Bueno, antes de nada quiero aclarar que esta historia no es mía. Es una traducción autorizada del FanFic de Foundations of Hope de Lilac Moon (más información en el disclaimer). La historia está acabada y bueno, si queréis podeis leer la original, o esperar a que yo publique mas capítulos traducidos.

Espero que os guste tanto como me gustó a mi y que la traducción esté bien para vuestro gusto.

Dadme vuetra opinión. Besos a todos.


Disclaimer: Esta historia no es mía, es una traducción de Foundations of Hope. fanfiction.net/s/4131632/1/Foundations_of_Hope de la escritora Lilac Moon fanfiction.net/u/107437/Lilac_Moon / Todo Star Wars pertenece a George Lucas.


Capítulo 1: Destiny Calls.

Un enorme destructor estelar se cernía sobre pequeño el buque de pasajeros disparándole. El rayo tractor del destructor estelar rodeó a la pequeña embarcación empujándola hasta la plataforma de embarque. A bordo de la pequeña nave, los rebeldes cogieron sus armas y se prepararon para el embarque que vendría. En un estrecho pasillo, una morena y bella joven, se arrodilló frente a su fiel astrodroide y le colocó un disco en su ranura. Se cubrió la cabeza con la capucha de su traje blanco y se escabulló. La puerta blindada se abrió de golpe. Las tropas de asalto la cruzaron, disparando contra los rebeldes. Una figura oscura les siguió con su larga capa ondeando tras sus pies. El rítmico sonido de su respiración dejo claro que esa imponente persona usaba un respirador para poder respirar.

- Encontrad los planos. Y arrestad a los comisarios. ¡Los quiero vivos! -rugió. Las tropas de asalto se desplegaron por los pasillos de la nave. La joven saltó fuera de una pequeña grieta y disparó contra los soldados Clon, dándoles a dos, antes de huir.

- Ahí hay una. ¡Prepararos para aturdirla! – dijo un soldado. Los otros le hicieron caso y dispararon contra la mujer que intentaba escapar, haciendo que cayese al suelo inconsciente – Va a estar bien. Informar a Lord Vader de que tenemos un prisionero – dijo un comandante.

C-3PO, un droide de protocolo dorado, seguía a un pequeño astrodroide por el pasillo.

- R2… R2, ¿A dónde vas? – dijo inquieto. R2 entró en un conducto que le llevó a una pequeña nave. Se giró hacia 3PO. - Dios mío, me voy a arrepentir de esto - se quejó 3PO. La nave de escape se soltó y navegó por el espacio. El personal de vigilancia Imperial no la destruyó, ya que no registró formas de vida en ella. La pequeña nave descendió al polvoriento y marrón planeta que estaba cerca.


- Lord Vader, los planos no están a bordo. Se han expulsado unas cuantas capsulas de escape, pero no registramos formas de vida dentro. – informó el teniente.

- Estoy seguro de que los escondió ahí. Envíe algunas tropas a recuperarlos. Cuando nuestra invitada despierte, tráiganmela. Esta vez nada nos detendrá. – dijo Vader.


- ¡Oh, qué superficie tan inestable! – se quejó 3PO. R2 chilló y se giró en respuesta. – No voy a ir por ahí. Ya nos has metido en demasiados problemas, pelota deforme cubierta de grasa – R2 hizo un ruido burlándose de él. – Muy bien, entonces tu vete por ahí. Yo cogeré este camino, y no intentes seguirme cuando estés en problemas– dijo 3PO mientras los dos cogían caminos separados. Ninguno de los dos se esperaba ser capturado por los Jawas y encontrarse en la nave, esperando para ser vendidos…


Un chico de 19 años llamado Anakin Skywalker, giró el destornillador con fuerza colocando en su lugar el último tornillo de la máquina de creación de humedad. La puerta del garaje se abrió.

- ¿Has terminado ya, chico? – le preguntó con brusquedad Cliegg Lars. Anakin asintió mirando a su padrastro.

- Sí señor - respondió.

