Hola a todos :DD ahora comienzo la historia del Maestro Yi, un campeón que, en lo personal, me gusta mucho XD bueno, para esta historia voy a hacer dos capítulos. Ni más ni menos. Planeo hacer ambos de más o menos la misma longitud. Pero bueno, me dejo de tecnicismos XD disfruten de la lectura, y no olviden de dejar su crítica :D
Chao.
Jonia, hogar de los mayores guerreros espirituales del mundo, albergaba montones de aldeas y poblados interiores. Una enorme variedad de templos y bibliotecas se encontraban bajo la protección de las murallas de Jonia.
Sin embargo, ninguno de estos centros espirituales, quizá incluso las propias murallas, no habrían sobrevivido al paso de los años de no ser por los aprendices del estilo de combate Wuju.
Tan famoso su templo y sus aprendices se hicieron, que incluso se les asignó una aldea personal para los familiares de los practicantes de este arte.
Precisa su técnica y profunda su filosofía, los Maestros del Wuju pasaron de generación en generación su legado guerrero, haciéndose cada vez más numeroso y poderoso. Tanto fue así, que Jonia admitió su entrada, e incluso les dieron el cargo de protectores del pueblo.
Desde ese día, los habitantes de Jonia tranquilos durmieron bajo las estrellas, puesto que una protección más resistente que las murallas estaba a su merced.
Aunque hay veces que las murallas caen bajo la espada de un único hombre.
-Tu turno, Yi. Has el ejercicio.
Inmediatamente un joven alto y delgado se levantó de su asiento al llamado de su profesor.
-¿Sabes cómo hacerlo? –preguntó el instructor.
El joven asintió.
A continuación llevó su mano izquierda hacia su cinto de tela. Una funda cubría su arma, e impedía la libertad de tal.
Asió el mango de su espada fuertemente, y tiró hacia el frente.
El brillante reflejo de tal ante los rayos del Sol era tal que hubiera podido dejar ciego a los que veían y quemado las hojas más finas.
Llevó su arma hacia adelante, apuntando en vertical hacia arriba. Sus manos, cerca de su cintura, asían la espada con determinación.
El noble arte del Wuju corría por sus venas.
Inhaló aire.
Sus músculos se tensaron, y sus pulmones se inflaron. Su corazón latía a una media normal, y su pulso seguía al ya nombrado órgano.
Exhaló aire.
Ahora sus ojos observaban firmemente a un manojo de paja en forma de muñeco. Tenía múltiples dianas que indicaban puntos débiles, tanto en la cabeza como en el pecho y en las piernas.
Cerró los ojos.
Esperó al menos dos segundos antes de abrirlos.
El manojo de paja se encontraba cortado perfectamente en forma horizontal. Montones de paja se esparcieron por el suelo, y algunos restos se quedaron en la espada que los había arrasado. Yi dirigió su guante hacia el filo de su arma. Pasó suavemente dos dedos por su hoja, limpiándola así de los restos de su práctica.
-¡Impresionante! –Exclamó el profesor- ¡Justo lo que esperaba de ti, Yi!
El joven no hizo ningún gesto, simplemente se dirigió a su asiento. A sus lados se encontraban otros alumnos, los cuales lo veían maravillados.
-Bien, ahora sigue… -comenzó el instructor, pero fue interrumpido por el sonido de la campana, la cual dio por finalizado ese día de estudio.
"El más talentoso" lo llamaban. Cada vez que a algún estudiante nuevo querían darle un ejemplo llamaban a Yi. "El monstruo del Wuju" de cariño los profesores lo habían apodado. Y no por nada.
Yi era, como se ha explicado, el mejor estudiante del Wuju en mucho tiempo. Y él lo sabía. Sabía que era el mejor, pero no le importaba en lo más mínimo. Mientras que otros se regocijaban con su fama, él permanecía por su cuenta, sin nada que le importase. Su vida era el Wuju, no tenía nada más que discutir. Nada le importaba, simplemente se centraba en el Wuju. Apenas se levantaba al son del alba desenfundaba su espada y cortaba todo lo que tenía a mano. Durante la tarde meditaba durante horas, analizando Jonia y el mundo. Durante la noche se dedicaba a un estudio comprometido del Wuju, tanto en teoría como en práctica. Iba a las bibliotecas más sabias y antiguas de Jonia para pedir libros enormes y antiquísimos, los cuales contenían material el cual Yi analizaba profundamente.
Y su vida era feliz.
Se dirigió a su casa, una cabaña limpia y cuidada con un solo habitante: él.
No tenía familia, y tampoco le importaba. No tenía amigos, y tampoco le importaba. Lo que tenía era una espada a su lado y un maestro al cual obedecer. Y eso sí le importaba.
Apenas hubiera llegado a su hogar, el joven Yi preparó una comida ligera y saludable, a base de vegetales y carnes. Mientras comía leía un antiguo libro de las artes del combate y su similitud y diferenciación con el Wuju.
