~ Todo queda en familia (SasuHina)
Genero: Humor/Romance
Categoría: M
Aviso: Este fic es Anti-Sakura. Contendrá bastantes bromas pesadas y alto nivel en lemon y lime. Naruto no me pertenece y Sasuke tampoco… aun, solo la trama de la historia.
oOoOoOoOoOoOo~ Todo queda en familia ~oOoOoOoOoOoOo
- ¿Reunió familiar? –
El secreto de un matrimonio feliz
es perdonarse mutuamente el haberse casado.
- Sacha Gvitry -
Sacudió su cabeza, tratando de despertarse mientras aun estaba en la cama. Se pasó las manos por los ojos y miró el despertador digital que había sobre su mesita de noche.
Las once de la mañana… ¡Las once!
-Joder… - Maldijo.
Se levantó de la cama de un salto, empujando las sabanas blancas y corriendo al baño. Se miró en el espejo, tratando de peinarse los cabellos castaños con las manos. Miró de reojo el reloj que había colgado de la pared en forma de estrella de mar plateada. Ni siquiera le daba tiempo a desayunar…
Hizo la cama de una forma desordenada, estirando las sabanas y tirando por encima la colcha color crema. Tiró encima los pequeños peluches y saliendo del amplio y arreglado dormitorio. Corrió por el pasillo, quitándose el pequeño vestido color fucsia que utilizaba de camisón y entró en su cuarto. Arrojó la prenda sobre la cama y corrió al armario, poniéndose la primera camia que vio y cogiendo unos pantalones cortos. Salió al pasillo nuevamente y se los puso dando saltitos mientras avanzaba hasta la escalinata de mármol.
Llegó a la cocina y abrió la puerta de golpe. Abrió la nevera y sacó un pequeño zumo. Lo abrió y comenzó a beber, tratando de no atragantarse mientras buscaba su móvil por todas partes. Lo encontró bajo las bolsas de la compra, enterrado entre el plástico y el papel de barias propagandas. Marcó un número de teléfono y corrió hacia el salón.
-¿…Moshi moshi? – La voz sonó terriblemente adormilada.
-¡Es hoy! – Gritó la castaña. - ¡Hoy viene a la casa esa arpía!
-¿…Nani? – Se escuchó el frufrú de unas sabanas.
-¡¿Lo has olvidado Hinata?! – Se exaltó.
-…Tu no dejas que lo olvide… - Bostezó. – Hanabi… aquí son las tres de la mañana… - Se quejó.
-¡Como quieras! ¡Sigue durmiendo! – Se enfadó.
-…Dime que no vas ha hacer una locur…
Cortó la conversación. A veces su hermana mayor la exasperaba. No tuvo bastante con irse a Paris para estudiar el idioma, sino que ahora que su padre se había echado una nueva novia y la traía a vivir a la casa con sus dos hijos, la peliazul no hacia nada. Todo lo contrario… ¡Estaba durmiendo!
Se colocó los zapatos mientras volvía a marcar varios números de teléfono a la vez. Ella si que haría algo, y probablemente, salvaría a su padre de esa mujerzuela, se libraría de una madre patética sustituta y todo volvería a ser como antes.
-Okasan…
Pasó los dedos sobre la fotografía que había en uno de los marcos, donde salía su madre sentada en el césped del jardín mientras sujetaba un pequeño sombrero de paja para resguardarse del sol. Sus ojos cerrados y su melena negra bailaba en el viento. No… Nada volvería a ser como antes. Su madre estaba muerta y eso lo cambiaba todo… Pero por algo se empezaba.
-Recuérdame porque hacemos esto…
El chico se pasó las manos por los cabellos, no sabiendo si tirar de ellos o golpear su cabeza contra la pared. Aquello lo frustraba de una forma exasperante y lo único que le venia a la mente era el cortar los frenos al coche o sabotear aquella relación.
-Por la felicidad de nuestra madre. – Le recordó su hermano mayor.
El pelinegro se dejó caer en el asiento, mirando el techo del coche y suspirando. De reojo echó un vistazo rapad al coche que iba delante de ellos. En él se podía ver la figura de su madre y la del Hyuga hablando y dándose algún que otro beso.
Quiso gritar, pedirle a su hermano que los arrollara con el coche y que provocara un accidente, pero eso seria demasiado. El plan es que solo Hiashi saliese herido, no su madre.
Se miró en el espejo retrovisor. La falta de sueño comenzaba a hacer mella en su rostro, dejando unas horrorosas ojeras. Volvió a pasarse las manos por el rostro, tratando de despejarse nuevamente. Tiró del pequeño piercing que había en su ceja izquierda y lo arregló un poco, apretando las pequeñas bolitas negras que había a ambos extremos del pequeño hierro.
-¿Pero que…?
La voz de su hermano le devolvió a la realidad. Miró por la ventanilla y se asombró. Realmente la casa era preciosa. Estaba cerca del mar, por no decir dentro. Había un pequeño precipicio a varios metros de la casa por donde se podía ver el agua cristalina y tranquila. Una piscina enorme estaba junto a él, con el borde de mármol y un pequeño camino que daba a la casa. Varias hamacas de plástico y otras colgadas de algunos árboles le daban un aspecto caribeño.
La casa estaba alzada sobre unos escalones y era de color blanco, con un ambiente modernista y tranquilo a la vez. Dos pisos que se alzaban de una forma imponente sobre el mar. Observó los ventanales de cristal transparente que ocupaban puertas, ventanas y balcones. En realidad, solo un balcón por piso, pero este comunicaba todas las habitaciones. Pero aquello no era todo…
En la entrada y sobre el césped, estaban esparcidas sus pertenencias mientras unas personas vestidas con monos azules las recogían y las metían en bolsas de basura.
Salió del coche en marcha. Ni siquiera a Itachi le dio tiempo a aparcar. Hiashi corrió hacia aquellas personas y las detuvo, preguntándoles que hacían allí. Sasuke les ignoró. Comenzó a vaciar las bolsas de basura y a recoger prenda por prenda sus ropas. Ropa interior… camisas… pantalones…
-¡Otosan! ¡Que bueno que llegases! - Una chica de cabellos marrones y largos salió de la casa y se abrazó a Hiashi.
-¡¿Qué crees que haces Hanabi?! – Le gritó.
-¿Yo? – Se hizo la tonta. – Tan solo iba a bañarme. – Sonrió. - ¿Me acompañas?
-Hiashi… ¿Pasa algo?
El Uchiha vio como su madre se acercaba a su futuro esposo y le tocaba el brazo, llamando su atención. Sintió nauseas. Era lo mismo que hacia cuando trataba de tranquilizar a su difunto padre. Quiso gritarle, decirle que aun no habían pasado ni tres años que había enviudado y ya andaba con otro para sustituirlo, pero se contuvo.
-Oh… ¿Qué hace "esa" aquí? – La pequeña se cruzó de brazos en una expresión altanera y golpeó su pie contra el suelo.
Sasuke suspiró. Aquello seria más duro de lo que había pensado. Mantener feliz a su madre iba a costar mucho… Miró al cielo despejado en una pose teatral, pidiendo a Kami que le diera paciencia, pero que se la diera ya. No podría soportar a una cría insolente y mal educada por mucho tiempo.
Se sentó sobre la maleta para poder cerrarla. Pasar dos meses fuera de casa en aquella ciudad había hecho que el tamaño de su equipaje creciera de una forma desmesurada. Se planteó la idea de comprar otra maleta, pero si lo hacia no llegaría a tiempo al avión.
Finalmente la cerró y suspiró agotada. Agradeció que llevara ruedas y tiró de ella hasta la salida de aquel pequeño cuarto.
Durante dos meses había estado viviendo en una pensión mientras estudiaba el idioma y visitaba museos, paseaba por calles…
Echaría de menos las mañanas parisinas donde desayunaba un café en una de las terrazas mientras observaba a los pintores hacer su trabajo en mitad de la calle. Echaría de menos reunirse con sus nuevos amigos y salir por las iluminadas calles a observar la preciosa iluminación veraniega. Todo aquello había acabado para ella…
Cerró los ojos, tratando de recordar todo lo que había echo aquellos días, pero no le vino ningún recuerdo a la mente. Ninguno que no mereciera la pena olvidar. No es que hubiesen sido aburridos, sino que ya habían pasado.
Apretó el billete de avión en sus manos y salió del apartamento. Cargó la maleta por las escaleras hasta llegar a la planta baja. Una mujer de cabellos blancos y algo rechoncha la miró sonriendo.
-Hinata… Revenez-vous à sa maison? (Hinata, ¿Vuelve usted a su casa?) – La mujer se levantó de su silla y se preparó para atenderla por última vez.
