Disclaimer |©Shingeki no Kyojin/進撃の巨人, sus personajes y trama son propiedad de su autor, Hajime Isayama. La trama de este Fic pertenece a ©Coorp. CharlyLand. Creación sin fines de lucro sólo recreativos.

Advertencia | AU. BL. Romance-Terror. Muñecos Vivientes. Alquimia-Vudú-Necromancia. Violencia. Basado en el Juego del Escondite en solitario.

Nota 1 | Este Fic es para el Evento: #ThePumpkingSong del Grupo Dictadura Riren.

Nota 2| Espero les agrade este Fic, es más romance con toques Darks para la época que otra cosa. Este Fic tendrá actualización diaria. Muchísimas gracias de antemano por leer. No olviden dejar sus lindos comentarios sobre que les pareció, en la cajita de Review.

Dedicatoria | A Luna de Acero [Kuri-chan]

Al Fic.


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La Maldición de Saturno

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Capitulo

1


El amor es un sentimiento contranatural que une a dos desconocidos en una relación mezquina e insalubre, cuanto más intensa, tanto más efímera.

Del amor y otros demonios

A Eren le gustaba el amigo que su padrastro encerraba en el sótano y le decía cosas horribles. Ese hombre que no era hombre. Pero a Eren no le importaba eso, él se ponía el camisón transparente que le había robado a su madre—porque quería que ese hombre le viera el pellejo— y cada madrugada se escabullía como gato ladrón para ir a visitarlo.

Se quedaba en silencio observándolo con sus grandes ojos dorados como una lechuza que ve un ratón y quiere comérselo, pero Eren no se quiere comer a ese hombre, él quiere lo que esa voz maliciosa le susurra en el interior, a veces cree que es su adolescencia ronroneando por la necesidad de ser explorado, pero no le hace caso y prefiere sólo verlo de lejos, es que también tiene miedo porque jamás nadie le ha tocado y es algo torpe y capaz hace algo feo y pierde toda oportunidad con ese hombre que no es hombre.

Eren tiene doce inviernos, vive en una mansión arriba de una colina desde donde se puede ver toda la tierra roja y ahí siempre nieva y hay mariposas negras volando por todos lados. Su madre siempre le regaña cuando lo encuentra comiéndoselas, porque le dice que se está tragando mala suerte. Eren finge escucharla y cuando ella se va saca las que tiene debajo de la cama y sigue tragando.

Es que tampoco lo puede evitar, es una costumbre que le dejó su padre, ese al que vio ser destrozado cuando no era más que un renacuajo de ocho años que todavía se meaba en la cama. Los recuerdos de los gritos, los abucheos y las risas mientras él y su madre escondidos entre la paja y la mierda de cerdo veían como a su padre dos caballos le arrancaban las extremidades y lo dejaban como un bulto revolcado en sangre, todo eso está grabado en su mente como un hierro incandescente, tan adentro como esas palabras:

Maldito.

Maldito.

Maldito.

Así es como llamaban a su padre y es que lo era, como también él y su madre lo eran. Eran los últimos de una larga línea de unos brujos muy buscados por toda aquella región. A veces cree recordar que su padre le decía que ellos jamás debían regresar a Salem, pues de ahí venían y de ahí eran más odiados que en ninguna parte.

Quien sabe que cosas malas habían hecho sus antepasados, pero parecía que sus hijos estaban condenados a ser errantes, jamás podían estar en un lugar por mucho tiempo.

Eren recuerda todos los lugares por donde estuvo y que es por eso que tampoco tiene amigos y ningún buen recuerdo, tampoco ahora que su madre siempre le anda pellizcando los cachetes para que sonría ante la gente del pueblo que sólo los vuelve a ver porque son la familia 'perfecta' del Dr. Erwin Smith.

Ah, ese hombre rubio, a Eren le desagrada kilos y kilos de desagrado.

Pero se tiene que tragar el desagrado, porque es el que le da casa y de 'tragar' pero eso no es verdad porque Eren prefiere las mariposas de muerto que la comida que venga de las manos de ese hombre, pero su madre insiste y se lo aguanta entre las piernas mientras la golpea porque ella no es perfecta y porque no hizo a Eren mujer para también fallárselo.