Y su vida era feliz.
Fue entonces cuando Todo comenzó.
Sonó la campana de alarma con una fuerza increíble.
Los ojos de Yi se abrieron por completo. La campana sonaba más fuerte que en otras ocasiones. Sonaba con un tono de alarma diferente. No, no era eso. Sonaba quizá más fuerte. No, tampoco.
Sonaba más rápido. Sonaba con una velocidad increíble. Sonaba con la velocidad que se produce al estar en apuros.
Inmediatamente Yi cerró su libro y corrió hacia su espada. La desenfundó y se dirigió a la puerta.
Nada. Ningún invasor. Sin embargo, los practicantes del Wuju estaban formándose en hileras. En frente de todos ellos estaba su maestro.
Yi se dirigió hacia allí.
-¡¿Qué sucede?! –exclamó extasiado.
Todos voltearon impresionados al ver a Yi hablar.
-Es Noxus. Está atacando Jonia. Ve a la colina, allí hay una vista estratégicamente aceptable. –respondió su maestro, sin siquiera mirarlo.
Yi asintió, y, con una increíble velocidad, se dirigió a una pequeña colina donde el cuerno de aviso esperaba solitario. Desde allí se veía la entrada a Jonia. Una puerta enorme del metal más puro. La cual se encontraba asediada por millones y millones de guerreros Noxianos. Vestían todos trajes oscuros y metálicos. Algunos con hachas, otros con espadas, otros con arcos y otros con lanzas. Incluso catapultas había por la zona. Era increíble. Nunca antes Jonia se había visto bajo un ataque tan grande y poderoso.
Estaban golpeando fuertemente la enorme puerta de metal. Eran tanta la presión ejercida que la puerta menguaba a cada golpe.
Si esos hombres Noxianos entraban en la aldea, millones y millones de habitantes morirían. Los guerreros de Jonia eran salvajes y poderosos, pero ni siquiera los más reconocidos podrían responder a tal tremenda ola de gente armada.
Sin embargo, los hombres de Noxus pararon de golpear y de ejercer presión. Esto fue extraño, puesto que si seguían así destruirían la puerta en un momento. Pero fue más que eso. Yi pronto se dio cuenta. Se dio cuenta que si se reunía con los suyos muchos morirían. Los hombres Noxianos dejaron de golpear para abrir paso a las catapultas, las cuales amenazaban altivas.
Yi volteó. Los suyos aún seguían acomodándose bajo las órdenes de su maestro. No llegarían. Jonia no sobreviviría sin la ayuda de los guerreros del Wuju. El tiempo era cada vez más insoportable. Sus compañeros no se organizaban bien: estaban nerviosos. Muchos nunca habían combatido antes, entre ellos Yi.
Pero él seguía en la colina, observando a las fuerzas de Noxus avanzando los monstruos mecánicos hacia las murallas de Jonia.
Y tomó una decisión. Una que cambiaría totalmente el destino de los guerreros del Wuju.
Alzando su brillante espada al oscuro cielo, exclamó:
-¡Por Jonia!
Todos los guerreros Wuju voltearon para ver a un Yi caer por el monte, hacia la increíble masa enemiga.
Los Noxianos no esperaron un ataque aéreo. Todos miraron rápidamente hacia arriba. Un único guerrero, con una única espada, estaba volando hacia ellos.
Yi observó la escena con horror. Una rápida vista hacia todos lados del ejército Noxiano le dio el paso a la realidad: estaba solo. Nadie se había tirado con él, ni ningún guerrero de Jonia había atacado. Pero aun así seguía cayendo.
Cerró sus ojos.
Inhaló aire.
Exhaló aire.
Y cuatro soldados Noxianos cayeron primero bajo su hoja.
Apenas terminó con ellos tiró un tajo horizontal a un arquero cercano, matándolo al instante. Alzó su espada y un mandoble terminó con la vida de un lancero cercano. Volteó y puso su espada paralela a su cuerpo, defendiendo una espada que se había acercado lo necesario.
Respiró de nuevo. Ahora otros cuatro soldados cayeron.
Yi gritaba de orgullo bajo el cuerpo de sus víctimas, y a cada segundo caía otro Noxiano. Tajos, mandobles y estocadas dieron paso a Yi hasta su objetivo: las catapultas, que habían permanecido inactivas por la impresión. Muchas flechas fueron lanzadas, pero ninguna acertada. Muchas picas fueron estocadas, pero la mayoría fueron cortadas. Muchas espadas tajos lanzaron, pero todas fueron bloqueadas. Y Yi avanzó a la catapulta. Los hombres que la manejaban observaron horrorizados a su asesino. Fue casi al instante, sin dolor. Pronto los cuatro murieron al instante.
Yi observó alegre sus víctimas. Jonia estaba segura, siempre y cuando nadie tomara la catapulta. Y es por eso que continuó apelando al enemigo invasor. A cada muerto, más sangre recorría la espada de Yi, y a cada gota de sangre derramada, el cansancio aumentaba.
