Holaaa! Aqui yo con otra historia, pero esta vez no es mía, sino de la gran escritora Sara Craven! :D Me leí esta historia y me gustó, al igual que muchas otras de ella! xD

En fin, hago esta adaptación porque leí la que está haciendo Naoko Tendo y no me pude resistir! Chica, perdón si estoy abusando de tu confianza! D:

Bien!, Espero que les guste este primer capi! Sólo para entretenerlos (?)!

Capítulo 1

—Lo que usted está diciendo es que no hay nada que yo pueda hacer, que no puedo ganar —con un esfuerzo sobrehumano, Rukia intentó hablar con tranquilidad.

El hombre que estaba sentado frente a ella detrás del escritorio, se encogió de hombros con suavidad.

—Está equivocada si considera esto como una batalla, thespinisKuchiki. Pero si insiste en hacerlo, entonces debo decirle que será imposible que la gane. Mi cliente está preparado para hacer valer su derecho sobre la custodia de su sobrino ante cualquier tribunal, ya sea de este país o de otro. Sería un proceso costoso, pero él puede pagarlo. Mientras que usted... —miró hacia abajo los papeles que te nía delante de él—. Usted, como puedo ver, sólo es una secretaria.

—No tan importante —contestó Rukia en tono desafiante—. Soy mecanógrafa. Gano un salario razonable, pero no puedo luchar contra los millones de los Kurosaki... lo admito. Más el que yo quiera a Nicky, tiene fundamentos morales. Mi hermana era el único fami liar que yo tenía. Cuando ella y Byakuya se casaron, y tiempo después tuvieron a Nicky, me permitieron convertirme en parte de su fami lia. Incluso tenía una habitación en su casa, y estaba cuidando al niño, cuando... —se interrumpió tratando de contener las lágrimas.

—Lo sé, thespinis—el señor Ishida la miró con compa sión—. Fue una gran tragedia, una terrible sorpresa para usted. Pero estoy seguro de que desea lo mejor para el niño.

—Naturalmente. Pero pienso que diferimos en qué es lo mejor para él —aseguró la chica con frialdad.

—Vamos thespinis. Bajo los cuidados de su tío, él tendrá todos los caprichos.

—Eso sería más fácil de creer si ese mismo tío hubiera demostrado algún interés por él cuando nació, y cuando sus padres murie ron —repuso Rukia, satisfecha al notar que el señor Ishida pa recía incómodo.

Inconscientemente, casi podía sentir pena de él. Tenía un sucio trabajo que realizar, y era probable que no le agradara. Pero por otra parte, Ichigo Kurosaki, sin duda, le pagaba bien para que la per suadiera de entregar al pequeño Nicky sin causar problemas.

Cuando ella llegó al impresionante bloque de oficinas donde es taba la rama Londinense de Corporación Kurosaki, en persona. No le conocía, sin embargo, Byakuya hablaba con frecuencia de él.

AI encontrarse con el señor Ishida, con su cabello azulado y fi gura alta se sintió aliviada. Cualquier persona contratada por Ichigo Kurosaki debía tener gran capacidad profesional, y se esperaba que ganara todos los pleitos que tuviera la compañía.

Pero ése no, pensó Rukia, clavándose las uñas en las palmas de las manos. «No puedo dejar que Nicky se marche. Es todo lo que tengo.»

Miró de reojo su imagen reflejada en el enorme espejo que ocu paba toda una pared de la oficina, y se alegró al ver que parecía tran quila. Estaba contenta porque el señor Ishida no hubiese nota do lo nerviosa que se encontraba por la tensión, cuando el ascensor la llevó hasta el ático.

El que Ichigo reclamara a Nicky fue una sorpresa para ella. Él y Byakuya habían estado distanciados durante varios años, y las relaciones entre ellos se interrumpieron por completo, cuando éste se casó con Hisana contra la voluntad de su familia. Su cuñado había asegurado con furia, que nunca volvería a Grecia y esa promesa se cumplió cuando, al volver a su casa, después de visitar a unos ami gos, un coche conducido por un hombre que estaba borracho se es trelló contra el coche donde iban él y Hisana, pereciendo ellos de for ma inmediata.

Desde ese momento, la vida se convirtió en una pesadilla para Rukia, tuvo que enfrentarse al interrogatorio y al entierro, ya que nadie más podía hacerlo. Además, Nicky necesitaba que alguien le cuidara. La empresa para la cual trabajaba, le dio varias semanas de vacaciones remuneradas, mientras ella hacía los arreglos necesarios.