-Oui (Si). – Rió. – Je crois qu'il est temps de revenir (Creo que es hora de volver). – Dejó un pequeño sobre blanco encima del mostrador. - Si c'est possible, il me plairait qu'il donnât cette lettre à Phiillipe (Si es posible, me gustaría que le diese esta carta a Phillipe).
La mujer afirmó con la cabeza y la guardó tras el mostrador. Se despidió de la muchacha dándole cuatro besos en las mejillas. Elogió si acento mejorado y su gran pronunciación, no sin antes pedirle que le dejara llamarle a un taxi. La chica accedió un poco avergonzada por la atención y le prometió volver el verano siguiente si le prometía que esta vez, la dejara ayudarle en la cocina.
La mujer accedió a regañadientes y la ayudó a meter su maleta en el maletero del vehículo. Sacudió su mano en el aire viendo como su mejor inquilina desaparecía rumbo al aeropuerto y no pudo evitar que unas lágrimas rebeldes escapasen de sus viejos ojos. Admitía que la echaría de menos…
-¿Te das cuenta de lo que has hecho? – Hiashi se mantuvo firme frente a su hija. Ambos estaban solos en el salón mientras Mikoto y sus hijos trataban de salvar las prendas que quedaban sueltas por el césped y algunas dentro de la piscina.
-¡No es mi culpa! – Respondió. – Los de la inmobiliaria lo dejaron todo en la entrada. Pensé que era basura… - Se encogió de hombros.
-¡Esta ha sido la gota que ha colmado el baso! – Se desesperó. – A partir de ahora te comportaras y no crearas problemas, o te juro que aprenderás modales.
Dicho esto, salió al jardín para ayudar a su nueva esposa. La Hyuga se quedó parada en el sofá sin saber que hacer. Frunció sus labios y apretó su mandíbula. Comenzaba a tener hambre, el tipo de hambre que se tiene cuando no has comido nada en toda la mañana.
Se levantó y buscó por los cocines su teléfono móvil. Volvió a marcar el número que ya se sabia de memoria y esperó a que contestaran.
-¿Moshi moshi?
-¿Se puede saber donde estas? – Puso una de sus manos sobre su cadera, golpeando el suelo con uno de sus pies.
-Hanabi… te recuerdo que de Paris a Japón tengo que hacer varios transbordos. – Soltó con ironía.
-Coge uno directo. – Dijo como si fuese lo más normal del mundo.
-Es más caro. – Resolvió. – He hablado con Otosan, no te preocupes… Mañana desayunaré con ustedes.
Dicho esto, cortó la línea y correteó hasta la nevera. Sacó un par de bolitas de arroz y se las llevó a la boca enteras, sin parar a masticarlas correctamente. Las tragó sin piedad y se limpió de las mejillas algunos granos de arroz.
La espera hasta que su hermana apareciese seria muy… muy larga.
-Realmente… lo lamento mucho…
Hiashi se agachó en el césped, ayudando a Mikoto a recoger todas sus pertenencias. A diferencia de sus hijos, esta mantenía en su rostro una pequeña sonrisa reconfortante. No podía decirse que aquello no le molestase. Esperaba otro recibimiento por parte de las hijas de Hiashi, pero no aquel. ¿Hijas? Cierto… pero solo había visto a una.
-Hiashi… ¿Y tu otra hija? – Preguntó curiosa.
-Esperen… - Sasuke interrumpió a la pareja y los miró con una expresión de terror. - ¿Hay "otra" como esa?
-Hinata y Hanabi son muy diferentes. – Rió el castaño. – Hinata está en Paris.
-Pero… estará mañana… ¿Verdad? – Interrogó la mujer con preocupación.
-Hai. – Prosiguió. – Me llamó de madrugada. Tenía que hacer varios transbordos y debido a la diferencia horaria llegaría muy tarde. Me pidió que no la esperásemos despiertos y me aseguró que desayunaría con nosotros.
Siguieron recogiendo ropa y haciendo pequeños montoncitos sobre el césped, a un lado la ropa de Mikoto y al otro la ropa de sus hijos. La mujer se dedicó a plegarla mientras buscaba manchas de hierba por las prendas. Estaba sentada en el césped de la entrada mientras Sasuke e Itachi hablaban entre ellos con monosílabos y frases cortas. Sonrió con dulzura al verlos. Sabia que para ellos no seria fácil un cambio como aquel, pero ella había encontrado a un hombre que le había devuelto la sonrisa después de perderla durante tres largos años.
Un pequeño ruidito la asustó. Era como de… ¿Agua?
Si, podía escucharse el agua por diferentes tuberías pequeñitas. Tal vez de plástico… No supo diferenciarlo. Continuó plegando la ropa hasta que un pequeño chorro de agua le impactó en la cara. Los aspersores se habían puesto en marcha y los tres Uchihas corrieron a coger la ropa y resguardarla mientras Hiashi los ayudaba. Sus ropas se empaparon por culpa de los aspersores y la tela se apegó a su cuerpo mientras su cabello tapaba su rostro y le impedía ver la totalidad de las cosas.
Entre las pequeñas risitas divertidas que venían de la casa, Sasuke distinguió el grito de Hiashi llamando a su hija menor con voz estridente y furiosa. Levantó la vista, observando como la castaña corría nuevamente a refugiarse dentro de la casa.
Aquello se pasaba de castaño a oscuro… Como dijo Confucio: ya estoy harto.
Salió del taxi dando un gran bostezo. Un día entero sin dormir era todo un logro…
El viaje no había sido movido… pero perder dos aviones no había ayudado demasiado. Volvió a bostezar mientras le daba un par de billetes al taxista, que los cogió y se largó lo más rápido que pudo.
Tiró de su maleta hasta llegar a la verja de entrada. En una última esperanza se aferró a ella y la empujó. Cerrada… Se maldijo por no haber querido llevarse las llaves de su casa a Paris, pero ahora no podía hacer nada. Suspiró pesadamente antes de intentar colar la enorme maleta entre los barrotes… pero nada. Ni siquiera dándole patadas a la dichosa bolsa lograba moverla un centímetro.
Se resignó y metió la maleta entre los rosales de la entrada, ocultándola entre las flores y las hiervas. Una vez estuvo invisible a la vista, escaló por la valla metálica hasta que estuvo arriba. Miró el suelo, a unos cuantos metros de distancia y la altura no le dio miedo. Había echo aquello millones de veces cuando perdía las llaves o simplemente cuando llegaba tarde a casa. Miró su móvil para verificar la hora. Las cuatro de la mañana… Ni siquiera se daría una ducha. Se dejaría caer sobre el colchón y dormiría hasta el día siguiente. Luego ya se preocuparía de la maleta.
Saltó al suelo, sintiendo sus tobillos crujir. Puede que la falta de práctica le pasase factura. Caminó lentamente hasta la puerta de entrada, estirando sus brazos por el camino y arqueando su espalda hacia atrás.
No entró a la casa, sino que la bordeó hasta llegar al jardín trasero. Miró hacia arriba, tratando de recordar cual era su bacón. Las ventanas estaban cerradas, pero eso no le importaba. Hacia tiempo que Neji havia roto la cerradura del bacón, de manera que aunque estuviese cerrada se podía entrar al cuarto. Esos incidentes solían pasar cuando jugaban a imitar a los luchadores de "Pressing Catch".
Aun sonreía al recordar como los dos habían caído al suelo llevándose la puerta de cristal por delante y la cerradura había saltado. El tremendo enfado de su padre y las risas que ellos contenían mientras al castaño le cosían una ceja y a ella le curaban el corte de la barbilla.
Se acercó a la enredadera y trepó por ella, tratando de sostenerse a las maderas por las que estaban enganchadas la planta. Se apoyó en una de las tuberías y siguió escalando hasta llegar al primer piso. Se enderezó sobre la barandilla metálica del bacón. Era el dormitorio de su padre. Las cortinas estaban pasadas y no se veía ni una sombra en el interior. Supuso que estaría durmiendo desde hacia horas, así que continuó escalando por la pared, aprovechando las tuberías y la enredadera. Se cogió de la barandilla del segundo piso y se permitió descansar un poco.
