Atrapado en ti
PruePhantomhive
(Disclaimer)
Los personajes y escenarios de Kyo Kara Maou! Pertenecen a sus respectivos autores; son usados en ésta historia sin fin de lucro.
(Resumen)
Yuuri despierta un día y se da cuenta de que Wolfram nunca existió.
Capítulo 1
El mundano acto de despertar nunca antes le había causado tanta confusión y la abrumadora sensación de que algo estaba mal, pero su mente, aletargada por el sueño, no lograba descifrar de qué se trataba.
Las cortinas de tela gruesa y púrpura del balcón al otro lado de la habitación estaban descorridas y el fresco aire matinal, acompañado de la mortecina luz blanca del amanecer, entraba a la recámara sin culpa o reparos, serpenteando hasta llegar al filo de la cama. Yuuri observó un halo de luz clara durante largos segundos, sin saber qué era en realidad.
Su cerebro estaba embotado y, durante un siniestro segundo, se preguntó si era suyo en verdad —si los trasplantes de cabeza ya eran una realidad, quizás alguien se había tomado la libertad de colocar su cerebro (con todo y cráneo aún alrededor de él) en el cuerpo de alguien más… o al revés—: de alguna manera, pensar eso lo tranquilizó; el hecho de poder pensar estupideces significaba que su mente estaba comenzando a funcionar con normalidad —y no se trataba de que Yuuri fuera tonto, no, simplemente era un hombre de veintitrés años y, a diferencia de opiniones populares, a los veintitrés años las personas aún tienen derecho a ser estúpidas… al menos dentro de sus cabezas, lo estipula la constitución—.
Poco a poco, intentó recuperar el control de sí mismo, empezando por comprobar si sus extremidades se encontraban donde se suponía debían estar —empezando por su cabeza, que movió de lado a lado, como una oruga, sobre la funda de seda de su almohada—. Flexionó dedos de manos y pies y percibió una sensación de adormecimiento, pero los sintió: eso era lo importante. Pellizcó sus muslos — ¡auch! — y se arañó las palmas de las manos —sólo para no quedarse con la impresión de no haber hecho algo—.
Todo estaba ahí, desde la despeinada mopa de cabello negro sobre su cabeza hasta los milímetros extras en las descuidadas uñas de sus manos, entonces, ¿de dónde venía esa desesperante sensación de carencia?
Cerró los ojos un momento, abrió la boca y se llenó los pulmones con el gélido aire de la mañana, pero se sintió como si respirara partículas artificiales. Hizo una mueca de desagrado. Ya había comprobado que todo en su cuerpo estaba en orden, el techo sobre su cama sin dosel seguía siendo el mismo que veía todos los días al despertar en Shin Makoku, incluso estaba seguro de que, si daba media vuelta, se encontraría con la típica boca abierta de un Wolfram dormido, haciendo esos ruiditos extraños que le recordaban a un pez fuera del agua… y tal vez la respuesta estaba en Wolfram: despertarlo con una sacudida en el hombro y recibir a cambio un puño en la mandíbula que pondría todas sus ideas en orden de una buena vez.
Yuuri giró sobre su costado, esperando encontrarse con la imagen ya tan conocida de Wolfram durmiendo a su lado, pero recibió un golpe de realidad cuando se percató de que el espacio en la cama junto a él estaba vacío y tenía aspecto de que nadie había pasado la noche ahí.
Bien, quizá de ahí venía toda esa sensación de extrañeza que había estado percibiendo: en siete años, se había acostumbrado a que Wolfram —y a veces Greta— durmiera en su habitación, por ende, también se había acostumbrado a las patadas y codazos que éste le daba durante el sueño y a los ruiditos extraños que solía hacer. Las pocas ocasiones en las que Wolfram había dormido en su propia habitación y no en la de Yuuri, bien, sí, también le habían provocado cierto malestar, por la fuerza de la costumbre y todo eso —Yuuri se había propuesto no ser uno de esos novios encimosos que querían estar sobre su pareja todo el tiempo, respirándoles en el cuello… Wolfram sí esa de esos, pero no por celos, sino porque parecía tener un fetiche lobuno… con el que Yuuri estaba de acuerdo, así que ninguno salía perdiendo—.
Suspiró y, con un movimiento fluido del brazo, hizo las cobijas a un lado para salir de la cama. En cuanto apoyó el peso de su cuerpo en las plantas de sus pies descalzos, sintió las piernas de gelatina, como si no las hubiera usado en semanas. ¿Cabía la posibilidad de que se hubiera relajado demasiado al tener una cama gigante sólo para él? No, no creía que la languidez de su cuerpo se debiera a eso.
Intentó mantener el equilibrio al caminar por la habitación sujetándose del poste de la cama, de su armario y el tocador. Tal vez cuando avanzara unos cuantos metros recuperaría la movilidad total y correcta de sus miembros —y esperaba que así fuera, porque ya había tenido toda una adolescencia de hacer el ridículo en ShinMa y no quería más episodios de esos en su adultez—.
Masajeándose la frente, anduvo aletargado por los largos corredores de piedra del Pacto de Sangre hasta que, al intentar dar media vuelta para enfilar otro pasillo, impactó de frente con otra persona. Estuvo a punto de irse de espaldas, pero una mano segura y firme en su hombro lo detuvo a tiempo. Levantó la mirada y se encontró con una pequeña sonrisa en labios de Conrad.
