Hola a todos, Mexicanos, españoles, portugueses, ingleses, canadienses ¿O yo que sé? ¡Hola a todos! Si han leído La confesión de Tsukune o Mi diario vivir, soy el autor de esas historias. Aquí vengo con otra idea, esta no es loca como otras que tengo, es una idea que ha nacido gracias a mis recuerdos de infancia. Espero que les guste mucho a todos, incluso si ya son grandes, sé que tuvieron infancia, como todos. Y también tuvieron o tienen miedos.

He usado al elenco de Rosario Vampire, por una simple razón: Ellos son monstruos. Si quieren dejar review o un PM, con todo el gusto se los aceptaré todos, pueden decir que es mala o que es buena, los que ya me han leído saben que no me ofendo con lo que digan. Aquí hay libertad de expresión, así que digan lo que quieran, en el idioma que quieran. Yo lo entenderé.


Capítulo 1: Siempre podrás negociar con vampiros.

Sin duda, a todos nos dio miedo la oscuridad alguna vez. Temíamos de las criaturas de la noche y era normal ir a refugiarnos con mamá, papá o con los hermanos o hermanas mayores.

Pero, es algo extraño, de seguro que te encantan las historias de fantasmas y monstruos, ¿Verdad?

Hay algo que hasta la fecha no posee una explicación concreta: ¿Por qué a los niños les gustan las películas, historias o series de terror?, ¿por qué, si les causa tanto miedo en las noches, siguen mirándolas?

Aun no tenemos respuesta. Por otro lado, hay algunos niños que lo tienen todo, todo lo que un niño pueda desear. Pero como sabemos, no se puede tener todo lo que quieras, aunque sean deseos infantiles. Estos niños ricos, adinerados o como quieras llamarles, también tienen miedo como tú. Pero debido a que sus padres trabajan tanto, no pueden estar con ellos.

Este es el peculiar caso de Akashiya Moka. Se asusta demasiado en las noches y no hay nadie que pueda controlar su temor. Ella es hija única pero sus padres no están en su casa cuando ella los necesita, siempre están trabajando o en viaje de negocios. Posee una gran casa… es una gran mansión pero ella lo llama casa.

La niña tiene una larga cabellera rosa, un color exótico y de un brillo hermoso, la cara redonda, piel blanca pero sin llegar a lo pálido, ojos bonitos de color verde, que incluso la esmeralda estaría celosa de sus ojos, si pudiera. Tiene ocho años y es una niña encantadora, linda, un poco traviesa, un poco mimada y miedosa.

Un día, después de dejar a la hija en la escuela, sus padres empezaron a hablar. Su padre, un hombre elegante, de buenos modales, de muy alta importancia y de un buen físico, llamado Issa. Su madre era demasiado parecida a la hija; el cabello y los ojos eran exactamente iguales, además del carácter. Ella es Akasha, la madre de Moka.

—Querido, algo pasa con Moka. Quisiera estar más con ella para que pueda dormir, no puede conciliar el sueño.

—Tiene que controlar sus miedos. Pero tienes razón—. Asintió el padre. —Moka es sólo una niña todavía. Pero el trabajo es importante y no podemos dejarlo, tiene que haber una forma en que se le quite el miedo.

—De eso quería hablarte, ¿Te acuerdas de Gyokuro?

—Por supuesto que sí—. Afirmó con certeza. Ellos tres eran amigos en la preparatoria y eran inseparables. —¿Cómo olvidarlo?

—Bueno, sus hijas tienen el mismo problema de Moka, pero ya haya alguien que puede controlarlo, ese miedo.

—¿En serio?—. El cabeza de la familia se mostró muy atento a lo que decía su esposa. —¿Cómo ha podido? Ella es una mujer muy ocupada.

—Lo sé. Me ha contado de un… especialista, es un niñero muy amigable y que ha logrado que sus hijas duerman sin miedo, sólo con sonrisas.

Una sonrisa apareció en ambas caras. La solución era ese niñero. Así su hija podría dormir tranquila en la cama. Sin tener miedo. A la hora del almuerzo le contaron a su hija del nuevo niñero que lo cuidaría en las noches a partir de mañana, para acompañarla.

Ella aceptó, pues obedecía a sus padres al pie de la letra, aunque en el fondo, ella quería estar con sus padres y no con un extraño. A partir de mañana, él estaría con ella y la cuidaría.

Así es como llegó la primera noche. El joven de 15 años llegó tarde, con libros; tanto de cuentos como de estudio. Aono Tsukune, el niñero de medio tiempo. Las niñas, que tienen más miedo que los niños, son su especialidad. En la noche, antes de ir a dormir, Moka le pidió que le leyera un cuento, él le leyó Caperucita Roja, un cuento muy popular en todo el mundo. Tsukune tiene el cabello castaño, ojos color miel, su piel es un poco bronceada, es alto, muy trabajador y un hombre con mucha moral.

—Bueno, ya te leí el cuento. Ya es hora de dormir.

—No… por favor, si no me comerá—. Dijo con timidez y tapándose con la sabana. El joven se acomodó su camisa de rayas blancas y negras y se sentó en la cama.

—¿Te comerá?

—¡Sí! Es por la luz, pero cuando la apagues, ¡Vendrá por mí!—. La niña estaba asustada y veía frecuentemente a la ventana.

