Hola chicos! Aquí os traigo mi ultima y nueva fumada, mi nueva historia esta vez de mi serie favorita, Spartacus! Disfrutad!

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Pareja: Sparlithyia (Spartacus/Ilithyia)

Parejas secundarias: Craevia (Crixus/Naevia) − Spura (Spartacus/Sura flashbacks) − Galitta (Gannicus/Melitta flashbacks) − Ligeros toques de SparMira y Nagron.

Estado: Proceso.

Advertencias: lemon, lenguaje malsonante (insultos), violencia, lenguaje antiguo típico de la serie… Vamos, Spartacus en estado puro!

Disclaimer: Spartacus y su historia y personajes no me pertenece, si asi fuera, Gannicus estaría secuestrado en mi cama XD

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Show me How to Breathe Again

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Capitulo 1

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"Necesidades"

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Ilithyia suspiró, limpiando su frente de las pequeñas gotitas de sudor que se iban formando en ella resbalando por su delicada y suave piel, ahora sudorosa y sucia, llena de barro y restos de hojas del bosque.

La luz del sol era cegadora, y el maldito calor la estaba robando el aliento que daba energía a sus cansadas piernas, rogando por el deseado descanso en el que por fin se encontraban, oh si, o al menos eso es lo que ella hubiera deseado ya que si los Dioses no fueran tan crueles le hubieran concedido el añorado y merecido descanso en vez de torturarla con pensamientos, regaños y situaciones desfavorecedoras, tal como la de ahora, en la que se encontraba a pesar de sus mas descabelladas fantasías.

Quien iba a decirlo hacia apenas un mes… ella, la rica y viuda heredera, la joven y hermosa hija del Senador Albinius que ahora descansaba en las verdes llanuras del Eliseo, y a quien los Dioses tuvieran en su inmensa gloria; estaba allí en pie y apoyada contra un árbol en medio de un frondoso bosque perdido de la mano de Júpiter y llena de suciedad, rodeada de salvajes indeseables y rogando interiormente por su vida y la de su hijo no nacido a cada segundo, muerta de miedo y dependiendo de la protección de un puto Tracio. Uno que llenaba sus pensamientos más ocultos, ahora más que nunca.

Y luego estaba ella.

Esa mujer que había intentado matarla, la que había sido esclava en la casa de Batiatus y que al parecer tenía deseos personales en su contra, deseosa de ver como su respiración se apagaba y se lanzaba hacia las costas de la otra vida sin tardanza… si, sin duda esa mujer quería verla muerta, y no solo a ella, lo veía en sus ojos oscuros cada vez que se posaban sobre su vientre y su voz la golpeaba como una bofetada, dura y sin gentileza, tal como en ese momento.

Su llamado la sacó de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad.

−Pontelo –dijo la mujer, sujetando algo entre sus brazos y extendiéndolo hacia ella.

Ilithyia la miró sin comprender, recordando súbitamente de que estaban hablando antes de que ella se sumiera en sus pensamientos. Al parecer la chica pretendía que se pusiera un repugnante vestido de esclava tal como el que ellas usaban, e ignoraba con que propósito despiadado, pero se negaba a llevarlo; aun mas en su condición de embarazada.

− ¿No pretenderás que me ponga esa prenda en mi estado? –afirmó Ilithyia incrédula, pasando sus ojos de la tela a la mujer respectivamente.

La mujer la miró con una expresión de desprecio en su bronceado rostro, tensando la mandíbula antes de responder como siempre con dureza.

−Un acto de gentileza que no mereces –dijo secamente –pero que nuestro líder encuentra necesario –finalizó con lo que a Ilithyia le pareció un matiz de dolor y amargura en su voz.

−Los Dioses me libren de tal cosa –negó cuando encontró la voz.

Su respuesta pareció molestar a la mujer, que se aproximo a ella amenazante, seguida por un chico más joven y de aspecto extranjero, Sirio tal vez; dado su cabello negro largo y su piel oscura.

−Ponte, el puto, vestido –ordenó la mujer –y no es una petición esta vez…

Tras decir esas amenazantes palabras la mujer se acercó a ella aun mas, con el vestido en la mano y una expresión firme en la cara, asustándola. Ilithyia trato de retroceder, encontrándolo imposible ya que el árbol que había tras ella le cortaba el paso, así que ladeó el rostro esperando lo peor. Pero el golpe nunca llego, en su lugar sus palabras frías la golpearon mas duramente que el tacto.

−La puta del Pretor, que no puede soportar que una tela indigna manche su piel… –comenzó la esclava, llegando a su altura –si no quieres ponértelo bien, tendrás que caminar desnuda por el campamento… más de uno de los hombres no dudarán en dar vida a su polla con lo que tengas entre las piernas…

− ¡Basta Mira! –interrumpió el joven tras ella, poniendo una mano sobre e hombro de la mujer para detenerla.

