La historia no representa a nada ni a nadie.
Esta historia la tengo en otro lado, pero en Padackles. Cuando la escribía tenía el gusanito de si fuese wincest au y así lo haré aquí, conforme avance la historia ser harán muchos cambios porque si pienso hacerlos hermanos aunque no se conozcan. Amaría meter demonios pero eso lo alejaría bastante de lo que quiero hacer.
Y bueno, pienso hacer muchos cambios :3
Sam no estaba muy seguro de cómo había llegado a ese lugar, maldecía haber viajado dos horas y media de camino y pagar dos dólares para terminar parado en ese sitio por tres horas mientras que todas las mujeres estaban sentadas. Maldito feminismo. El clima era frío, no obstante, la mayoría de las mujeres que estaban sentadas en el lugar vestían unos ajustados leggins con botas largas que buscaban estilizarlas un poco. No vestían de manera elegante, un tanto provocativa. Él, a diferencia de todos vestía unos jeans desgastados y flojos junto con una sudadera beige y una bufanda roja. Estaba consciente de ser el peor presentado.
Por la ventana podían verse la nieve cayendo por las calles, cubriendo las casas y los autos con una capa blanca, un ambiente frío que muchos encontrarían agradable. Él, nauseabundo. Conforme el tiempo pasaba la temperatura del clima parecía bajar cada vez más y Sam deseaba que su nuevo jefe fuese un poco más rápido. Porque él estaba seguro que obtendría el empleo.
El lugar tenía calefacción. Olía a incienso y copal. Era un ambiente cálido, consistía en uno de esos trabajos donde el salario era una mierda pero había bonos por puntualidad y rendimiento. Una manera de explotar a la gente haciéndolo creer quien mientras más trabajan mejor estarían cuando era la obligación del jefe darles un salario decente. De todos modos él no estaba ahí para emitir su opinión.
La secretaria actual era vieja, de sesenta o setenta años, con unos lentes gruesos de fondo de botella y un peinado de los años ochenta, muy maquillada y con una actitud igual de preciosa que ella.
"Siguiente"
La voz chillona era tan odiosa como ella.
"Sam Weeson " Él era alto, tal vez demasiado y no era una persona que pudiese pasar desapercibida como muchas de las mujeres, la secretaria lo miró por encima de los lentes pero igual encogió los hombros. Si hubiese sido más joven pensaría en lo delicioso que sería estar con un hombre tan grande pero ahora que tomaba pastillas para todo. Lo único que quería era irse a casa, pelear con su marido y su comatosa madre de cien años hasta quedarse dormida.
"¿Edad?"
"Diecinueve años"
"¿Experiencia en el puesto?"
"Ninguna."
"¿Tienes cartas de recomendación?"
"Ninguna."
Si ella hubiese puesto atención al muchacho se habría dado cuenta que Sam no tenía nada que ofrecer al puesto, pero claro. A ella no le importaba por lo que lo hizo pasar como a todas las demás.
La oficina era soberbia al igual que la persona que estaba sentado ahí. Un hombre poco agraciado con aires de grandeza. Seguramente Crowley Crowley había gastado el sueldo de los tres primeros meses en decorar esa oficina para sentirse poderoso.
Sam era una persona ignorante, no iba a engañarlo. Jamás había asistido a una escuela y apenas había aprendido a leer y escribir en prisión. Pero no era estúpido, él sabía leer a la gente.
"Sam ¿Verdad?" el joven tomó asiento enfrente de Crowley, quien obviamente estaba decepcionado al no tener una joven bonita frente a su escritorio con la que jamás tendría oportunidad. "Dime Sam . ¿Por qué crees que debería contratarte?" dio un sorbo a su café, esperando una respuesta a la que no le pondría atención y decirle. Gracias, nosotros le llamaremos.
"Porque tiene que cumplir un requisito con el gobierno en que se comprometió a ayudar a rehabilitar a ex convictos para así pagar menos impuestos." Crowley se atragantó con el café. "¿Me equivoco? Y dado que necesita al menos un empleado para poder justificarse ante el gobierno creo que soy apto para el puesto"
"¿Tienes otro trabajo?" preguntó cauteloso.
"Sí, soy prostituta en una esquina." Respondió el menor divertido al ver las reacciones del hombre.
