Autora: Harurumon (mejor conocida como Harumon).
Género: Romance/Humor
Pareja: Sasuke y Hinata. Probablemente ponga más. No lo sé.
Sinopsis: Eran amigos de la infancia. La familia Hyuuga y Uchiha convivían muy bien juntos, sin embargo, los Uchiha parten de Konoha separando a sus hijos y así, borrando la amistad que había entre sus ellos. Ahora, una década después, han vuelto a Konoha, y se han juntado una vez más pero cada quién ya ha hecho su vida ¿Qué pasa cuando has olvidado todas las promesas que le has hecho a aquella persona que tanto te interesaba?
Historia - Harurumon
Personajes y mundo - Masashi Kishimoto
【Volviendo a conocerte】
- ¡Hina-chan, Hina-chan! – Gritaba con mucho entusiasmo un pequeño pelinegro.
Un par de niños se encontraban en el enorme jardín de una mansión. Y pareciera que, en ese jardín, el pequeño pelinegro se había encontrado algo sumamente interesante.
- ¡Rápido, Hina-chan! – Insistía.
A su llamado, una pequeña niña de cabello azulado iba corriendo con un par de flores en mano. Le había sorprendido mucho el por qué su compañero de juegos le había llamado con tanto esmero. Al llegar junto a él, se agachó doblando sus rodillas y bajó un poco la cabeza para observar bien lo que, su compañero, que también estaba en cuclillas, le indicaba.
- ¡Mira, Hina-chan! – Insistía con alegría el pequeño pelinegro. Sus ojos negros tenían un brillo tan espectacular. En verdad estaba fascinado con lo que había encontrado. – ¡Se mueve tan lento como tú!
Mientras el niño reía en carcajadas, su amiga, de ojos contrarios, de un hermoso color perla, se quejaba por haberla comparado con…
- ¡Un caracol! ¡Hina-chan es un caracol! –Reía el pelinegro apuntando a la cara de su amiga.
-¡N-no, Sasu-chan! ¡No me digas así! – Por otro lado, poniéndose de pie, la ojiperla pequeña cerraba los ojos en modo de reproche y, sacudiendo sus manos hacia el suelo, un poco fastidiada, tiraba las flores que con tanto esmero había recolectado. – ¡No soy un caracol!
Poco a poco, la pequeña comenzaba a sollozar, hasta que su carita se pintó roja. Hasta su nariz. Esto, alarmó a su amigo de ojos negros. La había hecho llorar. Se puso de pie rápidamente e intentó calmarla dándole palmaditas en los hombros. Si lloraba más fuerte, era seguro que el padre de él y de ella, lo regañarían. Y eso era algo que, definitivamente no quería.
- ¡N-no no-no llores, Hina-chan! ¡Y-yo estaba bromeando! – Y, repitiendo la terapia de las palmaditas en los hombros, volvía a intentar tranquilizarla. Pero esto lo empeoraba nada más. Gruesas gotas rodaban por los inflados cachetes de su amiga.
- Sasuke… ¿otra vez haciendo llorar a Hinata?
Al escuchar esas palabras y al saber de quién provenían, abrió los ojos de par en par. Era completamente seguro que lo iban a regañar.
- H-her-hermano… - Dijo alzando la mirada y volteándose para poder ver a su hermano mayor: Itachi.
Éste, por su parte, se acercó amablemente hacia la pequeña que no dejaba de llorar ni porque hubiera venido. Se agachó hasta llegar un poco a su nivel y le acarició su corto cabello azulino y le dijo suavemente:
- Hinata-chan ¿acaso no sabes que las princesas se ven más bonitas cuando no lloran? – Sonrió. Era una de esas sonrisas que un hermano mayor puede darte para reconfortarte y hacerte sentir bien. Segura.
Ante esas palabras, se podía apreciar como Hinata comenzaba a relajarse y a tallarse sus ojitos. Había cesado de llorar pero aún daba muchos suspiros tomando aire abruptamente en varias ocasiones. Miró a Itachi con sus ojos llorosos, llenos de lágrimas y sobretodo, rojos. Sus mejillas y nariz ya no podían estar a un color más vivo. Con su pálida piel, era muy fácil darse cuenta que había estado llorando a pesar de haberse detenido.
- Vamos, Hinata-chan… la princesa del Clan Hyuuga no puede estar llorando ¿o sí?
La pequeña negó con la cabeza como respuesta.
-Entonces, no tienes por qué llorar ¿verdad?
