N/A: Este va a ser un fanfic corto, de 4 capítulos máximo, situado en el universo de la guerra de las brujas. Como dice en la descripción, es Elsanna, así que si no te gusta no lo leas.

Ahora, si no has leído la guerra de las brujas hay algunas cosas que debes saber antes de leer. Las Odish y las Omar son los dos tipos de brujas existentes y son muy diferentes entre sí:

Las Odish usan la magia con fines egoístas, les gustan mucho las joyas, prefieren estar solas, casi nunca tienen hijos y usan la sangre de las Omar para mantenerse jóvenes y bellas por siempre. Además pueden controlar el clima y crear fuertes tormentas, sus ojos pueden hipnotizar y tienen la capacidad de convertirse en gatos. Cada una tiene su propio territorio.

Las Omar generalmente usan la magia con fines de curación, por lo que son médicos, enfermeras, curanderas o parteras. Viven en clanes relacionados con cierto animal y cada clan tiene su líder o matriarca. Son muy estrictas con las reglas, debido principalmente al peligro que representan las Odish. Generalmente tienen hijas o hijos, pero casi nunca se casan. Usan varitas y atames (cuchillos para cortar las hierbas) para hacer magia, aunque ésta generalmente no es tan poderosa como la de las Odish. Si una Omar bebe sangre Omar, también puede volverse inmortal.


Capítulo 1. Encuentro.

Elsa era la hija de una de las brujas Odish más poderosas, la Dama de Hielo, quien gobernaba todo el polo norte y los países más cercanos a él. Normalmente ambas vivían en Islandia, donde tenían una acogedora casa de campo llena de muebles lujosos y diversas joyas mágicas que eran la fascinación de su madre, sin embargo, recientemente se habían mudado a Noruega debido a una disputa con otra bruja Odish que quería ganar algo de territorio para ella.

En otras circunstancias, su madre habría lidiado sola con el problema y dejado a Elsa tranquila, puesto que ella era considerablemente más experimentada debido a sus muchos siglos de experiencia y Elsa era incapaz de controlar sus poderes. Sin embargo, esta Odish estaba siendo especialmente difícil y persistente, y necesitaba una ayuda extra, aunque fuera por parte de su inepta hija de dieciocho años.

La Dama de Hielo sí quería a Elsa, de hecho la había tenido, en parte por una profecía que decía que su hija iba a ser una bruja muy poderosa, y en parte porque se sentía un poco sola en su amplia casa en medio de la nada. Sin embargo, normalmente la mantenía escondida de las otras Odish debido a que sus poderes, aunque ciertamente más fuertes que los de las brujas promedio, eran impredecibles la mayor parte del tiempo, y no quería que las otras se aprovecharan de su debilidad para derrotarlas. Así pues, nadie sabía que Cristine Olav, la Dama de Hielo, tenía una hija.

¿Entonces por qué, se preguntarán, la había llevado a Noruega? Simple. Beber sangre de un bebé o una joven Omar puede aumentar considerablemente la fuerza de una Odish, además de hacerla inmortal, así que Cristine esperaba que, si Elsa hacía esto, lograría controlar sus poderes y así podría ayudarla a derrotar a sus enemigas. Además, beber sangre Omar era algo así como el paso definitivo para convertirse en una verdadera bruja Odish, y Elsa ciertamente estaba en edad de hacerlo.

Solo había un problema. Elsa no quería beber sangre. Prefería esconderse en una cueva helada por el resto de su vida a desangrar a una víctima inocente. No le importaba que las otras brujas se adueñaran de su territorio o que sus poderes se salieran de control, ella sabía que matar personas estaba mal y, a pesar de que su madre dijera que las Omar no eran personas sino simples instrumentos que podían usar a su conveniencia, lo cierto es que la joven bruja no quería dañar a nadie. Sin embargo, esa noche de invierno Elsa se encontraba escalando por la fachada de una casa para entrar en el cuarto de una bruja Omar que se había iniciado hacía poco en el clan de la zorra.

