Remansos de paz.

Capítulo 1: Ecos del pasado.

"Contra un momento perfecto, los siglos golpean en vano".
Wen, Ladrón de tiempo, Terry Pratchet.

Era como una caricia. Una fricción abrasadora y feroz que lo envolvía todo, sin embargo, con suavidad, desprendiendo suspiros silenciosos de viento que entretejían ambas manos, mientras alrededor de ambos fluía un ligero remolino electrizante cargado con el chakra de Gaara.

Naruto lo miró fijamente, sin saber qué decir. Después de todo él era el Kazekage de Suna, mientras que Naruto ni siquiera había alcanzado el grado de chuunin. Ojos aguamarina se centraron en ojos azul cielo. No hubo más, no era necesario.

La escena se repetía en el cerebro de Kakashi una y otra vez mientras yacía en el espartano cuarto del hospital, el chakra agotado y los músculos del cuerpo protestando con debilidad e ignorando soberanamente cualquier intento de incorporarse que quisiera hacer por voluntad propia.

Y aunque no era poco común que recorriera una y otra vez los detalles de una misión, tampoco era común que sucediera después de tanto tiempo, como ahora, después de una noche tan... apasionada, por decir algo.

– Kakashi –musitó la mujer, recorriendo con los dedos el torso desnudo.
– ¿Mmm? –replicó él, atrayéndola hacia sí, depositando un beso sobre la coronilla.
– Estás más distraído de lo normal –afirmó en un tono bajo, en cuyos acordes se podía percibir la sonrisa.
– Maa, me levantas falsos –contestó él, en el mismo tono y, para certificar la protesta, estrechó aún más su cuerpo y le plantó otro beso, ahora sobre la frente.
– Tal vez deberías hablar con alguien al respecto. –Afirmó ella, dibujando con un dedo el labio superior del shinobi.

Kakashi sonrió y, juguetonamente, rodó hacia un lado para posar su cuerpo sobre el de ella; la mujer dejó escapar una risita, que fue ahogada por los labios de Kakashi.

– Hablar no es mi fuerte –repuso él, separando sus labios, la sonrisa aún en la voz.
– ¿En serio?

Un ruido en la ventana les llamó la atención, eran las 2 de la mañana, según pudieron constatar echándole un vistazo a los números que parpadeaban en medio de la oscuridad, plateada por los tímidos rayos de la luna llena. El halcón blanco de la Quinta anunciaba su presencia trepado sobre el alféizar de la ventana. Ambos se miraron.

– ¿Tú o yo? –preguntaron al mismo tiempo, desenredando los cuerpos.

La mujer se levantó de la cama, se cubrió con una sábana y abrió la ventana, el ave inclinó el pico hacia ella, desató de una de las patas el pergamino que indicaba una inequívoca convocación. Encogió los hombros y, suspirando, fue a darse una rápida ducha. Kakashi la siguió con la vista.

Acodado sobre la cama, observó silencioso el familiar ritual de vestido: el ajuste del body, el deslizar de la máscara integrada que dejaba al descubierto sólo los ojos; vio las calzas semi–holgadas ser sujetadas con firmeza por medio de vendas; el ajustar de placas pectorales y de antebrazos; el colocar de las protecciones de rodillas y espinillas; la vio trenzar el largo cabello, cubrirlo y anudarlo firmemente con la tela del hitai-ate; asegurar katana y ninjatō para, finalmente, deslizar la máscara de porcelana sobre el rostro.

– Nos vemos Kakashi –dijo saltando desde la ventana– no mueras.
– No mueras Chita –respondió ausente, dejándose caer en la cama, sin poder evitar mirar con algo de desconcierto el espacio que ella dejara vacante.

Ella tenía una forma muy curiosa de atar el hitai-ate, pensó distraído, cubría frente y cabeza y luego, con las puntas, ataba el nacimiento de la trenza en un moño que era lo único que delataba un ligero toque femenino en una vestimenta guerrera, también pensó que era experta en kenjutsu, el mismo arte en que su finada madre lo había sido.

La marca general de todas sus relaciones "amorosas" era usualmente un ligero desapego, pero, el hecho de encontrar que estaba pensando en ese vacío de la cama o en el estilo peculiar de atar el accesorio ninja, e incluso relacionar la especialidad de su amante con la de su madre comenzó a encender una molesta alarma subconsciente.