Tuvo que vender la casa de su hermana y su cuñado porque no po día afrontar los gastos. Con el dinero que le dieron por la venta de la casa pudo alquilar un apartamento. Era una amplia habitación, pero debía compartir el baño y la cocina, cuando Nicky creciera, ten dría que buscar algo mejor.

Estaba preparada para eso y para todos los sacrificios que fue ran necesarios, porque quería mucho a su sobrino.

Contrató a una niñera, una chica algunos años mayor que ella, que tenía unos gemelos de la edad de Nicky. Tatsuki Arizawa era una mujer sencilla y eso le agradó a Rukia, y, lo que era más importan tes, también a Nicky.

La vida no era fácil, dado el poco dinero que le quedaba de la venta de la casa.

Y entonces llegó la carta de los abogados de Ichigo Kurosaki, in formándole de que-él reclamaba la custodia del hijo de su hermano, y le ofrecía una suma de dinero como compensación. Sorprendida por la crueldad de la carta, y por su poca humanidad, escribió ne gándose a aceptar sus condiciones.

El siguiente comunicado había sido suavizado por palabras un poco más conciliatorias, pero, no alteraba la demanda original. Nicky debía dejar Inglaterra y vivir en Grecia bajo la custodia de su tío, y ella, Rukia, tenía que renunciar a todos sus derechos sobre el niño. La respuesta a esto no mostró una disminución en su determinación anterior. Hubo una larga pausa, y ella comenzó a desear que Ichigo Kurosaki hubiera decidido renunciar al pequeño.

Ella estaba convencida de que él no necesitaba a Nicky. Tenía muchas otras cosas: dinero, propiedades, negocios que le llevaban a todas partes del mundo y, si debía creer en las revistas del corazón, más compañía femenina de la que necesitaba.

—Somos totalmente diferentes—dijo en una ocasión Byakuya, con tristeza—. Ichigo es un salvaje, un aventurero, un verdadero bárbaro. Mientras que yo... soy un hombre obediente y tranquilo. Muy aburrido.

Rió y miró a Hisana, con dulzura, y esto hizo que se le pusiera a Rukia un nudo en la garganta. «No había nada aburrido en su vida matrimonial», pensó ella.

Siguiendo el hilo de sus pensamientos, dijo en voz alta:

—Juzgando por lo que se lee en los periódicos, yo diría que Ichigo Kurosaki es el último hombre en el mundo que desearía atarse a un niño. ¿No alteraría esto su imagen?

—Ése no es el tema que estamos discutiendo. Olvida usted, thes pinis que el niño, Nicos, es su heredero —repuso el señor Ishida.

—Y él olvida que Nicky es mi heredero también —señaló Rukia sonriendo.

—Hablemos con seriedad, thespinisKuchiki. ¿Qué es lo que us ted puede darle al niño, en comparación con lo que le daría la fami lia Kurosaki?

—Puedo darle amor —respondió Rukia con valor—. Nicky no es una propiedad, como parece pensar el señor Kurosaki, a juzgar por el insultante ofrecimiento que me hizo.

—Eso fue, quizá... poco agradable —confirmó el señor Ishida evitando su mirada.

—Eso es juzgarlo con demasiada suavidad —dijo la chica.

—No debe pensar, mi querida jovencita, que el niño no será cui dado. Al igual que su tío, su abuela también está ansiosa por tenerle a su lado.

—Qué pena que no sintieran la misma ansiedad por recibir a mi hermana —el tono de Rukia era duro y frío.

—No podría esperar que les pareciera bien tal matrimonio —re puso el señor Ishida—. No lo comprende, señorita, en nuestro país esos asuntos aún se arreglan entre las familias. Ya se había ele gido una prometida para el difunto señor Kurosaki. El matrimonio con su hermana causó una gran ofensa... una profunda vergüenza.

— ¿Entonces por qué Ichigo no se casó con ella, si era tan impor tante? —preguntó—. Y respecto a que Nicky sea su heredero, ese ar gumento es ridículo. Podrá casarse y tener hijos algún día... si puede encontrar a una mujer lo suficientemente tonta como para unirse a él, ¿y entonces, dónde quedará Nicky? —dio un golpe en el escrito rio con un puño—. Él lo tiene todo, señor Ishida y yo sólo ten go a Nicky. No renunciaré al niño. ¡Si el señor Kurosaki lo quiere, ten drá que luchar por él!