No había vuelto a hacer aquello desde hacia meses, cuando se iba de fiesta con Shino, Gaara, Temari, Shikamaru, Naruto, Ino, Sai y Kiba. Aunque aquellas fiestas siempre acababan de la misma manera. Kiba ligaba con una chica distinta todas las noches y desaparecía con ella una media hora mientras Naruto e Ino hacían lo mismo para volver más tarde con las ropas destartaladas y el cabello revuelto. Ella y sus otros amigos se quedaban en la mesa bebiendo, riendo y comentando algunos asuntos. Al final acababan riendo sobre la teoría que tenia Shino sobre si la "Mariposa de la luz" era fotosintética y llamaban a un taxi porque ninguno podía ni mantenerse en pie, y mucho menos conducir. No es que ella bebiera mucho ni que le gustara el alcohol. Solo que por las actividades que hacían juntos después de los ensayos de la banda y las fotos que se hacían para la publicidad, preferían irse a tomar algo antes de irse cada uno a sus casas. Aunque eso solo eran algunos fines de semana, puesto que si lo hacían muy seguido, les seria imposible asistir a las clases del instituto.
Dejó de lado el recuerdo y se concentró en subir el último piso que le quedaba. En realidad, en el último piso solo dormían ella y Hanabi. Había otras tres habitaciones vacías, pero nadie más vivía en la casa, así que solo ellas dormían allí. Trató de recordar como seria ahora la casa, si su padre o su hermanita habrían cambiado algún mueble o redecorado algunas habitaciones…
Llegó a su destino y se dejó caer en el piso agotada. Por culpa del ejercicio… estaba segura de que no podría dormir en un buen rato, pero se equivocó. Como por arte de magia sus parpados volvieron a sentirse pesados. Se levantó, reuniendo las últimas fuerzas que le quedaran y se acercó a la puerta de cristal. Giró el pomo y la abrió sin ningún esfuerzo.
Su habitación estaba en penumbras. Las paredes blancas decoradas con fotos por todas partes. Unas del grupo que formaba con sus amigos mientras actuaban en un bar. Otras de los ensayos y otras muchas de las que aparecían en viajes escolares. Siempre la banda junta. Sobre su cama había colgadas camisetas y posters de sus grupos favoritos y barias entradas a conciertos. Las estanterías estaban llenas de libros y discos de música. La mini cadena ocupaba el centro del mueble y los altavoces, distribuidos estratégicamente para una mejor acústica estaban colgados de la pared y en lo alto del mueble.
El escritorio estaba vacío, salvo por el ordenador, y la guitarra eléctrica estaba junto a la mesa, apoyada en un pequeño hierro y reluciente como el primer día.
-Igual… - Susurró.
Y era verdad. Todo estaba exactamente igual de cómo lo había dejado, salvo por un detalle sin importancia y que le causó gracia. Las sabanas que habían puestas en la cama eran negras, las que ella había dejado eran de un color marrón oscuro, así que pensó que tal vez Hanabi había dormido en su cuarto algunas noches.
Se quitó la camisa y se desabrochó el pantalón, tirando la ropa por el suelo. Ya se molestaría mañana en recogerla, ahora se sentía demasiado cansada. Se sentó en la cama y se quitó las deportivas con los pies, lanzándolas cada una a un rincón mientras se soltaba la coleta con la que se había recogido el largo cabello.
Sin buscar alguna prenda con la que dormir, se dejó caer sobre las sabanas y hundió el rostro en la almohada. La abrazo y aspiró el aroma a lavanda del detergente.
Kami… por fin una cama…
El sol dio de lleno en su rostro. Se movió entre las sabanas para tratar de dormir otra vez, pero le fue imposible. Ahora entendía porque aquella niñata le había dado aquella habitación.
"Tiene mucha ventilación…" Repitió para si mismo en su cabeza, imitando la voz pitufil de la castaña. "Está cerca junto al baño…"
Gruñó. Había querido cogerse la habitación de enfrente, pero la menos le había gritado algo así como… "¡Ni se te ocurra entrar ahí imbecil!" y algo más como "¡Esa habitación es de mi Onesan!"
Miró el reloj digital de la mesita. No era muy temprano, las 7 de la mañana… Juró para si mismo que mataría a su nueva "hermanita" en cuanto la viese y salió del dormitorio. Abrió la puerta que había junto a su cuarto y entró al baño. Era bastante espacioso. Junto a la puerta estaba el lavamanos y algunos armarios. El retrete estaba a un lado y enfrente una ducha. Le extrañó el cristal que había al final del cuarto, como tratando de separar algo del resto del baño. Se asomó a escudriñar y descubrió un pequeño jacuzzi en el que perfectamente cabrían tres o cuatro personas.
Sacudió su cabeza, haciendo que sus cabellos azabaches se movieran al compás. Volvió al lavabo y metió la cara bajo el grifo, queriendo despertarse de una vez. Cogió una de las toallas y hundió en ella la cara. Respiró con lentitud y la dejó en su sitio.
Miró su reflejo en el espejo, recordándose porque estaban ahí y porque su madre se casaría ese mismo día. Felicidad… todo tenía que ver con eso.
Miró en dirección al pasillo cuando escuchó el fuerte portazo. Hanabi había salido de su dormitorio en camisón. Uno bastante ridículo debía de añadir. Le llegaba por bajo de las rodillas y el color fucsia cantaba demasiado. Corrió desde un extremo del pasillo hasta la habitación que estaba junto al baño mientras daba grititos y saltitos. Sasuke la observó con una ceja levantada. Supuso que estaba loca desde el primer momento en que la haba visto, pero de suponerlo a confirmarlo…
Abrió la puerta y se quedó petrificada. Su expresión se congeló de una forma graciosa y Sasuke trató de ver por el reflejo del espejo la habitación para ver que había conseguido provocar ese efecto en la menor.
Sobre la cama había una chica en ropa interior. Con una de sus pálidas piernas cayendo de la cama de una forma graciosa y el cabello revuelto, tapando toda su cara.
-¡Kiaaaa! – La castaña gritó y la señaló. - ¡Estas en ropa interior!
-Olvídame… - La chica levantó la cabeza, y sin mirar quien estaba en la puerta giró su rostro en la otra dirección para no escuchar a su hermana.
-¡Hyuga Hinata! Son las 7 de la mañana… - Se abalanzó sobre su hermana, haciendo que ambas rebotasen sobre la cama.
-…Hace tres horas que me he acostado… - Dijo en un susurro. – Cinco minutitos más…
-¡Dije que ya!
Salió del dormitorio y cerró la puerta de un golpe, caminando hasta el otro lado del pasillo, y bajando las escaleras. Seguramente iría a la cocina. Se quedó quieto, apoyado en el lavabo mientras seguía mirando su reflejo.
Tras unos segundos, la puerta del dormitorio en el que había entrado Hanabi se abrió y salió una chica de cabellos azulados y largos. Llevaba unas deportivas negras en una de sus manos y unos vaqueros de cintura baja y mal abrochados oscuros. Un pequeño cinturón con el dibujo de las teclas de un piano le caía a ambos lados de las caderas. Se fijó en la camisa de color blanco, de manga corta y letras en negro por toda la tela que decían "J'aime Paris" por todas partes.
Siguió el mismo camino que había tomado la menor y desapareció por la escalera. Tal vez… ya era hora de desayunar.
Llevó la taza de café a sus labios y dio un pequeño sorbo. Siempre le habían gustado las cosas amargas. Notó las manos de su madre retirarle los largos cabellos negros del rostro y sonreírle.
-¿Te preparo algo Itachi?
-Ie… estoy servido.
Levantó la taza y se la enseñó, dándole a entender que con eso le bastaba. Enfrente de él, estaba sentado Hiashi, leyendo el periódico y con un plato de tostadas enfrente de él, una pequeña taza de café humeante un pastelito.
-Ohayo… - Murmuró la castaña al entrar.
-… Ohayo. – Hiashi movió la mano mientras seguía leyendo el periódico.
-Buenos días Hanabi. – Mikoto le sonrió, pero solo ganó una mirada de desaprobación y después, la pignoración mientras se sentaba a un lado de su padre. La mujer bajó su mirada algo apenada y suspiró.
-¡Buenos días a todos!
Una muchacha de cabellos azulados y largos entró a la cocina con una sonrisa en sus labios. Las pequeñas ojeras no eran muy notables, pero se notaba el cansancio que sentía.
-¡Hija! – Hiashi cerró el periódico y se levantó para abrazarla. – ¡No te he oído llegar!
-Llegué anoche. – Rió. – Sobre las cuatro de la mañana.
-La puerta estaba cerrada. – Apuntó.
-Salté la verja y escalé por la enredadera.
Se encogió de hombros y se sentó al otro lado de su padre mientras este la miraba con horror y enfado por lo que había dicho, frente a su hermana y junto a Itachi. Mikoto ocupó el otro lugar que encabezaba la mesa rectangular, junto a su hijo mayor y una silla vacía.