Crowley frunció la cara, el muchacho lo estaba desesperando tanto como su esposa. "El trabajo requiere actitud y amabilidad, y que por lo menos sepas escribir bien para poder redactar un maldito informe o hacerme un maldito café. Pero tu experiencia como puta no puede darte lo que se necesita pa-" Sam se inclinó sobre el escritorio y le puso el dedo en los labios con una sonrisa arrogante, para después levantarse del escritorio y arrodillarse entre las piernas del hombre. "¿Qué demonios?"
"¿Sabes qué se? Qué estas harto de tu esposa, que quieres una bonita empleada para poder mirlarle el trasero y masturbarte debajo de tu escritorio mientras sueñas que te da la mejor mamada de tu vida, que quieres follar con alguien más pero no puedes hacerlo, porque este pequeño empleo al que tú le entregas todo te quita la mayor parte de tu tiempo. Das demasiado porque así sientes que tu ere el dueño y no solamente un gerente más.
"¿Cómo te atreves?" exclamó molesto y humillado. "llamaré a seguridad" amenazó.
"Quiero que expliques esto" dijo Sam burlón. "un chico de dieciocho años me quiere dar una mamada." Imitó divertido el acento de su nuevo jefe "Solo disfruta." Crowley quería cerrar los ojos o correr cuando Sam le abrió la bragueta pero resultó que encontró muy satisfactorio tener a Sam entre sus piernas. Tratando su pene de la mejor manera que nadie antes lo había hecho, con gentileza. "¿tu esposa es así de gentil contigo? No, no creo. Apuesto a que le da asco tu polla, pero a mí no me molesta tenerla en mi boca" Frotó su rostro contra el pene duro del hombre ante de pasar sus labios por toda la longitud. Crowley cerró los ojos por placer cuando sintió la lengua del menor en sus bolas, viajando de abajo hacia arriba hasta engullir por completo su pene, observó con detenimiento el cabello castaño se movía mientras el trataba de quedarse callado. No pasó mucho tiempo antes de que terminase en la boca de Sam quien se aseguró de tragar todo. Su semen era amargo, como el de la mayoría. No era lo peor que había probado.
"Tú me das empleo y yo me encargo de satisfacerte en las mañanas. Todos felices"
Crowley respiraba entrecortado. Esa había sido la mejor mamada de su vida y estaba seguro que quería repetir. Entrecerró los ojos antes de ver a aquel joven.
"Jamás hablaré de esto. Tranquilo, no es que mis clientes les interese saber de la vida de otros."
"Regresa mañana, a las ocho."
"A las nueve será" dijo antes de la salir de la oficina y mirar a las hermosas mujeres sentadas afuera de a la oficina. Seguras que con su falda y presencia podrían obtener el trabajo. Estúpidas.
"Hasta mañana" se despidió de la vieja secretaria que solo atinó a gruñir.
Sam comenzó a maquillarse en el camión, poniéndose delineador, un poco de rubor rosa y brillo labial. Había muchas cosas que no entendía ¿Por qué la mayoría de los hombres que lo querían coger deseaban que se viese femenino? Querían que vistiese como mujer, que se maquillase como mujer y que gimiera como una. Sabía que muchos solo querían humillarlos ¿y los demás? Solo eran gente frustrada. Aunque, él no estaba ahí para examinar a la gente, él estaba ahí para satisfacer a sus clientes y a sí mismo. Nada más.
Tener proxeneta tenía ventajas y desventajas.
Ventaja de tener clientes fijos y no toparte con psicópatas. Había reglas, había un límite. Las putas estaban acostumbradas a hacer cosas degradantes, no había algo que le hiciesen hacer que él encontrase humillante. Pero el dolor, por mucha tolerancia que tuviesen había cosas que simplemente no podían ni querían hacer. Así que las protegían que no se sobrepasaran y la desventaja era perder casi todo su dinero.
Sam tenía un umbral del dolor muy alto, no es que no doliera. Era simple, los clientes más crueles eran los que mejor pagaban, tenían un complejo de amo dominante y creían que podía ejercer control solo porque sí, aunque también había un problema con los novatos que creían que podían hacer lo que quisieran con él por un bajo costo, siempre tratando de humillarlo. Oh no, todo tenía un precio y las humillaciones generalmente eran caras.
Y siempre cobraba por adelantado.