- Bien, ahora sal de ahí. Los jawas están aquí – le dijo antes de salir. Anakin tiró al suelo el grasiento trapo que tenía en las manos. Odiaba a su padrastro y a su hermanastro. Los dos eran crueles con él aunque la verdad era que Beru aliviaba su día a día. Ella era como una hermana mayor para él desde que se conocieron cuando él tenía 9 años y ella 11 y lo cierto era que pronto se convertiría en su "verdadera hermana" ya que hacía tiempo que su familia había acordado con Cliegg que ella se casaría con Owen. Sintió lástima de ella, ya que Owen siempre ha había tratado como a la basura… Como deseaba salir de ese horrible lugar para así poder tener aventuras, aventuras increíbles entre las estrellas. Suspiró y salió del garaje.

Cliegg no siempre había sido así. Había sido muy agradable cuando los había liberado a él y a su madre cuando solo tenía 9 años. Shmi tampoco había sido su verdadera madre. No, lo habían dejado en la puerta de su casa y nadie tenía ni idea de quienes eran sus verdaderos padres. El amo de Shmi, Watto, en una rara muestra de amabilidad, le había permitido criarlo como si fuese suyo y la verdad era que ella siempre lo había querido de esa manera… Shmi murió de una enfermedad mortal cuando Anakin tenía trece años y desde entonces, Cliegg había estado muy enfadado. Owen se divertía atormentándole y burlándose de él. Adoraba provocarle hasta acabar metidos en una pelea en la que normalmente, ganaba Anakin y por lo que después, era castigado. Anakin sentía que de alguna manera, Cliegg le culpaba por la muerte de su madre, aunque no estaba muy seguro de que explicación podía tener para que él tuviese la culpa de su enfermedad. Muchas veces también había pensado que en realidad Cliegg nunca había querido adoptarlo pero que como Shmi no se quería ir sin él Cliegg se había visto obligado a comprar la libertad de Anakin para así poder tener a Shmi. La echaba mucho de menos, sobre todo porque ella era la única madre que había tenido. Echaba de menos sus palabras amables, la calidez de su abrazo y el reconfortante beso que le daba en la frente. El no pertenecía allí, a esa granja, lo sabía perfectamente. Quería irse, alejarse de ese planeta lo máximo posible, pero quería demasiado a su hermana mayor y no la iba a dejar atrás.

Mientras se acercaba al transporte de los jawas, se dio cuenta de que Cliegg ya había comprado un droide de protocolo dorado y un pequeño astrodroide azul y blanco. Cuando Anakin a penas era un niño había construido un droide de protocolo, pero se había visto obligado a dejarlo con Watto cuando su madre y él se habían ido a la granja de humedad. Él nunca le había puesto a su droide unas cubiertas de metal como las que este tenía. Por el aspecto que tenían sus revestimientos de oro, parecía que había pertenecido a alguien rico. El pequeño astrodroide también parecía haber sido construido con buenos materiales. Se preguntaba como dos droides tan buenos como esos habían llegado a las intranquilas manos de los Jawas. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la voz ronca de su padrastro.

- Limpia a estos droides y tenlos listos para trabajar mañana – ordenó Cliegg.

- ¿Por qué no puede hacerlo Owen? – Respondió Anakin – Iba a la estación de Toshi a buscar unos convertidores de potencia.

- ¡Porque yo te he dicho que lo hagas tú! ¡No te vas a ninguna parte! Vete, chico, a menos que quieras que saque el cinturón… - le amenazó Cliegg. Anakin le miró y apretó los dientes con rabia. Owen sonrió y pasó caminando a su lado, chocando con su hombro a propósito.

- Eso mismo, escoria de esclavo, vuelve a tus tareas – se burló Owen. Anakin se moría de ganas por pegarle un puñetazo en la cara pero por su propio bien, sorprendentemente, controló su genio. La última vez que había perdido los estribos con Owen, Cliegg lo había castigado con unos buenos golpes en las nalgas. Le había dolido sentarse durante casi un mes pero Owen se había quedado con un ojo negro, la nariz rota, y un labio partido. Se lo merecía.

- ¿Cuándo piensas empezar, muchacho? – le preguntó Cliegg.

- Venga, vamos – les dijo Anakin a los droides mientras los llevaba al garaje.

- Como sigas siendo un altanero conmigo, volverás a sentir mi cinturón en tu asquerosa piel – le advirtió Cliegg. Anakin jamás había odiado tanto a nadie como a Owen y a Cliegg.


