He aquí mi primera obra de vocaloid, con mi adorada Hatsune Miku como protagonista. Le doy protagonismo a mi pareja favorita, de la que hay poquito. Estoy enamorada de estos dos desde la Saga del Mal, lo primero que vi de vocaloid.

Que conste que yo no soy fan de Miku, sino de Vocaloid, y por tanto, amo igual a los gemelos Kagamine, a Luka, a Meiko, Kaito, y demás. ODIO a Gumi, sorry. Pero Miku es mi favorita porque me recuerda mucho a mí :3

Espero que lo disfrutéis, que comentéis al respecto y que os pueda llegar a sorprender. El título del fic es una palabra (ámame) sacada de la canción en la que principalmente está basada la historia, pero si la titulaba como tal, destriparía el final.


Aishite

Parte I - Melt

Hacía rato que el sol había salido y entraba por todas las ventanas del departamento. La joven, que se ponía uno de sus calcetines altos mientras sostenía una tostada con la boca, daba saltos por la habitación, para mantener el equilibrio. Estaba ya acostumbrada a levantarse temprano y hacer vida independiente, porque sus padres viajaban mucho por temas de trabajo y ella ya tenía 16 años, así que podía valerse sola perfectamente. Esta vez el despertador debía haber fallado, o ella no lo había oído, pues tendía a ser muy distraída. Además, había comenzado a jugar un juego online durante el verano y al inicio del curso escolar no había conseguido cambiar sus hábitos de sueño, que ahora le daban problemas para madrugar. La consola portátil seguía sobre la cama, desde la noche pasada, y la enchufó antes de salir para que cargase la batería en las horas de instituto.

Se alisó la falda azul marino del uniforme de verano y agarró una mochila de color negra, idéntica a la del resto de alumnos de su instituto. Sacó de la nevera un brick de zumo para el camino, y así suavizar la brusca bajada de la tostada a su estómago vacío. Salió al trote de casa y cerró la puerta con llave. Estaba tan alterada por ganar unos minutos de tiempo corriendo hacia clase que no escuchó el ruido que provenía de las escaleras que daban a la calle. Sacó la llave de la cerradura y chocó estrepitosamente contra alguien. Calló al suelo, de espaldas, quedando sentada y con las piernas flexionadas. Agradeció no haber abierto el cartón de zumo porque tendría que perder tiempo cambiándose de ropa. Miró hacia arriba y solo vio una caja grande de cartón, y unos pantalones debajo de ella.

-¡L-lo siento!-Se disculpó una voz juvenil. El chico dejó la caja en el suelo y la observó, con el perdón escrito en la mirada. Le tendió la mano.-¿Estás bien?

-S-si... Yo...-Al verlo no supo cómo reaccionar. Sintió que se le encendía la cara mientras su cerebro recogía toda la información que percibían sus ojos. Cabello rubio revuelto, recogido en una pequeña coleta, ojos azules como el cielo y expresión inocente. No quería darle la mano por si notaba que temblaba como un flan, pero temía ofenderle.

-No he podido verte con esa caja tan pesada delante de la cara. Discúlpame.-Pidió él, realmente avergonzado.

-T-todo está bien. Es que llego tarde a clase y...-Recordó que debía marcharse.-¡Ay! ¡Las clases!-Salió corriendo hacia la calle-¡Lo siento!-Se disculpó a lo lejos.

El chico se quedó observando como las coletas de color aguamarina se perdían escaleras abajo.

La estudiante de secundaria consiguió llegar a clase, aunque cinco minutos tarde. Era una suerte tener el centro medianamente cerca. Subió a la tercera planta y saludó a la profesora, tímidamente y con las mejillas incendiadas.

-Ya es el segundo día. Procura que no vuelva a ocurrir.-Pidió una mujer de cabello castaño y corto, delante de la pizarra. Ella asintió y tomó asiento en el pupitre que había elegido ese año, cómo no, junto a la ventana.

Ella no solía prestar atención a las clases, no era su fuerte estudiar, pero tampoco se le daba mal del todo. A ella lo que de verdad la gustaba era cantar, y la música. No podía dejar de pensar en canciones, en las melodías y en las letras de estas. Se le pasaban volando las horas mirando por el cristal mientras visualizaba una canción. Entre pensamientos e imaginaciones llegó la hora del patio y ella se dedicó a garabatear los deberes para ese día en su agenda escolar. Entretanto apareció una figura a su lado, pero ella no fue consciente hasta que le habló y se sentó sobre la mesa, sin miramientos.

-¡Hey! ¿Qué pasa, Miku-chan?

-¡Nee!-Se quejó ella, cuando un joven con el uniforme blanco y azul del instituto le desorganizó todos los libros con su trasero.-¡Mikuo-kun!-Riñó.-¡Ten más cuidado!

-Parece que alguien está más distraída que de costumbre.-Se burló el chico de cabellos similares a los de ella, pero más oscuros y, obviamente mucho más cortos.-¿Has vuelto a llegar tarde?

-Sabes que no me suele pasar...-Murmuró ella, avergonzada, y mirando a otra parte.

-Solo espero que Meiko-sensei no la pague conmigo. Otra vez.-Puntualizó.-Debe creer que soy tu responsable.

-Pues que quede claro que yo soy la mayor.

-Si, si. Pero eres una señorita, y yo debo protegerte mientras no estén tus padres. Por cierto, ¿dónde paran?

-Llegaron anoche a Australia.

Transcurrió la conversación de forma fluida, aunque ella no parecía muy interesada. Una joven de cabellos rosados se aproximó a los dos chicos y, al verla llegar, el más alto se retiró, no sin dedicarle una mirada seductora a la recién llegada al pasar por su lado. Ella no prestó interés a este gesto, ya acostumbrada a su obsesión por ella.