-Creo que no las he presentado. – El hombre sonrió y señaló a su futura esposa. – Hinata, esta es Uchiha Mikoto.
-… Es un placer. – La peliazul se inclinó su cabeza en señal de respeto.
-Lo mismo digo. – La pelinegra imitó el gesto y sonrió. – Este de aquí es mi hijo Itachi. – El joven se limitó a zarandear su cabeza mientras seguía mirando de reojo el periódico de Hiashi y leyendo las noticias que le parecían interesantes.
-… Hmp… - Sasuke apareció por la puerta, acomodándose una camisa de tirantes negra que parecía formar parte del pijama.
-Ese de ahí es mi hijo menor, Sasuke. – Mikoto dio un pequeño sorbo a su café. – No son muy habladores…
-Me he dado cuenta. – Bromeó la ojiblanca.
La mesa se movió en un golpe brusco y la Hyuga mayor contrajo su rostro en una expresión de dolor. Hanabi le había dado una patada por debajo de la mesa por la amabilidad que había utilizado.
Hinata le sacó la lengua con burla y esquivó la nueva patada dirigida a su pierna. Le quitó el plato a su padre y se acomodó las dos tostadas frente a ella. Hanabi alcanzó dos vasos y los llenó de zumo. Uno de naranja y otro de fresa. Le entregó el rojo a su hermana mayor y esta le dio una tostada a la que había quitado los bordes. Itachi miraba la coordinación que mantenían sin darse cuenta de ello.
-Otosan… - La mayor dio un trago de su baso. - ¿Neji vendrá a casa o acudirá a la Iglesia?
-Tu tío, su esposa y Neji vienen a comer. - El hombre separó el periódico de la mesa y se propuso coger una de las tostadas, pero al no ver el plato y mirar de reojo a sus hijas, supo que ya era tarde para comerse una. Mikoto observó el gesto y sonrió de una forma disimulada.
-Invité a Phillipe a la boda, espero que no les moleste… - Lo ultimo lo dijo mirando a la señora Uchiha.
-No te preocu… - No llegó a acabar la frase.
-¡¿Invitaste a Phillipe?! – Hanabi dio un salto en su silla. - ¡¿Cuándo llegará?!
-…Por la tarde. – Sonrió. – Eso si no pierde el avión.
Después de eso, se izo el silencio. Cada uno de los presentes estaba concentrado en alguna cosa. Mikoto y Hiashi intercambiaban miradas de complicidad mientras Hanabi y Sasuke los observaban con disimulo, tratando de no ser descubiertos.
Hinata miraba a todas partes, buscando algo con la mirada mientras comía de su tostada e Itachi dejaba vagar su vista por el periódico, aunque algo le pareció más interesante.
Sus dos nuevas "hermanas" habían cogido el pastelito a la vez. Parecía ser de nata y tenia una gota de chocolate en el centro. Ambas se miraron serias y amenazantes a la vez. Intentaron que la contraria soltara el dulce pero no lo conseguían hasta que sucedió algo que no esperaba.
Hinata sacó la lengua todo lo que pudo, dejando ver una pequeña bolita metálica que adornaba el centro. A la castaña se le abrieron los ojos y soltó el pastelito, levantándose de golpe y tumbando la silla en el movimiento.
-¡Kiaaaaa! – La señaló mientras seguía con la expresión de sorpresa en su rostro. La mayor escondió su lengua nuevamente cuando todos se giraron a mirar a Hanabi y dio un mordisco al pastelito, Saboreándolo y deleitándose con el sabor.
-¿Qué sucede Hanabi? – El Hyuga la miró con el ceño fruncido, esperando que no se tratara de otra broma para que la familia Uchiha quedase sin ropa y empapada.
-Ella… Ella… - Balbuceó.
-No sucede nada Otosan. – La peliazul intervino. – Solo que… Hanabi es muy fácil de impresionar.
El mayor pareció creer las palabras de su hija y siguió observando el periódico. Mikoto se levantó y retiró los platos y las tazas sucias, dejándolo todo dentro de una pequeña pila.
-Hiashi… creo que tendríamos que vestirnos. – Dijo de una forma dudosa. – Tenemos invitados para comer…
-Es cierto.
El castaño dobló el periódico y se levantó, desapareciendo junto a su prometida por la puerta y los jóvenes se quedaron solos. La menor de los Hyugas estiró el cuello para ver si su padre había desaparecido y se volvió a dirigir a su hermana.
-¿Puedo tocarlo?
Su mirada brillo y la pregunta atrajo la atención de los dos jóvenes que había en la mesa.
La peliazul volvió a sacar su lengua, dejando la bolita al aire y cediendo a que si hermana le tocara el piercing. La ojiblanca extendió su mano hasta llegar a él y con la yema de uno de sus dedos lo toco, pero en el momento en que lo hizo, Hinata cerró la boca y atrapó el dedo de su hermana con los dientes.
-¡Kiaaaa! – La chica se cogió el dedo herido. - ¡Me has mordido! – Se quejó. - ¡Siempre me muerdes!
Se levantó de la silla y se fue de la cocina, ignorando la risa de su hermana y la sonrisa que Itachi había dejado escapar. La ojiblanca acabó de comer su pastelito entre sonrisas y miró a los dos chicos sin saber que decir.
-Hinata… ¿No? – Itachi le extendió la mano.
-Hai. – La chica la tomó y le dio un pequeño apretón. – Tu eres Itachi.
-Hai. – Asintió con la cabeza. – No eres como tu hermana.
-¿Te refieres a bajita y castaña? – Sonrió.
-Se refiere a "loca" y "esquizofrenica psicópata". – Sasuke siguió tomando de su café.
-¿Qué has llamado a mi hermana? – Su voz sonó seria.
-Loca y esquizofrenica psicópata. - Sasuke levantó su rostro y clavó su mirada en la de Hinata.
-Oh… - Sonrió. – Y eso me lo dice un capullo con pinta de emo. – Itachi sonrió ante lo último y miró a la ojiblanca.
-Me caes bien. – Le confesó.
- Tu también. – La Hyuga apoyó su barbilla en una de sus manos. – Aunque tu hermano es un poco borde… ¿Has probado a ponerle bozal?
-Ladra mucho, pero no muerde. – El mayor de los Uchiha dejó su espalda apoyada en la silla. – Bonito piercing. – Señaló.
-Me lo hice en Francia. – Hinata miró el reloj que colgaba de la pared. – Creo que también deberíamos de cambiarnos.
Se levantó de la silla e Itachi la imitó. Sasuke apuró su taza de café y los siguió, subiendo las escaleras. Su mente planeaba una venganza hacia la Hyuga. No dejaría que se saliese de rositas por haberle llamado "emo" y haber insinuado lo del bozal. Pronto entendería que no se debía enfadar a un Uchiha, y se lo haría entender por las malas.
Mikoto abrió el armario de color caoba y rebuscó entre sus ropas. Algunas aun no se encontraban ahí, debido a que estaban mojadas por el incidente de los aspersores y se encontraban todavía húmedas. Sacó una blusa blanca de media manga y una falda de tubo negra. Elegante y discreto.
Hiashi se acercó a ella y sacó un traje y una corbata a juego con la camisa. Lo dejó encima de la cama y comenzó a quitarse la camisa del pijama a cuadros que llevaba.
-¿Crees que hacemos lo correcto? – La mujer miró las ropas, perdiéndose entre las telas de diversos colores. - ¿Crees que… debemos casarnos?
-¿Me amas? – El hombre dejó su tarea y la abrazó por la espalda.
-…No lo dudes. – Sonrió. - ¿Y tu a mi?
-Siempre. – Se permitió darle un pequeño beso en el hombro y acarició sus brazos.
-Pero no se conocen… - Se refirió a los jóvenes. – ¿Y si ellos se llevan… mal?
-Todos los hermanos se llevan mal de vez en cuando. – Apuntó el castaño. – Hisashi y yo aun discutimos por cosas.
-Pero es diferente. – Se quejó. – Sasuke es impulsivo, frío y terco… Itachi es algo más abierto y piensa más las cosas… reflexiona.
-Bueno… - El hombre descansó su barbilla en la curva del cuello femenino. – Hanabi es impulsiva, terca y cabezota. Hinata es más comprensiva y sutil, amable y siempre trata de contentar a todos… aunque es tímida y tan rebelde como Hanabi. – Bufó. – Creo que se harán amigos.
La giró para darle un beso, acariciando sus labios con los de la morena. Mikoto dejó una de sus manos sobre el pecho de su prometido, sintiendo los latidos de su corazón algo más acelerados mientras las manos de él se posaban en su cintura y la estrechaba con una fuerza medida.