—Espero que ésta no sea su última palabra, thespinis Kuchiki.

Cuando Rukia se puso de pie, el señor Ishida hizo lo mismo.

—No —respondió—. Mi última palabra es que él es un... tirano.

Cruzó hacia la puerta sin volverse para mirar.

Su valor desapareció cuando llegó a la calle. Temblaba tanto,que tuvo que pararse un momento ante la puerta de entrada para recuperarse.

De hecho, la entrevista no había durado tanto como ella creyó en un principio, y casi tenía tres cuartos de hora para comer.

Era un día soleado, y muchos restaurantes habían sacado algu nas mesas a la calle. Rukia se sentó en una de ellas y pidió un zumo de tomate y un sándwich de queso.

Podría haberle prometido a Ichigo Kurosaki que lucharía, pensó con preocupación, pero el señor Ishida estaba en lo cierto al de cir que ella no vencería. Ichigo tenía todo a su favor; dinero, poder, recursos. ¿Cómo podría convencer a alguien, y aún menos a un tri bunal, de que ella sería la persona más adecuada para cuidar de un niño pequeño?

Además, ¿no podrían argumentar que al intentar retener a Nicky estaba siendo egoísta? Deseaba que Nicky tuviera todas las comodi dades que la familia Kurosaki podía ofrecer. ¿En realidad tenía algu nas justificación para privarle de eso?

Pensó con tristeza en la vida solitaria que tendría sin Nicky. Cuando tuviera dos años, ya comenzaría a hablar con mayor fluidez y disfrutaría de los cuentos que le leyera. La idea de perder esa re lación tan cercana y amorosa para siempre la hizo estremecerse.

«Si la relación entre Byakuya y su hermano hubiese sido normal, la situación ahora sería diferente», pensó con tristeza. Pero la fami lia Kurosaki nunca reconoció a Hisana, y los sentimientos de su her mana menor no tenían ninguna importancia para ellos.

«Pobre Byakuya», pensó. Nunca quiso explicar el motivo real del motivo que le hizo marcharse de Grecia para ir a Inglaterra, lejos de su familia, pero si fue por escapar de un matrimonio con una extra ña, era bastante comprensible.

Cuando Byakuya y Hisana se conocieron, transcurrieron muchos meses antes de que él le dijera que pertenecía a la familia Kurosaki.

De hecho, el idilio estuvo a punto de terminar cuando su hermana descubrió la verdad, ya que se sentía demasiado asombrada por ello. Era una chica sencilla, y la deslumbrante vida del hombre que sería su cuñado la disgustaba profundamente. Byakuya necesitó de toda su persuasión para convencerla de que él tenía una personalidad muy diferente.

Rukia sospechaba que la clara negativa de la familia Kurosaki al matrimonio con Hisana casi resultaba un alivio para ella. Byakuya tra bajaba como contable, y ganaba lo suficiente para cubrir sus necesi dades, y eso era todo lo que su hermana deseaba.

Se puso de pie y comenzó a caminar por la calle, sin prisa, pa rándose en los escaparates de las tiendas al pasar, sin prestarles atención.

Había un gran peligro, y ella lo sabía, al hacer que Nicky fuera el centro de su mundo. En raras ocasiones salía por la noche. Pri mero, porque no podía permitirse el lujo de pagar a una chica que se quedara con él, y segundo porque deseaba pasar todo el tiempo posible con Nicky durante el único momento en que podía hacerlo, después del trabajo. Nunca escatimó un minuto de su tiempo, pero en ocasiones, cuando oía hablar a las chicas con quienes trabajaba sobre sus amigos y actividades, sentía como si viviera en otro mundo.

A los veintiún años, no podría considerarse como una solterona. No era presumida, pero se daba cuenta de que su cabello negro y sus grandes ojos violetas eran muy bonitos. Pero la existencia de Nicky era algo que también la apartaba de los hombres. De Renji, por ejemplo.

Se ruborizó al recordar que había estado a punto de comprome terse con Renji, pero éste se alejó de ella al enterarse de que la chica se quedaría con la custodia del pequeño.

—Lo siento, cariño —le dijo en una ocasión—, pero no me agra dan las familias pre-fabricadas. No deseo compartirte con un chiqui llo que ni siquiera es mío.