"¿Desapego?... ajá..."

Quería a su pareja, la deseaba, era inteligente, discreta y peligrosa, el ANBU más veloz entre todo el equipo de asesinos, él incluido, vista aguda y rapidez extremas que hacían que la mayoría de las misiones que los Hokage al mando le asignaran fueran, ya la entrega de importantes pergaminos o un asesinato que tenía que realizarse en misión encubierta. Su apariencia normal contribuía a ello.

Hoy le había dejado entrever su preocupación por él, muy a su manera, pero era algo que no solía hacer; no pudo evitar preguntarse si tal vez habían comenzado a cruzar la línea, "¿hablar?, ¿con quién?" Hablar no era su fuerte a pesar de lo que Tenzô pensara; por lo general la gente interpretaba de manera errónea lo que él quería decir y aunque ello se prestaba a que pudiera atormentar a sus interlocutores, no dejaba de sentir una especie de frustración al respecto.

– No no no no no. No pienso seguir ese tren de pensamientos, –afirmó en voz alta, regañándose a sí mismo y cerrando la mente con obstinación en un esfuerzo voluntario.

El despertador sonó con un molesto y monótono "bip–bip" y Kakashi extendió la mano para apagarlo. Se incorporó, estirándose y espantando las telarañas de sueño que insistían en mantenerle unidos los párpados. Tomó una ducha rápida, se vistió perezosamente con el equipo normal y se sirvió un tazón de cereal con leche, pensando que tal vez almorzaría algo a media mañana.

Caminó con la nariz enterrada en Violencia Icha Icha mientras se dirigía a la piedra conmemorativa. Se detuvo enfrente, inclinando la cabeza en signo de respeto.

– Me dijo anoche que debía hablar con alguien, pero aún no sé qué es lo que tengo que decir, sólo vine a saludarte, no te olvido Óbito, ni a ti, Azuma. –Musitó ante la piedra, recorriendo con la yema de los dedos los nombres grabados. Era casi como tocar las presencias de los amigos perdidos, demasiados ya.

Minato le había dicho poco después de la muerte de Óbito, ante ese mismo monumento, que no era saludable que pasara tanto tiempo lamentando el pasado. "Los errores nos ayudan a aprender, Kakashi, y estoy seguro que tú has aprendido, y no sólo a llegar tarde". Asuma lo había hecho casi con las mismas palabras.

No podía decir que estaba solo todo el tiempo, Óbito estaba con él siempre, físicamente, en ese ojo que evolucionaba por sí mismo, aunque no tan rápidamente como lo haría en un auténtico heredero del clan Uchiha; no obstante, no sólo era un ojo que le daba el poder de ver mucho más que un simple ojo con un Sharingan o aprender técnicas nuevas que su extraordinario talento propio podía utilizar a voluntad, eso no tenía importancia, lo importante era lo intangible, la presencia de Óbito ligándolos más allá de la vida, afirmando con ese legado su existencia, y con él, la existencia misma de Kakashi.

La soledad es un estado de ánimo.

Sunagakure, un mes después.
Gaara miró por el amplio ventanal de la torre Kazekage. El paisaje, similar hacia donde él volviera la vista, consistía en una firme serie de construcciones en domo que coronaban las moradas de los habitantes de la vasta aldea, una de las más poderosas de las cinco naciones ninja.

Un conglomerado habitacional que había permanecido intacto gracias a él, pero no podía darse el lujo de regodearse en semejante hecho.

Ser el Kazekage podía significar ser el shinobi más poderoso de una aldea ninja, pero no implicaba de manera indiscutible el causar en sus vecinos o adversarios un temor reverente a su presencia, independientemente de las extrañas ideas que tenían sus gobernados; en el sentido político ser el Kazekage sólo significaba que alguien había accedido a un poder semejante al del señor feudal de la nación.

No se engañaba. El equilibrio de poder, que Suna había mantenido a través de tratados de paz y la, en otros tiempos, posesión del Ichibi, ahora se había roto; nada impedía que cualquiera de los países vecinos aprovechara la circunstancia para invadir Suna o destruirla, en el peor de los escenarios. A pesar de ello, el Kazekage, aparte de figura política, seguía siendo un arma mortal.