Pero Eren no lo puede odiar, porque él trajo a ese amigo, el del sótano, ese que le gusta tanto y por el que se pone camisón transparente y se queda horas y horas sentado en el piso helado sintiendo los dedos ponérsele morados.

A Eren le gusta el odio que ese hombre que no es hombre tiene por todo el mundo, porque Eren también odia a todo el mundo, aunque no lo dice, le gustaría decirlo, pero sabe que, si lo dice, a su madre y a él lo quemaran en la hoguera hasta dejarlos hechos puras cenizas. Y Eren no quiere eso porque ya no podría ver al hombre que no es hombre y vive en el sótano.

Se retuerce en la cama fingiendo dormir, hace unas horas las velas se apagaron y su padrastro se fue al sótano. Suspira frustrado porque se tiene que aguantar hasta que el hombre rubio regrese a su habitación y él pueda su trabajo hacer, porque si lo encuentra seguro le da paliza hasta sacarle el hígado por la boca. Pero está ansioso y no quiere esperar. Tamborilea los dedos sobre su vientre y cuenta hasta a mil millones y empieza a dolerle la cabeza porque se perdió en la cuenta al llegar al cien y luego empezó a inventar, pero no pudo seguir, los pasos chirriantes de las botas contra el tabloncillo del piso lo ponen en alerta.

Escucha el sonido amortiguado de las quejas de su padrastro. Va siseando maldiciones por todo el pasillo.

Después de media hora de silencio total se irgue de la cama como un resorte mientras se saca las sábanas de un tirón y se deja caer en el suelo. Sus manos tantean debajo de la cama y encuentra los elementos de su preciado regalo.

Hoy no ira al sótano.

—Un puñado de arroz, botones pequeñitos, trozos de tela de colores, una madeja completa de hilo rojo y una muy punzante aguja— susurra quedito viendo el plata afilado brillar a contra luz de la luna pálida que todo baña, esa será su lámpara porque si enciende vela, Erwin le da paliza. Se pinchó un montón de veces y se lo rompió la madeja otras tantas más. Es casi de mañana cuando termina y contempla su creación, lo gira varias veces y suelta un suspiro pensando en las mil mañas que tendrá que usar para conseguir el último elemento de su preciado regalo —. Vale la pena.

Sonríe.

Las mariposas están volando a su alrededor. Aleteo incesante, aleteo de la muerte rodeando vida, luz.


No puedo dejarte esperando. Ya es muy tarde para tratar de escaparme.


Eren siente la mirada angustiada de su madre sobre su cuerpo mientras revuelve en su plato de cerámica china la pastosa sopa de color verduzco con la enorme cuchara de plata. Los ojos de Erwin también están sobre él, seguramente es por las enormes ojeras que adornan a sus ojos o tal vez es por la sangre que se escurre de sus dedos y mancha el mantel. Pero ninguno dice nada y la cena termina igual que todas las cenas. En silencio, siempre en silencio.

Afuera la nieva cae y se mimetiza con la tierra carmesí.

Esa noche metido en la bañera, el infante escucha los reclamos que su padre profiere con atronadora voz mientras se arrastra en el suelo como el bulto de sangre que es. Es tan fuerte el sonido de la voz de aquel ser que despertaría a todo un pueblo, pero sólo Eren puede escucharlos.

No todos a los muertos pueden oír.

Se lava el cuerpo con parsimonia, cuidando muy bien de no dejar ningún rincón sucio y mucho menos sus dedos que tan pegajosos han estado todo el día. Hay mariposas negras y amarillas revoloteando en toda la habitación, Eren prefiere escuchar el incesante y angustiante sonido de aleteo que la voz de su padre.

Porque las palabras de su padre son mentiras.

—Deja de buscar a ese infeliz. No termines como yo, Eren. Sé diferente. De todos modos, él no te quiere. Te odia como odia a todos y todo.

Mentiras.

Mentiras.

Viles mentiras.

—Aléjate de él.

Nunca.

Nunca.

Nunca.

—Ni siquiera está vivo.

Lo está.

Lo está.

Lo estará.

