Nota muy importante: No sé por que fanfiction no pone la lista de capítulos en el prólogo. Lo he intentado todo, incluso borrar la historia entera y volver a editarla pero ni por esas. Para poder acceder al resto de capítulos, en la barra de navegación, es decir, donde pone la dirección de la página, cambiar el /1/ por el /4/ para pasar directamente al capítulo 4 en donde si que aparece toda la lista de los capítulos. Perdonad por las molestias pero es que no se me ocurre otra forma para que podais ver todos los capítulos.

Selene

PROLOGO

Había caminado durante todo el día y todavía no había alcanzado su destino. Tal vez se debiese a los continuos rodeos que había dado para evitar aldeas o ciudades o tal vez se debiese al pequeño bulto que había cargado durante todo el trayecto. No importaba, la realidad era que pronto caería la noche y los bosques no eran un lugar seguro para pasarla, estaban plagados de animales salvajes, bandas de malhechores, criaturas diabólicas... y no podía arriesgarse, no con aquella criatura a la que ella le había implorado que protegiese, con sus hermosos ojos azules llenos de lágrimas, llenos de amor, un gesto tan inusual en ella, tal vez, a causa del reciente parto. Además, el cielo se estaba nublando, amenazando con tormenta, no le quedaba más remedio que pasar la noche en alguna posada.

Con tal fin se dirigió a la comarca de Asrán en donde sabía que se encontraba la posada de "La gacela". Nunca había estado allí pero había oído hablar de ella. Era una casucha vieja y pequeña que se utilizaba como lugar de reunión de ladrones, asesinos, contrabandistas y cualquier otro rufián, pero tenía una cualidad importante: Con dinero no se hacían preguntas, justo lo que él necesitaba.

Antes de entrar arrancó un trozo de tela negra de la gran capa de viaje que llevaba puesta para sujetarse el brazo izquierdo de forma que pareciese que lo tenía roto. Entre su pecho y el brazo colocó al recién nacido, haciendo presión para que no cayera pero también teniendo cuidado de no hacerle daño. El pequeño estaba dormido y no le convenía que despertase. Después se colocó la capucha de la capa ocultando parcialmente su rostro.

Cuando entró a la posada, un olor nauseabundo le hizo torcer el rostro asqueado. El lugar era peor de lo que esperaba. A su izquierda, había una pequeña chimenea rodeada de unos cuantos sillones viejos que rechinaban con el más mínimo movimiento. El fuego estaba encendido pero a causa de algún pequeño atoramiento en la boca de la chimenea( o al menos eso supuso él ) parte del humo quedaba en la habitación mezclándose con el olor a vómito de los dos borrachos que habían acaparado los sillones. A su derecha, había unas cuantas mesas de madera y, detrás de ellas, una escalera que seguramente conduciría a las habitaciones. Tres hombres de aproximadamente 30 y 40 años jugaban una partida de cartas. Por último, enfrente de él había una pequeña barra en donde una muchacha pelirroja de rostro rechoncho servía un poco de coñac a un hombre de aspecto forzudo. Hacía allí se dirigió nuestro hombre con paso firme.

- Una habitación.- le pidió a la chica.

- Son dos reales señor.- respondió esta sin prestarle verdadera atención.

- ¿Dos reales?. Es un poco caro, ¿no?.

- Es lo que hay señor.- su mirada se posó durante unos instantes en el forastero.- O lo toma o lo deja.

- Entiendo... dame entonces la llave.- replicó mientras le extendía a la chica el dinero.

- Subiendo la escalera la tercera puerta a la derecha.

- Gracias.

Siguiendo las instrucciones de la joven llego a la que era su habitación( si es que a un cuchitril de apenas dos metros cuadrados se le podía llamar así ). Una cama era su único mobiliario.

"Creo que al menos debo dar las gracias porque haya una ventana que la ventile", pensó para sí mismo mientras sonreía ligeramente.

Con cuidado, dejo al bebe sobre la cama mientras se quitaba la capa para cubrirle con ella. El cabello del joven era de color azulado y contrastaba enormemente con sus ojos esmeralda, unos ojos que se achicaron al sentir un escalofrío recorrer su espina dorsal.

