POR ACCIDENTE

Descargo de responsabilidad: va de nuevo, SB no me pertenece y para mi horror y decepción Ren tampoco. Pero este fic sí que lo hace.

N/A: Primero, antes que nada, debo agradecer a aria sm por haberme permitido usar el nombre de su fic "Por accidente" para esta nueva locura mía, pues fue gracias al suyo y a una conversación con ella que se me ocurrió esto.

Dos OS que nada tienen que ver el uno con el otro, AU y OoC.

Situaciones tergiversadas de la vida real que espero les hagan sonreír un poco y si les saco una carcajada me doy por bien servida.


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Dos pequeños torbellinos, uno de siete y una de cinco, entraron al cuarto de sus padres y se lanzaron directamente a su cama. Sabían perfectamente que cuando la puerta de su cuarto estuviera cerrada tenían que tocar antes de entrar, pero esta vez fue su padre quien fue a despertarlos para ir a cantarle las mañanitas a su mamá. Una costumbre muy arraigada entre el matrimonio que empezó él desde su noviazgo. Doce años atrás. Tres de novios y nueve de matrimonio y para él se sentía como si solo hubieran pasado unos cuantos días.

Iba justo detrás de sus niños, cargado de una bandeja donde llevaba un pequeño pastel de cumpleaños casero. No es que él lo hubiera cocinado, no, no, no. Por todos los dioses, si quería tener a su mujer a su lado muchos años más. Este era creación de la Okami-san, que con tanto gusto se lo preparaba cada año, con tal de que él no se metiera nunca más al terreno sagrado que era la cocina del Taisho. Después de su primer y único intento, de hacerle él mismo el pastel de cumpleaños, que, dicho sea de paso, logró que terminaran los dos en la sala de emergencias intoxicados. Así que no, nada, nadita le permitía el Taisho cocinar.

Sonrió al ver la mueca que hizo su mujer al ser despertada intempestivamente al caerle "delicadamente" encima los dos pequeños bultos. Pronto se incorporó sobre la cama y se acomodó a cada lado a uno de sus hijos, rodeándoles los hombros con sus brazos.

Después de cantarle las mañanitas, él, aún con la bandeja en la mano, se sentó sobre la cama, y se inclinó a darle un beso de buenos días, ante la mueca de asco del pequeño Cain y la de ensoñación de Setsu.

—¡Feliz cumpleaños, ángel!

La niña aplaudía emocionada ante la demostración de cariño entre sus padres.

—Mami, cuéntanos otra vez por qué papi te dice "ángel" —su padre sonrió al recordar el porqué.

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No, no, no, él nunca se enfermaba. Así que no, ese carraspeo en la garganta era solo polvillo que había inhalado en el escenario que había ayudado a construir. Nada más.

—Te lo repito de nuevo, Kuon, estás enfermo.

—Que no, Yukihito, no estoy enfermo, solo respiré mucho polvo y tengo la garganta seca —le repitió enojado a su amigo. Lo conocía desde su más tierna infancia. Yukihito lo había ayudado mucho a adaptarse a su nueva vida en Japón. Sus padres se habían mudado desde Estados Unidos y a él le había costado mucho hacer nuevos amigos. Pero Yukihito había estado ahí desde un inicio y su amistad seguía reforzándose con el paso del tiempo.

—Que si fuera eso, yo también estaría igual. Te recuerdo que estuve ahí a tu lado ayudándote a desembarazarte de Kimiko-san.

—Uffff, Kimiko-san aún no entiende las indirectas por más directas que se las haga. Jamás estaré ni levemente interesado en ella. Porque solo una vez le levanté un cuaderno que se le cayó ahora no me la quito de encima.

—Kuon, a pesar de que muchos te crean un playboy, yo te conozco bien, y eres todo un caballero con quien de verdad lo merece. Pero, hay que reconocerlo, no eres un santo y tienes tu cuota —volteó a verlo con el ceño fruncido al oírlo toser.

—Estoy bien, no es nada —respondió al verlo negar con la cabeza.

Por supuesto que al día siguiente no lo estaba. Tenía temperatura y un tremendo dolor de cabeza.

