Disclaimer: Santa Meyer los cria y ellos se juntan. Yo solo me encargo de enredarles un poco.
Dedicatoria: Estos pequeños trozos son tambien una parte de Love asks blood y de toda la saga de haunting shadows en general. Estos pequeños trozos, por desgracia, no pueden ser incluidos en la historia principal debido a que la longitud de esta no lo permitía, y creo que se podían prescindir de ellos. Pero no por esa causa, merecen que se queden en el olvido. Y como ya lo he hecho con when the stars go blue, quiero que las personas que habeis leido, capitulo a capitulo esta historia, que tengais un pequeño recuerdo y leiais lo que no pudo ser, pero que merece ser leido. Habra de todo un poco, de todas las longitudes y todas las tematicas, todo referente a este fic. Por ahora, solo habrá de love asks blood at first, pero de seguro que siempre habra trozos inolvidables de toda la saga en general. Con estos drabbles o viñetas, os estoy diciendo gracias por leerme (aunque los comentarios esten bajando un poco, pero bueno). Espero que nos volvamos a ver en House of wolves. Dentro de una semana, colgaré el proximo capitulo de love asks blood. Os prometo bastante emocion. Pero por ahora, espero que disfruteis con las pequeñas partes perdidas.
Muchas, gracias:
Maggie^^
~*~
Bloody Days
Si ahora me encontraba tumbada en el sofá, con una manta y las piernas sobre el frío cuerpo de Edward mientras lloriqueaba viendo una estúpida película de amores imposibles, era porque me tocaba esa fracción de mes en donde preguntabas al karma que habías hecho para ser mujer y merecerte esto.
Me sonaba los mocos y me secaba las estúpidas lágrimas a la par que la protagonista le decía al chico que se alejase de ella; ella no le amaba; solo se había divertido a su costa. El chico, de forma patética, le suplicaba que le diese una oportunidad y bla, bla, bla…
¡Era tan tonto! Yo me conocía el final de esa película. Ella estaba gravemente enferma y no quería que su gran amor la viese en su deterioro. Quería que éste le recordase como la belleza que era ahora y que la tisis se llevara.
¿Y todo ese sufrimiento para qué? Supuse que sería para rellenar metraje. Estaba claro que ella moriría en sus brazos después de retractarse y le confesase cuanto lo amaba.
Y aun así, yo sollozaba como un bebé.
Edward, pellizcándose la nariz y resoplando, me daba pequeños golpecitos de ánimo en el muslo. Parecía que el paso del tiempo, le había suavizado el carácter, y había hecho un pacto con su paciencia y mi naturaleza humana.
—Y bueno, esto del periodo, exactamente… ¿cuánto te dura exactamente?, ¿se puede hacer algo para evitarlo?...Ya sabes, ¿no te puedes poner un tapón para dejar de sangrar?
Resoplé a la par que mis ojos, doloridos y llorosos, intentaban fijarse en las figuras y colores de la televisión.
¡Vale!, tendría que darle tiempo. Su paciencia y su sensibilidad por los temas femeninos no podían llegar a la vez.
No sabría decir que si era una suerte o desgracia, no sufría sola este tormento denominado menstruación. Un miembro de aquella casa, el más inesperado, me acompañaba en mi calvario.
Jasper se encontraba tumbado boca arriba en el otro sofá, con la cabeza entre las piernas de Alice, tapado hasta el cuello y sollozando y gimiendo mientras Alice le intentaba consolar.
Una punzada de dolor se manifestó en mi bajo vientre y siseé.
—¡Oh, mierda!—Me quejé.
—¡Oh, mierda!—Rugió Jasper dejándonos helados en el sitio.— ¡Esto duele mucho! ¡Es insoportable! ¡Voy a morirme!
Alice, resignada, se limitó a darle pequeños golpes en la mano, a modo de ánimo:
—¡Oh, cariño!—Se puso melosa.—Esto no es nada para un chico sureño grandote y fuerte como tú. Dentro de dos días, se te habrá pasado.