La mujer de nombre Mira le miró confusa primero e incrédula y con indignación después, librándose del suave toque del chico en su hombro y arrojando el vestido al suelo, alejándose de ellos a grandes pasos perdiéndose entre las sombras de los árboles y dejándolos libres de su presencia.

El chico suspiró, agachándose y recogiendo el vestido del suelo dejando que unos mechones rebeldes se escaparan de su oscuro cabello cayendo sobre su rostro; acercándose a ella lentamente clavando sus ojos grandes y castaños en ella intentando infundirle tranquilidad; le pareció a Ilithyia. Una vez libre de la presencia de Mira, Ilithyia se apaciguó volviendo a respirar con normalidad, momento que el chico aprovecho para hablar.

−Disculpas –dijo el joven suavemente –no tengas en cuenta sus palabras… nadie va a dañarte mientras permanezcas aquí.

Ilithyia le miró incrédula, no por las palabras en si, sino por el hecho de que el chico parecía ser el único que mostraba gentileza para con ella en ese maldito campamento; exceptuando al propio Tracio, que aun así era mas seco en su toque, mas visceral… debía admitir que no esperaba encontrarse algo así en este lugar, era un tipo de bendición que dudaba merecer si eran ciertas sus palabras.

−Das aliento a una mujer Romana… –dudó Ilithyia – ¿acaso tu no me odias como los otros?

El chico no respondió enseguida, lo pensó durante unos largos segundos con la mirada perdida antes de hablar.

−No esta en mi condición lastimar a una mujer indefensa que porta un hijo en su vientre –respondió finalmente el chico –sea Romana o no.

−Hablas con conocimiento y convicción… –afirmó ella sorprendida e inquirió− ¿acaso has nacido aquí, en Roma?

El chico sin embargo apartó la mirada sin responder, tenso, frunciendo el ceño ligeramente dolido antes de volverse a mirarla de nuevo con una expresión indescifrable en el rostro.

−Deberías llevarlo –dijo él ofreciéndole el vestido que Mira había tirado, evadiendo la pregunta que ella le había hecho –Spartacus cree que estarás mas segura si pareces uno más de nosotros, y despertarías menos hostilidades entre nuestra gente…

Ilithyia no respondió, pero esta vez si aceptó la prenda, tomándola entre sus manos.

Al ver que ella había cogido el vestido, el chico asintió suavemente y comenzó a alejarse en dirección a donde estaba el centro del campamento.

De nuevo estaba sola, sola con sus pensamientos, sola y perdida con recuerdos del pasado y de los acontecimientos que la habían llevado a esa situación, a ese lugar, a vivir entre los rebeldes… Tan solo habían pasado unos días… menos de una semana desde que toda esta horrible pesadilla había comenzado; así que mientras desataba los lazos de su lujoso vestido azul bordado con oro y flores de perlas para ponerse esa sucia tela de esclava, dejo que su mente vagara, recordando como había llegado a esto...


Los susurros se agolpaban en su cabeza, llenando su mente como cuchillos al rojo vivo. Oh si, dolía, dolía hasta el tomar aire en esa maldita casa.

Ilithyia la odiaba, odiaba encontrarse tan sola y odiada, castigada por los Dioses por su egoísmo y falta de juicio… y bien sabia su situación. Las lágrimas llenaban sus ojos cada vez que el tema daba vida a sus pensamientos; cosa que sucedía a todas horas en esa inmensa soledad donde solo la compañía de Lucrecia le daba la cordura necesaria para no quitarse la vida. Por su hijo. Su hijo y de Spartacus. Los Dioses era crueles en ocasiones, y esta era una de ellas, haciendo que portara un hijo en su seno del hombre que le había destrozado la vida… y que a la vez se la había salvado mostrando su despreciable misericordia y alejándola de toda posibilidad de maldecirlo, cosa que le traería algún consuelo en esos tiempos donde nadie la quería, en este mundo donde sobraba.

Habían pasado unas semanas desde que Gannicus la había secuestrado llevándola hasta el campamento de los rebeldes donde Spartacus había perdonado su vida después de enterarse de la amarga verdad. El hijo que llevaba en su vientre era suyo; concebido aquella noche que llenaba sus sueños cada día, convirtiéndolos en noches de pasión entre los brazos de aquel Apolo de oro que la poseía furiosamente, como nunca antes había sido tomada… y luego estaba él, el hombre detrás del Dios, esa visión de ojos azules que la miraban con incredulidad tras ser despojado de esa mascara dorada…

La joven acarició su vientre al recordarlo, estaba mas abultado aun que antes, puesto que solo quedaban unos días para que llegara el momento de traer al mundo a la criatura; el momento en que seguramente su esposo le quitaría la vida al encontrarla inservible, ya que ya le habría proporcionado su deseado heredero.

Temía profundamente que ese momento llegara, en ocasiones dejando las lágrimas recorrer sus mejillas en libertad, solo cuando sabía que nadie la observaba; tal como en ese momento.