Las aldeas ninja mantenían una frágil armonía, dividiéndose las labores que por indolencia o falta de agallas se negaban a hacer, tanto los habitantes como los señores de cada país, comisionando las tareas normales o sucias a quien quisiera hacerlas por un precio que gustosamente pagaban con tal de deshacerse de semejantes incordios. Y era una tarea bastante agotadora el mantener un número constante de shinobis con todo lo que implicaba: los gastos de sueldos, equipamiento, pertrechos y demás cosas relacionadas con ello. Era como dirigir una nación dentro de otra, teniendo que apegarse a los lineamientos establecidos por el señor feudal mientras, al mismo tiempo, trataba de mantener un estándar de vida estable con los ingresos obtenidos por los quehaceres indeseados de otros.

Con las actuales condiciones políticas, el viento traía el olor a guerra, puesto que a Akatsuki, según sus informes, tan sólo le faltaba conseguir el Hachibi y el Kyūbi; era más que probable que comenzaran tiempos violentos.

Presionó el pulgar y el índice sobre su puente nasal, ahuyentando una migraña que amenazaba caerle como plomo. fundiendo a su paso las indefensas sinapsis en rango de daño.

"Y pensar que Naruto quiere ser Hokage… tal vez debería tener una o dos palabras con él, quizá cambiaría de parecer."

Naruto probablemente pensaba en el puesto de Hokage en términos de batallas épicas para salvar la vida de los aldeanos... en lugar de toneladas de papeles en qué estampar el sello oficial o tener que preocuparse de los pertrechos de cada misión, desde el entrenamiento de pequeños monstruos deseosos de ser ninja, hasta la tediosa tarea de supervisar todos y cada uno de los miembros que pudieran ser compatibles y aptos para cada estúpida misión para la que eran solicitados sus servicios.

No, definitivamente la vida de un Kage no era un mar de rosas. Más bien era una tortura burocrática que había sido estructurada para satisfacer la necesidad feudal de control, uno frágil, siendo como eran, la fuerza militar del país.

Y tampoco se engañaba en ese sentido. Tanto Konohagakure como Sunagakure, al ser dos de las aldeas ninja "ocultas" más poderosas y las que se repartían el mayor número de misiones variopintas, eran a su vez, blanco de las otras y no sólo para jugar a la guerra, sino por el simple y absurdo hecho de que todas, sin excepción, deseaban acaparar el mayor número de misiones para mantener su estilo de vida. No, la vida de Kage no era fácil.

Dentro de toda la mala fortuna, la única bendición que Gaara aceptaba graciosamente, era la de poder dormir. Sin el Ichibi, que mantenía insomne al jinchūriki fue capaz, finalmente, de conciliar el sueño. Y si bien descubrir el enorme placer de desconectarse de la cotidianidad le traía paz momentánea, aún le era difícil dormir por varias horas seguidas.

Era arduo desprenderse del hábito del terror, del miedo visceral de que su conciencia desapareciera tragada por el demonio interno, y también era difícil aceptar el tener que depender de otros para que velaran por esas escasas horas de sueño. Kankuro y Temari, sin embargo, tomaban turnos para velar por él, diciéndole que él siempre lo había hecho por ellos. Era cierto, Gaara permanecía alerta cuando iban en misiones, pero esa afirmación, cuando la escuchó por primera vez, le hizo sentir una emoción diferente. Se dio cuenta de que el miedo había desaparecido de las expresiones faciales de sus hermanos, siendo sustituido por un, últimamente bastante desarrollado, instinto protector hacia él.

Se dirigió a sus estancias, los dos asesinos que guardaban la puerta reconocieron su presencia con una ligera inclinación de cabeza; se deshizo del ropaje oficial y se recostó en la cama, esperando con paciencia que el sueño llegara a su realidad. El último pensamiento consciente que tuvo fue que dormir era semejante a la muerte, a esa muerte que había vivido hacía poco tiempo.

