Un Nuevo Horizonte.

Advertencias: Post serie, ¿AU? Shonen Ai, implícito de momento.

Disclaimer: Yu-Gi-Oh! no me pertenece. Pertenece al talentoso, Kazuki Takahashi.


Capitulo 1- De duelista a duelista.

Mes y medio había transcurrido desde el viaje que Kaiba había hecho a Egipto, en el cual, el Faraón —no Yugi Motou— había descansado por fin en paz...

... o algo así.

Y él, seguía sin creerse aquel drama que Yugi y sus amigos habían montado como último duelo en el que él por supuesto, había tenido que estar y no Yugi contra su... sombra.

Pero en fin, eso ya era cosa del pasado y la vida para él continuaba.

Ahora, se encontraba en aquella ciudad a algunas horas de Domino, trabajando en el que sería el siguiente proyecto de la Kaiba Corp. La expansión de los parques Kaiba.

Por ello, iba a bordo de su limusina con dirección a la oficina que había ocupado semanas atrás, esperando ver el progreso que hasta entonces llevaban. Un alto los detuvo, permitiéndole esto mirar sin interés por la ventanilla. Y lo siguiente que divisó, le hizo abrir grande sus ojos, en un claro signo de sorpresa porque nunca lo esperó ver.

¿Qué? ¿Yugi? ¿Qué hace él aquí?

Fue lo primero que pensó el castaño al verle cruzar la calle con un grupo más de personas, reparando en el joven duelista.

—Esperen... —murmuró por lo bajo, inclinándose hacia delante al notar algo importante. Por supuesto que no dejaba de verle. Fue por eso que notó que esa persona no era Yugi, aunque sí se le parecía. Y mucho. Eso sólo dejaba una opción—. Es... ¿El Faraón?

Una ceja de alzó a modo de confusión, viendo cómo la gente se dispersaba por esa acera y el duelista seguía en forma recta sin reparar en lo que estaba pasando. En quién lo miraba.

—¡Da la vuelta! –Ordenó de improvisto a su chófer, molestándose al ver que éste no atinaba a hacer nada. Y era comprensible, le había tomado por sorpresa su orden y por eso no reaccionaba—. ¡Ahora! —Seto le volvió a decir, esperando sacarlo de su trance—. ¡Da vuelta a la derecha, ya!

El hombre por fin lo hizo, apresurado.

—Bien. –Dijo Kaiba más bien para sí que para su chófer, al ver que esta persona apenas iba a llegar a la siguiente intersección y todavía podían alcanzarlo—. Ve despacio y cuando te lo diga, ciérratele. —Fue la nueva orden que le dio.

—¿Qué?

—¡Sólo bloquéale el paso! —Agregó desesperado el CEO al ver el desconcierto del hombre.

—... Cómo diga, señor.

El hombre se aferró con más fuerza al volante, esperando el momento preciso para hacerlo.

—¡Ahora!

El auto aceleró y dio una vuelta rápida de nuevo a la derecha, frenando en un solo movimiento a escasos centímetros de tocar al joven que iba cruzando la calle.

A esa distancia, Kaiba pudo comprobar entre otras cosas, que en efecto, era el Faraón. Podía identificar esos rasgos de valentía y confianza a pesar de verse ensombrecidos por la sorpresa y el trance de ser casi atropellado por aquella imprudente acción.

—Traerlo aquí. Quiero hablar con él. –Le dijo a su conductor, saliendo éste del shock al que había entrado del mismo modo que el Faraón pero en éste caso, por casi atropellar a una persona.

Sin decir palabra alguna y con sus piernas temblando, el hombre bajó del auto y comenzó a hablar con el duelista.

—Mi s-señor quiere hablar con... usted.

—¿Qué? –Hasta entonces, el de ojos violetas reaccionó—. Lo sé, fue mi culpa —dijo—. No me fijé antes de cruzar. Pero, el auto no tiene ni siquiera un rasguño, ¿cierto? —Su vista se posó sobre el capó del vehículo, cerciorándose de que no hubiera ninguna marca. Él jamás podría pagar siquiera por la reparación de una llanta de un auto como ése así tuviera otros 5 mil años para trabajar por ello.

—Vamos, sígame, por favor. —El chófer lo guió hacia la puerta de su Señor, resistiéndose éste a hablar con el hombre.

