Prólogo.

Dos reinos a punto de estallar en guerra, la esperanza depende de cambiar su destino. Byacuya, el reino pacífico, ya no desea derramar más sangre en luchas absurdas. Anyah, su reino enemigo, está sediento de ver sufrir a Byacuya, sin importar cuánta gente muera en tal acción. La nación vecina de los dos, Certes, ha tomado la decisión de no participar en la guerra, en cambio, ayudará para que éstos logren la paz tan deseada por los dioses.

Las leyendas cuentan que Certes siempre ha sido una tierra bendecida por su ley de no entrar en ningún conflicto, además de tener en sus manos una misteriosa piedra que guardaba un poder, ya sea de paz u oscuro. Este reino impidió el inicio de una cruel matanza por parte de Anyah en el pasado, que casi causaba el destrozo del continente de Thena.

Los días pasaron y la amenaza de enfrentamiento se hacía cada vez más presente, fue entonces, en otoño, cuando Byacuya solicitó la presencia de la familia real de Anyah y de Certes. El encuentro se hizo en secreto, y sólo participaron los nobles de cada reino.

Los soberanos de cada uno se acercaron. El rey Dristan tenía una sonrisa satisfactoria, la reina Mizuki no podía estar más que preocupada y el rey Arcthurus poseía mirada seria. Arcthurus, con su lanza en mano, se paró en medio de la reina Mizuki y el rey Dristan.

─Nuestras intenciones no son malas, os lo aseguro. ─Dijo la soberana de Byacuya.

─Y no lo dudo, en quién no confío es en vos, rey Dristan.

─Me halagáis con vuestras palabras, me alegra saber que pensáis eso de mí. ─Dristan rio.

La reina suspiró. ─El motivo de la reunión es nada más que un acuerdo entre ambos reinos, Byacuya y Anyah. ─Las palabras de Mizuki sorprendieron a los dos reyes.

─¿Cómo? ¿Deseáis tanto acabar con vuestras preocupaciones? ─Preguntó con sumo interés Arcthurus.

─¿Qué más da? Hagamos esto rápido. ¿Cuánto me ofreceréis por acabar con vuestra intranquilidad? ─Inquirió, con voz ronca, el rey de Anyah.

─Llamad a vuestro hijo. ─Pidió Mizuki.

En seguida, el rey de Certes se dio cuenta de lo que planeaba Mizuki, pero no podía interferir con una decisión ya tomada. Solamente botó un suspiro y le preguntó a la reina: "¿Voy a traerla?" A lo que Mizuki asintió con un poco de tristeza.

Y así el rey llamó a su hijo, y el otro llamó a la hija de la reina. Ninguno de los hijos sabía a qué se debía eso, hasta que las lágrimas casi invisibles de Su majestad Mizuki dejaron de caer, ésta dijo algunas palabras comprometedoras con los tres reinos.

─¿Os parece comprometer a vuestro hijo con mi hija en matrimonio?

Aquellas palabras le cayeron como un balde de agua fría a Mirai, la joven princesa. Max no hizo gesto alguno, admitió que le causó sorpresa, sin embargo, no se pondría a discutir con su padre sobre eso. El príncipe rubio miró a su padre y asintió, eso era señal de que aceptaba el trato de la reina.

─Y quiero que vos, rey Arcthurus, me ayudéis para que los dioses aprueben el matrimonio.

CONTINUARÁ...


Ojalá les haya gustado e interesado el prólogo.

Saludos cordiales.