Voces ahogadas por la cualidad algodonosa del sueño hicieron que Gaara abriera los ojos casi al instante, se incorporó aguzando el oído, esforzándose en aclarar los sonidos provenientes de las pesadas puertas que separaban su habitación, probablemente era Kankuro, llegando a relevar la guardia. Se dejó caer en la cama, tratando de regresar a la inconciencia. En lugar de ello, se encontró mirando la cara de su hermano.

– Gaara, se requiere tu presencia –afirmó nervioso, sin proveer más explicaciones a su irrupción en el aposento.

Gaara no solicitó ninguna, se levantó, se echó encima la túnica de su rango y se encaminó, seguido por Kankuro y los dos asesinos hacia el complejo administrativo de la torre central. Los pasillos se iban iluminando a su paso, y pudo darse cuenta de lo inusual de que la torre en sí, se encontrara casi totalmente iluminada. Se detuvo en la antesala.

Ante él se encontraba Sai, sosteniendo a Temari por la cintura, un brazo de ella afianzado con esfuerzo sobre los hombros del shinobi. Gaara abrió mucho los ojos al ver que el otro brazo de su hermana presionaba un vendaje a la altura del abdomen, mismo que comenzaba a empaparse de sangre. Volvió la vista hacia Sai.

– Informe –dijo Gaara.
– Kazekage-sama –Sai inclinó la cabeza en saludo– fuimos emboscados por ninjas del Agua. Temari-san pidió que se le trajera inmediatamente a su presencia, el capitán Yamato está en el hospital –terminó Sai, inseguro sobre dar toda la información.

Gaara hizo un vago ademán y la habitación se vació, excepto por Baki y Kankuro; sabía que ni Sai ni su hermana iban a hablar estando los guardias y demás shinobis rodeándolos. La pálida piel de Sai mostraba en su atuendo y en todas las partes expuestas las marcas de una dura batalla. Evitó sacar conjeturas y esperó que alguno de los dos comenzara la explicación.

Temari se aferró con más fuerza a Sai, jalando una profunda y penosa inhalación a sus pulmones. Sai la miró, el ceño fruncido, interrogante, ella posó sus hermosos ojos verdes en los de él y movió la cabeza. Sai sólo asintió y afianzó más el soporte de la joven.

– Temari, ¿qué sucedió? –preguntó Gaara que comenzaba a perder la paciencia.

La misión en conjunto con Konoha era de rango "S", implicaba un asesinato, el rescate de un pergamino y la escolta del asesino, la cuarta persona que Sai había omitido mencionar. Baki y él personalmente, se habían encargado de los detalles diplomáticos del plan, ya que Konoha se encargaría de realizar las dos primeras fases, mientras que en la última, Temari completaría el equipo, manejando los delicados hilos que exigía la política sin que se iniciase una guerra por violación de fronteras, ya que su conocimiento de la zona era mayor. Dos luchadores de largo alcance: Sai y Temari y uno de corto-mediano que, por su experiencia, fungiría como capitán: Yamato.

– No lo sabemos a ciencia cierta Gaara –afirmó la kunoichi mirando a su hermano con una disculpa en los ojos– tenemos el pergamino –Sai, con su mano libre, extrajo de su mochila un estuche cilíndrico y se lo entregó al Kazekage, que lo tomó sin prestarle atención– y hasta donde sabemos, Chita-san eliminó el objetivo. La... la tercera parte es la que falló –terminó ella avergonzada. Era evidente que hablar le causaba un gran sufrimiento, pero también era obvio que estaba dispuesta a aceptar la culpa por el fracaso.
– ¿Chita-san? –preguntó Gaara.
– Aún vive, pero apenas –contestó Temari, haciendo un esfuerzo por mantenerse estoica a pesar del dolor físico y el llanto que amenazaba desbordar sus ojos.
– Sai-san, llévala al hospital. Temari, espero el informe completo mañana a primera hora. Baki...
– ¿Sí, Kazekage-sama?
– Envía al interrogador con Chita-san para confirmar o negar el asesinato, en cuanto tengas la respuesta envía a Takamaru a Konoha informando los resultados de la misión.
– Kazekage-sama... –comenzó Sai, los ojos muy abiertos y una expresión preocupada en el rostro, normalmente estoico– el estado de Chita-san...
– No te preocupes Sai-san, Yamanaka Inoichi entrenó personalmente al cuerpo de interrogadores, y auque no tienen esa barrera de sangre en específico, tienen habilidades similares, la técnica es... diferente a las de Ibiki-san. –Intervino Baki con delicadeza.