Las tropas de asalto rodearon a la joven, la cual estaba vestida con un uniforme de combate negro con bordados en plata en las mangas, mientras que la llevaban a la habitación principal de la estación espacial.

- Solo Darth Vader puede ser tan atrevido. El senado imperial no se quedará quieto ante esto – replicó la joven.

- No se haga la sorprendida, alteza. Esta vez no era una misión misericordiosa – le reprendió Vader.

- No sé de qué me estáis hablando. Era una misión diplomática a Alderaan – argumentó la princesa.

- No soy tonto, princesa Padmé. Vos sois parte de la Alianza Rebelde, una traidora. ¡Lleváosla! - ordenó mientras la llevaban a la celda.


Anakin irrumpió en el garaje y cerró los puños, fuertemente, sobre su mesa de trabajo mientras echaba pestes de su padrastro.

- Oh, ¿hay algo que pueda hacer por usted, señor? – preguntó 3PO.

- ¿Eh? Oh no, 3PO. Y llámame Anakin – le respondió.

- Por supuesto, señor Anakin – le respondió 3PO. Anakin se rió entre dientes.

- No, sólo Anakin. Ahora voy a limpiar a R2 y después te daré un baño de aceite – le dijo Anakin.

- Muy bien, amo Anakin – le respondió 3PO. Anakin suspiró y decidió que no malgastaría energía en discutir con él. Empezó a limpiar al pequeño droide.

- Tienes algo atascado aquí, amiguito – dijo Anakin. De repente, la palanca que tenía en la ranura de R2, hizo que empezase una grabación.

- Ayúdame, Conde Dooku... eres mi única esperanza.

Mientras la grabación se repetía, Anakin contempló, con admiración, el holograma de la mujer más hermosa que jamás había visto.

- ¿Quién es ella? Es hermosa… - dijo Anakin asombrado. R2 giró.

- ¿Quien era? – le regañó 3PO a R2 mientras le golpeaba en la cabeza con forma de cúpula del droide. – El amo Anakin te ha hecho una pregunta, tienes que responderle.

- Ayúdame, Conde Dooku... eres mi única esperanza.

- Es como un ángel – dijo Anakin completamente absorto en la chica. R2 cortó la transferencia y Anakin le miró. – Tráela de vuelta – le dijo Anakin. R2 giró y 3PO golpeó con su brazo la cabeza de R2.

- ¿Traer de vuelta el que? Lo sabes perfectamente, pequeño alborotador. – le regañó 3PO.

- ¿Sabes quién es ese Conde Dooku? – le preguntó Anakin. R2 pitó y giró.

- Me temo que no, señor. Pero él dice que es propiedad del Conde Dooku de Serenno – le respondió 3PO.

- Dooku… Me preguntó si se referirá al viejo Yan. – dijo Anakin.

- Disculpe, señor. ¿Sabe de quién está hablando? – le preguntó 3PO.

- ¿Eh? Bueno, no conozco a ningún Conde Dooku, pero el viejo Yan vive más allá del Mar de Dunas. Es una especie de viejo ermitaño, un tanto extraño – dijo Anakin.

- Ani – le llamó Beru.

- Estoy aquí, Ru. – le respondió. La guapa rubia, a quien consideraba su hermana mayor, entró.

- Mírate. Por lo que veo, vuelves a estar sucio, hermanito – fingió regañarle pero, su sonrisa le delató.

- Ya me conoces – le respondió él.

- Lo hago. Vete a lavarte para la cena. – le dijo ella mientras lo guiaba al interior de la casa.


- ¿Has limpiado ya a esos dos droides? – preguntó Cliegg cuando entró en el comedor.

- Casi. Terminaré con ellos después de la cena – le respondió Anakin mientras se sentaba. Pensó contarles lo de la grabación, pero rápidamente decidió que era mejor no hacerlo.

- Oye, pásame más leche – ordenó Owen a Beru. Anakin le miró, pero la mano de Beru sobre su pierna le impidió reaccionar. A Beru no le gustaban las peleas, y tampoco le gustaba verlo castigado. Owen vivía para hacer que Anakin perdiese los estribos. Anakin terminó rápidamente de comer y se dirigió al garaje. Encendió las luces y 3PO tropezó detrás de su mesa de trabajo.