-S-sasu-chan… S-Sasu-chan m-me llamó… m-me llamó cara-caracol – Y, de nuevo, lágrimas comenzaban a rodar por sus ya mejillas inflamadas. Un poco incomodado, el mencionado bajó la cabeza.
-No, no… calma, Hinata-chan. No llores más – Pidió dándole palmaditas en su cabeza – Tú sabes que mi hermanito lo estaba diciendo de broma.
-¡S-sí, sí! Yo lo decía bromeando, Hina-chan – Levantó la cabeza y dio un paso adelante, quedando más cerca a los dos. Hinata cesó de llorar como por arte de magia ante aquellas palabras y levantó la mirada, clavando sus enormes ojos en la mirada de Sasuke ¿Cómo una niña podía tener una mirada tan penetrante a pesar de ser una llorona? Sasuke había retrocedido ese paso que había dado ante la mirada.
-¿E-en verdad estaba bromeando? – Preguntó insistente.
- Por supuesto que bromeaba, Hinata-chan. Sasuke no podría compararte con una criatura tan fea como un caracol cuando eres muy bonita ¿verdad, hermanito?
A Itachi le encantaba jugar con ese par de pequeños y más le gustaba hacer pasar bochornos a Sasuke. Ponerlo en situaciones incómodas, ya que, como su hermano mayor sabía que esa pequeña Hyuuga le agradaba bastante a su hermano y sabía que no podía perder ni una ocasión para molestarlo.
Sasuke abrió los ojos sorprendido porque ahora, gracias a ese comentario de Itachi, tenía justo frente de el a una ojiperla mirándolo insistentemente con un brillo en los ojos que, a opinión de él, le parecía aterradora la forma en que lo miraba.
- E-ehhh… y-yo…
BEEP BEEP BEEP BEEP
BEEP BEEP BEEP BEEP
- Mmmmmmhhh…
BEEP BEEP BEEP BEEP
BEEP BEEP BEEP BEEP
- Ahhhhh ¡ya voy!... Mmmhhh…
Cubierta en su cobertor, una joven libraba una lucha interna y colosal la suavidad y comodidad de su cama contra la obligación de tenerse qué despertar. Se remolineaba en su cama cada cinco minutos. Aquél sonido del despertador la estaba derrotando en el campo de batalla.
Movía sus pies entre sí. Era casi un ritual antes de despertar completamente. La suavidad de sí misma le relajaba de sobremanera. No podía despertarse si no lo hacía.
Su largo cabello azulino estaba esparcido en gran parte de su almohada, tenía un tanto de estática puesto que podía sentir aquella sensación de cosquilleo recorriendo parte de su nuca y cuello. Dio media vuelta quedando con su pálido rostro mirando hacia el techo para después, exclamar libremente al estirarse a sus anchas.
- ¡Ahhhhh! – exclamaba mientras sentía esa sensación de completa relajación al sentir sus músculos estirarse. Sonrió para sí misma y volvió a su postura normal. Cualquiera podía compararla con el comportamiento de un gato al volver a ejecutar ese movimiento de pies.
Tallaba sus ojos aún acostada y se preguntaba cuánto tiempo más debía perder intentando levantarse. Suspiró y, al terminar de pensar se levantó de su cama, sentándose al borde de ésta.
- Quiero volver a dormir…
El cantar de los pájaros podía escucharse desde hace más de media hora anunciando que había amanecido y que, además, el día parecía ser exquisito.
Habiendo salido de la riquísima ducha que se había echado, la joven de cabellos azulinos se encontraba en la cocina, disfrutando de una deliciosa y jugosa naranja. Sus reacciones ante el sabor del cítrico no podían esconderse.
Al poco rato, una niña pequeña de ojos idénticos a los de ella, había entrado. Tenía una mirada adormilada y tallaba sus pequeños ojitos.
- Onee-chan… buenos días – saludó cansada, sentándose en la mesa donde su hermana mayor, Hinata, se encontraba comiendo la naranja.
- ¡Oh, Hanabi, buenos días! – Respondió tapándose la boca con la mano derecha, puesto que ya iba por su segunda naranja - ¿Qué haces despierta tan temprano? Puesto que, según la hora del reloj de la cocina, eran las 9:19 de la mañana.
Su pequeña hermana apoyó las manos en la mesa y acomodó su cabeza sobre ellas.
- ¿Por qué no vuelves a dormir? – preguntó sin obtener una respuesta de su hermana menor. - ¿No puedes?
