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Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Naoko Takeuchi, utilizados por mi solo porque los amo y me hace feliz escribir de ellos xD

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COMO UNA MELODÍA

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Nubes.

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¿Desde cuando llegaba tarde?

¡Dios! Siento como si hoy todo el universo confabulara en mi contra para que nada resultara como corresponde. Llevo días distraída, tal vez meses, tal vez he estado toda mi vida así. Siento mi cabeza dar vueltas en cosas que no logro condensar. Solo saltan de una a otra, no me dejan dormir y descansar en el proceso, no me dejan concentrarme y poner atención en lo que corresponde. Si tan solo pensara en los contenidos del trabajo que debo escribir para la próxima semana, pero no, ahí va de nuevo mi fluir de pensamientos sobre… ¿sobre qué diablos pienso?

Olvidé la clase de la mañana, no sé de donde saqué la idea que la suspendieron, y para cuando me di cuenta del error ya era demasiado mi retraso, ya no alcanzaba a llegar. Me quedé leyendo un rato frente al laptop y sumida en mi cama, viendo como el sol comenzaba a calentar el día y golpearme con rayos débiles. Aquello me hizo asumir que sería un día nublado. Me saqué la primera capa de ropa al sentir calor. Seguí en la lectura, a ratos respondiendo mails o distrayéndome en algún ocio de internet.

Así seguí por hora y media, leyendo, curioseando y quitándome una a una el resto de las prendas de ropa con las que la noche anterior me cubrí en mi intento infructuoso de aplacar el frío. Las noches estaban para congelar a un oso polar. El invierno, generalmente acogedor, se me volvía un suplicio, una estación detestable.

Al final de desperecé y salí de mi nido. Me vestí y estuve lista justo a tiempo para llegar a la siguiente clase. Me cubrí con un impermeable, pero al mirar por la ventana vi que no llovería, así que decidí quitarle el gorro. Gran error. El cierre se enredó en mi cabello, ¿por qué lo dejé suelto? ¿No podía por una vez en la vida tomarlo en un moño?

Ahí comenzó la lucha por quitarlo sin quedar calva en el proceso. Soy un desastre a veces, está bien, la mayoría del tiempo.

Media hora. Aun no puedo creer que estuve media hora en mi intento de salir ilesa de las garras de ese malvado cierre. Al fin obtuve la victoria, quedé libre y con el cabello en su lugar, excepto porque estaba despeinada. Qué más daba, era tarde, realmente tarde.

Corrí a la salida al tiempo que me ponía los guantes y acomodaba mi bolso. Bajé las escaleras con tal apuro que me sorprende no haberme tropezado y rodado hasta el primer piso. Odio que este edificio no tenga ascensor.

Al menos los semáforos parecían compadecerse de mí y encender su luz verde para dejarme llegar al paradero. Pero solo ellos son buenos. Dos buses pasan sin detenerse y estoy más que tarde, pero al fin se detiene uno y subo. Mientras avanza, muy lento para mi gusto, la música en mis oídos es un alivio.

¡Dios salve al creador de estos aparatitos portátiles! Aunque intenté llenar de canciones alegres y energéticas la memoria, parece que hoy suenan solo las calmadas, las que generan algo en mí. Tal vez debí quitarlas.

El problema de los días de invierno es que el sol no es tan potente como para justificar el uso de anteojos de sol. Eso me habría guardado la vista de los demás. Nunca ha sido agradable notar que desconocidos fruncen el ceño al ver mi cara, que molesto me resultó el momento. Me quité de su vista, miré el camino por la ventana. Noté lo borroso que estaba, eso era, la razón por la que ellos me miraban así. Se aguaron mis ojos y todos lo vieron. Que vergüenza.

Era la música. Lo sé, siempre pasa que se desparraman mis emociones en el pasar de las melodías, evocan demasiado, saben demasiado. Pero siempre lo controlo, siempre contengo cualquier esbozo débil que me invada. Hoy no, no sé que rayos me pasa en estos momentos. Quizás es lo de la nube negra que ando trayendo sobre mi cabeza y que danza juguetona en su altura mientras se ríe burlona de mi posición.