Se escuchó el timbre de la casa y a los pocos segundos un grito. Ambos se separaron de un brinco y se miraron con la preocupación en su rostro. Solo esperaban que ninguno de sus hijos hubiese echo algo para molestar a los demás.
Sasuke había subido a su dormitorio y se había cambiado con rapidez, eligiendo una pantalón algo ancho y una blusa negra, dejándola semi abierta a la altura de su trabajado torso. Decidió pasar al dormitorio de su hermano para ver si este ya estaba listo y bajar ambos juntos a enfrentarse con la familia del Hyuga cuando el timbre sonó. Alcanzó a ver la melena peliazul moverse con rapidez a abrir la puerta y un sonoro grito retumbo por las paredes.
No supo como, pero la chica ahora se encontraba siendo cargada por un chico mucho más alto que ella. Las piernas femeninas colgaban por un lado mientras ella daba golpes y pequeños punteados en la espalda del joven.
-¡Suéltame Neji! – Gritó entre risas. - ¡Ahora!
-¿Así me tratas? – Rió el castaño. – Dos o tres meses sin vernos… ¿Y esta es mi bienvenida?
Caminó con ella a cuestas y la arrojó sobre uno de los sofás de la sala. El pequeño cuerpecito rebotó entre los cocines y calló al suelo en un golpe sordo. El castaño se giró y enfocó su mirada en el Uchiha, que los había estado mirando desde la escalinata de mármol.
-Disculpa. – Caminó hacia él y le extendió la mano. – Hyuga Neji. Sobrino de Hiashi y primo de Hinata y Hanabi. – Le informó. – Tú debes de ser… Uchiha.
-Uchiha Sasuke. – Acabó él.
-Oh… así que tu eres uno de mis nuevos primos. – Sonrió. – Es un pla…
No acabó lo que pensaba decir. Hinata apareció tras él y de un salto se colgó en su espalda. Ambos cayeron al suelo entre risas y gritos. La ojiblanca rodeaba con sus piernas la cintura de su primo mientras intentaba inmovilizarlo boca abajo en el suelo. El Hyuga se dejó hacer riendo de una forma maliciosa.
De un movimiento, la chica estuvo bajo él y comenzó a hacerle cosquillas.
-¡Bájate! – Ordenó entre risas. - ¡P-pesas mucho!
-¡Ríndete! – El castaño rió de una forma victoriosa e ignoró su comentario.
-¡I-ie! ¡J…J-jamás!
Hinata parecía hacer grandes esfuerzos para no atragantarse de la risa. Sasuke despegó su mirada de ellos para observar las dos figuras que se encontraban en la puerta. Caminaron hacia él, ignorando la escena que los otros dos jóvenes protagonizaban. Para ellos, ya era costumbre aquel tipo de peleas entre primos.
-Uchiha Sasuke. – Se presentó antes de que el matrimonio le preguntara quien era.
-Mucho gusto. – La mujer de ojos blancos y cabellos semi rubios le sonrió. – Yo soy Hyuga Lirean, este es i marido Hisashi.
Observó el enorme parecido entre Hiashi y su hermano. Su madre no se equivocó cuando dijo que parecían idénticos. Observó la maleta que el hombre traía a un lado y bufó. Por Kami… más familiares en la casa no…
-Encontramos esto en la entrada del jardín. – Le informó el Hyuga. – Estaba escondida entre los rosales, es la maleta de Hinata.
-Oh… - Sonrió de lado. – Yo me ocupo de ella. Pasen al salón si gustan.
Les señaló el camino de la forma más amable que supo fingir. Volvió a la escalinata y miró fijamente la maleta de su "hermanita querida". Buscaba una venganza y le había caído del cielo. Sin hacer ningún esfuerzo y sin buscarla aun…
Itachi se asomó al pasillo cuando escuchó el grito. Reconoció la voz de Hinata y por un momento se resignó a la idea de que su hermano habría hecho algo. Sabía muy bien que lo ocurrido en la cocina traería consecuencias y que Sasuke era el tipo de personas pacientes que esperaban su oportunidad para reír el último.
-No te preocupes, no pasa nada. – Hanabi estaba sentada en su cama con una reafila de cámaras de video y de fotos, pudo verla ya que su dormitorio estaba enfrente del suyo. – Seguramente habrá llegado Onisan y estarán jugando.
-¿Qué haces? – Quiso saber.
-Elijo cámara para grabar todo lo que ocurra este dia. – Respondió. – Esta… - Tomó una digital de último modelo. Abrió uno de los cajones de su mesita y se puso a buscar cintas sobre las que grabar.
-Deberías de coger esta. – Itachi había entrado al dormitorio y había cogido otra algo más vieja. – Es más pesada pero graba mejor que esa. – Informó. – Además, puedes hacer fotos.
-¿Quién te ha pedido opinión? – La pequeña arrugó sus labios.
-Trato de ser amable. – Sonrió. – Aunque tú esa faceta la desconoces.
-¡Fuera de mi cuarto! – Le rugió.
-Tranquila monstruo. – Soltó de forma simple.
Salió al pasillo y caminó hasta las escaleras, resignándose a escuchar las amenazas de la Hyuga y los gritos. En el primer piso vió como Hiashi y su madre salían del dormitorio tomados de la mano y eso le desagrado. Aun no aceptaba aquello pero lo sabia llevar. Supuso que con el tiempo se acostumbraría pero tardaría en hacerlo.
Llegó al final de la escalera. En el salón, una pareja estaba sentada en uno de los sofás de cuero blanco mientras Hinata y otro chico hablaban y de empujaban entre ellos. De vez en cuando la peliazul le daba un puñetazo en el brazo al castaño y este fingía dolor para que ella se sintiese culpable y se disculpara, pero cuando veía que era una broma, lo golpeaba más fuerte.
-¡Itachi! – Lo llamó. - ¡Ven! Quiero presentarte a mis tíos y a mi primo. – Le sonrió.
El pelinegro caminó hacia ellos y saludó con respeto al matrimonio. Hinata se los presentó uno a uno y luego le llamó para que fuese junto con ella y con Neji a la cocina. El castaño lo miró de una forma cómplice mientras la chica llenaba un baso de agua y se lo llevaba a los labios.
-Hina, ¿Tienes hora?
La chica giró su mano en busca del reloj, sin reparar en que el baso que sostenía volcaría su contenido sobre ella al hacerlo. Pero en el ultimo momento, el baso cambio de dirección y mojó a los dos chicos que la observaban. Su principal objetivo fue mojar a Neji, pero como este estaba junto al Uchiha, ambos acabaron mojados.
-¡Hinata! – Se quejó el castaño. – ¡Esta no era la idea!
-Pero era "mi" idea. – Recalcó orgullosa.
Ambos se miraron y luego miraron a Hinata. Sin pensarlo, trataron de rodearla por el banquito de la cocina, pero esta se subió a una silla y saltó por encima. Se dirigió a la puerta del jardín y salió lo más rápido que pudo. Esquivó la mesa preparada en la que iban a comer y varias sillas, pero de repente se paró.
Junto al pequeño precipicio estaba Sasuke, mirándolos con las manos metidas en sus bolsillos y la maleta de Hinata a sus pies. La chica lo miró extrañada y caminó hacia él lentamente. ¿Por qué tenia su maleta? ¿Acaso la había encontrado?
Notó como Neji se situaba a su lado y conversaba con Itachi. Ambos tenían la misma edad, diecinueve, así que supuso que al ir a la universidad, tendrían muchas cosas en común.
-¿Qué haces con mi maleta? – Le preguntó cuando estuvo cerca.
El menor de los Uchiha no contestó. Se limitó a sonreír más y a dar una patada a la bolsa, que calló por el precipicio de unos diez metros hasta impactar contra la superficie del agua. Hinata trató de agarrarla pero no llegó a tiempo, se arrodilló en el suelo y vió como se hundían todas sus ropas y efectos personales. Fotografías, cámaras…
Notó las lagrimas cegar sus ojos opalinos y miró con rabia a Sasuke, pensando seriamente si tirarlo a él también o estrangularlo primero.
-Yo iré a por ella.
El Hyuga miró con seriedad al menor de los Uchiha y descendió por la pequeña escalera de mármol, sujetándose a la barandilla para no caer. Hinata vio como el chico se quitaba los zapatos y se metía en el agua, nadando hasta alcanza la maleta. Tiró de ella y logró subirla a los escalones.
-Te has pasado Ototo… - Itachi lo miró serio, algo mas neutral de lo que Neji lo había echo, pero igualmente queriendo reprenderlo.