Tanto fue así que llegó el momento del Réquiem. Estaba agotado. Para él había parecido una eternidad, pero lo relatado sucedió en menos de diez segundos. En diez segundo un guerrero puede cansarse de muerte. Y es por eso que Yi respiró agitadamente, mientras bloqueaba ataques y contraatacaba mortalmente. Pero no resistía. Solo necesitaba un segundo. Un segundo y su cuerpo resistiría más. Un simple segundo para reponer el poco aire que le quedaba y seguir destruyendo al invasor. Un segundo.
Vio en un momento el segundo perfecto. Uno en que los soldados próximos estaban nerviosos, y no atacaban, se quedaban en guardia, parados, sin mover ni siquiera su arma. Temblaban bajo la presencia de Yi. El cual aprovechó ese momento. Bajó su espada, la cual cubierta de sangre se encontraba, y relajó sus hombros. Un placer inalcanzable recorrió su cuerpo. Pero ese placer fue interrumpido por una espada valiente, que se aproximó amenazante al estómago del guerrero.
Yi reaccionó por instinto. Elevó su arma lo más rápido que pudo para bloquear el ataque. Pero más rápido fue el Noxiano. La afilada hoja Noxiana atravesó el cuerpo de Yi. No puedo creerlo.
Todo había pasado muy rápido. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba cayendo al árido suelo. Pronto, los soldados Noxianos alzaron sus espadas y apuntaron al corazón de Yi. Se acercaron y empujaron para derrotar a este potente rival.
"Por Jonia", pensó el guerrero Wuju antes de cerrar los ojos para siempre.
Sin embargo, ese "para siempre" se abrevió a nunca, puesto que un grito aterrador se escuchó desde la otra punta del ejército, en donde la puerta resistía poderosa.
Un guerrero furioso avanzó por entre las fuerzas Noxianas.
-¡Alimentarán mi ira! –exclamó, y puso apartó sus brazos el uno del otro para hacer una posición de mano abierta, como si simulara ser un tigre. Y así fue. De los extremos de sus manos se crearon dos auras naranjas con la forma de garras de tigre. Tras su espalda un tigre del mismo color iluminó la oscura noche. El hombre arrasó violentamente a los Noxianos, y se acercó a Yi. -¡Despierta, Maestro Wuju!
Yi no pudo evitar un sonrojo al escuchar la palabra "maestro" dirigida hacia él.
-¡Pelea! –exclamó nuevamente el hombre-tigre.
Inmediatamente reparó en que sus fuerzas habían regresado.
Miró hacia el cielo. Por la colina ahora volaban incontables hombres con espadas asidas fuertemente.
Los guerreros Wuju arrasaron. Con su primer ataque mataron 360 hombres Noxianos.
Yi se levantó de su descanso, y alzó nuevamente su hoja.
-¿Cómo te llamas, Guerrero? –preguntó mientras un tajo lanzaba contra un arquero próximo.
-¡Udyr, para ti! –exclamó tal, mientras que, por muy macabro que parezca, arrancaba los brazos de un enemigo, el cual gritaba de dolor aterrorizado.
-¡¿De qué lado estás?! –preguntó Yi por lo alto.
-¡De mí lado! –respondió, y tiró un manotazo que hizo sangrar de muerte a un lancero.
Yi continuó combatiendo junto a sus hermanos y a Udyr, acabando así con la vida de millones de Noxianos.
Sus tajos fuertes eran. Sus mandobles temidos. Sus respiraciones hacían temblar a millones.
De los 50000 Noxianos que ese día al Asedio de Jonia dieron inicio, solo 2 sobrevivieron, y uno de ellos murió al rato por una locura inimaginable.
Y Jonia había sido protegida nuevamente.
Tanto Jonia como toda la Orden Wuju felicitaron y condecoraron a Yi. Su actuación había salvado la vida de millones.
Sin embargo, las cosas no seguirían así por mucho tiempo.
Pero por ahora, la historia de Yi da una breve pero no por eso insignificante pausa. Quizá es por algún motivo especial que las historias de los héroes tengan pausas, pero esta tiene una muy importante. Si bien un relato debe tener un principio y un final, siempre debe de haber un nudo. El cual aún espera impaciente la distracción de Yi para usurpar su gloria.
Pero la vida de Yi continuó bien. Premiado fue, amado y respetado. Cada vez que alguien en Jonia hablaba de un héroe, hablaban de Yi. Cada vez que de un ejemplo se hablaba, se mencionaba a Yi. Cada vez que un libro se escribía, se mencionaba a Yi.
Y él seguiría protegiendo Jonia por sobre todo lo que existiera.
Y seguiría mostrando al mundo lo que el arte del combate puede provocar en un adversario.
Así fue la vida de Yi.
El Maestro Yi.
Pronto estará finalizado el capítulo 2, así que matengan la calma, no maten a nadie, y tomen té de hierbas D:
Saludos :DD
