¿Sabéis que es lo mejor de escribir drabbles inconexos? Que luego no te sientes culpable cuando publicas algo completamente distinto y con larga perspectiva. Este fanfic es, como prácticamente todos mis proyectos de fic largos, una prueba de como se me da un formato de capítulo. Este sería un fanfic río, cada capítulo llevará el nombre de un personaje, un grupo de gente o un tipo de persona y hablaré de su perspectiva pero en tercera persona. El que haya leído Canción del Hielo y el Fuego entenderá lo que quiero decir, el que no, no sé que hace perdiendo el tiempo leyéndome a mí cuando no ha leído a Geroge R. R. Martin.
Encontrareis varios guiños a Maurader!Crack a lo largo de los capítulos. No es una continuación de esa historia, no es un plagio descarado (o al menos eso espero, yo no lo considero así), es sólo que he decidido que JK sólo tiene autoridad hasta el sexto libro, y siempre que no contradiga a Irati, que como sabemos, es la que de verdad escribe el canon. No me baso directamente en él, imaginad que el M!C es un libro, pues este es un fanfic aparte sobre ese libro, con universos alternativos, contradicciones y algunas licencias que los que escribimos fanfic solemos tomarnos.
Disclaimer: Nada de esto me pertenece, si los personajes fueran míos Sirius seguiría vivo y estaría felizmente casado con Remus y un niño, conseguido por una fuerte investigación y búsqueda de un manuscrito antiguo que guarda los secretos para tener hijos entre hombres. He dicho. Los Remus y Sirius originales y el mundo en el que viven pertenecen a JK, casi toda la personalidad de los personajes pertenece a Irati y las menciones a pucheros y chocolate blanco también.
Sumary: El mundo siempre puede ser distinto, el destino no está escrito, cualquier pequeño cambio puede cambiarlo todo. No se sabe que ha cambiado el destino, puede ser cualquier cosa. Dumbledore consigue la rendición de la Orden del Fénix a cambio de la vida de su primer amor, Régulus Black decide que no va a morir por un elfo doméstico,que por encima está vivo, Voldemort está en el poder y toma unas medidas bastante desagradables. Entre todo ello, Remus y Sirius siguen juntos, con problemas y dudas, pero juntos. Aunque cada vez el ministerio pone más trabas. Parece una realidad horrible, ¿no? Pero James y Lily están vivos, los Longbottom pueden estar con su hijo, los Weasley aumentan sus ingresos considerablemente y los Black-Lupin encuentran la forma de ser padres sin pasar por un orfanato o un embarazo. ¿Es todo malo, acaso? Es la realidad reflejada en un espejo negro, ni mejor ni peor, sólo distinta.
Advertencias: Este fic contiene Slash, si no te gustan las relaciones Chico/Chico, no lo leas, respeta como se te respeta a ti. Remus y Sirius tienen hijos, pero ninguno se queda embarazado, ¿es M-Preg? Ni idea. También incluye: palabras malsonantes, violaciones, torturas, homofobias, incestos, puede que algunas menciones al sadomaso, referencias a los nazis, discriminaciones, esclavitud, sexo, sexo anal, sexo oral, alcohol, tabaco, rock inglés, magia negra, un montón de opiniones mías sobre el mundo de Rowling, pero que no están camufladas como opiniones de los personajes, personajes inventados, desaparición de algún que otro personaje original porque ya no encaja en la trama, supongo que me cargaré a un par de personajes, así que añádomos eso, ah, y un montón de intento de chistes que seguramente no tengan gracia, incluido un intento de oda que es horrible y no rima, Régulus y yo lo admitimos. Advertimos también de que llevo sesenta y ocho páginas de word y no parece que tenga pinta de acabar pronto, yo aviso, pero tranquilos, no engancha a nadie que no sea yo;)
¿Me queda algo que decir? No lo sé, ahora mismo no me acuerdo. Así que...
Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
1 Sirius
Siete de Abril de 1981, una calle de Londres cercana al Callejón Diagon.
No era sorprendente, pero aun así, Sirius seguía sin aceptarlo, no del todo.
La guerra perdida. Los mortífagos con el poder absoluto. Y claro que los magos sangre pura como la aristocracia del mundo mágico siempre había sido una constante, sí, pero se estaba elevando al cuadrado. O al cubo. En cualquier caso se estaba elevando.
