La verdad, no tenía planeado subir este fic hoy, de hecho, quería subirlo, no sé, el proximo mes, a pesar de que ya lo tenía escrito hace semanas. Pero tenía tantas ganas de subirlo de una vez jaja

Bien, para aclarar, este fic no sólo está basado en Frozen, sino también en el cuento de "La Reina de las Nieves" Pondré partes de ese cuento, algo resumidas y modificadas hasta cierto punto, pero capítulos más adelante será diferente...

Ya, que comience y nos vemos al final.


Eternidad

capítulo 1: I. El espejo y el trozo de espejo.

¿Cuál es la clave de la felicidad eterna? Yo digo que es mantenerse en el estado más puro de inocencia, así como un niño. Pero bien es sabido que los niños no pueden amar, no de manera romántica, y no es que el amor sea pecado, este también puede llevar a la felicidad. Pero, a diferencia de la inocencia, el amor no asegura la eternidad, en este caso el bien y el mal se mide en acciones, y no siempre el amor va de mano de la bondad. A veces te hace hacer estupideces, a actuar con egoísmo. A veces ese amor es prohibido. Y las puertas del Reino de los Cielos se cierran para ti.

Érase una vez, un troll malvado, porque hay trolls malvados, y este era de los más malvados, era como el diablo mismo. Un día el troll se encontraba muy contento, porque había fabricado un espejo mágico, el cual tenía la propiedad de desaparecer todo lo bueno y bello reflejado en él, y todo lo que era malo y feo resaltaba, volviéndose aún peor. Los paisajes más encantadores, al verse reflejados en este espejo, se veían tan horripilantes como un plato de espinacas hervidas y las personas buenas se veían totalmente repulsivas, con los rostros tan deformados que eran irreconocibles. Si un defecto tenía el rostro reflejado, el espejo lo agrandaba para hacerlo lucir peor.

El troll se divertía mucho con todo esto. Si alguien tenía un pensamiento bueno y piadoso, el espejo reflejaba una mueca diabólica que provocaba las carcajadas del troll por su astuta invención. Todos los que acudían a la escuela de trolls, pues había una escuela de trolls, hablaban del espejo "¡Se ha producido un milagro! ¡Finalmente se podrá ver el verdadero rostro del mundo y de sus gentes!" Llevaron el espejo a todos lados y al final no quedó ningún hombre ni ningún país que no fuera deformado por el espejo.

Pero los trolls no estaban conformes con esto. Se propusieron ir al cielo para burlarse, incluso, de los ángeles y de Nuestro Señor. Mientras más alto subían los trolls, el espejo se retorcía más y más que apenas podían sujetarlo. Cuando se acercaron a Dios y a los ángeles, el espejo no paraba de dar muecas horripilantes, se retorció tanto que se les escapó de las manos y terminó por estrellarse contra la Tierra, rompiéndose en centenares de millones, o mejor, en miles de millones de añicos, y quizá más, de esta manera, hizo mucho más daño que antes.

La mayoría de sus trozos apenas eran más grandes que un grano de arena, se esparcieron por el aire, llegando a todo el mundo. Cuando un diminuto fragmento caía en un ojo, ahí se quedaba, y a partir de ese momento, todo lo que se veía era deformado, apreciando sólo lo malo de las cosas, pues cada polvo de espejo conservaba la propiedad del espejo cuando estaba entero. Lo más terrible fue que a más de uno se les alojaba en el corazón, convirtiéndolo inmediatamente en un trozo de hielo, frío y sin sentimientos.

Incluso se encontraron cristales lo suficientemente grandes como para crear gafas o ventanas ¡Pero que a nadie se le ocurriese mirar a través de ellas! Lo que se contemplaba era sencillamente espantoso. Al ver esto, el maligno reía hasta estallar en carcajadas, todo esto le parecía agradable. Todavía ahora, andan flotando en el aire pequeños trozos de espejo...

-¡Yaaa!- gritó la pequeña niña, llenando sus ojos y mejillas de lágrimas que no paraban.

-¿Qué sucede, Anna? Aún no termino de contar la historia.- decía la reina, madre de la niña, mientras cerraba el libro y se disponía a cargar a su pequeña.

-¡No quero!- gritó mientras sollozaba. A la princesa aún se le dificultaba pronunciar las palabras-. ¡Libro feo! ¡feo!

-Mamá.- habló Elsa, que era la hija mayor, tres años más grande que su pequeña hermana-. Creo que es una historia demasiado... escalofriante para una bebé como Anna.- no la llamó "bebé" por ofenderla, sino que Anna era tan pequeña que apenas podían dejarla de considerar bebé para comenzar a llamarla niña. Pero incluso al ser Elsa la mayor, sintió un escalofrío al escuchar esa historia.

-¿Escalofriante?- murmuró la reina, abrazando más a su hija menor-. Oh, no, no, pequeñas. Esta historia no es de miedo, es mi cuento favorito, estoy segura de que si me dejan terminar de leerlo...

-¡No!- gritó la pequeña bebé Anna, cubriendo sus oídos, totalmente aterrada.

-Acéptalo, mamá, es una historia aterradora.- dijo Elsa, riendo un poco, mientras se metía a su cama para dormir.

-Tal vez algún día.- se resignó la madre de las niñas. Llevó a Anna a su cama y ahí la arropó, la besó y le dio su bendición, acto seguido hizo lo mismo con Elsa-. Buenas noches, mis pequeños polvos de cristal.

La reina cerró la puerta de la habitación de sus hijas. Suspiró, era una lastima que no les gustara su cuento favorito, aquel libro que hace mucho tiempo alguien le había regalado. Ya tendría tiempo para volver a intentar contárselos, algún día.

-¿Otra vez ese libro?

La reina elevó la vista para ver quién había pronunciado esa pregunta. Era su amado esposo, el rey, que le sonreía tiernamente. Ella no dudó en acercarse y besarlo, abrazándolo con dulzura. Él le arrebató el libro de entre sus manos cuando ella se distrajo.

-¿Qué les pareció?- preguntó, notando la expresión desanimada de su esposa.

-Muy apenas me dejaron terminar de leerles el primer episodio.- dijo, mostrándose agotada.

-Que lastima, es tu libro favorito, no paras de leerlo.

-A ti también te gusta, no me engañas.- sonrió con picardía.

-Sí, pero no estoy tan obsesionado como tú.- bromeó. Después resopló-. Tal vez sea lo mejor por ahora, no vaya a ser que Elsa se sienta identificada con... dicho personaje.

-Ja, ja.- rió la reina-. Claro que no, Elsa no se parece en nada. Nuestra pequeña princesa es tan bondadosa, como una bella flor de primavera.

-Ya tendrás tiempo para leerles, vamos, es hora de dormir.- le tendió el brazo a su esposa y esta la sostuvo-. Además, tarde o temprano querrá saber la verdad.

Ambos se dirigieron a su habitación, caminando juntos. La reina, que se sentía muy feliz, sintió algo más en su pecho, una sensación de inseguridad, de sospecha. El recuerdo de un dolor en el corazón. Buscó con la miraba algo en la ventana, sólo encontró el cielo oscuro, lleno de nubes muy grises.

Se tendría que ser muy ingenuo si se piensa que las niñas se fueron a dormir inmediatamente. Elsa despertó al escuchar el ruido de un pequeño cajón arrastrándose. Era Anna, que lo había movido para usarlo de escalón para subir a la cama de su hermana, porque aún se le dificultaba. Se arrojó al lado de su hermana ya despierta y comenzó a tratar de levantarla.

-Ya duérmete, Anna.- le decía la mayor, adormilada y hasta con algo de fastidio-. Creí que estabas asustada por la historia.

-Más asustada estaré si no juegas conmigo.- decía con voz torpe, al ser ella tan pequeña.

-Es una excusa, Anna, tengo sueño.- se cubrió totalmente.

-Vamos, haz la magia como la otra noche.- rogó, poniendo una carita de cachorrito.

Elsa sonrió. Ambas hermanas pequeñas bajaron hasta un gran salón donde se pusieron a jugar con la nieve y el hielo, aunque Elsa seguía siendo muy inexperta al usar sus poderes. El salón se cubrió de escarcha y por un momento pareció que las ventanas se adornaban de flores gélidas.

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Pero, en otro lugar muy apartado de ese reino, muy lejos de Arendelle, entre Noruega y Finlandia, más para ser precisos, en alguna parte de Suecia, algo pasó esa misma noche, algo malo.

Una mujer, de cabello corto y muy oscuro, dormía en el suelo de una vieja cabaña abandonada, cubierta con mantas. No notó, al estar ella dormida, que las nubes grises del cielo nocturno traían consigo el viento fuerte y helado, tal como si fuera invierno. Los copos comenzaron a caer, cubriendo la madera de esa solitaria cabaña, más la mujer sólo roncaba y no despertaba.

No notó siquiera cuando una ventisca entró a la cabaña, la rodeó y buscó algo, ni sintió la ligera luz de una pequeña aurora que iluminó el cielo nocturno. La mujer sólo tembló un poco por el frio.

Un pequeño animal, uno bebé, un reno casi recién nacido, para ser más precisos, dio torpes pasos hasta la mujer dormida e intentó despertarla como pudo, pero esa mujer tenía el sueño pesado.

-¡Hazte a un lado, animal estúpido!- rugió con rudeza, empujando al pobre reno y haciéndolo llorar-. Espera un segundo...- se dio cuenta, se dio cuenta cuando notó el vapor que salia de su boca al hablar. Estaba helando-. ¡No puede ser!

Se levantó muy deprisa, seguida por el reno bebé. Corrió a asomarse a las cobijas sobre la paja, donde las había dejado antes, y lo que buscaba no estaba ahí.

-¡No puede ser!- volvió a gritar, aterrada-. ¡Estúpido reno! ¡¿Por qué no me despertaste antes?!- el reno sólo se puso de mal humor al escucharla.

Ella volteó a la entrada de la cabaña y logró verla, unos copos de nieve llevados por una fuerte ventisca, que se alejaban mientras la luz de la aurora se hacía más intensa. No la iba a dejar escapar. Tomó su espada y corrió, siguiendo aquella ventisca como un enemigo que quisiera atrapar. Y los copos de nieve llevaban cargando algo, algo pequeño.

-¡Devuélveme a ese niño!- gritó con rabia la mujer que perseguía la ventisca-. ¡Devuelve al mocoso enseguida!

Pero aquella ventisca no obedecía y se llevó al niño pequeño hasta un risco iluminado por la luz verde y purpura que irradiaba el cielo en forma de ligeras olas. Ahí, debajo del risco, había afiladas rocas y un violento mar. La mujer de cabello negro y la espada paró al verla tan cerca de tal precipicio y temió más que nunca por la seguridad del niño.

-¡Devuélveme al niño, maldita bruja del demonio!- bramó la enfurecida mujer. Más a la criatura a la cual gritaba no era una bruja, era algo mucho peor que eso.

Aquellos copos de nieve se materializaron, volviéndose una mujer de mirada fría y siniestra, de una blancura perfecta, ella era mucho más que hermosa, ella era perfecta, sus ojos centellaban como estrellas, su vestido era blanco y parecía formado de millones de copos brillantes. Esa mujer de hielo cargaba al pequeño en sus brazos, acariciando su rostro con sus manos heladas.

"Si sabes lo que te conviene, mujer, dejarás de cuidar a este niño" decía, mientras acariciaba los cabellos rubios del dormido pequeño.

-¡Te lo llevarás sobre mi cadáver, bruja!- desenvainó su espada, mirando a la mujer helada con fiereza-. Sé que te encuentras débil por nuestro anterior enfrentamiento, con un solo corte podré matarte.

"Como si una mujer como tú pudiera herirme, al menos no sola, no con tu corazón oscuro" habló con orgullo "Este niño me pertenece. Sí, me encuentro débil, pero todo cambiará cuando junte todas las piezas"

-¡Nunca tendrás lo que quieres, bruja!- corrió hasta aquella mujer helada, alzando su espada, dispuesta a cortarla y recuperar al niño.

"Alto" amenazó, acercando su mano al pecho del pequeño "O congelo su corazón en este instante"

-¡Eres una cobarde!- gritó la mujer, con rabia.

"No puedes hacer nada, mujer. Está en el destino y el destino lo escribo yo. Cuando las piezas se junten, el mundo cambiará y este niño lo hará. Ahora nadie me detendrá, nadie vendrá a salvarlo, ni siquiera tú"

-¡Devuélvelo!

Pero la mujer nada podía hacer contra la bruja de hielo. Aquella malvada criatura blanca como la nieve sólo se volvió uno con la ventisca, llevándose al niño con ella. Pero antes de que el viento helado desapareciese, el pequeño reno bebé llegó, queriendo salvar al niño de las garras de esa bruja, siguió las luces de la aurora y saltó hacía ella, con mucho valor.

-¡Sven, no!- gritó la mujer, desesperada al ver al reno desaparecer junto a la Reina de las Nieves y el niño-. ¡Maldición!- gritó con mucho coraje, insultando todo, encajando su espada contra el suelo, con mucha fuerza e ira.

Se sentía como una inútil, una completa inútil que no podía siquiera cuidar a un par de bebés. Y su ira se convirtió en terror y el terror en lágrimas que se asomaron por sus ojos.

-¡Soy una tonta! ¡los perdí a ambos!- gritó, sollozando incontrolablemente, odiaba llorar-. Lo siento, Bae, no pude ni siquiera proteger a tu pequeño Sven.- susurraba, con el corazón destrozado, soltando todas sus lágrimas-. ¡Animal tonto!- y realmente deseaba sentir ese insulto, pero sólo le dolía haberlo perdido-. ¡Sven, protege a Kristoff!

Su deseo se perdió en la ventisca y tal vez Sven pudo escucharlo o tal vez no.

Y la Reina de las Nieves, tan majestuosa como un espíritu, volaba por el cielo infinito, atravesando bosques, lagos, montañas y mares. Bajo de ella el viento silbaba y los lobos aullaban. Ella tomaba al pequeño en sus brazos, sujetándolo con fuerza, acariciando su rostro con algo parecido al cariño. Pues la cara de ese niñito le recordaba a otro que había conocido hace un largo tiempo.

-Pequeño Kristoff, no tengas frio, nos espera un largo camino.- le acariciaba aún su cabello dorado mientras pensaba que él podría ser el niño más perfecto que se hubiera encontrado (aunque su perspectiva de la perfección es muy distinta a la normal)-. No tendrás que sentir frio más, ni en tu piel ni en tu corazón ¿Tienes frio, Kristoff?

Pero el pequeño no iba a responderle, que aún seguía dormido, sólo que no dejaba de temblar y no sólo de frio, sino que al estar con la mujer más fría, las pesadillas del mundo le llegaban. Y la Reina de las Nieves acercó sus labios a la frente de él, con su beso podría calmar ese frio que él sentía, podría dejar de sentir.

Sus labios no lograron rozar al pequeño, ya que la reina se distrajo al sentir un movimiento entre las ropas que cubrían sus piernas. Giró y logró observar al pequeño reno que jaloneaba en un intento de apartar a la mujer del niño, pero la Reina de las Nieves sólo tomó al pequeño Sven con su mano libre y lo observó con sus ojos penetrantes de estrellas.

Era verdad que la gran Reina de las Nieves se encontraba débil, no sólo porque hace poco tiempo había tenido un enfrentamiento, sino en parte por sus tantos años de existencia, pero más débil se encontraba ante criaturas inocentes. Cuando besara al pequeño bebé Kristoff, el corazón del pequeño se congelaría, se volvería oscuro y cruel, podría hacer con él lo que le placiera. Pero aún no, porque Kristoff era inocente y con las criaturas inocentes la reina no puede hacer nada. Y Sven, que era aún mucho más inocente que Kristoff, porque todos saben que los animales no tienen malicia, no podía lastimarlo. A menos, claro, que le lanzara una ventisca y lo congelara.

"¿Sven, cierto?" se dirigió al animal, con voz majestuosa "Por tu tamaño no debes tener más de una semana de haber nacido ¿Tan importante es para ti este niño en tan poco tiempo?" era claro que el animal no le respondería, al menos no de manera verbal, pero la reina lo comprendió al verlo "¿Vives para protegerlo? Oh, ahora entiendo, ya lo veo, sabía que te me hacías familiar"

La reina, al estar tantos metros de altura, volando en el viento, sólo podría dejar a Sven caer y verlo perecer, pero no lo hizo. Pensó que si iba a conservar a Kristoff, quizá podría dejarlo tener una mascota, así tal vez nunca sienta el más mínimo deseo de alejarse de ella. La Reina de las Nieves sabía que ella se estaba quedando sin fuerzas, que muy apenas logró sacar poder para lograr conseguir a este niño y que si por alguna razón alguien decidiera rescatarlo, ella no tendría el poder para detenerlo. No hasta que se junten las piezas.

Tan débil se encontraba que la poca energía que le quedaba era sólo para regresar a su palacio, después de eso tendría que descansar por mucho, mucho tiempo. Esto se debía porque el mundo estaba lleno de bondad y mientras más tiempo pasaba, el reino de la paz se hacía más grande, pero la Reina de las Nieves existía por y para la maldad, por eso tardaría en recuperar fuerzas.