Su madre la había obligado. La había amenazado con desterrarla y dejarla a su suerte, lo que en el mundo en que vivían era muy peligroso pues, puesto que aún era una Odish no inmortal, su sangre también podía servir para hacer más poderosas a otras brujas. Sin mencionar que, si las Omar la reconocían como la hija de la Dama de Hielo, la matarían sin compasión. Elsa obviamente no quería morir, así que se aguantó sus quejas y se dijo a si misma que no sería tan malo, que al menos debía intentarlo.

Así pues, la bruja abrió la ventana con magia y entró en su forma de gato blanco. Una vez dentro, buscó la cama donde su víctima dormía, ignorante de lo que el destino le deparaba, y de un salto subió al colchón. Ahí yacía una chica que, por lo que se podía ver por la luz de la luna que entraba por la ventana, era bastante joven, más que Elsa, y gustaba de dormir en la más extraña de las posiciones; su cabeza descansando sobre su brazo izquierdo, con la mano tocando su oreja derecha, y su otro brazo torcido tras la espalda de modo que se tocaba con la punta de su pie izquierdo. Definitivamente Elsa nunca podría dormirse de ese modo. Lo más cómico de ella era, sin embargo, su cabello alborotado que se encontraba enmarañado y apuntando en todas direcciones.

Elsa rio con su mano—bueno, pata en realidad—tapando su hocico antes de recordar con amargura la razón por la que se había metido en la habitación de la joven en primer lugar. Suspiró con resignación y arrepentimiento, pero se aproximó a ella de todas formas, viendo con intensidad la suave piel de su pecho por la que tendría que hacer un hoyo para así extraer el rojo líquido directamente del corazón. Con delicadeza para no despertarla, Elsa usó su magia para ponerla totalmente boca arriba y, de ese modo, poder posarse sobre su estómago. Desde esta nueva posición, más cerca de la Omar, Elsa podía sentir el calor de su cuerpo y escuchar los ligeros ronquidos salir de sus finos labios ligeramente abiertos que, ahora que se fijaba mejor, tenían un poco de saliva escurriendo.

Concéntrate.—Se dijo.—Si sigues viéndola de esa forma jamás lograrás cumplir tu misión.

Con un último vistazo al rostro de su víctima, Elsa volvió a posar sus ojos en el pecho y se concentró en ver si había un hechizo protector alrededor de ella. Para su sorpresa no había ninguno, lo que desafortunadamente hacía su misión más fácil; si hubiera habido alguno, podría haberle dicho a su madre que no había podido romperlo… claro que aún podía mentirle, pero se arriesgaba a que ella fuera a investigar y se diera cuenta de que no le había dicho la verdad. No, no había escapatoria, debía hacerlo.

Elsa posó su pata sobre el corazón de la chica y esperó unos segundos antes de lanzar el hechizo, armándose de valor para hacerlo. Dos segundos pasaron, luego cinco, diez, veinte… y la Odish soltó un gemido de frustración. Simplemente no estaba en su naturaleza, no podía hacerlo, jamás lo haría, y esa era una verdad de la que no podía huir.

Estaba a punto de bajar de la cama para salir, ir con su madre y aceptar su castigo cuando la puerta del cuarto se abrió de golpe, dándole apenas tiempo de esconderse bajo las cobijas muerta de miedo, y una mujer entró en la habitación de la chica.

—¿Anna?—Dijo en voz lo suficientemente alta para despertar a cualquiera, pero ella no se movió. Entonces, la mujer prendió la luz, caminó hacia ella y la sacudió para despertarla.—Anna, despierta.

—Mmmmh… ¿Qué?—Dijo con voz soñolienta intentando despertar.—¡Mamá! Apaga la luz.—Protestó mientras se tapaba los ojos con el brazo para tapar la molesta luminosidad.

