Disclaimer: Los siguientes personajes no son de mi pertenencia, estos le pertenecen a la franquicia de cómics Marvel.
Pareja: Steve x Tony
Advertencias: Relaciones homosexuales, futuro lemon (Sip, esto tendrá fondue~), violencia (lo más seguro). Será un shota al principio, luego tocará el Stony con un Tony adulto que será parte del resto de la historia, por lo que quiero que mantengan esto en cuenta.
Dedicado a: Mrs. Rogers-Starkque alimenta mi alma con sus historias Stony y que debería actualizar varias ;w; También quiero darle dedicatoria a todas y cada una de las seguidoras de Shingeki no Homo 2.0 ¡Gracias por los más de 35k likes! 3
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Crimson potraits
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Una vida efímera vale más ante los ojos de un hombre eterno. La mortalidad le haría disfrutar todo a su tiempo, las vivencias se suman y al momento de partir puede admirar su repertorio antes de descansar por siempre. Pero para alguien que no tiene un límite, con una recopilación infinita de vivencias resulta cruel que despierte sentimientos por alguien al que debe ver partir.
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Capítulo uno: Etéreo
Soledad, podría definirlo como la ausencia de compañía. Pero, ¿Realmente era algo así?
Steven Grant Rogers lo había pensado así por un tiempo; muy al principio la soledad sólo se ve como algo netamente negativo, demasiado doloroso y melancólico para sobrellevarlo en una infinidad de años. Sin embargo, cuando esa soledad se acopla al silencio y se cuenta con una cantidad de tiempo considerable, le permite a cualquiera darse cuenta de muchas cosas.
Por ejemplo, que en medio de la quietud empiece a apreciar ciertos elementos que quizá no había notado antes de no ser que comenzara a prestarle más atención. Reparar en los colores verdosos que resaltan en la nieve blanca de una tarde de invierno, más el precioso contraste del cielo naranja con la nívea escarcha; el melodioso cantar de un pájaro al amanecer; ese difuminado grisáceo que se forma en todo el firmamento al empezar una llovizna. Podría hacer una lista enorme de aquello que le resultaba hermoso, todo lo capaz salpicar un poco de regocijo en su vida tan monótona y apesadumbrada.
Anthony, el pequeño primogénito de Howard, encabezaría la lista con su tierna sonrisa de infante. En verdad que ese pequeño ser era lo suficientemente adorable como para sentir de nuevo que su corazón bombeaba calidez en lugar de frialdad.
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La lluvia caía fuertemente sobre las oscuras tejas mientras que el cielo nocturno se coloreaba fugazmente al momento de relampaguear. Los truenos eran escandalosos, pero no lo perturbaban ni un poco, ya en sí los chasquidos de la leña consumiéndose en la chimenea más las delicadas notas de un piano le daban un toque tranquilizador al ambiente.
Se respiraba un aroma a serenidad en esa sala decorada con un tapiz floreado y Steven se mostraba inalterable en ese momento mientras que veía la madera chispeante arder entre los ladrillos que rodeaban a esta. No obstante, aquél hombre de cabellos rubios estaba sumido en la profundidad de sus pensamientos.
Había pasado tanto tiempo, algunos años llevaba ya asistiendo a la lujosa mansión de los Stark y aún con toda la cordialidad con la que era tratado y esos dos años y medio de conocer a sus anfitriones se sentía como un total extraño invadiendo los confines de una pareja aristócrata.
Quizá alguien diría, ¿quién no quisiera estar en su lugar? Nada más y nada menos que en una de las mansiones más grandes y lujosas de toda Inglaterra, ganándose el primer lugar entre las casas más espléndidas entre los aristócratas de York. No obstante, dejando eso de lado, no era incomodidad por falta de atención de los dueños y toda la servidumbre, simplemente se sentía fuera de lugar y muy poco merecedor de la actitud solemne de la pareja Stark. Era como ya formar parte de esa familia y a la vez sentirse como un total extraño arremetiendo en su entorno. De todos modos, él sólo era un simple pintor, mas no algún noble con apellido importante o parte de la burguesía. No había nacido en una cuna adinerada, incluso era extranjero.