Sin esperar más explicaciones Sai utilizó su técnica y salió volando sobre una de sus bestias por el ventanal, con Temari en brazos, ella estaba demasiado cansada y con mucho dolor como para protestar por ser sostenida de esa manera, pensando vagamente en que así se cargaba a las novias, no a un compañero guerrero herido.

Konoha.
– Tsunade-sama.
– Shizune. –Contestó la sannin en reconocimiento, levantando la vista de los papeles que estaba revisando.
– Confirmación del éxito de la misión en el país del Rayo. Pero... Chita-san.

El rostro de Tsunade se crispó al instante; Shizune pareció encogerse ante las llamas que parecían arder en los ojos de la Hokage y aunque ese peligro no estaba dirigido hacia ella, no pudo evitar ese estremecimiento en la piel.

– ¿Qué sucede con ella? –preguntó Tsunade puntuando cada palabra.
– Está gravemente herida, es posible que no sobreviva –contestó Shizune con rapidez– el capitán Yamato y Sai-kun ya emprendieron el regreso, estarán aquí a primeras horas del día de mañana, Sai-kun está utilizando su técnica para avanzar más rápidamente; por la gravedad de las lesiones de Chita-san, Yamato-san decidió que permaneciera en Suna bajo tratamiento médico.

Tsunade se oprimió el puente nasal. "De todas las complicaciones posibles" pensó, no podía darse el lujo de perder a Chita, y no sólo por su valor de guerrero, sino por la importancia que esa mujer tenía en la vida de una de las personas que Tsunade más amaba después de Jiraiya, pensar en éste último hizo que un nudo aprisionara su garganta. Sus labios se estrecharon en una fina línea. Gruñó entre dientes las órdenes.

– Llama a Kakashi, que alguien sustituya a Sakura en el hospital, ocúpate personalmente de restablecer los niveles de chakra de Sai y su tratamiento médico, él, Anko y Yamato partirán de inmediato en búsqueda de Kabuto, por lo que me informó Hinata, es bastante probable que Orochimaru consiga hacerse de él, ese estúpido mocoso cree que puede dominar una conciencia como la de ese… ese... ¡ese bastardo debería morirse de una buena vez! –exclamó aporreando la mesa, haciendo que los papeles se separaran ligeramente de la superficie. Shizune temía preguntar lo siguiente, si bien era indudable que la Godaime se estaba conteniendo bastante, en otras circunstancias habría roto el escritorio... una vez más.
– Tsunade-sama... ¿Naruto-kun? El equipo Kakashi...
– Él está fuera de esto, apenas partió para Myobokuzán, es vital que continúe su entrenamiento, es muy probable que Naruto sea la única esperanza de Konoha. Shizune, temo que Akatsuki se mueva antes que terminemos los preparativos... –se detuvo, sin querer continuar con todas las ideas que rondaban su cabeza.– Envía de regreso a Takamaru solicitando al Kazekage un integrante local para el equipo Kakashi. Esperaré el informe de Yamato.

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Un ligero "pop" marcó la materialización del ninja-copia causando un ligero sobresalto en la guardia ANBU de la Hokage. "Hn" dejó escapársele Tsunade, de verdad que el estado de alarma en que estaban viviendo les estaba gastando los nervios, ellos mejor que ninguno deberían saber que nadie entraba en los aposentos de la torre Hokage si su presencia no era permitida. Cualquier intento de teleportación se vería frustrado por las barreras colocadas en puntos clave a raíz de la muerte del Sandaime, frustrado de manera por demás dolorosa. Konoha había asumido de manera errónea que era impensable un atentado contra el Hokage y había aprendido la lección a la mala. Tsunade miró hacia la guardia ANBU, que inmediatamente se retiró.

