¡Hola!
Sé que muchos estarán pensando, "¿qué hace subiendo una nueva historia si aún no termina las otras?" y les encuentro toda la razón. Peeeeeero, la fantástica Cristy1994 me preguntó si quería escribir una colaboración con ella y no pude negarme. Así que les presento "Encrucijada del destino", historia que es hermana de "Encrucijada de sangre", que pueden leer en su perfil. Espero que esta aventura sea tan emocionante como lo es para nosotras.
Un abrazo y besos cósmicos
Mad.
Ps: después de leer este prólogo sigue la historia en el perfil de Cristy.
Prólogo
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Si bien la situación estaba tensa y el olor a peligro inundaba cada rincón, nada hacía presagiar lo que ocurriría esa noche, precisamente en la víspera de Navidad.
Harry y Hermione habían quedado de partir juntos a la Madriguera, portando con una sonrisa queda sus respectivos regalos para tratar de disfrutar de una comida acompañados de la familia Weasley, en búsqueda de algo de solaz entre tanta oscuridad. Caminaban en silencio, ambos con el pecho apretado, sin manifestar ese pequeño presentimiento que se había anidado en sus cuerpos cuando se percataron que nada se oía a su alrededor más que sus propias respiraciones.
Atravesaron el jardín acelerando el paso de manera inconsciente, y llegaron hasta esa tosca puerta de madera, la cual Harry tocó de forma brusca sin ocultar un ápice de su ansiedad. Sus nudillos parecían chocar en cámara lenta, ya que cada segundo que transcurría sin respuesta, obraba como una punzada en su caja torácica.
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Pero por más que insistía, nadie atendió.
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Los jóvenes cruzaron sus miradas preocupadas, y esta vez fue Hermione la que golpeó en repetidas oportunidades, mientras Harry pronunciaba en un grito los nombres de cada integrante de ese hogar, partiendo por su mejor amigo, Ron.
Impaciente, la muchacha extrajo su varita del bolsillo trasero del pantalón y apuntó a la chapa, reventándola con un hechizo que empujó la puerta hasta azotarse contra la pared.
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Pero poco les importó.
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Entraron sin anunciarse, a toda máquina, iluminando su camino con las varitas, ya que la oscuridad era tan profunda que parecía surreal en una casa que solía estar llena de risas. Además, los adornos navideños alumbrados en esas circunstancias eran realmente escalofriantes. Algo no pintaba para nada bien.
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Y no tardaron mucho en descubrir qué era.
Pues sus pies se paralizaron unos metros más allá.
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Tanto Hermione como Harry parpadearon atónitos, incapaces de creer lo que sus ojos estaban registrando, incapaces de procesar cómo era posible aquella imagen, e incapaces de inhalar otra porción de ese aire apestado a sangre.
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Porque eso estaba desparramado por doquier.
Como pinceladas en el lienzo que era la Madriguera.
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–No, no, no, no –comenzó a repetir Hermione, clavada en su sitio, soltando el regalo de sus manos para llevárselas a la cabeza–. Dime que esto no es verdad, Harry. Dime que no estamos viendo esto. ¡Dímelo!
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Pero él no podía esbozar sonido alguno.
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La escena de la familia Weasley en pleno, sentada a la mesa con las manos tomadas entre sí y las cabezas pegadas a sus correspondientes puestos gracias a alargadas espadas que franquearon sus cuellos por detrás y los traspasaron para unirlos a la mesa, era una imagen que jamás podría borrar de su cerebro, quedando marcada a fuego en su memoria.
Lo más terrible fue observar como aún borboteaba un poco de sangre desde el cuello de Ron, por lo que era fácil adivinar que fue el último en ser ejecutado, probablemente, para obligarlo a mirar mientras asesinaban al resto de su familia.
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Su imaginación hizo el resto al recrear el ataque.
Y su estómago no pudo más.
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Harry se fue hacia adelante soltando el regalo también, y liberó el ácido que se devolvió por su garganta, el que solo terminó invocar otra ronda más abundante. Entre tos y tos, con los ojos aguados por el esfuerzo y la pena de haber perdido a las únicas personas que consideraba como su familia, observó a Hermione arrastrar los pies hasta la mesa para colocarse al lado del que alguna vez fue Ron, agachándose para mirarlo de cerca. Levantó su mano temblorosa para acariciar sus cabellos de fuego, y al sentir su cuerpo aún tibio pero su pulso ausente, no pudo reprimirse más.
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Un desolador grito rompió el silencio.
Transformándose pronto en un lamento ahogado que prometía resonar por la eternidad.
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Harry, haciendo tripas el corazón e ignorando su propio sufrimiento, avanzó hasta ella a tropezones y afirmó su codo para alejarla del cuerpo de Ron, apresándola sobre su pecho para contenerla. Hermione al principio trató de luchar y volver a su novio, pero prácticamente no tenía fuerzas para resistirse. En esos momentos, no era más que una muñeca de papel.
–Tenemos que dar aviso al Ministerio –le susurró Harry con las cuerdas vocales estranguladas–. Te prometo que encontraremos a los culpables, pero ahora, salgamos de aquí. No hay nada que podamos hacer.
