Bienvenido al anochecer .
Esa tarde él la sintió extraña… no sabía por qué, pero de pronto todo eso que estaba haciendo le pareció tan sin sentido que el vacío comenzó a llenarlo nuevamente, como lo había hecho hacía años, cuando estaba con ellos, en el lugar que sintió como si fuera el único hogar verdadero que había tenido después de tantos años de vagar por todo el país.
Pudo sentir dentro de él que la necesidad volvía a consumirlo. Llevaba años buscando algo que ni siquiera él tenía claro qué era, pero que a la larga parecía haberse convertido en una costumbre. Quizás por eso había vuelto a partir, quizás por eso los había dejado nuevamente, causando nuevamente lágrimas en los ojos de ella, y… ¿rencor? en los de él. Pudo sentirlo perfectamente, aunque el chico fuera pequeño.
Ese día, había sido demasiado extraño para él. La había sentido cerca, como hacía años… por primera vez desde que se había ido, había sentido la necesidad de tenerla nuevamente entre sus brazos, volver a sentir los labios de ella sobre los suyos, su sonrisa… su vida, llenando la de él. Jamás, desde que había decidido dejarla, había sentido tanto pesar por no tenerla junto a él.
Sin saber cómo, ese día había sentido en el aire el olor a jazmines, que lo seguía por todas partes. A cada instante se acordaba de ella, de todo lo que había hecho para él encontrara la redención, en todo lo que había luchado para que dejara de lado su autocompasión y se decidiera a ser feliz, con ella… en el intento de sonrisa que la vio hacer cuando le dijo que había decidido partir, intentando apoyarlo aunque no entendía del todo bien a qué se refería… tratando de encontrar la fuerza en el único ser que permanecería con ella, su pequeño hijo.
"… Es como ella" pensó, cerrando los ojos y dejando que el suave aroma lo rodeara, sonriendo amenamente "con sólo un poco de su ser me alegra el alma…"
-Se ve muy tranquilo hoy, Himura-san- escuchó a su lado. Abrió los ojos y pudo ver a la anciana Hama, que lo veía con una sonrisa –creo que hace tiempo no lo veía así.
-¿Usted cree, Hama-dono?- le preguntó amablemente. Ella era la dueña de la casa en donde se estaba hospedando, una señora muy amable que en ocasiones se parecía más a una madre que a una conocida.
-Claro, muchacho… sólo te vi así cuando faltaban pocas horas para volver con tú pobre esposa…- contestó la anciana, dejándolo solo nuevamente. El hombre la vio alejarse y, como pocas veces, se formó en su rostro una sonrisa tranquila.
-Quizás es porque ahora la estoy sintiendo cerca…- murmuró, una vez que se sintió nuevamente solo. Volvió a cerrar los ojos para sentir nuevamente el perfume a jazmines envolverlo –debe ser eso… que te siento cerca de mí… Kaoru-dono.
No podía negar que, desde la noche anterior, todo estaba extraño a su alrededor. Quizás era que estaba pensando mucho en ellos en esos momentos. Recordando lo feliz que había sido los años que había vivido por y para su familia, por la linda niña que alguna vez le había abierto las puertas de su casa para que, como nunca, pudiera conocer lo que realmente era un hogar… y después, le abrió su corazón.
Sin querer, recordó lo que ella había sufrido para que él se atreviera a contarle lo que sentía por ella. Estaba enamorado, ¿cómo no estarlo de aquellos ojos que mostraban una inocencia poco conocida por él?, ¿cómo no estarlo de aquel ser que reflejaba una alegría por vivir que él rara vez había sentido, pero que, al conocerla a ella, poco a poco iba embriagándolo de aquel deseo?... sin querer, recordó sus ojos llenos de lágrimas aquella tarde, en que él se había rendido ante su dolor, y había decidido que lo más sano para ella era dejarla, ya que no se merecía lo que le estaba ofreciendo?