- Lo siento mucho, señor. Traté de detenerle, pero él siguió pensando en su misión - dijo 3PO.

- ¡Se ha ido! - exclamó Anakin, mientras se pasaba la mano por el pelo.

- Siempre ha sido un poco rebelde – dijo 3PO. Anakin cogió su escáner de visión nocturna, salió corriendo del garaje y buscó cualquier rastro del pequeño droide por el oscuro desierto.

- ¿Iremos tras él, señor? – preguntó 3PO.

- Es muy peligroso con todos los moradores de las arenas por ahí. Tendremos que esperar hasta mañana – le respondió Anakin – Si Cliegg se entera estoy muerto – masculló Anakin mientras entraba de nuevo en el garaje.

- Ani… nos estamos preparando para poder cerrar la electricidad. ¿Vienes? – le preguntó Beru. Se volvió hacia ella y fue entonces cuando pudo ver el miedo en sus ojos. - ¿Qué pasa? – le preguntó.

- Cliegg me va a matar. Desactivé el botón de restricción del astrodroide para limpiarlo y mientras comía, se escapó – gritó Anakin.

- Bien, bien, cálmate. Escúchame, mañana nos despertamos temprano y vamos a buscarlo. Lo encontraremos y después, volveremos antes de que se enteren.

- No quiero meterte en esto… - respondió.

- Demasiado tarde, hermanito. Vamos, vamos a descansar un poco, mañana nos espera un día largo – dijo Beru mientras conducía a Anakin al interior de la casa.


Habían llevado a la princesa Padmé a la sala principal del arma masiva del emperador, La Estrella de la Muerte, cuando había llegado. Grand Moff Wilhuff Tarkin sonrió con su llegada.

- Gobernador Tarkin, debí suponer que era usted el que sostenía la correa de Vade. Pude oler su hedor cuando me trajeron aquí. – escupió Padmé. Tarkin se rió entre dientes.

- Por lo que veo sigue tan encantadora como siempre – dijo Tarkin – Díganos donde está la base rebelde – exigió.

- No sé de qué me está hablando. Iba a una misión diplomática a Alderaan – insistió. Tarkin la interrumpió cogiéndole la barbilla con la mano. Ella se encogió suavemente.

- Estoy harto de su falta de cooperación. Lleváosla – gruñó.

- Aún puede sernos útil – dijo Vader.

- Nunca nos dirá nada. Programaré su ejecución – ordenó Tarkin.

- Déjame ver si puedo usar otro tipo de persuasión. Todavía podemos llegar a un acuerdo – dijo Vader mientras empezaba a preparar su plan.


El speeder planeaba por la arenosa superficie del planeta. El pelo de Anakin, de un rubio parecido al color de la arena y que le llegaba hasta los hombros, se movía con el viento junto con el largo pelo rubio de Beru mientras conducían velozmente por el desierto. Era muy temprano y el sol empezaba a salir.

- Gracias por ayudarme, Ru - dijo Anakin.

- No tienes que darme las gracias, Ani. Para eso estamos las hermanas mayores – le respondió mientras le palmeaba el hombro. Unas pocas horas después llegaron a los desiertos de Jundland. R2 había llegado muy lejos durante la noche, pero Anakin había conseguido detectarlo en el escáner.

- Esta ahí – dijo Anakin mientras frenaba el speeder para después aparcarlo en una zona rocosa. El y Beru se bajaron y corrieron la pequeña distancia que los separaba del pequeño droide. – Nos has causado un montón de problemas, pequeño – le reganó Anakin.

- Si, tenemos que volver antes de que se den cuenta de que nos hemos ido – dijo Beru. De repente, R2 empezó a darle patadas a Anakin en sus piernas y a girar con nerviosismo.

- ¿Y ahora qué? – preguntó Anakin.

- Señor, dice que hay varias figuras aproximándose por el Oeste – tradujo 3PO y de repente, escucharon una distante y primitiva llamada de la gente de las arenas.

- Moradores de las arenas… perfecto – Anakin hizo una mueca mientras cogía su escáner óptico y empezaba a escalar hasta la cima de una roca alta.

