La mañana estaba helada. Aun faltaba un poco para los días calurosos. Aun faltaba para que comenzara la temporada de verano y las piscinas y las playas se abrieran al público. Aunque la verdad es que no le importaba mucho, ahora tenía una piscina techada disponible todo el año.
Aun así tenía que salir a trotar cada día. La competencia no era fácil, y ser el número uno era una lucha constante, sobre todo porque cada día alguien intentaba romper su record. Pero a él no le importaba. Nunca le había importado. Simplemente lo hacía por tener algo que hacer, por mantener contento a su amigo y además de cumplir una promesa hecha hace tantos años atrás.
Aquel día no tenía nada de especial, pero la mayoría de los mejores días de tú vida no lo son hasta que ocurre lo que tiene que ocurrir. Nada te avisa lo que viene, y nadie te avisa tampoco cuando es momento de que se acabe la felicidad. Y la verdad es que es difícil saber exactamente cuál es el inicio y cuál será el final de una historia, porque sería limitar tu propia existencia, y la vida siempre continua, siempre fluye, igual que el agua, nunca se detiene, es libre.
— ¡Haru! — el sonido de su voz logró escucharse incluso a través de los audífonos que sonaban para dar un poco de vida a la mañana. No se detuvo ni se volteó a ver quien lo llamo. Tampoco aligeró el paso, simplemente siguió con su camino — ¡Haru! — volvió a escuchar más cerca. Éste frunció el ceño y apresuró la marcha, pero antes de llegar al paseo marítimo junto a la playa lo detuvieron de un tirón en el brazo — ¿Estás sordo acaso? — la voz agria de Rin le causó gracia, pero no sonrió.
Se encogió de hombros —Si era importante me alcanzarías, si no lo era te hubieras cansado de seguirme. — consiguió decir algo agitado. Se quitó uno de los audífonos y continuó caminando más tranquilo.
—Ayer no alcancé a verte, y quería saber cómo estabas. — camino a su lado con la mirada preocupada.
Haru lo miro confundido —Estoy bien. — Contestó después de un rato —No tienes que pasarte a verme todos los días. —
—Me gusta hacerlo. — Le recordó —Somos amigos… y compañeros. — dijo no muy seguro.
—Lo sé, no tienes que recordármelo. — le echó una mirada antes de perderla en el océano.
—La verdad es que quería decirte que este año viajaré a Japón. — Esperaba un poco de hostilidad por parte de Haru al decirlo, pero solo recibió un movimiento de cabeza — ¿No quieres venir? ¿No lo has pensado? —
No le contestó. Volvió a ponerse sus audífonos y comenzó a trotar. Rin no lo siguió. Lo conocía perfectamente, siempre hacía lo mismo cuando le hablaba de algo que él no quería discutir. Huía, siempre huía. Era su manera de afrontar los problemas, y lo hacía desde hace más de cuatro años, cuando tuvo que decidir qué hacer con su futuro. Cuando se vio forzado a elegir un camino del cual no estaba del todo seguro, y no fue hasta que comenzó a vivirlo que entendió que aquel era su destino. Pero jamás acepto que Makoto no formara parte de este.
Rin llevaba mucho tiempo postergando el volver a casa. Ya no quedaba mucho para salir de la Universidad. Luego de eso podrían seguir como profesionales y el regresar a casa era el camino más lógico. Pero él se temía que Haru no querría volver. No lo había hecho ninguna vez desde que llegaron a Australia, y él siempre se quedo a su lado, fielmente. Tal como cualquier amigo lo haría, pero este año debía volver, necesitaba hacerlo, y estaba empecinado en llevar a Haru consigo.
Lo encontró al final del paseo marítimo. Estaba apoyado sobre la baranda mirando las olas salvajes. El mar estaba un poco inquieto esa mañana, igual que el corazón de Haru. Rin no dijo nada, simplemente se apoyó en la baranda junto a él y se perdió en sus ojos azules, tan profundos, tan hermosos.
—Haru…— necesitaba hablar con él. Deseaba poder volver a comunicarse, conectarse con él, pero Haru había creado una muralla los últimos meses y había decidido dejarlo del otro lado sin siquiera preguntárselo.
—Me siento tranquilo aquí. — Lucía sosegado, pero Rin podía notar su desconcierto en sus ojos —La primera vez que me trajiste aquí me dijiste que venir aquí siempre te daba tranquilidad… —
—Porque Sousuke y tú estaban del otro lado. — Completó la frase y luego miró con un poco de pena el mar — ¿Tú piensas en Makoto? — preguntó, pero no le respondió.
—No puedo volver a Japón aún. — Se alejó de la baranda —Pero ya no puedo seguir reteniéndote aquí, Rin. —
—Haru… — quiso detenerlo, pero se arrepintió apenas abrió la boca.
Éste se volvió una última vez — ¿Eso querías decirme, no? — pero no obtuvo respuesta.
Faltaban dos semanas para la última competencia que llevarían a cabo como estudiantes, y les había permitido descansar el tiempo que restaba. La mayoría de sus compañeros ya había partido a sus casas. Solo que habían quedado aquellos que vivían demasiado lejos para viajar por dos semanas y aquellos que vivían ahí en Australia. En el caso de Haru, era el único estudiante de Japón que no viajaba en esas fechas, y hasta ahora Rin, pero él deseaba regresar esta vez.
Lo vio alejarse y luego volvió la mirada al mar. Ya no sentía esa paz. El mar ya no tenía el mis significado para él. Haru ya no estaba del otro lado esperándolo, sino que estaba aquí, y no era feliz, y él no podía hacer nada al respecto. Empuñó sus manos, se sentía frustrado, atrapado.
Aun podía recordar el día que Haru había llegado a Australia para acompañarlo. Había sido una gran sorpresa, sobre todo porque lo último que sabía de él era que se iba con Makoto a estudiar a Tokio, pero algo había cambiado, algo se había roto entre ellos y por eso Haru había decidido irse a Australia, donde sabía que aprendería lo necesario para ser el mejor. Pero pese a que Rin intentó averiguar lo sucedido, Haru nunca se lo dijo, y Makoto tampoco fue capaz de expresarlo. Y era justamente uno de los motivos que lo llevaban tan fervientemente de regreso a casa. Tenía que averiguarlo, por Haru o jamás se perdonaría que éste no volviera a ser feliz otra vez.