La represión contra los miembros de la Orden había sido bastante suave, la verdad. Todo por influencia de Dumbledore, que seguía teniendo bastante poder en el ministerio. No había sido una batalla final llena de sangre y dolor, eso es lo que más le jodia. Se habían rendido. Simple y llanamente. Un "Ya no tenemos posibilidades de vencer, chicos. La luz debe rendirse a la oscuridad, pero recordad, que después del anochecer viene la noche, sí, y está, es sólo un paréntesis antes de que empiece un nuevo día" de Dumbledore y a la mierda la guerra, la resistencia y la Orden del Fénix.
Pasad, pasad por favor. El ministerio es vuestro, desde luego, desde luego. Hogwarts no del todo, pero tranquilos, tenéis muchísimo poder. Por favor, pasad, dominarnos, matar a todos los muggles que queráis, con leyes que lo aprueben, eso sí, y procurad no rompernos mucho el ojete cuando nos deis por culo. Gracias, muchas gracias Señor Oscuro, vuestro poder nos deja anonadados.
Sirius gruñó y sacó una cajetilla de tabaco de los pantalones. La miró, deseando fumarse uno, pero no podía. Lo había prometido. Mierda. Con todo el dolor de su corazón, volvió a guardar la cajetilla con manos temblorosas y cogió una caja de chicles del otro bolsillo, se metió uno en la boca y comenzó a masticar. No era lo mismo.
Suspirando, continuó su camino por las calles de Londres. Las calles estaban llenas de escombros, polvo, cenizas y hollín. A lo mejor tenía que ver con que los mortífagos hubiesen creado un nuevo deporte: quemar las casas de los muggles y ver cuantos podían salir. Organizaban hasta porras, los muy hijos de sus purísimas madres. Claro, era razonable, el quidditch se estaba quedando anticuado, reinventarse o morir.
Hizo una enorme pompa que estalló en chispas de colores. Algunos muggles le miraban con miedo, aterrados y con un brazalete en el brazo que tenía dibujada una M. Los mortífagos eran tan… Nazis… Sirius decidió que no era justo, no podía fumar, no podía hacer pompas, tenía que ver a familiares suyos todos los días… Su vida era una mierda. Además, con tanto dementor suelto, hacía mucho frío. ¡Demasiado!
En un soportal había dos niños rubios, sucios y temblando de frío, con unos brazaletes demasiado grandes para sus pequeños brazos. Los orfanatos no daban abasto. Ni lo intentaban. Sólo acogían a algunos niños elegidos para ser criados según la premisa de que los magos eran la leche y los muggles sus sirvientes naturales, y a aquellos niños que los magos decentes llevaban porque se los habían encontrado en la calle pidiendo. Sirius se enterneció al verles temblar con las caritas sucias por el llanto y la suciedad de la calle, se agachó junto a ellos y miró a los lados, varios muggles le miraban, esperando aterrados que los matase.
-Eh, niños, ¿necesitáis ayuda?
Los niños miraron su brazo desconfiados, los que no llevaban los brazaletes no eran de fiar, eso es lo que les habían dicho sus padres antes de que se los llevasen. Se encogieron y retrocedieron asustados. Él suspiró, hurgando en sus bolsillos. Sacó la caja de chicles que chisporrotean y les tendió un par, los niños los miraron dubitativos.
-Se pueden tragar, son especiales, y cuando haces una pompa y revienta salen chispas de colores-lo ejemplificó, consiguiendo chispas rojas que cautivaron en parte a los niños, la magia y ellos no se llevaban muy bien en esos momentos-. Están muy buenos, coged-les animó.
El pequeño tendió su manita y se llevó uno a la boca, el mayor parecía dubitativo. Observó como su amigo mascaba y sonreía ligeramente, parecía que estaba rico.
-¿Te gusta?
El niño asintió.
-Gracias, señor.
-De nada. ¿Hace cuánto no coméis?
-Ayer por la noche vinieron magos-dijo el mayor-, y se llevaron a nuestros padres para un lugar horrible.
Sirius asintió, comprendiendo donde estarían, y que esos niños estaban prácticamente huérfanos. Los muggles aguantaban mucho menos que los magos en Azkaban, sobretodo si los llevaban como comida para los dementores.
-Venid-dijo levantándose-. Os llevaré al orfanato.
-No nos dejan entrar-susurró el pequeño.
-Si os llevo yo, sí-afirmó cogiendo las manos de los niños.
Los muggles le miraban, entre extrañados y emocionados, por la compasión que mostraba hacia dos niños sin magia. Malditos fueran los mortífagos y su puñetera dictadura.
