Disclaimer: Aunque Hima-papa se vista de seda, Hima-papa se queda (quien le entendió le entendió).
Resumen: Viajar en nombre del gobernador era todo un privilegio, aunque fuera en calidad de mensajero. Y no hablábamos de otro país sino de China, aquél lugar del que provenía la tan ansiada seda. Al ser el único que hablaba el idioma del que se requería, podría considerarse que, a pesar de su estatus de mensajero, Rómulo estaba en un puesto muy importante.
Pareja: Silk Road Pair/Pareja del Camino de Seda [RomeChu]
Advertencias: De momento la historia no está del todo planeada, y dudo mucho actualizar con frecuencia, ya que esto lo hago por desestrés de los otros fics (porque hasta "Can I kiss you?" Se volvió serio… hasta cierto punto). Además, era para aportar mi granito de arena al ship, que ya me urgía. Resumiendo los renglones superiores: ésta historia, a diferencia de las otras que manejo, no le delimitaré una fecha de actualización.
Otra cosa: hay algunas cosas que no van acordes a la historia, sepan perdonarme.
Y para finalizar: lo que tengo publicado es sólo la primera parte del capítulo 1, ya que cada capítulo está dividido en dos. Perdonen la molestia (si es que lo es), entonces el siguiente y este son ambos el primer capítulo.
Comentarios: Para cualquier persona que vaya a leer, lamento que este capítulo sea en extremo corto, pero si no lo publicaba ahorita, no lo haría nunca. Así que se los dejo… como una especie de prólogo, aunque se llame capítulo uno. ¿Vale?
También, espero que la historia sea larga, así como no abandonarla (?). Habrá más notas cuando el capítulo se termine, entiéndase, no aquí.
¡Disfruten la lectura!
Serica Papilio
Capítulo 1: El emperador.
—No te morirás de deshidratación por no tomar por tres horas más agua. Si acaso te insolas pero, nunca habrá tal extremo.
Rómulo se sintió desfallecer frente a lo dicho por el otro.
— ¿Tres horas? —gimoteó, no del todo entusiasmado con la idea de esperar por 180 minutos más.
—Sí. Es el tiempo delimitado para llegar al Palacio. Ya deja de quejarte.
Aunque a Rómulo le encantaba en demasía la vista que el mercado provisional ofrecía en aquella pequeña ciudad, no le agradaba del todo tener la garganta seca de estar tan asoleado y… sin agua, y haber bebido un sorbo de vino sepio hace ya casi medio día.
Llevaban una semana de hacer el viaje, y Rómulo sentía que habían pasado milenios y recorrido mil mundos para llegar a tan pintoresco sitio.
—He esperado más de tres horas durante este viaje, y ya tuve suficiente.
—En ese caso —replicó su acompañante—. Supongo que esperar otro rato más no te matará.
Rómulo bufó. No creía posible que, el emperador siendo tan flexible y risueño como era, tuviese a un amargado sin igual como este dirigiéndole en su travesía hacia el Oriente. No es que, en todo, le molestara, pero era muy serio, muy estricto, y muy, muy irritante.
—Lo que sea.
Aunque, según dicen, Rómulo lo es al doble.
No en lo serio, no en lo estricto, pero en lo molesto. Si le preguntaban al hombre a su lado, por supuesto.
Estuvieron en relativo silencio durante mucho tiempo. Quizá hasta parecía que Rómulo había abandonado la idea de tomar agua antes de llegar al Palacio. Menos trabajo para él, pensó.
Yao se detuvo unos minutos a admirar el cuadro de la bella chica con la lira. Era una de las cosas que habían sido traídas de Occidente que más emociones le provocaba: admiración por los sentimientos que el artista tuvo al pincelarla, añoranza al querer estar en un sitio abierto como ella, anhelo por conocer el delicioso sonido que las cuerdas de aquél bello instrumento produjera…
y vergüenza. Cada vez en que la veía y se detenía a observar su parcial desnudez. Y se quedaba observando a sus redondos senos, o a su pubis descubierto, y luego intentaba desviar la vista en aquel telar de celeste que lo único que cubría de ella eran sus hombros y cadera, para que sus ojos finalmente le traicionaran y regresarán la vista a aquellos pecaminosos senos. O a su mirada risueña mientras un niño intentaba perseguirla. O de nuevo a aquellos hermosos, malditos, senos.
Y aquellos eran los sentimientos más primordiales. O al menos, aquellos que le inundaban en su totalidad al detenerse y admirar por más de un minuto al cuadro.
Xiao Ming, el emperador en función y el encargado de que ese cuadro estuviese a la vista de él y de otro par de personas más que en su vida apenas había visto, había quedado prendado por semejante arte y decidido intercambiar cierta de su Seda con el que fuera el mensajero anterior del "Imperio Romano" a cambio de uno de los más hermosos cuadros que pintase su más habilidoso y dotado artista. Que representara la belleza de la vida, de la juventud y de la pasión por la música.
Aunque Yao nunca esperó senos de por medio, cuando escuchó a su emperador encomendarle la misión al mensajero. No es que en la actualidad diga que el cuadro esté horrible y sea un pecado el sólo verlo.
…pero es que, era culpa de aquellos malditos senos que se sintiera sucio.
Y nadie le quitaría la idea de la cabeza.
Soltó un hondo suspiro.
Casi un año conviviendo con la pintura y jamás sus mejillas dejarían de colorarse cada vez que sus ojos vieran de forma minuciosa.
