(Es la primera vez que a un romance de éste tipo, humor mezclado con un poco de acción, así que puede que al principio, o en general, me salga demasiado dulce.)

La historia se sitúa en el mismo mundo que ya conocemos, antes del Libro Fuego. Aunque modifique un poco la historia, así que no creo que los Libros puedan aplicarse acá.

Algunos de los personajes los inventé yo, pero la gran mayoría de los personajes y el mundo en sí le pertenecen a Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, no a mí.

Ojalá les guste^^


{Kaire PoV}

:- S-Sokka… Detente, p-por favor.

:- Shh…

Sokka deslizó su mano por mi antebrazo, luego pasó a mi espalda y me abrazó tiernamente mientras besaba ligeramente la comisura de mis labios.

:- Sokka, no lo hagas… P-por favor…

:- Deja de decir esas cosas… - Se alejó un poco para verme a la cara – Haces que suene como que no me quieres.

:- ¡No digas eso! – Sokka dio un brinco y me tapo la boca con su mano libre mientras reía en voz baja. Me hizo un ademán para que bajara la voz – No digas que no te quiero, idiota…

:- Entonces, ¿por qué no quieres que te bese? – Juntó su frente con la mía.

:- Yue… Suki… - Sokka se sentó de golpe al escuchar sus nombres – No quiero que te sigas lastimando…

:- Pero… - Volteó pegando su mirada a la mía.

:- No… - Evitando su mirada lo mejor que pude, me levanté y salí de la tienda murmurando – No hagas esto más difícil de lo que ya es.

Al salir de la tienda, inhale lentamente mientras miraba el cielo estrellado. Hoy era luna nueva. La ausencia de la luna en el cielo hacía que todo se viera más oscuro, y yo ya no podía ver aquel cielo sin pensar en todo lo que había pasado en el último tiempo…

Mientras me perdía en las estrellas del cielo, sentí unas manos que me abrasaban por la cintura. Segundos después, sentí el aliento de Sokka en mi cuello.

:- Deja de escapar de mí…

:- Me escapo porque tú no quieres escucharme – Muy enojada me dí la vuelta, y lo acuse con el dedo índice - ¡Basta Sokka! ¡Te eh dicho que es suficiente! ¡No soy otra de tus conqui-…!

Sin poder terminar mi frase, Sokka me abrazó con fuerza a la par que tapaba mi boca con su mano, juntando nuestras frentes de nuevo.

:- Kai, tú eres la que no escucha. Estoy bien. Siempre lo estuve. Amé a Yue antes de que se sacrificara y amé a Suki antes de que partiera a la guerra de la misma manera en que te amo a ti ahora. Entiéndelo, por favor. Ya no puedo estar cerca de ti fingiendo ser tu amigo cuando en lo único en lo que puedo pensar es en abrazarte… - Lentamente, me besó la coronilla – Protegerte… - Aún más lentamente, besó la punta de mi nariz – Y besarte… - Sacó su mano de mi boca y se acercó, pero a escasos centímetros se detuvo – Pero no haré nada que no quieras que haga.

:- Tú… -Dejé salir un ahogado suspiro en sus labios – No juegas justo, ¿sabías?

Sokka sólo rió y me besó. Con sus brazos me atrapó contra su pecho, sin dejarme otra escapatoria que abrasarlo o dejar de respirar. Sus besos eran profundos e intensos, sobre todo cuando yo le daba pie a hacer lo que quisiera. No recordaba bien cuando se había vuelto tan fuerte, o cuando le había comenzado a crecer el cabello (Porque desde que Suki se había ido, casi nunca se lo ataba) Katara solía cortárselo, pero ella y Toph se habían llevado a Aang a entrenar hacía varias semanas, y en el campamento estábamos solo Sokka y yo, con la casual visita de algunos de los exiliados de la Nación del Fuego cada varias noches. Porque nos seguían, y por mi estaba bien, pero a Sokka le molestaba que no nos dieran "privacidad". ¿Para qué la quería, de todas formas? No le iba a dejar hacer nada de… Eso.

Sokka se alejó unos segundos para dejarme respirar y luego me llenó de besos el cuello, mientras me levantaba y me llevaba forzadamente a la tienda, porque insistía en que no se podía confiar ni en el Campamento de Exiliados, y que ni loco me dejaría dormir sola.

¡Patrañas! Ya veo dónde terminara eso de que no hará nada que no quiera que haga...

Fue algunas horas después, cuando me desperté ahogada estando en los brazos de Sokka, que escuché el sonido del agua en medio de la intacta noche y corrí fuera de la tienda dando trompicones. Al verla, corrí a abrasarla.

:- ¡Kai! – Dijo a la par que me devolvía el abrazo y acariciaba dulcemente mi cabeza – Si, si, yo también te extrañé.