Ella asintió contra su torso y caminó abrazada a él hasta la salida, donde finalmente se separó para limpiar sus lágrimas con la manga de su chaqueta. Harry aprovechó el instante para sacar su varita y enviar un mensaje, sin embargo, la muchacha lo afirmó por la muñeca para evitarlo.
–No. Es peligroso –advirtió, tratando de controlar sus nervios para hablar–. No sabemos si han puesto algún encantamiento para atraparnos y asesinarnos también. Es mejor que nosotros vayamos al Ministerio para comprobar en qué situación estamos.
Del pequeño bolso que llevaba pegado a la cintura, Hermione extrajo una botella del porte de su índice y se la extendió a su amigo, quien la tomó extrañado.
–¿Multijugos? ¿Queremos quemar este recurso ahora? Sabes lo que nos costó conseguir esos cabellos.
–Esto no fue solo un crimen, Harry –le respondió ella, sacando otra botellita idéntica para bebérsela de un sorbo–. Esto fue un mensaje. No sabemos qué nos encontraremos allá, y no pienso dejarme atrapar hasta hallar a los responsables de… de… tú sabes –Hermione necesitó tomar una pausa para reorganizar sus pensamientos y continuar–. No. Esto no se quedará así, Harry. Tienen que pagar. Y tiene que ser ya.
Hermione tragó espeso y calló, dejando que la poción hiciera su efecto. Harry la imitó y pronto ambos eran otras personas, Hyperion y Serena Greengrass, fieles seguidores del bando oscuro. La sola idea de personificarlos les daba escalofríos, pero era la única forma de pasar desapercibidos.
Antes de partir, de reojo Harry notó que aún se deslizaban lágrimas por las mejillas de su compañera, las que secó rápidamente al verse atrapada. Sin embargo, por su lado el elegido notaba como en su interior la tristeza era transformada en una rabia capaz de comerse al mundo de una mascada. Aún no sabía cómo era capaz de controlarse y no explotar.
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Quizás, era porque ella estaba de por medio.
Y pronto quedaría en fuego cruzado.
Donde sea que se encuentre.
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Se aparecieron en las proximidades del Ministerio y la situación no los sorprendió en demasía, considerando que lo que acababan de atestiguar, había petrificado sus corazones. Las calles estaban rebosantes en humo, el cual provenía de decenas de piras que se asomaban en cada esquina, y que eran alimentadas por abultados expedientes. Sobre la marcha, Hermione capturó a una mujer que huía del edificio con el fin de interrogarla, arrastrandola hasta una calle lateral muy angosta y a la penumbra.
–Suélteme, por favor. Soy hija de muggles, ¡me matarán! –gimió la mujer, quedando pálida al reconocer a los Greengrass frente a ella–. Le ruego, por favor, tengo dos hijos, no los puedo abandonar, ¡Piedad!
–Tranquila. Solo dígame qué ocurre y la dejo ir –le prometió Hermione sin soltar el agarre.
La señora, mirando a ambos lados con espanto, comenzó a balbucear a toda velocidad.
–¡Todo se acabó! –exclamó con los ojos desorbitados–. El Ministro Shacklebolt fue asesinado y Patrick Parkinson asumió en el cargo. Acaba de despedir a todos los nacidos de muggle y está quemando sus expedientes. ¡Va a empezar la persecución! Todos saben que trabaja para el señor Oscuro y…
–Mantenga la calma, o se dejará en evidencia –aconsejó Harry, ceñudo.
–¿Qué calma? –repuso la mujer, en tono ofendido–. ¿Acaso no sabe que también Wizengamot está comprometido? ¿Qué ahora lo maneja ese loco de Nott? ¡Hace media hora el mundo se fue a la mierda! ¡Han dado la orden de eliminar incluso a los traidores a la sangre! ¡Ni siquiera puedo sacar mis ahorros para huir porque ahora Lucius Malfoy esta a cargo de Gringotts! ¡Es un puto desastre!
Hermione retrocedió impactada y soltó a su rehén, que no perdió tiempo en seguir arrancando como si el alma se la llevara el mismísimo diablo.
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Esa estrategia no se la esperaban.
Voldemort les había ganado la partida.
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Sintió la mano de Harry enredarse en la propia para devolverla a la realidad, y pestañeó para recomponerse. Si no se colocaban a salvo, pronto serían otro número rojo. Uno que no haría más que subir en los próximos días.
Con un apretón para darse fuerzas y escondidos aún gracias a la poción, caminaron entre el gentío borrando todo horror de sus expresiones, aparentando frialdad frente a su entorno, pues sus apariencias eran las de dos sangres puras partidarios del señor oscuro, un plan de escape que habían trazado meses atrás, cuando sucedió el primer ataque y la Orden se reactivó en fuerza y majestad.
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Pero en esos momentos, parecían unos malditos novatos.
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–Tendremos que pasar a la clandestinidad –le murmuró Harry mientras esquivaban un cuerpo inerte, aguantando las ganas de enfrentarse a esos genocidas de inmediato–. Es probable que tengamos que dividirnos en pequeños grupos para correr menos riesgos para la próxima ola de ataques.
Pero Hermione negó con firmeza, y una sonrisa macabra se extendió por sus facciones.
–No, Harry. Para la próxima, nosotros atacaremos primero –esbozó en tono glacial–. Para la próxima, su sangre será la derramada.
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Continuará...