En una tienda de electrónica cerrada por el decreto número ocho de las restricciones sobre objetos muggles-por la cuál los objetos que usaban electricidad eran una imitación a la magia, y por tanto ilegales-, unas televisiones viejas seguían emitiendo el mismo vídeo una y otra vez. La coronación de Lord Voldemort como rey de Inglaterra, mientras Isabel II, se arrodillaba ante él coaccionada, y seguramente amenazada con varitas tras las cámaras.
Sirius decidió que ignorar las televisiones era lo mejor que podía hacer por su tensión. Eso y matar un mortífago, pero no creía que quedase sin consecuencias, y en esos momentos NO PODÍA ir a Azkaban. Si pudiese, en ese momento estaría matando mortífagos y luchando contra Voldemort. Como no podía, debía conformarse con lo que tenía y, al menos, ayudar a los niños muggles que encontraba temblando de frío en un soportal. Que no tenía nada de malo. No. Pero él era Sirius Black, y él explotaba, reía y se dejaba la piel en el campo de batalla. La ayuda humanitaria no era lo suyo. No tenía ningún tacto. Al menos, se le daban bien los niños. Mejor que sea así, ese talento te va a hacer falta. Suspiró, no se sentía PARA NADA preparado, pero que iba a hacer, ¿huir? No, un Gryffindor y un merodeador no huían, ¿qué imbécil pensaría algo así?
Una vez los niños quedaron registrados en el orfanato, Sirius continuó su camino. El Caldero Chorreante bullía de vida, claro, era un bar de magos, y los magos estaban en la cúspide de la pirámide. Cruzó el bar, ignorando las miradas que le dirigían, había bastantes de desprecio y asco, pero casi todas eran de admiración. Bueno, una trayectoria como la suya en esos tiempos era complicada. Gryffindor, traidor a la sangre, repudiado de la familia Black, pupilo de Dumbledore, miembro de la Orden del Fénix, torturado por Lord Voldemort como castigo por eso último, jefe de rompedores de maldiciones en Gringotts-puesto de suma importancia, por cierto-, homosexual, casado con un licántropo-lo cual tenía una razón, y que conste que él seguía sin creer en el matrimonio- y con autorización para acceder al polémico Manuscrito de Antínoo y Anu. Una trayectoria ÉPICA.
Entró en el Callejón Diagon sin estar de humor para nada. Joder, como echaba de menos el tabaco, coño.
-Padfoot-James apoyó una mano sobre su hombro-, ¿no me oías?
-Hola Prongs, ¿de paseo con el enano?-dijo mirando a Harry, que se encontraba tremendamente entretenido con un juguete de goma que brillaba y les ignoraba descaradamente.
-Sí, se me cae la baba con él. Ya me entenderás.
Sirius tragó saliva. No, por favor, eso no, no me jodas, ese tema déjalo quieto Prongs, por lo que más quieras.
-Supongo…-dijo encogiéndose de hombros y evitando su mirada.
-¿Cómo está Clara?
-Bien-contestó escuetamente.
-Ahora te queda lo peor, en los últimos meses están muy irritables. Los tres primeros lloran, los tres segundos se empiezan a ver gordas, y en los tres últimos se vuelven irritables, celosas y agresivas-se estremeció-. Pero luego es bonito, se te caerá la baba. ¿Vienes con nosotros?
-No, ahora no puedo, ya llego tarde a Gringotts, me encontré a unos niños y los llevé a un orfanato.
-Ya, yo lo hice esta mañana, paso allí más tiempo que en casa, es horrible lo que les hacen a esos niños-negó con la cabeza.
-Sí-reconoció-. Es terrible-bajó la mirada.
-¿Sigues con las dudas?-Sirius se encogió de hombros- Vamos, total tenía que ir a Gringotts para ingresar dinero y hace un día horrible, nos quedaremos en tu despacho, ¿verdad, Harry?-el niño no respondió- Créeme, no siempre es así, es el puñetero juguete que le regalaste, absorbe toda su atención.
-Normal, es de Zonko-bromeó sin alzar la mirada.
James pasó un brazo sobre sus hombros y se dirigieron al enorme banco blanco, recortado sobre un cielo gris ceniza.
Los duendes no se atrevieron a reclamar por la tardanza, era difícil encontrar a alguien de la valía de Sirius Black, y ese día no había mucho trabajo. Además, todos sabían que siempre hacía lo mismo, llegaba tarde, pero se quedaba hasta haber cumplido todas sus horas, aunque se hiciese de noche. Era una inversión buenísima.