-¡Luka-chan!-Se alegró la de coletas.-¿Qué tal?

-Muy bien. ¿Te estaba molestando tu primo?-Se sentó en una silla próxima que cogió prestada de un pupitre cercano.

-Lo normal.-Hizo un ademán con la mano para restarle importancia al pesado de su primo, Mikuo Hatsune, y puso punto y final a esa parte de la conversación.-¿Que tal este curso?

-Estoy algo nerviosa.-Musitó ella, rizando un mechón de pelo con su dedo.-Parece que será muy dificil.

-Tienes muy buenas notas. Segundo de bachiller debe ser fácil para ti.-La animó. La otra chica sonrió. Mientras ella aceptaba el halago con esa sonrisa, Miku observó una mancha de color morado pasar por el pasillo y, automáticamente, sintió una bombillita encenderse en su cabeza.-A no ser...-Comenzó, pícaramente. La otra chica prestó atención, sin entender porqué tanto suspense.-No...-Desechó la idea.

-¿Qué?

-Había pensado que, quizá, no te sientas muy contenta este año, teniendo en cuenta que ya no tienes clases de educación física.-La más mayor se sonrojó súbitamente ante aquella suposición, porque ya sabía por donde iban los tiros.

-¡N-no digas bobadas!-Soltó, elevando demasiado la voz.

-Si no tuviese razón no estarías tan nerviosa.

-Alguien podría enterarse...-Susurró, mirando en derredor.

-¡Oh, vamos!-Se quejó la otra, con aire bromista. Se acercó a su amiga y siguió susurrando.-Nadie pensaría que la estudiante perfecta llevaba enamorada del profesor de gimnasia desde tercero...

-¡No estoy enamorada de Gakupo-sensei!-El tono rosado de su cara se tornó rojo brillante.

-Pues estás roja como un tomate.-Se burló la más joven. La mayor hinchó los carrillos con impotencia y mientras la otra se reía a carcajadas soltó aire y se interesó por ella.

-Nunca entenderé como alguien tan empedernida en el amor no se ha fijado en nadie.-Soltó de repente. La otra detuvo sus risotadas y le prestó atención, algo desubicada.-No te hagas la tonta. Soy tu mejor amiga y me lo habrías contado. Te apasionan los temas amorosos, pero nunca le has puesto el ojo encima a ningún chico, ni siquiera a Kaito-sensei, que tiene un interesante séquito de fans detrás.-Miku rodó los ojos y bufó con una sonrisa burlona.-No quiero pensar que me estés ocultando nada, y has rechazado a todos los chicos que se te han declarados estos años. Dime, ¿hay algún afortunado o eres de piedra por dentro?-Se interesó. Esperaba que la chica evitara la pregunta con desgana, pero algo cambió de forma repentina en su expresión. Sus mejillas se colorearon ligeramente de rosa.

Por la mente de la chica pasó en una fracción de segundo una sola imagen: expresión dulce, ojos azules como el cielo y cabello rubio revuelto... ¡No! Acababa de conocer a un chico con el que había chocado, y tenía pinta de ir al colegio todavía, pero algo había cambiado dentro de ella. Su voz sonaba a... No podía creer que fuese a realizar semejante comparación, pero no había otra palabra que lo describiese. Su voz sonaba a música. A lo que más le gustaba en el mundo, junto los puerros y el color verde azulado. Sin embargo, solo había intercambiado palabras torpes con él, no podía contarle aquello a Luka, no hasta que estuviese más segura y conociese mejor a la persona en cuestión. Ni siquiera sabía su nombre.

-¿Y bien?

-N-nada.-El timbre que ponía fin al recreo la salvaba esta vez.-Será mejor que regreses a clase, no quisiera que sufrieses la ira de Kasane Teto.-Explicó. Aquella profesora, aunque con aspecto de alumna, había demostrado tener un carácter algo fuerte, casi tanto como su pasión por el pan, aunque no tan duro como el de Sakine Meiko, su tutora.

-Te escapas por esta vez. Ya te llamaré.-Amenazó, con una sonrisa, y salió del aula. Miku pudo respirar tranquila.


El timbre puso punto final a las clases de aquel día, y Miku no quiso esperar a Luka para evitar los interrogatorios de la pelirrosa. Ya se inventaría algo cómo: "tengo que regar las plantas", o "he dejado el fuego encendido". Salió casi corriendo del instituto y ganó algo de terreno en el camino a casa, sabiendo que Luka no podría alcanzarla. Se sintió terriblemente mal por se actuación desconsiderada para con su mejor amiga, pero sentía miedo de aquellas preguntas, aunque empezaba a formulárselas a sí misma.

-¿Por qué nunca he sentido nada por nadie?-Se escuchó en su propia mente.-¿Por qué de entre tantos chicos guapos nunca me he atrevido a interesarme por ninguno, si ellos si mostraban interés por mí? Hasta ahora, lo más parecido a una relación que tengo es lo que sea que haya entre mi alter ego del juego y otro miembro de mi equipo.-Comprendió, recordando que había hecho buenos amigos en su gremio de batallas y uno de ellos le parecía especialmente interesante, pero nada más allá de su alto nivel y su experiencia como gamer.

La puerta de su casa se le hacía lejana, aunque podía verla mientras subía los tres últimos escalones que daban a su rellano. El solo bañaba su puerta color azul, y lo agradecía porque le encantaba recibir por la ventana el calor del sol, y que su casa estuviese iluminada la mayor parte del tiempo con luz natural, así que en cuanto entrase levantaría la persiana. Pudo desviar la mirada unos segundos mientras introducía la llave y se percató de que dos puertas más allá estaba la puerta abierta, y varias cajas apiladas fuera. Se escuchaba algo de alboroto y supo de inmediato que se trataba de una mudanza. Entró en la casa y dejó los zapatos en la entrada, que se hallaba a dobla altura. Con unas zapatillas de estar por casa de color verdoso se dispuso a acercarse a la ventana grande del comedor, que daba a un pequeño balcón y levantar la persiana, permitiendo que la luz solar la bañase. Se aflojó el lazo del uniforme que llevaba al cuello y bajó la cremallera de su falda, para sentirse más cómoda. Procedía a desprenderse de sus calcetines cuando el timbre sonó dentro de su hogar. Con una media algo más baja que otra se dispuso a abrir la puerta.

