Ningún personaje de Miraculous Ladybug me pertenece. Sin embargo, la historia es completamente mía y queda PROHIBIDO usarla sin mi consentimiento. Por lo tanto:

NO RESUBIR. NI COPIAR EN CUALQUIER OTRO LUGAR.

Comentarios: Quería subir esta historia antes pero no había podido porque aún no estaba terminada. Además, planeo hacerlo como experimento para saber si gusta.

CAPITULO I

Año 1102. Edad media. Europa Oriental.

Hace muchos años, la guerra estallo en medio de los países Europeos, un hombre salido de la nada, comenzó a unir pueblos hasta lograr un vasto ejército, después comenzó a conquistar ciudades hasta terminar con países enteros. Muerto de hambre del poder, no le intereso a quien matar para conseguir su meta. Aniquilar a todos los reyes como sea posible. Con ello termino matando a tantas familias reales que no podía contarlos con los dedos de sus manos. Y los países, asustado de perder su autonomía, decidieron ofrecerle una coalición. Darían tributo cada año para no ser invadidos y él acepto con una condición. Que no hubiera pobres en ninguna nación.

Todos los representantes de cada país sentados en una enorme mesa se miraron incrédulos.

-¡Es imposible desaparecer a los pobres!- dijo uno de ellos, aventurado a hablar.

El hombre sonrió con malicia y lo vio a los ojos, con una mirada tan terrible que el otro hombre tembló.

-Entonces, tendré que desaparecerte a ti-

Detrás de él, un soldado de su ejército le corto el cuello sin pestañear para luego desaparecer entre las sombras.

-¿Alguien más?-

Todos negaron viendo la sangre chorear a borbotones del cuello del hombre que yacía inmóvil en la mesa donde se efectuaba la reunión.

-Les doy seis meses- informo antes de salir de la reunión.

El trato había sido cerrado.

Cuando el rey conquisto todo ese vasto territorio se sintió poderoso e invencible, con millones de personas postradas ante él. Un sentimiento único y enfermizo que le proporcionaba un placer que no podía describir. Tomo todos los países conquistados para hacer un solo país donde el gobernaría.

Pero, ¿eso era suficiente? ¿Necesitaba más poder del que ya tenía? Tener un reino tan grande que era igual a que todo eso consumiera su tiempo por lo que se vio a la tarea de distribuir la carga de esa responsabilidad. Así que asigno a varios representantes, los más leales de su sequito, a los que llamo Lords, en diferentes sectores del territorio para así controlarlo sin tener que estar ausente durante mucho tiempo de su castillo, con la misma condición que había sido impuesto a los demás reinos. No deberían tener personas pobres.

Adoraba su castillo, era grande, con una decoración que a él le gustaba y podía pasar horas viendo diferentes pinturas que había sustraído (de formas no todas legales) de diferentes puntos del mundo.

Lo llamaban el "Rey Cuchillo", por como blandía la espada cuando peleaba y hacia que cualquier contrincante le tuviera miedo, pero lo que le hacía honor a su apodo era el manejo de las dagas pues cuando las usaba nunca fallaba. La mayoría de los países le temían y no era para menos, porque su política era nunca dejar sobrevivientes.

Ni que hablar de su ejército, un centenar de hombres entrenados especialmente para matar a cualquiera que tuviera la osadía de retar a su rey. Eran conocidos como "los cuchillos de sangre" por ser letales, leales y sanguinarios. Además el arma favorita de ellos era un cuchillo largo de doble filo, fácil de trasportar y ligero en la batalla.

Aunque con los aldeanos era una persona amable pero justa, muchas personas agradecidas por ser liberadas de su infierno lo siguieron hasta convertir, los alrededores de su castillo, en un enorme pueblo, más que una ciudadela esa era una urbe de gran tamaño. Con millones de personas felices de estar bajo la protección del "Rey cuchillo"

Todos decían que ese hombre conquistaría el mundo, que nadie podría detenerlo. Pero después de un año de nada de guerra, sus súbditos entendieron que quizás estaba satisfecho con todo el territorio que ya tenía. Pero el rey no pensaba lo mismo. Estaba deseoso por tener solo un motivo para dar guerra a otros países, y de vez en cuando se paseaba por estos para saber si estaban cumpliendo su palabra.

Todo su ejército estaba feliz, vivían cómodamente y disfrutaban de los privilegios que le propiciaba su posición. Algunos habían sentado cabeza y muchos otros siguieron como guerreros leales.

-Estoy aburrido- indico un día a su escudero sentado en el trono mientras veía pelear a dos contendientes.

Su escudero, más joven que él, que poseía el cabello del color de la mantequilla y su piel bronceada por el sol, lo observo antes de llevarse el tarro de cerveza a la boca.