Vas a ser mi muerte –susurró Ilithyia acariciando su tripa suavemente, sabiendo la verdad en sus palabras –y aun así no puedo odiarte…

Estaba perdida en esos pensamientos cuando una voz proveniente de las sombras la sobresaltó, haciendo que se girara bruscamente, observando la figura que salía a la luz de las lámparas.

Como te dije aquel día –dijo la suave y firme voz, una que ella conocía bien –una madre siempre protege a su hijo.

Lucrecia –logro articular finalmente, aliviada.

La mujer salió de entre las sombras, revelando su vestido azul grisáceo arrugado y las mejillas más pálidas de lo habitual. No parecía estar bien tampoco, y en ese momento parecía no estar en mejor condición que ella misma como para dar ánimos a cualquiera, sin embargo "el oráculo de Capua" como ella misma solía llamarla cuando aun la odiaba; se adelantó hasta quedar frente a ella, mirándola con intensidad.

Lucrecia parecía conocerla mejor que ella misma, y siempre se lo demostraba.

Se que pasa por tu cabeza –comenzó diciendo –ya que yo misma comparto tus temores.

Ilithyia no respondió, esperando a ver que decía.

En el momento en que tu hijo llegue a este mundo –continuó Lucrecia al ver que el silencio dominaba a la joven –verás como te precipitas sin remedio hacia la otra vida.

Lucrecia como siempre confirmaba sus suposiciones, sus peores temores no podían ser ya fantasías ni pesadillas terribles imaginadas por ella misma si es que la otra mujer también había llegado a la misma conclusión. Sus ojos se llenaron de lagrimas de nuevo, volviendo a derramarse por sus ojos y perdiéndose por su rostro hasta encontrar su cuello, resbalando por el.

Estaba condenada.

Ya nada puede evitar mi muerte –dijo Ilithyia resignada, con el dolor patente en su voz –mi esposo me odia más cada día… siento sus ojos en mi como un puñal pendiendo sobre mi cabeza, temo que jamás perdonará mis palabras…

Lucrecia no respondió de inmediato, sino que se acercó más a ella para ofrecer consuelo, rozando el brazo ahora helado de la joven con su mano; infundiendo énfasis a sus palabras.

Fue muy desafortunado lo sucedido –dijo finalmente, con voz suave que Ilithyia atesoró –pero los Dioses susurran palabras que elevan mi espíritu, veremos que tu hijo nazca libre de las manos de Glaber, feliz entre tus brazos lejos de las manos del villano.

Ella negó con la cabeza, alejándose suavemente, ni los Dioses podrían borrar el odio de su esposo por ella en ese momento; jamás perdonaría las intrigas que su padre, Varinius y ella habían tramado en su contra… no había nada que hacer ya.

¿Y que pueden hacer los Dioses para librarme de mi esposo? –dudó ella girándose y mirándola de nuevo –Claudio jamás dejaría que su hijo…

Lucrecia sonrió misteriosamente, comenzando a andar sobre la habitación como en un suave monologo.

Los Dioses susurran muchas cosas –dijo de pronto –sin embargo no son necesarios para saber que Glaber no es el padre del hijo que estas esperando.

Ilithyia palideció lentamente, tragando saliva mientras sentía que su pulso se aceleraba… pero Lucrecia continuó.

Un acto de crueldad emparejarte con Spartacus –prosiguió –uno que lamentaría profundamente de no ser por las bendiciones que guarda…

Ya era demasiado, pensó Ilithyia, otra muralla que se derrumbaba a su alrededor, otra de tantas; sus opciones se reducían como los días que pasaban… Si Lucrecia había deducido que el padre no era su marido era probable que mas gente llagara también a esa conclusión, tarde o temprano incluso su mismo esposo.

Finalmente la joven encontró la voz para hablar, sin firmeza, tensa.

¿Desde cuando lo sabes?

Lucrecia sonrió sin apice de alegría, mostrando una expresión de lastima le pareció a Ilithyia.

Lo he sabido siempre, fingía no saberlo a favor de un trato reverente de tu esposo hacia mi causa –respondió Lucrecia suavemente, aun sonriendo un poco –las lunas pasaron con tu esposo ausente de Capua después de que yacieras con Spartacus…

¿Qué puedo hacer? –se lamentó Ilithyia amargamente, horrorizada –si cuando este niño nazca tiene en su rostro rasgos de ese puto Tracio… –sollozó – Claudio jamás permitirá que viva el hijo del hombre que le ha agraviado tan profundamente… le matará, y a mi junto con él.

La mayor asintió, comprendiendo la angustia de Ilithyia. No era algo que entrara en sus planes verla muerta, por lo que haria cualquier cosa para salvarla a ella, y al hijo que estaba esperando, y entre esas cosas estaba el verla lejos de sus brazos, en las manos de ese puto Tracio, por mucho sacrificio que resultara para la joven, que debía aceptarlo, si quería salvarse a ella y al bebe.