Ni él ni la peliazul dijeron nada. Neji subió la maleta hasta dejarla junto a su prima, que seguía de rodillas en el suelo tratando de contener las lágrimas. La chica se lanzó sobre la maleta y la abrió. De ella sacó una cámara digital completamente mojada, un montón de fotos que se habían convertido n borrones y un portátil completamente nuevo. Pero aquello no le importó. Siguió buscando hasta llegar al fondo de la bolsa y tiró del objeto. Un precioso marco de fotos de madera, con adornos de pétalos tallados y pintados de un color blanco perla. La foto era inmirable. Solo se distinguían manchurrones y espacios en blanco.
La chica giró su rostro hacia Sasuke y le lanzó una patada, desequilibrándolo y haciéndolo caer al suelo. Se sentó sobre su estomago, como cuando hacia con Neji y trató de darle un puñetazo.
-¡Estas muerto! – Le gritó.
El ojinegro la cogió de los brazos y la inmovilizo sin esfuerzo, hundiendo sus dedos en su piel y provocando que la chica gritara de dolor. Neji la cogió de la cintura y la levantó, separándolos a ambos e interponiéndose Itachi entre ellos.
La chica salió corriendo, perdiéndose entre los altos árboles del jardín trasero y Neji aprovecho su ausencia para hablar con Sasuke.
-¿Por qué lo has hecho?
-… No te importa. – Le contestó de una forma neutra.
-… En ese caso espero que haya merecido la pena. – Le dijo con sorna. – Era la única foto que tenia de su madre.
El castaño dio media vuelta y se dirigió al interior de la casa mientras trataba de escurrir su blusa. Itachi se quedó frente a él, mirándolo seriamente y con cierto enfado en sus ojos.
-¿Sabes que te has comportado como un crío? – Le reprochó.
-…Hmp.
-Si yo fuese tu, pediría disculpas.
-Si tú fueses yo, serias más guapo.
Le atajó. Se metió las manos en los bolsillos y dejó a su aniki en aquel lugar. El sereno se soltó la coleta y trató de volver a recogerse los cabellos que se habían soltado. Se quedó mirando el horizonte, pensando tal vez en disculparse él por su hermano.
Lo admitía. Le gustaba Hinata. Le había caído bien desde el momento en que la vio jugar con su hermana y morderle el dedo de una forma descarada. Le había gustado la relación que mantenía con su primo al jugar como niños pequeños cuando el castaño tenía diecinueve y ella diecisiete. Le había impresionado que ella lo incluyera en sus juegos y bromas pesadas para que no se sintiera apartado… y ahora se sentía fatal por lo que su entupido hermano había hecho.
Mikoto se dejó caer en la cama del dormitorio. Faltaban unas cinco horas para la boda y se sentía tan frágil como un flan. Hisashi y su mujer habían comido en la casa y no había ocurrido ningún incidente, exceptuando la cara furiosa de Hanabi y la desaparición de Hinata. Neji les había informado de que la mayor de los Hyugas se encontraba indispuesta que rogaba que la disculpasen. Luego lo vió susurrar algo con la castaña y la situación se tornó tensa e incomoda.
Se levantó de la cama y caminó hasta el baño que el dormitorio tenia. Había metido ahí dentro en traje de novia para que Hiashi no lo viese. Estaba colgado de un gancho tras la puerta, tapado con una fonda de la tienda de color negro.
Lo descolgó y lo sacó del "envoltorio", extendiéndolo sobre la cama y trató de alisarlo. La puerta fue golpeada de una forma suave y casi inaudible, pero aun así logro distinguir el sonido.
-¿P-puedo pasar? – Unos ojos blancos y una melena color azul asomaron por la puerta de una forma tímida.
-¡Claro! – La mujer la invitó a sentarse en uno de los sillones. - ¿Ya te sientes mejor?
-…Hai.
Pareció dudar con la respuesta, y la mujer supo que mentía. Sus ojos estaban rojos, hinchados y sus mejillas aun estaban húmedas. La alegría se extinguió de su pecho ante la sola idea de que el matrimonio era el culpable del estado de esa joven.
-Yo… m-me preguntaba si… p-podía ayudarte con el traje… o con algo más. – Jugó con sus dedos nerviosa.
-…Tu padre no me dijo que eras tan tímida. – Sonrió la morena.
-S-solo cuando estoy n-nerviosa. – Protestó.
-¿No vas a arreglarte para la boda? – Preguntó la Uchiha.
-Me sobra tiempo… Prefiero serte útil a ti. – Contestó. – Mi hermana no me deja que la peine, así que... pensé que tal vez tu…
-Me encantaría. – Le sonrió, tratando de reconfortarla y pasó su mano por sus mejillas, limpiando el rastro de lágrimas secas que aun habían en él. – Te ves más bonita cuando sonríes… - Susurró.
Hinata sonrió. Aquella mujer no era una arpía como Hanabi venia diciendo desde hacia meses. Era tierna y dulce. Discreta a la ora de tratar ciertos temas y amable… Se separó de ella, agradeciéndole el gesto e invitándola a que se sentara en el sillón. La peliazul corrió al baño y descolgó el espejo, colgándolo frente a la mujer para poder ver por todos los ángulos del cabello de su futura madrastra.
Acabó de recogerse el largo cabello. Se había echo un pequeño moño no muy alto y lo había sujetado con unos ganchos con adornos de flores doradas. Se miró en el espejo de su dormitorio, quedando satisfecha con su trabajo. Su Onesan se había ofrecido a ayudarla, pero ella se había rehusado a su ayuda porque quería demostrar que ya no era una niña. Se quitó el pantalón corto y la blusa para enfundarse en el pequeño vestido color champán de finos tirantes. El escote no era muy pronunciado y lo agradeció, ya que todavía no tenia mucho con que rellenarlo.
Recordó el estado en el que había encontrado a su hermana en aquella casa del árbol que Otosan les había echo de pequeñas para sus juegos. Verla abrazada a un cojín mugriento mientras lloraba desconsoladamente no había sido nada agradable.
FLASH BACK
Acabó de subir la escalera de madera y se quedó callada ante la imagen. La peliazul estaba arrodillada en el suelo, con los brazos apoyados en un pequeño "puf" de color rosa. Abrazaba un cojín descosido mientras hundía la cara en él para que sus gritos fuesen ahogados.
Se acercó a ella y la abrazó, maldiciendo al Uchiha y pensando mil formas de matarlo. La mayor pareció calmarse y levantó su rostro, cegándose un poco por la luz de la tarde y mirando a su hermana.
-Se lo que pasó… - Le dijo en un susurro.
-La tiró al agua… - Confesó. – Y yo… no pude hacer nada.
-Lo se. – La tranquilizó, acariciando sus cabellos largos y peinándolos. – Yo tengo una foto de Okasan guardada. Te haré una copia.
-… Arigato.
Se separó del cojín y abrazó a su hermana, hipando un poco y tratando de aguantar el llanto que volvía a sus ojos.
Hanabi sintió la rabia recorrer sus venas y querer explotar. La abrazó con más fuerza, no sabiendo si para consolar a su hermana o para tranquilizarse ella misma.
-Esto es ridículo… - Concluyó. – Solo porque Otosan se casa nosotras debemos sufrir.
Su comentario pareció tener el efecto deseado, por que la ojiblanca se limpió las lagrimas y se levantó del suelo. Hizo una seña a su hermana para que la siguiera y ambas bajaron del árbol.
-No necesariamente Hanabi…
-¿Qué vas a hacer?
-… Adivina.
Su voz sonó tétrica. Mucho más seria de lo que la había escuchado jamás. Y supo que su hermana planeaba hacer algo no muy bueno. Normalmente era ella la de las ideas y los actos aterradores, y no serlo en aquella ocasión, le provocó un miedo y una excitación indescifrables.
FIN FLASH BACK
Si, Hinata había planeado algo y lo había llevado a cabo. Solo faltaba esperar a que el "objetivo" lo hiciese el solito sin darse cuenta, y esa seria la mejor venganza de todas.
Salió del dormitorio con los pequeños tacones dorados en la mano para no hacer ruido. Escuchó el sonido del agua cayendo en la ducha desde el otro lado del pasillo. Caminó silenciosamente y bajó las escaleras para quedarse en el primer piso. Necesitaba entrar en la habitación en la que estaban Mikoto y Hinata para aparentar que había permanecido allí todo el rato y ella no había tenido nada que ver en el incidente.
-Valla. – Itachi subía las escaleras y se paró en seco al verla. Lucia un traje chaqueta negro con una camisa blanca y la corbata aun sin anudar.
-¿Qué quieres? – Le retó.
