A TRAVEZ DE LA VENTANA
CAPITULO 01
NUBES NEGRAS
La gente corría de un lado a otro tratando de encontrar un lugar donde protegerse de la lluvia, todos excepto un caballero, sus cabellos grises delataban su edad, bajo la lluvia, protegido solo con un paraguas esperaba pacientemente. Un sobretodo negro encima de un impecable traje gris denotaban su posición social, lo que el hombre esperaba no era un misterio para el observador casual, pues al estar en el embarcadero mas importante del país, era obvio que se trataba de un barco. Para el observador curioso era un misterio saber si quien bajaría del navío seria hombre o mujer y al observador perspicaz le hubiera resultado atrayente descubrirlo.
Por fin la espera termino, y el barco que esperaba pudo avistarse a la distancia, el hombre supo que la persona por la que esperaba pronto estaría con el.
Las personas a bordo estaban ansiosas por bajar, querían pisar suelo americano, para unos la tierra que pisaban representaba sencillamente su libertad, para otros, el volver a empezar de nuevo. Todos en aquel enorme navío tenia sueños, todos tenían un pasado el cual unos anhelaban y otros huían. Para una de aquellas tantas personas el estar allí no era nuevo, aunque si distinto, miro a su alrededor y recordó años atrás, mucos años cuando había dejado la tierra que la había visto nacer, crecer y convertirse en mujer, que la había visto partir, con un futuro alentador por delante y lleno de esperanzas y era esa misma tierra que ahora después de 6 años la miraba regresar sola y con el corazón partido.
Se había casado a la edad de 22 años, después de la gran Guerra, ese mismo año había partido con su nuevo esposo hacia tierras Africanas, su querido esposos siempre había procurado darle bienestar y estabilidad durante el tiempo en que su matrimonio duro fue feliz, sin duda el la había amado con todo su corazón y ella por su parte había llegado a quererlo demasiado, sin embargo el infortunio caído de nueva cuenta sobre ella, dejándola sola y triste. Y Por si fuera poco, ahora esto… la vida se empeñaba en hacerla miserable. Ya había perdido cruelmente a su compañero y ahora perdía cruelmente a sus dos amigos.
George agudizo la vista y pudo ver finalmente la silueta de la persona que estaba esperando. Una mujer joven de unos 28 años, tez blanca y cabello rubio rojizo el cual caía en cerrados rulos sobre sus hombros y bajaba hasta la cintura, no era una mujer muy alta y tampoco baja, su hermosa figura y semblante angelical daban la sensación que las hermosas pinturas renacentistas trasmiten, así era su belleza. Lo ojos verdes, la mirada soñadora y la hermosa sonrisa ocultaban lo que realmente había en su corazón. Un enorme dolor.
-SRA. COLLINGS!!! - Grito George al ver a Candy haciéndole señas con la mano para que ella lo viera.
-¡¡¡¡GEORGE!!!! – Respondió Candy con la misma energía, alzando sus manos en señal de que lo había visto
-Señora Collings que gusto me da verla de nuevo, se ve usted muy bien – Le dijo George a Candice acercándose a ella y haciendo señas a los jóvenes que llevaban el equipaje
-Gracias George, también me da gusto verte ¿Pero donde esta Alberth? Pregunto la joven mujer al no ver a su querido amigo y hermano como esperaba.
-El Señor William tuvo que ausentarse de la ciudad hace una semana por motivos de negocios y me ha encargado encarecidamente que le de sus disculpas
-Esta bien – Comenzaron a encaminarse hacia el auto – Alberth es un hombre muy ocupado, no puedo pedir que deje cosas importante solo para venir por mi, ya lo veré en casa, en Chicago – La joven sonrió.
-Me alegra que lo comprenda – George sabia que la mujer era una persona comprensiva y agradable
-Por cierto George ¿Cómo están la señorita Pony y la hermana Maria? Les escribí avisándoles sobre mi llegada, espero verlas tan pronto llegue.