—Eres un cabezota, Kuon. No sé por qué no te quedaste en casa. Mírate, si ni siquiera puedes caminar derecho —suspiró enojado—. A veces me gustaría que no fueras tan responsable.

—Tenía que venir, yo soy el capitán del equipo.

—Y de mucho les serviste el día de hoy. Quédate aquí que iré por el carro para llevarte a casa. Para colmo te tuviste que quedar hasta tarde para desaparecértele a Kimiko-san que quería jugar a la enfermera contigo —Kuon hizo una cara de asco al recordar la insistencia de la muchacha, tendría que hacer algo para quitársela de encima de una buena vez—. Si casi ya no hay un alma en la universidad. ¿Estarás bien? —La preocupación en el rostro de su amigo era evidente. Kuon asintió o creyó haberlo hecho.

Cerró los ojos para descansarlos un poco, la verdad es que los traía irritados y llorosos. A pesar de su condición sintió que alguien se acercaba a él, y muy a lo lejos escuchó una melodiosa voz.

—¿Hizuri-san? ¿Se … bien? ¡Hiz…-…an! —Quería seguir escuchando esa voz pero la inconsciencia lo llamaba. Recordaba esa voz. Antes ya la había escuchado, y le había gustado mucho desde la primera vez. Le había recordado a los coros de la iglesia al escucharla cantar sin que ella lo supiera. Nunca pudo ver su rostro.

Cuando volvió en sí, estaba su cabeza recargada sobre una almohada. Una almohada calientita y que olía divinamente. Intentó abrir los ojos y ante él estaba la imagen de un bellísimo ángel. De cabello negro y ojos ambarinos, que lo miraban asustados. Levantó su mano para tocar su rostro. Era terso y se sonrojaba a su tacto.

—¿Ángel? —Ella no respondió y volteó el rostro hacia la persona que se acercaba a ellos.

—¿Mogami-san? ¿Qué sucedió? —Mogami, el nombre de su ángel era Mogami. Después de eso ya no supo nada del mundo entero. La siguiente vez que abrió los ojos se encontró en su cama vestido con su pijama y un vaso de una cosa verde muy sospechosa sobre su buró. Estaba intentando averiguar qué era esa cosa cuando la puerta de su habitación se abrió.

—¡Vaya susto que nos diste, Kuon! Mira que desmayarte así. Pero qué forma tienes tú para conocer chicas, Kuon —entró con un medicamento en las manos, al ver a Kuon con el vaso, se los dio para que los tragara, acercándole el batido a la boca y le dijo—: lo trajo Mogami-san esta mañana muy temprano, dijo que te ayudaría a mejorarte pronto. Estaba muy preocupada por ti, se asustó mucho al verte caer al suelo.

—¿Mogami-san? —preguntó confundido, tomándose las pastillas junto con el remedio ese.

—Sí, Mogami-san, una chica de cabello corto, negro, de ojos color ámbar, que tenía tu cabeza en su regazo después de que te desmayaste, a quien por cierto no dejabas de llamar "ángel". ¿Hay algo que quieras decirme, Kuon? ¿Ángel? —preguntó interesado, y si no fuera porque Kuon todavía tenía el ceño fruncido por el mal sabor de boca que le había dejado el batido ese, habría jurado que vio estrellitas y corazones en los ojos de su amigo.

—Sí, ¿dónde puedo encontrarla?

Después de dirigirle una mirada sospechosamente maliciosa, le tendió una hoja, sabrán los dioses de dónde la habría sacado porque él nunca se enteró.

—Toma, este es su horario y todo lo que pude averiguar de ella.

Kuon se quedó estupefacto. ¿Cuánto tiempo había dormido para que Yukihito tuviera el tiempo de averiguar todo sobre ella?

—¿Y bien? —Lo miró con una sonrisa que le puso los pelos de punta.

—¿Y bien… qué?

—¿Seré tu padrino de bodas?

—¿Quééééééééééééé? ¿De qué rayos estás hablando?

—Pues de que durante los tres días que has estado casi en estado de coma, lo único que has dicho es "ángel". De eso.

Kuon no dejó de gruñir como respuesta a la carcajada de su amigo al verle la cara de asombro y, sí, un leve sonrojo. Lo que hizo Kuon con esa información y lo que sucedió después ya era historia.