-… Increíble. Sigues siendo un monstruo aunque vallas arreglada.
Siguió su camino sin siguiera voltear a verla, pero la ojiblanca pudo ver la media sonrisa que se había formado en su rostro. Lo maldijo interiormente y deseó lanzarlo escaleras abajo.
El Uchiha siguió subiendo. Se había dejado su móvil en su dormitorio junto con su cartera. Caminó por el pasillo hasta alcanzar la puerta de su dormitorio cuando la puerta del baño se abrió. Sasuke salió con una toalla enrollada a su cintura mientras se secaba los cabellos con otra.
-Arréglate. Llegaras tarde y no pienso esperarte. – Le advirtió.
-Deja de joder.
Se quitó la toalla de los cabellos y la colgó de su hombro. Como si de un volcán se tratara, el mayor estalló en carcajadas, sujetándose el estomago con ambas manos. Tuvo que sujetarse a la pared para no caer de la risa. Los ojos le lloraban y sentía en su pecho la presión por la falta de aire.
-¡¿Qué te hiciste?! – Le gritó mientras reía.
Sasuke no comprendía la situación. Se quedó mirando a su hermano como si estuviese loco y levantó una ceja. Puede que la esquizofrenica de la castaña le hubiese pegado algo. Bufó molesto y entró en su cuarto. Comenzó a vestirse mientras las risas de su hermano seguían escuchándose por el pasillo. La puerta se abrió e Itachi sacó su móvil para hacerle una foto, conteniendo aun las carcajadas.
-¡Necesito enmarcar esto! – Rió.
¡Aquello era una casa de locos! Acabó de ponerse la blusa y se colocó frente al espejo. Pantalón… abrochado y en su sitio. Camisa… bien. Chaqueta… perfecta. Cabellos… verdes.
¡¿Verdes?!
Acabó de maquillar a Mikoto, informándole de que podía abrir los ojos y mirarse al espejo. La mujer quedó maravillada ante la obra de Hinata. Su pelo estaba recogido con dos adornos de flores de cerezo blancas a ambos lados de la cabeza por en el mismo centro.
Sus cabellos negros caían a un lado de su hombro de una forma delicada y casi graciosa.
Sus labios eran de un tono rosa pálido y con un poco de brillo con aroma de fresa. Sus ojos estaban maquillados en tonos azules, resaltando la oscuridad de sus pupilas y sus pestañas, negras y largas estaban perfectas.
-Kami-sama… - Susurró. – Ni yo misma lo habría echo mejor. – La halagó.
-El merito es tuyo por lucirlo. – La Hyuga se encogió de hombros.
Se escuchó un grito por toda la casa que hizo estremecer a las dos mujeres. La puerta se abrió y Hanabi entro de una forma rápida, colocándose detrás de la puerta y apoyándose en ella, como si quisiera evitar que alguien entrara.
-¿Sucede algo? – Mikoto se exaltó.
No les dio tiempo a contestar. El sonido de los pasos por la escalera, como si alguien corriera por ella las distrajo. La castaña corrió a esconderse tras su hermana que se quedó estática y firme frente a la entrada, esperando que apareciera el intruso.
La puerta se abrió de golpe y un Sasuke muy enfadado apareció en ella.
-¡Tu! – Señaló a la peliazul. - ¡Te voy a matar!
-¡Uchiha Sasuke! ¡Clámate! – Mikoto se interpuso entre las chicas y su hijo, mirándolo de forma desaprobatoria. Pero no pudo evitar reír ante su aspecto. - … ¿Qué te hiciste?
-¡Ha sido esa! – Señaló a Hinata. - ¡Ella y su hermana son unas locas esquizofrenias!
-¡Sasuke! ¡Modera tu lenguaje! – Le apuntó con un dedo, amenazándolo. - ¡Ellas han estado con migo desde que la comida a acabado! – Mintió.
El Uchiha gruño y miró fijamente a Hinata, haciéndole saber que se las pagaría por aquello. Dio media vuelta y se dispuso a salir del cuarto para dejar que su madre acabara de vestirse.
-No se preocupe Sasuke-san… Su nuevo "look" me agrada. – Hinata le sonrió de una forma cortes pero infinitamente falsa. – Como ve, yo también soy una fanática de los tintes. – La chica cogió un mechón de su cabello y se lo mostró. Hasta ahora no se había dado cuenta, pero las puntas eran e un color rojizo bastante disimulado por la oscuridad de su cabello.
La rabia volvió a llenar su sistema nervioso y se giró, dispuesto a golpearla hasta que suplicase su perdón, pero nuevamente su madre se interpuso, alzando la barbilla y mirándolo directamente a los ojos, cosa que le era difícil ya que si hijo era bastante más alto que ella.
Se contuvo como pudo y salió de la habitación, dando un gran portazo. Ambas hermanas suspiraron aliviadas por el momento. Tal vez mañana tendrían que afrontar la situación, pero lo harían juntas.
Se tensaron nuevamente cuando notaron la mirada escudriñadote de Mikoto sobre ellas. Miró a la castaña a los ojos, y esta se escondió tras su hermana mayor, amarrándola del brazo y demandando protección. Sus oscuros ojos viajaron hasta lo de la mayor. En ellos no vio miedo y temor como en los de la pequeña, sino valor y decisión ante lo ocurrido.
-Has sido tú… - Suspiró. Hinata se quedó atontada ante aquello. La mujer dio media vuelta y comenzó a ponerse las medias y el liguero bajo la expectante mirada de las dos hermanas.
-¿No vas a decir nada más? – La peliazul estaba mucho más nerviosa y temerosa. El hecho de que la mujer se callase la inquietaba.
-Conozco a mi hijo… y creo conocerte a ti. – La miró. – Se que si le has hecho eso, es porque se lo ha merecido, aunque… - Pareció pensarlo y una pequeña sonrisa se dibujo en sus labios. – El verde no le sienta bien.
Las dos Hyugas se miraron con incredulidad y estallaron en carcajadas. Hanabi cogió el traje de novia y se quedó a ayudarla para que Hinata pudiese cambiarse con rapidez y bajar para servir de ayuda a la hora de bajar las escaleras.
Salió del dormitorio y corrió por las escaleras mientras se quitaba la camisa. Abrió la puerta del baño y entro, arrojando la camisa sobre el lavamanos y quitándose los pantalones. Abrió el grifo del agua y se metió dentro cuando acabo de desvestirse. Ni siquiera se molestó en poner el agua caliente. Esquivó el champú que contenía el tinte y se lavó los cabellos, dejando el aroma a fresa por todo el baño.
Salió con rapidez y se enrolló el cuerpo un una toalla. Asomó la cabeza para asegurarse de que no hubiese nadie en el pasillo y corrió a su dormitorio. Cerró la puerta con uno de sus descalzos y húmedos pies y abrió el armario. Sacó un conjunto de ropa interior de encaje negro, bastante fino, ya que no quería que se marcaran los bordes de su ropa interior en el vestido.
Acabó de abrocharse el sujetador y se puso los tacones, abrochándolos con la rapidez que le permitían sus dedos. Buscó en el armario el vestido que debía ponerse y trató de secarlo, pero algo se lo impidió.
La puerta se abrió de golpe y Sasuke apareció, cerrando la puerta y caminando hacia ella con decisión. Trató de alcanzar la toalla para cubrirse pero fue tarde. La agarró de los brazos y la estampó contra la pared, provocándole un buen golpe en la cabeza.
-Voy a convertir tu vida en un infierno. – Le declaró, apretando el agarra y consiguiendo que la chica gritara de dolor.
-No estoy preparada para este tipo de relaciones Sasuke-san… pero Arigato por preguntar. – Rió.
-¡No me provoques! – Le gritó. Se acercó a su cuello peligrosamente, inclinando su cabeza para que su boca quedase a la altura de su oreja. – No solo juegas con fuego… has llenado la habitación de gasolina.
El susurró logró estremecerla, haciendo que su cuerpo temblara por entero. La soltó y se separó de ella, dándose media vuelta sin ni siquiera mirar el estado de nervios y miedo en el que la había dejado. Salió de la habitación y la chica se dejó caer al suelo lentamente, con su cabeza apoyada en la pared y su vista perdida en el techo.
Bajó las escaleras con gran enfado hasta llegar a la planta baja. Esa niñata se las pagaría. Fuese como fuese, pero lo haría. El timbre de la casa sonó y avanzó hacia la puerta, abriéndola de un Girón y queriendo matar a la persona que había osado llamar.