Rukia estaba agradecida de poder separarse de él,pero aún así el dolor estaba presente, y esto la previno de aceptar cualquier otra invitación que le hicieran.

Rangiku, la chica que ocupaba el escritorio contiguo al suyo en la oficina, siempre intentaba que tuviera citas, insistiendo en que seria bueno para ella. Pero para Rukia lo más importante era Nicky, tenía que darle una vida tranquila y segura.

Rangiku esperaba con impaciencia que volviera de entrevistarse con Kurosaki.

—¿Qué ha pasado? —preguntó la chica.

—Hablamos, pero al final perdí la paciencia —respondió Rukia encogiéndose de hombros.

—Es sorprendente —sonrió—. Eres como la capa de nieve de un volcán. ¿Es él el gran hombre que dicen?

Rukia negó con la cabeza, y Rangiku se sintió apenada.

—¡Maldición, ésta era mi última oportunidad para saber cómo es en realidad un hombre sensual! Esperaba que volvieras volando hasta aquí, con estrellas en los ojos y sin botones en la blusa.

—Estás hablando en broma, ¿no? —repuso Rukia.

—En realidad, no —la otra chica sonrió—. Después de todo, él debe tener algo especial.

Rukia sonrió con cinismo, y puso una hoja de papel en su má quina de escribir.

—Oh, sí tiene algo —accedió—. Dinero.

Rangiku hizo un gesto de desagrado.

—Supongo que será algo más que eso. ¿Nunca has visto una fo tografía suya?

—Sólo en los periódicos. Pero no dicen mucho, excepto que no tiene dos cabezas. En realidad, es una pena que no las tenga —aña dió pensativa—, así todos sabrían la clase de monstruo que es.

—¡Señorita Kuchiki! —el jefe de Rukia apareció junto a su es critorio con expresión severa—. La señorita Nanao ha llamado. La solicitan en la oficina del presidente.

Los dedos de Rukia se paralizaron en las teclas de su máquina. Era una trabajadora eficiente, y en ocasiones había tomado dictados del gerente y del secretario de la compañía cuando sus secretarias no estaban, pero el presidente era otra cosa. Ninguna de las mecanó grafas había ocupado jamás el lugar de la señorita Nanao. Y, de cualquier manera, si la señorita Nanao había llamado, era lógico suponer que estaba allí, y que no necesitaba una suplente.

—Cuando esté usted lista, señorita Kuchiki —le recordó su jefe.

La oficina del presidente estaba un piso más arriba, y Rukia su bió por la escalera, intentando colocarse algunos rizos que se le ha bían soltado del moño. ¿Para qué la necesitaría el señor Yamamoto?, se preguntaba alarmada. En los dos años que llevaba en la compa ñía, nunca había hablado con él.

Estaba totalmente confundida cuando llegó a la oficina de la se ñorita Nanao. Ésta miraba su reloj de pulsera con impaciencia cuando Rukia llamó con delicadeza a la puerta y entró.

—Al fin —dijo con frialdad—, entre inmediatamente.

—Sí —dudó—. ¿Sa... sabe, por casualidad, de qué se trata?

—No tengo ni idea. Él había dejado una nota cuando regresé de comer. Pero no esté tan preocupada. Sabe, no es tan malo —añadió, bajando la voz.

Rukia se dirigió hacia la puerta de la oficina interior, giró el pi caporte y entró.

Por un momento, sólo vio la figura de un hombre de pie delante de una de las ventanas. Él se volvió y se acercó a ella; quien descu brió con una extraña sensación de pánico que el señor ése no era el señor Yamamoto.

Ese hombre tenía veinte años menos, cabello naranja y rostro mo reno y atractivo.

—Lo siento... ha habido un error —comenzó a disculparse, re trocediendo hacia la puerta. Él levantó una mano con gesto autori tario y la detuvo.

—Oh, no huya, señorita Kuchiki —su voz era dura como su rostro, tenía un suave acento extranjero—. Hace poco tiempo, fue muy osada con mi abogado. Me pregunto, ¿qué se atreverá a decirme a la cara?

«Oh, no», pensó Rukia angustiada, «¡no puede ser cierto!». :

—¿Se supone que debo saber quién es usted? —preguntó inten tando parecer tranquila.

—Dejemos los juegos —replicó—. Los dos conocemos muy bien la identidad del otro.

—¿Cómo... cómo supo dónde trabajaba?

—Lo sé todo sobre usted —respondió cortante—. Incluyendo el hecho de que no es la persona adecuada para cuidar del hijo de mi hermano.