Llegué al fin a clases a penas respirando, el auditorio casi vacío, el profesor no ha dado señales de vida aún. ¿Corrí hasta quedar sin aire para llegar y él no ha llegado? Juro que de no ser porque adoro su clase y su forma de hablar con tanta gracia, me habría vuelto al departamento y metido a la cama a dormir el resto del día.

Para el final de la clase me sentía mejor. Escuché bastante entretenida la cátedra, mientras dibujaba el perfil de un hombre en mi cuaderno, creo que mi habilidad para dibujar no está tan oxidada como creía, de todas formas no debí dejar de dibujar estos cuatro años, no es que el mundo se perdiera de un gran talento, pero yo me perdí de una gran relajación. Ya me desvié de la idea.

El almuerzo no mejoró mi idea del mal día. En el menú del casino estaba todo lo que podría asociar a asco. Ni una sola opción que me gustara, excepto por el menú vegetariano, así que eso pedí. La verdad estaba muy apetitoso, o tal vez ya tenía un hueco en el estómago. Si, muchas ensaladas con mucho limón, sabían muy bien.

En medio de trámites que alcancé a hacer por un pelo, pasé al banco dos segundos antes que cerraran, hice un depósito y salí dando brincos tan largos como mi estatura me lo permite. En una distancia breve se encontraba el supermercado, me deslicé con rapidez por sus pasillos en busca de algunas cosas que me faltaban. Al salir me tomé un par de segundos para detenerme, al menos ahora podría cocinarme algo en la noche.

Volví a casa prácticamente corriendo al mas puro estilo maratón. Vi a unos niños que jugaba en la calle reírse de mí. Algo gracioso debe tener una chica con bolsas que casi no alcanzan en el agarre de sus manos y que apura el paso desesperada. Si, de haberme visto me uniría a los niños en sus burlas. Dejé las compras en mi cocina y tomé mis cosas nuevamente para apresurarme e ir a otra de mis clases.

Llegué a la hora, en punto, tan exacto que agradecí por fin atinar a algo en este día.

Esperé sentada un rato, al fin llegó Lita, sentándose a mi lado en el asiento que le reservé. Rei avisó que no llegaría a la clase, y siendo una clase electiva, solo éramos las tres, nadie más conocido. Por todos lados personas que estudiaban cosas tan disímiles como psicología y economía. Al fin entró la encargada del curso. Nos informó que el profesor estaba enfermo, una gripe que lo dejó sin voz por unos días y reposo. Por lo que no iría a dictar clase ese día, un respiro de alivio, pero no duró ni dos segundos. Enseguida de su anuncio, propuso comenzar con el examen de una vez.

¡¿Examen?! ¡¿Qué examen!? ¡Nunca supe que había un examen!

Miré a Lita en busca de respuestas a mi desconcierto, pero ella compartió mi reacción. Ninguna sabía del examen, no quedó mas que rogar a los dioses que no fuera tan complicada y que el ir a clases y tener un poco de cultura general fuera de ayuda. Al menos era un electivo y no una de las clases generales de la carrera, de haber sido así puedo asegurar con absoluta certeza que una guillotina estaría a la espera por hacer rodar mi cabeza.

Diecisiete preguntas de alternativa, las odio, siempre ponen distractores. No demoramos más de media hora en responder, o adivinar más bien. Y para nuestro favor podíamos irnos a casa al término, ya que con el profesor en esas condiciones, de clases ni hablar.

Fuera del edificio el cielo estaba oscuro, por la hora y por el día nublado. Bastante frío colaba los huesos, pero nada que una buena caminata no aliviara. Me despedí de Lita y caminé hacia mi departamento. Las calles estaban algo vacías, no sé cuando aprendí a perderle el miedo a andar de noche caminando sola por esos lugares. Mi barrio no era malo, pero tampoco era la zona mas cotizada de la ciudad. Será que mientras suenen mis canciones nada puede asustarme, tal vez solo era mi apuro por llegar a mi habitación y sumirme entre seiscientas mantas para aplacar el frío.

Por alguna razón pasé de largo las canciones animadas y pegajosas ¿soy tan deprimente? Una tras otra las canciones activadoras de estados emocionales alterados sonaron en mis oídos. Debo reconocer que algunas son bastante tristes, pero otras creo que me harían quedar pegada al cielo de lo maravillosas que suenan, son una linda y sutil ilusión.