"… No me dejes…" le había pedido, casi rogado "… por favor… deja de lamentarte tanto por lo que pasó… ¿qué no te das cuenta que tú ya has pagado todo lo que hiciste?... ¿es que no entiendes que mereces ser feliz como cualquier persona que vive?, ¿por qué te empeñas en sufrir tanto?, eso no traerá de vuelta a la gente que mataste"
Por supuesto, aquella vez él sólo bajó la cabeza. El hombre sabía muy bien que lo que ella decía era verdad, pero dentro de él no estaba la posibilidad de enamorarse nuevamente, y menos de una niña como ella… tan pura, tan buena persona… ¿es que ella no se daba cuenta que él estaba maldito, y que lo único que lograría al unirse con él, era tener un dolor que no le correspondía vivir nunca, por lo linda persona que era? A pesar que pensaba en todo eso, no fue capaz de decírselo, no quería seguir lastimándola con sus sentimientos de lástima hacia su persona…
Recordó que ella, al no recibir respuesta de parte de él, se había acercado, hasta acariciar con ternura su rostro. Recién en ese momento él fue capaz de mirarla a los ojos. Ambos se dieron cuenta que el otro estaba sufriendo, pero que a pesar de eso, no se iban a dejar vencer… aunque uno de ellos estaba a punto de hacerlo.
"¿Por qué no me dejas ser tu descanso?" le había dicho ella, sonriendo con ternura entre sus lágrimas "¿Por qué… no eres capaz de escuchar lo que realmente te pide tu corazón?... si tú no me quieres, te juro que te dejaré ir tranquilo, habrá paz entre nosotros. Pero si lo que tú sientes es amor por mí, no te dejaré tranquilo hasta que lo reconozcas, ¿me entiendes?, te voy a seguir y no te dejaré vivir en paz…"
No fue capaz de responder, sólo la miró y aunque su cerebro le decía que no era lo correcto, que sólo lograría hacerla sufrir más, no lo escuchó. Se dejó llevar por su primer impulso, por primera vez, el amor había vencido a la razón, a su deseo de siempre tenerla protegida y de no lastimarla… se había rendido ante ella.
Esa noche había soñado con ellos, con la primera vez que su pequeño hijo había dado sus pasos. No podían estar más orgullosos de él, que en esos momentos fue el centro de su mundo. Recordó cómo ella lo había soltado y, con un pequeño impulso, lo había animado a continuar dando pequeños pasos hacia su padre, que lo esperaba con los brazos extendidos y con una gran sonrisa de orgullo y cariño. Al llegar, a punto de caerse, lo había alzado, como dándole a entender que lo había hecho muy bien. Después de eso, los tres jugaron mucho rato…
Aún estaba en su cabeza la mirada interrogante de Kenji la primera vez que partió. Era obvio que no entendía por qué su padre se iba con esa extraña sonrisa, ni tampoco por qué su madre lloraba como si se fuera a acabar el mundo. Pero a pesar de eso, se fue, los dejó solos…
Con pesar pensó en sus reencuentros posteriores. Kaoru siempre lo esperaba y lo recibía con esas sonrisas que sólo ella sabe regalarle, pero Kenji cada vez parecía más distante, cada vez lo apreciaba menos. Siempre se preguntó la razón de eso… quizás era porque los dejaba una y otra vez por razones que un niño, a sus cortos diez años, no entendía… o quizás porque cada vez que lo hacía, Kaoru era la que más sufría.
De pronto, sintió movimiento a su lado. Al voltear, pudo ver que Hama se dirigía hacia él con una bandeja y una calmada sonrisa. Se sentó a su lado y le ofreció su contenido. El pelirrojo recibió el té con una pequeña reverencia como agradecimiento.
-¿Qué es lo que estás haciendo aquí, Himura-san?- le preguntó la anciana, con cierta impaciencia. El otro la miró confuso, sin entender del todo a dónde quería llegar.
-… Pues…- Kenshin pensó en las posibles respuestas, pero no llegó a ninguna que le convenciese del todo, así que pensó que sería difícil encontrar una que satisfaciera a la anciana, así que prefirió guardar silencio.