Jasper se limitó a mover la cabeza, negando la evidencia.
—Yo de ésta no salgo—sollozó.— ¡Que alguien me traiga unas tenazas! ¡Voy a arrancarme los ovarios!
¡Pero que poco aguante tenía el chico!...
Yo llevaba desde los doce años con esta cruz y él, tan solo, tres meses.
—¡Mejor aun!—Me miró peligrosamente sintiendo escalofríos debido a sus ojos negros fijos sobre mí,— arranquémoselos a ella.
Quité los pies de las piernas de Edward, y rápidamente, me agazapé en una esquina del sofá cubriendo todo mi cuerpo con los brazos, y vigilando por el rabillo del ojo cada uno de sus movimientos.
Pero lo único que Jasper hacía era doblarse ante el dolor menstrual mientras Alice le animaba.
Volví la cabeza y me encontré con Edward sonriéndome de manera siniestra.
—Pues eso de castrarte no me parece tan mala idea—le brillaron los ojos peligrosamente.— ¿Acaso los humanos no lo hacen con sus animales de compañía para evitar disgustos?
Un escalofrío recorrió mi espalda. Luego recordé que tenía a "Amaterasu" en mi cuarto.
Me acerqué a él, hasta que nuestros rostros se quedaron a escasos centímetros el uno del otro, y nuestros alientos se fundían. Intenté respirar lo menos posible para no aspirar su dulce olor y que no me aturdiese.
Imité su sonrisa, de manera patética, y le susurré calculando bien mis palabras:
—¿Sabes, Edward, a lo que me recuerda el dolor de la menstruación femenina?—Le desafié.
—¿A qué, Isabella?—Inquirió en el mismo tono desafiante que yo.
—Pues a que te corten en trocitos con una katana afilada y luego tengas que regenerarte. A mí nunca me ha pasado eso, pero creo que a ti sí—sonreí triunfalmente.—Si quieres, yo me ofrezco a cortarte en rodajas una vez al mes, y así sabrás como me siento yo…y bueno, Jasper, en esta etapa del mes.
Rápidamente, Edward se colocó en el reposabrazos del sofá, acuclillado y con el ceño fruncido.
—No, gracias—silbó y fingió mirar la pantalla ignorándome por completo.
Me senté en el sofá, algo más eufórica, y con menos molestias. Aunque empezaba a pensar que el dolor de mis menstruaciones se debía más al efecto doppler que tenía Jasper y como la sentía y transmitía que a mi propio cuerpo…
…¡En, fin! Se trataba de los hombres. Tenía que admitir que la naturaleza era sabia y por alguna razón nos había tocado a nosotras todo el proceso de concepción y nacimiento. Si hubiera sido un hombre, nos hubiésemos extinguido en el comienzo de los tiempos.
Jasper no paraba de sollozar y de quejarse. Me fijé en Edward, y aun intentándose concentrar en la película, la vena de su sien le empezaba a palpitar y su cuerpo temblaba debido a los pequeños rugidos que estaba emitiendo.
Tenía que darle la razón; Jasper empezaba a ser bastante cargante con este tema.
—¡Alice, mira!—Se levantó la camiseta y le señaló algo en su pecho—¿Lo ves? ¡Mira como tengo los pezones de inflamados!
Alice los rozó levemente y Jasper empezó a quejarse con fuerza.
—¡Con cuidado, Alice! ¡Que están muy sensibles!
Edward se pellizcó el puente de la nariz y resopló con fuerzas:
—Jasper—moduló su voz para intentar mantener la calma que empezaba a perder,—si te pones así por una moderada subida de estrógenos, seguro que tendrás un embarazo psicológico cuando algún adolescente alocado nos la deje embarazada—me señaló ignorando mis protestas.
Jasper se puso las manos sobre su rostro y empezó a balbucear:
—¡No, no, no! ¿Te imaginas algo tan horrible? ¡Me pondré feo y gordo! ¡Y me saldrán estrías!
