Era un miércoles en la mañana, creo que en el año de 1862, como casi todas las mañanas María Isabel se levantaba temprano para ir a entrenar con los militares. Se levantaba muy temprano ya que vestirse de hombre no era cosa fácil, lo bueno es que aún no tenía mucho pecho, pero estos estaban creciendo y cada vez era más difícil esconderlos. Una vez vestida se dirigió a la escuela militar, su hermano asistía rara vez a los entrenamientos, no le gustaba la idea de levantarse temprano así que se quedaba en casa a descansar. Alrededor de las doce del mediodía, a los soldados se les había dado un pequeño receso, las mujeres llegaban a servirles de comer y no faltaba una que otra que anduviera de coqueta.

- ¿Ya te cansaste Mario?- preguntó uno de los soldados. Estaban bebiendo solo un poco de agua, no tenían hambre y no faltaba mucho para que ya se pudieran ir.

- Un poco, pero todavía aguanto.-

- Quisiera tener la resistencia que tienes tú, aguantas mucho tiempo bajo el sol, en constante movimiento y eres muy buen corredor.-

- Gracias… tú no te quedas atrás.-

- Oye… ¿tienes o haz tenido novia?- Mario se atragantó con un poco de agua que tenía en su boca, comenzó a toser y se golpeaba el pecho.- ¿Por qué esa reacción?- le preguntó su amigo al ver lo que había sucedido.

- ¿Por qué la pregunta?- le contestó con otra incógnita mientras aclaraba su garganta. Frente a ellos estaban unas chicas y una no le quitaba la mirada al "moreno".

- Es que… nunca te he sabido de alguna chica. ¿No me digas que eres del otro bando?-

- Por supuesto que no, es solo…- no sabía que contestarle a su compañero.- es solo que no tengo tiempo para andar con chicas.- fue lo único que se le ocurrió contestar.

- De lo que te pierdes, ya quisiera que las chicas anduvieran detrás de mí así como tú.-

- Es que no le veo tanta importancia a que tantas chicas te sigan, además hay cosas más importantes.- al ver la actitud de su Mario, Ricardo ya no quiso seguir con el tema, desvió la mirada y justo donde estaban las mujeres repartiendo comida se dio cuenta de algo interesante.

- ¿Ya te diste cuenta?- le preguntó a su amigo con un tono "seductor".

-¿De qué?- contestó el otro como si nada.

-De que aquella chica no te quita la miraba de encima, solo está viendo para acá y es a ti. Es muy bonita, ¿por qué no aprovechas?- le dijo mientras guiñaba el ojo. Mario no acostumbraba a recibir ese tipo de cosas (el guiño) por lo que ligeramente se sonrojó y prefirió voltear a ver a otro lado haciendo puchero.

- No tengo tiempo para salir con chicas, tengo mucho trabajo en casa.- contestó el moreno con un tono indiferente.

- ¡RINNG!- sonó la campana que indicaba que el descanso había finalizado y que había que volver al entrenamiento. Ambos hombre se levantaron de donde estaban sentados y comenzaron a caminar al campo para continuar con el entrenamiento.

- Hey Mario.- comenzó Ricardo.- ¿Por qué es…?-

- ¡AAAAH!- gritó espantosamente el mencionado.

- ¡Jajajajaja!- se comenzaron a reír el resto de sus amigos.

- ¡Hubieran visto su cara! ¡Jajajajaja!- mientras ellos se reían como lo locos, al moreno eso no le hizo gracia y les lanzó una mirada asesina, inmediatamente al recibirla dejaron de reírse y guardaron la compostura. Mario continuó caminando como si nada, sus amigos se miraron entre si y el quinteto comenzó a ir detrás de él, caminaba muy rápido por lo que les costó un poco alcanzarlo.

- Mario, no era para que te enojaras…- esperaron respuesta pero no llegó ninguna.- Mario… lo sentimos… no quisimos… no quisimos…-

