Esperaba pacientemente, sentado en su escritorio, a que ella apareciera. Una rutina que repetía todos los días, ya que le gustaba verla llegar apresurada porque, como siempre, llegaba tarde. Se deleitaba observando sus largas y torneadas piernas, o al menos la parte que dejaba al descubierto la falda de su traje. Su cabello lucia generalmente alborotado, no como en los años de Hogwarts en los que era, simplemente, indescriptible, sino como quien acaba de recorrer la mitad del Ministerio de Magia con pasos apresurados y los brazos llenos de libros, archivos, cartas y demás cosas, sin contar con un bolso que, seguramente, llevaría más libros y documentos. Cuando ella llegaba lo saludaba con un apresurado "buen día, Malfoy", que le llegaba a través de la puerta abierta de su oficina, para luego encerrarse en la suya. Este era un hecho que en un principio enfurecía al platino, pero al que luego le encontró el lado positivo: nadie se atrevía a molestar a la castaña y los que lo hacían, esperaban pacientemente a que ella abriera la puerta para pasar, excepto, claro, Potter y Weasley, quienes no respetaban en absoluto la privacidad de la antigua Gryffindor. Intentó apartar de sus pensamientos al niño-que-debió-morir y a la Comadreja, ya que no quería encontrarse de mal humor esa mañana, tenía cosas más importantes que hacer.

Se puso de pie y acomodó unas arrugas inexistentes en su camisa, para luego salir de su oficina y cruzar el pasillo hasta la puerta cerrada de la oficina de Granger. Entró sin golpear, como era su costumbre. Hermione estaba de espaldas, acomodando aun los libros y papeles que cargaba esa mañana en su escritorio. Se sobresaltó al oír la puerta, pero no se volteó, sabía que Harry y Ron no irían a visitarla hoy, porque tenían entrenamiento en el Departamento de Aurores, por lo tanto la persona que acababa de entrar en su oficina era…

-Malfoy, creo haberte dicho cientos de veces que golpees la puerta antes de entrar.

-Granger, creo haberte respondido cientos de veces que no tengo intención de hacerlo.

-Pues entonces tendré que poner un hechizo que no te permita entrar.- dicho esto, la ex Gryffindor se giró con una sonrisa en el rostro y una pequeña pila de papeles entre los brazos.

-Esa amenaza está un poco vieja, yo diría que es un chiché.- contestó el rubio, sonriendo de medio lado.

-Ya sabes que puedes ponerte a trabajar siempre que quieras experimentar nuevas sensaciones, hurón.- Granger se rió entre dientes, ya que sabía que eso había sido un golpe bajo.

-Me pagan exactamente lo mismo que a ti y soy el único de los dos que tiene una vida además del trabajo ¿Qué te dice eso?- replico Malfoy, sentándose elegantemente en un sillón que se encontraba en la esquina de la oficina de Hermione, lugar que generalmente ocupaba durante sus visitas.

-Que el Ministerio debería renovar el personal, con urgencia.

El platino no respondió, sus ojos color mercurio se clavaron en la mujer que recorría la oficina organizando el papelerío, escribiendo anotaciones, enviando cartas. Era una rutina que tenían. En un principio a Hermione le molestaba el hecho de que el rubio se la quedara viendo tanto tiempo, pero como los Malfoy no desisten, terminó por acostumbrarse.

Como solía hacer, analizó cada detalle de ella. Sus zapatos negros de tacón alto, que hacían lucir sus eternas piernas aún más apetecibles de lo normal. Sus medias negras que se perdían dentro de su falda, igualmente negra. Se había quitado el pequeño saco que hacia conjunto con la misma, por lo que podía ver su camisa, de un blanco inmaculado, metida impecablemente dentro de su pollera, sin ninguna arruga. Tenía el cabello recogido en un moño, aunque algunos mechones rebeldes se escapaban y rozaban su cuello. Sus labios, siempre rojos, eran rellenos y constantemente mordidos por la ex Gryffindor cuando se concentraba o se enfadaba, su nariz estaba cubierta por unas muy sutiles pecas, sus pestañas largas albergaban dos ojos color miel, profundos y expresivos.