—Solo vine a recordarte que mañana tengo que ir a una ceremonia de adivinación temprano, así que tienes que levantarte más temprano para hacerte el desayuno ¿Entendido?

—Si mamá. Ya vete.—Dijo Anna mientras se tapaba la cabeza con las cobijas.

—No hasta que pongas la alarma.

—Ugh… Está bien.—De mala gana Anna tomó su celular, que estaba en una mesita junto a su cama, y rápidamente cambió la hora de su alarma, con su brazo aún protegiéndola un poco de la luz.—Ya está ¿Contenta?

—Bien. Descansa.—Su madre salió de la habitación, no sin antes cerrar la ventana medio abierta y apagar la luz, y cerró la puerta.

Anna se acurrucó entre las sábanas para dormir, pero con el movimiento sin saberlo le dio una patada a Elsa quién instintivamente soltó un aullido de dolor y saltó fuera de la cama. La bruja más joven se asustó y rápidamente se levantó para prender la luz, su corazón latiendo a mil por hora. Rápidamente escaneó su cuarto con los ojos, buscando aquello que la había despertado, pero Elsa, quien estaba muy asustada y no quería ser descubierta, se había escondido bajo la cama, así que no vio nada. En ese momento la puerta se abrió de nuevo y su madre asomó la cabeza.

—Anna ¿Estás bien?—Preguntó. En ese momento Elsa intentó pasar de la cama a la mesita de noche para así estar más cerca de la ventana y poder salir más rápido en caso de necesidad, sin embargo, Anna logró ver la punta de su peluda cola justo antes de que se escondiera totalmente.—Oí un ruido y…

—N-no pasa nada.—Dijo Anna nerviosamente mientras discretamente tomaba su varita de la pequeña estantería llena de películas que tenía y, haciendo un movimiento de forma que pareciera casual, inmovilizaba al animal.—Solo un calambre, ya sabes. No te preocupes, puedo resolverlo.—La chica rápidamente se tocó la pierna con la varita y sonrió.—¿Ves? Como nuevo.

—Si tú lo dices.—Su madre se encogió de hombros y salió cerrando la puerta tras de sí.

Anna suspiró con alivio y espero unos segundos antes de ir a asomarse bajo la mesita de noche, curiosa de saber qué es lo que se había escondido en su habitación, para encontrarse con una bolita de pelo blanco agachada, con la cola y las orejas bajas. Anna la tomó cuidadosamente entre sus manos y la levantó para verla mejor. Era una hermosa gatita, totalmente blanca, sin una sola mancha en su pelaje perfecto y con los ojos azules más hermosos que Anna hubiera visto jamás; era como mirar el azul intenso de los fríos glaciares del norte, pero con la calidez del gentil sol de verano. Eran ojos claramente felinos, pero había algo en ellos que resultaba inquietantemente humano. Anna descartó ese pensamiento, suponiendo que se debía a que aún estaba medio dormida, y volvió a concentrarse en el pequeño animal que sostenía en sus manos. Estaba temblando, pero Anna no sabía si esto se debía al frio, ya que suponía que la gata se había metido en su habitación para protegerse del cruel clima de invierno, o al miedo, pues siempre que paralizaba animales con su magia podía claramente ver el terror en sus ojos. Y había un terror inmenso en los ojos de aquel bello felino.

—Tranquila amiguita.—Dijo Anna sonriéndole.—No quiero hacerte daño.

Elsa la miró con desconfianza. La joven bruja había logrado paralizarla, cosa que no debería haber sido tan fácil debido a que ella era un poderosa Odish, aún sin haber bebido sangre, y esto la había hecho sentirse extremadamente vulnerable y asustada. Sin embargo, cuando miró sus tiernos ojos color turquesa llenos de sinceridad e inocente benevolencia y vio sus lindas pecas que le daban un aire infantil, y su rojo cabello enmarañado que la había hecho reír unos momentos antes, se dijo que no debía tener miedo; aquella Omar era buena y, mientras no la viera como una amenaza, no la dañaría.