-Es extraño, normalmente las Justas le ayudan a sentirse menos aburrido-

El rey movió su mano como si estuviera espantando un insecto y recargo el puño sobre su mentón, visiblemente aburrido.

Las "Justas" consistían en dos nuevos reclutas que aspiraban a ser parte del ejército pero aún eran muy jóvenes y con poca experiencia, por lo que en la pelea solo se veían golpes sin destreza. En estas el ganador tendría el privilegio de ser parte del ejército del rey.

Llamo la atención de uno de los comandantes que en ese momento se encontraba bostezando. El hombre se levantó dejando ver su piel morena y ojos cafés para acercarse a él.

-Dígame, su majestad-

-Alec, deténganlos. Aún no están listos-

La Justa termino y el rey volvió a su castillo más aburrido de antes. Últimamente los días eran así, lleno de papeleo con la expansión de su imperio, se tenía que organizar muchas cosas para la manutención de este. ¿Quién diría que ser un rey tendría tantas responsabilidades? A veces solo deseaba caminar por el bosque o algo que lo tranquilizara. No era algo tan fácil, porque algo le pedía volver a salir a la guerra o molestar a los países vecinos pero otra parte le decía que tenía que sentar cabeza, que lo que sentía era soledad.

Se sentó en el enorme comedor mientras sacaba una navaja para jugar con ella.

-Aún debe revisar los presupuestos para las nuevas tierras, su majestad- dijo su escudero sentándose en una silla del comedor.

Pero el rey lo vio con fastidio antes de arrojarle una de sus dagas. El escudero apenas tuvo tiempo de quitarse del camino de la daga que dio en uno de los pilares que decoraban el comedor. Una maña a la que ya estaba acostumbrado, el rey todo el tiempo le arrojaba objetos punzo-cortantes. A veces una daga, a veces un cuchillo u otras veces un tenedor, pero no había días que no lo hiciera, por lo que siempre estaba alerta.

-¿Quiere que le traiga a las bailarinas?- sugirió volviendo a su posición cómoda.

El rey bufo moviendo la mano en negativa.

-¿Quiere salir a asustar a los aldeanos?-

-Ya me tienen tan visto que ya no se asustan- índico él desparramándose en su silla y suspiro.

-Es que ahora le tienen más respeto que miedo- volvió a beber de su tarro.

-¿Qué dices?- le dijo sin verlo, tomando un cuchillo para pan de la mesa.

Su escudero lo vio y giro los ojos.

-Con todo lo que ha hecho, con su lema de nada de pobres. Estoy seguro de que la mayoría esta tan contento de tenerlo como rey que le tiene adoración. Ahora viven dignamente y se sienten protegidos- explico el joven sonriendo- además, su susto más bien era por la sorpresa de verlo que por el miedo de que les fuera a hacer algo-

Se agacho antes de que el cuchillo le llegara a la cabeza, alojándose en el respaldo de la silla.

-Odio a los pobres- le contesto colocando su puño en su mentón y frunciendo la boca.

-Eso lo tenemos claro todos- afirmo el escudero sonriendo- y ellos están agradecidos por eso-

El joven dejo su tarro de cerveza en la mesa con un suspiro.

-También, podría terminar todo el papeleo relacionado con las cosechas- prosiguió con el tema anterior.

El hombre volvió a bufar harto del trabajo. Logrando que su escudero soltara un risa entre dientes.

-Pero los tiempos de guerra era más divertidos- coincidió, de repente sus ojos se abrieron y volteó a ver a su rey- Su majestad, ¿Por qué no va de caza?-

El rey lo volteó a ver sin emoción alguna pero asintió.

-Vamos-

El escudero sabía que la caza proporcionaría esa adrenalina que su rey necesitaba, no era igual a la guerra, pero el hecho de acechar algo y matarlo podría funcionar como placebo.

El rey, su escudero y un sequito de cinco soldados partieron hacia los bosques para empezar con su cacería, montados en sus caballos.

-Sé que por estos lados de los bosques existen venados realmente grandes- le indico su escudero apuntando hacia el norte.

El rey asintió con seriedad empezando a cabalgar hacia donde le indicaba el escudero siendo seguidos por el resto.

-Aunque algunos aldeanos afirman que por estos bosques hay bestias mágicas- susurro uno de los soldados.

-¡Qué tontería!- dijo otro golpeando el hombro.

-Tonterías o no, quizás esas bestias sean algún animal peligroso y deberíamos tener cuidado- hablo el otro soldado un poco mayor que los otros.

Los otros dos se callaron para luego enderezarse ante su mirada.

-Sí, comandante Nino-

-No considero adecuado que el rey salga por los bosques, Plagg- susurro el comandante aun viendo a los soldados pero dirigiéndose al escudero- exponerse de esa forma es innecesario-

Plagg estuvo a punto de hablar hasta que el rey los interrumpió.