- N-no – respondió negando con la cabeza entre sus brazos.
Hinata, quien seguía degustando su segunda naranja, se quedó extrañada ante la actitud de su hermana. Era obvio que la encontrara fastidiada porque quería dormir más, pero la pregunta era:
- ¿Por qué?
Un pequeño silencio se hizo presente, Hinata ya no sabía si su hermana seguía despierta. Pero pronto, aquella idea habría sido eliminada.
- Papá quiere que nos arreglemos temprano.
- ¿Vamos a salir?
-Sí…
- ¿Sabes a dónde?
-N-no – meneó su cabeza y se quedó callada – Vamos a…
- ¿A dónde?
- ¡Hanabi, Hanabi!
Hinata sacudía gentilmente el brazo de su pequeña hermana sin embargo, ya era demasiado tarde puesto que ya se había quedado dormida y como era de esperarse con un infante, despertarlo sería todo un lío (además del mal genio que se habría que cargar todo el día).
Suspiró mientras comía el último bocado de la riquísima naranja y tiró las cáscaras en la basura. Lavó sus manos y se dirigió hacia su hermana para cargarla y tomarla en brazos. La llevó hasta su habitación y la acomodó en su cama.
- Vaya que sí es perezosa – Se dijo a sí misma mientras miraba la cara de la dormida Hanabi. Sus cabellos castaños tapaban la mayoría de su cara.
Rápidamente, buscó ropa limpia. Si iban a salir, era mejor comenzar a preparar la ropa. Realmente no sabía qué ropa escoger puesto que no sabía si la situación sería informal o formal. Mordió su labio inferior frente a todos los atuendos que tenía su hermana menor.
- "Supongo que este vestido está bien"- Pensó y, eligiendo el más lindo, lo puso en una silla que se encontraba frente a la cama de Hanabi.
Al salir de la habitación, casi pega un grito. Su padre, el jefe del Clan Hyuuga, Hiashi Hyuuga, la había sorprendido con su semblante serio y estricto. Él se encontraba caminando por el pasillo.
- Ah, padre ¿cómo está? – Saludó Hinata haciendo una leve reverencia.
- Bien, gracias ¿amanecieron bien las dos? – preguntó.
-Sí – respondió con ánimo. A pesar de que su padre fuera muy serio (y un tanto enojón) sabía que se preocupaba por ambas. – Hanabi me comentó que nos querías listas temprano. Que íbamos a salir.
- Así es. Es mejor que vayas a arreglarte – respondió.
-Sí, ahora voy. Le dejé a Hanabi un vestido en la silla. Yo sólo necesito cambiarme, Hanabi volvió a quedarse dormida.
-Oh, ya veo. Gracias por encargarte de ello, ahora la despierto y le digo que comience a arreglarse.
-De nada, nos vemos más tarde.
Cualquiera que los viera paseando, estaría pensando que realmente es la familia perfecta y muy hermosa. Donde, a pesar de la muerte de la mujer de Hiashi y madre de Hinata y Hanabi; Hiashi había hecho un gran trabajo criando y cuidando a todo momento a sus dos hijas. Ambas habían crecido a su lado y no permitiría que, un patán (como él solía describir a todo hombre que pensara en acercárseles), lo alejaran de ellas.
Hiashi podía percibir como mucho de los chicos de la ciudad de Konoha posaban sus miradas en su hija mayor y la miraban detenidamente. Poco podía hacer al respecto, puesto que su hija, había crecido y se había transformado en toda una mujer. Hinata Hyuuga ya contaba con 17 años de edad. Sabía que pronto cumpliría la mayoría de edad y algún patán, vendría e intentaría arrebatársela. Rio por lo bajo al pensar semejante cosa. El confiaba en que su hija podía decidir correctamente. Y su pequeña Hanabi, con un carácter fuerte como el de él, terca, sería muy difícil que alguien la conquistara. Era un padre excepcional y amaba a sus hijas.
Los tres se encontraban caminando desde el sur de la ciudad en dirección al sureste. Hinata y Hanabi aún no sabían del porqué de la salida y seguían obedientemente a su padre, cada una a su lado. Sin lugar a dudas, era una familia hermosa. Y así como hermosa, era una de las más poderosas de Konoha.
Mientras caminaban, Hinata miraba atentamente las direcciones y caminos que tomaban. El trayecto, se le hacía extrañamente familiar.
-Padre ¿a dónde vamos? – Preguntó mirándolo.