Era difícil de explicar, y en parte, sentía que nadie lo entendía. Claro, muy pocos de los que habían sido asesinos al final de la era Tokugawa seguían con la posibilidad de contar lo que habían vivido, pero aún así, quizás ni ellos comprendieran lo que era vivir con el peso de haber sido en algún momento Hittokiri Battousai… ni ellos sabían el gran peso que llevaba ese nombre (y sus actos, por supuesto) sobre su alma. Ni siquiera Kaoru lo hacía, a pesar que ella con paciencia le decía que lo esperaría, para vivir con él cuando estuviera listo…
Pero lo malo era… ¿cuándo iba a ser el momento indicado?
-No entiendo lo que estás haciendo con tú vida…- continuó Hama, al darse cuenta que el pelirrojo no contestaría su pregunta –eres un buen muchacho, hombre… ¿por qué empeñas en destruir lo que has logrado?
Kenshin la miró con melancolía. ¿Para qué continuar escondiendo su frustración?, toda su vida estaba atada a la desgracia, desde que sus padres habían muerto, después, lo que les había ocurrido a ellas, a las que lo habían acogido siendo sólo un niño… y después, Tomoe.
-Usted no entiende, Hama-dono- contestó Kenshin con pesar, ella lo miró tristemente –no entiende que no merezco nada de lo que he logrado… los he puesto a todos en peligro, incluso a usted, que me ha ayudado tanto como Kaoru-dono, que…
-Eres tú el que no entiendes, chico- contestó Hama. Por momentos, le pareció curioso que sólo ella y su shishou continuaban tratándolo como su fuera un niño de 10 años –eres tú el que se niega a ver lo que ocurre de verdad a tu alrededor.
-¿A qué se refiere?
-Dejaste a tu familia buscando la redención, una manera de pagar los pecados que cometiste cuando eras un hittokiri… ¿en qué momento podrás detenerte?, ¿es que acaso quieres quedarte solo por siempre?, ¿de qué habrá servido todo tu esfuerzo por ayudar, si es que no eres capaz de disfrutar un poco con los que has ayudado…
-Mi vida está maldita- contestó Kenshin seriamente –no creo que usted entienda a qué me refiero, ni tampoco lo que he vivido… no merezco nada de lo que este mundo me pueda brindar… mucho menos a Kaoru o a Kenji… aunque ellos nunca me perdonen, no puedo estar con ellos.
La anciana miró con tristeza al pelirrojo. Lo había acogido una noche en que se notaba enfermo, y cada cierto tiempo iba a verla y ambos conversaban mucho. Pero la última vez que había ido, se había quedado con ella mucho más de lo normal, lo que por supuesto la extrañó. Y fue cuando se dio cuenta de las grandes dudas que tenía en su vida el hombre, del dolor que lo carcomía por dentro cada vez con más fuerza… de las dudas que se instalaban dentro de él cada vez que se planteaba el poder vivir una vida tranquila junto a su familia.
-¿Es que no te das cuenta, Himura-san, que los tiempo han cambiado?- le preguntó, después de soltar un suspiro y poniéndose de pie trabajosamente –y tú también lo hiciste con eso… llevas años buscando la paz, sin darte cuenta de que la tuviste durante años junto a ti, en un lugar humilde, con personas que poco a poco fueron conociéndote realmente, hasta estar seguros de dar su vida por ti… llegará el momento en que te arrepentirás de haber buscado tanto sin darte cuenta de lo que tenías cerca, y te arrepentirás de no haber participado en ello. Estás perdiendo el tiempo… y eso es lo único que no perdona…
La vio alejarse con su andar tambaleante y lento, tratando de entender lo que estaba diciendo.
Y así como ese extraño día pasó por fin, a él llegó días quizás más tranquilos, al menos con su interior. Podía sentir que la paz estaba llegando a él a medida que veía a la distancia el puerto, y que cada vez sentía más cercana el suave contacto con su querida esposa, que seguramente se sorprendería de verlo volver tan pronto desde la última vez que partió.