- ¡Ani, ten cuidado! – le dijo Beru. Anakin colocó el escáner ante sus ojos y observó el terreno que tenía ante él.

- No veo nada – dijo hasta que se encontró con unos pocos Banthas. – Espera un momento, hay uno de ellos – dijo él, mientras que de repente su visión se tornaba borrosa. Una primitiva llamada le sorprendió mientras que un morador de las arenas le arrinconaba, levantando su bastón Gaffi encima de su cabeza de forma amenazante. El salvaje golpeó a Anakin en la espalda y bajó el arma. Anakin consiguió escaparse, esquivando varios golpes, antes de darse con una roca en la cabeza.

- ¡Anakin! – gritó Beru con terror mientras el morador de las arenas se preparaba para matar a su inconsciente víctima, pero de repente se detuvo al escuchar la llamada de un animal extraño. El morador de las arenas se escapó y Beru corrió al lado de Anakin mientras que un hombre que llevaba una capa larga y negra se acercaba en silencio. Beru, asustada por la figura, empezó a sacudir a Anakin para tratar de despertarlo.

- No tengas miedo – dijo su voz mientras se bajaba la capucha, revelando el curtido rostro de un hombre de mediana edad con el pelo blanco y gris, bigote y barba del mismo color y amenazantes ojos marrones. Beru observó al hombre arrodillarse y poner una mano sobre la frente de Anakin pareciendo concentrado.

- Estará bien. Tan solo fue un golpe en la cabeza. – le aseguró el hombre. Anakin se quejó mientras abría los ojos y parpadeaba para enfocar su visión.

- ¿Yan? – preguntó Anakin.

- Bueno, parece que estarás bien – dijo Yan mientras le ayudaba a sentarse. – Ahora dime, joven Anakin, ¿Qué os ha traído hasta aquí?

- Este pequeño droide. Dice que es propiedad de un tal Conde Dooku. ¿Sabe de quién está hablando? – preguntó Anakin.

- Conde Dooku… Conde Dooku. Ese es un nombre que no había escuchado por mucho tiempo… mucho tiempo – dijo Yan con nostalgia.

- ¿Lo conoce? – le preguntó Anakin.

- Por supuesto que lo conozco. Soy yo. No he usado el nombre de Conde Dooku desde antes de que tú nacieras. – dijo él.

- Entonces este droide es suyo – dijo Anakin.

- No recuerdo haber tenido un droide antes. Muy interesante… - dijo Dooku antes de que escuchasen de nuevo el grito de los moradores de las arenas. – Los moradores de las arenas no son fáciles de asustar, volverán pronto y en mayor número. Sería mejor que entrásemos en mi casa. Venid.

- Oh no… 3PO – dijo Anakin con exasperación mientras se apresuraba en llegar al speeder solo para encontrar al droide desmontado.

- Oh, debí haber dado un mal paso – dijo mientras Anakin unía su cabeza con su torso. – Siga sin mí, amo Anakin. Estoy acabado.

- No, no lo estás, ¿qué tipo de respuesta es esa? – le advirtió Anakin mientras recogían las partes de 3PO y seguían a Yan por el camino de su casa.


- ¿Cuáles son los resultados? ¿Ha dicho algo sobre donde está la base rebelde? – preguntó Tarkin.

- Mostró una considerable resistencia a la prueba mental. No pudimos sacarle la información – le informó Vader.

- Puede que tenga otra forma de persuadirla… Poned rumbo al sistema de Alderaan – ordenó Tarkin a sus trabajadores.

- ¿Por qué no Naboo? Es su planeta de origen. – sugirió Vader.

- Naboo es completamente fiel al Imperio. La princesa Padmé fue desterrada por su traición, cuando se pronunció en contra del Imperio. Debería haber sido ejecutada, pero eso fue un error y ahora no estamos en condiciones de rectificarlo. Además, así también podremos eliminar a Organa – dijo maliciosamente Tarkin.


En la casa de Dooku, Anakin trabajó aplicadamente logrando unir de nuevo las piezas de 3PO.

- ¿Cómo es que se llama Conde Dooku? – le preguntó.