A pesar del día apestoso que me había acompañado sin rendirse a su objetivo, mientras caminaba por inercia en la dirección que mis pies seguían de memoria, me di cuenta que sonreía.

"El destino así lo quiso…"

¿Puedes dejar de ronronear en mi cabeza?

Si, tal vez estoy algo loca, pero juro que hay momentos en que lo escucho hablarme, en que sus palabras encajan perfectas en mí. Sus palabras alentadoras. ¿Es esa alucinación sonora el motivo de mi sonrisa?

He aquí el pequeño secreto. La mayor parte de aquellas letras, las melodías fluidas, las sensaciones evocadas, están ligadas a él. No es por un amor adolescente con el que sueñe día y noche, es por una sensación que me repleta y que puedo asegurar nunca vivió en mí con anterioridad. Las canciones suenan a romance, yo las siento a sublimar. Si, pasar de ser este cuerpo sólido a convertirme en murmullos del viento que vuela libre hasta perderse en la infinidad del cielo que hoy no quiso dejarse ver.

¡Hey! ¿Desde cuando está todo esto presente? No puedo creer que mi capacidad de permanecer despistada a todo haya alcanzado tales fronteras.

Justo fuera de una iglesia me quedo parada. Cada vez lo que ocurre es lo mismo, sobre todo cuando es de noche. Es hermosa, las cúpulas iluminadas hipnotizan en sus perfectas formas contorneadas por los juegos de la luz tenue que la cobija. Me fascina la arquitectura de iglesias, y creo que esta es la segunda más hermosa que conozco. A él también le gusta mirar estas maravillas. Jajaja, creo que ya comencé con mi libre asociación que me lleva al mismo punto, sin importar el tema en el que piense.

Lo intento pero parezco no tener remedio. ¿Qué tal con otros temas que sean algo más banales?

Frutas:

Me encantan las frutillas, son mi perdición. Hace un par de días compré naranjas, dulce y jugosas. Oh, ese día hablamos. Cuando me preguntó cómo estaba, respondí simple que estaba pasada a naranjas. Él rió, o al menos escribió "jajaja". No entiendo por qué cada vez que me pregunta cómo estoy le respondo con algo ingenioso en vez de hablarle sobre mi estado anímico. Supongo que me es extraño escribirle y leerlo en una pantalla, me hace extrañar nuestras eternas conversaciones regados en el pasto, o en donde nos pillara el día, a veces donde nos pillara la noche.

Colores:

Amo el color rojo, anaranjado, amarillo. Aquí voy de nuevo, él dice que soy rojo, pero tiendo también al rosa. Yo creo que él es rosa tanto como lo puedo ser yo. Pero no, él dice ser azul, incluso ser en ocasiones un verde resplandeciente. Creo que lo único que jamás me admitiría es que una parte de él si es rosa, y que la he visto. Cuando nos perdemos en el tiempo, todo se ve en colores cálidos degradados. Comenzando en un pálido amarillo, hasta llegar a nosotros en intenso rojo.

Día:

A veces no entiendo como sobrevivo mientras el sol domina, si de noche no logro dormir, aún así creo que el día me da un poder de activación física especial, puedo reírme todo el día sin parar, hacer de todo sin parar ni un segundo. La noche me despierta la mente, y aún peor…las emociones.

Abismal diferencia, él es el día, yo soy la noche. Al menos eso cree, se siente más activo de día, brinca por la vida en sus mil y una actividades, ocupando todo su tiempo y se adormece en él por las noches, esperando el alba. Yo vivo plenamente en las noches. Mi intimidad, esa que él anhela compartir y conocer en profundidad, en más profundidad que la que ya me conoce.

¿Por qué lo sigo esquivando?

Libros:

Oh, cuanto he amado leer y leer una y otra vez historias, siempre. Creo que ese lado de gusto por la mitología tiene punto de convergencia. Sí, esa saga de libros, devorada en tiempo record por ambos, en momentos de nuestras vidas en que ni nos conocíamos.

También está ese extracto, eso que me leyó un día de nuestras terapias de renovación. Él tiene la maldita costumbre de decir las cosas que se me clavan en el arenal de mi vida.

