Pateó una pequeña roca y se ajustó la mochila en los hombros. Arrastró sus pies, uno delante de otro cuando tropezó y cayó de rodillas al suelo, para su humillación, una bonita chica de ojos grises pasó justo a su lado. Su rostro se sintió caliente e intentó incorporarse. Se sacudió la ropa, se aclaró la garganta y fingió que nada había pasado. La chica rió por lo bajo y continuó caminando.
John quedó estático en su sitio y la miró embobado, sus piernas flaquearon y sintió que había olvidado cómo respirar.
John sacudió la cabeza y apresuró el paso. No valía la pena si no la volvería a ver.
Este tipo de deslices, a su edad y con su reputación eran vergonzosos. No era un niño de primaria, por el amor a Dios, y había salido con un montón de chicas (especialmente porristas voluptuosas). Se frotó el rostro con ambas manos y contó hasta diez.
Intentó pensar en Mary —su actual objetivo—. Mañana la invitaría al cine y olvidaría a esa encantadora desconocida.
El camino a casa se le hizo largo y pesado, la mochila en sus hombros se sentía como una carga exasperante que no podía llevar por más tiempo.
El sonido de los autos a un lado de la carretera eran suficientes para ahogar sus pensamientos.
Llegaría a casa; comería lo más rápido posible; terminaría la tarea y se encerraría en su cuarto toda la noche. Trataría de hacer el menor contacto posible con su familia, y así, sólo así estaría en paz
Estuvo allí, de pie, frente a la puerta. Tomó el pomo entre sus manos y lo deslizó, conteniendo la respiración. En la sala estaba su mamá, sentada frente al televisor con una botella en mano. No la saludó y trató de pasar desapercibido detrás de ella. Fue a la cocina a buscar algo para comer y se encontró con Harry escribiendo furiosamente en su celular.
—¿Y papá?
—No sé. Acaba de salir— contestó ella—¿Podrías cubrirme esta noche?
—¿Para qué?
—Quiero ir a un concierto.
—¿Con quién?
—Clara.
John la miró con la ceja levantada.
—Sólo... compórtate, por favor. Y nada de chicos— Harry rió por lo bajo y guardó su teléfono en su bolsillo— Me debes una.
—Háblale a Mary de mí.
—¿Sobre la vez que orinaste en tus pantalones viendo una película de terror?
—Oh, por favor, tenía siete años.
—Sí, pero le diré que fue este año— John la miró con una sonrisa de burla— Bien, bien. Lo haré, pero no prometo nada. Es mayor que tú, ¿Lo sabías?—Él sólo puso los ojos en blanco y caminó hasta su habitación.
Su recámara se sentía pequeña, sofocante, pero era su lugar en el mundo, su espacio personal. Ahí podía ser quién quisiera, olvidarse de todo y de todos. Sacó su libro y sus cuadernos.
...
La computadora de John era un asco, las teclas se trababan y la pantalla se apagaba porque sí. La reiniciaba cada tanto, y cada vez que lo hacía, tenía el temor de que la laptop simplemente no se vuelva a encender. Por eso pasaba más tiempo utilizando la consola de videojuegos de segunda mano —Que estaba seguro de que era alguna versión pirata—. Nunca se quejó, John Watson era un chico sencillo. Harry también lo era, hasta que llegó a la pubertad y cambió. Si antes no eran cercanos, ahora mucho menos. John no era cercano a nadie en su familia.
Bostezó y continuó jugando. Harry estaba preparando la cena y su mamá estaba viendo alguna telenovela.
Escuchó unos portazos, unos pasos pesados y un par de gritos. John gruñó, puso su juego en pausa y se colocó los auriculares.
Se dedicó a pensar en la chica de hace unas horas y sonrió como idiota, pero se desanimó cuando se dio cuenta de que —probablemente— jamás la volvería a ver. Tal vez si investigaba...
Recordó que ella llevaba puesto un uniforme de uno de esos colegios costosos de mujeres. (Harriet había insistido en inscribirse ahí, pero la pensión de militar de su padre no alcanzaba).
Sally Donovan estudiaba ahí, podría hablar con ella y... No, Sally lo detestaba.
No entendía por qué esa desconocida había llamado tanto su atención. No era normal que eso ocurriera. Tenía a todas las chicas que quisiera tener con sólo guiñar un ojo— Modestia aparte, pero era verdad— Por eso ya no le llamaba la atención tener novia, todo era lo mismo, tanta perfección abrumaba.
