Digimon Tamers

JenRuki +17


Ella se encontraba en mis brazos sin demostrar ningún amago de querer alejarse de mí. No era la primera vez que la veía llorando, ya la había visto, pero nunca en aquel estado. Había observado su comportamiento cuando tenía miedo y nunca había sido así su reacción; odié a la persona que le provocó eso.

Finalmente después de un rato se quedó dormida y yo sentía cómo tenía mojada la camiseta, quería quitármela pero ella al notar que me movía se despertó asustada mirando hacia todos lados para al fin encontrarme un poco más allá. Ya no se encontraba en estado de shock, se disculpó conmigo por lo que había pasado y comenzó a arreglarse para marcharse, sin embargo había algo en sus ojos que me gritaban que no la dejara ir. Ella era mi amiga y sabía que me necesitaba en esos momentos y simplemente la guié a la cama conmigo y nos cubrí a ambos, ella no reclamó nada, era lo que ella esperaba que yo hiciera.

No estaba acostumbrado a compartir la cama y me sentía acalorado, ella estaba durmiendo apoyada en mi hombro y ya estaba comenzando a amanecer. No tenía nada más que hacer que observar sus facciones; su nariz respingada, sus tupidas pestañas, la perfecta línea de sus cejas, su piel lozana y muy blanca y sus labios que en ese momento se encontraban entreabiertos. Ella era hermosa y no lo decía porque fuera mi amiga, sino porque era evidente y saltaba a la vista la verdad. Comencé a hacerle cariño en el pelo y me sorprendió lo suave y sedoso de este… había notado que brillaba más que el de las demás, pero nunca imaginé que fuera tan agradable al tacto. Estaba sorprendido con lo que había descubierto sobre ella en tan poco rato en relación a todos los años que llevábamos siendo amigos. Dejé de acariciarla y retiré mi mano de ella para ponerla tras mi cabeza. No quería despertarla.

—Puedes… ¿podrías seguir haciendo lo que hacías?

Me sobresalté al oír su voz, porque no creí que ella estuviera despierta y mucho menos pensé que le gustaría esa clase de caricias, no de mi parte, al menos, pero le hice caso, hice lo que me pidió; para mí no era una molestia y ella lo quería.

La textura de su pelo se sentía exquisita al tacto, pero cuando comencé además a acariciar su brazo comprendí que no solo su cabello era sorprendentemente suave. Aquello me estaba comenzando a gustar y eso no estaba bien. Quité mi mano de su piel tan pronto reaccioné.

—¿Por qué te detienes?

