- ¡Venga, vámonos ya!

- Lily, por Dios, cálmate. – James puso los ojos en blanco sin poder evitarlo. Ambos esperaban al resto de su familia apoyados en el coche del pelinegro. – Yo ya llevo un rato preparado, no sé por qué Albus tarda tanto.

- Pues vámonos sin él. – Insistió. – Venga, déjame subir.

- Mamá y papá han dicho que hasta que no estemos todos no te deje. – Respondió su hermano. – Ya no puede quedarle mucho, tranquilízate.

- ¿Cómo quieres que me tranquilice? – La pelirroja bufó. – ¡Voy a llegar tardísimo si no salimos pronto!

- Estamos a poco más de media hora.

- Pero tenemos que ir todavía a por Rose.

- Lils, por favor, déjalo de una vez, llegaremos a tiempo. Además… - No pudo decir nada más porque, de repente, tanto sus padres como su hermano salieron de la casa. – ¡Ya era hora!

- Perdón. – Respondió Albus, metiendo las dos maletas que llevaba en el vehículo. – Se me había olvidado coger algunas cosas del apartamento.

- Menudo desastre eres, yo llevo tres días con las maletas hechas. – Su hermana se cruzó de brazos. – ¡Y ahora vámonos de una vez!

- Por Dios, ¿nosotros estábamos igual nuestro primer día? – Preguntó el mediano de los Potter.

- No, cielo, vosotros estabais mucho peor. – Respondió su madre, Ginny, poniendo los ojos en blanco.

- ¿Llevas tú el coche, James, o quieres que conduzca yo mejor? – Le preguntó Harry, su padre.

- Es mi coche, yo conduzco. – Sonrió de medio lado. – De todos modos, Rose decía que quería venir con nosotros así que lo mejor será que os vayáis luego con los titos. El coche tiene siete plazas, pero con todas las cosas que llevamos…

- Sí, sí, lo que sea. – Lo cortó Lily. – Si no nos vamos, me perderé las charlas de orientación y no podré conocer con tranquilidad a mi compañera de habitación.

- Ya vamos, Lily. – El mayor de los tres abrió la puerta del conductor y los demás lo imitaron. Albus se sentó en el del copiloto y la pequeña y los dos adultos detrás. Arrancó el motor y los miró por el espejo. – ¿Lo lleváis todo?

- ¡Que sí, pesado! – Gritó Lily una última vez, haciendo que todos estallaran en carcajadas.

- Pues Berkeley, allá vamos.


- Albus acaba de mandarme un WhatsApp y dice que ya llegan. – Dijo Rose, levantándose del sofá. – Deberíamos salir fuera.

- ¿Está todo guardado en el coche? – Preguntó su madre.

- Yo diría que sí, pero lo reviso rápidamente otra vez.

La pelirroja salió corriendo fuera de la casa y Ron no pudo evitar suspirar. ¿Pero cuando su pequeño bebé se había convertido en una joven de 20 años? Todavía le costaba creerse que fuera a empezar su tercer año de universidad y si a eso le sumaba que Hugo se había marchado a Washington hacía ya dos semanas…

- El primer día siempre es el peor. – Murmuró Hermione a su lado, leyéndole el pensamiento.

- Creo que nunca me acostumbraré a tenerlos fuera de casa y eso que Rose está a menos de una hora. – Suspiró.

- Pero están haciendo lo que quieren y cumpliendo sus sueños, como hicimos nosotros.

- ¿Crees que Rose tiene algún novio en la facultad? – Le preguntó, un poco preocupado. – No quiero que ningún niñato le rompa el corazón, ya pasamos por eso una vez y no quiero verla sufrir de nuevo.

- Me lo habría contado, tranquilo. – Le dio un beso rápido antes sonreír. – Yo tampoco quiero que le pase nada, pero creo que ya es mayorcita y sabe lo que hace.

- Sigue siendo una cría…

- Tú y yo ya salíamos con 20 años. – Le recordó y el hombre negó levemente con la cabeza. – Anda, vamos fuera, Harry y Ginny no tardarán en llegar.

- Sí, vamos.

Los dos siguieron a su hija fuera de la casa y esperaron en la entrada hasta que vieron la furgoneta de James aparecer.