Anna sintió a la gatita relajarse ligeramente entre sus manos y dejar de temblar, así que se sentó es su cama y dijo:

—Escucha, te voy a quitar el hechizo, pero solo si prometes que no huirás ni me rasguñarás ni me morderás ni nada parecido. OK?

Elsa quería asentir con la cabeza, pero estaba paralizada, así que parpadeó una vez para indicar que sí, que no la dañaría ni se iría corriendo. Anna no esperaba una respuesta del animal, y cuando vio que parpadeaba casi se lleva un susto, pero esperó que fuera solo una coincidencia pues no tenía ganas de lidiar con gatos sobrenaturales, y deshizo el hechizo de todas formas.

Elsa movió sus patas lentamente y se alegró al ver que volvían a responder, así como su cola y orejas, entonces se sacudió, feliz de tener el control de nuevo y Anna se rio, lo cual hizo que las orejas de la gata se levantaran con interés. Era un sonido nuevo para Elsa; su madre, la única persona con la que había convivido, jamás se reía, y su propia risa era suave y reservada, muy diferente de ésta poco discreta y hermosa explosión de alegría.

—Siento haberte paralizado, pero si te movías más mi madre te habría descubierto y ambas nos habríamos metido en un gran lio.—Dijo, aun sonriendo.—Supongo que te metiste porque tenías frio ¿Verdad? Bueno, veo que estás limpia, así que te dejaré quedarte conmigo por ésta noche si prometes portarte bien.

Elsa maulló con aprobación, puesto que, si la dejaba quedarse un poco más, quizá podría huir mientras la chica dormía, ya que mientras estuviera despierta no podía simplemente correr hasta la ventana, quitarle el seguro, abrirla y saltar. Sería muy sospechoso que un gato hiciera algo tan inteligente.

La sonrisa de Anna se agrandó y ella, con cuidado, acercó la gata hacia sí y empezó a acariciarle su pelaje, poniendo especial atención en su cabeza. Al principio Elsa se sorprendió por ésta acción que definitivamente no esperaba, pero después se dejó llevar. Era la primera vez que tenía un contacto físico tan íntimo con otro ser humano (Incluso su madre sólo de daba abrazos cortos y fríos en su cumpleaños) y le encantó, era una sensación cálida, pero de una calidez diferente a la del sol o el fuego; era un calor interno que invadía todo su cuerpo y la hacía sentir segura… querida. Sin querer se puso a ronronear. Anna habría jurado que incluso vio una sonrisa en el rostro gatuno cuando el animal se pegó aún más a su cuerpo buscando su tacto y su calor.

Estuvieron así un buen rato, solo disfrutando de la mutua compañía, hasta que los ojos de Anna se empezaron a cerrar y dijo con un bostezo:

—Creo que es hora de dormir ¿Prometes portarte bien si te dejo dormir en mi cama?—Elsa bostezó también y, cerrando los ojos, se relajó en sus manos.—OK.

Anna la soltó y fue a apagar la luz, luego se metió entre las cobijas, mientras Elsa se acomodaba en la orilla de la cama para acostarse, aunque no planeaba dormir; de verdad tenía sueño, pero sabía que debía mantenerse despierta para poder huir a la más mínima oportunidad. La joven Omar, sin embargo, tenía otros planes, y la abrazó como si fuera su osito de peluche mientras se acostaba. Elsa podría haberse liberado obviamente, incluso sin usar su magia, pero sabía que si la rasguñaba, Anna gritaría y su madre aparecería, cosa que no le convenía en lo absoluto, puesto que una bruja más experimentada podría reconocerla como Odish, además realmente le gustaba estar tan cerca de la chica y no quería hacerle ningún daño. Se dijo a sí misma que huiría al día siguiente en la mañana, cuando la madre se hubiera ido y, con ese pensamiento cerró los ojos, entregándose al sueño. Antes de quedar totalmente inconsciente se preguntó como es que había considerado siquiera beber la sangre de una joven tan bella y gentil como Anna, y se prometió a si misma que, sin importar lo que dijera su madre, nunca probaría sangre humana.