Por eso debes volver con Spartacus –afirmó Lucrecia seriamente.

Ilithyia la miró atónita, sin creer que pudiera estar hablando en serio, no podía estar oyendo bien.

¿Qué?

Él jamás mataría a la madre de su hijo, no permitirá que te toquen ahora que llevas un hijo suyo en tu vientre –se explicó Lucrecia, mirándola fijamente –conozco el corazón del Tracio y se que da vida a sus latidos… –hizo una pausa y continuó en voz mas baja, casi susurrando –la familia que le fue robada con la muerte de su esposa… tu puedes darle la sombra de esa ilusión en cara a salvar la vida de ese niño.

La comprensión vino entonces hasta ella.

Ilithyia suspiró, apoyándose en la pared, negando suavemente con la cabeza mientras dejaba que la tristeza se apoderara de ella de nuevo, no por el hecho de no sentirse amada, sino porque la amarga verdad pesaba en ella como una losa de piedra, hecho de Lucrecia como antigua Domina de esa casa, y dueña del Tracio debía tener bien sabido.

Él no siente afecto por mi, Lucrecia –contradijo Ilithyia –ni los dioses podrían cambiar eso.

Lucrecia negó con la cabeza, acercándose a ella suavemente.

Aunque el odio le ata a ti ahora –insistió Lucrecia rebatiéndola –el recuerdo de su esposa y el deseo de ese hijo pesarán más en su corazón.

Ilithyia no respondió, pensativa.

Aunque Lucrecia tuviera razón sobre su seguridad, sobre que Spartacus no le robara la vida, eso no quitaba el hecho de que los rebeldes esclavos la odiaban solo por el hecho de ser ciudadana Romana… algunos, los que habían vivido en la casa de Batiatus incluso habían querido matarla sin compadecerse de que estuviera embarazada…

¿Pero vivir con esos salvajes? –se resistía a aceptarlo –me matarán, ya lo intentaron antes… aun siento sus manos en mi garganta…

Tranquiliza tu espíritu –ordenó Lucrecia –y verás que los Dioses nos guiarán.

Ella bufó, negando con la cabeza.

¿Los Dioses? –repitió ella –no se que podrían hacer ahora para…

Pero antes de que pudiera terminar su replica, Lucrecia la interrumpió, tomando sus manos entre las suyas y dándole un suave apretón para infundir tranquilidad.

Veré que ese niño llegue sano y salvo a este mundo –dijo Lucrecia con firmeza –y la vida de mi preciada amiga a salvo lejos de las manos del villano.

Como siempre, el suave y tranquilo consuelo de Lucrecia llegaba a su corazón como un bálsamo que curaba sus heridas. Y esta no era la ocasión en que eso cambiara. Agradeció mentalmente por tenerla y sentir que un soplo de esperanza llegaba a su corazón, tal vez no se equivocaba, tal vez había una salvación, tal vez y solo tal vez los Dioses la guiarían, debía al menos creer en ello…

Los Dioses proveerán –dijo Ilithyia tragando saliva y asintiendo.

Proveerán.


La luz del sol se colaba por las puertas abiertas de la terraza, iluminando los mapas donde el Pretor y sus hombres se encontraban haciendo planes para someter la maldita rebelión de Spartacus de una buena vez y poder matar a ese puto Tracio que estaba desafiando a Roma, mientras Ilithyia y Lucrecia hacían sus planes, que estaban en marcha en ese mismo momento.

Colgad a más esclavos, no importa el costo –ordenó Glaber a sus hombres, entregando un pergamino sellado a uno de ellos –Spartacus debe caer, y las vidas de esclavos que sean sacrificados dependerán de él.

Si, Pretor –asintió el guardia con las órdenes escritas, saliendo.

Glaber le ignoró mientras salía de la sala, volviendo la vista a sus mapas, cuando la voz de cierto hombre con alma de serpiente y astucia de lince llamó su atención, sacándolo de sus oscuros pensamientos.

Disculpas Pretor –llamó el Sirio que tan útil había resultado ser a su causa.

Claudio levantó la cabeza y clavó su fría mirada en el hombre, que esperaba el permiso para hablar con sosegada quietud, aunque escondiera una gran impaciencia bajo sus oscuros ojos.

Habla –dijo Glaber finalmente.

Ashur asintió adelantándose dos pasos hasta quedar a la altura del Pretor, mirándole tranquilamente mientras se rascaba la mejilla ahora libre de cualquier rastro de barba, intentando sonar casual.

¿No habéis considerado la posibilidad de usar a vuestra esposa como cebo, tal vez? –inquirió Ashur lanzando al aire la semilla de una idea, atrayendo su atención –su vida es un reclamo preciado para los rebeldes, para Spartacus en especial… robar la vida de la esposa del hombre que le quitó a la suya…

Eres una serpiente, Sirio –sonrió Glaber fríamente –ese puto Tracio no dudaría en hacer lo que sugieres, y me da igual la vida de mi esposa, pero no voy a arriesgar a mi heredero ni mi posición en el senado.