James ingresó el dinero en la caja central y se marcharon al despacho de Sirius. Estaba prácticamente vacío, los rompedores de maldiciones que trabajaban en Londres eran raros, solían ser empleados encargados del mantenimiento de las cámaras, de investigadores en busca de nuevas maldiciones que aplicar como seguridad, y mandamases varios encargados de echar la bronca, comprobar maldiciones, regular el trabajo de los demás y encargarse del papeleo. Sirius era de la última categoría.
Se sentó en la silla de ébano quitándose la chaqueta de cuero negro y la bufanda, que era demasiado larga y deshilachada para que hubiese alguna duda de quien era, antes de dejarlas en el perchero, que se inclinó para que no tuviese que volver a levantarse.
James hizo lo propio con él y con Harry, que se puso a jugar sobre la mullida alfombra con los juguetes que su padrino guardaba para sus visitas. Su casi-hermano se sentó en una de las sillas y le miró.
-¿Cómo está Remus?
-Algo alicaído, ya sabes, está seguro de que su trabajo en Flourish & Blotts no le dudará ni un mes más, las nuevas regulaciones contra la licantropía le están machacando, James. Son injustas, y abusivas, y…
-¿Te arrepientes de la boda?-preguntó preocupado.
-No, James, por Merlín, es Moony. Me alegra haberlo hecho. Pero yo… Bueno, tú ya sabes lo que siento. No, no es eso.
-Pero no crees en el matrimonio.
-No-negó con la cabeza-. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Dejar que se lo llevasen como carnada para el ejército anti-muggle de Quien-tú-sabes? No podía hacer eso, y además, lo de estar casado… No te rías-le advirtió-, pero no ha sido un gran cambio, estábamos prácticamente casados, como tú no te cansabas de repetir.
-Tú cara era graciosa-sonrió y se encogió de hombros-. Entonces, el problema es Clara.
-No, Clara es… Extraña. Jodidamente extraña. ¿Te puedes creer que no soporta que nadie la toque?-negó con la cabeza- Moony cree que puede ser por algo que le hiciese algún mortífago, no sé. Pero ella no es el problema, el problema, James, es que hemos desafiado a las leyes de la naturaleza para ser padres, en medio de una represión prácticamente nazi, sabiendo perfectamente que nosotros estábamos ya de por sí en el punto de mira, ese, es el problema.
-O sea, que te arrepientes de haberte decidido.
-No lo sé-admitió con un bufido, volviendo a negar con la cabeza-. Si no demostrábamos que nuestra unión no imposibilitaba la reproducción para conseguir la continuidad de una raza pura-hizo una mueca-, habrían anulado el matrimonio, y es por eso por lo que no está ahora mismo en Nueva Zelanda, dejándose matar por muggles y magos contrarios a Ya-sabes-quien. No puedo arrepentirme de haberle salvado la vida, Prongs, yo daría la mía por él, y no te rías-le advirtió de nuevo.
-Que romántico-sonrió-. En cualquier caso, el problema entonces, es que no estás preparado para ser padre.
-En serio, Prongs, ¿me imaginas con un hijo? Acabaría muerto, seguro. ¡Soy un desastre!
-Tienes buena mano con los niños, Padfoot.
-Sí, lo sé, se me dan bien. Pero no son mis hijos, James, no lo son. Y además, sal ahí fuera y dime, atrévete a decirme que no soy un hijo de puta egoísta por traer un niño a este mundo con la que está cayendo.
-Lo haces por Moony.
-Sí, bueno, también lo hago por mí, porque no quiero que se vaya. Soy un egoísta, un inconsciente y un irresponsable.
-Para-le cortó James-. Serás un padre buenísimo, ¿vale? Mira a Harry, ¡te adora! Más que a mí, incluso-sonrió y puso una mano sobre su hombro-. Serás un padre fabuloso, Padfoot, y siempre estará Moony para las cosas que no se ten bien, ¿no?
-¿Y si…? ¿Y si no lo está? En cualquier momento Ese-tipo puede decidir que debemos estar en Azkaban y el niño se quedará solo, Prongs. Puede quedarse solo, y yo no quiero eso-negó con la cabeza-. Me aterra pensarlo.
James le miró con seriedad.
-Padfoot.
-¿Si?
-Yo tengo esa duda. Tengo esa duda cada mañana, cuando me levanto y veo a Harry. Es una duda que todos los padres tienen en este momento. Y tú tienes un trabajo en Gringotts, Sirius, Gringotts. Nadie se enfrentaría a los duendes, y ellos saben lo que vales-apretó su hombro una vez más y retiró la mano.