Aparte... ni siquiera era humano. Lo fue alguna vez, pero ya no.
─ Steve… Steven, te estoy hablando.
Aquello fue suficiente para hacerle salir de sus pensamientos y volver sus ojos azules al hombre que había tratado de llamar su atención. La introspectiva se había vuelto una manía desde que se sumió a una soledad que duró un par de años, y aunque ahora contaba con la compañía de alguien, esto se mantenía. De vuelta a lo mismo; contaba con la presencia de buenas personas, no obstante se sentía solo en ese mundo colosal.
─ Lo lamento, señor Stark ─ Dijo con una leve sonrisa y un tono que emitía educación, además del respeto que le tenía al hombre castaño.
─ En verdad... si hubiese manera de que el hombre leyera la mente de otro, no me vendría mal aprender tal habilidad. Por lo menos sabría qué cosa tan interesante hay en esa vieja chimenea ─ Dijo Howard Stark rebosante de ironía como siempre ─ ¿Qué? ¿En serio no te gustó el vino? Vamos que es una cosecha antigua, se estuvo fermentando por una generación anterior a la mía.
─ ¿Por qué piensa que no me gustó? Es un buen vino ─ Le aseguró con cortesía.
─ Tu copa está casi igual, o eso veo. Quizá ni siquiera lo probaste ─ Howard le miró serio y de manera meticulosa, buscando cualquier rastro que delatara qué pasaba por la cabeza de su misterioso amigo.
Steven vaciló un poco antes de contestar.
─ No quise despreciar su ofrecimiento, sólo que, desafortunadamente, no tengo mucha sed ─ Argumentó sin que hubiese una variación en su rostro de simpatía pese al leve encogimiento de hombros.
─ ¿Quién bebe vino por sed?
El rubio no sabía cómo excusarse. En verdad no tenía sed, aunque no podría darle la misma definición a la antigua sensación que, para él, aún conserva el mismo nombre. Simplemente eran dos sensaciones abrumadoramente distintas. La sed que antes sentía no le robaba todo rastro de humanidad y cordura al punto de convertirle en un depredador salvaje. En momentos como aquellos se le complicaba reconocerse a sí mismo.
Dejando eso de lado, lo mejor era pensar en una excusa más coherente.
─ Vamos, querido. No corrompas la inocencia del joven Rogers con esas manías que ya te traes ─ Intervino la consorte de Howard que se encontraba lo suficientemente cerca para escucharles. Rogers se sintió salvado en ese instante. Hacía unos segundos había acabado la pista musical que se traducía de las suaves manos de María, por lo que las yemas de sus dedos habían abandonado el piano que estaba tocando.
Steve la observó al igual que Howard. La joven mujer de cabellos claros se levantó para aferrarse al brazo de su señor esposo y se acomodó algunos mechones tras la oreja con total elegancia, se trataba de una mujer muy hermosa, el cabello dorado oscuro enmarcaba sus delicados rasgos, donde resaltaban sus ojos color almendra. No sonreía por la actitud de reproche que tenía hacia su marido, pero en aquellos ojos parecía irradiar la más pura felicidad.
─ Pensé que quizá le daría un poco más de inspiración ─ Contestó el hombre castaño sin que hubiese rastro de culpa en aquello ─. Mira nada más sus otras obras. ¿Imaginas qué tal saldrían si se soltara un poco más gracias al vino? ─ Howard elevó la mirada a la pared con tapiz que estaba decorado con varios cuadros que le había comprado al rubio, trazado con las manos y pinceladas de este ─ Simplemente magnífico.
─ Sí, pero no deberías obligar al pobre muchacho a que beba ─ María frunció el ceño fingiendo enojo.
─ No, por favor, no hay de qué preocuparse. No me está obligando ─ Volvió a hablar por fin el rubio, quien deslizó sus ojos celestes al reloj de madera que se hallaba a un costado de la elegante sala en la que se encontraban ─ De todos modos, ya deberíamos empezar. Lo más seguro es que el cuadro esté listo hoy mismo.