Alarmado, se giro bruscamente adoptando una posición de combate, algo precipitado, porque allí no había nadie, la habitación estaba vacía. Sin embargo, tenía un extraño presentimiento, algo estaba mal. Fue entonces cuando se fijó en la ventana y en lo que había más allá de ella: nada, solo oscuridad, ni rastro del bosque. Cautelosamente se acercó hacia allí y abrió la ventana sacando su mano hacia fuera. Casi instantáneamente sintió un extraño cosquilleo subirle desde el brazo hasta la cabeza, haciendo que perdiera el conocimiento y cayera al suelo.

Cuando se recobró ya no estaba en la habitación que había alquilado sino que se encontraba flotando en un espacio extraño, oscuro y vacío. O al menos así fue hasta que una anormal luz surgió de la nada adoptando la figura de una anciana. Su rostro era amable pero sus ojos tenían un siniestro brillo.

- Es un placer teneros aquí, noble guerrero.- saludo la anciana amigablemente.

- Yo en cambio, no tengo el placer de conocer vuestro nombre, señora.- respondió el guerrero con precaución.

- ¡Oh! Claro que me conocéis mi joven amigo, habéis oído hablar de mí. En realidad, soy la causa de vuestro viaje.

- No entiendo.

- No hace falta que lo hagáis. Basta con que transmitáis mi mensaje.- explicó con cierto tono malvado que puso sobre aviso al guerrero.

- ¿Qué mensaje?.- inquirió con desconfianza.

- Que vuestra misión ha sido completada con éxito y que él bebe está a buen recaudo.

- ¿El bebe? ¡¿Dónde está el niño?!.-preguntó desafiante.

- Ya os lo he dicho, está a buen recaudo.- respondió la anciana con calma.

- He de suponer que en vuestras manos.- dijo con ironía.- No es allí en donde se me encomendó que lo dejara.

- Pero es en donde los dioses desean.

- Yo no sirvo a los dioses así que será mejor que me lo devolváis.

- ¿Me estáis amenazando?.- preguntó enfadada.

- Tan solo quiero que me deis lo que es mío.- sonrió.

- ¡El niño no es vuestro y vuestras amenazas carecen de fundamento!.- gritó encolerizada.- Sabéis muy bien que no podéis dañarme, desobeciéndome, solo saldréis perjudicado.

- Tal vez, pero si no vuelvo otros ocuparan mi lugar y, más tarde o más temprano, el niño irá a donde debe ir.- contestó con confianza, lo que provocó que la mujer comenzara a reír a carcajadas.

- Eso nunca ocurrirá porque llevareis el mensaje.

Al decir esto, los ojos de la anciana brillaron y una luz roja cubrió al joven inmovilizándolo. La mujer se acercó a él y tras colocarle un dedo en la frente pronunció unas extrañas palabras en una lengua ya olvidada.

"Dajkai lacta raskp
nirai lacta mesh
siur lacta yank"
"¡¡¡¡¡¡OBISH!!!!!!"

Dos horas después...

La cabeza le daba vueltas, tenía todo el cuerpo adolorido y no recordaba nada de lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas. Se encontraba en una pequeña habitación amueblada únicamente con una cama en donde estaba su capa negra de viaje. Se la puso y tambaleándose salió del cuarto a un estrecho pasillo. A su izquierda y derecha había más habitaciones por lo que dedujo que se encontraba en una posada.
Sin saber a ciencia cierta lo que hacía bajo a la planta baja y se dirigió a la barra ignorando las miradas de los allí presentes.

- Un aguardiente.- pidió en un susurro casi inaudible.

- Medio real.- exigió la chica encargada, mirándole con cierto recelo.

- Un aguardiente.- volvió a pedir el forastero ignorando a la chica.

- Ya se lo dije antes señor, sino paga antes no obtendrá nada de este lugar.- replicó esta con firmeza.

El forastero levantó la mirada de la barra y la clavó en la muchacha mientras sonreía de forma burlona. La vista se le estaba nublando y se sentía desorientado como si se encontrara sumergido en un mal sueño del que no podía despertar.

Con movimientos lentos y torpes agarró la bolsa en donde llevaba el dinero y, sin tener en cuenta el lugar en donde se encontraba ( tal vez porque no lo recordaba ), le arrojó una moneda a la chica al mismo tiempo que volvía a pedir su aguardiente.