El cambio de paisaje parecía radical. De una bonita ciudad había llegado al peor lugar de la ciudad. Las calles apestaban a drenaje por el mal servicio de alcantarillado y los faros apenas alcanzaban a iluminar. Los edificios eran altos pero estaba muy mal construido y la mayor parte de ellos no cumplían con las normas de seguridad, pero a nadie le importaba. Frotó sus brazos por encima de la ropa buscando calor pero todo es inútil. El lugar está repleto de nieve y todo es demasiado frío.
Quiere un trago vodka y lo quiere ya.
"¡Sam!" el menor se giró para ver de dónde provenía la voz. Nadie en ese lugar sabía su verdadero nombre, pero pocos lo llamaban por su nombre de prostituta. La sonrisa amarillenta sobre la piel morena causaba en él cierto malestar. Travis no era tan alto como él, pero a diferencia suya era negro, corpulento y vestía varias capas de ropa lo que hacía que incluso alguien como Sam luciese pequeño a su lado.
"¿Qué quieres Travis?" se cruzó de brazos.
"Tengo algo nuevo…Pensé que te gustaría probarlo. Y después me pagas. –Sam negó con la cabeza. Era drogadicto, no idiota. Si no tenía dinero, no consumía. Era simple. -Como quieras, por cierto. Una chica linda preguntó por ti…oh, ahí viene." Travis miró a la menuda mujer que pasó a su lado, su piel tersa y sedoso cabello negro indicaba que ella no vivía por esos rumbos de la ciudad –Preciosa… una poco de coca por diez dólares. Oferta especial para ti.
"Piérdete tarado" gruñó ella, viendo a Sam con una notoria molestia en el rostro. "¿En serio?"
Sam le tomó del brazo y la hizo entrar en un viejo edificio. Las escaleras rechinaban y el lugar parecía que caería en pedazos en cualquier momento.
"Muñeca, yo puedo satisfacerte y gratis. Deja a ese marica por ahí y yo te enseñaré lo que es un pene de verdad." oyó gritar al hombre antes de que Sam abriese el cuarto.
"No debes de venir por aquí. No es seguro." regañó molesto mientras la empujaba dentro del pequeño cuarto.
Jessica Monroe abrió la boca para refutar cuando se dio cuenta que el cuarto del joven no tenía nada más unas sábanas en suelo, unas botellas de agua en una esquina y ropa doblada sobre el suelo del lugar.
"Conseguí el empleo"
"¿De verdad?" ella lo miró recelosa. "¿y por qué estas maquillado así?"
"No puedo tener un solo empleo"
"Sam , si dejases ese vicio-"
"Rara vez duermo aquí. Solo vengo a cambiarme de ropa…." Sam se cruzó de brazos y se apoyó en la pared. "Podría vivir en un mejor lugar si no tuviese que darle mi dinero al gobierno…"
Sabes muy bien que saliste bajo fianza y trabajo comunitario." el menor no estaba impresionado. –"no quiero que vuelvas a prisión"
"No era tan mala, tenía comida, agua, una cama…." su voz sonaba nostálgica.
"Y te forzaban. –aseveró la mujer, el solo ladeó la cabeza y respondió indiferente."
"Era una de las putas de la prisión, ahora soy una puta de las calles. Solo es geografía."
Jess sabía que no podía discutir con él. Parecía que el muchacho había nacido para estudiar leyes.
"Ya tengo un trabajo legal. En una empresa "decente" ¿Algo más que deba de hacer para tener contento al gobierno?"
"Cuídate." susurró con la voz quebrada. Sam suavizo la expresión y la abrazó.
"Gracias Jess, por todo."
Ella se limpió las lágrimas del rostro, no importaba cuan frío se mostrase Sam , ella sabía lo dulce que podía ser ese muchacho.
"Tendrás audiencia en seis meses." Informó a la vez que sacaba unos papeles . Sam hizo un mohín y Jess rio. "tienes que ir, mostrar una carta de que has estado trabajando estos seis meses y hay un programa de rehabilitación al que creo que deberías ir. Es gratuito."
El chico pareció dudar.
"¿Irás?"
"No quiero perder mi libertad." Dijo a modo de broma, ella se decepcionó al ver que no se refería al programa pero tampoco le extrañó.
"Bueno, me voy… Cuando consigas un teléfono aquí está mi número." Le tendió una pequeña tarjeta que Sam se aseguró de poner bajo un pequeño portalápices en la recamara. "Es en serio Sam , consigue un celular"
"Esas cosas son del diablo." Se burló el menor. Aunque una pequeña preocupación le surgió. "Dame un minuto para que te acompañe a tu auto"
"Tranquilo, puede que no lo parezca pero soy una mujer fuerte. –guiñó el ojo su amigo quién solo rodó los ojos. Le agradaba Jess, lo hacía reír. "tu deberías preocuparte, creo que estas más delgado desde la última vez que te vi."