A esto María le dedicó una tierna sonrisa. Tanto ella como Howard estaban ansiosos por el resultado final, tanto como cuando Steven los retrató luego de su boda como obsequio de ésta. A fin y al cabo, les emocionaba capturar y materializar la imagen de ellos dos contentos por la próxima llegada de su primogénito, quién crecía en el vientre de María todavía y que pronto nacería. En menos de un mes estaría con ellos, según los cálculos del médico que los ha estado visitando regularmente.
Steve dejó la copa llena de vino, el cual en verdad nunca probó, en la pequeña mesa de madera que se situaba frente al sofá en el que había estado sentado todo ese rato, se levantó del asiento y acomodó mejor su chaqueta gris oscuro.
─ Continuemos entonces con lo que dejamos ayer. Entre más pronto empecemos, más pronto acabaremos ─ Dicho esto le sonrió a la pareja antes de que subieran a la habitación principal.
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Steve Rogers, fue alguna vez un soldado de la milicia estadounidense, ahora se dedicaba a la pintura, actividad que alimentaba su alma, o lo que quedaba de ésta... No era algo sencillo de explicar. Desde que fue transformado y condenado a la eternidad sentía que parte de su alma había muerto junto con su vida como humano. Él jamás había pedido tal cosa, es decir, no era más que un martirio, fue castigado por su único delito: intentar defender a una mujer de las garras de dos hombres. ¿Eso estuvo mal? No lo consideró nunca así, sólo que él y su mejor amigo habían caído en una trampa, y la vida de su amigo ─un hermano para él─ más su mortalidad fueron el precio a pagar por morder el anzuelo.
¿Y ahora? No era más que un maldito vampiro.
Nunca habría imaginado lo reales que son esas criaturas, siempre consideró que los vampiros no eran más que cuentos de terror para asustar a aquellos que eran de una mente un poco débil, o como una excusa del porque algún familiar o parte del ganado de una persona desaparecían. Después de todo, ninguna fuente "confiable" hablaba sobre la existencia de estos, no era algo que saliera en la prensa, no eran más que menciones ─para él─ ficticias, era lo que Steve pensaba, y vaya que fue golpeado por la realidad al enterarse de lo equivocado que estaba, y de la peor manera.
¿Había sido por eso? ¿Fue castigado por ser escéptico? De ser así, hubiera preferido ser como muchos de esos hombres supersticiosos, quizá ellos no pasarían por algo como esto.
Ahora tenía que pasearse la infinidad de sus días andando por un mundo que no aceptaría a los seres gélidos. De todos modos, ¿Por qué deberían aceptarlos? No se sentía siquiera en posición o con el derecho de rogar por aceptación e integración de su especie en la sociedad humana. Los vampiros no eran más que una amenaza inminente, él mismo fue una víctima de ello y ahora se había convertido en el mismo monstruo que lo atacó. Cosa que le causaba desagrado en cualquier sentido.
Forzosamente lleva toda esa información muy guardada, mantenía celosamente en secreto su nueva condición ─si es que se le podía llamar así─ y procuraba ser lo más cuidadoso posible. Lo que menos quería era dañar a gente inocente, pero inevitablemente a causa de esa molesta y febril sed había terminado haciendo lo contrario. Su cuerpo actúa solo en medio del tortuoso torbellino de una sed imparable, arrancando vidas inocentes. No conocía a sus víctimas, por lo que no podría juzgar si le habían hecho alguna vez daño al mundo, no era una defensa de ideales en medio de la guerra, sólo era él quitándose la sensación de sed y absorbiendo la vitalidad de un ser humano. Nada más.