Ashur iba a responder, sin embargo antes de que las palabras salieran de su boca, fue interrumpido con la entrada de alguien más.

Unos pasos suaves y calmados se acercaron, pasando de largo a Ashur y dirigiéndose hacia el centro de la habitación, donde Claudio se encontraba con una copa de vino en la mano que acababa de coger de la mesita tras el, junto a la mesa de los mapas. Lucrecia se detuvo a su lado, mirándolo con intensidad y una sonrisa misteriosa y altanera en la cara, brillando con el conocimiento que la Domina de esa casa conocía tan bien, atrayendo la atención del Pretor directamente sobre ella.

Sabia decisión –dijo ella suavemente, pero con firmeza –los Dioses la favorecen.

Claudio bebió lentamente de su copa antes de posarla en la mesa tras él, acercándose a la mujer, que mantenía su posición esperando.

Y yo veré sus bendiciones –asintió él finalmente, sin apartar sus ojos de ella.

Ashur pasó sus ojos del hombre a Lucrecia, y de ella a él respectivamente, tensando y destensando la mandíbula al ver las intenciones de la antigua Domina, luego tendrían que hablar de eso… y su polla encontraría el camino para apaciguar esos aires que comenzaban a surgir de nuevo en ella, desafiándolo.

Si Lucrecia lo notó no dijo nada, así que Ashur hablo finalmente, esperando las intenciones del Pretor, deseando salir de allí y desahogar su ira en alguien más.

¿Cuáles son sus ordenes, Pretor? –dijo finalmente el Sirio.

Seguid con lo anteriormente ordenado –respondió Glaber sin mirarle –dejemos que las calles de Capua se inunden con la sangre de mierdas y rameras.

Ashur no respondió, esperando por si decía algo más, pero al parecer sus labios estaban sellados, su atención centrada sobre la mujer frente a él.

Dejanos –ordenó Glaber.

Pretor –asintió Ashur saliendo de la habitación.

Lucrecia una vez libre de la presencia del maldito Sirio, relajó visiblemente su postura, sonriendo ligeramente mientras se acercaba a la mesa de los mapas de forma casual. Claudio la rodeó por detrás, dando la vuelta a la mesa para quedar frente a ella, apoyando ambas manos sobre la mesa y clavando sus ojos azules oscuros en los de ella, claros y fríos.

Procura que Ilithyia no salga de sus alcobas –comenzó él –veré que ese niño nazca sano y salvo.

Las palabras parecieron contrariar a Lucrecia, que frunció ligeramente el ceño antes de borrar el rastro de esa duda de su rostro, para que él no la notara; demasiado tarde para su desgracia… si algo había que Glaber odiaba era que se le desafiara, y ella inconscientemente acababa de hacerlo, aún así ella comenzó, sin notar su molestia.

Disculpas –dijo Lucrecia, ganándose una mirada dura por su parte.

Habla con rapidez –dijo él irritado –otros asuntos reclaman mi atención.

Entonces ella se dio cuenta de que había perdido el buen humor del hombre, cosa que podría arruinar sus planes, así que avanzó intentando volver a ganar su favor con palabras suaves y sumisión.

Debemos hacer otro sacrificio a los Dioses –dijo Lucrecia avanzando hacia él suavemente –tenemos que honrar a Juno esta vez.

¿Con que propósito? –dudo Glaber.

Con el de ver que tu hijo nazca rebosante de vida y fuerzas –respondió ella tajantemente.

Los Dioses eran un asunto que preocupaba profundamente a ese hombre, y Lucrecia lo sabía bien; por eso no se sorprendió cuando él tardó en responder, mostrando la duda en su rostro y considerándolo seriamente, hasta que finalmente se vio la resolución reflejada en sus ojos.

Muy bien –asintió Glaber finalmente –pon voz a tus peticiones y velas cumplidas.

Ella asintió, comenzando.

Ilithyia y yo debemos ir al mercado a comprar las hierbas y los inciensos para el ritual –respondió Lucrecia con tranquilidad –nada debe fallar si deseamos que se culmine.

No –negó él duramente –mi mujer no abandonara estos muros –zanjó tajantemente.

Disculpas, pero es necesario –insistió Lucrecia mirándole con fijeza –ella es la mano que debe guiar a los Dioses, puesto que es quien porta a la criatura en su vientre…

Glaber expulsó el aire molesto, con la mandíbula tensa, pero finalmente cedió, sabiendo que no era buena opción desafiar los deseos de los Dioses, que hablaban por boca de Lucrecia.

Así sea pues –dijo Glaber –iréis escoltadas en todo momento por varios de mis hombres.

