el foco de actividad de la célula de N. O. W. H. E. R. E. Y aparte tiene un casco histórico de lo más interesante, según sé.

—Entonces no tendremos problemas para investigar, sólo tenemos que hacernos pasar por turistas, Damian. Nadie va a sospechar de un par de críos como nosotros dando vueltas por…

—Primero, no soy un crío —le cortó Damian, irritado—. Y segundo, lo haces sonar muy fácil, Kent. ¿Acaso sabes hablar español?

—Pues no, pero tú siempre alardeas de que dominas nosécuántos idiomas, así que me traduces y ya está. No resultará raro en un turista, ¿no? —preguntó Jon, optimista.

—No será necesario, Jonathan —intervino Bruce—. Para este tipo de misión es necesario que puedas comunicarte con los habitantes de la zona, así que he tomado medidas para eso. Una vez estemos en España entraremos en detalles.

Eran las ocho de la mañana cuando llegaron al aeropuerto de Gotham, y entraron por la verja de acceso directo a las pistas, donde bastó que el guardia de seguridad viera la cara de Bruce para que levantara la barrera. El Rolls Royce aparcó junto a un hangar marcado con el logo de Wayne Enterprises, en el que había un avión a reacción de color negro brillante. Bruce, Damian y Jon descendieron del coche, e inmediatamente uno de los empleados de mantenimiento se acercó a ellos.

—Bienvenido, señor Wayne. Tiene el avión puesto a punto para su viaje —dijo, para luego fijarse en los dos niños—. Y… ¿puedo preguntar por qué les acompaña Superboy?

—¡Misión de escolta para el señor Wayne y su noble vástago! —proclamó Jon, con una gran sonrisa en la cara. Damian se tapó la boca para ocultar una pequeña tos que más bien era una risa disimulada.

—Ahí está su respuesta —confirmó Bruce—. Asegúrese de que lleven el coche de vuelta a la mansión Wayne.

El empleado asintió, y luego se dirigió al avión, accionando la manija de la puerta, que se abrió hacia abajo. Bruce fue el primero en entrar, seguido de Damian y Jon. Los chicos se sentaron en la primera fila, mientras el hombre ocupaba el lugar del piloto.

—Así que… —dijo Damian, mirando con un brillo sarcástico en los ojos a Jon—… noble vástago, ¿eh?

—Venga, Damian, que te he oído reírte —Jon le dio un pequeño codazo en las costillas.

—Tú sueñas —negó el chico, a lo que Superboy alzó una ceja.

—Sabes que tengo un oído al que no puedes engañar, ¿no?

—Cállate, Kent.

Damian miró fijamente hacia delante, tensando los labios para evitar sonreír otra vez. Bruce puso en marcha el avión, que carreteó por la pista y despegó.

—Tardaremos unas seis horas, poneos cómodos —les dijo a Damian y Jon. Después pulsó un pequeño botón del cuadro de mandos, y apareció una pantalla holográfica con la cara de Alfred—. Estamos en el aire, Alfred. ¿Tendremos tiempo despejado hasta llegar al destino?

Sí, amo Bruce —respondió el mayordomo mientras su imagen se dibujaba en la pantalla—. Pero le sugeriría que corrigiese el rumbo ligeramente y girase hacia la derecha, porque tal y como va ahora, acabará en Bretaña en lugar de en España. Y es posible que no encuentre el clima perfecto que desea.

Jon no pudo aguantar una carcajada ante la ocurrencia de Alfred. En ese momento, según lo que veía por la ventanilla, ya habían dejado Estados Unidos atrás y sobrevolaban el océano Atlántico.

—Oído —dijo Batman, haciendo que el vehículo oscilara ligeramente hacia la derecha—. Cualquier cosa que ocurra, comunícamela inmediatamente, no importa qué sea.

Como quiera, señor. Tengan un buen viaje y les deseo éxito en su misión. Y, sobra decirlo, espero que mantengan su integridad física al cien por cien.

—Siempre lo hacemos, Pennyworth —intervino Damian desde su sitio—. Pase lo que pase, siempre volvemos de una pieza.

El mayordomo emitió un sonido que recordaba bastante a una risa, y carraspeó.

Cuento con ello, amo Damian.

La pantalla holográfica desapareció, y los dos chicos se relajaron en sus asientos. Los viajes largos había que afrontarlos con paciencia, aunque ni Damian ni Jon tenían demasiada.