¿Sigo?

Está claro. Desembocó en el mismo cause una y otra vez, fluyo en su dirección, y llego como agua calma a flotar a su lado.

¿Tan rápido caminé? Veo el negocio vecino a mi edificio, está abierto, pero debo cruzar la calle para entrar. Opté guiada por mi pereza a permanecer en mi lado y no comprar nada más, además que lo único que compraría allí serían golosinas. Mi día público está a punto de llegar a su fin. A penas camine una cuadra más, a penas ponga un pie en el edificio, todo acaba. Y puedo encerrarme en mi pequeño y privado mundo, puedo pretender que soy libre de ataduras de cualquier tipo.

Lo de siempre, desde la cuadra anterior abro mi bolso cuidadosa de no tener personas con miradas sospechosas sobre mi inocente presencia, y comienzo a escarbar en el interior hasta dar con mis llaves. Las tomo por el llavero de mostacilla en forma de gatito blanco y las saco, buscando la que me abrirá la cerca exterior del edificio. Mientras camino los últimos metros, miro al suelo, no tengo ninguna intención de concluir este desastroso día tropezándome y quedando con la cara pegada al cemento.

Ya casi fuera levanto la vista. Dios. Creo que tendré que abofetearme para reaccionar.

Está ahí, él está ahí.

Parado fuera del edificio, estaba esperándome.

A mí.

"¡Hey! Al fin puedo encontrarte." - Me dice sin disimular su alegría de verme al fin.

Y antes que mueva un músculo, me abraza. Esos abrazos fuertes, reconfortantes. Siento que estoy exactamente donde pertenezco. Siento que mi cuerpo se relaja junto al suyo.

Esos abrazos que por las que trate no puedo evitar.

"¿Mina? ¿Qué es lo que te pasa? Pensé que te alegraría más la sorpresa" - Me interroga suspicaz.

Su rostro expectante, esos rasgos reconocidos tantas veces por mis manos. Sus ojos brillantes, con su luz verde directo a mi mirada, casi como un semáforo diciéndome que avance, incitándome a que vaya más allá porque nada me detiene. Siempre he respetado las señales de tránsito, y aunque a veces de distraída he cruzado la calle en rojo, al tornarse luz verde siempre continúo. Esta no tiene por qué ser excepción. Me deshago de mis titubeos y lo apreso en un abrazo pasando mis manos alrededor de su cuello, él enseguida vuelve a adjuntarme a él, con una mano en mi espalda y la otra en mi cabello. Como siempre.

"¿A qué debo el milagro de tu visita?"- Consulte sin esconder mi alegría de verlo.

"He estado viniendo algunos días, pero nunca te encuentro."

"Lo siento. He estado un poco ocupada con la universidad. Pero no sabes cuando me alegra verte, Yaten"

"Me podrás ver bastante entonces." – Comentó victorioso, ¿Victorioso de qué?

Y al ver mi expresión, al darse cuenta que yo no tenía idea qué significaba eso, sonrió y me tomó de la mano. - "He venido a quedarme contigo esta noche." - Entonces de un jalón me lleva a la entrada, abro la puerta incierta de hacer caso a sus palabras. Pero una vez quitado el seguro vuelve a llevarme de la mano escaleras arriba.

Y antes de entrar al departamento me mira aliviado y me confiesa el pequeño secretito de su mirada. - "Te he extrañado."

Quién sabe cómo caminaremos en medio de este campo minado de sensaciones. Pero que más da, siempre he sido cautelosa con lo que permito salir de mí, excepto con él. Creo que nunca entenderé cómo es que ningún miedo me ronda respecto a lo que solo él conoce de mí.

"¿Yaten?"

"Quita esa cara de ensueño o comenzaré a creer que soy el causante de tus fantasías hechas realidad" - Ambos reímos, ambos también sabemos que no está muy lejos de la verdad.

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Bienvenidas a los delirios nocturnos de esta loca xD

Esto es algo breve, solo un par de capítulos.

Ojalá les guste, ahí estaré esperando sus comentarios, críticas, reclamos, pataletas, amenazas de muerte, etc jajajajaja.

Besitos!! =)