One-Shot

Como dios de la noche, era su deber siempre traer consigo la oscuridad del cielo para que la gente a quienes adoraba pudiera descansar y empezar un nuevo día acompañado del dios del sol. Solo hace esto por amor a los seres humanos. Pero esa noche, luego de que su amado dios guerrero salió a la batalla contra aquel mortal que los desafió, no ha regresado…

Cuando fue dada a conocer la muerte del dios de la guerra, su amado, a quien entregó su alma, su vida, su corazón y cuerpo entero. Quedó vacío, Kageyama Tobio murió, como un bale de agua helada cayó en su tristeza. Quería devuelta a ese dios con el que compartió una infinidad de memorias, recuerdos que ahora solo permanecerán en su mente.

Sus noches se vieron más apagadas, las estrellas que había creado comenzaban a fallecer, aunque aún podía hacer más para su cielo, ya no tendrían ese sentimiento como cuando creaba esos pequeños regalos para él. Ahora solo quedaban pequeños fragmentos de lo que fue su amor...


...

"¿Por qué siempre creas estrellas"? — un recuerdo le invadió durante esa noche.

"Porque cuando al crearlas me recuerdan a tus ojos, bellos diamante azules, que solo yo puedo admirar"

"¿Qué hay de las demás?, también son bonitas"

"Aunque lo son… Siento que no son tan perfectas como lo son estas ahora."

"Pero las estrellas amarillas, parecen como el dorado de mi armadura, y las rojas son como mi capa. ¿Qué tiene de malo?"

"Son enanas amarillas, ya están en su punto máximo, grandes y luminosas. Son estrellas jóvenes aún. Las rojas... Es porque ya no les queda mucho tiempo para vivir, en unos cuantos eones más fallecerán. Hasta las estrellas mueren, las únicas que pueden prevalecer después de la muerte son las enanas blancas… No tienen color, solo el blanco puro y permanecen ahí vagando"

"Me gustaría ser una estrella, así, me gustaría poder permanecer a tu lado incluso si me convierto en una enana blanca"

"No hay necesidad de ello, somos dioses. No podemos morir, siempre estarás conmigo sin importar que..."

"… Kei. Mañana deberé irme a mi puesto. Ese mortal nos declaró la guerra y no quiero que vaya por ti, lo que no quiero es que te haga daño"

"Solo promete que regresarás a salvo. Tampoco quiero que te hagan daño, no puedo imaginarme la eternidad sin ti... Quiero que permanezcas aquí, junto a mí."

"Kei..."

"Te amo. Tobio"

"También te amo. Kei"


...

Cuan equivocado estaba al decir que un dios era inmortal. Kageyama ya no estaba, sus demás amigos dioses no regresarían tampoco, ahora quedó él como el superviviente de todos ellos.

— ¿Por qué? — decía el dios de la noche. La frustración al ver que aquel humano solo se quedaba parado frente suyo sin siquiera mover un musculo, mientras que él ya estaba de rodillas esperando su castigo — Solo mátame humano, has asesinado a sangre fría a todos mis hermanos dioses, mataste a todo ser del inframundo y has asesinado a nuestro creador, asesinaste a mi amado.

El dios levantó su mirada hacia el humano, una mirada que no sabría reconocer, solo le observa con detenimiento:

— Entonces… ¿Por qué no solo me matas? Así todo terminará…

— No… — Eso escuchó del mortal — No voy a hacerlo.

— ¿¡Pero porqué!? ¡Haz asesinado a todos por igual entonces hazlo también conmigo! ¡Te lo imploro humano!... — el dios solo se agachó viendo al suelo — ¡Acaba conmigo!

— No — Volvió a escuchar — Aunque ahora todo es un caos, el cielo es lo que permanecerá.

— ¡Este cielo ya no es necesario si solo hay oscuridad, solo máteme! Por favor… Quiero reunirme con él. — Implora nuevamente el dios nocturno casi al borde de las lágrimas. No escuchó siquiera una respuesta del mortal, solo escuchaba los pasos alejarse de su persona, Tsukishima rogo por su muerte, una y otra vez gritando que le matase.

