N/A: Me ha costado bastante decidirme en que sección debía publicar este fanfic. La historia comienza antes de los eventos del Hobbit, pero se va a extender hasta los eventos de El Señor de los Anillos (que puede que trate como una segunda parte en la sección de ESDLA). La pareja es Legolas/OC, pero a fuego lento, XD

De momento le queda T de clasificación, pero veremos como evolucionan las cosas. Me gustaría decir que sólo estoy escribiendo esto porque desde los trece años quiero escribir un fanfic de Legolas/OC, pero estaría mintiendo. Básicamente, no os quedéis despiertos hasta muy tarde con teorías locas sobre Tom Bombadil.


Capítulo 1

Iria sacó una foto más del túmulo. Creando una sombra con su mano, la veinteañera observó la foto en la pequeña pantalla de la cámara de fotos. Inglaterra tenía fama de ser una región en la que siempre llovía y con el sol permanentemente ocultado por las nubes, pero lo cierto es que hoy el astro rey lucía radiante en el cielo matutino y el reflejo de la luz en la pantalla estaba siendo bastante molesto.

Las vacaciones de Pascua estaban resultando bastante provechosas desde su comienzo. Su primera parada había sido Stonehenge, en Escocia, y una visita rápida a algunos castillos cercanos. Ahora mismo le tocaba visitar Belas Knap,un túmulo alargado que se había conservado de manera maravilloso desde su construcción en el Neolítico.

Aunque, al contrario que las mámoas gallegas y gracias a la menor acidez del suelo, los túmulos británicos aún contenían a sus antiguos residentes cuando fueron abiertos.

Satisfecha con su foto, Iria guardó la cámara en su mochila y prosiguió su camino a lo largo del túmulo, dirigiéndose hacia la falsa entrada del mismo. Seren, una compañera de su sala de esgrima antigua a la que asistía en Gales, ya se había adelantado hacia el coche, pero ella quería sacar algunas fotos más antes de seguir su camino hacia el torneo de mañana.

La verdad es que estaba bastante nerviosa con lo del torneo. No era mala a mano y media, pero se le daba bastante mejor la espada ropera. El problema era que su estilo en ropera era la Verdadera Destreza, los estilos principales de ropera de las salas del país no seguían a la escuela española y ella todavía estaba bastante acostumbrada a luchar contra otros con su mismo estilo. Había entrenado bastante durante estos meses de Erasmus, pero este torneo iba a ser tanto su primera competición en otro país y como la prueba de fuego sobre lo que había aprendido.

Iria sacó otra vez la cámara de la mochila y la alzó para encuadrar la foto. No tardó ni cinco segundos en volver a bajar la cámara. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que la supuesta falsa puerta del túmulo había desaparecido y ahora parecía otra de las varias aperturas para enterramientos que salpicaban el monumento funerario.

Esto es ridículo, pensó Iria acercándose a la negra apertura entre los marcos de la puerta, se supone que sólo es una piedra medio enterrada para engañar a los ladrones.

Iria frunció el ceñ había entrado dentro del túmulo y parecía estar entonando lo que parecía ser una canción, aunque no alcanzaba a entender el idioma.

– ¿Hola? – llamó Iria en inglés–. Disculpe, pero creo que no podemos entrar dentro.

Todo lo que recibió por respuesta fue una mano fría como el hielo cerrándose alrededor de su muñeca con una fuerza descomunal, arrastrándola hacia la oscuridad. Un par de fríos ojos azules que parecían brillar en la oscuridad la observaron impasibles mientras ella tiraba para zafarse de la persona que la retenía. La apertura que daba al exterior se cerró sin hacer el menor ruido, aunque la oscuridad no duró mucho.

La mano alrededor de su muñeca desapareció con una risa que le heló hasta el corazó de ella, las paredes de la tumba parecían estar iluminadas con un tenue luz verdosa, revelando un largo pasillo de piedra. La luz no iluminaba mucho, únicamente lo justo para no tropezar. Mientras avanzaba por el pasillo que estaba segura que no existía en el interior de Belas Knap, Iria trataba de no pensar en su profesora de lengua castellana comentando acerca de la relación entre el verde y la muerte en la obra de Lorca.

Otra vez esa risa, esta vez con una segunda voz canturreando aquella canción. La joven no pudo evitar pegar un salto cuando vio varias sombras moverse por el rabillo de su ojo. Soltando una maldición, Iria comenzó a quiénes fuesen estas personas, estaban jugando al gato y al ratón con ella, y no le gustaba ni un pelo el papel que le había tocado desempeñar.

Allí, en frente de ella,parecía que el pasillo se ensanchaba. Iria aceleró el paso. Con suerte, habría más espacio para maniobrar y alguna que otra piedra que pudiese tirar a la cara de sus atacantes. Una piedra no era la mejor de las armas, pero si conseguía afinar bien su puntería podría noquearlos los suficiente como para correr hasta encontrar la salida. Aunque sus perseguidores hubiesen cubierto una vez más con piedra la entrada por la que había accedido al interior del túmulo,no era la única entrada existente.

Las otras entradas no tenían ninguna piedra cubrien...

Los pensamientos de Iria se pararon en seco en el momento que pisó la sala, donde la perturbadora luz verdosa era más intensa. No había piedras, pero si una colección impresionante de joyas de oro y piedras preciosas que rodeaba cinco altares de piedra. Oyó como los pasos de sus perseguidores acercándose, ni siquiera se estaban molestando en correr. Iria buscó rápido entre los objetos allí reunidos por algo que pudiese emplear como arma. Con un sonido de alegría, la joven se fijó en las armas apoyadas junto a alguno de los altares.

Había tanto puñales como espadas, pero ella se decanto rápidamente por una espada de mano y media que ya estaba desenvainada.