Sale de la tina y pasa de largo de aquel que quiere hacerle dudar. El sonido de arrastre dificultoso le persigue hasta el otro lado de la habitación, pero Eren sigue concentrando en el aleteo de las mariposas y nada más. Captura una y se la mete a la boca. El sonido del cuerpo fibroso crujiendo entre sus dientes es un mejor sonido.

Rebusca entre toda su ropa hasta que encuentra aquella pieza bonita de tela color carmesí con cinto negro, se lo coloca cuidando que quede perfecto en su cuerpo, quiere sorprender al hombre que no es hombre, que vive en el sótano y le gusta tanto. Luego de dejarse bien vestido, se mete a la cama. Habrá que esperar otra vez. Hay una melodía de siniestros tintineos en su cabeza mientras deja las horas pasar. Esta vez son las 3:00am cuando escucha a Erwin subir por las escaleras y perderse en los pasillos, la luz de la vela se desliza por debajo de la puerta y Eren se levanta despacito. Hoy no puede esperar tanto.

Con pasos sigilosos sale de la habitación y corriendo en puntillas baja los interminables escalones, el sonido del revoloteo de mariposas le persigue igual que el frio que se cuela desde el techo y las ventanas. Por fin logra llegar hasta allá abajo. Las luces de las llamas en el sótano crepitan creando sombras con sonrisas torcidas, esas sombras que siempre están ahí. Eren que cree que son los muertos de Erwin.


Puedo sentir tu miedo, pero quiero verlo de cerca.


Al infante le palpita de manera errática el corazón, siente inseguridad al acercarse al hombre que le mira con ojos inyectados en ira. Traga saliva con dificultad y se mece sobre su propio eje, ah, ya está perdiendo el valor, entre sus manos detrás de su espalda apretuja el regalo, soltando un suspiro lo saca de esa posición.

—Ding, Dong —su sonrisa es luminosa y suelta una risilla a la misma vez que tararea una melodía y empieza a girar sobre si, un minuto después se detiene, parpadea y de un brinco se acerca al hombre y deposita un beso en la mejilla pálida mientras le susurra cerca de la oreja —. Un muñeco de trapo relleno de arroz y un par de cabellos del usuario, suturado con hilo rojo. Un cuenco de agua de sal. Una afilada aguja. La bañera llena de agua. Con eso seremos libres— la manga ancha de su ropaje se corre y deja expuesta su piel, se le sonrojan las mejilla por la vergüenza, porque Eren es un mocoso flacucho por solo comer mariposas y tiene ojeras por tanto leer ese libro que está en blanco pero es lo que hará su deseo realidad. Siente tanta pena estar delante del hombre que no es hombre que le gusta tanto y es tan perfecto, pero la hace a un lado porque de paso quiere enseñarle más pero se detiene y un segundo después se aparta dando brinquitos y decide irse. Sube por las escaleras huyendo de la mirada destructora que quiere arrancarle la piel pero que despierta un cosquilleo en su vientre. Una última mirada y desaparece en la oscuridad. Es hora de realizar su regalo.

Mientras asciende a paso silencioso por las escaleras, va recitando las líneas no escritas del libro que un día encontró entre los talegos viejos de su madre.

—El arroz representa los órganos y sirve para atar el alma al cuerpo. El cabello y el hilo rojo representan su conexión con el usuario y la vida misma. El agua con sal purifica y destruye la conexión del muñeco con el usuario. Si ganas, puedes pedir un deseo— ríe y su risa es una melodía suavecita que se mezcla con el aleteo de las mariposas que siempre le siguen y la nieve que cae congelante y silenciosa sobre la tierra carmesí que rodea todo el lugar y es su prisión.

Se mete dentro de su habitación y cierra fuerte, muy fuerte. Unos cabellos enmarañados están entre sus dedos y los mete en la rendija que dejó en la panza del muñeco, luego a tientas remienda la última puntada. Bailando una canción espectral en su cabeza llega hasta la bañera, lista para empezar el juego final. Un cuenco con agua y sal reposa a los pies de la pileta. Coloca el destartalado muñeco de trapo dentro del agua y lo deja flotando.

Recoge el cuenco y zafa de sus ropas la enorme aguja afilada, la misma con la que cosió al deforme muñeco. Su voz queda se pierde en la habitación al recitar el inicio del juego.