-¿Sí?

-Hola.-Saludó una mujer rubia, más alta que ella, de aspecto cansado y pelo largo. Aunque sonreía Miku sabía que algo la preocupaba, pero no iba a inmiscuirse en sus asuntos personales.

-Hola. ¿En que puedo ayudarla?

-Oh, no es nada. Me llamo Kagamine Lily, nos acabamos de mudar aquí al lado-señaló la puerta contigua a la de al lado-y quería saber si tendrías algo de aceite y sal para cocinar. No he tenido tiempo de hacer la compra y no conozco bien el barrio-alguien la interrumpió.

-¡Mamá!-Llamó una melodiosa voz. Miku se sonrojó nuevamente cuando él, sin percatarse de su presencia, apareció junto a la mujer.-Mamá, te he dicho que podría apañarmelas para comprar.-Entonces se volvió hacia ella.-Perdona. Gracias por todo, pero no será necesario.-Sonrió, y ella se sonrojó más, incluso cuando pareció reconocerla.

-Len, cariño, no quiero que te esfuerces tanto.-Pidió ella, mirando también a la joven con cara de disculpa. Ella trató de tranquilizarla con una sonrisa, pero él llamó su atención.

-Tu eres la chica a la que he arrollado esta mañana.-Comentó.

-S-si. Soy yo.-Se pasó una mano por una de sus largas coletas, con la timidez típica de una niña.

-Perdona por eso. No me gustaría que empezáramos con mal pie sin haber terminado si quiera la mudanza.-Sonrió. La de cabello aguamarina sintió que le iba a explotar la cara.

-N-no te preocupes. Está olvidado. Debí mirar por dónde iba.-Él continuó sonriendo y se volvió hacia su progenitora.

-Mamá, puedo ir con... Etto...

-Hatsune Miku.-Se presentó.

-Con Hatsune-san a comprar. Tu espérame en casa.-Pidió, sonriéndole. Ella se despidió tímidamente y volvió a casa, mientras Len esperaba perderla de vista para poder marcharse.

-¿Y bien?

-Oh, yo soy Kagamine Len.-Le tendió la mano.-Encantado. Ella la aceptó tímidamente.-¿Vamos?

-S-si, claro.-Respondió, lista para salir, erguida.

-¿V-vas a ir así?-La miró de arriba a abajo, con la falda holgada, el lazo deshecho y un calcetín por el tobillo y otro por la rodilla.

-¿Eh? ¡Ah! ¡P-perdona un segundo!-Se apresuró a entrar tras hacer una reverencia y cerró la puerta tras ella, para acomodarse nuevamente los calcetines y la falda. Se miró al espejo antes de salir, asegurándose que todo estaba en su sitio y agarró sus llaves, tras ponerse los zapatos, y salió.-Gomennasai.-Volvió a inclinarse ante el chico, avergonzada.

-Sin problemas.-Aceptó él su tardanza, aunque corta, y se dispuso a seguirla. Ella comenzó a caminar, en silencio, dedicándole breves pero continuas miradas de reojo, con la cabeza gacha, mientras él solo miraba el exterior por encima de la barandilla del rellano, sonriente.

Jugó con sus dedos sobre su falda, los de una mano aprisionaban a los de la otra, y las manos de él descansaban en la parte baja de su espalda. Ella se preguntaba porqué caminaba tan despreocupado si debía aprender el camino en un futuro.

-Y...-Se atrevió a hablar ella.

-¡Vaya, ya pensaba que no hablarías más!-Bromeó él. Ella se sobresaltó por la repentina interrupción, pero intentó hablar de nuevo, bajo la atenta mirada de Len.

-¿E-estudias?-Quiso saber.

-Sí, empezaré mañana. Pedí el traslado hace un mes o así para cuando viniésemos a vivir aquí. Estoy impaciente.

-¿A que instituto irás, Kagamine-san?

-No sé muy bien cómo se llama. Pero sé que está cerca de casa. ¿Lo conoces?-Preguntó.

-S-si, claro. Voy a ese mismo.-Respondió, conteniendo algo de emoción interna.

-Entonces nos veremos allí.-Sonrió. Ella asintió, sonriente, y cuando quiso iniciar otra conversación al ver lo bien que iba todo se dio cuenta de que ya habían llegado.

-Es aquí.-Anunció, frente a la puerta.

-Bien, muchas gracias.

-De nada.-Se quedó allí, en la puerta, esperando que él entrase. Él sin embargo no dio un paso más.

-Vamos. ¿No entras? Es peligroso que te quedes sola en la calle.

-N-no pensé que debiese acompañarte en algo tan personal...-Comenzó ella.

-Descuida. Ya que me has acompañado no querría que te volvieses sola.-Ella volvió a sonreír y entró a la tienda junto a él, algo nerviosa. No prestó demasiada atención a todo lo que iban cogiendo, solo cuando él no sabía dónde encontrar algo.-No cogeremos mucho más, vendremos en otra ocasión a hacer la compra en serio.-Explicó.-Además, no me gustaría hacerte cargar con alguna bolsa.

-Oye, me hago la compra todos los meses yo solita.-Dijo con superioridad fingida y rió.

-Claro, claro... Con tu mami esperándote en caja para pagar.-Se burló el otro, poniéndose a la cola.