—Espere... –Le decía, tratando de hacerlo cambiar de opinión—. El auto está bien... yo también. Seré más cuidadoso la próxima vez, sólo... sólo...

—Aquí está, mi Señor.

Demasiado tarde, el hombre ya había abierto la puerta de su jefe.

¿Y ahora qué iba a hacer sí el dueño quería cobrarle por ensuciarle su limusina o... algo peor y que no había cometido?

—Así que... sí era el Faraón.

Aquel tono entre arrogante y burlón se le hicieron conocidos. Cuando vio a la persona que iba dentro del vehículo se sorprendió.

—¿Kaiba? –Dijo mitad sorprendido, mitad asombrado al verlo—. ¿Pero qué haces tú aquí?

—¿Yo? —Contestó con aparente calma y una sonrisa altanera al escuchar su pregunta—. ¿No debería yo de preguntarte lo mismo?

Un silencio se hizo entre ambos, donde ninguno de los dos dejaba de ver al otro, dándose a entender que ninguno de los dos iba a hablar en los próximos segundos o al menos, no ahí. No era el lugar y lo sabían.

—Sube –Dijo Seto por fin, esperando a que el otro entrara de una vez.

Después de pensarlo por algunos segundos, Yami se subió a la limusina con una clara idea en la mente: dejarle las cosas muy claras a Kaiba.

—Saehara, a la oficina. —Ordenó a su chófer, retomando el camino a su destino inicial sin que este encuentro lo hiciera llegar tarde a su trabajo.

Después de esas palabras, ninguno volvió a agregar nada hasta que el CEO por fin habló un par de minutos después.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que hace aquí el Faraón y no en el más allá donde Yugi y tus amigos te hacen?

Que el duelista y hombre de negocios fuera directo al grano no estaba en los planes de Yami. Quizá por eso, le costó cierto trabajo contestar a su pregunta.

—Kaiba, sobre eso... —Y empezó a hablarle con firmeza. Cómo él era—. Escúchame bien, ¿quieres? Nadie sabe ni debe saber que estoy aquí, ¿me entiendes?

—¿Y al menos puedo saber el por qué? —Replicó al cruzar sus brazos—. Digo, ahora que te he visto y estás viajando en mi limusina, creo que es lo mínimo que me merezco, ¿no te parece? —Una sonrisa de lado se apoderó de sus labios.

—Bien. —Aceptó sin más, Yami. Dejando algo en claro—. Aunque te recuerdo que casi me atropellas.

—Casi... –Remarcó el otro con su tono altanero—. He ahí la clave, Faraón.

—Atem... o Yami. —Le dijo—. No me llames Faraón, Kaiba. Lo era... ya no lo soy.

A juzgar por el tono y el semblante que puso, tenía que ver precisamente con esto el porqué estaba aquí.

—De acuerdo —contestó Kaiba, esperando que le explicara de una vez por todas que hacía ahí.

—Todo sucedió después de que crucé la puerta... —Comenzó a relatar, acordándose de los detalles—. Justo cuando me reunía con mis amigos y seres queridos en el otro mundo, una oscuridad comenzó a cubrirnos y aparecí en otro lugar. Era uno de los templos de nuestros Dioses, el templo de Amón-Ra.

Mientras el Faraón, o ex Faraón mejor dicho, le iba contando, el de ojos azules no perdía detalle alguno del tono de su voz, de sus expresiones y las pausas que Yami utilizaba. Era hipnotizante y no podía centrarse o distraerse con otra cosa que no fuera él.

—Y entonces... —continuó con su relato—. Escuché una voz que provenía de la estatua principal y me dijo:

Faraón Atem, su misión de 5,000 años por fin ha terminado y el descanso eterno le ha sido otorgado por fin. Sin embargo, debe terminar de recorrer el camino que tiene marcado en su vida y hasta entonces, las puertas se abrirán para usted. Aproveche los años que tiene por delante pues la trascendencia en esta vida sin duda llegará.

—Y lo siguiente que supe... —Prosiguió, utilizando de nuevo su tono de voz—. Fue que estaba fuera de la tumba en la que Yugi y yo tuvimos nuestro duelo, con mi propio cuerpo, y con el Rompecabezas del Milenio colgando de mi cuello.

Seto reparó en el artefacto del Milenio que en efecto, colgaba de su cuello, y que parecía ser que sólo a él no se le veía tan mal un accesorio tan llamativo y extravagante como ése.