-Probablemente no recuerdes porque ya han pasado muchísimos años desde nuestra última reunión – Hinata lo miraba atentamente, Hiashi tomó su curiosidad como una respuesta de que no lograba comprender completamente del todo y continuó – A donde nos dirigimos es hacia los dominios de la familia Uchiha – respondió finalmente.
-¡Oh! – Hinata tomó con sorpresa tal confesión. Realmente no había recordado nada acerca de esa familia. No poseía recuerdos concretos de lo vivido ahí. - ¡Es cierto!
-Dejamos de reunirnos cuando tuvieron que cambiar de domicilio por cuestiones de negocios – Hinata asentía en modo de respuesta – Sin embargo, me mandaron una carta diciendo que volvían a Konoha después de casi más de una década. Decidimos juntarnos como en los viejos tiempos.
La mansión Uchiha estaba hecha todo un desorden. Había muchísimo por acomodar debido a la reciente mudanza. Por ahí, se encontraban estacionados los camiones que habían estado repletos de pertenencias de la familia. Se podían ver a los empleados sacando las últimas cajas. La entrada de la mansión era demasiado amplia, eran como unos diez o quince metros de la entrada hacia la puerta principal.
Adentro, se podía escuchar el bufido de un chico quejándose de todo el desastre y desorden que había en su cuarto. A él no le había gustado la idea de cambiarse de ciudad. Él ya tenía una vida hecha: amigos, escuela, fiestas… novia.
Sí, el menor de los Uchiha ya contaba con una novia. Tenían cerca de cinco meses, no era mucho pero como por ahí dicen: "El amor verdadero dura sólo tres meses". Para Uchiha Sasuke esa relación habría sido más interesante que las anteriores (porque el joven, era todo un casanova). Pretendientes no le faltaban. Fue una enorme sorpresa para su hermano mayor el saber que ya había durado más de un mes. Por lo general, su hermano solía aburrirse muy rápido de las relaciones y no daba más de un mes para poder verlo con alguien más. No le es nada difícil imaginarse que, Sasuke, su hermanito, prefiere conocer todos los perfiles femeninos del planeta.
-Ya estoy harto de desempacar y acomodar las cosas ¿Por qué mejor no nos quedábamos en Suna? – se quejaba el pelinegro tirándose en la cama con pesadez.
Cerró sus ojos y colocó sus brazos como almohadas detrás de la cabeza ¿por qué volver a Konoha cuando ya tenían una vida hecha en Suna? Suspiró agotado y se dio un par de vueltas por su cama. Estaba dura.
-Genial. Esta cama ni siquiera está suave.
-¿Alguna otra queja más, princesa?
Aquella pregunta fue respondida con el fuerte ruido provocado por el Uchiha al lanzar una almohada hacia la puerta de su cuarto.
- Déjate de tonterías – respondió con la voz alta. Sabía que era el blanco perfecto del humor de su hermano mayor y eso lo hacía enfurecer.
Ante tal respuesta, su hermano no pudo evitar caer en risa y explotar a carcajadas. En verdad que le fascinaba sacar de sus casillas a su hermano menor. Era algo que con el tiempo nunca se pudo ir.
- Vamos, Sasuke. Este fue nuestro primer hogar. Prácticamente, estamos volviendo a casa – respondía su hermano mayor entrando a la habitación con las manos frente a él, en señal de broma. – No sé por qué te quejas tanto.
-¿Estas bromeando, Itachi? –Bufó – Yo ni siquiera recuerdo que hacía antes de vivir en Suna.
-Oh vamos ¿es en serio? Te estas volviendo viejo, hermanito. Yo sí recuerdo muchas cosas – Rio un momento. Su hermano sólo respondió con un bufido más.
-Preferiría volver a Suna. Ya estaba acostumbrado a vivir ahí.
Itachi negó bajando la cabeza entre risas y apoyando los dedos en su sien. Su hermanito sería incapaz de recordar algo con esa actitud. Lo conocía perfectamente.
-Eres todo un caso, Sasuke – rio de nuevo – pero bueno… - y, poniéndose al borde de la puerta para marcharse – Alístate que, tendremos visitas… princesa.
-¡Itachi, serás ca-!
Justo frente a la gran puerta de la mansión Uchiha, se encontraban los miembros principales de la familia Hyuuga. Para Hanabi, todo esto era nuevo y bostezaba abiertamente, tal parece ser que el sueño la seguía a donde fuera. Lo primero que haría al entrar a esa casa, sería dormir.