-No, mis padres viajan mucho, así que vivo yo sola prácticamente todo el año.-Explicó.

-Vaya, no tenía ni idea. ¿Cómo es vivir solo?-Quiso saber.

-A veces es muy aburrido, porque no tienes con quien hablar, y da algo de miedo que la casa cruja sola; aunque es toda una ventaja poder hacer lo que quieras todo el tiempo.

-Seguro que eres una irresponsable en casa.-Se atrevió a decir con expresión traviesa.

-Bueno, me quedo hasta las tantas jugando a la consola, pero no suelo hacer lo que me viene en gana. Tampoco vuelvo tarde ni hago fiestas.-Aseguró, demostrando que tenía cierta responsabilidad. El truco de que me dejen vivir sola es que saben bien que tengo cuidado.-Respondió, ayudando al chico a meter la compra en una bolsa de plástico.

-Bueno es saberlo, no me gustaría llamar a tu puerta a las tantas de la madrugada y que tuvieses una fiesta montada.

-¿Por quien me tomas?-Rió ella.

-Por tu respuesta intuyo que no serías tan descuidada de no invitarme.-Bromeó. Ambos rieron y él pagó en efectivo a la cajera, quien le devolvió el cambio y agradeció sus compras. Una vez en la calle el chico se sorprendió al notar que le faltaba algo.

-¡Hatsune-san!-Ella casi dio un bote de la sorpresa, y más ahora que había oscurecido ligeramente.

-¡¿Q-qué?! ¿Qué hay?-Se asustó, mirando al suelo.

-¿Cómo es que estás llevando la bolsa?-Casi se la arrancó de la mano, y ella sintió que se rozaban sus dedos.-Bastante me has ayudado como para que encima te deje llevar peso.-Sonrió él, disculpándose por el susto previo y por haberse desentendido tanto sin querer.

-No es molestia, como ya te he contado, vivo sola.-Siguieron caminando e intercambiando palabras, conversaciones sin importancia, de cosas irrelevantes, hasta que llegaron a casa. Una vez frente a su puerta la chica se detuvo.

Se quedaron en silencio unos segundos, ella mirando al suelo, nerviosa, él mirando su teléfono móvil. Entonces levantó la cabeza, y ella lo observó.

-Bien, me has ayudado mucho hoy, y sería un placer invitarte a cenar como pago, pero mi madre está algo cansada con la mudanza, y no quisiera darle más...

-¡Oh, no! No te preocupes. No creo que necesites ayuda para colocar todo eso, así que me vuelvo a mi casa.-Lo tranquilizó, sonriente. Se dispuso a abrir la puerta.

-Hatsune-san.-Llamó, y ella, con la puerta entreabierta, volteó la cabeza.-Bueno, no conozco bien el camino hasta clase, así que, como último favor, pensaba que...

-Claro, sin problema. Pero no te acostumbres, normalmente acompaño a mi mejor amiga, así que me levanto temprano y nos encontramos en un punto concreto. Haré una excepción mañana.

-No es necesario.

-Insisto.

-Perfecto. Nos vemos mañana.-Se despidió, alzando una mano y dando algunos pasos atrás.

-Hasta mañana.-Terminó de entrar en la casa y fue directa al baño para ir llenando la bañera de agua. Entre tanto fue en busca de su pijama y una toalla.

Se recogió el cabello en un moño para no mojarlo y lo envolvió en una toalla más pequeña, mientras que la otra yacía doblada en perfecto estado, suave y limpia. Se sumergió en el agua cálida hasta la nariz, una vez dejó tirado por el suelo el uniforme. Había tenido un día cansado porque no había dormido demasiadas horas y no había podido desprenderse del uniforme hasta entonces. Suspiró y se relajó durante un largo rato en la bañera.

Por momentos sintió que podría dormirse dentro del agua. Tenía los ojos cerrados y solo escuchaba un grillo lejano cantando en la calle, mientras que podía oler el aroma a jabón de la pastilla que descansaba junto a su cabeza, en el margen de la bañera. El agua caliente la abrazaba y todo el vapor la hacía sentirse ligera, pero, de repente, un rugido la sacó de su descanso silencioso. Su estómago gruñía, deseoso de ser alimentado. Había pasado por alto que tenía que cenar, así que se dispuso a salir y vestirse para prepararse algo sencillo y acostarse pronto. Caminó descalza y ya con el pijama enfundado, hacia la cocina, un pequeño recinto dónde se preparaba las comidas, cenas y desayunos. Sacó dos lonchas de queso y otro par de jamón cocido, o york, y los encerró entre dos rebanadas de pan de molde. Como toque especial añadió rodajas de puerro en el interior. Una combinación extraña pero que ella disfrutaba como nadie. Recordó la vieja sandwichera en el fondo de una caja que desecharía mañana mismo, pues había cortocircuitado y ya no podía utilizarla. Se calentó el sándwich a la vieja usanza, en una sartén al fuego. Con pesadez se quedó allí unos minutos hasta que decidió que el queso estaba lo bastante fundido como para sellar las dos caras del pan entre sí. No solía hacer aquello, pero su cuerpo le pedía relax por hoy, así que, en un plato, se llevó la cena a la cama y se la terminó allí, tumbada y tapada por las sabanas, mientras se conectaba a su nuevo vicio: el juego online. Allí pudo encontrar a su gremio de amigos y escribió algo en la ventana de chat.

-Hey, Diva16, q tal?

-Nas noxeeees!

-Hola chicos. Dia cansado. 1 batalla y ya.

-Jo, sperabmos llgar hoy a la guarida :(

-Gomenne. Ls clses no m van a djar jgar demsiado.