Pero la belleza exótica de esa chica era cautivante, un misterio que quería- necesitaba, resolver. (Por Dios, el escribir poemas lo estaba volviendo verdaderamente cursi).
Alguien tocó su puerta.
—¿John? Papá quiere que vengas a cenar.
—Dile que voy enseguida.
—Apúrate, por favor— dijo Harry angustiada. No contestó y unos minutos después ya estaba en la mesa.
Henry Watson tenía la mirada fija en su plato de comida, su esposa, Ella se sirvió vino en un vaso (ya no quedaban copas) y Harry usaba su teléfono con una sonrisita floreciente en el rostro. John comió varios minutos en silencio.
—¿Cómo estuvo la escuela hoy, hijo?—John asintió y se encogió de hombros. El silencio se mantuvo presente.
Fijó la vista en el cuello de su padre, vio una pequeña marca de un labial rojo que su madre jamás usaría. Apretó el vaso entre sus dedos, tan fuerte que estuvo a punto de romperlo.
—Muchas gracias por la comida. Estaba muy buena, Harry— Se levantó de golpe y no pudo evitar sonreír con amargura.
—Aún no terminas de comer.
—Siéntate. Nadie se levanta de la mesa hasta que todos terminen de comer— murmuró Henry. El silencio era sofocante, ninguno de los que estaban sentados en la mesa se miraban a los ojos. John estaba mareado, se sentía enfermo, fuera de lugar. Miró a Harry, quien brillaba como faro en medio de la oscuridad y mantenía una sonrisa soñadora y la mirada perdida. La envidió. Harriet Watson siempre estaba sumergida en su pequeño mundo, del cual él no formaba parte. Admiraba la habilidad de su hermana para desconectarse de la realidad e ignorar los problemas.
Él también lo intentó, por supuesto que lo hizo, pero las cosas no resultaron tan bien como esperaba. No era tan sencillo como ella lo hacía ver. Eso sólo lo hacía sentir un poquito más miserable.
Estaba sentado junto a Mike en una clase que no le importaba en lo más mínimo pero de la que tenía que prestar atención. La noche pasada no pudo dormir de la preocupación ya que Harry había vuelto muy tarde a casa y ebria. Su mamá casi la descubrió, por lo que tuvieron que abortar la misión y ella tuvo que subirse -a duras penas y de forma escandalosa- a la habitación de John.
Fue horrible, porque Harry estaba en verdad muy ida y tenía miedo de que terminase ahogándose con su propio vómito. Quiso reprenderla pero ella lo evadió y dijo que era la última vez que lo hacía.
Sí, justo como el mes pasado. Ya no sabía ni para qué seguía perdonándola.
Siempre fue muy débil en ese sentido.
En un momento dado de la mañana, Mike y Percy comenzaron a dejarlo de lado y charlar entre ellos (Joder, estaba demasiado distraído como para prestarles atención) Al parecer se ofendieron, porque Percy le lanzó bolitas de papel que aterrizaron en su cabello.
Y John sólo les lanzó un leve vistazo por encima del hombro y un gruñido. Las mañanas siempre lo ponían de pésimo humor.
—Hey.
Era como la quinta vez que Mike le llamaba la atención.
—Nos van a sacar si siguen así.
—¡Entonces haznos caso!—Suspiró y dejó caer su lápiz en su pupitre.
—Lo lamento. Mala noche.
—¿Entonces no podrás?— preguntó Percy. John parpadeó rápidamente.
—¿Eh?
—Acabo de invitarte a mi casa. Tres veces. Qué demonios.
—Eh, no puedo. Quiero tirarme a mi cama y dormir— dijo John y recostó su cabeza sobre su cuaderno.
El timbre sonó justo antes de que el profesor les llamara la atención. John y Mike vivían en la misma calle, Percy se desviaba una esquina antes. Por ello levaban caminando juntos desde el tercer año de primaria.
—Jugaremos videojuegos toda la noche— Comentó Mike mientras caminaban por el parque Compré papitas y soda. Tenemos que aprovechar, es viernes.
—Son unos malditos nerds— contestó John riendo— Mejor. En serio, estoy muy cansado. Quizás vaya más tarde, pero no creo poder aguantar demasiado.