— ¿No dormiste bien? —preguntó el hombre de cabello castaño ribeteado de plateado—. Tienes unas ojeras increíbles.
Yuuri se sintió avergonzado y negó con la cabeza: lo último que necesitaba era hablar con Conrad de su malestar y hacerlo pensar que se sentía mal físicamente. Eso quizá los llevaría a realizarle una visita a Gisela y, si Yuuri tenía que ver a su padrino coqueteando con la mujer —fallidamente— una vez más, vomitaría un poco dentro de su boca —Wolfram y él habían apostado, Wolfram en contra de Conrad y Yuuri, a favor, pero, hasta el momento, Wolfram estaba ganando: ellos se casarían antes de que Conrad consiguiera algo con Gisela—.
—No es eso —respondió, mirando a Conrad a los ojos—. Estoy bien. Por cierto, ¿has visto a Wolf?
Conrad enarcó una ceja. Su boca se convirtió en una línea perfecta.
— ¿Wolf? —preguntó, dando la impresión de que la palabra sonaba ajena a sus oídos.
Yuuri ladeó la cabeza.
—…Wolfram —completó, encogiéndose de hombros.
Conrad lo miró seriamente durante largos segundos —demasiado largos para la salud mental de Yuuri— y luego negó con la cabeza lentamente.
—Me temo que no sé de quién estás hablando —dijo el hombre del uniforme color arena, sin inmutarse.
Yuuri se sintió como si acabaran de darle un golpe en el hígado. El aliento escapó de sus pulmones y una sensación cálidamente inquietante comenzó a resbalar desde su nuca hasta su espalda baja. Un estremecimiento acompañó a todas esas sensaciones en su cuerpo. Aun así, se las arregló para sonreír. Un poco.
—Deja de jugar, ¿quieres? No durmió en mi habitación anoche, pero no me avisó antes. Sólo quiero saber si está bien. No fue a ninguna tonta misión sin decirme o algo así, ¿verdad? Detesto que haga eso —comentó, hablando demasiado rápido y con un timbre de voz agudo que no sonaba como su voz habitual.
El rostro de Conrad se descompuso un poco.
— ¿En tu hab…? —preguntó con un hilo de voz. Después, respiró profundo, recuperando el control de sí. Adoptó una postura más firme, casi marcial, con los brazos a ambos lados de su cuerpo, totalmente rígidos. Yuuri frunció el ceño—. Su alteza, ¿hay algo que deba decirme? ¿Ha estado viendo a alguien del palacio en secreto sin que nosotros lo sepamos?
Yuuri, que no era fanático de la violencia, quiso golpearlo en la nariz con el puño cerrado. Dio un paso hacia atrás y observó a Conrad con el ceño fruncido.
— ¡Sí! ¡A tu hermano! —exclamó, elevando la voz más de lo necesario y haciendo aspavientos con los brazos. El rostro de Conrad se contorsionó de una manera que hubiera resultado graciosa en una situación diferente—. ¡Y tú lo sabes a la perfección, así que deja de fingir demencia!
Ahora, Conrad tenía una sincera expresión de disgusto y desaprobación en la cara.
— ¿A mi hermano? —Inquirió, hablando como si esas tres palabras lo repelieran de manera natural—. ¿Gwendal?
Yuuri se quedó en blanco un instante. Luego, arremetió contra Conrad, sujetando sus hombros con fuerza.
— ¡Wolfram! —repitió—. ¡Mide lo mismo que yo, tiene cabello rubio, ojos verdes y esa maldita expresión de superioridad en su cara! ¡Wolfram, tu hermano menor! ¿A qué demonios estás jugando?
Fue el turno de Conrad de colocar las manos en los hombros de Yuuri, más para darle soporte que para alejarlo de su espacio personal. Frunció el ceño y luego respiró profundo. Después, se dispuso a hablar y Yuuri adivinó, un segundo antes de escucharlo, que no tenía nada bueno que decir:
—Su majestad —esas dos palabras, dirigidas a Yuuri, significaban que lo iban a tratar más como un niño que como a un rey—, Yuuri, yo no tengo un hermano menor. Toda mi vida hemos sido sólo Gwendal y yo. Tú lo sabes y, ciertamente, no conozco a nadie llamado Wolfram ni he visto a alguien con la descripción que me has dado… a excepción de mi madre, pero ella… bien… —se encogió de hombros.
Una de sus manos sujetó con firmeza el brazo de Yuuri, que se sentía como si la materia de su cuerpo hubiera cambiado de la carne al cartón. Conrad lo hizo caminar por el corredor y luego hacia una fila de empinadas escaleras: una parte de la cabeza de Yuuri sabía que se dirigían a donde se encontraba Gisela, pero en ese momento no podía importarle menos.
— ¿Estás jugando, cierto? —se las arregló para preguntar. Estaba temblando de pies a cabeza, como una hoja movida por el viento a punto de caer de su rama—. No me parece divertido. Ya basta. ¿Dónde está Wolfram? —preguntó de nuevo, esperando una respuesta más satisfactoria.
El rostro de Conrad estaba pálido. Yuuri nunca lo había visto así.
—Yuuri, ¿estás seguro de que te sientes bien? ¿Pasó algo extraño durante la noche que deba saber? ¿Te has encontrado con algún desconocido últimamente? —quiso saber, aprehensivo.
— ¿Dónde está Wolfram?
Conrad guardó silencio el resto del camino.
Yuuri siguió haciendo la misma pregunta, una y otra vez.
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