Recuerden


Recuerden aquella vez en que fueron capturados. Recuerden aquella vez que los carroñeros los arrastraron por esas explanadas que albergaban una magnificencia olvidada. Recuerden esos cabello plateados como la luna, grasientos y dañados de tanto mal. Recuerden la decadencia de una guerra, pero sobre todo recuerden esa risa. La risa de una maníaca. La risa de un ser sin alma. La risa de una devoción obsesiva.

¿Ya lo recuerdan?

Ahora…

¡Bienvenidos a la locura!

Gritos se oían en el amplio vestíbulo. Gritos que hacían oscilar la pesada araña que del techo colgaba. Gritos de una adolescente con toda la vida por delante. Gritos de alguien con anhelos, con esperanzas, con planes.

Dolor reflejaban aquellos ojos grises, dolor por la cobardía. Él lo sabe: lo que el corazón quiere no siempre es lo correcto. Si la ayudaba, él moría. Ella o él. Simple decisión para algunos, un dilema para otros. Ella: muchacha hermosa, con grandes aspiraciones que seguramente llegaría a dónde se lo propusiese. Él: ¿qué había de él? ¿qué había de sus deseos de algún día ser realmente libre? ¿Hijos? Valía la pena sacrificarse por ella, ¿por un amor que nunca sucedería?

¿Ustedes lo harían? ¿Se sacrificarían por alguien al que aman, pero seguramente NUNCA será suyo?

¿Renunciarían a todo por un capricho? Porque seamos sinceros, la historia del chico malo y rico con la chica buena e inteligente sólo triunfa en las novelas.

La risa, esa puta risa.

Cerró los ojos y se volteó.

Los gritos cesaron. Se rindió. Gritar y llorar no soluciona nada cuando estas a la merced de un monstruo como ese, sólo le causa satisfacción. Ya no podía más. Todo se acabó. Notaba como su cordura huía sin que ella algo hacer pudiera. Uno por uno se iban sus sueños: Ganar, PEDDO, igualdad, derechos, familia, amigos.

La tarea estaba cometida, la crueldad se marchó. Entonces vino el ángel del infierno y con lágrimas en los ojos le dijo: Cierra los ojos y finjamos que nada es real. Cierra los ojos que yo siempre te amaré. Cierra los ojos y descansa que yo por siempre a tu lado estaré.

¡AVADA KEDAVRA!

Y todo se acabó.