Puse los ojos en blanco. Definitivamente, la sabia madre naturaleza era mujer.
Alice le cogió la mano y la estrechó entre las suyas:
—Jazz, eso no va a pasar nunca. Por desgracia, nunca veremos a un pequeño Eddie paseando por los pasillos…
—¡Alice!—Gritó Edward a modo de advertencia mientras yo me ponía roja.— ¡Ni una palabra más!
Alice miró al techo tomando una bocanada de aire. Estiró los labios para después rectificar el gesto y ponerlos a modo de morritos.
¿Qué estaría viendo?
—¡Alice!—Gritó Edward escandalizado.
Ésta se limitó a encogerse de hombros:
—¿Qué?—Preguntó inocentemente.—Tú no puedes controlar mis visiones.
Antes de que las cosas llegasen a mayores, oímos la puerta de la entrada abrirse y me concentré en los pasos que se estrellaban en el suelo.
—Chicos, ya estamos en casa—nos anunció Esme. Podía oír como crujían las bolsas en contacto con su ropa.
Ella y Carlisle aparecieron con una sonrisa radiante y un montón de bolsas de supermercado.
—¿Cómo están los enfermos?—Inquirió Carlisle acercándose a nosotros.
—Sobreviviré—admití a pesar de los aguijonazos que sentía en mi vientre.
—Bueno—me examinó Carlisle,—se trata de un pequeño subidón hormonal. En un par de días, ya se habrá pasado todo.
—¡Eso es muy fácil de decir para ti!—Protestó Jasper al borde de un ataque de nervios,—¡Pero aquí el que lo sufre una vez al mes, soy yo!
Carlisle empleó todos sus esfuerzos en no reírse y se volvió hacia Jasper, le informó con voz metódica y profesional:
—Jasper, lo único que te puedo decir es que necesitas tiempo para irte acostumbrando a los cambios hormonales de una humana. Y más cuando ésta es una adolescente. Tranquilízate, hijo, te acabarás acostumbrando.
—¿Mientras?—Inquirió impaciente.
Carlisle enseñó la bolsa del supermercado.
Edward movió la cabeza de forma nerviosa:
—No puedes estar hablando en serio—movió sus labios en un gesto de asco.— ¡Carlisle! ¿No tienes otra idea mejor para solucionar esto? ¿Para qué demonios te sirven casi trescientos años de estudio de la medicina?
Carlisle ignoró las protestas de Edward y nos entregó a Jasper y a mí una bolsa.
Vi el contenido de la bolsa y se me iluminaron los ojos. Todas las variedades posibles de chocolate… ¡Hum!...Mi cuerpo me lo pedía urgentemente.
…Pero, ¿Jasper?
Nos quedamos alucinados mientras Carlisle le entregaba una bolsa igual a Jasper, que la miraba de manera resignada.
—Mientras pasas el proceso de adaptación, tendremos que atender las necesidades más psicológicas. Como a Bella le apetece comer chocolate, pues te apetecerá comer chocolate. Así que no te quedes con las ganas; aquí tienes todas las clases de estos.
Como si se tratase de un suplicio, Jasper eligió una barra de chocolate con avellanas y la abrió lentamente. La miró con aprensión, y suspirando con fuerzas, se la acercó a la boca y dio un pequeño bocado.
Alice retiró la mirada, totalmente asqueada, y Edward se puso las manos en el estómago como si estuviese viendo a un humano comiéndose un puñado de gusanos. Incluso Esme arrugó la nariz en gesto de desaprobación.
La tableta que había cogido me empezaba a saber amarga. ¿Qué sustancias nocivas tendría el chocolate para que los vampiros lo evitasen?
Jasper tragó rápidamente su bocado y siseó con fuerzas.
—¿Te sientes mejor, hijo?—Preguntó Carlisle como si se estuviese tomando un jarabe para la tos.
—Esto es patético—se lamentó.— ¿Cómo he podido caer tan bajo?... ¿No hay barritas de chocolate rellenas de sangre?