Ella asintió complacida, saliendo de la habitación con rapidez, adentrándose por los corredores que tan bien conocía en dirección a su alcoba, donde Ilithyia descansaba ansiosa por saber la respuesta que traería.

Los Dioses favorecían sus planes, que daban comienzo sin tardar.


Aún con los planes trazados y los augurios favorables a su causa, Lucrecia e Ilithyia tardaron casi un mes completo en poder salir de la casa con todo listo para la huida de Ilithyia sin levantar las sospechas del Pretor, que la tenía siempre custodiada y vigilada para que ninguna señal maligna de los Dioses llegara y algo malo le pasara, con lo que peligrara la vida de su tan ansiado hijo y heredero.

Asi que un mes máss tarde, ambas salían de la casa en dirección al mercado escoltadas por cuatro hombres de Glaber, todos armados y perfectamente preparados.

Ilithyia trataba de mostrar normalidad dentro de su nerviosismo, que se reflejaba en un ligero temblor de manos y un sudor frío en su cuello, que ella atribuía al calor bochornoso de Capua. Lucrecia la miró tensando la mandíbula, exasperándose. Si no se calmaba iba a echar a perder el plan, y eso era algo que no les convenía a ninguna de las dos, así que decidió intervenir y poner fin a sus temores.

Cogió de la mano a Ilithyia y habló a su oído como dos amigas que se cuentan una confidencia, para no ser escuchadas por los guardias.

Por la polla de Júpiter, calma tu espíritu y mantén las apariencias –dijo Lucrecia muy tensa y en voz baja –si nos descubren estamos muertas, así que tranquilízate.

Ilithyia trago saliva, asintiendo muy tensa, acariciando su abdomen distraídamente mientras andaba aferrada a la mano de Lucrecia.

Estaremos muertas igualmente si tu plan no sale bien –dijo igualmente en voz baja –no se como podré esquivar a los hombres…

Mientras hablaban, iban acercándose a las calles del mercado de Capua, por lo que a medida que la gente se iba haciendo mas abundante a su alrededor, a Lucrecia se le ocurrió una idea para librarse de los guardias molestos que las seguían sin perderlas de vista; y sonrió al ver que iba a ser mucho más sencillo de lo que había pensado en un primer momento.

Lentamente y sin soltar a Ilithyia de la mano, se acercó a un grupo de gente que había en una de las pequeñas plazas, junto a dos callejones que se cruzaban, y con una pequeña sonrisa para tranquilizar a Ilithyia, acercó sus labios a su oído, y habló con suavidad en voz baja.

Los Dioses han hablado enseñándome el camino –dijo Lucrecia enfatizando las ultimas palabras –cuando la gente distraiga a los guardias de tu esposo, guía tus pasos entre las sombras de aquel callejón y dirige tu camino hasta los rebeldes…

El pánico atenazó a Ilithyia, haciendo que sujetara el brazo de Lucrecia con más fuerza.

No se si podré… –dijo, respirando mas agitadamente.

Podrás –respondió Lucrecia, zanjando la conversación con un rápido beso en sus labios para callarla.

Entonces, sin previo aviso Lucrecia avanzó hacia la multitud de forma reverencial, y en cuanto estos repararon en ella, comenzaron a agitarse pidiendo ser bendecidos por el Oráculo de Capua arremolinándose entre ellas formando lentamente una multitud. Lucrecia contribuyó a que la multitud creciera haciendo mas esperpénticas sus alabanzas, rogando a Júpiter y bendiciéndoles a todos con una ramita de laurel, agradeciendo a los Dioses…

Antes de que se dieran cuenta, media plaza estaba rodeándolas, y los guardias se habían alejado poco a poco, intentando mantener el orden entre los ciudadanos para que no causaran disturbios; sin embargo no podían hacer nada contra la creciente masa que se acercaba y pedía ser bendecida por Lucrecia, momento que esta aprovechó para hacerle una señal a Ilithyia, no fue más que un pequeño asentimiento, pero ella lo entendió, respondiendo al asentimiento con otro igual, rogando por fuerzas.

Lentamente fue retrocediendo entre la multitud sin importarle que la golpearan en el hombro al pasar, o que la empujaran, solo quería salir de allí sin tardar más, así que en cuanto se vio libre de la multitud que la rodeaba echó a correr por el callejón, perdiéndose entre las calles y saliendo de la ciudad de Capua en dirección a los bosques, donde los rebeldes estaban.

No hacía falta decir la cantidad de sufrimientos que pasó hasta encontrarlos.

Intentó llegar hasta el templo, perdiéndose entre los árboles irremediablemente… la chica trató de recordar el camino por el que había venido después de haber sido secuestrada por ese salvaje de Gannicus; o incluso de cuando la había llevado a caballo… pero ningún recuerdo venía a su cabeza. Estaba en blanco, desesperada, cansada y humillada. Sin embargo el saber que necesitaba llegar hasta ellos para salvar la vida del niño que esperaba le daba fuerzas para seguir andado, por perdida que se encontrara. Así que caminó hasta que ya no pudo más. Después, cuando finalmente tras horas desdichadas de búsqueda sin éxito, cuando ya la noche estaba oscura y sus piernas se negaban a caminar, encontró el destruido templo, vacío y abandonado.