"El poder de la dieta."
Si tan solo fuese verdad….
Jess dejó a Sam quien le aseguró que estaría bien y que se verían en el próximo juicio. Odiaba tener que dejar a Sam por tanto tiempo pero no podía seguir atascada con él. No era el único caso que existía y si podía ayudar a más gente lo haría. Sabía del problema de drogas del chico y no lo culpaba, pero le frustraba lo poco que el joven se valoraba. Esperaba que en los Ángeles pudiese crecer más como abogada y lograse limpiar el expediente del muchacho. Así podría conseguir un mejor empleo.
Sam trabó su puerta y puso un clip para evitar que fuese forzada. No le preocupaba que robasen su ropa o pertenecías, puesto que sabía que nadie podría malbaratar sus cosas siquiera. Pero había una botella de vodka que quería conservar, antes de salir siempre se aseguraba de dar un buen trago y tomar unas pastillas. Y siempre salía con un poco de pasta de dientes y un cepillo, odiaba oler mal y tener el sabor amargo del semen o cualquier sustancia en su boca. Cambió sus pantalones por unos pequeños shorts negros muy ajustados. Sus zapatos desgastados por unas zapatillas que eran al menos dos números más pequeños y su sudadera por una camisa azul celeste ceñida al cuerpo con la cual podía enseñar su ombligo. Su único abrigo era una chaqueta de plástico barato que de lejos pasaba por imitación de cuero.
Después de terminar con el cuerpo cubierto de semen, sudor y muchas veces orines, contaba el dinero y acudía con Travis
"¿Qué tal la noche?"
"Como siempre"
"Si trabajases para mí, podría irte mejor." Le tentó, no quería cogerse a Sam pero según sabía el joven tenía buen aguante y le pagaban bien. Aunque luego fuese con un ojo morado o marcas de golpes en las manos, esos eran los días en los que más drogas compraba. Se imaginaba lo bien que explotaría el cuerpo de un joven como él.
"Podría o tal vez no. Dame lo que quiero."
"Vale. Aquí tienes, veinte gramos de cocaína. Tranquilo, no está mezclada. Aquí hay un poco de crack y metanfetaminas."
Sam recogió su bolsa de drogas y pagó.
"Tengo un poco de heroína. El primer piquetazo es gratis."
Sam lo dejó hablando solo, ya la había probado, era buena. Demasiado, pero también cara, era algo que solo podía probar cada seis meses y no por el dinero, sino por lo adictivo que era
Él vivía al día, nunca guardaba nada. No tenía caso, la gente lo sabía y esa era una de las razones por la que nunca se metían a su cuarto. Caminaba por las calles frotándose los hombros, no quería ducharse pero no tenía de otra.
El gimnasio del lugar contaba con varios aparatos viejos y oxidados. Los cristales empañados por la grasa y el tiempo mostraban lo poco que le preocupaba al dueño del sitio. Pero tenía el servicio de regadera, aunque no era agua caliente era muy poca la gente que ahí se duchaba. Él era uno de ellos, siempre se bañaba lo más rápido posible. Su cuerpo entumecido por los fármacos hacía las cosas un poco más llevaderas pero las drogas no eran milagrosas.
Casi nadie usaba esas instalaciones, menos a esa hora de la mañana por lo que se sentía cómodo limpiando su cuerpo y deshaciéndose de cualquier cosa ajena a su cuerpo. Cambió sus ropas y se dispuso a asistir a su nuevo trabajo, quizás las cosas podían ser un poco diferente a partir de ese momento.
Ocurrió que a Michael se le antojó tirarse en el suelo de su oficina, ordenando a sus guaruras que nadie podría entrar o transferirle llamadas durante las siguientes tres horas. Miraba al techo mientras pensaba la mejor forma en que podría organizar todos sus negocios e impulsar su carrera política. No era sencillo y tanto estrés le había producido un tremendo dolor en la espalda, pero tampoco podía traer a un fisioterapeuta, no tenía ganas de nada.
Escuchó la puerta abrirse pero no se molestó en mirar.
"¿Mike? ¿Qué demonios haces? "
"Hey Dean. Solo descanso de esta maldita torticolis. Todo esto me tiene estresado."