- No se preocupen, no estoy enojado, solo vamos al campo antes de que nos regañen.-

~~~~~ á ~~~~~

Cerca de las cinco de la tarde el entrenamiento finalizó, Mario estaba dispuesto a volver a su casa, no soportaba el traje que usaba, le estaba aplastando sus senos y realmente era doloroso. Se dirigió a la entrada donde estaba su caballo mientras que se agarraba la espalda por el dolor, iba maldiciendo a sus amigos, ya mañana se las pagarían, por su culpa llegaron un poco atrasados y tuvieron que pagar los seis la consecuencia de ellos, en esos instantes debía de estar en su casa, descansando y leyendo un libro, no saliendo de los entrenamientos, los desgraciados de sus amigos se habían escapado tan pronto había acabado su castigo.

- Pero bien que saben que les iba a pasar.- gruñó. A lo lejos vio que ahí estaba su medio de transporte lo cual le alegró un poco el día, lo vio como gloria, una sonrisa se esbozó en su rostro pero al parecer la suerte no estaba de su parte ese día. Estaba a punto de subirse a su corcel cuando una chica lo llamó.

- Oye, oye.- gritaba la chica desesperada, corría lo más rápido que corría, el chico con el que quería hablar se estaba yendo. Mario volteó y localizó la voz con la mirada, estaba subiéndose a su caballo por lo que se bajó y vio a la chica acercarse.

- ¿Qué sucede?- preguntó con un tono serio mas no molesto.

- Yo… *respiro* te he estado viendo *respiro* desde hace un tiempo *respiro.-

- Entonces supongo que quieres que seamos amigos, si es así con todo gusto lo seré. Hablamos luego, me urge llegar a mi casa, tengo asuntos que entender. Adiós.- estaba dispuesto a subirse a su corcel pero…

- ¡ESTOY ENAMORADA DE TI!- el moreno al oír semejante declaración quedó como petrificado, se puso pálido y comenzó a sudar frio. Obviamente no andaría con ella ya que en realidad era mujer, pero tampoco le podía decir a la chica la verdad, se sorprendería mucho y tal vez quedaría traumada de por vida por haberse enamorado de un chico que es una chica. Entonces… ¿Qué hacer? Él simplemente volteó a verla y ella se acercó lentamente hacia el.- Estoy enamorada de ti, sé que muchas chicas te pretenden pero me gustaría que me dieras una oportunidad, no es propio que una chica se le declare a un chico pero yo ya no podía guardar este sentimiento. Por favor acéptame, me casare contigo si es lo que quieres.- Un tic nervioso apareció de la nada, no sabía que contestarle, era cierto lo que decía, muchas mujeres le pretendían y le coqueteaban pero a ella simplemente no le gustaban las mujeres. No se le ocurría absolutamente nada, la abrazó y le susurró al oído.

- Lo siento… pero no puedo corresponder tus sentimientos.-

- Tu… tu…- la chica intentaba formar una oración pero no podía, sintió una gran presión en el pecho, por eso comenzó a dejar salir sus lágrimas una por una, intentaba detenerlas pero era inútil, las lágrimas habían salido y no las podía parar.- ¿Por qué?- preguntó la chica entre el sollozo.

- No puedo porque… ¿Qué rayos le digo? yo estoy enamorado de otra persona.- cosa que en realidad era mentira.- Y esa persona me corresponde, lo siento.- La dejó de abrazar, se subió a su caballo y se retiró dejando a la chica sola. El quinteto salió de su escondite, estaban a salvo por ahora, ellos vieron lo que acaba de ocurrir, lo cual les pareció de cierta manera sospechoso. Según sabia muchos hombres le pretendían a ella pero no había aceptado a ninguno ya que ella estaba segura de que Mario la aceptaría y finalmente se casarían pero solo fue un sueño, terminó siendo rechazada por el chico al cual amaba tanto. Mario cabalgó hasta su casa, al llegar se bajó de su corcel y entregó a uno de los trabajadores, comenzó a caminar para llegar al interior de la hacienda, mientras caminaba se soltó el cabello, una vez suelto este le daba un toque de feminidad, se desabrochó un poco la blusa para que sus senos no estuvieran tan apretados, durante todo el camino y aun traía en mente lo que la chica le había dicho, estaba de cierta manera sorprendida, pero era obvio que no podría prometerle un futuro vacío y lleno de mentiras, sobre lo de la persona que le correspondía, era puro rollo, simplemente lo dijo para que no la molestara más adelante. Entró a la hacienda y se dirigió a la oficina de su hermano, él siempre estaba allí por las tardes. Abrió la puerta y con su voz de mujer gritó:

- ¡Hasta para las chicas soy atractivo!- esto lo dijo con los ojos cerrados y al abrirlos pudo notar la presencia de su vecino, su hermano se agarró la cabeza, agachó en el mismo escritorio y comenzó a rezar todas las oraciones que se sabía. Al verlo, se "corrigió" así misma y con voz de hombre continuó – Perdona, es que a veces se me sale el lado femenino.-

Su vecino se levantó del asiento y se dirigió hacia Mario, lo miró fijamente de pies a cabeza, traía en cabello suelto lo cual la delataba, los primeros tres botones de su blusa desabrochados, y dejaban notar un poco sus senos. El gringo se volteó a ver a Francisco.

- Por eso es que Mario es un enigma y casi no lo muestras: es mujer. ¿Acaso no te habías dado cuenta?- Ambos hermanos se golpearon la cabeza, ¿así o más idiota el tipo?

-Alfred… eres un estúpido.-

-Tranquilo friend, yo nunca los insulté.-

- Es que es tan estúpida tu pregunta… ¿Cómo vas a pensar que yo no estaba enterado de que Mario es mujer?-

- Podría ser… uno nunca sabe… al parecer te gustó lo que hizo Sor Juana.-

- No sé qué hacer pero… bueno ya… descubriste que soy mujer, ¿Qué harás?- el gringo iba a contestar pero no un dedo le dijo que no, Mario se dirigió a la entrada de la oficina.- Ya vuelvo, ahorita hablamos sobre esto. Si me permites iré a cambiarme, esta ropa aplasta mis senos.-

- No parece que tuvieras.- la mexicana se sintió ofendida con el comentario de Alfred así que regresó a donde este estaba y lo cacheteó.

- ¡¿Con que era eso lo que me intentabas ver?! ¡Pervertido!-

- Es que casi no se te notan.- le contestó con una sonrisa nerviosa.

- Eso es por el tipo de ropa que uso y lo que utilizo para ocultarlas, ahora me iré a cambiar.- María cerró enfurecida la puerta e hizo temblar la casa. Una vez que estuvo lista, bajó a la sala y entró a la oficina de su hermano.- Ya regresé.- dijo ella, vestida como se debía María cambiaba completamente, Alfred no la dejaba de mirar y ella se comenzaba a sentir incomoda.- ¿Qué tanto me miras?- preguntó Isabel nerviosa.

-Es que si tienes, solo que sabes ocultarlas muy bien. No debe de ser fácil.-

-Claro que no lo es y deja de mirarme ahí o te cacheteo de nuevo.- pero su amenaza no sirvió de nada, él estadounidense no dejaba de mirarla, iba a chatearlo pero no le convenía ya que podría ir a decirle a todo el mundo que en realidad Mario era mujer.

- ¿Cuál es tu verdadero nombre? No creo que sea Mario.-

- Por supuesto que no, su nombre es María Isabel. Ya descubriste esta verdad que intentamos mantener oculta pero al parecer por ALGUIEN que no se fijó si había alguien más antes de entrar gritando a la oficina, se descubrió. No dirás nada de esto ¿verdad?-

- Ten mi palabra, no diré absolutamente nada.-

- Muchas gracias.- dijeron ambos hermanos, estaban sorprendidos, ese no aceptaba nada sin algo a cambio y había sido un milagro de que les pidiera nada.

- Pero a cambio quiero que ella se case conmigo más adelante.-

- ¡¿QUÉ?!- exclamaron ambos mientras se levantaban de golpe de sus asientos.

- ¡No me casare contigo ya que no me quiero casar con nadie!- exclamó con un tono molesto-infantil, ya se le hacía raro que no pidiera nada.

- Solo te estoy pidiendo que te cases conmigo dentro de unos años no ahorita.-

- Aun así no me casaré contigo, si lo hago vas a querer que de seguro te de hijos y para tener hijos hay que hacer eso… y hasta donde se no podemos tener hijos así que simplemente sería un estúpido pretexto tuyo y… y… simplemente no… no quiero casarme.-

- Entonces les diré a todos.-

- ¡NO PUEDES!- gritó Francisco de una manera muy nerviosa. Miró a su hermanita con ojos de perrito, suplicando, ella entendió lo que quería decirle su hermano.

- No me casaré por algo tan absurdo, me niego.- La joven se dirigió a la salida para irse a su habitación, en eso Francisco jaló la del brazo y la sacó de la habitación.

- Por favor dile que sí, ya más adelante vemos como nos lo quitamos de encima, lo importante es que nadie más se entere, por favor. Haré lo que me pidas.-