No quería abandonar a su equipo y que terminaran echándola por las clases, pero si sus padres veían unas malas notas acabarían por ponerle una niñera. Y al día siguiente había quedado con Kagamine Len, no podía fallarle. Alcanzó su teléfono móvil y tecleó un mensaje para Luka disculpándose por no poder encontrarse con ella la mañana siguiente, que tenía un asunto que atender. Ella respondió que lo comprendía y nuestra protagonista apagó la luz para irse a dormir.


A la mañana siguiente sentía que se le revolvían las tripas. No quiso mirar el despertador por si se le había hecho tarde y su nuevo vecino estaba esperándola y acordándose de todos sus antepasados. ¡Menos mal! Aún era temprano. Saltó de la cama, aliviada de tener tiempo para arreglarse y de saber que llegaría pronto a clase. Se quedó de pie frente a un espejo de cuerpo completo que tenía colgado en la pared de su cuarto, junto al escritorio. Miró por la ventana y vio un bonito sol anaranjado que invitaba al calor y a no llevar nada de abrigo encima. Cogió un uniforme limpio idéntico al otro pero compuesto por diferentes piezas: en lugar de falda era un vestido completo, azul marino, encima una camiseta corta, holgada, color blanco, y como último toque el lazo rojo al cuello. Le sonrió a su reflejo con dulzura, se calzó los calcetines blancos altos y se apartó unos mechones verdosos de pelo de la cara, mudando su expresión a una disconforme, con "morritos" y ceño fruncido. ¿Qué iba a hacer con su pelo? Por costumbre llevaba dos coletas altas, y aún así el pelo le quedaba largo, y llevarlo suelto podía ser engorroso si iba a estar varias horas en clase, estudiando, levantándose de la silla y volviéndose a sentar, o circulando por los pasillos y aulas en los descansos. Salió hacia el baño y volvió a mirar sus reflejo, mientras se cepillaba el cabello para desenrredarlo. Suspiró, cansada de no saber que hacer. Lo dejaría así por el momento y prepararía el desayuno y el almuerzo de ese día. Metió en una fiambrera un poco de arroz hervido con salsa de soja, salchichas en forma de pulpo y media tortilla perfectamente amarilla, la otra media la desayunaría junto a un zumo.

Un chico de cabello rubio, ya vestido con su nuevo uniforme, sostenía una mochila negra frente a la puerta de su nueva vecina, apoyado en la barandilla del exterior. Aún tenían tiempo, pero esperaba que no tardase mucho, porque tenía que llegar con algo de tiempo para que le diesen un horario y le explicasen algunos temas del centro en secretaría, como le habían comentado por teléfono. Se lo tendría que haber comentado la noche anterior a la chica. Finalmente acabó por salir, con el uniforme femenino que tenía los mismos colores que el suyo, y algo distinto.

-Buenos días.-Saludó ella, sintiendo el repentino calor del día y el de sus mejillas al verlo allí esperando. No sabía que tenía ese chico, pero físicamente la fascinaba.

-Buenos días.-Respondió él, sonriendo.-Te veo distinta.-Apuntó, mientras comenzaban a bajar las escaleras.

-¿S-sí?-Preguntó, sorprendida por que percibiese el cambio. No podía siquiera dirigirle la mirada por si la veía sonrojada.

-El pelo así recogido te sienta bien, te veo más alta.-Elogió.

-Gracias. Me haré coletas altas más a menudo.

-No. Bueno, si quieres sí, pero creo que te favorecen mucho las dos coletas. Te dan un aspecto inocente.-Explicó. Ella se sonrojó más aún y no apartó la mirada del suelo, aunque con una sonrisa en los labios.

-Por favor, que deje de gustarme tanto o no podré hablarle nunca.-Se dijo interiormente.-No podré conocerle del todo si piensa que estoy loca o algo...

En el camino a clase nada extraño sucedió, a excepción de que había gente que la conocía que la saluda y se extrañaban de verla con alguien que no fuese Luka, y acompañada de un chico a quien no conocía nadie. Era además raro verla con alguien del sexo contrario teniendo en cuenta que, a pesar de ser muy enamoradiza a primera vista, nunca se la había visto con ningún chico, ni siquiera aquellos tan atractivos que la pretendían. Una vez en la puerta se detuvo, sin saber bien que decir o hacer, sin embargo fue él quien inició la conversación, y ella levantó al fin la mirada.

-Bien, gracias por todo.

-Eh, sí. De... De nada.

-Antes de irme, necesito un último favor.-Pidió, haciendo con sus dedos índice y pulgar el gesto de que era un favor pequeño.- Me pidieron que fuese a secretaría a recoger unas cosas. Si pudieras enseñarme dónde es...

-Desde luego.-Sonrió y caminó de nuevo a su lado por los pasillos de la planta baja.-En un futuro te convendrá saber que eso es la biblioteca,-señaló una puerta al fondo-y eso,-giraron a la derecha-es la entrada al comedor. Por si quisieras comprar algo de comer en lugar de traer bento.-Explicó.

-Es bueno saberlo, sí.-Agradeció, sonriendo. Y cuánto más sonreía más le gustaba a ella.

-Y...-tragó saliva, tras reír levemente.-Y esto es secretaría. -Se detuvo a un lado de la puerta.-Llama antes de entrar.-Recordó a modo de broma.

-Sí, claro. Muchas gracias.-Hizo una pequeña inclinación.-Nos vemos en clase.

-¿Eh? ¡Sí, sí!-Se frotó la nuca, tratando de disimular que se había embobado con su sonrisa amable. Él llamó a la puerta y ella desapareció del pasillo.