En ese momento pensó que moriría allí, sola y perdida…

Sin embargo los Dioses no deseaban su muerte todavía; ya que al día siguiente, tras vagar sin rumbo por la ladera de la montaña, se desmayó por la falta de agua, y al despertar se encontró entre ellos, tendida sobre unas pieles en algún lugar del campamento de los rebeldes.

Ilithyia nunca sabría que sucedió, ni como llegó hasta ellos ni quien fue el que la encontró; y sin embargo ahí estaba…


Habían pasado ya cinco interminables días desde que había llegado, y solo ahora comenzaba a ser consciente de donde estaba y de cómo sería su vida a partir de ese momento, ahora que por fin había comprendido y había salido del horror y trance iniciales.

Ilithyia trago saliva terminando de ajustar la falda sobre su cuerpo atando los lazos que ataban la mugrosa prenda, horrorizada de su aspecto, humillada.

Finalmente había terminado de aceptar mentalmente que si era necesario para sobrevivir el vestir ese vestido de harapos lo haría, si con ello se ganaba el favor de algunos de los rebeldes, o al menos ya que no obtendría su simpatía, no provocarles la visión de odio y desprecio que habitualmente brillaba en sus ojos cuando la miraban.

El vestido, si es que podía llamarse así a ese revoltijo de telas mal cosidas, eran de un color azul pálido, cosidas con retales de tela morada rojiza de otro material, dándole un aspecto muy inferior al que habían tenido sus propias esclavas personales, Thessela y Amana, ambas crucificadas por su esposo. Al menos ella había tenido la decencia de darles un vestido de tela suave y sedosa, digna de las esclavas de una familia noble romana… y sin embargo ella, la hija de un senador, estaba vestida con cuatro harapos.

Suspiró tristemente, intentando alejar el recuerdo de los gritos de Thessela cuando la clavaron en la cruz, añoraba su presencia demasiado; casi la consideraba incluso su consuelo, alguien en quien confiar…

Avanzó lentamente entre la tierra llena de hojas secas que crujían bajo su paso, y poco a poco se acercó al núcleo del campamento provisional de los rebeldes, es decir el simple lugar en el bosque donde hacían un alto para descansar mientras comían y dormían antes de continuar con la huida hacia otro lugar seguro donde establecer una base, después de la destrucción del templo Griego del Vesubio.

Los esclavos la miraban inevitablemente, algunos con incredulidad por su nueva indumentaria, otros aún con repulsión, otros aunque ya no la escupían como hubieran hecho de no ser por la orden de Spartacus de dejarla tranquila, clavaban sus miradas afiladamente asesinas en ella… pero Ilithyia los ignoró, caminando con lentitud y dignidad, con una mano apoyada en su vientre camino hacia la hoguera que había en el centro del claro, sentándose en uno de las rocas que había esparcidas por allí.

La joven perdió sus claros ojos azules en las llamas de la hoguera, que bailaban mas brillantes a medida que la tarde avanzaba y el sol se ponía por el horizonte; sin ver al grupo que había frente a ella unos pasos más allá entre los árboles, hablando sin reparar en su presencia, hasta que alzó la mirada y los vio, sobresaltándose.

Spartacus estaba de brazos cruzados hablando en voz baja con tres hombres, uno de ellos era Crixus, otro era el chico que la había ayudado antes, cuyo nombre desconocía aún, y a su lado otro que también era gladiador de la casa de Batiatus… Agron, si su memoria no le fallaba. Tras ellos había dos mujeres, una de ellas era la antigua esclava personal de Lucrecia, la chica de piel oscura… ¿Naevia? y a su lado, la maldita esclava que había intentado matarla y golpearla ya dos veces, Mira, que parecía enfadada aún.

No habían notado que ella estaba allí, tal vez debido a su cambio de vestuario, hasta que el chico que la ayudó dirigió la mirada en su dirección, encontrándose con la suya ligeramente sorprendido, diciendo algo que hizo que los demás se volvieran de golpe a mirarla.

Spartacus dijo algo más volviéndose de nuevo hacia ellos y después asintió hacia Crixus, confirmándole algo con un asentimiento ligero de cabeza; finalmente dio un toque amistoso en el antebrazo del tal Agron que respondió igualmente con un asentimiento, y finalmente se giró en su dirección, clavando sus ojos azul intensos en ella, haciendo que tragara saliva nerviosa al ver que dirigía sus pasos hacia ahí.

Finalmente llegó a su altura, deteniéndose frente a ella.

Ilithyia le miró alzando la cabeza para centrarse en sus ojos, aun con la mano sobre su vientre, mas abultado cada día.