Dean era probablemente la única persona que tendría el privilegio de verlo en ese estado.
"Castiel me contó acerca de tus problemas con el casino ¿Por qué no mejor te vas y haces lo tuyo y yo me encargo de administrar las empresas?"
"Porque solo eres un niño mimado." refutó Michael burlón, Dean rodó los ojos.
"Pues este niño mimado lleva varios años haciéndose cargo de tu trabajo. De verdad Michael, lo digo en serio. Además, no sería bueno que nuestro futuro senador tuviese algo que ver con un lugar de vicios y perdición."
"Patrañas." refunfuñó. "Dean. No desconfió de ti, pero no quiero que a tus veinticuatro años te hundas en el trabajo como yo. Yo ya estoy grande, no pasa nada pero tú eres joven. Sal, diviértete, consigue una novia"
"Eso lo hago."
"No, tu solamente juegas con la gente. No quiero que acabes como yo"
"¿No quieres que me convierta en un senador que pueda abrirse camino a la presidencia de los Estados Unidos?"
"Desde que comencé a trabajar no he podido dormir tranquilo. Y heme aquí, ¿Sabes? Es patético que el suelo de mi oficina me parezca más cómodo que mi cama"
"Cada quien decide como pasar su vida ¿no? Ser un joven playboy, millonario. No es tan malo y vacío"
Michael se puso de pie. El rubio se acercó a ayudarle pero fue rechazado. Dos hombres compartiendo una relación de años, padrino e ahijado, un lazo más profundo que el de un padre y uno hijo, ambos lo sabían pese a que jamás se daban una sola muestra de cariño. Ni un simple gracias, las miradas y los gestos son suficientes en relaciones de este estilo.
"Muy bien, sigue así. Creo que te tomaré la palabra… Pero entiende mi desconfianza. No quisiera que mi ahijado me dejase en la quiebra con mi mejor negocio."
"No es mala idea, podría gastar toda tu fortuna en juegos de azar, mujerzuelas y tequila." Michael le dio una palmada en la espalda. "toda la información sobre la empresa está sobre la mesa."
Dean Winchester se creció en una familia de bastardos millonarios. Su madre era la persona más dulce y amorosa que había conocido jamás, también era hermosa. Por eso no se explicaba que hacía con el imbécil de su padre. Siempre que le preguntaba ella le respondía con una sonrisa "tiene un lado dulce" Lo cual, Dean dudaba que fuese cierto. Pero su madre no mentía nunca, solo con Santa Claus y las típicas mentiras de padres pero nada fuera de lo común. Su padre, John Winchester era tan frío como el invierno y tan déspota como la reina Victoria, pero igual de inteligente y cruel. Quizás la única persona que lo había visto sonreír era su mujer quien aseguraba que Nate era el hombre más maravilloso del mundo cuando no estaba presionando o haciendo crecer su imperio.
Dean creció como niño mimado, tomando clases particulares hasta que un día escapó de casa y por azares del destino terminó formando parte de una pandilla. Le agradaba el trato despiadado y desinteresado de sus nuevos amigos, llegó a fumar la marihuana y tener un serio problema de alcoholismo a los dieciséis años hasta que Michael lo rescató y le ayudó a salir. No sin antes darle una clara golpiza. Y le enseñó lo que pasaría si se enfrentaba con gente que si supiera pelear. También lo hizo trabajar desde abajo y así fue como el joven de ojos verdes hizo grandes amigos pero también se llevó grandes decepciones cuando encontró que la hipocresía no era exclusiva de la clase alta, y que la mayoría de la gente tenía un precio.
Por eso no dudaría ni un segundo en hacer lo que sea para ayudar a su padrino. Él podía coordinar, delegar y hacerse cargo de esa empresa in problemas aunque eso le restase tiempo para salir a divertirse a bares en la noche y se limitase a divertirse con el personal. Por eso no le extrañó cuando Charlie entró a su oficina hecha un torbellino de furia. Él, como de costumbre, fingió inocencia y preguntó que pregunto qué pasaba con cara de perro arrepentido.
"Te diré que pasa Dean. ¡Que es la cuarta, la cuarta mujer que sale huyendo este mes!"
Charlie quería golpearlo. Su cabello perfectamente peinado en ese momento lucía desañilado. Y su cara estaba roja de la ira.