Se apoyó en una pared y se llevó una mano al pecho, suspirando y notando como su corazón parecía querer salirse de su pecho por la fuerza. Cada vez tenía más claro que cuanto más le conocía más quería saber de él, y más le gustaba como era, no solo por fuera. Sin duda era el chico más guapo que había visto y lo más parecido a una canción que había conocido: tenía una voz melodiosa, le hacía sentir cosas que solo le música le había hecho sentir, y quería conocerlo mejor antes de decir que de verdad le gustaba, como hacía con las letras y las notas de las canciones, como analizaba siempre lo que escuchaba para poder apreciar lo que de verdad era esa composición de instrumentos y voces. Alguien la sacó de sus pensamientos.

-¿Miku-chan?

-¡Ah! ¡Luka!-Se sobresaltó y la miró. Luka pestañeó, extrañada, antes de preguntar nada.

-¿C-cuál es el problema?

-¿Eh? N-nada, nada.-Mintió, pero la pelirrosa la conocía demasiado bien y solo tuvo que arquear una ceja para que ella hablase.-Bueno, he acompañado a mi nuevo vecino hasta aquí, porque empieza hoy las clases y...-Empezó a jugar con sus dedos.

-Te gusta.-Terminó la otra, riendo.

-¡No! ¡No digas tonterías! Le conocí ayer, y es verdad que me parece bastante mono-se atrevió a decir- pero no el conozco como para decir que me gusta.-Concluyó. Luka seguía mirando con picardía.-¡No me gusta!-Afirmó.

-Y por eso has cambiado tu peinado, ¿no? Porque NO te gusta.-Trató de articular palabra, pero solo emitió ruiditos frustrados y quejidos de niña pequeña.

-¡D-déjame!-Salió corriendo, mientras Megurine Luka seguía en el pasillo, riendo, viéndola huir. Miku se "enamoraba" tan fácilmente a primera vista que era muy divertido tomarle el pelo cada vez que esto sucedía. Sentía curiosidad por ver a ese chico que había despertado un nuevo interés en su mejor amiga. Después de todo, Miku se fijaba en los chicos en el momento en que los veía y luego los olvidaba, no solía ser de ideas fijas porque su único amor había sido siempre la música. Que quisiera conocer a un chico por quien mostraba interés solo significaba que le había dado fuerte o que pretendía ser amiga de ese alguien y que no le duraría mucho el capricho. No tardó en marcharse a clase, sintiendo que había ganado la batalla, hasta que se cruzó con Kamui Gakupo-sensei.

-Buenos días, Luka-chan.-Sonrió él.

-¡B-buenos días, sensei!-Saludó totalmente rígida, y salió corriendo roja como una señal de stop.

Él se limitó a mirarla, entre extrañado y apenado, antes de seguir su camino hacía el gimnasio.


Miku se sentó en su pupitre habitual, minutos antes de que sonase la campana de inicio de las clases, nerviosa por ver entrar a Len en el aula. Se quedó esperando a que entrase Kasane Teto, la profesora de matemáticas, y anunciase que habría un nuevo alumno y que procurasen llevarse bien; pero cuando entró no venía acompañada, y se puso a dar clase con normalidad. ¿Sería que a Len no le había tocado en su misma clase? Así no se distraería, pero en parte le apetecía tener esa pequeña excusa para acercarse más a él, puesto que ya se conocían. Sería un punto a su favor para que el chico se acercase a ella durante los recreos y demás hasta que se integrase algo más. No le dio mucha importancia porque, como ya se había repetido varias veces, lo acababa de conocer, y tampoco quería interesarse demasiado por nadie porque terminaría por no sacarse el curso ni pagando. Se quedó casi dormida, y la devolvió a la realidad el timbre que marcaba la hora del recreo. Cuando miró al frente ya no estaba Kasane Teto, sino que era Shion Kaito-sensei quien estaba dando clase de historia. ¡Ni se había enterado de que ya habían pasado dos clases! Se levantó del asiento y salió al pasillo al trote, pasando por al lado de su primo.

-¡Hey, Mi...!-Levantó la mano para saludarla y se quedó mirando como se alejaba por el pasillo hacia las escaleras.-...ku...-Terminó, aún desorientado.

La chica de cabello aguamarina llegó al comedor, dónde una larga cola esperaba, con una bandeja en las manos, su comida. Pasó la mirada por todas partes, buscando una cabeza rubia, pero novio a nadie ni en las mesas ni en la fila. Decepcionada, subió las escaleras, porque encontrarlo en un instituto iba a ser difícil, y más con todos los uniformes iguales. Encontró en la tercera planta a Luka, que salía de su aula.

-¡Miku! -Corrió hacia ella.-Te estaba buscando. Mikuo me ha dicho que has salido corriendo. ¿Ha ocurrido algo?-Se preocupó.

-No, solo quería conocer el menú de hoy, pero no me interesa.-Gesticuló con la mano para restarle importancia. ¿Qué tal el día?

-Bien. -Guardó silencio unos segundos.-Bueno...

-¿Si?-Quiso saber.

-Una chica de primero de bachillerato ha hecho un comentario algo burlón sobre mi y Gakupo-sensei...-Comentó, en voz baja.

-¡¿Cómo se atreve?! ¿Esa qué sabe?

-Dice que tenga más cuidado, que se me nota mucho y podrían expulsarme. Solo porque él no me admitió en la clase extraescolar de deporte.-Se lamentó.

-¡Pues que tenga ella cuidado si no quiere quedarse sin dientes! ¿Quien es?

-No tiene importancia...

-Dímelo, Luka-chan.-Exigió, mostrando su dedo índice de forma amenazante.

-Ha... ha sido Akita Neru...-Murmuró, mirándose los pies.

-Sé quien es. Parece que siempre esté enfadad con el mundo. Va muy de macarra, pero no pienso tolerarle lo más mínimo contigo.-Aseguró.

-Miku-chan...-Sonó el timbre que reiniciaba las clases, y no tuvo tiempo de pedirle nada.