- ¿Lo que te pida?- le preguntó un tono sádico.

- Sí, lo que me pidas.- contestó espantado, se arrodilló ante ella y le comenzó a suplicar.

- Está bien.- ambos regresaron a la oficina y ahí seguía Alfred sentado, el norteamericano siguió el recorrido de la chica, ambos hermanos se sentaron pero María se sentó como hombre, Alfred solo la seguía mirando. Por un momento todo estuvo en completo silencio hasta que el estadounidense rompió el silencio.

- Ya sé porque no te quieres casar conmigo.-

- ¿Así?- preguntaron ambos hermanos al mismo tiempo. ¿Qué respuesta estúpida les diría ahora?

- Sí, te gustan las mujeres y no los hombres.- los ojos de Francisco y María se abrieron como platos, los dos se pusieron blancos y comenzaron a sudar frio.- Le atiné.- dijo con seguridad.

- No es por eso…- contestó María con un tono bajo.

- Entonces si no es por eso, mencióname un solo hombre que te haya gustado, tiene que haber uno y que no sea Antonio.-

- Bien… si hubo alguien que me gusto una vez…- Francisco se puso muy atento para escuchar la respuesta de su hermana, Alfred no se quedaba atrás.- Lovino… aunque nunca se lo dije.-

-¡LOVINO! ¡¿PERO NO INTENTÓ HACERTE NADA VERDAD?! ¡¿VERDAD?!-

- Tranquilízate, eso fue hace mucho tiempo aunque… aun realmente me parece lindo.-

- ¿Él sabe que eres mujer?- preguntó Alfred.

- El, junto Antonio, Berenice (Costa Rica), Claudia (Guatemala) y Matthew nada más.-

- Pues sí que te querían esconder muy bien, no se nota que Antonio te quiere para el.-

- No digas eso, nunca andaría con él, es un pervertido.-

- Entonces tengo una oportunidad…-

- No Alfred, mi hermana no andará contigo.- aquí el mencionado ignoró a su "futuro cuñado".

- Volviendo al tema… ¿aceptaras mi propuesta?-

- Lo pensaré, ¿te parece bien?- preguntó rogándole al cielo que por el momento se zafara del embrollo en el que estaba metida.

- Pero quiero una respuesta.-

- Habrá una respuesta, no importa el tiempo que me lleve pensarlo ¿cierto?-

- Aun si pasan 100 años, pero al final terminaras en los brazos del héroe, eso te lo aseguro.- contestó con mucha seguridad de que al final se casaría con él.

- Sí, si… lo que tú digas.- le dijo con un tono indiferente.

- ¿Lo que yo diga? Entonces alista tus maletas que te vas conmigo, nos casaremos hoy y viviremos juntos a partir de hoy.- Alfred se levantó de su asiento, se dirigió hacia María quien al ver las intenciones del norteamericano se levantó de su lugar para huir, mas no pudo ya que él la tomó de las manos y la sacó a la fuerza de la oficina de Francisco. Al procesar lo sucedido Francisco se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y corrió a auxiliar a su hermana.

-¡FRANCISCO AYUDAME!- gritaba la chica.- Alfred ¿Por qué haces esto?-

-Es que tú dijiste lo que tú digas.-

- No tenías por qué tomártelo enserio, fue solo un decir, ahora ¡Suéltame!- la mexicana no podía contra su vecino quien la terminó cargando y se la acomodó como un costal.- Mínimo se caballero.-

- Tienes razón, podrás visitar a tu hermano en vacaciones, te podrás tomar todo el tiempo que quieras aquí.-

- A eso no me refiero, ¡bájame!, no me quiero ir contigo, te dije que lo pensaré. ¡SUELTAME!-

- Si es por lo de tu ropa tranquila, venimos luego por ella, allá te comprare para que tengas que vestir, ahora a la ciudad.-

- ¿A dónde me llevas?- preguntó con cierto miedo de que lo que pensara estuviese a punto de hacerse realidad.

- A la iglesia ¿A dónde más?-

- ¡¿A que me llevas a la iglesia?!-

- Allá nos vamos a casar.-

- ¡TE DIJE QUE LO PENSARE! ¡BAJAME!- María golpeaba a Alfred en la espalda pero era como si no le hiciera nada. Francisco fue corriendo tras ellos, no los alcanzaba Alfred caminaba muy rápido y no lo podía alcanzar, era eso o era que él era muy lento. María gritaba como loca, le pedía ayuda a la gente del lugar pero estos simplemente la miraban, así entre pataleos y gritos Alfred llegó a la iglesia junto con María, la bajó con cuidado, la tomó fuerte de la muñeca y la jaló hasta el altar. La iglesia estaba muy bien adornada, había flores por todas partes, era como si fuese a haber una boda y casi como los chistes estaba el padre preparándose para una boda.