−Algo necesario… el verme así –dijo Ilithyia suavemente, rompiendo el silencio entre ellos − ¿no lo crees?

Él no respondió rápidamente, pensando antes de dejarla oír su voz. No la miró al responder.

−Algo que debías hacer para seguir aquí –respondió Spartacus finalmente mirándola.

Ella clavó sus ojos claros en los del Tracio, aun sorprendida de que el hombre la dejara quedarse entre ellos después de todo lo que había pasado con su esposo, asesinado por sus manos, y causante de toda esa revuelta en la que se encontraba metida ahora… maldijo el momento en que Claudio robó a la mujer, arruinándolo irremediablemente.

Spartacus al ver que ella no respondería, sumida en sus pensamientos como estaba, habló de nuevo.

−Nasir me ha contado lo que ha sucedido antes con Mira –dijo sin despegar sus ojos azules de los suyos –no pasará de nuevo, tienes mi palabra.

Ilithyia le miró interrogante sin saber a quien se refería, hasta que cayó en la cuenta de que hablaba del chico que la había ayudado, dirigiendo su mirada hasta donde estaba ahora, hablando con Naevia mientras hacían algo con unas astillas de madera… así que se llamaba Nasir; lo recordaría.

Sin embargo volvió su mirada rápidamente hacia Spartacus al caer en las últimas palabras del Tracio. ¿Qué le daba su palabra? ¿acaso iba a… protegerla? le miró atónita, con la confusión brillando en sus ojos.

− ¿Por qué? –inquirió ella, frunciendo el ceño ligeramente.

Spartacus la miró interrogante, esperando a que ella se explicara.

− ¿Por qué me ayudas? –repitió ella entonces, contrariada y cansada –podrías matarme en este momento y librarte del problema… ¿por qué muestras clemencia ahora?

Finalmente el hombre lo entendió, y apartó la mirada bruscamente de ella, clavándola en el suelo.

Ilithyia observó como mantenía los ojos fuertemente cerrados unos instantes, con la mandíbula tensa antes de acuclillarse frente a ella para quedar a su altura y responder.

−Quitarte la vida no me devolverá la mía –respondió Spartacus finalmente.

Y con esas palabras volvió a clavar la mirada en el suelo, jugueteando con las ramitas y hierbajos que había entre el suelo del bosque, quedándose con uno y moviéndolo distraídamente entre sus dedos.

Ilithyia sin embargo no podía apartar la mirada de él, confusa y con la sombra de una molestia naciendo en su pecho… al parecer ese hombre no era muy distinto a Claudio, conservando su vida solo por el hijo que llevaba en su vientre, sin importarle la mujer que lo llevaba… le molestó, inexplicablemente, su orgullo herido.

− ¿Tu hijo es entonces…? –comenzó Ilithyia.

Spartacus entendió la pregunta en el acto interrumpiéndola irritado, poniéndose en pie de nuevo, enfadado.

− ¡No es por ese niño! –exclamó molesto, arrojando la ramita que tenia en la mano al suelo –no dudo de la verdad en tus palabras, yo también tengo esa noche grabada como una herida, ni tampoco de que lleves dentro el hijo que debería haber tenido con mi esposa… pero no le quitare la vida ni manchare mis manos con tu sangre, no soy como tu.

Ilithyia le miró sorprendida por el repentino arrebato, y más molesta por la respuesta en si.

No soy como tu, No soy como tu, No soy como tu…

Sus palabras a su esposo ahora muerto habían sido ciertas, tal vez si que era un monstruo, y ese Tracio no dejaría de recordárselo… no, Lucrecia se equivocaba, ni la sombra de la familia que pudiera llegar a tener por la que había perdido podía hacer que ese hombre sintiera afecto por ella, la odiaba demasiado.

¿Verdad?

Sus palabras la sacaron de su ensoñación, volviendo a mirarle de nuevo, observando que el tenía la mirada fija en ella, pero parecía totalmente neutral ahora, sin sombra de ira en él.

−Descansa ahora y repón las fuerzas –dijo Spartacus –al alba continuaremos hasta llegar a las montañas… es un camino duro, y las necesitarás.

Y con esas palabras la dejó y se alejó rodeando la hoguera, perdiéndose entre los árboles.

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Hasta aquí llegó el capitulo 1 ¿Qué os ha parecido? mas y mejor la proxima semana!

Siendo sincera, habiendo tan pocos fics del Fandum de Spartacus en Español, sentí la necesidad de compartir con vosotros mi historia, lo que me gustaría que hubiera pasado si el capitulo 10 de Vengeance no se hubiera limpiado a tantos personajes buenos de un plumazo…

Vamos chicos, hagamos que esta seccion maravillosa crezca! Y que mejor que hacerlo con una historia Sparlithyia, pareja sexy y carismatica al 100%!

Me dejais vuestra opinión o critica? Si es asi, el boton de review es vuestro amigo, os lo aseguro! XDD