Su padre, tocó el timbre que se encontraba en el portón. Esperando respuesta. Al poco tiempo, se podía escuchar por el altavoz cómo el líder Uchiha: Fugaku Uchiha, decía que la puerta se abriría para que se dirigieran a la puerta de la casa. Tal y como lo dijo Fugaku, los Hyuuga pasaron hasta ver en la entrada de la puerta a un señor de cabello corto con los brazos abiertos.
-¡Oh, pero qué hermosa visita tenemos por aquí! Hace tanto tiempo que no nos veíamos – saludó enfáticamente.
Hiashi sonreía con firmeza y muchísimo compañerismo hacia su amigo de hace muchísimo tiempo y como muestra de eso, se dieron un gran abrazo.
-Pero cuánto tiempo, Fugaku. Los años nos han hecho viejos ¿eh?
-¡Pero qué dices! Es pura experiencia, Hiashi – rio con él. Al parar, dirigió su mirada hacia la mayor de las hijas de su amigo - ¡Pero cómo has crecido, Hinata!
Ante tal gesto, Hinata hizo una pequeña reverencia y agradeció, un poco sonrojada.
-R-realmente no recuerdo mucho… p-pero sé que usted y mi padre eran muy buenos amigos.
- Así es. Y ahora, los empresarios más famosos de los tiempos están reunidos y qué mejor que sea donde nos conocimos hace muchísimo tiempo… Pero… ¿quién es esta pequeña niña tan bonita? – Preguntó dirigiéndose hacia Hanabi. Ésta se escondió un poco aferrándose a su padre. Fugaku rio ante la timidez de la pequeña.
-Ella es Hanabi, es cinco años menor que Hinata. Es la consentida y más pequeña de la casa – Respondió Hiashi. Este comentario no le incomodó a Hinata puesto que era verdad, era toda una consentida su hermana menor.
-Vaya que hiciste una hermosa familia, Hiashi. Tus hijas han crecido tanto y se han hecho unas hermosas damas.
Los tres, dieron una pequeña reverencia agradeciendo tales palabras.
-Pero ¿por qué no vamos adentro, eh? Siéntanse como en casa. Invitó Fugaku a pasar a su gran residencia.
Una de las pocas zonas que se encontraban decentemente presentables era el hall o estudio. Era una gran biblioteca que contaba con una sala y un pequeño comedor. Ahí se hospedaros los Hyuuga. Fugaku sentía una enorme curiosidad del porqué de la ausencia de la esposa de su amigo. Así que, dudando un poco, decidió preguntar.
Esta pregunta sacudió un poco a Hinata pero logró recuperarse un poco. Su hermana Hanabi ya se encontraba dormida. Se quedaron en silencio un momento y Hiashi contestó contando la historia de cómo, la madre de sus bellas hijas y excelente esposa se había debilitado después del parto de Hanabi y cayó enferma hasta su muerte. Esto fue una enorme sorpresa para Fugaku y su esposa Mikoto que entraba con una caja de la mudanza. Sentándose al lado de su esposo.
Hinata, un poco incomodada ante el tema, usó a su hermana como excusa para salir de ahí. Realmente ese tema era algo muy personal para ella. La madre de los Uchiha los condujo a un cuarto donde había una cama, era el cuarto de las visitas.
Hinata acostó a su hermana en la cama. Al finalizar, Mikoto abrazó a Hinata. Era una gran tragedia para las dos la pérdida de alguien sumamente especial. Acarició su largo cabello mientras se lamentaba de su muerte y le decía que, podía contar con ella cuando lo necesitara. Hinata agradeció infinitamente aquel gesto con una amplia sonrisa.
-Volveré con tu padre. Si necesitas algo, me avisas ¿de acuerdo?
-Claro, muchísimas gracias – respondió Hinata con una sonrisa.
Mikoto también respondió con una sonrisa y cerró la puerta tras de sí. Hinata dio un pesado suspiro. Aquél tema no era algo que deseara tocar. En realidad extrañaba tanto a su madre. Suspiró de nuevo y miró a Hanabi durmiendo tranquilamente.
Sintió celos porque se encontraba dormida y ella… realmente no tenía nada que hacer ahora. Seguro que su padre tardaría muchísimo hablando con los demás. Meditó un poco y decidió salir a caminar por aquella gran casa. Pensó que tal vez podría recordad lo que había vivido ahí.
Sabía que la pareja Uchiha tenía dos hijos.