- ¿Alguien quiere ir a Berkeley? – Preguntó el chico con una enorme sonrisa tras bajar la ventanilla del coche.

- Podría sacarme una carrera universitaria… - Su padrino sonrió. – Pero creo que a quien buscas es a Rose.

- Creo que sí. – Su hija sonrió. – ¿Puedo ir con vosotros?

- Sí, tranquila, mis padres se van con los tuyos. – Respondió Albus mientras los dos salían del coche.

- Os dejamos a los jóvenes tranquilos. – Dijo Harry. – Aunque nuestro coche molará mucho más.

- Ya nadie dice que algo "mola", papá. – Su hijo mayor puso los ojos en blanco.

- ¿Qué se dice entonces? ¿Que es cool? ¿Molón? ¿Guay?

- Lo mejor será que lo dejes. – Intervino Lily, conteniendo la risa. – Tus tiempos ya pasaron, papá.

- Perdona, pero cuando nosotros teníamos vuestra edad éramos los reyes del mambo, ¿a que sí chicos?

- Todavía lo somos. – Puntualizó Ron. – Somos los más enrollados de la familia.

- Dejadlo ya, la estáis liando mucho. – Los cortó Rose, negando con la cabeza.

- Además, todos sabemos que los más "enrollados" – James hizo el gesto de las comillas con las manos mientras negaba con la cabeza. – son el tito Fred y el tito George.

- ¡Eh! – Los dos adultos protestaron al mismo tiempo y sus mujeres no pudieron evitar poner los ojos en blanco.

- ¿Pero qué os esperabais exactamente? – Preguntó Ginny. – No sé ni para que lo intentáis.

- Desde luego, nunca terminaréis de crecer. – Corroboró Hermione. – Y ahora vamos, estoy segura de que los chicos están deseando llegar.

- No lo sabes bien, tita. – Respondió Lily, dando unas pequeñas palmadas.

Los cuatro mayores se montaron en el coche del pelirrojo mientras Rose se sentaba en la parte de atrás de la furgoneta junto a la otra pelirroja.

- ¿Tienes ganas de empezar, Lily?

- ¡No! – Exclamaron al mismo tiempo los dos hermanos de la chica, sorprendiendo a su prima.

- ¿Qué?

- ¿Por qué le has sacado el tema? – Se lamentó Albus. – Ahora tendremos que soportarla todo el camino.

- Muy gracioso, Al. – Su hermana se cruzó de brazos, aunque sonrió al mirar a la otra chica. – No puedes ni imaginarte las ganas que tengo de llegar. Espero que me toque una compañera de cuarto simpática, tú te llevabas muy bien con la tuya, ¿verdad?

- Sí, de hecho, Lizzy y yo seguimos compartiendo cuarto en la hermandad. – Contestó.

- Esa es otra, ¿crees que debería entrar en alguna hermandad? ¿Cuál me recomiendas? Supongo que tú te informaste antes de entrar en la tuya, ¿por qué escogiste esa y no otra? ¿Es muy difícil entrar? ¿De verdad la selección es tan mala como dicen?

- Bueno, yo…

- No digas nada, Rose. – La cortó James. – No vas a entrar a ninguna hermandad, Lils.

- ¿Por qué?

- Porque lo decimos nosotros. – Lo apoyó Albus. – Nada de hermandades.

- Ni de chicos.

- Ni de fiestas.

- Ni de alcohol.

- Irás de clase a la residencia y de la residencia a clase.

- ¿Y he mencionado ya que nada de chicos? – James sonrió levemente. – Los universitarios solo buscan una cosa de las chicas, te lo digo yo que soy uno de ellos.

- No sois papá y mamá, no podéis prohibirme nada. – Protestó la chica.

- Mientras estés en el campus es como si lo fuéramos. – Albus se giró un poco y le dedicó una mirada cargada de seriedad. – Eres nuestra hermanita pequeña y nuestro deber es protegerte para que no te pase nada. Además, Química es una carrera muy difícil, tienes que centrarte en las asignaturas de introducción si realmente quieres entrar en el programa.

- Tendrás que estudiar mucho así que nada de fiestas.