Elsa despertó entre los brazos de su nueva ¿Amiga? ¿Conocida? No estaba segura, pero de lo que sí estaba segura era que se estaba asfixiando; Anna la apretaba tan fuerte que no podía respirar, razón por la que se había despertado en primer lugar. Intentó zafarse, pero esto sólo provocó que la pelirroja la apretara aún más fuerte, entonces se vio obligada a darle un zarpazo en la cara para obligarla a soltarla antes de que lograra sofocarla por completo.

—Aaahhh!—Gritó Anna levantándose de un salto y moviendo brazos y piernas en todas direcciones intentando defenderse del monstro imaginario que la había atacado. Después recordó lo que había sucedido la noche anterior y posó su mirada al lado de su cama, donde encontró dos ojos azules mirándola con preocupación y ¿Remordimiento?—Así que fuiste tu.—Dijo acusadoramente.—Bueno, supongo que era de esperarse considerando que eres un gato salvaje.—Elsa maulló con enojó, claramente ofendida, después de todo no era un gato doméstico, pero tampoco "salvaje".—Hey! No es un insulto.—Elsa bufó y se dio la vuelta. En ese momento vio la ventana, por la que entraba esa tenue luz que se ve justo antes de que salga el sol, y entonces recordó que no podía quedarse más tiempo; tenía que contarle a su madre lo sucedido y afrontar las consecuencias, aunque no le apetecía nada enfrentarse a la ira de la Dama de Hielo. Suspiró con resignación. Estaba a punto de saltar hacia la ventana cuando sintió unas manos que la agarraban por detrás levantándola del suelo.—Oh, vamos, no te enojes, pequeña. Ven, vamos a desayunar.—Dijo Anna. Elsa quería oponerse, pero el gruñido de su estómago le dijo que tenía hambre y sabía que, si se iba ahora, probablemente no tendría una comida decente en un buen rato (El lugar donde se escondían ella y su madre estaba a un día de distancia caminando), así que se dejó llevar.

Al llegar a la cocina Anna la depositó en el suelo y fue a preparar el desayuno que, en su caso, consistía en un sándwich de jamón con queso y jugo de naranja. Después tomó una lata de atún, la abrió y la depositó en el suelo para Elsa, quien maulló descontenta; no le gustaba el olor que desprendía aquella cosa, nunca lo había comido pero simplemente le provocaba nauseas.

—¿Qué?—Preguntó Anna confundida por su reacción.—A los gatos les gusta el atún.

Tal vez, pero yo no soy un gato.

Sin embargo, Elsa sabía que tenía que aparentar serlo, pues no podía exigir comida de humanos si no se transformaba antes, y sabía que las consecuencias de eso serían mucho peores que comer comida apestosa de una lata. Así que se armó de valor, contuvo la respiración y empezó a comer aguantándose las náuseas, sin embargo, Anna vio que le costaba trabajo tragar la comida, y supuso que no le gustaba el atún, así que tomó un pedazo de jamón del sándwich que estaba a punto de comerse y se lo ofreció con su mano.

—Ten, prueba esto.—Dijo. Inmediatamente Elsa tomó la comida agradecida deleitándose con el nuevo sabor, tan diferente al del atún.—¿Te gusta?—Preguntó. Elsa maulló y Anna le dio otro pedazo. Siguió dándole de comer hasta que se dio cuenta de que el reloj marcaba las ocho, lo que significaba que llegaría extremadamente tarde a la escuela.—¡Demonios!—Exclamó al darse cuenta y salió corriendo para vestirse (Mientras se terminaba de comer su sándwich), peinarse, lavarse los dientes y tomar su mochila a toda prisa. Elsa mientras se quedó confundida y con ganas de más jamón sin comprender por qué Anna había salido corriendo tan de repente, después de todo ella nunca había ido a la escuela.