Arrancó más de una vida sólo para aliviar sus más bajos instintos, cosa que le hacía sentir vergüenza y desprecio a su persona, por lo que luego de darse cuenta de en qué se había convertido, no perdió tiempo y huyó de la civilización en seguida. No se ocupó de planificar alguna muerte como justificación, simplemente se fue, la desaparición del soldado Steven Grant Rogers era más que suficiente. Prefería que cualquier conocido se olvidara de su nombre, de su rostro y su existencia, quizá esta era una de las ventajas de ser un extranjero que ─para ese entonces─ estaba en Reino Unido temporalmente.
¿Un desertor? No le interesaba si le llamaran así. Su prioridad en aquellos momentos era desaparecer del mundo.
Había pasado mucho tiempo yendo y viniendo entre campos abiertos y la profundidad del bosque. Alimentándose de la sangre de algunos animales y de vez en cuando de algún desventurado cazador que estuviese por allí. Odiaba su nueva naturaleza, sus nuevos instintos que le eran tan difíciles de controlar.
Día tras día se volvía un hombre más frío y taciturno, en medio de aquella pesadilla de la que no parecía poder despertar. Días que iban aglomerándose en semanas, que luego se transformaron en meses. Al año, había logrado aprender un poco de sí mismo y su nueva naturaleza; el cómo tener cierto control de su sed por sangre, de qué hora a qué hora podría arriesgarse a salir de una caverna oscura o una cabaña abandonada, hasta qué tipo de clima le favorecía y cuál no. Calculaba mejor cada cuánto debía alimentarse, por más que quería alejarse de todo rastro de civilización, acabaría topándose con algún humano al que atacaría sin quererlo.
En una de aquellas cabañas abandonadas que ocupó se había topado con varios lienzos limpios, pinturas y pinceles, aquello le hizo recordar que en esos momentos de tensión por la que pasaba al principio de cuando se unió al ejército drenaba sus emociones en algún papel, ya sea con trazos simples o incluso dibujando alguna forma específica. En aquél instante lo pensó: ¿Por qué no hacerlo ahora? Quizá ya no fuese humano y aunque se sentía tan totalmente cambiado todavía estaba acumulando una infinidad de emociones en su cuerpo inmortalizado.
Pintó. Pintaba lo que sea; lo que llegara a su mente, lo que veía, lo que sentía, todo con un aire de desesperación que se notaba palpable al ver el resultado.
Tenía tiempo de sobra, contaba con un espacio grande por lo que dejó que sus manos dejaran toda esa tormenta de emociones en los lienzos de aquella vieja cabaña que quizá fue alguna vez el taller de alguien. Esta nueva actividad se volvió su manía; casi como una terapia. Cada vez que pintaba, de alguna forma sentía parte de su humanidad volver como el sol en medio de la lluvia, se podría decir que al volverse un tanto adicto a esta actividad se vio forzado a tener que dejar ese pequeño escondite y regresar a un sitio concurrido por personas, enfrentar su nueva realidad y su naturaleza después de aquél "renacimiento". Porque, ¿de dónde sacaría más de los materiales para aquella actividad que le hacía sentirse vivo? Era lo único que lo lograba consolar. No hablaba con nadie, por lo que se volvería loco si paraba de hacer aquello que le hacía sentir humano.
Quizá su alma no se había vuelto cenizas después de todo.
Un poco desconfiado, pero más decidido se dirigió paulatinamente a la ciudad más cercana. Empezando por pueblos pequeños hasta llegar a pueblos más concurridos e industrializados. En verdad huir por siempre le llegó a parecer improbable.
Fue así como acabó conociendo a Howard Stark. Una vez que pintaba un paisaje con un lago congelado y rodeado de nieve, increíblemente aquél hombre se le acercó a pesar de lo harapiento que se encontraba. Prácticamente era un Don Nadie, cubierto con una capucha y unos guantes de cuero demasiado finos para alguien que estuviese en la calle como él. Llevaba puesta una mezcla de ropas finas junto a otras demasiado desgastadas, cualquiera pensaría ─y estaba seguro que muchos de los que lo vieron pensaron─ que se trataba de algún mendigo o un ladrón con talento, y para su pesar no se equivocaban tanto, lo que más usaba eran las prendas de algunas de sus víctimas luego de enterrarlos en un intento de mostrarles respeto y perdón. No obstante Stark fue capaz de acercarse y admirar su trabajo, el cual le había sido lo suficientemente de su agrado como para comprar un par de obras y pedirle que hiciera más de estas. Ya luego frecuentaba el mismo lugar y terminaban viéndose. Charlaban casi a diario de temas triviales, en los que el estatus de ambos parecía ser un elemento inexistente para ellos. No había temor de parte del castaño como pasaba con muchas personas.