-Ellas están bien, y el hogar de Pony ha crecido bastante desde que usted se fue Contesto George amablemente. Los ojos de Candy se iluminaron
-¡Ah ya quiero estar allá! Mi querido hogar de Pony
-Lo hará pronto, el tren hacia Chicago parte en tres horas. Tendremos tiempo para que usted descanse. Si gusta podremos ir al Hotel para que duerma una siesta, si así lo desea.
-¿Descansar?? Pero que cosas dices George si no he hecho nada mas que pasármela encerrada en el camarote, quiero ir a la ciudad, comprar regalos, Dios hace tanto que estuve aquí pro última vez… Así que ni creas que iremos al Hotel, iremos a la ciudad a hacer algunas compras
Así fue como fueron a parar a un sin fin de centros comerciales, estaban entusiasmados comprando aquí y allá, bueno al menos Candy, George la seguía de cerca impresionado cada vez mas con la interminable energía de la joven mujer. Después de tanto ajetreo el pobre George y Candy se dirigieron a la estación de trenes.
Una vez instalados en su compartimiento Candy miraba distraídamente por la ventanilla, podía ver claramente la ciudad que el Tren dejaba tras de si. Los recuerdos empezaron a asaltar su mente, recordó cuando era mas joven y había venido a esta misma ciudad, en aquella ocasión había abrigado esperanzas y también en aquella ocasión había perdido el corazón, mas nunca la fortaleza
Se pregunto que habría pasado si nunca se hubiera separado de el? Estarían casados ahora? ¿Tendrían hijos? ¿Cómo hubiesen sido? Sacudió la cabeza el viejo dilema de lo que habría pasado. Pronto recordó el motivo de su repentino regreso.
El resto del camino transcurrió en silencio, el cansancio venció pronto a la rubia quien se quedo dormida, mucho mas tarde George la despertó. Habían llegado a Chicago.
La primera de impresión de la mujer al observar la enorme ciudad fue la del cambio, Chicago había crecido mucho en 6 años. La ciudad que la había acogido durante sus días de estudiante era cada día, mas grande y atemorizante.
Tomaron el auto de la familia, que los transportó a su destino final el sonido del motor al desplazarse parecía no incomodar a la mujer que había vivido tantos años en algún lugar remoto y apartado del inmenso África.
-¿Cómo están los niños? La pregunta se hizo en medio de un ceremonioso silencio.
-Supongo que están mejor. Tarde o temprano tendrán que superarlo.
-Yo no creo que estas cosas se superen George, logramos aceptarlas logramos vivir con ello, pero nunca lo superamos. Yo aun estoy acostumbrándome a idea y no me es fácil.
-¿Tiene alguna pregunta antes de llegar? – El buen George siempre dispuesto a cooperar
-¡Quiero saber como sucedió! Es decir el telegrama que recibí no ahondaba mucho en detalles. Tú lo sabes ¿Cierto George?
-El señor y la señora Cornewll salieron a una fiesta, habían dejado a los niños en casa, cuando regresaban ya muy tarde, el auto se volcó en una curva. No sabemos porque el señor Cornewll no llevo a su chofer esa noche. Sabemos que no manejaba ebrio, se ha dicho que estaba muy cansado y en algún momento se quedo dormido unos segundos. La señora Any murió al instante, el señor Archibald murió días después en el hospital. - George se detuvo un momento al mirar las lagrimas silenciosas en el bello rostro de Candice – al menos este tiempo le permito hacer los arreglos necesarios para sus hijos. – Concluyo.
La rubia no quiso saber más, ya era suficiente dolor para aquella tarde. En silencio siguió llorando durante el trayecto a la gran casa.
Después de un agotador viaje llegaron a la mansión, Candy se quedo observando la fachada por unos momentos, mientras la servidumbre se hacia cargo de sus pertenencias. Ahora la joven mujer tenia que hacerse cargo de una nueva responsabilidad los hijos de Any y Archí. No sabia a que nuevos retos tendría que enfrentarse ahora, pero tenía fe, en que las cosas saldrían bien, pese alas dificultades.
Continuara. . . . .
