Quizá debería haber hecho caso a esa estúpida hada, quizá debería haber entrado a la taberna y haberse presentado ante ese desconocido hombre con el tatuaje del león… O quizá directamente no debería haber aceptado la propuesta de utilizar el polvo de hadas para buscar a su amor verdadero… Porque… ¿qué significaba en realidad esa palabra, qué significaba el amor verdadero? ¿Luchar por una persona día y noche? ¿Sonreír, llorar, tener expectativas de futuro junto a ella…? Sentir. Eso ella ya lo perdió, y dudaba -o más bien se negaba- a que lo volviese a encontrar de nuevo, pues para ella, para su corazón, solo existiría Daniel, el palafrenero, ese chico que pasaba desapercibido a vista de todos, que solo estaba allí para encargarse de los caballos y que para nadie nada más que para ella era el hombre con el que hubiese deseado amanecer cada mañana, pero como siempre, los sueños se rompen, siempre tratas de tener las mayores expectativas y siempre una tercera persona completamente ajena lo rompe todo, en este caso, su madre… Su madre y Snow. Entre ambas habían logrado empañar hasta llegar a romper su vida por completo, dejarla desolada y sin ninguna esperanza… ¿De qué le servía ser la reina si no tenía ni voz ni voto en nada, si estaba casada con un hombre que no conseguía dejar en el olvido a su difunta esposa? Rumpelstiltskin quizá sí que le serviría verdaderamente de ayuda, ya la había ayudado a deshacerse de su madre al tirarla a través de ese espejo, ahora solo quedaba… Snow. Quizá debería aferrarse a ese sentimiento de venganza, y no mirar por nada ni por nadie, de continuar con esas clases de magia por muy patosa que fuese, pondría todo su empeño en ello… Un hada no le iba a decir quién era su amor verdadero, por lo que empezaría por disfrutar de los días que le quedaban de soledad y…de preparar todo para ese baile de máscaras…

Quizá debería parar ya de tomar tantas copas, ¿pero cómo iba a hacerlo si estaban de celebración? Si, tres días después de haber cometido el mayor de los robos que recordaban, seguían sin cansarse de beber, pero había que aprovecharlo, ¿y si no se volvía a repetir? Ninguno de los hombres de Hood sabían si habría un mañana para continuar con su tarea, para robar a los ricos y dárselo a los pobres, quedándose con una mínima parte para seguir poder viviendo, de ahí que quisiesen aprovechar cada minuto antes de verse colgados en cualquier plaza de pueblo, pues los carteles con su búsqueda, estaban a la orden del día…menos mal que aún nadie había logrado verles la cara y se dejaban ver bajo el nombre del 'Príncipe de los ladrones'. Y sus hombres. Por todas las aldeas que pasaban repartiendo los botines, eran aclamados, la verdad es que sin el apoyo popular, no hubiesen llegado tampoco muy lejos. Robin realmente en esos instantes no se planteaba encontrar una vida estable, vivía bien, se permitía lo mínimo, pues no era un hombre avaricioso, le bastaba con poder hacer control de su arco y con sacar de la pobreza a la gente que se veía sumida en esta, esos eran sus principales objetivos en la vida, honor, valentía, justicia. Y pensaba respetar ese código hasta el final de sus días, e incluso inculcarlo a sus hombres para que fuesen personas más respetables…ladrones respetables. La vuelta a Nottingham, a los bosques de Sherwood iba a ser inminente. ''¿Baile de máscaras?'' contestaba con la voz algo ronca, no pensaba vestirse con esos inútiles ropajes para colarse, le parecían una autentica burla hacía su propia persona, y todo porque, por…¿unas monedas? De momento no lo necesitaban después de lo que habían conseguido ganar, aún conservaban de ese botín. ''Quizá no solo haya un par de monedas en ese castillo…'' dejaba caer su compañero de mesa, alzando las cejas. Robin era un hombre cauteloso, no arriesgaría si realmente no fuese necesario. ''¿Qué quieres de ese castillo, Mark?'' no era la primera vez que trataba con él, sabía de lo interesado que era, la le había insistido muchas veces que trabajase con él, o más bien, para él. ''Una joya. De valor casi incalculable'' servía de nuevo ambos vasos, tratando de comprarle con alcohol, de que se le nublase el juicio hasta que escuchase un 'sí salir de sus labios, no sabía de un mejor ladrón que él y más que nunca, le necesitaba. ''No soy ambicioso, lo sabes, no me interesa'' contestaba brusco, le conocía, ¿por qué le proponían esas cosas? ''Porque esta vez no te arrepentirás, ¿has visto acaso a la reina? Es la mujer más hermosa de todo el reino'' ladeaba la sonrisa con cierto lascivismo, a lo que Robin rodaba los ojos, levantándose y dejando unas monedas para pagar las copas que se habían tomado ''Hemos terminado''.