:- ¡Katara! –Lloriqueé en sus brazos - ¡No vuelvas a dejarme!

Aang y Sokka, a quien al parecer desperté por la conmoción, reían alegremente mientras que Toph nos sonreía un poco maliciosa. Me alejé un poco de Katara, y haciendo muecas de llanto la miré a la cara; ella tampoco podía dejar de reír. Felizmente, sonreí mirando a Toph mientras daba unos golpecitos en la tierra para que se acercara. Toph captó mi señal y se acercó sin esfumar esa sonrisita que llevaba.

:- Hey, ¿Qué te traes entre manos, Ladrona Ciega?

Oh, fue mala idea preguntar eso.

:- Oh, nada muy importante… - Dijo mientras me acariciaba el mentón – Es sólo que… Tengo una duda.

:-¿Qué sucede? – Aang preguntó antes de que nadie más pudiera.

:- Bueno, es sólo que… ¡No me malentiendan, ¿vale?! ¡Soy ciega! – Toph levantó ambas manos en el aire – Pero… Sentí que tú y Sokka habeís salido de la misma tienda, Kai. ¿Me lo explicas?

La sonrisa de Katara se esfumó en menos de un segundo. Ésta le dirigió una mirada asesina a su hermano, quien se rascó la cabeza riendo. Muy enojada porque no se la tomaba en serio, me soltó y caminó hacia Sokka acusándolo con el dedo índice.

:- ¡Tú! ¡Cerdo! ¡Animal! ¡Cabeza hueca! ¡Pingüino retrasado! ¡Idiota egocéntrico que no piensa en nadie más que en sí mismo! – Sokka hizo una mueca de dolor fingida por cada golpe que Katara daba entre acusación y acusación- ¡¿Qué le hiciste a Kai?!

Sokka sonrió, un tanto triunfante, mientras ponía sus manos en los hombros de su furiosa hermana.

:- No le he hecho nada que tú y Aang no habeís hecho ya – Se giró hacía Aang y le guiñó el ojo.

Katara se puso roja a más no poder, yo movía la cabeza de un lado al otro un tanto cansada, Aang se sostenía el estómago para no llorar de lo mucho que reía y Toph se hallaba echada en el piso, riendo también.

Al cabo de un rato, Katara y yo nos echamos a reír también, porque en parte era divertido.

Pero entre risas y risas, Toph se sentó de golpe y miró en dirección al bosque. No tuvimos tiempo para dejar de reír y atender a aquella urgencia como se debía, porque una figura encapuchada con una gastada tela marrón salió del bosque.

:- ¿Por qué hacen tanto ruido? - Se pasó la mano por su , ahora bastante largo, cabello, dejando al descubierto su rostro. De nuevo, sin pensarlo dos veces, corrí a sus brazos.

:- ¡ZUKO!

Corrí con tanta fuerza y, aparentemente, lo sorprendí tanto que ambos caímos al piso. Él intentó atajarse, pero no pudo; asi que una vez que caimos, me tomó de la cintura para alejarme un poco, pero sin alejarme del todo.

:- ¡Kaire! ¡En serio, deja de hacer eso!

:- Je je je – Riendo un poco cómplice, puse mi dedo entre sus cejas aflojando su expresión de enojo – Si vinieras a visitarme más seguido, ya no haría tanto éste tipo de cosas.

:- Mph… - Zuko dio un agotado suspiro, mientras tomaba la mano que tenía en su cara y la apretaba contra la suya – Sabes que si fuera por mí, no te dejaría nunca.

Abrí muy grandes los ojos y me puse completamente roja. Zuko mostró una linda sonrisa torcida al ver mi reacción. Puse mi mano libre en su pecho, intentando se pararnos, pero la mano que Zuko mantenía en mi cintura me lo impedía, me apretaba contra su cuerpo y yo no hacía más que sonrojarme con más intensidad. De repente sentí otra mano que me tomaba por la cintura y me levantaba, alejándome de Zuko. Comencé a patalear, porque ahora Sokka me llevaba como a una bolsa de papas.

:- ¡Bajame! ¡S-Sokka, bájame! – Agité mis brazos y piernas brutalmente para que me soltara.

:- No hasta que el príncipe de la Nación del Fuego se vaya – Sokka hablaba de forma ruda, estaba realmente enojado. Zuko cambió súbitamente su expresión. Ahora le dirigía una de sus ardientes miradas de odio.

:- ¡Te dije que ya no es un príncipe! ¡Sokka, deja de portarte como un idiota! ¡Zuko ya n-no es quién tú crees que es! – Me daba muchísima vergüenza que Sokka me llevara así, pero me enojaba que tratara a Zuko de esa manera.