-Gracias, Prongs-sonrió aliviado-. Supongo que tienes razón. Estoy siendo estúpido, ¿verdad?
-No, peor-hizo una pausa dramática-, responsable.
Sirius se llevó una mano al pecho con una mueca de terror y los ojos vidriosos.
-¿Cómo puedes decirme eso? ¡A mí! ¡Qué te he dado los mejores años de mi vida!
-¿Estos han sido los mejores? Porque entonces a Remus le espera un infierno contigo.
Ambos rieron, relajando un poco la tensión que había en el despacho.
La puerta se abrió en ese momento, y una mujer mayor, de pelo negro, ojos grises, mirada despreciativa y aspecto severo entró en el despacho.
Sirius chasqueó la lengua con disgusto y la miró con asco y odio.
-¿Necesita algo?
-Quiero comprobar las maldiciones de mi cámara.
-¿Otra vez?
-Sí, otra vez.
-Vino la semana pasada.
-Soy consciente.
-No se ha operado en su cámara desde entonces.
-Pues debería.
-Usted lo prohibió.
-Prohibí maldiciones inútiles y faltas de poder.
-Y no han sido aplicadas.
-Cierto, pero deberían aplicarse maldiciones de mayor calidad.
-Eso no lo especificó.
-Lo especifico ahora.
-Bien, pues vuelva el mes que viene.
-No esperaré un mes, lo quiero ahora.
-No hay ningún empleado disponible en estos momentos.
-Usted lo parece.
-Pues no lo estoy, fíjese.
-¿Qué es más importante que cumplir con su trabajo?
-Una interesantísima conversación sobre matrimonios homosexuales con licántropos mestizos y sus posteriores formas de reproducción.
La mujer se hinchó ofendida y le miró con odio.
-Siempre has sido una vergüenza.
-Puedo decir lo mismo.
-¡No eres más que un tumor en la historia de esta familia, carne maldita e ignominiosa que nunca debería haber existido!
-Yo también me alegro de verte, vuelve el martes a comprobar si tus maldiciones son lo suficientemente Black-escupió el apellido.
La mujer salió dando un portazo.
-No te ofendas-comenzó James-, pero tu madre está chiflada.
-Como una cabra, coincido.
-¿Viene mucho por aquí?
-Bastante-bufó-. Debe aburrirse mucho. No sé porque no da la tabarra a Régulus, después de todo él sigue siendo su hijo, que apechugue.
-Tendrás que soportarla el martes.
-No, el martes tengo el día libre.
-¿No se enfadará?
-Bastante-sonrió de forma perversa-. Pero eso ya será problema de Christopher.
-¿No te remuerde la conciencia dejarle con el marrón?
-No le gustan los Rolling Stones.
-Se lo merece.
Volvieron a reír.
-Creo que debería volver a casa. Lily está bastante deprimida últimamente.
-Lo debe estar llevando muy mal.
-Sí, fatal. Tenemos más que de sobra para sobrevivir, pero Lily no aguanta sentirse una inútil, y esas leyes que regulan el empleo para hijos de muggles son…-suspiró- Terribles. A lo máximo que puede aspirar es a trabajar en las Tres Escobas.
-Dale recuerdos de mi parte. Y dile que si son tan estúpidos como para no dejar que trabaje, ellos se lo pierden. Gran Bretaña se hundirá sin Evans al frente.
-Es Potter.
-Lo que sea.
Después de esa conversación, James se llevó a Harry a casa en el cochecito y Sirius se quedó sólo. Con un suspiro comenzó a leer los informes de sus empleados. Nunca se imaginó así, la verdad, odiaba verse así. Pero había estudiado para romper maldiciones-culpaba de ello al anuncio de Gringotts que prometía aventuras- y los duendes le dieron ese puesto sin pensarlo dos veces después de su demostración práctica. Además, dejar Londres era peligroso, si pasaba algo con Remus o el niño él tendría que interceder, y tenía que estar en el país para hacerlo.
Los informes no estaban mal, pero tampoco estaban bien, y aunque tenía poco trabajo pasó bastante tiempo añadiendo notas, comprobando datos e insultando entre dientes la incompetencia de sus empleados. Todo fachada, desde luego. Tenía un largo día por delante.
Como echaba de menos el tabaco, coño.
Desapruebo los chantajes para conseguir reviews, así que, sinceramente, voy a seguir publicando reciba o no reciba comentarios. Otra cosa es que no os avise de que cada vez que no lo dejáis muere un kneazle... Yo sólo lo digo.;)