—¡No tiene derecho a decir eso! —contestó la chica sorprendida.

—Tengo todo el derecho —respondió—. Cada palabra que us ted dijo a Ishida reveló su inmadurez y su necedad. Destruyó cualquier oportunidad que tuviera para retener a Nicky a su lado, de bido a su descuidada lengua.

—El señor Ishida no perdió tiempo en entregar un informe completo —dijo con ira—. ¿Usó la grabadora?

—No, la vi y la escuché —hizo una pausa—. El espejo de esa habitación tiene otra función, además de permitir que las jóvenes se contemplen en él.

—¡Ésa es la cosa más despreciable que he oído!

—Pero su experiencia es muy limitada.

—Ahora comprendo por qué su hermano estaba tan feliz de apartarse de usted —repuso con ironía y se detuvo, sorprendida por la expresión de furia que vio en su rostro—. Yo... no he querido de cir eso —añadió con una voz que no parecía la suya.

—Eso espero —su expresión era tensa.

—No creo que usted comprenda lo preocupada que estoy por Nicky. Es todo lo que tengo en el mundo.

—Quizá ahora —accedió—. Si cuida su lengua, no será difícil que encuentre un esposo, en especial con el dinero que le he ofrecido.

La aparente tranquilidad de Rukia desapareció.

—¡No tocaría un céntimo de su maldito dinero!

—Su lenguaje es poco adecuado. Si pretende forzarme a hacer un ofrecimiento mayor, olvídelo. Usted no vale lo que ya le he ofre cido, pero deseo arreglar el asunto con rapidez. La abuela del niño desea verle.

—La abuela del niño tuvo muchas oportunidades de verle du rante los pasados dos años —la voz de Rukia temblaba.

—¿Eso es lo que esperaba su hermana? —preguntó—. ¿Que el nacimiento de su hijo le permitiera entrar en nuestra familia? ¡Qué equivocada estaba! Permítame aconsejarle que no cometa el mismo error, teniendo como meta algo que no podrá alcanzar. Sólo perderá.

Ella avanzó hacia él y le dio una bofetada.

El sonido pareció un disparo en la silenciosa habitación, y fue seguido por un aterrorizante silencio. Rukia permaneció inmóvil, observando cómo las marcas de sus dedos aparecían en la bronceada mejilla masculina.

Después de un momento, él dijo:

—Violenta al igual que estúpida. ¿Qué tiene que decir ahora?

—¡Si está esperando que me disculpe, entonces esperará eterna mente! Puede llevarme ante el señor Yamamoto si lo desea... no me im porta. Supongo que debe ser amigo suyo, de lo contrario no le hu biera permitido utilizar esta habitación. Pero, sea quien sea no pue do aceptar que se hable así de mi hermana. Usted no la conoció, pero no estaba interesada en su familia por la clase de motivos que usted cree. No había nada en la forma de vivir de usted que la atra jera. Quería a Byakuya y a Nicky, y eso era suficiente. El distanciamiento entre ustedes dolía a Byakuya y eso la hacía sufrir a ella tam bién. Eso es todo.

—Una historia muy conmovedora. Parece como si Byakuya hubie ra elegido una extraña joya como esposa. Por desgracia, mi conoci miento sobre él y su capacidad de juicio me hacen dudarlo. Aun así, intentaré creer lo que dice, pero no olvidemos que el verdadero mo tivo es Nicky.

—¡Nicky no es un motivo! Es un niño. Es tan sobrino mío como suyo, y a pesar de lo que piense, soy muy capaz de educarle. Y eso pretendo hacer —añadió con rapidez.

Ella se dio la vuelta, temía que él la persiguiera y le impidiera marcharse, pero no se movió, Rukia abrió la puerta y salió a la ofi cina exterior bajo la sorprendida mirada de la señorita Greystoke.

Al llegar al pasillo, estaba llorando, y se dirigió al vestuario del personal del piso principal. Afortunadamente, estaba vacío, se dejó caer en una silla y permitió que sus emociones se apoderaran de ella. Cuando se tranquilizó, cogió su chaqueta de la percha y se la puso por los hombros.

Sus pensamientos no eran coherentes, pero la necesidad de sa car a Nicky de Londres era muy intensa. No tenía ni idea de adonde iría, o cómo encontraría un escondite que Ichigo Kurosaki no pudiera descubrir, pero la rapidez era muy importante.