-¿Te molestaría leer este caso y decirme qué opinas? No puedo decidir qué hacer al respecto.- la castaña le estaba extendiendo uno de los archivos que había estado ordenando. Ambos habían estudiado Leyes Mágicas y ella con frecuencia le pedía consejos sobre los casos que tenía a su cargo. Tenía un puesto importante, compartido con él, como en Hogwarts cuando fueron premios anuales, pero Malfoy opinaba que Hermione era muy benévola en la forma en que resolvía esos asuntos.

-A sus órdenes.- Malfoy rozó la muñeca de Hermione completamente a propósito al tomar los papeles, sabía que su contacto la ponía nerviosa y le gustaba cuando se ruborizaba.

Se concentró unos instantes en leer el caso. Una bruja había sido atacada por un mago que conoció en un bar al que había invitado a su casa esa misma noche. Daba la casualidad de que el mago acusado era rico. Era un claro caso de demanda para obtener dinero fácil, no le sorprendería que la mujer se acostase con él por dinero. De seguro Granger sentiría lastima por la bruja y no defendería al acusado como correspondía: acusando a la mujer de ser una caza fortunas.

-Granger, déjame el caso a mí, es mas de mi tipo.- murmuró el rubio, aun meditando, cuando acabó de leer el expediente.

-No lo sé, Malfoy ¿Estás seguro que puedes? No quiero que perjudique al resto de tu trabajo.- la castaña se había sentado a escribir una carta mientras el platino leía. Lo miraba con preocupación desde su escritorio, preguntándose si no estaría aprovechándose de la bondad (o maldad) de Malfoy al transferirle el caso a él.

-No hay problema.- dicho esto, el joven mago se puso de pie, aun con la vista fija en el archivo que tenía entre sus manos y salió de la oficina de Hermione, para dirigirse a la suya y ponerse manos a la obra con el caso.

La castaña se sorprendió un poco con su abrupta salida, pero no mucho, teniendo en cuenta que se trataba de Draco Malfoy. Se alegraba de que el antiguo Slytherin se hubiera entusiasmado con el caso, pocas veces lo veía tan concentrado en el trabajo. Se encogió de hombros y continuó escribiendo la carta dirigida al Ministro, poniéndolo al día sobre sus avances en los casos de Mortífagos y los demás, menos importantes.

Se estaba haciendo de noche, lo notaba porque su ventana encantada mostraba el firmamento nocturno plagado de estrellas. Se preguntó si el resto de las ventanas del ministerio tenían la misma vista. Notaba también el paso del tiempo en el cansancio que sentía en todo su cuerpo, había estado trabajando desde las siete de la mañana. Tenía la muñeca entumecida de tanto escribir y todo su cuerpo clamaba por una ducha caliente y una buena taza de café.

La puerta se abrió y la figura de Malfoy atravesó el marco y se detuvo, mirándola fijamente. Ella ya sabía lo que venía a continuación.

-Granger, deja de trabajar, es hora de que vayas a tu casa. Ya sabes que no puedo irme si tú no te vas.- sus ojos la taladraban como dos rendijas plateadas.

-Malfoy, eres libre de irte, quiero terminar esta redacción, ya sabes que no estás obligado a quedarte.- Hermione trato de volver a concentrarse en lo que escribía, pero la presencia de Draco seguía allí, en la habitación, podía sentir su aroma a menta, que llegaba muy leve desde la posición del patino, apoyado en el marco de la puerta.

-Ya sabes que mis normas de educación me prohíben retirarme y dejar a una dama sola en un edificio público. No tendremos esta discusión otra vez. Granger, te ordeno que te levantes, estoy cansado y harto de estar aquí encerrado ¿acaso no puedes ser normal por una vez en la vida?