Pero todo fue en vano. Ahora estaba solo…

Pasaron muchos años para que el mundo volviera a estabilizarse, entrando en una nueva era, curiosamente el cielo volvió a resplandecer con un nuevo sol, la vida se iba restaurando, como ríos, lagos, mares, flora y fauna. Todo prevaleció. La humanidad también de poco en poco comenzaba a restaurarse por lo tanto cabía la posibilidad de que sus amigos dioses pudieran reencarnar como dijo su creador y tenía la posibilidad de encontrarle también.

Así comenzó con su búsqueda por los demás dioses, transformándose en humano para bajar al mundo terrenal sin asustar a la gente. Viajando de un lado a otro, buscando en cada rincón de los pequeños pueblos que encontraba, poniendo atención a cada persona que se cruzaba buscando rasgos parecidos, características de ellos. Encontró algunos seres del inframundo viviendo como civiles, otros como Yamaguchi o Akaashi también fueron encontrados con rapidez… No recuerdan nada de lo sucedido hace tanto tiempo, pero seguían teniendo el mismo carácter.

Al llegar la oscuridad en el cielo, indicando la llegada de la noche, Tsukishima caminaba por un bosque, la iluminación era muy poca pero no le molestaba. Se veía muy hermoso. Su caminata dio hasta un pequeño río, algunas criaturas bebían de este, he de suponer que eran criaturas nocturnas como él, las luces de las luciérnagas hacían de este lugar todavía más hermoso. Se fijó que a lo lejos del río, un grupo de luciérnagas se juntaba en un punto, afuera del bosque… Se preguntaba que había ahí, decide investigar, transformándose nuevamente en el dios que era, dejando a la vista sus ropajes oscuros, joyas y apariencia. Al llegar, una brisa taciturna le recorría por las mejillas, el pasto por sus pies le hacían sentir unas cuantas cosquillas, las pequeñas flores azules que habitaban en ese lugar se mecían suavemente… Un lugar tan pacifico. Dio unos cuantos pasos acercándose con lentitud hacia donde estaban las criaturas luminosas, cuando notaron su presencia, esta se apartaron y se fueron de vuelta al bosque. ¿Qué había de especial en este punto?

Un último paso, sintiendo un frio metal, miró hacia abajo dándose cuenta del objeto. Al levantarla, sus ojos se abrieron en sorpresa y se olvidó de respirar por un instante, esta espada… Le pertenecía a él. Era la espada de Tobio.

La luna dejó de emitir luz, solo dejando paso a sus estrellas. La tristeza de Tsukishima Kei era lo único que se reflejaba en su cielo. Tocando con delicadeza el arma que una vez sostuvo su amado, abrazándola con fuerza, dejando que las lágrimas emergieran y con voz suave musitó:

"Te amo, Tobio."

Ante de soltarse en llanto, el cielo se iluminó de varias estrellas que pasaban veloces por este, una tras otra, no se detenían, un montón de estrellas fugaces en el cielo, estrellas que demostraban el llanto del dios nocturno en su lamento, el lamento de la pérdida de su ser amado.

Durante el paso de los siglos, la gente empezaron a llamarlas "lluvia de estrellas", a veces oía a los ancianos contar a los más jóvenes sobre una historia de amor entre dos dioses, un dios que se enamoró de una humana, que una diosa se enamoró de un ser del inframundo, que ambos eran dioses y ambos estaban enamorados… Ya no le importaba como es la versión que dieran de todas formas todos creían que es sólo eso. Una historia. Una historia ficticia para el entretenimiento.

Como el inmortal que era, continuó con esta fachada, mezclarse entre la gente como un mortal también, pasando así los días, logró encontrar a las demás reencarnaciones de sus antiguos amigos en el olimpo, no recuerden su vida anterior como esperaba, pero siguen conservando aquella esencia que los caracterizaba. Sin embargo, seguía sin encontrar rastro de su ser amado. Ha buscado en cada rincón del planeta, todo lugar donde alcanzara y no había nada.