-Me da igual, no cambiaré de idea.-Sonrió y volvió a su aula.-¡Te veo a la salida!-Se despidió con la mano y se perdió dentro la clase. Luka sonrió con cariño antes de seguir su camino.


A pesar de que sabía que Miku no podía estar enamorada de alguien a quien apenas conocía había demostrado gran interés, y eso llamaba la atención de Luka, que sentía ganas de terminar la jornada para conocer al nuevo amigo de la chica. Mientras Meiko-sensei ultimaba algunos detalles sobre los deberes que iba a pedir sonó el timbre. Las clases habían terminado y la pelirrosa recogió sus cosas tras tomar nota y salió a paso ligero, tratando de alcanzar a su amiga. La vio esperando en la puerta y supo que quería encontrarse con el joven.

-Miku-chan.-La llamó, a lo que ella la miró y sonrió.

-¿Ya te vas, Luka-chan?-Preguntó.

-No. Me quedo aquí contigo a esperarlo.-Se burló.

-¡¿Nee?!-Se escandalizó.-¡N-no!

-¿Por qué no? - La otra desvió la vista hasta el cielo, que empezaba a nublarse.-Si siempre te ve sola pensará que eres rara y que no tienes amigos.-Aclaró.

-Reconozco que tiene sentido, pero no creo que...-Se detuvo al verlo bajar las escaleras al fondo, totalmente solo.-¡Hay está!-Se alteró y Luka rió.

-Te prometo que no haré nada raro.-Le mostró la palma de la mano derecha, haciéndole una promesa. Segundos después empezó una pequeña llovizna y ambas miraron al cielo.-Y le haré pasar una prueba.-Dijo.

-¿Una prueba?-Preguntó Miku, sacando de forma inconsciente su paraguas, pero Luka, usando su mano izquierda, la frenó.

-Una prueba "de agua".-Puntualizó y le guiñó un ojo. Miku seguía sin entenderlo y disimuló su expresión desorientada cuando llegó el rubio a su lado.

-Hola, Hatsune-san.

-Hola, Kagamine-san.-Devolvió el saludo. El chico se giró hacia la más alta.

-Tu debes ser la mejor amiga de Hatsune. Me llamo Kagamine Len.-Se presentó, haciendo una pequeña reverencia.

-Soy Megurine Luka.-Lo imitó.

-Muy bonito.-Halagó él.

¿Por qué a ella nunca le había dicho eso de su nombre? Se preguntaba Miku, tratando de comprender en que consistía la prueba de Luka.

-Parece que la lluvia no va a cesar pronto.

-No.-Apuntó la peliverde, y sus tripas la acompañaron rugiendo. Len disimuló una risa, y Luka, con la mano delante de los labios, rió. Esto hizo a la joven sonrojarse, y tenía la vergonzosa sensación de que últimamente lo hacía mucho.

-Será mejor que nos vayamos, entonces.-Y menos mal que Len lo proponía, porque con la tontería de ir a buscarlo, Miku no había comido nada aún, por lo que asintió. Sabía, por indicación de Luka, que no debía sacar el paraguas, pero no sabía el porqué.

Len sacó un paraguas plegable de color amarillo yema y lo abrió. Luka, por su parte, sacó el suyo, que era de color rosa con lunares turquesa, y se colocó al lado de la chica.

-¿No tienes paraguas? - Miku se quedó en silencio, mirándola.- Es igual, lo compartiremos.-Y se acercó más a ella para cubrirla y empezar a caminar.

Fue así como las dos chicas caminaron junto a Len, que le preguntaba a Luka cuánto hacía que eran amigas, y más detalles que Miku no le había contado.

-Nos veíamos por el colegio y demás, pero no fuimos amigas hasta que empezamos a jugar juntas en el parque. Y eso que soy cuatro años mayor que ella.-Respondió.

-¿Cuatro? Entonces, ¿no estás en su clase?

-No. Yo curso ahora segundo de bachiller. Cuando terminé la secundaria, por motivos económicos entonces, me incorporé rápidamente al mundo laboral, compaginándolo con mis estudios musicales. Cuando cumplí los dieciocho me decidí a retomar el bachiller en artes musicales, y ya estoy en segundo. Este año cumplo los veinte.-Relató.

-Vaya, me alegro de que hayas podido retomar tus estudios.-Añadió él, no dándole importancia a qué problemas podía haber tenido la chica en el pasado.

-Hablando de estudios,-se incorporó Miku rápidamente- ¿qué ha pas-Luka la cortó, deteniendo el paso, y a ella. Len se volvió a verla.

-Bueno, en este punto es donde nos separamos, y hoy no podré acompañarte a casa, tengo el tiempo justo.-Comentó.-¿Quieres llevarte mi paraguas?-Propuso, sonriente.

-N-no, Luka. Me apañaré...

-Insisto.-Se lo puso en la mano.

-Yo me encargo.-Interrumpió el chico.

-Si tenías otro paraguas podías haberlo dicho antes.-Bromeó Luka y los tres rieron, acompañados del repiqueteo de las gotas de agua fría en las casas cercanas y el suelo, además de los dos paraguas.

-No, mujer. Yo compartiré el mío con ella. Somos vecinos, así que no se quedará sola hasta casa.-Apuntó.

-Entonces perfecto. Cuídala bien.-Pidió Luka, despidiéndose y caminando por otra calle.

-Si, lo haré.-Afirmó él, cubriendo a la chica, que no sabía que decir, con su paraguas. Sólo quería matar a Luka por haberla engañado así.

Comenzaron a caminar por la calle que debían tomar, esquivando los charcos, y la chica procuraba no rozar siquiera al chico, aunque a veces era inevitable.

-Vaya, yo creía que eramos amigos.-Se lamentó.

-¿Eh?

-Parece que me tengas asco.-Se burló, señalando la distancia que ella guardaba.

-Es que nos conocemos hace tan poco que no quiero importunarte.

