K-ink-Uhuru-Chan

...ejem... tantos meses sin pasar por este fandom, ¿no? jeje :'D

Pues adivinen qué... ¡No tengo trabajo otra vez! Soy libre nuevamente skdhgfjskafgjsa tengo tiempo para escribir (pero estoy buscando otro)

Ok, más explicación abajo, lean si quieren, es una ofrenda de paz.

Advertencias: Lenguaje grosero, mi estupidez en acción, sexo... creo? quizás? diferencia de edad.

*K por Kirkland, Ink = tinta en inglés. K-ink… kink significa fetiche askldfhs.


Alfred venía de una familia muy tradicional y cristiana, y se encontraba algo indeciso con lo que estaba a punto de hacer. Su padre le iba a dar con la correa cuando se enterara, y seguro su madre lloraría por días, contándole a todo el mundo que su bebé era un delincuente cualquiera… tal y como habían hecho con Matt cuando se dejó el pelo largo y comenzó a ser amigo de gente colorida. Alfred aún recordaba el hecho y tenía escalofríos.

Pero él era un hombre de palabra, y había perdido una apuesta contra su equipo de fútbol americano del colegio. Apostaron sobre una de las chicas, una de las más nerds. Alfred fue el único que apostó que la chica continuaría virgen después de la fiesta en la casa de Ivan, pero al final la tipa no puedo resistirse a los encantos de Antonio y terminó acostándose con él… y dejándose grabar. La chica quedó con el corazón roto al descubrir que todo era una farsa, y Alfred quedó aún peor al quedar a disposición de lo que sea que sus amigos decidieran que debía hacer como pago.

Y habían decidido que debía tatuarse algo, no importaba qué (gracias a algún ser divino y misericordioso que no les dio una idea).

Así era como Alfred se encontraba en una de las calles que los fenómenos solían frecuentar, llena de tiendas de música pesada, de tiendas de anime, sex shops, y tiendas de perforaciones y tatuajes, entre otras. El americano tragó saliva y se aventuró hacia una de las tiendas, a pesar de que el nombre no le daba la más mínima confianza; K-ink.*

El interior estaba lleno de posters y fotografías de tatuajes, la música (o ruido, como lo calificaría Alfred) estaba a todo volumen, había un tipo de cabello blanco tras el mostrador, leyendo una revista que parecía ser pornográfica, también había un par de personas extrañas esperando en los asientos.

-Um, disculpa.

Alfred se acercó al tipo del mostrador, quien no levantó su mirada, respondiéndole con un ruido.

-Quiero hacerme un tatuaje.

-No me digas.

El americano frunció el ceño y tocó la campanilla sobre el mesón, exaltando al maleducado punk, y haciendo que una voz en la habitación del fondo gritara "¡Gilbert!"

-¡Nada, cejas! –Contestó Gilbert, bajando su revista. –Mira, niño, aún no se desocupa el tarado que tatúa, así que espera en silencio o vete a la mierda.

El punk volvió a prestar atención a su revista y Alfred no tuvo más opción que esperar en uno de los asientos, ya que supuso que no sería una buena impresión para su futuro tatuador el golpear al cajero. Pasó aproximadamente una hora y media hasta que finalmente salió una chica con las mejillas algo rojas y los ojos aguados, como si hubiese estado lagrimeando.

Si el dibujito era muy doloroso, entonces Alfred prefería que sus amigos lo castigaran de cualquier estúpida manera en el colegio.

La chica se marchó junto a las dos personas que estaban esperándola y unos minutos después salió un rubio con un mohicano de la habitación. El pálido hombre, quien Alfred supuso era el tatuador, estaba lleno de piercings y tatuajes, vestía una chaqueta de mezclilla negra sin mangas, debajo una camiseta con una frase obscena y un par de pantalones cuadrille que parecía que se romperían en cualquier momento de lo ajustados que eran.

Y sus cejas eran enormes.

-Hey.

Alfred miró al tipo a los ojos, dejando de prestarle atención a las monstruosidades en su frente. El rubio levantó una de sus frondosas cejas.

-¿Vas a entrar o qué?

-S-sí.