-Todo este territorio me pertenece. Si alguien ha entrado aquí sin mi permiso me encantaría saberlo para matarlo-

Tanto Plagg como Nino asintieron, el primero porque no le parecía una mala idea y el segundo porque no deseaba discutir con el rey.

Al adentrarse más en el bosque no tardaron nada en darse cuenta que los rumores eran ciertos pues un enorme venado se les atravesó irguiéndose en su majestuosidad, el animal al verlos hecho a correr y ellos lo siguieron emocionados.

El rey los detuvo y bajo del caballo siendo seguido de su escudero que traía su arco y flechas, se escondieron en un arbusto viendo al animal pastar pero este levanto la cabeza y olfateo el aire para luego correr, ambos hombres lo siguieron escondidos entre la maleza y siguiendo sus pisadas.

Las huellas del animal lo guiaron hasta un pequeño lago donde vio al venado tomar agua, a punto con su flecha pero escucho una canción, una voz femenina. Sus ojos buscaron a la dueña de la voz y la encontró, sentada sobre una enorme roca en medio del lago jugando con los peces que saltaban en sus manos.

La mente del rey se evaporizo y ni siquiera se dio cuenta cuando el venado salió corriendo hacia el bosque. La joven mujer que estaba sentada era hermosa, tenía el cabello del color de la noche tan largo que las puntas rozaban el agua, vestía un ligero vestido blanco de mangas caídas que le daba un aspecto angelical, estaba a espaldas de él pero el vestido dejaba ver la hermosa piel blanca de su espalda.

-Mi señor, ¿ha podido...?-

El escudero llego pero se quedó mudo al ver lo que tenían enfrente. El rey lo vio de reojo y le cerró la boca que estaba abierta de la impresión.

-¿Quien...?- susurro a su rey agachándose, al igual que él, para no ser visto.

Este negó con la cabeza y le ordeno que guardara silencio pues quería escuchar el hermoso canto de la joven que hacia saltar a los peces. Después el canto ceso y el rey pensó en saciar su curiosidad, así que se levantó mientras le indicaba con la mano a su escudero que se quedara allí. Se acercó hasta la orilla del lago con su porte recio y hablo.

-¿Quién eres tú y que haces en mis dominios?-

La joven levanto un poco la cabeza para luego girarse viéndolo con unos grandes ojos azules que hizo que el corazón del rey palpitara con rapidez.

-¿Sus dominios?- pregunto ella con una dulce sonrisa.

-Estos son mis dominios- se obligó a ser duro- he preguntado quien eres-

-Mi rey, esto es el bosque. Yo siempre he vivido en él, no sabía que tenía dueño- le indico girando levemente la cabeza- me disculpo si eso lo ofende, no es mi intención-

-¿Quién eres?- repitió, por dentro deseaba escuchar el nombre de esa hermosa joven.

-Soy una humilde campesina a la que no debe tomar importancia- le hizo saber volteándose por completo hasta él.

El rey pudo ver su hermoso rostro de nariz pequeña, labios gruesos y pestañas largas con más nitidez. Con el cuerpo delgado, poseía un escote generoso que dejaba ver sus pechos y una cinturilla café le adornaba el pequeño abdomen. Sintió ganas de entrar al agua para tocarla y saber si era de verdad.

El hombre le sostuvo la mirada con rudeza pero ella lo veía con una dulzura imposible de entender. Así que el rey le hablo como él sabe hacer, con rudeza y autoridad porque era lo único que conocía y lo único que le había servido en el pasado.

-Ven aquí- le ordeno apuntando el suelo.

Ella soltó una risa melodiosa que no sabía si lo enfurecía o lo hacía feliz. Quizás las dos cosas.

-Quizás en otro momento, mi señor-

Ella se levantó y sus pies flotaron sobre el agua, el soberano comprendió que no se trataba de una simple campesina y ella le sonrió antes de dejarse caer en el agua con gracia y elegancia, desapareciendo.

-Pero, ¿qué diablos...?-

El escudero salió de su escondite acercándose a su señor sorprendido.

-En definitiva no era una campesina- le indico sonriendo para luego silbar- era hermosa-

El rey sonrió de lado viendo con sus ojos negros a su escudero.

-Es mía- le indico para luego voltearse para comenzar a caminar de vuelta al castillo mientras su capa ondeaba.

¿Qué tal?

Si llegaste hasta aquí quiere decir que puede ser que te haya gustado. Si es el caso, por favor decírmelo para poder publicar una continuación.

Esta historia ya está terminada. Pero quiero saber si en sí, gusta para poder seguir escribiendo.

Les mando un enorme saludo a la distancia.