Pero no sólo ella… quizás su pequeño hijo también se sorprendería, porque no habían pasado más de tres meses desde que él había partido después de compartir fríos momentos con él… pero iba dispuesto a recuperarlo…
La suave voz de Hama sonaron en su cabeza, como una suave melodía, calmando su cansado corazón…
"Tú sabes a qué me refiero… todo ese dolor que te has impuesto, está haciendo el mayor daño que puedes a las personas que dan sentido a tu vida, a los que has jurado proteger. No quiero que sigas cometiendo ese error… si el pasado te sigue pesando, piensa que ya has pagado el precio… y que lo sigues haciendo, nunca has dejado de ayudar a los demás. Himura-san, no quiero que destruyas tu vida, y que con ella arrastres la de tu esposa y la de tu hijo, es demasiado cruel de tu parte que lo hagas… ¿lo entiendes?"
Ahora entendía a dónde era que Hama quería llegar, y no lo negaba, le había ayudado a aclarar sus ideas.
Sabía que de ahora en adelante vendrían quizás los momentos más difíciles… tratar de hacer que tu esposa te perdone realmente las ausencias y que tú hijo te entienda y acepte…
No era algo que lo tuviera descorazonado, pero en parte le preocupaba. Pero no quería pensar en eso, sólo deseaba llegar a su verdadero hogar por fin, y estrechar a su esposa y no soltarla en mucho tiempo, para hacerle ver que por fin, después de tantos años, se daba cuenta que la paz que él buscaba, siempre estuvo con él, que era ella, y la pequeña familia que juntos habían logrado formar…
Su sonrisa cada vez se hacía más grande, conforme se acercaba al dojo. Ésta vez podría de verdad intentar ser feliz junto con ellos… lo tenía que hacer por todo lo que les había fallado.
Abrió la puerta del dojo sintiendo cómo una suave brisa le golpeaba el rostro, como si estuviera dándole la bienvenida. Cerró sus ojos para sentirla mejor. Los abrió cuando sintió una suave presencia que se acercaba al lugar, y al verla llegar le sonrió.
Jamás pensó que sus ojos le podrían parecer tan profundo, ni que su cabello largo y oscuro podría hipnotizarlo con ese suave movimiento… ni tampoco que esa sonrisa que se formó al verlo lo llenara tanto como para desear volver en el tiempo y hacer las cosas mucho mejor, para que ella no tuviera que sufrir tanto.
-… Ken… ¡¡Kenshin!!
Tiró lo que estaba llevando en sus manos y se lanzó a sus brazos. Al recibirla, Kenshin cerró los ojos, para sentir con mayor profundidad el suave perfume a jazmín que emanaba de ella. Quiso tenerla aprisionada en sus brazos por mucho más tiempo, pero ella se separó, acariciando su mejilla y comenzando a llorar de la felicidad. El pelirrojo, sonriendo, secó sus lágrimas que aún caían por sus mejillas.
-Volviste tan rápido…- murmuró Kaoru, sin soltarlo ni rechazar la caricia que él estaba haciéndole –Kenshin, yo…
La volvió a abrazar, y por primera vez se preguntó cómo fue capaz de aguantar tanto tiempo sin poder abrazarla ni tocarla… cómo fue capaz de poder comenzar un nuevo día sin recibir una mirada de ella, una palabra de ánimo.
-Ya no importa nada, Kaoru-dono- le susurró al oído, sintió que ella se estremeció y sonrió levemente –estoy en mi hogar… el cuál ya no voy a dejar más, nunca más…
Pudo sentir que Kaoru intentó sofocar un sollozo, pero que no lo logró. Sonrió un poco más y la acercó a él… el sentirla así lo hacía pensar que su decisión era la mejor.
Bienvenido al anochecer -- Hola! Bueno, he aqui el primer capítulo de otro fic que no aguante las ganas de escribir. Espero que les haya gustado... Por si acaso, "Volver al anochecer" es una canción del grupo La Ley, y los últimos versos del cap también. Me gustó a penas la escuché, hace tiempo, pero recién ahora volví a acordarme de ella cuando comencé a escribir el fic. Espero sus comentarios y críticas.
donde algunos dejan de ser
esperando volver a nacer…