Repentinamente habían cosechado una amistad que se hacía cada vez más fuerte a través de los meses. A pesar de ello, se cuidaba de que Stark o su esposa no descubrieran su naturaleza hematófaga. No fue juzgado por cómo se veía ni cómo se comportaba a simple vista; tan misterioso y que siempre acudía a ellos luego del descenso del sol.
Steven llegó a preguntarse: ¿Sería lo mismo si supieran que era un vampiro? En verdad lo dudaba. Así que, ¿Para qué arriesgarse? Lo último que quería era arruinar esa pequeña amistad que también formaba parte de las cosas que le agregaban un poco más de color en su vida monótona.
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Posteriormente a ubicar todo el escenario igual que antes, Steven se dispuso a continuar con lo que llevaba pintando desde hacía unos pocos días.
Le había estado invirtiendo un poco más de tiempo en comparación a lo que invertía comúnmente para sus otras obras, por dos razones. En primer lugar, resulta ser un momento importantísimo para la pareja Stark, por lo que el resultado debía ser competente y lo más cercano a la perfección, estaba siendo muy detallista y dedicado a cada rincón del lienzo que coloreaba con afán. La segunda razón es que gracias a la condición actual de María, no podían obligarla a mantenerse en una misma posición durante tanto rato. No estaba de pie, pero mantenerse inmóvil en una pose, por más que estuviese sentada, le causaba cierto agotamiento.
La estancia era iluminada por las velas y lámparas de la habitación, pues para ese entonces ya había anochecido, esa tenue iluminación le daba un toque elegante al entorno que rodeaba a la pareja. Todavía le parecía extraño que insistieran tanto que él fuese el responsable de capturar el momento con sus pinceles conociendo ya su estilo tan melancólico al momento de retratar algo. ¿Por qué no buscar a otro artista que supiera reflejar la calidez de una familia? Sus cuadros siempre parecían ser pintados con un aire gélido y un poco triste. Pero aun con esto a los Stark les gustaba, Steven podía captar la alegría de los Stark, pero se reflejaba de una manera tan distinta, era la alegría traducida con escalas en azul, la cual era capaz de colocar nostálgico hasta una persona que desconoce totalmente a quienes se encontraban en esa pieza.
Steven se esmeró en pintar el brillo que irradiaba los ojos de María, también las manos de los esposos aferrando el redondo vientre que se envolvía en las telas de ese precioso vestido color uva que caía en esa protuberancia con gracia y delicadeza. Todos los colores de la habitación, junto al de las vestiduras de Howard y María se mezclaban con armonía y Steve simplemente se ocupaba de traducir todo al dialecto de las pinceladas.
No faltaba alguno que otro comentario de parte de Howard, quejándose falsamente de lo fastidiado que se encontraba en ese lugar, además de ciertas risas que soltaban ambos por esa actitud. Steven también les sonreía, pero luego les pedía que se ubicaran en posición para continuar. Entonces había notado el tercer factor del porque se tardaba más en esa ocasión.
Rogers luego de "renacer" pudo notar que tenía una habilidad para capturar el tiempo y llevarlo consigo en su infinidad de años. No sólo capturaba los momentos en pinturas, sino también en su memoria. Se llegó a preguntar, ¿Esto lo lograría hacer siempre? ¿Recordar al transcurrir de las décadas? No había cumplido su primera década como vampiro, pero pensar en la inmortalidad le llevaba a hacer esta clase de análisis. Pues le gustaría conservar esta clase de momentos por siempre aunque sea como un buen recuerdo, así como todavía recordaba la voz de su madre, esos días en que su padre y madre disfrutaban la calidez de una chimenea en el invierno. Asimismo como cuando una persona va creciendo se van olvidando de ciertos eventos, ¿Él olvidaría estas cosas?