-Oh mon dieu… su cabello… - Un chico alto, aunque no tanto como el, bastante flaco aunque se veía que hacia algo de ejercicio. Sus cabellos color café y su cabello castaño, teñido con anchas mechas de un color rubio casi blanco. – Cgeo que me equivoqué de casa… - Susurró con un acento demasiado francés.
-¡Phillipe! – Hanabi bajó las escaleras descalza, dando pequeños saltitos con sumo cuidado para no despeinarse ni desordenar su vestido.
-¡Hanabi! – El hombre pasó y dejó una pequeña bolsa de viaje en la entrada. - ¡Que aleggía volveg a vegte!
Ambos se dieron un pequeño abrazo pero efusivo. La Hyuga tiró de él, haciendo que subiera las escaleras y diciéndole que subiera al cuarto de Hinata. Los dos desaparecieron de su vista y Sasuke se metió en la cocina. Abrió la nevera y sacó una cerveza. Dio el primer sorbo mientras veía el solo ocultarse lentamente desde la enorme ventana.
-Sasuke. – Hiashi entró en la cocina anudándose la corbata. - ¿Vas a esperar a Miko…? – Se quedó callado al verlo. Sus ojos se abrieron de par en par y su quijada de abrió más de lo normal. - … ¿Qué te has hecho en el pelo?
-Tsk… - Bufó molesto. Prefirió no contar la historia del tinte en el champú y dio otro trago a su cerveza. - ¿Qué quieres?
-… Esto… ¿Vienes a la Iglesia o esperas a Mikoto?
-… La espero. – Contestó.
-Bien… en ese caso yo me voy ya.
Normalizó su rostro y salió de la cocina, sacudiendo su cabeza y quitándose la imagen de Sasuke con el pelo verde. No ocultó la sonrisa burlesca que se formó en sus labios al intuir que eso había sido obra de una de sus hijas… o de ambas. Pero reconocía que se habían pasado. El verde era demasiado cantón, una mezcla entre verde pistacho y fluorescente. Recordó cuando Hinata llegó un dia a casa con el mismo aspecto, solo que con el cabello en tonos morados. Hinata… seguramente habría sido ella.
Acabó de maquillarse, guardando el rimel en un pequeño estuche y mirándose en el pequeño espejo de sus dormitorios. Su cabello estaba liso y seco, cállenlo varios mechones sobre sus hombros desnudos. Sus ojos maquillados en tonos grises y el brillo de labios le parecieron la mejor forma ir arreglada sin llamar la atención.
Alisó el vestido negro que llevaba, con escote de palabra de honor y ceñido bajo sus pechos para luego caer libremente y dando un poco de vuelo hasta sus rodillas. Los tacones de aguja que Hanabi había escogido para ella la hacían parecer más alta, pero estaba segura de que acabaría muriendo del dolor por ellos.
-¡Mon amour! – Se giró sorprendida al reconocer la voz. – Te ves gadiante.
-¡Phillipe! – Lo abrazó. – ¡Has venido!
-No podía pegdegmelo… - Suspiró. – Vegte bailag con tacones segá digno de veg.
-…Te odio.
Lo miró con falso enojo y lo tomó del brazo, saliendo ambos de la habitación y riendo por el pasillo. La Hyuga le preguntaba por su viaje y le gastaba varias bromas con trabalenguas para que el francés se enfadara, pero solo conseguía que este riera y la retara con trabalenguas franceses.
Se dejó caer en el sofá, poniendo los pies sobre el mullido mueble y descansando de una vez. Los tacones de aguja que había llevado para la ceremonia y el banquete habían conseguido que sus dedos estuviesen toda la noche sin un resquicio de circulación sanguínea. Se sentía morir cada vez que caminaba y sus tobillos le dolían ahora que se los había quitado.
-¿Te sientes bien mon amour? – Phillipe apareció junto a ella, dándole una pequeña copa de champaña.
-… Me duelen los pies. – Confesó. Miró hacia la sala donde los novios y los invitados seguían celebrando y bailando algún que otro vals. – No ha estado mal…
-La comida estaba inmejogable. – Es chico se llevó los dedos a los labios y los besó en una pose teatral. – Y la boda ha sido muy tganquila.
Era cierto. La boda había sido tranquila, sin ningún incidente, salvo las miradas y las risas que los invitados habían tratado de reprimir al ver el pelo de Sasuke. Rió de nuevo sin poder evitarlo, realmente, su obra era insuperable. Hanabi se había pasado el tiempo grabando a los invitados y a los novios, aunque evitando a Mikoto todo lo posible. Itachi le había pedido bailar un par de veces, pero se había rehusado. Nunca en su vida había bailado vals y no quería ser la responsable de que él acabara con un pie escayolado.
Kiba, Shino, Gaara, Sai, Shikamaru, Temari, Naruto e Ino habían sido invitados, pero el único que había podido asistir había sido Kiba. Los demás se habían quedado en el estudio, tratando de arreglar el tremendo problema en el que se había metido la banda ahora que el vocalista, Kleico, se había ido a otra ciudad.
-¡Traigo provisiones! – Kiba y Neji se sentaron frente a ellos en otro sofá y sacaron un par de botellas de vodka.
-No deberías tomar Hinata. – Itachi apareció tras ella como por arte de magia, apoyando sus codos en el respaldo del sofá.
-Mi padre se ha casado con una mujer a la que he conocido esta mañana, han tirado mi maleta por un precipicio y todas las fotos se han echado a perder. Llevo unos tacones que me impiden caminar y una amenaza de muerte pendiente. – Dijo de forma casual. – Creo que me merezco una copa. – Extendió el brazo y arrojó el champán a una maceta, pasándole el vaso vacío al Inozuka para que se lo llenara.
-Igual no te la mereces. – Contestó el otro ojiblanco.
-Pero me la pienso tomar. – Recalcó.
-Esa es la actitud. – Rió el castaño, haciendo que los tatuajes de sus mejillas le hicieran parecer más maduro de lo que era.
Hanabi enfocó a los invitados, queriendo sacar todos los detalles. Las mesas con los manteles blancos, las velas en el centro, la preciosa bajilla…
Cambió su objetito y enfocó la pista de baile, grabando a su padre y a Mikoto bailar un vals de una forma hermosa. Frunció el ceño.
No pensaba cambiar de opinión respecto a esa mujer solo porque hubiese protegido a Hinata, al contrario. Sabia que lo había echo para caerle bien… pero eso no funcionaria con ella.
-¿Qué haces enana? – Sasuke apareció junto a ella, apurando el último trago de su copa.
-Capturo la idiotez. – La Hyuga enfocó a su hermanastro, sacando un primer plano de su cara gracias al zoom.
-… ¿Quieres capturar mi puño en tu cara? – Dijo de una forma neutra y siniestra a la vez.
-Kami… que carácter. – Se quejó. – Solo voy a estudiarte.
-¿Estudiarme?
-Alguien tiene que hacerlo. Eres una especie de amargado antisocial con problemas agresivos… y con pelo verde.
El Uchiha se dio media vuelta para no romperle la cámara en la cabeza. Cogió otra copa de champán de las bandejas que los camareros traían y dejó la bacía. La castaña lo siguió, molestándolo concienzudamente.
La noche seria larga…
NA: ¡No me mateeeen! T-T Se que tendría que estar subiendo las contis de los otros fics y todo eso, demo tengo una buena razón para no hacerlo! Y esta vez no es por los exámenes. (Se aclara la garganta y pone cara de santa)
Estaba yo en mi dormitorio, escribiendo tranquilamente mientras escuchaba el relajante sonido da la lluvia cuando de pronto calló un trueno y… nada. No sucedió nada… salvo que la pantalla se apagó y comenzó a echar humo.
Lo que quiero decir es que… las contis están a salvo, demo sin pantalla no puedo subir las que ya tengo escritas, así que ruego disculpen las molestias (como tantas veces) y que no me maten ni me amenacen.
Probablemente se preguntaran… ¿Si no tiene pantalla como es que ha subido este nuevo fic?
La respuesta es simple y llanamente sencilla. El portátil n.n
Enserio, por favor. ¡No se enfaden! Estoy intentando conseguir una pantalla de segunda mano provisional mientras la mía está arreglándose. Trataré de subir las contis en cuanto pueda.
¿Qué tal el fic? Espero que les halla gustado. No era mi intención subir otro hasta que no tuviese alguno acabado… demo como el aburrimiento y la ansiedad pudieron con migo, decidí subir este ^^
Puede que mañana suba la conti, aunque no es seguro. Realmente no estoy segura de él, ya que fue una locura momentánea que se me ocurrió mientras mi preciosa y linda perrita me mordisqueaba el pie.
En fin… espero sus reviews y su opinión =) cuídense n.n