-De acuerdo, Malfoy, no tienes que suplicar.- la castaña dejo escapar una risa al final de la frase, mientras se ponía de pie para recoger sus cosas.

-No estaba suplicando, fue una orden. Y como me has hecho enojar, ahora tendrás que acompañarme a tomar un trago.- Malfoy se había acercado y había comenzado a agarrar las cosas que sabría que Hermione querría llevarse a su casa, ya que era una rutina de todos los días.

-¿Qué? ¿Acaso estás loco, Malfoy? Definitivamente has perdido la cabeza, no encuentro otra explicación al hecho de que quieras ir a tomar un trago con todo el trabajo que…-

-Granger, cállate, no fue una pregunta. Vas a venir, quieras o no, y no me hagas llevarte a la fuerza.

-¿Quién te crees que eres? ¡Por Merlín! Yo no voy a ir a ningún lado contigo, hurón de pacotilla.

-Tu vendrás conmigo porque de lo contrario le diré al señor Ministro que necesitas unas vacaciones porque tanto trabajo te está abrumando y causando problemas en tu vida social.- Malfoy había terminado de recoger cosas y la miraba, impertérrito, sin mover ni un musculo. Hermione se detuvo, ya con el bolso en la mano.

-Tú… no… no puedes hacer eso, tú… no te atreverías.- no quería exagerar pero creía haber notado como Granger se ponía pálida y sus manos temblaron un poco.

-Créeme que si, Granger. De modo que si no deseas pasar dos o tres semanas, quien sabe si un mes encerrada en tu departamento sin poder hacer nada más productivo que sacar las bolas de pelo de tu horroroso gato de tu alfombra, vendrás conmigo a tomar un trago y no dirás una palabra al respecto, porque ya me estás haciendo perder mi infinita paciencia.

La Gryffindor tuvo deseos de poner en duda lo de "infinita paciencia", pero se abstuvo. Era Draco Malfoy quien la estaba amenazando y sabía que si seguía insistiendo en no tomar un trago con él, terminaría encerrada en su departamento tal y como él había dicho, volviéndose loca por no poder trabajar o hacer cosas productivas que mantuvieran su mente ocupada y lejos del asunto de Ron.

Es lo que había hecho los últimos meses, sumergirse en su trabajo y dejarse absorber por el mismo para no tener ni un solo minuto libre para pensar en su rompimiento con su amigo pelirrojo. Habían terminado en buenos términos, pero nunca se había sentado a meditar si lo que había hecho era lo correcto. En su momento le pareció lo más indicado, debía poner prioridad a su carrera y el joven Weasley no se merecía tener una novia ausente y que no pudiera hacerlo del todo feliz. Suspiró mientras acompañaba a Malfoy hacia la salida entre los pasillos del Ministerio, que a esas horas de la noche se encontraban a oscuras. Quería pedirle que la dejara ir a su casa, decirle que estaba cansada y que solo quería meterse en su cama y dormir, pero temía que el rubio cumpliera con su amenaza, de modo que mantuvo su boca cerrada, al menos hasta que él le dirigiera la palabra. Luego de un rato que a Hermione le pareció muy largo, el platino habló:

-Diablos, Granger, sí que adoras tu trabajo.- ese tono burlón tan característico de Malfoy estaba impregnado en cada una de sus palabras, Hermione bufó.

-Valoro lo que obtuve con años de esfuerzo, hurón, a diferencia de ti.

-A mí me parece que alguien se refugia de sus problemas personales en el trabajo, y creo que ese alguien eres tú, ratón de biblioteca.- Malfoy dijo esa frase casi cantando.

-¡Yo no hago tal cosa!- exclamo Hermione, ofendida, aunque lo cierto es que el estúpido hurón botador tenía razón, si era lo que ella estaba pensando unos instantes atrás.- No necesito llenarme de trabajo para evitar mis problemas personales, soy perfectamente capaz de enfrentarlos y resolverlos.- la muchacha recitaba esto con orgullo, con la mirada hacia el frente, no quería mirarlo a los ojos, sabía que el la estaba observando fijamente.