Por más importantes que sean ciertos eventos, se pierden a través del tiempo.
De nuevo sintió temor a los días inacabables. Se mantuvo entonces concentrado en su cuadro en todo el rato restante. Estaba pintando, por lo que su alma había vuelto de nuevo a su cuerpo y se sintió humano. Buscó aferrarse a esta sensación y procuró disfrutar el momento antes de que se rompiera ese hechizo.
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Era raro que Steve se quedara en ese sitio a mediados de Marzo y rozando ya a Abril. La temperatura no le favorecería mucho, cada día era un poco más caluroso que el anterior en las tardes, tenía más limitado su horario ya que tardaba un poco más en llegar el anochecer. En verdad, era la primera vez en la que se atrevía a quedarse por allí en tiempos tornándose más calurosos. Lo que menos podría permitirse era el ambiente veraniego, porque acabaría haciéndole daño.
Teniendo todo esto en cuenta, ¿Por qué Steven no había migrado de nuevo a una zona más fría en huida de la finalización de la primavera? Sencillo, le había prometido a Howard estar allí para la llegada de su primogénito. Casi nadie tenía conocimiento de cuál era su morada, o, mejor dicho, Howard Stark era el único que sabía de esta. Está de más decir que Steve no era alguien que esperara visitas. Por lo tanto, cuando escuchó la campanilla de su puerta casi al atardecer, supo que debía tratarse de alguien tratando de comunicarle algo sobre Stark.
No se movió de su sitio, las cortinas seguían cubriendo las ventanas celosamente, alejando los rayos del sol para que no llegaran a su piel. Aguardó a que el hombre tras la puerta se cansara, como si la pieza estuviese vacía. Fue al momento en el que se deslizó un papel bajo la puerta en que decidió acercarse sigiloso. Y como lo había pensado, era un mensaje de parte de Howard, anunciándole que María estaba a punto de dar a luz.
Quiso ir en seguida, en verdad lo deseaba. Y allí de nuevo maldecía ser una criatura nocturna. Howard y María se habían vuelto personas importantes para él, podría estar con ellos en ese momento, Howard le anunciaba este evento tan significativo y él no podría ir de inmediato como le gustaría.
El rubio dejó salir un bufido. Cómo detestaba ser un vampiro.
No le quedó más que esperar más tiempo, corriendo de vez en vez un poco la cortina para probar la iluminación. Gracias a la época tenía que esperar más tiempo al atardecer que era el momento un poco más indicado, pero ni siquiera las nubes le favorecían mucho en un principio. Al llegar el momento en el que pudo ver que sería un poco más seguro para él, decidió salir de sus confines.
Se cubrió como tantas veces lo hacía, colocándose tantas telas pudiera, usando un pesado saco, guantes, una bufanda que cubría su rostro desde su nariz hasta abajo, Se colocó una capucha también para que los esbozos de sol restante no le molestaran en lo que quedaba de su rostro semi-expuesto. Hecho todo esto emprendió su camino hasta la mansión Stark.
La oscuridad se hizo presente junto a él en aquella lujosa casa. Se sintió avergonzado por tardarse tanto, ¿Cómo lo vería a la cara? ¿Qué le diría? Encima de eso, ¿Todo había salido bien? Sabía de sobra lo riesgoso y duro que era un parto y era el primer bebé que la señora Stark traía al mundo. La angustia se apoderó de él, todo por no haber estado presente desde un principio. Sin embargo la calma volvió cuando saludó a parte de la servidumbre y le anunciaron que todo iba bien.
En cuestión de un par de minutos se encontró con Stark.
─ Entonces sí estás vivo ─ Expresó el hombre de brazos cruzados.