- Una vez fui el conde de Serenno, una importante posición con autoridad. Antes del imperio también era un caballero Jedi, junto a tu padre. – dijo Dooku. Anakin alzó la cabeza.

- ¿Usted conoció a mi padre… a mi verdadero padre? – preguntó Anakin con impaciencia. Yan asintió con la cabeza.

- Si, fue un caballero Jedi, como yo. Era un excelente piloto, un guerrero astuto y un buen amigo. He odio que tú también eres buen piloto – dijo Dooku. Anakin sonrió tímidamente. – Lo que me recuerda… - dijo mientras se levantaba arrastrando los pies y se acercaba a una vieja caja que se encontraba en uno de sus estantes perfectamente organizados – Le habría gustado que recibieses esto cuando fueses lo suficientemente mayor – dijo Yan mientras cogía un objeto cilíndrico de plata y se lo entregaba a Anakin. – El sable de luz de tu padre – dijo Yan en cuanto Anakin lo encendió haciendo que saliese una fina columna de luz de color esmeralda. – El arma de un caballero Jedi, para una época más civilizada – dijo Yan. Anakin apagó el sable laser al ver que Dooku empezaba a juguetear con los controles de R2.

- Encontré la grabación mientras lo estaba limpiando – dijo Anakin cuando R2 empezó a reproducirla.

- Parece que la he encontrado – dijo cuando la joven apareció ante ellos.

- Conde Dooku… usted sirvió a la familia Organa hace muchos años. Ahora, necesitamos desesperadamente su ayuda en nuestra lucha contra el Imperio. He instalado los planos del arma definitiva del Emperador en este pequeño astrodroide. Mi misión de entregarle el droide con los planos al senador Organa de Alderaan ha fallado. Usted debe asegurarse de que llega a Alderaan y que le es entregado a Bail sino, cuando el Emperador use su arma, todo estará perdido. Ayúdame, Conde Dooku… tú eres mi única esperanza – declaró la princesa cuando la transmisión terminó. Dooku se echó hacia atrás, sumido en sus pensamientos.

- Tendrás que aprender los caminos de la fuerza si vas a venir conmigo a Alderaan – dijo Dooku. Anakin abrió los ojos asombrado.

- ¿Yo? ¿Quiere que yo vaya con usted? – le preguntó Anakin.

- No puedo hacerlo solo. Me estoy haciendo viejo para este tipo de cosas – dijo Yan.

- Deberías ir, Ani. Esta es tu gran oportunidad de dejar este horrible planeta – dijo Beru, un poco tiste.

- Pero no te puedo dejar aquí. Ven con nosotros – le pidió Anakin.

- Sabes que Cliegg y Owen no lo permitirán. Solo prométeme que vendrás a visitarme cuando puedas – dijo abrazándolo con fuerza.

- No te dejaré. Por favor, ven conmigo – le suplicó a su hermana.

- Tu destino no tiene porque ser estar en este planeta para siempre, Beru – dijo Dooku.

- No dejes que controlen nunca más tu vida. Yo no lo haré. Nos merecemos algo mejor de lo que este planeta nos puede ofrecer. Ven conmigo. Iremos a decírselo y no habrá nada que puedan hacer para detenernos. – dijo Anakin. Beru sonrió y lo abrazó con fuerza.

- Estaría perdida sin ti, hermanito. Además, alguien tiene que vigilarte o sino quien sabe en qué problemas te vas a meter.

- Vamos, tenemos que ponernos en marcha. Necesitamos estar fuera del planeta antes del anochecer – dijo Yan mientras caminaban hacia la puerta de su casa. De repente, Anakin, se giró para mirarle.

- ¿Yan? – le preguntó.

- ¿Si, Anakin? – respondió.

- ¿Quiénes eran mis padres?

- Podemos discutir eso durante el viaje. Ahora tenemos que irnos – dijo Dooku mientras veía como Anakin salía de la casa con Beru – Lo sabrás todo a su debido tiempo, Anakin… Y me temo que será más de lo que siempre has querido saber…

Mientras caminaba, Anakin se paró a pensar que era lo que Dooku tenía que decirle. ¿Qué podía ser tan horrible de sus padres como para no decírselo en ese momento?

Esperaba saberlo pronto…