Esa era la razón por la que se había extrañado un poco al no verlos con ellos en el hall. Aunque, rápidamente pensó que se encontrarían ocupados con las cosas de la mudanza. Rodó los ojos ante su torpeza.
Hinata caminaba lentamente entre los pasillos de aquella mansión. Parecía una muñeca de porcelana en una enorme casa de muñecas. Arrugaba tímidamente la orilla de su vestido, levantándolo un poco. Había escogido un vestido de cuadros negro con blanco. Sin mangas y con un gran escote y, donde éste terminaba, había un gran moño. No le llegaba más que un poco más arriba de la rodilla. Abajo, llevaba una blusa de cuello largo y mangas largas color negro. En el centro del cuello, había una flor negra que hacía una perfecta decoración. También, llevaba unos mallones negros muy pegados a su cuerpo. Sus piernas y pecho se formaban muy bien. Llevaba zapatillas blancas con la punta negra y un moño pequeño. Su cabello largo era dividido por una diadema blanca. Se veía adorablemente perfecta.
Caminó hacia el final del pasillo y mordió su labio inferior al no saber a dónde dirigirse puesto que éste se dividía en dos caminos. Miró en ambas direcciones. No sabía a dónde ir, así que… se decidió por la izquierda. Sus zapatillas hacían sonar la madera al compás de sus pasos.
Sin saber cómo, ya se encontraba en el jardín… si es que a hierba seca y mucha arena podía nombrarse como tal.
-Antes no era así – dijo suavemente.
Ese mismo comentario la tomó por sorpresa. No recordaba lo que había vivido ahí pero, tenía idea de cómo había lucido antes aquel jardín. Se quedó contemplándolo por un momento. Sería adorable si Mikoto, la dejara remodelarlo y dejarlo ver verde una vez más. Tal vez plantar flores, bellotas, plantas… Hacerlo tener vida de nuevo.
-¡Vaya como has crecido, Hinata-chan!
Giró al mismo tiempo que dejaba salir un pequeño grito. Realmente no se esperaba a nadie y aquél comentario la tomó por sorpresa.
-¡P-perdón! Y-yo no quería… y-yo no… y-yo… ¡yo no quería molestar!
-Tranquila, calma ¿qué dices? Eres la visita – Dijo aquel joven de ojos negros, acercándosele y rodeándola por los hombros – Es un placer volver a verte, princesa.
Hinata tembló un poco debido al contacto y se puso su rostro colorado. Primero que nada ante la cercanía que había entre los dos y segundo… no sabía quién era.
- D-disculpe… y-yo… y-yo no recuerdo quién es usted… -dijo tartamudeando debido a su pena. Se había puesto más colorada.
-¿Es en serio? – Preguntó sorprendido- Hinata solo asintió tímidamente. El joven pelinegro soltó al a peliazul y se colocó frente a ella.
- Uchiha Itachi. Soy Uchiha Itachi, el hijo mayor – Se presentó con una sonrisa.
Hinata trató de hacer memoria un poco… sólo lograba recordad que, en efecto, era el hijo mayor. Además de ser muy educado. Meditó nuevamente mirándolo a los ojos. Una palabra llegó a su mente, haciéndola abrir los ojos de emoción.
-¡Caracol! – Dijo con voz alta y sorprendida – ¡Tú hiciste que dejara de llorar cuando tu hermano mejor me dijo así!
Itachi explotó en risas. En efecto, el recordaba aquello también.
-Sí – dijo entre risas. Eras muy llorona. Teníamos que calmarte para que nos regañaran.
Hinata sintió como sus mejillas ardían. Tenía tanta pena de haberlos hecho pasar muchas incomodidades.
-¡Ah! Perdón por aquello – Se disculpó haciendo una pequeña reverencia – Y-yo no quería causarles problemas…
Itachi se sorprendió ante el gesto de su compañera ¿Cuántos años habían pasado ya?
-Vaya que sí eres todo un caso, Hinata – rio – Ya han pasado años de aquello. No hay por qué preocuparse.
Hinata le sonrió. Itachi se había quedado embobado ante tal sonrisa tan sincera y de radiante belleza. Aquella Hyuuga había crecido muy bien. Respondió a la sonrisa con otra, aunque la había ladeado con un doble sentido, el cual, su inocente amiga no había entendido ni visto.
-Oye, Hinata, dime…
-¿Si?
-¿Quisieras ayudarnos a mí y a mi hermano a acomodar las cosas de la mudanza?
Hinata se sorprendió ante tal invitación pero, gustosa, aceptó.