Rogers lo miró en silencio, sin saber bien qué responder. Tenía razones para molestarse, le había prometido estar allí, y hasta para eso llegaba tarde. Miró el reloj del vestíbulo el cual marcaba las diez y treinta de la noche. Sin duda alguna, la había echado a perder.
─ Lo lamento. En verdad quería estar aquí desde antes, sólo… ─ No supo cómo continuar, miró los ojos del castaño por unos segundos, mostrándole su arrepentimiento pero sin poder ser del todo honesto con él.
No quería perder esto, sabía bien que no debía encariñarse con alguien, porque el día en que notaran lo que en realidad es lo rechazarían, lo odiarían. Nada más pensarlo, era doloroso.
─ Oye, ya quita esa cara, ¿Quieres? ─ El rubio reaccionó al llamado de Howard ─. No es para tanto, ya me acostumbré a que llegues tarde a lo que sea que te invite. Por suerte, siguen despiertos ─ Comentó Howard fijándose ahora en el reloj.
Despiertos. Eso quiere decir que todo salió bien.
─ ¿No subirás? ─ Preguntó el de aspecto mayor caminando ya hacia las escaleras.
─ Sí ─ Replicó Steve.
Se dispuso a quitarse los guantes y la bufanda mientras que subía los escalones. La capucha ya le colgaba de la nuca, por lo que sus hebras doradas eran iluminadas por las lámparas del lugar.
─ ¿Entonces es Natasha o…?
─ María me ganó. Es Anthony ─ Respondió Howard.
Steven sonrió, entonces habían tenido un varón. A simple vista, Howard se notaba tan de buen humor que supuso que todo estaba bien con María y Anthony.
El ojiazul se halló a sí mismo envuelto en entusiasmo y ansiedad, lo cual eran emociones tan humanas que por mucho tiempo pensó que no volvería a sentir a tal intensidad, pero allí estaban, se sentía ansioso con cada paso que daba adelante. Quizá esto sucedía porque… estuvo tanto tiempo solo, y porque aunque se siga sintiendo un extraño que no encaja del todo, María y Howard se habían vuelto lo más cercano a una familia.
Incluso, antes de traspasar el umbral de la habitación principal, había intentado imaginarse como sería un hijo de ellos dos.
Pero ya estaba allí, dentro de la habitación de la pareja Stark, donde se divisaba la enorme cama, un par de criadas allí atendiendo a María que se hallaba en ésta, apoyada del respaldo. La mujer llevaba un pequeño bultito en los brazos, muy bien envuelto en mantas. Su semblante denotaba cansancio, pero no por eso se veía infeliz, muy al contrario, Steven pensó que nunca antes había visto un rostro tan lleno de felicidad.
─ Steven, ¿Cómo está? Ya pensaba que no vendría. Sé bien que es un joven ocupado ─ Expresó la mujer con una pequeña y amable sonrisa en sus labios.
─ Prometí que vendría, señora Stark.
La mujer rió suavemente.
─ Sigue siendo demasiado formal ─ Observó al ojiazul mientras que se acercaba a ella. Se dejó envolver por Howard que acababa de tomar asiento a su lado ─. Steven, quiero que tenga el placer de conocer a nuestro hijo ─ Pronunció moviendo un poco a la criatura en sus brazos ─ Él es Anthony Edward.
Rogers lo miró, era pequeño, estaba despierto pero muy tranquilo, no era molesto y escandaloso como muchos describían a los bebés. Aún envuelto en las cobijas se podía notar la piel delicada con un ligero color rosado que delataba la vitalidad de aquel niño. Era realmente precioso.
─ ¿No quieres sostenerlo un momento? ─ Le ofreció Howard.
─ ¿Huh? ¿Por qué lo dice?
─ Vamos, un bebé no te va a morder, así vas a conocer mejor a mi hijo.
El rubio asintió y se acercó lo suficiente extendiendo los brazos. De nuevo estaba nervioso, él estaba consciente de que su fuerza no era la misma a la de antes, y aunque ya había aprendido a tener control sobre esta para parecer normal, no se sentía del todo seguro de poder sostenerlo. Era muy pequeño, frágil y etéreo. Podría romperlo si se descuidaba y lo que menos quería era eso.