—¿Y quién va a venir por ti?—. Le preguntó con suavidad mientras le quitaba la sabana.

—¡El vampiro, el vampiro vendrá!, ¡me va a tomar toda a sangre!

—¡Oh! ¿Te refieres a esos que son de piel pálida?

—Sí.

—¡Ah! ¿Y tienen colmillos grandes?—. El chico señaló sus dientes, ella asintió la cabeza muchas veces. —¿Y su cabello es como plateado?

—¡Sí, sí, esos!, ¡vendrán por mí!

—No te harán daño, siempre podrás negociar con ellos. Si sabes cómo hacerlo.

—¿Cómo lo sabes?—. La niña se calmó debido a su curiosidad.

—¿¡No lo sabes?!—. Le preguntó con asombro y ella negó con la cabeza. —¿No sabes la historia de Ura y Omote?

—¿Interna y externa?

—Eso quieren decir en japonés, pero es una historia. No busques por los libros que traje, nunca lo encontrarás.

—¿Ese cuento existe?

—¡Claro! Me lo contaron cuando era niño y tenía tanto miedo de ellos.

—Cuéntamela.

Hace mucho tiempo, antes de que las grandes ciudades existieran, en una pequeña aldea, había una granja. Vivía una familia pequeña con muchos animales que mantener y cuidar. Los dueños tenían una niña llamada Omote, quién jugaba con las ovejas, con su gato y con su perro, de forma separada pues los gatos y perros no se llevan bien.

Ella hacía muy bien las tareas que le asignaban y su pasatiempo favorito era buscar al conejo que había en un bosque cercano.

Una tarde lo logró, casi oscurecía pero lo había logrado. Atrapó al conejito, con una sonrisa acarició al roedor. Quería llevarlo a la granja con sus padres para mostrar su hazaña, su gato la acompañaba. Pero no vio que atrás de ella estaba… ¡Una vampiresa! Tal y como la has descrito, pero con cabello largo, ojos rojos y una túnica negra, de seguro para cubrirse del sol.

—¡AHHHH!—. Gritó, pero su boca fue tapada.

—No hagas ruido, odio que me griten.

—Atrás, vampira—. Ella tomó una varita de madera y se la enseñó a la vampira.

—¿Crees que vas a hacerme algo con eso?—. La vampiresa se burló con ganas y unas risas maliciosas salieron de su boca. —mejor dame lo que quiero, tengo mucha hambre y no quiero esperar.

—Espera… si tienes hambre, te doy esto—. Ella sacó un poco de pan de sus bolsillos, pero la de cabellos platas miró a otro lado y negó con la mano.

—No. Yo quiero sangre, el pan no me llenará. Si quieres hacer trueque (Significa intercambiar), dame al conejo y te dejaré ir.

—¡No, al conejito lo acabo de encontrar!, ¡me ha costado mucho!

—Entonces dame al gato.

La niña volvió a negar y le ofreció comida de su hogar; carne, leche, pan incluso chocolate, pero todo fue negado también. Omote era una niña lista, así que engañaría a la vampiresa.

—Te podría traer sangre de mi casa, confía en mí, eh…

—Escúchame bien, niña—. Le dijo con fuerza y se acercó al rostro de la pequeña. —Ura, ese es mi nombre y nunca lo olvidarás si no regresas en 15 minutos.

Omote soltó al conejo y salió corriendo a la granja. Temía por su vida, pero más por la de sus padres y de los animales. Así que ideó un plan: engañaría a la vampiresa de alguna forma.

A hurtadillas fue a la cocina, agarró unos tomates y salsa picante, los mezcló bien y logró un tono rojo como la sangre, lo metió en una botella y regresó con la vampira. Ura lo tomó y sintió un buen sabor en la boca.

—Mmm. No se cómo lo has hecho, pero ha estado deliciosa.

—¿Ya no me harás daño?

—No, no lo haré. Pero eso no asegura a las demás personas ni a los animales.

—¡Pero! Te he dado sangre gratis. ¿No hay algo que pueda hacer?—. La vampiresa lo meditó un rato, podría aprovechar esto. Luego le dio la botella vacía a la niña.

—Hasta que se cumplan 20 días, me traerás más de esta sangre y te dejaré en paz. Ese es un buen negocio.

La niña aceptó y desde ese día, Ura comía gracias a Omote. Nadie supo de la vampira ni de su heroína, pero ninguna de las dos pudo ser más feliz; la sangre hacia feliz a Ura, y la pequeña Omote era feliz porque Ura no le haría daño a nadie.

Para cuando Tsukune acabó, Moka ya quería cerrar los ojos.

—¿Lo ves? Siempre podrás negociar con los vampiros. Sólo tendrás que darles un poco de jugo de tomate, como lo hizo Omote, pero oye—. Él se acercó para taparla con la sabana. —nunca les digas que es tomate, los vampiros no saben de cocina, ¿Ok?

—Ok.

El muchacho apagó la lámpara y estaba a punto de irse.

—Espera.

—¿Qué pasa?

—¿Qué le pasó a Ura después de los 20 días?, ¿consiguió algo para comer?, ¿se fue?, ¿qué pasó con ella?—. A pesar de la oscuridad, el joven sonrío. Abrió la puerta y al estar del otro lado, le dijo:

—Tal vez. Pero esa es otra historia.