Iroh la amo.

El era el príncipe heredero, debía encontrar esposa para continuar con la línea real, pero al mirar en la corte veía siempre lo mismo, las damas de la corte no eran otra cosa mas que damas interesadas, duras y apáticas, no eran lo que el buscaba.

Esas mujeres solo deseaban ser emperatrices del fuego, realmente no sabían lo que era el amor, el lo sabia, sabia que las sonrisas sinceras no se podían fingir.

Y fue así como la encontró, ella no pertenecía a la corte, pero a el le pareció la mas noble dama del reino, era una sirvienta de dulce mirar y sincera sonrisa…

Iroh amo su inocencia.

Ella no sabía nada del palacio y sus reglas, ella solo se ocupaba de sus quehaceres y adoraba tomar el aire en el balcón, el viento jugueteaba con sus cabellos haciéndola aun mas atractiva para el príncipe. Al conocerla amo aun mas su inocencia, ella no era apagada como el resto de las jóvenes, ella se maravilla a cada momento de la vida ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué el fuego quema pero no te quemas tu? ¿Por qué la guerra? El solo hecho de que las flores despidieran perfume, era suficiente para celebrar un banquete de alegría. Ella amaba el viento en su balcón, su rostro siempre estaba adornado con una amplia y dulce sonrisa.

Había encontrado a su reina, a la madre de sus hijos.

Iroh amo su ternura.

Ella dio a luz a su hijo, Lu Ten era parecido a un ángel. Ella dedicaba su tiempo al cuidado de ambos, al pequeño le leía historias de nobles caballeros y a su esposo le amaba en las noches y lo acompañaba durante el dia. Ella era generosa, amorosa y noble esposa. Ella era perfecta.

Iroh amo sus diferencias.

Quizás ella era demasiado diferente. Diferente al resto del reino, diferente a sus parientes políticos y a sus súbditos. Ella odiaba el color rojo en todo, prefería algunos toques de amarillo, verde, blanco y azul. Ella disfrutaba cantar para el público en general, ella no se comportaba como una futura gran reina, solo se comportaba como una esposa, una madre y una amiga para todo aquel que quisiera ser escuchado. Mas allá del reino se susurraba de sus extrañas manías, de esos gestos que le ganaron el amor y el odio de la gente. Algunos la admiraban otros deseaban su muerte, y algunas veces ambas cosas.

Iroh amo su debilidad.

Él esperaba que mejorara con el pasar del tiempo.

Tosía constantemente, ya no salía de la enorme cama con decorados rojos. Los doctores entraban y salían, pero ninguno con respuestas.

Ordenaron que por su salud, debiera recluirse dentro de un cuarto, sin flores, sin su hijo, sin el viento y sin alegría.

Su rostro pronto palideció, la enfermedad misteriosa avanzaba sin tregua alguna, el final era casi seguro, pronto, muy pronto todo acabaria.

Ella solo deseba sentir de nuevo el viento en su cabello, pero no le estaba permitido salir a su balcón.

La realeza se vistió de riguroso blanco. Iroh abrazaba a su pequeño hijo frente a la hoguera fúnebre, ya no había inocencia, ternura, sonrisas o pequeñas diferencias.

-hermano, no debes sufrir, hay mas mujeres en la corte

-no Ozai, como ella no hay mas

La respuesta de su hermano mayor solo le hizo sonreír para sus adentros

Los doctores dijeron que era veneno.

Iroh la amo.