Se sentía culpable por dejar la compañía sin una explicación, no tenía otra alternativa. Creía que nadie la había visto salir del edificio pero aun así, miraba a su alrededor continuamente mientras esperaba con ansiedad el autobús.

Tatsuki parecía sorprendida cuando abrió la puerta.

—Llegas muy pronto hoy —exclamó—. Acabo de acostarle.

—Si—Rukia se forzó a sonreír—. Lo siento, Tatsuki, pero debo llevármele. Y no vendrá mañana... hasta nuevo aviso. De hecho, no sé si... cuando...

Tatsuki la miró sorprendida.

—Acabo de hacer té —dijo—. Ve a servirte una taza mientras levanto a Nicky y le pongo el abrigo. Esto pesará en tu conciencia — añadió cuando Rukia se dirigió hacia la cocina—. Es insoporta ble cuando le despiertan antes de su hora.

Nicky parecía muy alterado cuando llegó en brazos de Tatsuki, pero aún demasiado dormido para crear problemas. Extendió sus manitas hacia Rukia, quien le cogió, sonriente, apretándole contra su pecho.

—No le aprietes tanto —aconsejó Tatsuki, mientras se servía té—. ¿Qué sucede? ¿Ha aparecido ese hombre, y está presionándote?

Rukia asintió, y Tatsuki suspiró.

—Bien, supongo que era inevitable —tendió una mano y des peinó con afecto el abundante cabello oscuro de Nicky—. Adiós, amor. Hoy, nuestro jardín... mañana, el parque de un millonario. No puede ser tan malo.

—¡No le tendrá! —la voz de Rukia era firme.

—Admito tu decisión, pero considero que no es muy realista. Los griegos son muy patriarcales, lo sabes, y Nicky tiene sangre Kurosaki en sus venas. Supongamos que convences a su tío para que te per mita cuidarle, ¿piensas que Nicky te estaría agradecido? Comenzará a pensar en algunas de las cosas que no ha tenido.

—Eso es horrible— repuso Rukia con lentitud.

—Sí —accedió Tatsuki—. Pero, no porque sea huérfano tiene que cerrar los ojos a la riqueza, ¿no es cierto?

—¿Entonces, piensas que debo dárselo? —Rukia estaba ven cida.

—No —Tatsuki frunció el ceño—. Por supuesto que no. Pero se guramente podrás hacer algún arreglo con el tal Kurosaki para que Nicky pase cierto tiempo contigo cada año.

—Después de lo sucedido hoy, ¡no creo que acepte que Nicky me mande una tarjeta de Navidad en el futuro! —le hizo a Tatsuki un pequeño resumen de los acontecimientos de ese día, y sus inten ciones; su amiga parecía sorprendida..

—Por Dios, Rukia, no hagas nada precipitado. Si coges a Nicky y comienzas a huir por todo el país con él, le estarás dando a Ichigo Kurosaki el arma para quitártelo. Puede ser un hombre arrogante, pero no le vencerás actuando como una loca.

—¿Con quién estás? —bromeó Rukia con debilidad.

—Con Nicky —Tatsuki le dirigió una sonrisa—-. Llévale a casa si lo deseas, pero haz algo bueno, piensa una vez que estés allí. Si no lo haces, podrías perderlo todo, y eso sería muy triste para los dos.

Rukia estaba más tranquila, empujando el coche del niño. Al dar la vuelta en su calle, vio que había un coche aparcado delante del edificio de apartamentos donde ella vivía.

«Un Rolls-Royce», pensó con incredulidad, y aminoró el paso de manera instintiva, al ver que había un conductor uniformado en el asiento delantero, y que su pasajero ya estaba saliendo.

—Bienvenida a casa, señorita Kuchiki. Así es que éste es Nicky. Gracias por habérmelo traído —dijo Ichigo Kurosaki con una brillante sonrisa.

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¡Y aqui termina el primer capitulo! ¿Les ha gustado? ¡Espero que si! :D En un principio iba a colocar a Kaien como su ex prometido, pero hubo una iluminación de último momento en mi cabeza (?) y ¡he colocado a Renji! Pero no se preocupen, ya Kaien aparecerá. :D

¡De verdad, espero que les guste la historia, a mi me ha encantado! Y estoy pensando adaptar otra... ¡Pero bueno, ya será para después! xD

¡Nos vemos en el siguiente capi! ¡Se cuidan!

Yare (: