HOLA A TODOS! ¡Adivinen quién ha vuelto! Les traigo a todos un plato fuerte *redoble de tambores* LA SEGUNDA PARTE DE MI FIC ENTRE ASSASSIN'S CREED Y PESADILLA ANTES DE NAVIDAD. Sí señor, y es que no quería dejar tal y como estaba aquel fic y me apetecía hacer una segunda parte que, según mis ideas que tengo en la cabeza es epiquísimo. Disfruten de este primer capítulo. :3
Capítulo 1
Hubo un día en el que todos los habitantes de la ciudad de Halloween Town sufrieron un shock amnésico, excepto el alcalde, yo y Oogie Boogie, quien había sido el causante de todo aquello al poseer en sus manos el objeto más poderoso y peligroso que existe: el Fruto del Edén. Con ese artefacto había sometido a toda la ciudad, convirtiéndose en un tirano.
Pero no todo estaba perdido: todavía quedaba un grupo que pretendía acabar con aquella dictadura: los Asesinos, una Hermandad que llevaba siglos defendiendo la libertad de la Humanidad, aunque con modos poco ortodoxos (si se llaman Asesinos no es por cualquier cosa). Esa Hermandad tenía un rival eterno: la Orden de los Templarios, cuyo objetivo era el orden aunque fuese a base de someter a cualquiera que se entrometa en su camino.
A pesar de que yo nunca había hecho daño a una mosca, me uní a esa hermandad porque quería liberar Halloween Town de las garras de Oogie Boogie. Pronto descubrí que mi padre, Corvo Skellington, había sido un Asesino, y de los mejores. Yo no fui menos: en los dos años que duró mi formación como Asesino (que no es un camino de rosas) alcancé el grado de Maestro y, por fin, aunque sin complicaciones, conseguí llegar hasta Oogie Boogie, mientras un gran ejército que mis maestros Asesinos y yo habíamos reunido estaba luchando con uñas y dientes contra el ejército templario. El muy rata de Oogie había usado a mi querida Sally de la peor manera con tal de hacerme daño. Lo consiguió, pero él no contaba (ni yo tampoco) con que mi padre, cuya alma había transmigrado al cuerpo de un cuervo, me daría ánimo para arrebatar a Oogie el Fruto y mandarlo al infierno del que no debió salir.
Al final todo acabó muy bien: yo, Jack Skellington, Rey de Halloween y Maestro Asesino, me había casado con mi querida Sally y, como no había problemas a la vista, decidí colgar por el momento mi túnica de Asesino.
Durante los seis años que pasaron después de todo aquello solo han ido a mejor: Sally y yo formamos un matrimonio feliz y de ahí había nacido una niña preciosa a la que, tras unas cuantas discusiones, decidimos llamar Samantha, aunque yo a veces prefiero llamarla por el diminutivo Sam. Si supierais lo nervioso que estuve cuando nació, y todas las preguntas que surgieron en mi cabeza: ¿seré buen padre? ¿Qué pasará si fallo? ¿Estaré allí cuando me necesiten? Todo esto me lo preguntaba mientras me mordía el puño a causa de los nervios, y caminaba de un lado al otro delante de mis maestros Ezio y Altaïr, quienes trataban de tranquilizarme diciendo que ellos también habían sido padres y que era normal que me pusiese nervioso. También estaba presente un cuervo de ojos amarillos que no era más que el alma de Corvo reencarnada. Apoyo no me faltaba, pero los nervios aún permanecían ahí, y parecía que no querían irse.
Tras unos minutos que me parecieron eternos, tuve el valor suficiente para entrar a nuestra habitación. Vi la cuna que había construido el doctor Finkelstein (increíble, ¿verdad?) y me acerqué a ella como si dentro hubiese una bomba o algo parecido. Cuando asomé mi cabeza a su interior, lo que vi me dejó de piedra, para bien: no creo que existan palabras para describirlo, pero lo que sí puedo decir es que, al ver aquel bebé dormido que transmitía una paz indescriptible y que reflejaba la inocencia más pura, me entraron ganas de abrazarlo, de tenerlo entre mis brazos, de comérmelo a besos... No sé, de lo que sí que estoy seguro con creces es que no recordaba la última vez que había sido tan feliz.
De repente abrió los ojos. Corrijo, el ojo porque donde debía estar el otro solo había una cuenca vacía. El iris que adornaba el globo ocular era de un azul tan intenso y brillante como el zafiro y me miraba con enorme curiosidad. Lo primero que hice fue sonreír y acercar mi dedo al pequeño y delicado rostro de la recién nacida (por el doctor supe que era niña):
-Hola, preciosa -susurré- Bienvenida al mundo.
Sin previo aviso, cogió mi dedo y, tras tirar un poco de él, lo arrancó. Por unos segundos nos miramos y luego volvimos la vista hacia mi dedo, hasta que ella empezó a reír, divirtiéndose con la situación. Yo también reí y añadí:
-Me parece que tú y yo nos vamos a llevar muy bien.
No me equivocaba. Durante los seis años siguientes, Sam y yo estuvimos muy unidos, sin olvidarnos de Sally, que es una madre estupenda. Digamos que entre los tres formamos una "piña". Samantha había crecido mucho desde que nos conocimos por primera vez y se había convertido en una niña preciosa, que físicamente tenía un poco de Sally y un poco de mí (una mezcla de muñeca de trapo y esqueleto), aunque había heredado la sensibilidad y la perspicacia de su madre y, bueno, de mí sacó la curiosidad insaciable y el hecho de que no se está quieta en ningún momento. "Es clavadita a ti", me había dicho mi padre cuando se me aparecía de vez en cuando.
Sin ninguna duda éramos una familia feliz, parecía que nada iba a estropear aquello. Pero todo cambió en un instante y tuve que volver a vestir mi túnica de Asesino y armarme de mis hojas ocultas.
Todo comenzó un tranquilo día en la ciudad de Halloween Town. Yo volvía, silbando y feliz como unas pascuas, del Ayuntamiento después de ayudar al alcalde con unas cosillas para Halloween, pero aún quedaban muchos meses, así que no corría prisa. Según abrí la puerta Sam vino corriendo hacia mí, con la felicidad reflejada en el rostro.
-¡PAPÁ!
-¡Hola, preciosa! -exclamé mientras me agachaba para cogerla y, mientras me incorporaba con ella en brazos, añadí- ¿Cómo está mi princesa? ¿Has estado ayudando a tu madre?
-¡Sí! Oye, bájame un momento, que tengo que enseñarte una cosa.
Obedecí y, cuando la dejé en el suelo dio una vuelta completa para enseñarme un vestido oscuro que le llegaba hasta las rodillas, de mangas largas y un detalle de encaje en el cuello del vestido, que combinaba perfectamente con sus medias a rayas violetas y negras, sus zapatos negros de charol y su diadema idéntica a mi pajarita de murciélago que decoraba su cabello rojo como el rubí salpicado de mechones negros y que le había crecido hasta poco más abajo de los hombros. Me había encantado el vestido, pero fingí no fijarme en él solo por gastar una broma inocente.
-Venga, ¿qué querías enseñarme?
-¿Pero es que no ves el vestido, papá? -preguntó disgustada.
-Es broma, cariño. ¡¿Cómo no me voy a fijar en él si es precioso?! ¿Lo has hecho tú?
-Mami me ha ayudado pero sí, lo he hecho yo solita.
En ese momento apareció Sally y dije, mientras le dedicaba disimuladamente un guiño:
-Si es que tienes una maestra estupenda, Sam.
-Ella se empeñó en darte una sorpresa. -intervino Sally- Además, yo simplemente le di consejos, no hice prácticamente nada.
-Quién sabe, -dije, encogiéndome de hombros y dirigiéndome a Samantha- puede que llegues a superar a tu madre. Aunque no lo creo, ella es la que mejor sabe manejar el hilo y la aguja.
Entonces me fijé fugazmente en la fina cadena que adornaba el cuello de Sally, de la que colgaba el anillo de boda que lucía en su dedo anular el día de nuestro enlace.
-Papi... -la voz de Sam me había sacado de mis pensamientos.
-Dime, guapa.
-¿Puedo salir a jugar un rato? Di que sí, porfi.
No me podía resistir a esa miradita suplicante.
-Vale, pero solo si la reina de la casa te da permiso.
Sally rió y respondió:
-Anda, ve, que te has portado muy bien.
Sam se puso a saltar de alegría y, antes de irse, me dio un abrazo como despedida.
-Ten cuidado, ¿vale? -nos separamos y añadí- Recuerda que por el pueblo están Ezio y Altaïr, así que no dudes en acudir a ellos si te pasa algo.
Tras lo que había pasado seis años atrás, ambos maestros Asesinos se habían quedado a vivir en la ciudad como dos ciudadanos más. Eso sí, hay que tratar de evitar que las brujas se acerquen demasiado al italiano porque si no, no se despegan de él-.
-¡Vale! -respondió Sam. Antes de salir por la puerta añadió- Te quiero, papá,
-Yo también te quiero, princesa. Anda, ve y diviértete.
La vi corriendo hacia la plaza del pueblo apoyado en el marco de la puerta. Entonces oí la voz de Sally a mis espaldas:
-Es idéntica a ti, Jack.
-Ya, eso me han dicho. -respondí, mientras giraba sobre mis talones, sin borrar de mi rostro una amplia sonrisa.
-¿Se puede saber por qué estás tan contento? -preguntó, contagiándose de mi alegría.
-¿Y cómo no puedo estarlo? Tengo un buen trabajo, una casa estupenda, una hija maravillosa... -poco a poco me fui acercando a Sally y, cuando estuve a una distancia muy corta de ella, rodeé su cintura con mis brazos, la atraje hasta mí y terminé la frase, con un tono de voz más seductor- ...y una esposa a la que quiero más que a mi propia vida.
-Vamos, Jack, no exageres. -dijo, apoyando sus manos en mi pecho.
-Yo nunca exagero cuando se trata de mi amor por ti. -respondí, acercando un poco más mi rostro al de Sally.
-¿Qué pasa? -preguntó con una sonrisa pícara y arqueando una ceja- ¿Estás haciendo el truco del seductor italiano?
Aquello me pilló desprevenido.
-¡¿Qué?! ¡No! Vale que pienses eso de Ezio, ¡¿pero de mí?! No seas así conmigo, anda.
Ella rió y dijo, con esa dulzura que le caracteriza:
-Estoy bromeando, Jack. -sus dedos índice y corazón caminaron por mi pecho y mi cuello hasta llegar a la base de mi cabeza, donde Sally deslizó su dedo acusador hasta mi barbilla (es un gesto muy sexy por su parte) hasta poner ambos brazos alrededor de mi cuello, mientras decía- ¿Sabes? Creo que, aunque te hayas unido a esa Hermandad de Asesinos y parezcas un tipo duro, siempre conservas esa inocencia que tanto me gusta de ti.
-¡Vamos, mujer, tampoco soy tan ino...
No pude terminar la frase porque Sally me interrumpió con un beso robado que me cogió por sorpresa, pero pronto me dejé llevar, disfrutando al máximo de aquel breve y dulce instante.
Cuando nos separamos desprendí uno de mis brazos de la cintura de Sally y la señalé mientras decía:
-Eres muy lista, creo que hasta más que yo. Y esa es una de las razones por las que me casé contigo.
-¡Venga, no seáis tan empalagosos, tortolitos! Cualquier día vomito arco iris.
Aquella voz grave me resultaba muy familiar... para mi desgracia. Suspiré y miré hacia arriba, cruzándome de brazos. Colgado de una de las lámparas de araña de la casa había un murciélago que parecía sonreír seguramente a causa de mi expresión molesta.
-¿Garret? ¿Pero qué haces aquí?
El murciélago se dejó caer y, justo antes de tocar el suelo se transformó en un vampiro casi tan alto como yo, de espalda ancha, rostro pálido y de rasgos finos que caracterizan a los de su raza, orejas ligeramente acabadas en punta y una de ellas lucía un pequeño aro dorado, y los iris de sus ojos traviesos estaban teñidos de rojo como la sangre. Suele lucir una barba de varios días y tiene una cicatriz que empieza encima de su nariz hasta su mejilla. "Un mal encuentro en la calle", me había dicho la primera vez que le vi con esa marca en la cara. En cuanto a su carácter, bueno, se puede decir que es astuto, pícaro y muy inteligente (sabe resolver los problemas que le surgen como si nada), y esto contrasta con que a veces es impulsivo y hace las cosas sin pensar. Es un amigo mío de la infancia con el que he pasado muy buenos momentos de niño. Un día se marchó de Halloween Town, según él, "para cambiar de aires", pero me había prometido que visitaría la ciudad cuando tenía ocasión porque había conseguido trabajo como "detective paranormal" o algo por el estilo. O eso me ha dicho él. Y esa promesa la ha cumplido siempre. Una curiosa anécdota que me pasó con él fue que, en aquella desastrosa noche de Navidad, llegué hasta su casa y lo pillé despierto. Por lo visto se había enterado de mi descabellada idea y me echó la bronca del siglo (naturalmente no lo escuché) que no he olvidado.
Garret se pasó las manos por su gabardina de cuero, quitando el polvo que había en ella. Luego se quitó su sombrero de ala ancha de color negro para hacer lo mismo y, además, se pasó la mano por su cabello blanco y rebelde, tratando de peinarlo, cosa prácticamente imposible.
-¡Vamos, Jack, amigo mío! -exclamó, aún con el sombrero en la mano mientras reía, exponiendo sus colmillos- ¡Sabes que paso por aquí siempre que tengo un tiempo libre! Además, hace mucho que no nos veíamos, no sé, ¿tres años? En ese caso la culpa es mía. He estado muy liado: que si un hombre lobo en Brooklyn, que si un bicho feo con tentáculos que ha salido de vete tú a saber, que si posesiones demoníacas... he estado un poco estresado estos años que no he aparecido por aquí. -echó una ojeada a un perchero y preguntó- ¿Puedo dejar ahí mi sombrero?