Al final se había rendido, estaba seguro que no iba a reencarnar nunca o encontrarlo jamás, al menos todavía tiene sus hermanos del olimpo. Le harán compañía en sus próximas vidas.


Una tarde, sus compañeros estaban enfocados en la práctica de voleibol. El día era algo caluroso, y era algo molesto pues no le gustaba tener esa sensación pegajosa en su piel mientras esté transformado en mortal, de pronto Daichi, el capitán del equipo pidió descanso para que el entrenador diera un aviso importante. Un nuevo integrante:

Kei, ya había perdido esperanza en que sea él. Simplemente no quiere que eso se le cruce por la cabeza.

— Muy bien, el apenas acaba de transferirse. Así que por favor sean amables con él — El rubio ni quería mirar, le importaba poco quien fuera. No sería el…

— Soy Kageyama Tobio, tengo 16 años. Vengo de la escuela, Kitagawa Daiichi. Ocupo la posición de Armador — Kei abrió los ojos ante ese nombre, incluso en la voz era tan parecida, debía de serlo. Necesitaba verlo. Confirmarlo el mismo. Al voltearse para verlo, casi se desmayaba.

Presenciando primeramente aquellos ojos que creía olvidados, el cabello negro, sedoso y piel tersa, bronceada, que con solo darle una mirada ya estabas bajo sus pies. Al cruzarse las miradas de ambos el tiempo se detuvo, como si fuera un espejismo lo que estaba frente a ellos. El silencio era de menos en ese momento Tobio, abrió sus ojos levemente. Podría ser que...

— Kei... — dijo él más bajo con el mismo tono en que lo solía llamar, definitivamente debe serlo.

— Tobio... — Habló con dificultad pronunciar su nombre. Se acercaron a paso lento y parecía todo tan irreal, estar frente a frente una vez más, el de cabello oscuro coloca sus manos a las mejillas del rubio, un toque tan añorado, arrancándole un débil suspiro al rubio.

— Por fin te encontré. Mi amado dios de la noche… — dijo el azabache con genuina felicidad.

— Te he estado buscando durante siglos, me había rendido hace años, justamente ahora apareces frente a mi… Es cruel de tu parte… mi dios de la guerra — dicho esto. Los cuerpos se abrazaron con fuerza, la sensación de nostalgia y alegría, los demás integrantes del equipo (incluyendo a las managers y el entrenador) quedaron atónitos ante lo que sus ojos mostraban.

Un Tsukishima completamente diferente, abrazando a un desconocido (que francamente no lo es), llorando de felicidad y el otro correspondiéndole de la misma forma. Más pronto que tarde, ambos jóvenes se dan un beso enfrente de todos, haciendo todavía mayor la sorpresa, abriendo sus bocas de la impresión.

— Te extrañé tanto Kei — dijo él, entre lágrimas y sonrisas. El mencionado se encuentra de la misma forma, las lágrimas de ambos no pueden detenerse.

— No sabes cuánto lo hice yo — contestó el rubio, entre lágrimas y una sonrisa, besa los labios del contrario, disfrutando de aquellos labios que añoró volver a probar.

Días, meses, años, siglos, fue lo que estuvo buscando el dios de la noche hasta que ambos por fin se vuelven a encontrar.

Cuando llegó la noche cuando todos se iban a casa, se dieron cuenta que el cielo se veía más hermoso que nunca, las estrellas muestran un destello sin igual y la luna resplandece enormemente en el cielo luego miraron a la pareja. Tsukishima y el nuevo integrante, Kageyama sonreían como los enamorados que eran, en cómo se daban un nuevo beso bajo la luz de las estrellas y la luna, una sensación de nostalgia les llegó. Como si hubieran visto antes esa escena. ¿Un tipo de deja-vú? No lo saben con certeza pero les alegraba verlos juntos.

Esta noche, era la más hermosa de todas, Tsukishima Kei y Kageyama Tobio, volvieron a encontrarse.

-FIN-