Percy bufó.
—¿Estuviste saliendo otra vez? Desde que te volviste Capitán no paras de presumirnos tu vida social.
—Fue Harry—dijo con el ceño fruncido— Nunca les presumí mi "vida social"
—Uy, sí. Bueno. Vamos a tomar helado antes de que las cosas se pongan feas.
John, Mike y Percy atravesaron el parque en medio de bromas, hasta que John apartó la mirada y la vio caminando de espaldas.
Jesús, se sentía patético.
Sus piernas temblaron y sus ojos se abrieron por la sorpresa. La chica de los ojos grises llevaba un estuche de violín en las manos y su mochila en el hombro. Mike se volteó por el abrupto silencio y alzó ambas cejas, interrogando a John con la mirada, pero él no contestó y siguió adelante.
—¿Qué?
—Nada.
—Estás rojo.
—¿En serio?— se tocó el rostro con las manos y se maldijo internamente.
—Lo que sea. Iré a pedir los helados para ustedes también, malditos flojos, como muestra de mi gratitud por ayudarme a copiar en el examen. ¿Qué sabores quieren?— dijo Percy.
Los ojos de Mike brillaron.
—Chocolate, oreo y vainilla—contestó rápidamente.
—No soy millonario. Te traeré de chocolate—Mike bufó— ¿Y tú, John?— Él no respondió —¡Watson!
—¿Eh?— reaccionó— Vainilla, creo.
Ninguno de los dos dijo nada cuando Percy abandonó el lugar. John seguía mirando a la chica disimuladamente, y Mike intentaba descifrar el repentino cambio de su amigo.
—Es la chica— razonó. John negó con la cabeza rápidamente.
—No. Sólo tengo mucho sueño y mi cerebro está en modo automático.
—Sé cuando te pones en modo automático. Ahora ve y pídele su número. Tiene nuestra edad.
—Quiero ir en serio con Mary— protestó.
—Tiene quién sabe cuántos años más que ti. No tienes oportunidad con ella.
—La edad es sólo un número.
—¿Cómo te sentirías si te dijera que quiero salir con tu hermana?-—John arrugó la nariz y Mike sonrió.
—¿Lo ves? Ahora ve y hazlo, que cuando te pones así me das miedo— John gruñó— ¿Tienes vergüenza? ¿Qué pasó de John-tres-continentes- Watson?
—¡No cuenta si fueron novias por internet!— dijo Percy cuando llegó con el helado. Mike lo miró con reproche y él se encogió de hombros. Mike le dio a John unas palmaditas en el hombro y él corrió detrás de la chica misteriosa—¡Espera, tu helad-...!— Mike siseó.
—Nunca lo sabrá.
—¡Pero lo compré para él!
—Perdió su oportunidad, tráelo aquí antes de que se derrita— Percy rió.
—Tú, manipulador de mierda. Este fue tu plan desde el principio— Mike se encogió de hombros.
—El fin justifica los medios.
...
John se armó de valor y respiró hondo. Se arregló el cabello con los dedos y puso su mejor sonrisa, aunque a mitad de camino fue perdiendo la motivación y la ansiedad empezó a deteriorar su ánimo.
Se detuvo. La chica volteó y frunció el ceño.
Lo miró durante un largo rato de una forma casi analítica y él enrojeció más y tembló un poco.
¿Qué demonios le pasaba?
Y sólo se quedó ahí, estático sin poder acercarse un poco más o poder voltearse siquiera y salir huyendo. Ella volvió a su camino y apartó la vista. John se sintió ridículo y avergonzado y fue hacia Mike y le sacó su helado. Percy rió y John refunfuñó.
—¿Qué-...?
—No quiero escuchar de este tema de sus bocas ni una vez.
...
Estaba ahí en su cama, recostado mirándo al techo y escuchando música en un volumen demasiado alto y tratando de ignorar los gritos de Harry. Ella estaba desde hace quince minutos tocando la puerta y llamándolo. John no contestó porque no accedería a cubrirla de nuevo. Ya estaba hasta arriba de eso. Su teléfono vibró y él gruñó.
"Fiesta a las 10 en mi casa. Es por el cumpleaños de Molly. ¿Irás?"
Faltaba una semana para el cumpleaños de Molly, pero Greg siempre encontraba una excusa para festejar.