– Kakashi... –dijo ella saludando a la vez que le indicaba que la siguiera. Entraron a los aposentos oficiales de descanso.
– Tsunade-sama –contestó él con una inclinación de cabeza, siguiéndola mientras advertía la presencia de Yamato, que se levantó del asiento en cuanto entraron– Tenzô... –asintió hacia su compañero, su mente comenzando a funcionar a velocidad.
– Yamato, por favor, Kakashi-senpai –respondió en automático, dándose cuenta de que su antiguo superior sólo lo hacía por molestarlo. Kakashi no respondió. Tsunade estaba apoyada contra una mesa adosada al marco de la ventana, dándoles la espalda.
– Kakashi, Yamato me ha hecho un resumen de la misión, pero quiero que escuches el informe completo, siéntense y... Kakashi –se interrumpió, dándose la vuelta y ambos pudieron ver que les estaba tendiendo una pequeña taza de sake; el pulso del ninja-copia se elevó, aceptó la taza, bajando su máscara y apurando de un trago el contenido.

Yamato se quedó perdido, no tanto por el rostro desnudo del ninja, era de los pocos que ya lo había visto otras veces, sino porque Tsunade había considerado que Kakashi iba a necesitar alcohol para procesar la información que él estaba a punto de detallar, súbitamente Yamato recordó algo y supo que él también necesitaría el estimulante, tomó con reluctancia la taza y apuró el líquido, evitando mirar a su antiguo camarada.

La misión.
Tsunade detalló la primera parte de la misión a un par de silenciosos shinobis, rellenando sus tazas de sake.

Chita había sido llamada a la oficina de Tsunade a las 2 de la mañana. Arribó a la oficina principal de la torre media hora después aguardando instrucciones. Nadie tenía que decirle que el hecho de recibir el breviario de la misión personalmente, implicaba una misión de rango "S". La Hokage despidió con un gesto a sus guardias y le indicó que se sentara, ella obedeció en silencio, manteniéndose tranquila y paciente en lo que recibía las indicaciones.

El señor feudal del país del Rayo había sido informado de la presencia en su territorio de uno de los criminales más peligrosos de los libro bingo. Había conseguido infiltrar entre la servidumbre una espía que averiguó que un pergamino prohibido, robado a Suna durante la conspiración y consecuente asesinato del Yondaime Kazekage a manos de Orochimaru, estaba siendo custodiado por dicho criminal y un equipo de nukenin.

Con Orochimaru muerto, ya no existía la posibilidad de una alianza con Sonido, así que era probable que tuvieran la expectativa de poder negociar el ingreso a las fuerzas de Akatsuki utilizando dicho pergamino.

El señor feudal no quería problemas con Suna, por lo cual solicitó a Konoha el asesinato del criminal, avisando a Suna de la presencia del documento y garantizando el tránsito de los shinobis de ambas aldeas en su territorio y como prueba de buena voluntad, él pagaría por el trabajo de Konoha y la retribución del pergamino, cubriendo el costo de una doble misión de millones de ryũ. La intención del señor feudal era obvia, obtener una deuda de honor con el país del Viento y afianzar así, el tratado de paz existente entre ambas naciones, algo evidente por el hecho de que no encargara la misión de manera interna a Kumogakure.

Chita tendría que sustituir a la espía, encontrar la oportunidad perfecta para la eliminación del criminal, –Tsunade le tendió la fotografía del objetivo– y hacerse del pergamino. Ahí terminaba el trato con el señor feudal del país del Rayo. El señor feudal garantizaba el tránsito libre y la seguridad de Chita, pero no cuando abandonara la frontera. El Kazekage decidió apoyar al equipo de Konoha en la escolta de regreso.

– Yamato –dijo Tsunade indicándole al aludido que era su turno.
– El equipo mixto nos dirigimos al país del Campo de Arroz, donde habíamos acordado encontrarnos con Chita-san, de ahí cruzaríamos el Valle del Fin ingresando a territorio del Fuego, Temari-san consideró ser esa la ruta más segura ya que había conseguido inmunidad diplomática de los pequeños países vecinos del Rayo...

A pesar de la información de la muerte del sannin y la destrucción de las bases donde hacía sus temibles experimentos con humanos, todos se sintieron más tranquilos tras abandonar la maldita tierra donde Orochimaru había hecho crecer Otogakure.

Con Akatsuki suelto, se habían extremado precauciones, garantizando el paso tan sólo a través de salvoconductos. Un ANBU era respetado en todos los países por acuerdo general debido a la naturaleza de sus actividades. No interferían porque eso implicaría la violación de los tratados y una probable amenaza de guerra. Así que tanto Yamato como Sai flanquearon a Chita apenas cruzar la frontera del país del Río, con Temari en la retaguardia. Según la lógica normal, nadie atacaría a un grupo que acompañaba a un asesino.