Tal vez debió decidirse por soltar a Sven, pero no lo hizo, de cierta forma le tenía compasión, pero nunca previó que el pequeño animal tendría la suficiente voluntad para enfrentarse a ella. El pequeño reno se movió tan bruscamente y logró saltar, no al lejano suelo, sino hacía donde estaba el pequeño Kristoff durmiendo, en el brazo izquierdo de la reina. Logró empujar al pequeño niño, haciendo que él cayera.

La reina pudo ver cómo Kristoff caía y se alejaba de su agarre. Ella se encontraba débil y si decidía salvarlo se le agotaría su poca fuerza y no podría regresar a su palacio, al menos no con él. Pero no le convenía dejarlo morir.

Miró al animal y se preguntó si el reno había sacrificado al niño para perjudicar sus planes, o él sabía que ella iba a salvarlo. Dirigió a Sven una mirada gélida, una muy inquietante.

Usando sus ultimas energías, las muy pocas que le quedaban, movió la ventisca, tan fuerte que la misma aurora se estremeció. Los copos se agitaron, se juntaron, se ordenaron y formaron una gran montaña de nieve, tan blanca y suave como una almohada, y cuando el pequeño Kristoff cayó, fue como caer en un mar de plumas.

Y la reina, con sus energías perdidas, descendió al suelo, aún con el reno en brazos. En otros tiempos ella tendría el poder de congelar incluso grandes volcanes como el Monte Vesubio, pero ahora la simple acción de crear una simple montaña de nieve la había agotado tanto que cayó de rodillas.

Logró llegar a donde estaba el niño, que había dejado de temblar y ahora sólo estaba sumido en su sueño profundo. Y ella, la reina, sabiendo que ya nada podía hacer, gastó su ultima gota de energía para besar débilmente su frente. Y ese beso era malvado, porque tenía el poder de hacer olvidar, y tan pronto lo besó, el niño olvidó todo, olvidó los pocos recuerdos que tenía a sus cuatro años de edad. Olvidó sus amigos, su vida, sus padres... de esa forma él nunca iría a buscarlos, ahora sólo era un niño huérfano más. Pero la reina se encargó de hacer que el niño no olvidara a Sven, no, hizo que el niño no lo olvidara.

-Pequeña cría de reno.- habló la reina con voz débil, mientras desaparecía en la nieve-. Tus deseos serán cumplidos, cuidarás al niño, lo cuidarás por mí.

Soltó al animal y este no dudó en acercarse al pequeño y acurrucarse a su lado. Después de todo, la reina necesitaba al niño vivo, y no se le ocurría alguien mejor para cuidarlo que esa cría de reno.

La reina desapareció en la nieve, como si muriera, pero no estaba muriendo. Ella volvería, volvería cuando recobrara sus fuerzas, cuando haya acumulado suficiente maldad del mundo, cuando pueda volver a congelar corazones inocentes. Pero sabía que cuando volviera, el tiempo habría pasado.

Lo ultimo que hizo fue acariciar el cabello dorado del niño por ultima vez.

Necesitaría años para recobrarse, sabía que esta podría ser la ultima vez que viera al niño como eso que es, un niño. Pero volvería, si no es por él, será por otro niño como él, por eso lo necesitaba con vida. El sol apareció, resplandeciente, la nieve que pudo haber estado ahí se transformó en agua para regar el pasto.

Y el pequeño bebé Kristoff despertó, empapado, sin saber quién era ni donde estaba. Sólo conocía su nombre y a su amigo Sven al lado de él. No lloró, porque no recordaba a nadie por quién llorar. Y cuando trataba de recordar sentía algo en su frente, como un beso gélido, como esos que te congelan los huesos. Pero a la vez tenía calor, calor como las bellas flores de primavera.


He estado planeando este fic desde hace muchos meses, por ahí ya había dicho que quería hacer un fic de Frozen, pues es este. Lo empecé a planear después de que leí el cuento de La Reina de las Nieves (que leí después de ver la película de Frozen) En cierta forma este fic es mi manera de expresar mi molestia al darme cuenta de que su adaptación de Disney no se parecía en casi nada a la original.

Pero tardé en empezar a escribir, la razón es que, aunque el cuento me gustó, no lo entendí. Fue tiempo después cuando comprendí qué quería decir la historia realmente y fue así que pude comenzar a escribir.

Así, este es el primer capítulo. Ya tengo escrito casi completamente el capítulo dos y ya comencé a escribir el tres, pero no los esperen pronto. Subí este cap antes de tiempo y por lo tanto decido tardar en subir los siguientes (que por cierto, son muy largos)

Una cosa. Si tuviera que describir este fic con una palabra, sería "Raro"

¿reviews?