En el hombro de Sokka se posó una mano, la de Katara. Pude ver cómo, mirándolo a los ojos, negaba ligeramente. Sokka me apretó con aún más fuerza.

Pero lo que más me sorprendió, fue ver como Aang se acercaba a Zuko y le extendía la mano, y él aceptaba su ayuda y se paraba. Podía que no fueran los mejores amigos, pero Aang y Katara aceptaban el hecho de que Zuko había cambiado para bien, y aunque a Toph le daba igual (le daba igual mientras no se metiera con su comida) a Sokka nunca le había gustado la idea de tener a alguien de la nación del fuego cerca, o eso decía…

A mí no me engañaba. Lo que a Sokka le molestaba era que Zuko irrumpiera en su espacio personal, porque era Zuko, quien le había hecho imposible la vida. Y eso lo sabía porque si él no aceptaba a alguien de la Nación del Fuego, no tendría razones para aceptarme a mí.

Una vez que Katara hizo que Sokka me soltara, fui a sentarme junto a Zuko en un tronco mientras él encendía el fuego. Como había notado que nos habíamos despertado, había decidido traernos algunos regalos de parte de los exiliados, como agradecimiento por dejarlos viajar con nosotros. Aunque yo no lo pondría de esa manera, ya que Sokka no los dejaba acercarse demasiado, acepte el regalo alegremente. Era carne, mucha. Y de la buena, cabe decir.

Toph no lo pensó dos veces y se sentó a nuestro lado. Katara y Aang se nos unieron felices. Pero Sokka dudaba. Claro, eso no le duró mucho. Habían dado justo en el clavo con el regalo, ya que lo que Sokka más amaba era la carne. Cuando por fin dejó de lado su orgullo y se sentó, le ofrecí un tazón bien cargado de caldo de carne. Al tomarlo, hizo que nuestras manos se tocarán. Posó sus azules ojos sobre los míos, dorados, y no pude evitar sonrojarme un poco. Sokka solo rió, con un aire victorioso. Traté de desviar la mirada, y justo me crucé con la de Zuko. Él me regalo una de sus sonrisas torcidas que solía darme solo a mi, y sonreí como respuesta.

Zuko, durante mucho tiempo, había sido lo único que tenía.

Cuando el Señor del Fuego lo expulsó, yo había sido, probablemente, quien más sufrió. Viví mucho tiempo en la sombra de la familia real, consumiéndome por la agonía, sin saber si Zuko, mi único amigo, estaba vivo o no. Cuando oí que enviarían a Azula a buscar al Avatar y a "matar a los exiliados" comprendí de inmediato que Zuko continuaba vivo. Impulsada por el deseo de volver a verle, huí de la Nación del Fuego. Fue un viaje duro y largo, porque estaba sola y no sabía a dónde ir. Pero finalmente me encontré con Sokka en un paso de la montaña, él me había defendido de un gran monstruo marino en medio de la noche, cuando mis poderes estaban más débiles. Nunca entendió por qué, pero cuando me vió, supo que debía protegerme. Al cabo de pasar varios días en su campamento, acompañada de Aang, Katara y Toph, se cruzaron con el Campamento de Exiliados, en el que se encontraban Iroh y Zuko. Al verlos, no sé bien quién se llevó la mayor sorpresa, si ellos o yo. Solo sé que corrí a abrasarlos con las fuerzas que más pude y lloré durante días. Desde pequeña, Iroh me había criado como a su propia hija, y cuando se fueron, Zuko había sido mi única luz en aquel mar de oscuridad gobernado por asesinos. Simplemente los recuerdos que tenía de nuestros juegos y de nuestra alegría me mantenían cuerda, y volver a verlo… Lo había sido todo para mí.

Estaba tan sumida en mis pensamientos, que no había notado la mano de Zuko en mi espalda, acariciando mi cabello. Volví a mirarlo, y en sus ojos noté que él había comprendido qué estaba recordando. Sabía el dolor que había pasado, y la felicidad que me daba estar a su lado. Y tenía claro que nunca volveríamos a separarnos.

Amaba a Zuko. Más de lo que había amado a nadie en toda mi vida. Pero no tenía el valor de decirlo. Ya había pasado casi un año desde nuestro re-encuentro, y cada segundo que pasaba yo me sentía más y más confundida. Sokka me confundía. Mis sentimientos estaban nublados, y era difícil entenderlos. Pero tenía claro que jamás dejaría que mi amistad con Zuko se arruinara, aunque eso implicara sufrir en silencio.

La noche transcurrió sin ningún otro problema. Y cuando el fuego se redujo a brazas, Zuko volvió con los exiliados, y nosotros a dormir. (Por supuesto, dormí con Katara. Porque no hubo ni siquiera una discusión respecto a si Sokka y yo dormiríamos juntos. Nadie quería discutir con Katara)