"No puedes seguir así. En serio. Cada vez que llega una empleada no puedes evitar coquetear con ella y romperle el corazón como si fuese una arpía."
"Ellas son las arpías." –se defendió.
"Dean, son mujeres jóvenes e ingenuas. Por dios"
"Ni tan ingenuas, ve a un hombre guapo y con dinero y se lanzan encima."
"Lamento decírtelo pero si quieres a alguien que este contigo por la bondad de tu corazón estas frito porque eres un grandísimo hijo de perra" Dean torció la boca. "y ya hemos acordado con Castiel lo que pasará. Porque yo no pienso seguir haciendo el trabajo de tu secretaria. Soy licenciada en finanzas, no sirvo cafés.
"Tendrías actitud si se arrojasen encima de ti"
Charlie salió de su oficina azotando la puerta. Gadreelentró después de dar un silbido sorprendido.
"Esa mujer sí que tiene su carácter. Como sea, necesitas un asistente y creo que ya tengo uno. Según se es muy bueno."
"¿Es hombre?" Dean hizo un mohín. ¿Cómo se divertiría ahora?
"Es la única manera de que no te líes con él. Solo en lo que sacas el trabajo. Además, si tomas este trabajo tendremos que ir a las Vegas y ahí mi estimado Dean, la prostitución es legal."
"No me gustan las prostitutas. "
"Es un trabajo como cualquier otro." Defendió Gadreel. "además la diferencia entre ellas y las chicas que contratas es que estas son honestas. Y si te pones a pensar, hasta sale más barato que una de estas arpías."
"Que Charlie no te escuche."
"Ella es mujer y siempre defenderá a las suyas. ¿y bien? " Arqueó las cejas de forma graciosa y sugerente.
"No me agrada estar en una mujer que ha estado con miles de hombres. Es un poco asqueroso."
"Evita pensar en ello mientras coges y déjate consentir."
"¿Y Chris?"
"Fue a buscar a tu nueva secretaria."
Dean refunfuñó. Ese sería un día largo.
Crowley Crowley realizaba su trabajo por obligación, para tener dinero y por querer ser el mejor. Pero nunca tuvo una motivación como la había tenido hasta ese entonces. Y no se estaba enamorado del muchacho, solamente que ese chiquillo le complacía sexualmente. Y eso, era felicidad. Ya no le importaba llegar a casa y escuchar a su esposa gritar ni masturbarse frustrado en el baño, además el chiquillo era eficiente. Incluso si solo lo ocupaba para realizar encargos, todo era hecho con eficiencia y pulcritud.
Pasó lo que no quería, deshacerse del chico.
El muchacho no sabía leer ni escribir, pero hacía su mejor esfuerzo y realizaba las tareas de archivar y un poco de contabilidad y con un poco de práctica recién aprendía algunas palabras, aunque solo fuese lenguaje de programación. Parecía que aun siendo analfabeta el joven era un friki de las matemáticas. Por eso cuando llegó uno de los hombres de la dirección general casi se infarta al saber que después de tres meses alguien vendría y rompería su burbuja de felicidad.
"¿Qué?" Aun no digería a información.
Dean necesita un empleado nuevo.
"No pueden llevárselo." Se quejó. Viendo que Crowley no quería renunciar a su empleado, Castiel optó por tentar al muchacho una vez que entró a la oficina.
"Oye chico. ¿Quieres un aumento? " el muchacho era alto, flaco, desgarbado y aunque poseía unos hermosas ojos pardos era hombre. Y no se veía atractivo, por lo menos no bajo esa mata de cabello y esa horrible ropa de segunda mano. Dean seguramente se quejaría por el aspecto físico del menor pero eso se arreglaba.
"No."
"¿Perdón?"
"Lo que oyó. No quiero un aumento, estoy cómodo con mi trabajo actual."
Crowley sonrió. Sam no tenía intención de tener otro trabajo, Crowley le permitía llegar a la hora que fuese mientras le cumpliera y además podía estar tomado mientas realizaba sus actividades. Un mejor puesto implicaría trabajar, cumplir un horario y no estaba dispuesto a estar sobrio más de una hora al día.
"Ya lo oíste."
Castiel no pensó recibir esa respuesta, y después de haber despedido a todas esas señoritas. Oh no, estaba en aprietos. Y no quería soportar a Dean ni a Charlie quejarse sobre la carga de trabajo. Masculló unas cuantas maldiciones
"Entonces solo serás suplente por dos días porque Dean acaba de despedir a su secretaria. Se te pagará seis veces más aunque solo estés dos días."