-No lo pienses tanto. Somos vecinos y eres mi primera amiga aquí, así que no tengas miedo.-Rió él. Ella sonrió y reunió la confianza suficiente para acercarse sin temblar. Ahora rozarle no la ponía tan nerviosa.-Y lo de no hablarme también puedes cambiarlo.

-¿Cómo?

-Me estabas contando algo, pero al irse Megurine-san no has seguido hablando.-Explicó.

-¡Oh, cierto! - Recordó, golpeando su palma izquierda con el exterior de su puño derecho.-Decía que como es posible que no te haya visto. Te deben haber puesto en otra clase.

-Eso mismo te quería decir. ¿En qué clase estás?

-Cuarto B. ¿Y tu?

-Segundo A.-Respondió.

-¡¿Qué?!-Se sorprendió. Él se limitó a reír a carcajadas.

-No es tan raro que no estemos en la misma clase.

-N-no aparentas ser tan joven.-Apuntó ella, midiéndolo con la mano para que viese que medían lo mismo.

-Quizá sea que no eres tu muy alta.-La picó.

Ella pensó, aún así, que debía ser que desde que lo conocía lo había mirado desde abajo, con vergüenza, y le parecía más alto que ella.

-Entonces tienes...

-Catorce años recién cumplidos.-Respondió.-No soy tan pequeño para tus dieciséis.-Recordó.

-Ya, y como ves, si puedo ser amiga de una chica más mayor que yo cuatro años, puedo serlo de un chico dos años más joven.-Dijo.

En ese momento pisó un charco y se caló hasta la rodilla, culpa de los calcetines altos. Se detuvo, mirándose los pies, horrorizada.

-¡Mier...!-Empezó ella, quitándose el zapato del uniforme escolar.

-Tranquila, solo falta una calle. Ven.-La obligó a apoyarse en su hombro, pasándole un brazo por el cuello, y mientras él sostenía el paraguas con la derecha, la sujetaba por la espalda con la izquierda.

Miku sentía que se iba a derretir, pues le temblaban la pierna que apoyaba en el suelo y la que llevaba en alto sin zapato. Giraron una calle y pudieron al fin subir las escaleras, con el zapato a salvo y cubiertos de una vez. Len cerró el paraguas en el primer escalón, mientras Miku subía y lo esperó arriba del todo. Él no tardó en reunirse con ella.

-Vaya, y parecía que iba a hacer buen día esta mañana.-Apuntó el chico, esperando a que ella se quitara el otro zapato.

-Dímelo a mi, que no he cogido nada para la lluvia.

-Yo siempre lo llevo encima. Y tu deberías dejarte uno siempre en la taquilla para estos casos.-Aconsejó, observando la lluvia a su izquierda y sacando la mano al exterior.

Miku no se atrevía a mirarlo a la cara siquiera, porque ella también lo llevaba siempre encima para casos como aquel. Sentía que lo había engañado un poco y que era un táctica desesperada, pero tampoco había sido idea suya. Aún así reconocía que estaba encantada con el paseo, y que ese gesto desinteresado de él le daba puntos como persona y como amigo. A este paso le haría más fácil enamorarse, y a la vez, más difícil confesarle un "me gustas". Suspiró al parar frente a su puerta.

-Bueno, mañana puedes seguir tu ritmo normal para ir a clase

-¿Serás capaz de seguirme?-Se burló ella.

-¿Eso quiere decir que iré contigo y con Megurine?-Preguntó.

-Siempre que quieras. No hace falta que vayas solo. Normalmente me encuentro con Luka donde nos hemos separado hoy, alrededor de las ocho y media. Salgo de aquí a las ocho y diez, ocho y cuarto... Si estando alli no hay nadie a menos cuarto, vamos directamente a clase porque la otra llega tarde o no viene.-Explicó.-Así que ya sabes.

-Bien. Nos veremos mañana.-Se despidió.-Hasta mañana, Hatsune-san.

-Hasta mañana, Kagamine-kun.-Se llevó las manos a los labios, sonrojada, en el umbral de la puerta de su casa.-P-perdona. No pensé que te pudiera sentar mal que te dijese...

-N-no te preocupes. Soy más joven que tu, está bien.

-Es que te he cogido confianza muy rápido.-Se inclinó muchas veces, cerrando los ojos con fuerza.-¡Gomenne!

-Estás bien, de verdad. Somos amigos, Miku-chan.-Ella levantó la vista y él se llevó una mano a la boca.-¿Ves? Yo también te he cogido confianza.-Sonrió.

No sabía si lo había hecho por calmarla, pero le gustó mucho oírlo. Ambos se sonrieron. Una puerta, más adelante, se abrió, y salió la madre del chico.

-¿Len?-Preguntó.

-Mamá. -Se acercó a ella.g

-Empezaba a preocuparme. ¿Estás bien?

-Sí, hemos tardado a causa de la lluvia, perdona.-Se disculpó, haciendo una inclinación hacia la mujer.

-Ha sido culpa mía, disculpe, señora Kagamine.-Se inclinó otra vez, esta vez ante su vecina.

-No pasa nada. -Sonrió y esperó a Len.

-Nos vemos. -Dijo él, antes de volver a casa.

Miku cerró la puerta y se apoyó en ella, sonriendo. Definitivamente el plan de Luka había funcionado: quizá no se habían enamorado, pero habían dado un gran paso, y es que ya se hablaban con confianza, como buenos amigos.


Próximamente más. Si os gusta, publicaré más capítulos. Y si no puede que lo hago por iniciativa propia :P

Nos leemos!

*Aclaro dudas por MP, siempre lo hago cuando puedo contactar con aquellos usuarios registrados. Aquellos que no estén registrados y quieran una respuesta, la recibirán al inicio del próximo capítulo :)