—Entonces, quieres decir que... —Trató de disipar esos extraños pensamientos que por algunos segundos habían pasado por su mente, centrándose mejor en la conversación—. ¿Qué por desgracia te tendremos por aquí de nuevo?

—Sí, algo así... —Dijo no muy convencido Yami, sintiéndose incómodo ante Kaiba.

¡Vaya! Así que el hermano mayor de Mokuba seguí odiándolo. ¿Qué podía hacer ante eso?

—Sólo que... —Agregó entonces, mirando distraídamente por la venta—. Sé que ésta no es mi época y en realidad tampoco puedo volver y aparecerme de nuevo en la vida de Yugi, el abuelo y sus amigos como si nada hubiera pasado. No sería justo. —Apuntó—. Así que después de convencer a los Ishtar de que estaría bien y nada malo me pasaría, he terminado aquí...

—En Japón, a unas cuantas horas de Domino, muy cerca de tus amigos, ¿no? —Un neutro Kaiba terminó su oración.

—Sí. —Afirmó—. Pensé que aquí no me encontraría con nadie que me reconociera, pero ya veo que no. —Una mirada prolongada se posó sobre el castaño.

—Lo siento. —Se excusó fingidamente el CEO y continuó con la broma—. Si quiere su alteza, me voy ahora mismo de la ciudad.

—No tienes porque hacer eso, Kaiba. —Una pequeña sonrisa surcó sus labios ante sus palabras—. No te estoy corriendo ni nada por el estilo. Sólo digo que...

Él lo entendía.

—Nadie tiene que saber tu pequeño secreto, ¿cierto? Tranquilo, no se lo diré a nadie. Con la condición claro, de que algún día de estos me des una revancha. ¿Pues qué creías? —Le dijo al verle desorientado—. ¿Que Seto Kaiba se iba a quedar así, sin la posibilidad de exigir su victoria? Te ganaré esta vez, Faraón.

—Yami. –Secundó el otro—. Y ya veremos, Kaiba. Soy más fuerte que la última vez que nos enfrentamos. No te será nada fácil ganarme.

—Habrá que verse. –Agregó desafiante, ampliándose por momentos su sonrisa al igual que la del Rey de los Juegos.

—Por ahora... yo bajo aquí.

Con su mano, el castaño hizo una seña, aparcando el chófer en la próxima calle. Yami descendió del vehículo, observando a Seto por la ventanilla que había bajado para verle; quizá, para decirle algo. No se equivocó.

—Nos veremos entonces, Kaiba y... espero que cumplas tu palabra sobre mi pequeño secreto –mencionó.

—Lo haré. Tú sólo preocúpate de tener tus cartas la próxima vez que nos veamos... Faraón. —Y a propósito le llamó de esa forma, observando cómo de momentos se molestaba un poco más.

Ahora que veía, era divertido jugar con Yami...

... pero no era él único que podía hacerlo.

—¡Kaiba! –El aludido estaba a punto de subir la ventanilla, deteniéndose cuando escuchó su nombre.—. Por favor, no vayas a atropellar a nadie, ¿quieres? No quiero tener nuestro duelo en una cárcel. –Y le sonrió.

—¡Hn!

Por su parte, Seto se rió por lo bajo, dándole la orden a su chófer para que se marcharan de una vez. Y si él hubiera volteado aunque sólo fuera un segundo, hubiera observado cómo el otro "Yo" de Yugi se quedaba en la acera, viéndole partir.

Pero ahí había algo curioso. Y es que tal parecía que Yami tenía humor, y podía ser más divertido sin que Yugi y sus amigos estuvieran con él.

Y quién sabe, quizá las cosas en esa ciudad se pondrían divertidas a pesar de su trabajo y de los dolores de cabeza que su nuevo proyecto conllevaba. Sólo esperaba, que el siguiente encuentro con el Rey de los Juegos no fuera tan alejado de ese día. Quería una revancha y divertirse al mismo tiempo, y Yami era el que le daría ambas.

Continuará...


¿Y qué tal les ha parecido?

Esta idea me vino como una revelación y no me pude resistir a plasmarla y desarrollar su contenido. Pronto veremos un par de encuentros más entre Kaiba y Yami. Espero que la idea les guste.

Sin más, gracias por leer y comentar. Nos veremos luego.