─ No tienes por qué estar nervioso ─ María se rió y fue colocando a Anthony en los brazos de Steven.
Se escuchó un pequeño quejido de la diminuta criatura, pero seguía tranquilo. El rubio lo acunó con muchísimo cuidado, ahora al tenerle más de cerca lo pudo observar mejor. No se equivocó al pensar que era precioso. Sus ojitos entreabiertos mostraban un color avellana como los que portaba la madre. También entre la tela de la manta se asomaban varios pelitos color castaño.
En ese instante Steve sintió que le faltaba el aire. No como cuando tenía sed, ni a causa de agonía, simplemente era por la profunda emoción que llevaba años sin experimentar. Sentía la más pura sensación de regocijo al llevar a ese ser tan hermoso e inocente en sus brazos. Era poco merecedor de eso, no estaba orgulloso de los pecados que había cometido y que irremediablemente seguiría cumpliendo. ¿Lo ensuciaba? Estaba tocando con sus manos manchadas de sangre al ser más puro y casto que podría haber conocido, pero al mismo tiempo no se arrepentía porque de nueva cuenta se sintió vivo.
Era como volver a ser humano nuevamente.
Sintió la calidez de un de las manitas rozar la piel gélida de su mano, y en ese entonces sintió que podía sonreír genuinamente otra vez.
Era lógico que esto estaba mal, entre más se encariñara o se aferrara a algo, más duro sería el golpe al momento de perderlo. Pero no quería alejarse, ya no. Se las arreglaría para conservar este pequeño lujo de entrar al mundo de los vivos. No sólo eso, sino que los protegería, a ellos tres que ahora eran como su familia. ¿Podría llamarles así? No lo sabía, pero por lo menos les llamaría así a sus adentros, no era necesario revelar eso.
Definitivamente, entre más tiempo observaba a Anthony, su afecto se extendía, los esbozos de su alma crecían.
¿Su corazón volvía a latir? Eso parecía.
Pensó de nuevo en su eternidad. Y en que si en verdad le dieran a elegir que recuerdo conservar en su memoria, escogería aquella noche de un 29 de Marzo.
…Continuará…
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Próximo capítulo: Manos cálidas en dedos fríos.
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N/A: ¿Sabías que el título de este capítulo no fue escogido de manera adecuada? El nombre debería ser "Odisea" porque en verdad fue una verdadera odisea escribir esto DDD':
Hablo en serio… Trabajo en esto desde hace casi un año según mis cálculos. No podría dar a ciencia cierta un número exacto, sólo sé que empecé poco después de los primeros trailers de CA: CW. Así que ustedes mismos saquen cuentas :'D Puro estancarme, y estancarme, pero ya pude cogerle el ritmo al final y eso se lo debo a Lithium de Evanescence y Ligth of the seven, que es parte del soundtrack de GoT o3o
Si alguna persona que ya me ha leído antes ve esto dirá, ¿Por qué ahora Vientoyhielo se enfrasca en historias descabelladas sobre vampiros? ¿Tiene alguna obsesión? Pues nop, sólo que casualmente quería escribir un Stony shota donde Tony luego creciera y necesitaba un Steve inmortal (?)
En fin, me estoy estrenando con este fic dentro de este fandom. Soy una novata así que ténganme paciencia :c Sólo manejo el MCU por ahora, así que me estoy basando en lo que observo en las películas para trasladarlo a este tipo de situación.
Ojalá y les haya agradado. No me quiero extender mucho, sólo quiero dejar en claro de que como quiero ser una mujer responsable y organizada les dejaré una fecha de entrega del próximo capítulo. Hoy 28 de octubre, luego de que Isabella lea esto, estoy publicando este capítulo. Por lo tanto la continuación la deberé estar colocando para el 18 de noviembre más o menos. Khé, sí, así mismo, es la fecha más coherente que se me ocurre.
No teman en dejar sugerencias, quejas o inquietudes, nos leemos pronto~