Sam frunció los labios. Se había quedado sin metanfetaminas por culpa de su anterior cliente y necesitaba comprar más. Solo debía aguantar unos días y luego podría volver a estar drogado y feliz.
"De acuerdo. Nos vemos la siguiente semana Crowley. "
Crowley había perdido. Ni hablar, a buscar otra secretaria. Quizás en vez de publicar un anuncio por internet debería de ir a una esquina a buscar una prostituta.
Castiel suspiró aliviado. Solo esperaba que el joven se quedase más tiempo, Charlie podía ser más odiosa que Dean si se lo proponía.
Lo primero que Dean vio en el joven fue su altura, lo segundo. Lo mal vestido que estaba y tercero, su cabello desarreglado. Alguien completamente desañilado, parecía un vagabundo que acaba de recibir un baño. Frunció los labios con molestia.
"Bueno, Sam. Básicamente lo que tienes que hacer recibir llamadas y organizar mis cosas y hacer lo que yo te mande"
"Preocuparme por las cosas que se supone que usted debe de hacer."
Gadreel miraba expectante a Dean, Cass le había comentado que Sam parecía tener un carácter fuerte, y no mentía.
"Si, entiendes rápido." respondió sarcástico. "Otra cosa, si vas a recibir a mis clientes necesito que uses mejor ropa."
"Señor Winchester. ¿Usted busca presencia o eficiencia?"
"Bueno, te pago para que me des la dos"
"No, no me paga. Me mandó a llamar para realizar sus tareas, ahora me pide una presencia.
Te voy a pagar mucho mejor que antes para que te deshagas
"Usted no sabe si tengo dinero o no, solo pide que realice algo fuera de mi alcance.
"¿Vestir mejor está fuera de tu alcance? Preguntó déspota. Sam inmediatamente notó la burla y el desprecio en su tono de voz, su expresión y sus gestos. Pero no era el primer imbécil en tratar de hacerlo.
"Sí, Señor Winchester, está fuera de mí alcance, porque esta es la mejor ropa que tengo" Dean se quedó mudo. "Esta ropa me sirve, me da calor y me es funcional. Y no estoy dispuesto gastar mi dinero que apenas y me alcanza para comer y pagar mi alquiler por un capricho suyo.
"Gadreel" llamó Dean dándole la espalda al muchacho. Negándose a verlo, se sentía humillado pero por sí mismo, es verdad. No había pensado en la vida del muchacho, generalmente no lo hacía. Solo exigía lo mejor de cada quien y despedía a quien no cumplía sus expectativas.. Y ahora se sentía como idiota por ser tan inconsciente. Si Sam le hubiese dicho otra cosa, pero el joven prácticamente le dijo que era un indigente. "dile a Charlie que le dé un uniforme al chico y le explique lo que hay que hacer"
"¿Uniforme? No tenemos ningún uniforme." gruñó la voz molesta al otro lado del teléfono. Estaba fastidiada de Dean, si seguía con sus estupideces.
"Lo se Charlie, es la manera de Dean de no quedar como idiota frente al nuevo." Charlie se quedó en shock. Podía oír la risita al otro lado del teléfono
"¿Qué sucedió?" preguntó perpleja, con los ojos bien abiertos y toda su atención en el teléfono. Quería captar el más mínimo detalle.
"Sam acaba de darle una lección a Dean Winchester. Tienes que ver eso, el chico es alto. Unos diez centímetros más alto que Dean pero es muy delgado."
Charlie quería abrazar al chico nuevo en ese momento. Pero no podía cantar victoria, apenas habían pasado unos minutos.
"Con decirte que Dean se quedó callado, ni siquiera lo vio a los ojos después de que Sam le respondió. Te mando una foto de él para que le puedas comprar algo agradable."
"Del odio al amor hay un paso. Quien quita y nuestro joven playboy se vuelve gay" dijo con voz cantarina a lo que Gadreel se carcajeó.
Charlie recibió la imagen de Sam por teléfono, no era lindo. Pero estaba seguro que podrían arreglarlo para que se viese igual que un muñeco como Dean. Tenía muchas cosas que hacer y mucho por hablar con Sam . Quizás hasta podría establecer una puesta con Gadreel sobre quien de los dos caería primero.
¿Y? ¿algún tomatazo?