Aun sin tener salvoconductos para el país del Río, cruzaron sin novedad, dejando atrás el área en que se ubicaba la destruida cueva donde habían luchado Sakura y Chiyo contra Sasori y alcanzaron el bosque sin contratiempos. Se detuvieron a descansar turnando guardias.

– Chita-san, deberías dormir un poco más, yo tomaré tu guardia –dijo Sai mirando a la mujer que se veía francamente agotada.

El cansancio de la mujer era una consecuencia lógica de las actividades que debía haber realizado para llevar a término la primera parte de la misión, un mes era mucho tiempo para cualquier ninja, Sai mismo había hecho misiones encubiertas, el desgaste psicológico era lo peor, los sentidos en constante alerta y al acecho del momento oportuno para completarla.

Chita consideró la propuesta, demorándose en darle la respuesta a su compañero, que esperó paciente, finalmente le dirigió una larga mirada y asintió.

– Gracias Sai-san, –contestó.
– Puedes retirar tu máscara, yo tomaré tu guardia y vigilaré tu sueño –dijo Sai sonriendo amable y sentándose frente a ella, dándole la espalda. Chita asintió, la confianza en un compañero era vital para todos los ninja.

Era un alivio retirar la dura máscara de su rostro, no le permitía dormir. Miró al chico, sin duda era un ANBU; alguien que hacía ese tipo de sugerencias y tenía la delicadeza de cubrir su identidad con su cuerpo tenía que serlo, aunque ella no lo hubiera visto antes. Y a pesar de que el hitai-ate cubría frente y cabello que, junto con la clásica máscara, dejaba al descubierto tan sólo los ojos, agradeció el gesto.

Sai despertó a sus compañeros y tras un rápido desayuno volvieron a emprender la marcha. A medio día de jornada fue cuando se desató el infierno.

La lluvia de kunai los hizo separarse involuntariamente, Sai desvió con el ninjatō las afiladas navajas y saltó hacia una rama alta invocando su bestia, varios ninja cayeron decapitados en un solo movimiento de la katana de Chita, mientras otro par salía despedido por los aires con el agitar del abanico de Temari. Yamato alzó la voz sobre el pandemonio: "¡Sai!-¡Chita!", y Sai se apresuró a elevarse en el aire montando a espaldas de la bestia a la ANBU, una flecha explosiva reventó la bestia alada de Sai en una lluvia de tinta, pero Yamato alcanzó a detener la caída de ambos extendiendo unos troncos mientras Temari mantenía a raya al enemigo.

Después todo pareció suceder a la vez, uno de ellos alcanzó a dar un profundo tajo a Temari que retrocedió rápidamente; otro de los atacantes lanzó un hacha de chakra que rebanó la madera que sostenía a Chita, prosiguiendo su camino hacia la que soportaba a Sai y antes que cualquiera pudiera reaccionar, varios proyectiles hicieron explosión perforando los cuerpos de Chita y Sai. "¡Temari!" Yamato corrió hacia ella a la vez que hacía brotar nuevas ramas que detuvieron la caída de ambos shinobis y extendía un escudo de madera ante ellos, acto seguido desencadenó el Doton-Doryuu Katsu, la tierra se abrió separándolos de sus enemigos y Yamato sostuvo a Temari mientras ella invocaba la ayuda de Kamatari, que con un solo movimiento de guadaña seccionó limpiamente a los que habían quedado cerca de ellos.

Sai dibujó dos enormes bestias que alejaron al grupo lo suficiente para atender sus heridas, por fortuna ninguno de los proyectiles había afectado órganos vitales. No podía decir lo mismo de Chita, en el trayecto de huída se concentró en ella, retiró uno a uno los más peligrosos, con mucho cuidado y comenzó a inyectarle chakra y vendarla para mantenerla con vida… pero Sai no era médico, había un límite a lo que podía hacer, unido a que después de la batalla y de usar la técnica de bestias gigantes, su chakra estaba alcanzando niveles peligrosamente bajos.