Finalmente, Anna agarró sus llaves y abrió la puerta. Comprendiendo que la chica iba a salir, Elsa se apresuró a correr tras de ella y salir al mismo tiempo que Anna, fue entonces cuando ella la notó y dijo:

—Lo siento, ya debo irme ¿Estarás bien? Creo que no comiste mucho.—Elsa maulló. Lo cierto es que no había comido lo suficiente para mantenerse sin hambre en su forma humana, pero si seguía transformada en gato sería más que suficiente por el momento. No es como si pudiera convertirse de todas formas; no podía arriesgarse a ser descubierta.—OK. Uhm… s-supongo que esta es la despedida… ¿Verdad?—Dijo Anna con tristeza, pues ya se había encariñado con la pequeña felina. Elsa maulló de nuevo. Quería decirle que no estuviera triste, que después de todo ella era una Odish que había entrado a su habitación para beber su sangre, que no tenía por qué estar triste de que se fuera y de que probablemente no se volverían a ver, pero no podía hacerlo.

Ojalá ella pudiera entenderme. Así podría darle las gracias por todo lo que hizo por mí.

Elsa bajó sus orejas y miró al suelo con tristeza. De verdad le había gustado estar con Anna, aunque solo hubiera sido por unas horas se había sentido más querida que nunca, y eso le gustaba; era una sensación nueva y placentera que la hacía querer quedarse con Anna más tiempo. De pronto sintió una mano acariciando su cabeza y se dio cuenta de que era la bruja de pelo rojo.

—También te voy a extrañar.—Le dijo, como leyendo su mente.—S-si algún día necesitas comida o-o algún lugar donde pasar la noche… Estaré feliz de ayudarte.—Dijo con una sonrisa amable y una mirada llena de esperanza y tristeza por su partida.

Elsa ronroneo suavemente antes de que Anna quitara su mano de su cabeza y, dándole un último vistazo, se fuera caminando. La joven Odish soltó un suspiro, se dio la vuelta y empezó a caminar como caminaría un condenado a muerte hacia la silla eléctrica. Era hora de hablar con su madre.


Era de noche cuando Elsa llegó a la pequeña cueva situada en la montaña donde vivía con su madre. Estaba exhausta después de tanto caminar y harta de haber sido gato por tantas horas seguidas, así que en cuanto puso un pie dentro, se transformó y se tambaleó hasta llegar a su cama de nieve. Estaba a punto de acostarse cuando de pronto una voz tras ella hizo que se le helara la sangre y un escalofrío le recorriera el cuerpo.

—¿Y bien? ¿Lo hiciste?—La fría voz de la Dama de Hielo resonó por la cueva. Elsa no quería contestar, quería mentir, pero sabía que su madre ya conocía la verdad.

—Y-yo… este…—Elsa tartamudeó sin voltear a ver a la otra bruja. Las palabras no se atrevían a salir de su boca.

—¡Responde!

—N-no.—La voz enojada y autoritaria de su madre la obligó a admitir la verdad. Instantáneamente Elsa cerró los ojos, temiendo lo que le haría su madre ahora.

En la cueva reinó un silencio sepulcral. Pasaron varios segundos, minutos… ¿Horas? Para Elsa ciertamente parecían horas, pero en la realidad fue solo un instante.

—Me decepcionas, Elsa.—Dijo su madre con una tranquilidad que a la joven le daba más miedo que sus gritos.—No creí que mi hija fuera tan… blanda. Te eduqué para ser fría, para no sentir, para ser la Princesa de Hielo, aquella me ayudaría con mi reinado. Creí que juntas aplastaríamos a nuestras enemigas, que seríamos invencibles e incluso las Odish más duras temblarían al escuchar nuestro nombre… me engañaste, me hiciste creer que estabas lista, me hiciste creer… que eras como yo.—La Dama de hielo suspiró.—Ahora veo que mi amor por ti me cegó; no pude ver que todo era una farsa. Aún eres débil; aún no puedes matar ni siquiera a esas patéticas excusas de brujas que son las Omar, y por eso te diré algo; ya no eres mi hija.

