Lo primero de todo. Disclaimer: nada de esto me pertenece, ni personajes, ni lugares, ni...bueno, ni nada. Todo es propiedad de J.K. Rowling.

Primer drabble de la serie. No es que el Drarry me llame especialmente la atención, de hecho no me gusta, pero hay personitas a las que no se les puede decir que no, así que...¡regalito para Morgian H. Stone! Siento que no haya lemmon, tendrás que conformarte con esto ;)

I. Noblesse oblige

Para comprender a Draco, primero es necesario comprender a Malfoy. Debemos entender hasta qué punto el colectivo aplasta al individuo, y Draco, frágil, pequeño y ridículo, es arrastrado por la poderosa corriente de la sangre Malfoy. La familia lo es todo. Él, nada.

La familia Malfoy, constituye en su arrogancia, un todo, una unidad inamovible, un ancla en un mundo cambiante. Los Malfoy se enorgullecen de ser, simplemente de ser, tal como fueron hace mil años, y como seguirán siendo dentro de otros mil.

Y Draco empieza a darse cuenta. Entiende que su apellido aplasta su nombre, que su sangre aplasta su corazón, si alguna vez lo tuvo, y que él mismo no es más que un pistón de un eterno engranaje. La rueda gira, y él es solo una ínfima pieza, que fue, y que volverá a ser, con otro nombre y otro rostro. Pero eso no importa. Los nombres cambian, y da igual Scorpius, Draco, Lucius o Abraxas. Son una sola persona que retorna.

Piensa que puede sobrellevar la carga de ser un Malfoy precisamente porque es un Malfoy. Su sangre es la más pura de Inglaterra, nació un peldaño por encima de los demás, y se siente cómodo en ese lugar, el lugar que le corresponde. Y por eso cree que nada, ni siquiera ser quién es, puede destronarle. No imagina que aquello que lo encumbró, su estirpe, pueda convertirse en la peor de las maldiciones.

Y por eso odia a Harry Potter. Odia pensar que alguien que vive en un escalón inferior (y que está condenado a caer, tarde o temprano), pueda hacerle dudar de todo lo que le han enseñado.

Porque cada vez que le mira piensa que él no necesita sangre pura para brillar con luz propia (y le gustaría dejarse arder en esa luz como una polilla que se arroja a una llama). Piensa que a veces le gustaría ser solo Draco, y no Malfoy. Y por eso cada vez que le oye pronunciar su apellido, dejándolo resbalar con desprecio por sus labios, le odia un poco más (pero se muere por saber a que sabe su nombre en esos labios) Piensa que joder, a lo mejor si que es un héroe después de todo, y eso sí que le resulta insoportable, porque si la sangre pura no sirve de nada, y es posible desear no ser un Malfoy, y Potter es un puto héroe, algo extraño está pasando.

Reflexionando, piensa que puede que tenga algo que ver con aquello, si por aquello entendemos que últimamente a Draco le venga a la mente Potter en los momentos más inoportunos. Si por momentos inoportunos entendemos en mitad de la noche, cuando se despierta sudando en el dormitorio compartido, o a solas en la ducha, o en los vestuarios de quidditch, cuando se dedica a jugar a los científicos locos, sustituyendo mentalmente la cabeza de algún compañero particularmente atlético por la de Potter. La estúpida cabeza de Potter.

Y la carga se vuelve cada día más pesada. Cada vez que le ve, por dejarlo claro. Cada día ser un Malfoy parece menos un premio y más un castigo. Si antes le bastaba con ser un engranaje, una pieza irrelevante, ahora siente que Potter es un individuo entero, de pleno derecho, y que no se conformará con menos.

Pero también siente, en la ducha, apoyado contra la pared de azulejos blancos, o a solas en la cama, respirando entrecortadamente, casi incapaz de pensar, mientras un sentimiento de culpabilidad empieza a formarse en su mente, que incluso la pieza más pequeña puede desequilibrar la maquinaria. Un simple individuo puede romper el ciclo. No sabe que duele más, si la culpa o la esperanza.

Malfoy grita que debería odiarle, y Draco, en secreto, le ama.