Yamato ordenó el alto y Sai respiró aliviado, un poco más y habría caído inconsciente.

Las bestias depositaron su carga en el suelo antes de desaparecer de la vista. El capitán había hecho lo propio con Temari, pero la herida era bastante profunda, a pesar de su entrenamiento tampoco podía hacer más que dar primeros auxilios. Revisó al muchacho, que parecía estar a punto de desmayarse, a pesar de que su rostro parecía tan inexpresivo y pálido como siempre; había retirado la mayor parte de los proyectiles de su propio cuerpo, así que Yamato extrajo el resto que estaba visible y que Sai no había podido alcanzar; cerró las heridas más profundas y le dio una píldora de soldado y otra más para pérdida de sangre.

– Afortunadamente el enemigo nos perdió el rastro y alcanzamos Suna ese mismo día. Ingresé a Chita-san al hospital, mientras Sai y Temari-san entregaban el reporte a Kazekage-sama. –Terminó Yamato.
– Poco convencional Yamato, tú eras el capitán –el reproche de Tsunade lo hizo palidecer.
– Temari-san insistió en que era su estrategia de recuperación del asesino y tenía que afrontar las consecuencias –replicó inclinando levemente la cabeza.
– Sin embargo, la misión fue un éxito, se cumplieron los objetivos. Gracias por tu duro trabajo –Tsunade expresó la fórmula de cortesía– y al momento no han habido pérdidas de vidas, protegiste bien a tu equipo.
– Godaime... mis disculpas por el daño recibido por Chita-san... Sai resultó menos lesionado –explicó Yamato– debido a que la bomba de proyectiles estalló más cerca de Chita-san. –Yamato dirigió una nerviosa mirada de soslayo hacia Kakashi, que mantenía la vista fija en la taza vacía de sake, sin embargo podía percibir casi físicamente la concentrada atención del hombre.
– Yamato, ¿eran miembros de Akatsuki? –preguntó Tsunade.
– No usaban las capas, y los protectores que vi pertenecían a Kiragakure, todos ellos cruzados.
– ¿Nukenin?
– Muy probable, era un grupo numeroso, alcancé a contar un par de docenas, su objetivo era indudablemente Chita-san. Bordeamos el País de la Lluvia ya que Temari-san no pudo conseguir la dispensa diplomática... jamás entraron en consideración nukenin que, por otro lado, conocían las habilidades de nuestro equipo, ya que utilizaron ataques de largo alcance y clones.
– Resultados del interrogatorio.
– Aún no están completos Tsunade-sama, excepto la confirmación de la eliminación del objetivo. Tatsuya-san decidió llevarlo poco a poco debido al grado de daño en el cuerpo de Chita-san –respondió Yamato, volviendo a echar un rápido vistazo a su ex-capitán.
– ¿Venenos?
– No, no se encontraron rastros ni en Sai ni en Chita-san, sólo fue la fuerza de la explosión, calculada lo suficiente para dejarla fuera de combate pero viva. Pero sí contenían un fuerte anticoagulante, apuntando al debilitamiento –respondió Yamato.
– ¿Cuál era el estado físico de Chita cuando tú y Sai partieron hacia acá? –preguntó Tsunade, a pesar de ya saber la respuesta.
– Los médicos del equipo ninja decidieron inducirla a coma con el fin de ralentizar lo más posible sus signos vitales y disminuir la pérdida de sangre.
– Kakashi... –dijo Tsunade llamando la atención del shinobi,– Kakashi... –nuevamente no hubo respuesta– ¡HATAKE KAKASHI! –tronó.

Yamato bajó la vista para esconder la sonrisa que la actitud de Kakashi le causaba, no es que estuviera en estado de shock, tan sólo le gustaba irritar a sus superiores. Lo conocía lo suficiente para saber que la había escuchado a la primera.

El aludido dirigió un perezoso ojo hacia la imponente presencia de su líder.

– Tsunade-sama –contestó.
– Comprenderás que no era necesario que supieras todos los detalles... pero decidí que era algo que tenía que hacer. Tienes una nueva misión: escoltar a Haruno Sakura hasta Suna para que se haga cargo de la atención de Uzumaki Momo. Partirán en cuanto estén listos. Yamato, puedes retirarte.