- ¡JAJAJAJA!- se reía Alfred. El padre volteó y vio a ambos chicos.

- ¿Qué se les ofrece?-

- Queremos que nos case.-

- ¡¿Qué?!- gritó María. Realmente estaba decidido a casarse con ella costase lo que costase. El padre los miró, estaba confundido y no sabía qué hacer.

- Pero por favor sáltese todo y váyase directo a la parte donde nos casa.-

- No le haga caso, está loco, por favor ignórelo.- suplicaba María, el padre miraba a la joven pareja, Alfred sacó unos dólares y eso bastó para que el padre tomará una decisión.

- Solo díganme como sus nombres.-

- Mi nombre es Alfred f. Jones.-

- ¿Y el de usted señorita?-

- No se lo diré.-

- Anda María díselo.-

- No se lo diré.-

- No te hagas del rogar y díselo.- Como ella no se apuraba a decir su nombre él le dio un pellizco y fue así como María habló.

- María Isabel Fernández Hernández.-

- Bien, Alfred, ¿aceptas como esposa a esta joven dama de nombre María Isabel?-

- Accept.-

- Y usted señorita ¿acepta a este joven caballero de nombre Alfredo…?

- Alfred por favor.- lo interrumpió el gringo.

- Perdón… ¿Alfred como su esposo?-

- Yo…yo…- sintió otro pellizco y sin otra opción.- acepto.-

- ¿Alguien que se interponga a este matrimonio?-

- ¡YO ME OPONGO!-gritó Francisco, estaba muy cansado ¿Dónde rayos se había metido? En verdad era muy lento.-

- ¿Cuál es la razón para oponerse a esta unión?-

- Que es mi hermana y ella no lo quiere. La está casando con él a la fuerza.- el padre no sabía qué hacer, por un lado tenia al mexicano con una mirada seria, por el otro a la mexicana que suplicaba que cancelara la boda y por el otro tenia al estadounidense con una mirada que daba miedo. Intimidado por la mirada del norteamericano…

- Los declaro marido y mujer, puede besar o hacerle lo que quiera a la novia.-

- ¡NOOOO!-gritaron María y Francisco. Su grito se escuchó en medio continente y en parte del mar.

- ¡Jajajaja! Ahora estamos casados… María Isabel Jones… no suena nada mal.- Isabel dejó de poner resistencia y se dejó caer lentamente al suelo. El padre se huyó del lugar y quien sabe hasta cuándo volvería.

- Eres un desgraciado Alfred.-

- Pues este desgraciado ahora es tu esposo, dame un beso.- Alfred la acercó bruscamente a él, la tomó de la cintura y acercó sus labios lentamente a los de su nueva esposa, estaban cerquita de darse un beso cuando una flecha pasó por la abertura que había entre los labios de Alfred y María, por eso Alfred soltó a María quien al verse liberada corrió hacia su hermano y lo abrazo.

- Eres un idiota y lento, no llegaste a tiempo.-

- María… te recuerdo que ahora estas casada conmigo y vivirás conmigo en mi país.- Alfred se acercaba lenta y misteriosamente hacia el par de hermanos.

- A la de tres corremos a la casa… uno…dos…tres…- los dos salieron disparados hacia su casa dejando al estadounidense solo en la iglesia, este los siguió pero iba caminando con una tranquilidad de las más grandes: María era su esposa ahora y nadie los separaría. Por su parte Isabel al llegar a su cuarto cerró la puerta y todos los lugares por los cuales Alfred pudiera pasar. Francisco se quedó en el primer piso de la casa, estaba temblando por lo que acababa de suceder.

- Debe de ser una pesadilla, debe de ser una pesadilla, debe de ser una pesadilla.- decía como loco, en eso oyó una segunda voz que lo sacó de su "trance".

- Francisco cuñado, ¿y mi esposa?- preguntó el rubio con total tranquilidad.

- En su habitación…- contestó el otro con resignación.

- Debe estar alistando sus cosas, iré a verla. ¿Cuál es su habitación?- Sin otra opción lo guío hasta su habitación y al llegar tocó a la puerta.

- Toc toc.-

- ¡Vete! ¡No me iré contigo! ¡Yo no me quería casar contigo!-

- ¡María ya estamos casados ahora vendrás conmigo!- Francisco lo miraba, pero no podía hacer absolutamente nada, era cierto, no podía creerlo: estaban casados. Luego de varios intentos por abrir la puerta de la habitación de Isabel, lo consiguió, entró a esta, sacó una maleta y ahí metió la ropa de María. La tomó a la fuerza y Francisco solo miró como se llevaba a su hermana.

-Adiós hermana, lo siento.- fue lo único que pudo decir.