– ¡Joder!

No pudo evitar su exclamación en cuanto vio la espada de cerca. Con cara de incredulidad, Iria acerco la hoja de la espada a su cara. Estaba afilada. La maldita espada estaba afilada. ¿Quién narices era esta gente? Iria oyó el sonido de pasos pararse a sus espaldas y se giró rápidamente para hacer frente a su captor, colocándose su recién adquirida espada a la altura de su cadera y apuntando hacia los ojos azules que la miraban desde la entrada de la sala.

Aún con la mayor iluminación proporcionada por la luz de lo que sospechaba que era una cámara funeraria, Iria no era capaz de distinguir los detalles de la persona delante de ella. Por el tamaño y sus hombros, parecía ser un hombre, pero no podía distinguir mucho más. Con un gesto casi de burla, el hombre alzó también su espada.

Iria se preparó. Nunca antes se había enfrentado a un contrincante intentando matarla. Oque no paraba de cantar. Odiaba esa canción, cada vez que la oía el frío de la tumba se le metía más en los huesos y le helaba el aire de los pulmones.

Con un movimiento de sus brazos y un paso hacia delante, Iria paró el tajo descendente de su atacante. Sus músculos siguieron el camino que les era más familiar y, sin pensárselo mucho, Iria continuó el movimiento con un ligero giro de muñecas para hacer bajar ligeramente la espada del hombre y poder asestarle un golpe en el cuello.

El hombre calló al suelo.

– No, no, no, no –comenzó a murmurar Iria. Maldita memoria muscular. Estaba demasiado acostumbrada a espadas sin filo y contrincantes con protecciones, ¡no había querido matarlo!

El temor que sentía por haber matado a alguien cambió rápidamente cuando los ojos azules del hombre al que había matado se abrieron de par en par. En respuesta, los de ella se llenaron de renovado terror al ver como el hombre intentaba levantarse del suelo con una cabeza sujeta a un cuello medio rebanado.

La joven no tuvo ni el menor reparo en empezar a gritar pidiendo ayuda a quién fuera que pudiese oírla en el exterior de la tumba. Con horror, observó como la figura conseguía comenzar a ponerse en pie. Si esto hubiese sido una película, este seria el momento en que ella se hubiera empezado a reír del zombie que no conseguía poner su cabeza recta sobre lo que quedaba de su cuello.

Fue entonces, cuando el zombie decidió simplemente agarrar un puñal con una mano y su cabeza con otra, cuando Iria comenzó a oír una canción al otro lado de la pared de piedra.

– ¡Eh! ¡Quienquiera que este ahí fuera, sacarme de aquí! – gritó Iria con desesperación –. ¡Estoy encerrada con un...!

La canción, en la misma lengua misteriosa que usaba el zombie, se alzó en volumen y a ella le pareció sentir que la sala temblaba como si de un terremoto se tratase. En frente de ella, una larga abertura con forma de puerta comenzó a aparecer, iluminando la sala con una cálida luz proveniente del exterior.

La canción continuaba,incansable, y el zombie que había intentado matarla comenzó a chillar cuando la apertura se ensancho más y los rayos del sol alcanzaron su cuerpo. La sala sufrió otra sacudida e Iria tuvo que esquivar un par de rocas del tamaño de su cabeza que cayeron del techo de la cámara. Sin dudarlo un momento, Iria se apresuró asalir por la apertura en la pared, del tamaño justo para una persona.

Dio unos pasos fuera dela tumba, respirando profundamente el aire fresco del exterior y dejando que el calor del sol le calentase los huesos entumecidos por el frío de esa maldita canción, feliz de haber salido con vida de ese encuentro. Sin embargo, no tardó en percatarse de que ya no se encontraba en Belas Knap. El paisaje que la rodeaba no se parecía en nada al sitio del túmulo. Los muros que lo rodeaban no estaban por ningún lado, ni tampoco los carteles informativos para los visitantes.

Lo que sí había, se fijó Iria cuando se giró para observar el túmulo, era un extraño hombre entonando una musiquilla mientras sacaba de la tumba el oro dela cámara funeraria y lo colocaba todo cuidadosamente en un montículo. Vestía con una larga chaqueta azul, del mismo color que el sombrero que llevaba coronado por una larga pluma, y completaba el conjunto con unas grandes botas amarillas. Tenía una larga barba marrón que le llegaba por la cintura, y una gran sonrisa se dibujo en la cara del hombre cuando la vio observándolo.

– Desde luego – dijo el extraño hombre. Hablaba inglés, pero parecía que no hubiese usado el idioma en una eternidad –. Tom no se esperaba encontrarse con semejante sorpresa cuando salió a pasear esta mañana.

Sin abandonar su sonrisa,el hombre le tendió la espada que había usado contra el zombie. Estaba manchada de sangre, goteando, pero Iria no tuvo problema en hacerse con ella y prepararse para luchar en caso de ser necesario.

– Para mi fue bastante diferente – continuó el hombre con una risa –. Por aquel entonces, aquí no había nada.

– ¿Quién eres tú? ¿Y qué era esa cosa?

– Nuestro viejo amigo el Tumulario ya no nos molestará más – comentó el hombre despreocupadamente, haciendo un gesto hacia el oro –. El tesoro se esparcirá por estas tierras y su hechizo se romperá.

– ¡¿Quién eres?! –repitió Iria, cada vez más nerviosa.

– ¿Yo? Soy Tom Bombadil y, como tú, jamás puedo volver.

¿Tom Bombadil? Conocía ese nombre. Lo había leído una vez, hace tiempo, entre los fragmentos que quedaban del texto conocido como el Libro Rojo de la Frontera del Oeste. Esto tenía que ser una broma de mal gusto.

Esa historia era simplemente pura mitología.