Cuando por fin se lo sirvieron se lo tomo de un solo trago esperando con ello despejarse un poco pero lo único que logró fue que la cabeza le doliera aún más. Irritado, volvió a guardar su bolsa para después salir de allí maldiciendo y apartando a empujones a todo el que se cruzaba en su camino.

Afuera estaba lloviendo, una terrible tormenta se había desatado y el sonido de los truenos y los relámpagos acallaba cualquier otro. El forastero extendió sus brazos y elevó el rostro al cielo dejando que el agua de la lluvia lo empapara. Permaneció así un buen rato sintiendo como poco a poco los músculos de su cuerpo se relajaban, su mente se despejaba y la niebla que había cubierto sus ojos desaparecía.

Fue en ese instante cuando percibió movimiento en los árboles cercanos. Con agudeza contó hasta cinco sombras, colocándose inmediatamente en posición de pelea.

El primer golpe, que le hizo caer al suelo cuan largo era, lo recibió en la espalda. Con rapidez, se levantó y le propinó una fuerte patada en el tobillo a su agresor haciendo que este cayese. Tres figuras fueron a socorrerle inmediatamente, a la vez que estallaba un relámpago y gracias a la luz generada podía ver el rostro de los malhechores. Se trataba de los hombres de la caverna que, sin duda, habían visto la gran cantidad de dinero que el forastero portaba y habían decidido aprovechar su estado de enajenación para hacerse con ella.

El forastero sonrió. Hacía tiempo que no disfrutaba de una buena pelea.

Situándose nuevamente en posición de combate se acercó al oponente que tenía más cerca, un hombre bajito con una cicatriz que le atravesaba el rostro. Con gran maestría le propinó una combinación de ocho patadas en el abdomen que le hicieron retorcerse de dolor. Al ver esto, el más alto de los malhechores acompañado de otro que tenía la cara plagada de granos se abalanzaron sobre él dispuestos a cobrársela a golpes. El primero intentó golpearle en la cara pero el forastero, muy hábilmente, detuvo el golpe agarrándole de la muñeca e impulsándole hacia delante mientras él se agachaba y el otro chocaba con su compañero que había intentado atacar por la espalda a su víctima.

El último de ellos, asustado ante la destreza de aquel hombre, desenfundó su espada dispuesto a acabar de una buena vez con el asunto pero cual no sería su sorpresa al contemplar como el forastero cerraba los ojos y de las palmas de sus manos salía una extraña luz blanquecina que estalló a su alrededor alcanzando a los cuatro hombres que terminaron inconscientes y con múltiples quemaduras en todo su cuerpo.

"Parece que después de todo no dabais para tanto", pensó, cuando de repente el dolor de su cabeza regresó más fuerte que nunca.

Fue en ese momento cuando vio como una figura humana se acercaba rápidamente a él y sintió como le propinaba un fuerte puñetazo en la mandíbula.

"¡¡Maldición, eran cinco!!", recordó desesperado. Pero era demasiado tarde, aquel hombre había visto lo que le había hecho a sus compañeros y no estaba dispuesto a ser el siguiente así que tras golpearlo un poco más aprovechándose de su estado, agarró la que fuera la espada de su cómplice y la elevó sobre la cabeza del forastero para darle el golpe de gracia.

Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo una flecha le atravesó el corazón acabando con su vida. El autor del disparo se acercó al forastero y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.

- ¿Estas bien, amigo?

- He estado en mejores condiciones.- respondió mientras se incorporaba y sacudía la cabeza en un intentó porque el dolor desapareciera.

- Creo que necesitas entrenar un poco más.- bromeó.- sino hubiera estado aquí no llegas a contarla.

- Puede ser. Pero dime, ¿qué haces por aquí?

- Me enviaron a buscarte.- contestó seriamente.- Has tardado mucho y ella comenzaba a inquietarse.

- ¿Ella?.- preguntó confundido, intentando recordar a qué se refería su amigo.

- Sí, quería saber si completaste con éxito tu misión.

- ¿La misión?.- inquirió consternado.- ¿Qué ......

Pero antes de que pudiera terminar de formular la pregunta una débil vocecita le susurró en su mente una solo palabra: "OBISH"

- Por supuesto.- contestó con firmeza.- El niño está donde debe estar.

Continuará...