Elsa había estado conteniendo sus lágrimas mientras trataba de ignorar las hirientes palabras de la Dama de Hielo, pero al escuchar esto último, su resolución se quebró y al fin torrentes de agua salieron de sus ojos al mismo tiempo que un sollozo se escapaba de su garganta. Su madre la tomó bruscamente del hombro tiró de ella de modo que ahora ambas se vieran la una a la otra.

—¿Estás… llorando?—Preguntó con desprecio. Elsa solo le respondió con un sollozo.—¡Fuera! ¡Fuera de aquí!—Le gritó mientras la empujaba rumbo a la salida. Elsa lloró más fuerte pero no podía (Ni debía, si es que no quería empeorar las cosas) hacer nada para oponerse a la Odish. Por fin salieron de la cueva y la dama de Hielo le dio un último empujón que la tiró sobre la nieve. Elsa se sentó y miró los ojos de su madre buscando compasión, pero solo encontró una mirada fría sin sentimiento alguno.—Vete.—Le dijo.—Y no regreses hasta que hayas bebido la sangre de una Omar ¿Me oíste? No quiero volver a verte a menos que seas inmortal.

Elsa asintió rápidamente, pero después recordó los peligros de allá afuera y un miedo inmenso la invadió. Seguramente su madre no quería que muriera ¿Verdad? Tenía que haber un modo de hacerla entender que no podía vivir afuera sola y sin poder controlar del todo sus poderes.

—P-pero… mi sangre… Si una Odish m-me…—Elsa no pudo terminar de hablar pues un nuevo torrente de lágrimas y sollozos se lo impidió. Afortunada mente, la expresión de la Dama de Hielo se suavizó ligeramente; ciertamente no podía permitir que otra Odish bebiera la sangre de su hija.

—Espera aquí.—Dijo metiéndose a la cueva.

Mientras su madre hacía lo que sea que estuviera haciendo, Elsa rápidamente se limpió las lágrimas e intentó calmarse. No era tan malo después de todo, podía ser peor; su madre podía haberla matado y bebido su sangre para obtener más poder, como algunas historias decían que otras Odish habían hecho (Las pocas que habían tenido hijas). Pero Cristine no solo no la había matado, sino que le había dado una oportunidad de regresar. Solo tenía que beber sangre de una bruja Omar y ya, simple ¿Verdad? No. Suspiró. No podía hacerlo, jamás volvería a ver a su madre. En ese momento, la Dama de Hielo salió de la cueva y le aventó un objeto pequeño que calló en la nieve frente a ella. Elsa lo tomó y lo observó. Era un collar de plata con un pendiente en forma de copo de nieve con incrustaciones de topacios azules en las puntas. Era hermoso ¿Pero de qué le serviría? Solo era una joya… ¿O no?

—Póntelo.—Le dijo.—Te protegerá de cualquier bruja que intente robar tu sangre hasta que te vuelvas inmortal.

Elsa solo asintió y se lo abrochó alrededor del cuello. Después se levantó y miró a su madre por unos momentos intentando memorizar su rostro puesto que sería la última vez que la vería. Entonces la Dama de hielo se dio la vuelta y caminó para entrar a la cueva mientras decía:

—Adiós Elsa.

Y Elsa se quedó ahí, mirando el lugar donde antes estaba la cueva que ahora parecía roca sólida, aunque la joven sabía que era una ilusión. Sin más que hacer, se dio la vuelta y empezó a caminar, de regreso al pueblo donde vivía Anna, Arendelle, recordando lo que la bruja le había dicho; que si necesitaba comida y un lugar donde dormir, ella podía dárselos. Ahora definitivamente los necesitaba.


N/A: Espero que les haya gustado. Por favor, denme un review, favorite y/o follow si así fue :)