- Lo que vosotros digáis. – Puso los ojos en blanco. – Si de verdad creéis que voy a dejar que me controléis en el campus…

- Si te pasas de la raya no dudaremos en llamar a papá y mamá. – James cortó de forma tajante su amenaza. – Te sacarán de la residencia y tendrás que ir y venir todos los días desde casa.

- No puedes estar hablando en serio. – Protestó. – Vosotros dos hicisteis todo lo que quisisteis durante vuestro primer curso.

- Por eso mismo lo hacemos, Lils. – Albus suspiró. – No queremos que te pase nada.

- Así estarás más segura y nosotros nos quedaremos más tranquilos.

- Venga, Lily, luego no será para tanto. – Rose le guiñó un ojo y ella la miró de forma interrogante. – Seguro que se les pasa en unos días, además, estoy segura de que ellos tampoco quieren que vuestros padres se enteren de algunas cosas.

- ¿Cómo qué?

- Como con cuántas chicas salió James el año pasado, por ejemplo.

- No puedes saber el número exacto, no lo sé ni yo.

- 18. – Respondió la pelirroja, sonriendo.

- ¡¿Las contaste?!

- Yo no, pero Lizzy sí. Decía que estaba intentando demostrar que no eras más que un, ¿cómo dijo?, ¡ah sí!, "cavernícola salido incapaz de controlar sus impulsos que no respetaba a las mujeres y solo las valoraba por la talla de su sujetador y sus vaqueros".

- Creo que a esa chica le caes muy bien, James. – Comentó su hermana con ironía, un poco sorprendida.

- ¿Sí? Pues ella no es más que una prepotente y una reprimida que mira a todo el mundo por encima del hombro, se considera intelectual y moralmente superior al resto con su política de "nada de drogas, sexo o alcohol" y cree que realmente sabe actuar cuando únicamente es una actriz bastante mediocre.

- Y creo que a ti ella también. – La pelirroja suspiró. – ¿Lizzy es tu compañera de cuarto?

- La misma y no es como la ha descrito James. – La defendió. – A ver, tiene sus cosas, pero se le coge cariño. Lo que le pasa a tu hermano es que ella nunca ha querido darle una oportunidad por el simple hecho de que juega al fútbol americano y le gusta ir de fiesta y de flor en flor. Dejó de parecerle mono la tercera vez que habló con él.

- Una postura bastante respetable por otra parte. – Murmuró Albus.

- No nos desviemos del tema. – Los cortó el mayor rápidamente. No le apetecía hablar de esa engreída. – La cuestión es que, Lily, tú vas a hacer lo que nosotros digamos y Rose, tú no le vas a contar nada que pueda ponernos en una situación comprometida.

- Ya hablaremos con más tranquilidad, no te preocupes. – Le aseguró la chica a la pequeña, desoyendo las palabras de su primo.

Los dos chicos intercambiaron una mirada resignada y suspiraron. Lo único que querían era que Lily estuviera bien y que no acabara despertándose en una playa a varios kilómetros de la facultad sin saber muy bien cómo había llegado hasta allí – lo que, definitivamente, no le había pasado a James en su segunda semana de clase tras colarse en una fiesta un poco salvaje en una hermandad – o en la cama de un total desconocido al que no había visto nunca antes y del cual no sabía ni el nombre – lo que en absoluto le había pasado a Albus el primer viernes que salió en la universidad –. Solo esperaban que no le sucediera nada.

- ¿Cuánto queda? – Preguntó esta tras unos instantes de silencio en los que solo se escuchó la música.

- Poco más de veinte minutos. – Contestó el mayor. – Y sí, pararemos primero en tu residencia, tranquila, no hace falta ni que lo preguntes. Te ayudaremos a subir las cosas y después llevaré a Albus al apartamento y yo me iré a la casa de mi hermandad.

- ¿Y Rose?

- Me bajaré en tu residencia e iré con mis padres hasta la casa. – Contestó. – Después creo que irán a recoger a tus padres o ellos vendrán, no estoy muy segura, aunque supongo que ya lo habrán hablado.

- Genial. – Sonrió ampliamente. – ¡No puedo esperar para que este curso comience!

Y es que, aunque ninguno de ellos lo supiera todavía en aquel momento, aquel año iba a ser bastante movidito.