-Como quieras- respondí.
-Gracias.
El vampiro lanzó el sombrero hasta uno de los ganchos del perchero, donde se colgó perfectamente. Luego puso los brazos en jarras y miró a ambos lados, buscando a algo o alguien.
-¿Dónde está Samantha? ¿Es que no piensa saludar a su "tito"?
Lo de "tito" viene porque, como Garret y yo somos casi hermanos de lo bien que nos llevamos ambos, pues Sam se empeñó en llamarlo "tito" cuando lo conoció. Y así se quedó, y a Garret le gusta ese apodo.
-Ha salido un rato. -respondió Sally- Puedes quedarte aquí hasta que vuelva.
-Gracias por la invitación, Sally.
Justo cuando Garret iba a sentarse en un sofá que había en la sala de estar llegó Sam acompañada de Ezio.
-¡Hablando de la Princesa de Halloween Town! -exclamó el vampiro- Y viene bien acompañada. ¿Qué tal va todo, Ezio?
Cuando los Maestros Asesinos conocieron a Garret, al principio no se fiaban ni un pelo, pero al final les cayó bien.
-No tengo mucho que contar, Garret. -respondió el italiano- Todo está más tranquilo que Florencia de madrugada. -el italiano se dirigió hacia mí y me dijo- Oye, Jack, ¿puedo hablar contigo un momento?
-Claro, Ezio, ¿de qué se trata?
-Mejor será que nos apartemos un poco.
Nos fuimos a la habitación de al lado, donde el Asesino de Florencia me dijo:
-Anoche vi a alguien saliendo de tu casa. Sé lo que estás pensando: "no creo que tenga nada de malo". Pues lo siento, pero sí que tiene algo de malo. Estoy casi seguro de que esa persona llevaba en sus manos el Fruto que tú tenias guardado.
-Pero eso es imposible, ¡solo un Asesino sabe cómo entrar ahí! -acaricié la cicatriz que cruzaba mi boca, con el semblante pensativo, antes de añadir- Mira, habla con Altaïr. Nos reuniremos esta noche en la sala donde guardé el Fruto y así comprobamos tu teoría. ¿De acuerdo?
-Me parece bene. Y si es así, es que algo no muy bueno va a ocurrir.
Salimos de allí y nos encontramos con una cómica e insólita escena: Garret estaba sentado con las piernas cruzadas delante de Sam. Por su expresión, el vampiro parecía disgustado.
-¡Vamos, Sam, ¿cómo no puedes acordarte de mí?! Soy el "tito" Garret.
Volvió la vista hacia mí y me pidió ayuda con un gesto. Yo le respondí encogiendo de hombros, como queriendo decir: "¿qué quieres que haga?"
-Menudo amigo que eres, de verdad. -respondió, molesto antes de suspirar e inclinar su cabeza hacia delante. Entonces levantó la vista de golpe, como si se le encendiese la bombilla- Seguramente esto me va a pasar factura y pasaré vergüenza el resto de mi vida, pero merecerá la pena.
Apoyó su dedo pulgar en la punta de su nariz y agitó el resto de los dedos mientras sacaba la lengua y entornaba los ojos. Ezio y yo tuvimos que aguantarnos la carcajada del siglo porque esa mueca era demasiado rara como para no dar risa.
Pero por lo visto surgió efecto porque Samantha inclinó la cabeza hacia un lado, abrió mucho su ojo y exclamó, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se tiraba al cuello del vampiro:
-¡Tito Garret!
-¡Al fin me reconociste, preciosa! -nos dirigió una mirada orgullosa y añadió- Era una mueca que le hice cuando ella tenía tres añitos. No podía olvidarse de eso. Venga, ya os podéis reír.
-A mí ya se me han quitado las ganas. -dije.
-Pues creo que a mí no. -intervino Ezio, entre risas. Cuando paró de reír añadió- Bueno, tengo que irme.
-Ezio, acuérdate de venir esta tarde, ¿vale?
-Yo nunca me olvido de esas cosas, Jack. Lo complicado es buscar a Altaïr. Seguramente estará en alguna torre, mirando nostálgico el horizonte.
Se marchó y entonces Sally se acercó a mí y me preguntó:
-¿Pasa algo, Jack?
-No te preocupes. Seguro que no será nada.
Si hubiese sabido lo que pasaría después no habría dicho eso. Algo me decía que todo iba a cambiar a partir de aquel momento... Y no precisamente para bien.
Primer capítulo finalizado. ¿Qué tal les ha parecido? Con los comentarios sigo la misma línea: ustedes pongan su opinión que yo responderé en el próximo capítulo (aprovecho para publicar estas Navidades :3 ). Y por curiosidad, ¿me echaban de menos? Porque yo a ustedes ci :3.
HASTA EL PRÓXIMO CAP!