—Mo-mo se esconde primero. Mo-mo se esconde primero. Mo-mo se esconde primero.

Y corre fuera del lugar, directo al enorme ropero. Se hace una bolita en torno al cuenco de agua con sal.

Ya no hay tiempo. El juego del escondite ha comenzado.


Puedo escucharte oculto, no eres bueno escondiéndote. No te puedes ocultar de mí.

Knock – Knock

Sé que puedes oírme. Abre la puerta, solo quiero jugar un poco.


Cuenta diligentemente hasta diez, luego sale de su escondite con la aguja en una mano y su cuenco de sal en la otra y se dirige a la bañera, con pasos quedos y silenciosos. Una vez que se asoma, encuentra el muñeco de trapo exactamente en el lugar en que lo había dejado. Camina hasta él, dejando su cuenco de agua salada muy cerca, toma la aguja aplicando fuerza en su agarre y lo apuñala tres veces mientras canta aquel ritual.

—Te encontré, Mo-mo. Te encontré, Mo-mo. Te encontré, Mo-mo.

Era su momento de ganar y obtener su deseo.

Entonces deja la enorme aguja enterrada en el cuerpo del muñeco, antes de retomar su cuenco con agua y sal y alejarse hasta el marco de la entrada del baño, ahí se queda de pie, y con voz susurrante libera sus palabras.

—Ahora es turno de Eren de esconderse. Ahora es turno de Eren de esconderse. Ahora es turno de Eren de esconderse.

Y con pasos igual de quedos, regresó a su escondite sin mirar atrás.

Unos instantes después de que el muchachito se alejara para ocultarse, el muñeco se mueve hacia la orilla de la bañera, como si una fuerza sobrenatural le impulsara a hacerlo. Su cuerpecito chorreante de agua se incorpora y sus bracitos aguados arrancan con brutalidad la aguja que está enterrada en su cuerpo.

Luego, con una movilidad pasmosa y aterrorizante, se encamina, sin soltar la aguja, hacia el otro lado de la habitación, directo al enorme ropero. Pero se desvía. Hay un fallo en el juego. El sonido de un arrastre y un lamento se escucha un segundo después. Eren sonríe.

El juego recién está comenzando.


¿Así que piensas que has ganado?


La puerta del ropero se abre.

Y los ojos dorados de Eren observan todo con claridad. Su cabeza se ladea haciendo tronar su cuello. Su cuerpo encorvado era cubierto por la oscuridad de su escondite. Y mientras ve como el alma amargada y estancada de su padre es devorada por las fauces amorfas y desencajadas del muñeco, pide su deseo.

El sonido de agua chocando contra un objeto y esparciéndose por el suelo. El muñeco queda quieto y torpemente gira su cuerpo. Sus ojos de botón — el bueno y el que le colgaba— se clavan en la sonriente figura de iris doradas. Los hilos en la tela se remueven en ira contenida, está molesto, pero deja caer la aguja.

Los brazos de Eren lo envuelve mientras suspira y tataratea una canción. Ahora tendrá su deseo, aunque haya hecho trampa, pero el pago estaba hecho y no hay nada más que hacer.

Hacer trampa a espíritus malignos es malo porque sale más caro, pero no le importa porque en esta vida todo se vale y él no perderá ninguna oportunidad.

Aquella noche Eren cierra los ojos mientras escucha los sonidos que desde las sombras le llegan. El llanto apagado de su madre, las maldiciones de Erwin, los siseos del hombre que vive en el sótano y le gusta tanto, los aleteos de las mariposas…y los pasos chirriantes y veloces de Mo-mo, corriendo siempre corriendo. Porque Mo-mo vigila, vigila desde la oscuridad con sus ojos de botón —aunque uno está se le está cayendo—, y su aguja que brilla ante la luz de la luna menguante que se filtra entre las motas de nieve.

Pronto.

Pronto.

Muy pronto.

Aquel mantra se repite en la infantil y torcida mente.

Pronto

Aunque su alma tenga que dejar en el proceso.

La felicidad cuesta y muy cara.


Notas finales:

Muchísimas gracias por llegar hasta aquí, les espero en el próximo capítulo. Espero les guste este Fic. Decidme su opinión por favor.

Con amor

Charly*