El americano se levantó y siguió al británico (que tenía un lindo acento, por cierto) hacia adentro de la habitación. El lugar era distinto a la parte frontal del local, con paredes blancas y luz del mismo tono, un sillón reclinable al medio, una silla a su lado, a un costado una mesa llena de objetos, un mueble de varios cajones con una radio encima y un lavamanos.

-Primerizo, ¿no? –Preguntó el tatuador, lavándose las manos y manipulando una aguja y una… cosa-herramienta. Alfred asintió, sacándose su inseparable chaqueta de cuero café para dejarla sobre el sillón. -¿Tienes algo en mente o quieres ver los diseños?

-Cualquier mierda está bien, no me interesa, preferiría algo pequeño. –Murmuró con molestia el americano, frunciendo el ceño y mordiéndose el labio inferior. Estaba realmente jodido. Sus padres le colgarían de los boxers en el mástil de la bandera que tenían en el antejardín.

-¿Perdón?

El inglés detuvo sus acciones para mirar a Alfred con detención. ¿Este niñato venía a su tienda a tomarle el pelo?

-Sólo debo tatuarme algo por una apuesta, ni siquiera me gustan estas manchas.

El inglés dejó la aguja sobre la mesa con violencia, haciendo tintinear los demás instrumentos.

-Fuera de aquí.

El tatuador se cruzó de brazos y le miró con rabia, esperando que se marchara. Alfred no podía creer que le estuviera echando de la nada, ¡encima le iba a pagar y todo!

-DEBO llegar con un tatuaje el lunes, ¿no tienes imaginación o qué? Sólo dibuja lo que sea, viejo.

-No voy a tatuar a un maldito mocoso de mierda por un capricho. Esto es algo serio, ¿entiendes? –El tipo suspiró y miró hacia la puerta abierta, notando que no había más clientes. –Vuelve cuando te salgan pelos en las bolas, ¿sí? No me interesa tatuar a un niñato.

Alfred se sonrojó y se puso de pie, tomando la hebilla de sus pantalones, luciendo indignado.

-¡Tengo las bolas bastante peludas! ¡Qué mierda, viejo!

-No quiero verlas.

-¡Sólo hazme un maldito tatuaje y ya!

-Se acabó.

El inglés se puso de pie, lo sacó a empujones de la habitación y cerró la puerta, haciéndole notar a Alfred que era bastante fortachón a pesar de su tamaño. Gilbert los miró con curiosidad desde su asiento, cerrando la revista por un momento.

-Oye esp- ¡Mi chaqueta está adentro, cejón!

-Oh, no otra vez, Arthur. –Advirtió Gilbert.

-Sí otra vez, Arthur. –Contestó el inglés, abriendo la puerta brevemente para lanzar la chaqueta hacia su dueño.

-¡No creas que me rendiré tan fácil! ¡Tienes que tatuarme!

La única respuesta fue el volumen de la música incrementándose a un nivel insoportable. Alfred bufó una última vez y le levantó el dedo medio a Gilbert, quien reía mientras negaba con la cabeza.

-Malditos fenómenos.

El americano se marchó dando zancadas, sintiéndose completamente humillado. Al llegar a su casa ignoró a sus padres y se encerró en su habitación, rechazando incluso la cena que su madre le llevó unas horas más tarde.

Oh, pero el estúpido de… ¿Arthur? Sí, Arthur, tendría que soportarlo hasta que le hiciera el maldito tatuaje, aunque fuese lo último que Alfred F. Jones lograra en su desgraciada vida, el punto es que lo lograría. Era una promesa.

.


Será una historia corta, ¿si? Algo ligero, porque soy un asco actualizando.

Mis excusas por mi ausencia: Me fui del fandom, JJAJAJAJAJAJAJA.

Not sorry. (Volví a mi fandom original, Yu-gi-oh! por estúpido que sea imaginarme en eso, y también por culpa de OPM, el SaiGenos, oh, dulce manjar)

Nunca pensé que pasaría? pero pasó. Aunque aún me sale escribir y dibujar a estos dos, por costumbre, supongo. Hoy tenía ganas de escribirlos y fue hermoso, pero son las 3 am y no puedo seguir, así que lo dividiré.

Bye!