Prólogo:
Mamá, mamá, ¿qué crees que puede haber a través del espejo?- Preguntó una niña rubia de unos siete años haciendo posturas cómicas frente al espejo, el cual se encontraba en una habitación pintada de color ocre, junto con un suelo de delicado parqué y un ventanal con unas finas cortinas color naranja suave.
A través del espejo hay un mundo maravilloso, parecido al tuyo, la lástima es que no podemos verlo ya que no podemos atravesar uno, pero si miras al fondo, podrás ver lo que hay en su interior.- Rió una mujer de pelo rubio cenizo agachándose a la altura de la pequeña y poniendo sus manos en los pequeños hombros de la niña.
Algún día veré lo que hay dentro de un espejo.- Susurró la niña maravillada apoyando sus pequeñas manos en la superficie reflectora.
La mujer cogió en brazos a la niña la cual miraba embobada el espejo pensando las maravillas que albergaría dentro, aún con la niña en brazos bajó las escaleras parqueadas provocando un rítmico sonido por parte de sus tacones.
Salieron de la casa y la adulta metió a la niña en el coche, la sentó en su sillín y le ajustó los cinturones de seguridad.
Un hombre de cabellos castaños esperaba en el asiendo delantero del coche tamborileando impacientemente sus dedos sobre el volante mientras que su mujer daba la vuelta al coche y entraba en el asiento y se sentaba suspirando.
La niña miró por la ventanilla por última vez la casa en la que había estado viviendo desde que nació, miró a la ventana de la habitación la cual contenía el espejo. Su padre la echó una sonrisa por el retrovisor a lo que ella soltó una pequeña risita mostrando su dentadura la cual carecía de algunas piezas dentales las cuales se habían caído para dejar paso a las nuevas.
El coche arrancó y empezó a circular por las solitarias calles de aquella ciudad, llegaron a una carretera la cual no parecía haber sido recorrida durante años, rodeada de un frondoso bosque el cual daba un aspecto escalofriante.
La niña iba mirando por la ventana, observando con sus chispeantes ojos azules el paisaje, cuando echó su mano derecha hacia un lado para coger algo que allí no estaba.
Dio unos golpes en el asiento delantero haciendo que la mujer se girase.
Mamá, nos hemos dejado al osito Bubú.- Murmuró mientras su voz se entrecortaba por los pequeños sollozos que venían de camino.
Cariño, te compraremos otro osito igual en la nueva ciudad.- Sonrió la madre rogando para sus adentros no tener que volver a por el dichoso oso.
Pero mamá yo quiero mi osito Bubú, no quiero otro.- Gritó la rubia apretando sus puños intentando contener las lágrimas que se agolpaban en sus ojos.
Volvamos, después de todo, si no lo hacemos nos dará la plasta todo el camino.- Bufó el hombre girando el volante bruscamente y cambiando de dirección.
El coche parecía emitir unos gruñidos quejosos como los que hace una persona que acaba de correr una maratón y no está acostumbrado.
La pequeña sonrió por poder volver a por su amado oso de peluche y echó la cabeza a un lado con la intención de dormirse hasta que llegasen otra vez a su antigua casa.
Oyó a sus padres murmurar algo, en ese momento todo pasó muy rápido, como el resumen de un libro que acabas de leer.
Un pequeño ciervo atravesándose, un giro brusco, su madre gritando su nombre, un fuerte golpe contra un árbol y un coche que pasaba por allí acercándose.
El último ruido que pudo percibir era el grito de una mujer gritando por su estado de salud y ahí ya no recordaba nada más.
Se despertó en el hospital con múltiples tubos enganchados a sus venas y con una bolsa de oxígeno a su lado, el primer sonido que oyó fue un débil pitido que emitía una extraña máquina.
Alguien el cual no conocía de nada se acercó a ella y con dos dedos la apretó la muñeca haciendo que gimiese quejosamente, entonces ese desconocido la sonrió y por fin un rostro conocido entró a aquella habitación.
Rin, pequeña…- Una chica de unos veinticinco años entró con los ojos hinchados y llorosos y la abrazó con delicadeza.- ¿Cómo te encuentras?
Tía Sophie, ¿dónde están papá y mamá?- Preguntó alarmada mientras miraba a ambos lados.
Cariño… están… en un sitio mejor… un lugar maravilloso…- Susurró con la voz entrecortada por los sollozos que amenazaban con salir.
¿Están en el espejo?- Volvió a cuestionar la niña algo recelosa de no haber podido ir con ellos.
Si cielo… están en el espejo…- Afirmó Sophie sin entender muy bien lo que decía.- Ahora tendrás que estar unos días aquí con los amables señores que te cuidarán y luego te vendrás a casa conmigo.
El doctor volvió a entrar con un vaso de agua y un "caramelo" en la mano, Rin hizo lo que la dijo el doctor, se metió el caramelo en la boca y se lo tragó junto con un poco de agua.
En eso parpadeó un poco y cerró los ojos quedando profundamente dormida.
