'Diva' pudo conmigo.

Tina

La habitación habría caído en silencio de no ser por mi errática respiración, aguardé un segundo, y sin poder contenerme volví a hablar: —¿Di algo, por favor? —pero mi única respuesta fue el leve murmullo de una inhalación. Me di la vuelta, viendo que Blaine se había quedado dormido.

Le observé por un momento, preguntándome qué tanto había oído de lo que había dicho –si es que había escuchado algo- o si siquiera recordaría la confesión que acababa de hacerle, porque no me creía lo suficientemente fuerte como para repetirlo en voz alta.

Blaine se veía en paz, con sus labios apenas separados y su pecho alzándose con suavidad ante cada respiro, si nunca le hubiese visto cantar sobre un escenario hubiese pensado que aquella era la actitud con la que lo vería siempre: calmado, sin miedo de nada, sumido en su propio mundo de sueños.

Me obligué a desviar la mirada, él no sabía lo que le había dicho, no tenía idea de la confesión que acababa de hacerle, ni tampoco la tendría a menos de que juntase suficiente cor-. No.

No podía ni siquiera pensar en la palabra con tres fotografías de Kurt observándome desde la mesa de noche.

Mis ojos se enfocaron en el pequeño recipiente azul, olvidado junto a la fotografía del poster que Kurt había utilizado para su campaña presidencial; lo tomé dejándolo a un lado mientras me posicionaba sobre Blaine, deshaciendo los botones de su camisa con lentitud, intentando no despertarle, escuchando el sonido de mis dientes castañear ante el nerviosismo.

Giré la tapa, el aroma a mentol invadió la habitación borrando los rastros de la colonia del dueño, coloqué la crema en mis manos, paseándolas por su pecho descubierto, creando formas uniformes, dejándome llevar ante la idea de que ésta sería quizá mi única oportunidad.

Me acerqué despacio, acortando la distancia entre nosotros, sintiendo su cuerpo moverse bajo el mío, sus manos casi rozando mis rodillas, su rostro a escasos centímetros, pero antes de llegar a rozar sus labios Blaine profirió el único sonido que lograría alejarme.

Un ruido tan simple como molesto, me dejé caer a un lado, apoyando mi cabeza sobre la parte cubierta de su pecho, me iría en unos minutos, cuando el amargo sabor al rechazo se esfumara, cuando las lágrimas que se formaban en mis ojos nos amenazaran con resbalar por mis mejillas.

Fue sólo un suspiro, pero aún sumido en el reino de Morfeo, Blaine lo había pronunciado fuerte y claro. Un nombre —Kurt —que no era el mío.

Supe que estaba llorando antes de que la primer lágrima rodase hasta mi barbilla.