-Mientes tan mal, Granger.

La castaña decidió no responder, lo cierto es que Malfoy tenía una habilidad sorprendente para darse cuenta de cuándo ella estaba mintiendo. Tal vez era porque no podía evitar sonrojarse y sus manos se movían frenéticamente, sin que ella pudiera controlarlas. Eran detalles que Malfoy podría haber advertido cualquiera de los días en que se sentaba a observarla mientras parecía perdido en sus pensamientos.

-Llegamos.- el rubio la había tomado por el codo, para que ella girara hacia la izquierda, habían caminado unas pocas cuadras desde que salieron del ministerio.

Entraron en un local atestado de gente, pero Hermione inmediatamente se dio cuenta de que eran magos. Aquel bar solo admitía el ingreso de magos y brujas. Tenía un estilo antiguo, era muy limpio y acogedor. Malfoy la guió hasta sentarse en la barra y llamo al cantinero.

-Buenas noches, señor Malfoy. Veo que hoy viene acompañado.- el anciano saludo con la cabeza a Hermione, quien le sonrió a modo de saludo.- ¿Qué se le antoja beber hoy?- al parecer Malfoy frecuentaba ese lugar a menudo.

-Tráeme una botella de vino tinto, Bob, un Dom Perignon, cosecha de 1978.

El cantinero asintió enérgicamente y se dirigió a la bodega, donde seguramente tendría todas las bebidas.

-Vaya, tu sí que sabes lo que quieres, Malfoy.

-Es algo muy común en mí, Granger, vete acostumbrando.- los ojos grises del rubio estaban fijos en ella y le dedicaba una media sonrisa que dejaba ver parte de su blanca y perfecta dentadura. Hermione se sonrojó.

-Siempre tan egocéntrico.

-Prefiero el término "realista", gracias.

Hermione puso los ojos en blanco y bebió unos cuantos sorbos de la copa que Bob le había servido. Lo cierto es que Malfoy tenía un gusto excelente. A ella no le gustaba mucho el vino tinto, pero la elección del antiguo Slytherin era suave y dulce, lo estaba disfrutando mucho. El rubio se dio cuenta de ello y amplió un poco más su media sonrisa arrogante.

-Ahora, Granger, ya que te noto un poco más relajada, me gustaría que me cuentes que es lo que te mantiene encerrada en el Ministerio día y noche.- la castaña nunca logró acostumbrarse al sonido de la voz de Malfoy. Era un sonido algo ronco y gutural, aunque a la vez aristocrático y elegante, aunque ella no supiera cómo debía ser un sonido para cumplir esas características.

-Eso no es de tu incumbencia.

-Oh, claro que lo es, porque eso es lo que está haciendo que me quede a deshora en el Ministerio. Y no empieces con el rollo de que puedo irme cuando quiera- añadió levantando el dedo índice para silenciarla cuando la mujer abrió la boca- porque ya te he dicho que los Malfoy no dejamos damas sin compañía en edificios públicos.

-Bueno, tienes dos opciones: la primera, deja esa estúpida costumbre de lado y vete a tu casa cuando se te antoje, y la segunda, quédate cuanto tiempo quieras, pero sin expresar cómo te sientes al respecto cada cinco minutos.

-Se te olvidó la tercera opción: tú me dices qué te sucede y ambos lo solucionamos para que mi horario vuelva a la normalidad.- Hermione soltó una carcajada que hizo que moviera su cabeza hacia atrás.

-Tú no puedes ayudarme a solucionarlo, ni siquiera sé si es un problema, trato de no pensar en ello.

-Granger, dímelo de una vez, sabes que voy a insistir hasta que cedas y lo único que haces es perder tiempo que podríamos dedicar a solucionar lo que sea que este molestándote.

