Piezas

Disclaimer: Todo pertenece a George R. R. Martin.

Esta historia participa en el reto del sexto aniversario del foro Alas negras, palabras negras con las variables "Lecho", "Decepción" y "obedecer".

()()()()()()()()()()()()

Su esposo está tumbado en el lecho. Parece dormido, pero Lysa sabe que no va a despertar. El maestre Pycelle le pone una mano en el hombro para darle consuelo. Lysa siente el impulso de apartarlo con brusquedad. Nunca le ha gustado ese hombre y además ella no necesita consuelo. No obstante, tiene un papel que hacer, así que se muestra aflijida y desconsolada como toda viuda se debe mostrar y pasados unos minutos el maestre al fin abandona la habitación dejándola sola con el cadáver de su marido.

Jon Arryn nunca fue un mal marido, pero tampoco fue uno bueno. Viejo, no muy agraciado y con un carácter más bien callado y serio, el señor de Nido de águilas nunca sería tema de canciones ni provocaría suspiros de jovencitas enamoradas. No provocó nunca los de Lysa, desde luego. La primera vez que lo vio, lo único que fue capaz de sentir por él había sido decepción. La menor de las Tully soñaba en su infancia con un caballero joven, apuesto y galante que tocara música para ella y la coronara reina del amor y la belleza tras ganar un sinfín de torneos.

Petyr Baelish nunca ha sido exactamente eso, no toca ningún instrumento y sus dotes para el combate son más bien mediocres, pero Lysa se encontró prendada de él sin apenas darse cuenta y ese sentimiento ha pervivido con el paso del tiempo. Al fin y al cabo, Petyr siempre ha estado ahí para ella, escuchándola, consolándola, haciéndola reír con su ingenio vivo y su lengua mordaz. Lysa piensa que Petyr ha sido más marido suyo que ese hombre que acaba de morir.

Y ahora, si todo sale según lo previsto, Petyr podrá ser su esposo de verdad. Su padre no podrá interponerse entre ellos esta vez. Hoster Tully es demasiado viejo y está demasiado enfermo como para buscarle otro marido y además, ahora Lysa es la señora del Nido de águilas y su padre no tiene ya poder sobre ella.

Solo le queda una cosa más por hacer. Sale de las habitaciones de su esposo y ya en las suyas propias saca pergamino y tinta. Debe escribir una carta a su hermana. Petyr le ha dicho que eso es importante, que debe decirle a Catelyn que sospecha que la reina ha envenenado a su querido esposo. Cat nunca sospechará que le miente. Siempre ha sido una ingenua.

No siente remordimientos al mentirle a su hermana, como no los sintió al matar a Jon, al fin y al cabo Catelyn sí que tuvo un buen matrimonio. Claro que sí, su padre buscó el mejor partido para su favorita. A ella le tocó el apuesto Brandon y más tarde su hermano menor. Para Lysa quedó el viejo Jon Arryn. La idea la horrorizó cuando se enteró, pero su padre se negó a escuchar sus protestas y a Lysa no le quedó más remedio que obedecer.

Si Petyr hubiera estado en Aguasdulces en ese momento quizá las cosas hubieran sido diferentes, pero Petyr estaba lejos y le habían quitado al hijo que esperaba de él. No obstante, ahora Petyr está a su lado y esta vez todo saldrá bien para ella por una vez.

Termina la carta y manda a una criada para que se la dé al maestre Pycelle. A nadie le resultará raro que busque consuelo en su hermana en estos duros momentos. Sola en sus aposentos Lysa se permite sonreír: Jon Arryn, el maestre Pycelle, Catelyn e incluso su padre, los está engañando a todos ellos, usándolos como piezas en su juego tal como Petyr le ha enseñado, tal como ellos hicieron con ella alguna vez.