-Es Ron. No sé si he hecho lo correcto en terminar con él, por eso me mantengo ocupada, para no ponerme a pensar si cometí un error o no.- la joven bruja se mordía el labio, mirando hacia abajo, con el ceño levemente fruncido, exactamente igual era su expresión actual a la que ponía cuando leía algo que no era de su agrado en algún expediente.

-¿Es todo?- Malfoy enarcó una ceja, atónito- Granger, claro que hiciste bien en dejar a la Comadreja, no puedes estar con la misma persona de la secundaria toda la vida, eso solo le sucede a pocas personas, como mis padres, es normal que sientas dudas, es la única persona con la que tuviste una relación más allá de la amistad.

-Primero, no lo llames así, su nombre es Ronald. Y segundo, ¿cómo sabes tú que solo he estado en una relación seria con él?- Granger lo miraba demandante, exigiendo respuestas.

-Por si no lo has notado, ya que vives con la cabeza metida en un libro, ratón de biblioteca, he estudiado contigo en Hogwarts, en la Escuela de Leyes y trabajo contigo desde que nos graduamos ¿Cómo pretendes que no sepa con quién estas, Granger?

-Ah, claro.- el rubio tenía razón, habían pasado la mayor parte de sus vidas en los mismos lugares, tenía lógica que el platino supiera cosas sobre su vida personal.

-Puedes dejar de preocuparte, Granger, el Pobretón encontrará a alguien que este a su nivel y tú también lo harás. Cierra el capítulo y continua con tu vida, es lo mejor que puedes hacer.- dicho esto, Malfoy bebió de una vez todo el contenido de su copa, como si fuera agua.

-Lo intentaré.- Hermione lo imitó, aunque no llego a vaciar la copa por completo.

-Te acompañaré a tu apartamento.

Hermione asintió, no se sentía con ganas de contradecir a Malfoy en una discusión que sabía perdida desde antes de comenzar. Esperó a que el platino dejara el dinero sobre la barra y se dirigió hacia la puerta, escoltada por el mismo. Caminaron en silencio por un rato, hasta que Hermione recordó una duda que tenía desde aquella tarde.

-Malfoy ¿Por qué quisiste tomar el caso que te mostré hoy en la oficina?

-Conozco al acusado.- la castaña no esperaba esa respuesta.

-¿En serio? ¿De dónde?

-Miles Bletchley, guardián del equipo de Quidditch de Slytherin. Yo era el buscador y el capitán.- eso Hermione lo sabía, el rubio no perdía oportunidad de alardear sobre lo bien que se le daba montar en escoba y jugar al Quidditch.

-Entonces debes saber qué tipo de persona es, así podemos deducir si es inocente o no.- respondió la joven, entusiasmada con la idea de saber quién era el malo y quien el bueno en este caso.

-Desafortunadamente, las únicas conversaciones que compartí con el fueron en los entrenamientos y tenían que ver con Quidditch. No sé qué clase de persona es.- Granger dejó caer los hombros, desilusionada.

-Hay algo que no me cierra sobre ese hombre. Cuando tuve la oportunidad de hablar personalmente con él, fue amable, correcto, educado, pero me causaba escalofríos.

-Ya no tienes que preocuparte, el caso es mío ahora y yo lo resolveré. Creo que tú tienes varias docenas de casos más que atender.- el rubio se detuvo, habían llegado a su edificio y Hermione había sacado las llaves de su bolso.

-De acuerdo, aunque, si necesitas ayuda, no debes dudar en pedírmela- Draco asintió cansinamente- hasta mañana, Malfoy. Gracias por la copa de vino.- Hermione se puso en puntillas y lo besó en la mejilla. El ex Slytherin se quedó petrificado en el lugar, sin decir nada, hasta que, cuando ella hubo desaparecido por la puerta, se giró lentamente para desaparecerse, con una media sonrisa arrogante, tan típica de Malfoy.