Traté de encontrarme con sus ojos, pero ella seguía manteniendo estos cerrados.
No sabía qué debía hacer. Ella era una mujer hermosa, con poca ropa, en mi cama, pidiéndome que la acariciara y yo soy un hombre perfectamente sano, soltero y heterosexual. Mis intenciones para con ella eran buenas, pero no soy de fierro.
Finalmente abrió los ojos y vi sus pupilas dilatadas y mirándome como ya lo habían hecho chicas antes, era una mirada que no dejaba lugar a dudas sobre qué era lo que buscaba, y volví a sorprenderme porque ese color de ojos era tan particular que en ninguna otra persona lo había visto, y recién hasta ese momento notaba ese hecho. Ella se acomodó y se puso a mi altura, sin apartar su intensa mirada violeta y comenzó a hacerme caricias tal como lo había hecho yo con ella previamente; su toque era muy sutil y relajante, dejé de mirarla para cerrar los ojos y concentrarme en aquel roce tan gentil e inesperadamente placentero. Los pelos de mis brazos se erizaron a medida que sentí su aliento cálido en mi mejilla y sus dedos se perdían en mi pelo. Con su índice rozó mi cara, remarcó mi nariz y el resto de mis facciones y luego imitó el mismo recorrido pero con sus labios, dejando un hormigueo por donde estos pasaban. No dejó un centímetro de mi rostro sin recorrer, exceptuando mis labios. Después de un momento sin sentir ninguna clase de fricción, noté que ella ya no estaba tan cerca de mí, abrí los ojos y encontré que estaba mirando el techo, como si este tuviera algo demasiado interesante que necesitaba ser observado justo en ese momento. No sé que me incentivó pero esa vez fui yo el que se acercó a ella y demandó su atención. Retiré la delgada sábana que nos cubría y sus pechos quedaron expuestos y mi vista se quedó fija por un momento en sus pezones que se encontraban erguidos, y aquello se podía apreciar a pesar de la ropa que tenía puesta. Traté de ignorar ese hecho. Ella me miró, sabía que yo lo había notado y se sonrojó. Ya estaba más claro y podía apreciar algo como el rubor de sus mejillas, pero aun asi ni ella ni yo apartamos la vista.
Me abalancé sobre ella y con mis labios, casi sin tocarla, recorrí desde el cuello hasta su mandíbula, aunque aquello no fue fácil porque mi nariz entorpecía mi cometido. Ella me facilitó el acceso a su cuello, echando su cabeza hacia atrás y me detuve en su yugular, podía apreciar con mis labios como el flujo sanguíneo hacia su recorrido en aquel lugar donde su piel era muy fina y cómo la arteria carótida trabajaba y pulsaba… podía sentir como ella luchaba contra las cosquillas que mi apenas palpable toque le provocaba. Acerqué mi oído a su pecho, a la altura del corazón y pude escucharlo latir muy rápido; aquel órgano se encontraba a su máxima potencia. Volví a subir y me encontré con sus ojos entrecerrados. Deseé besarla e hice el ademán, pero desvié mi atención hacia sus sienes en el último segundo, para volver a recorrer su cuello. Osé con mi recientemente descubierta curiosa mano posarla a la altura de su ombligo, en aquel lugar donde la camiseta que le facilité se le levantó al quedarle tan holgada y con dos dedos, con las yemas de estos, comencé a subir paulatinamente, hasta que me acerqué peligrosamente a sus pechos, que decidí ignorar y seguí mi recorrido que finalizó en sus labios, que se encontraban muy templados y ella abrió tenuemente la boca y con esa acción mojó un poco mis dedos. A esa altura yo ya estaba completamente excitado, nunca había vivido algo tan sensual como lo que estaba experimentando en ese momento. Me recosté en la cama, a su lado, mirando el techo que anteriormente había capturado la atención de ella y descubrí que mirando aquel lugar impecablemente blanco, las tribulaciones sobre lo que estaba aconteciendo se desvanecían… No había habido un contacto sexual propiamente tal, no obstante aquellas caricias vaporosas habían logrado que aceptara que aquella no era Ruki, mi amiga, aquella era Ruki, la mujer, y yo era un hombre que la deseaba en ese momento, yo no me estaba aprovechando de la situación, éramos dos adultos que iban a tener sexo con el consentimiento de ambos.

Ella se levantó un poco y retiró la sábana que nos cubría la parte baja del cuerpo y se sentó a horcajadas sobre mis muslos. Yo estaba excitado a la máxima expresión, no recuerdo nunca haber deseado tanto a alguien. Ruki y yo estábamos aún con ropa, ambos llevábamos camiseta y ropa interior. Observó fijamente mi abultada entrepierna y me miró directo a los ojos después de eso y no pude notar un solo atisbo de duda en sus dilatadas pupilas, y sin desviar sus ojos volvió a subir, dejando su sexo a muy pocos centímetros del mío, decepcionándome un poco al no haber hecho el recorrido completo. Ella no se movió y ese pequeño trecho que quedaba no disminuyó por arte de magia tampoco. Entendí entonces que ella esperaba que yo hiciera el resto, estire mis brazos, colé mis manos por debajo de aquella camiseta que había vivido tiempos mejores y las posé en sus caderas y la atraje hacia donde estaba mi anhelante erección. Ruki cerró los ojos al sentirme y ahogó un gemido ante la presión de nuestros sexos en contacto. Comencé a frotarme contra ella y ella contra mí. Se quitó su ropa interior, y yo hice lo mismo y una vez desprendidos de la estorbosa ropa, ella se sentó sobre mí y yo me hundí en lo más profundo de su ser. Su interior era demasiado cálido y húmedo y me perdí en esa sensación de estrechez que me abarcó de pronto. Ella comenzó a moverse y además de su hermoso rostro sonrojado pude notar como con nuestro movimiento, sus senos, con sus aún muy erguidos pezones, saltaban con la oscilación de nuestra unión. Decidí que no quería ser un mero espectador e invertí las posiciones dejándola a ella abajo. Nos volvimos a unir después de sólo haber estado escasos instantes separados y al volver a introducirme me sentí como cuando volvía a casa… aquel lugar, en minutos, se había convertido de pronto en un emplazamiento familiar y ansiado, un sitio al cual quería volver tan pronto lo abandonaba. Ruki estaba alcanzando el orgasmo y no comprendí cuál era su afán de acallar sus gemidos, porque no le resultaba demasiado bien, pero finalmente ella culminó y yo no tardé en lograrlo también, asegurándome de alguna forma que mi simiente se mantuviera dentro de ella, porque no me salí hasta que acabé por completo.

Volvimos a la posición decúbito dorsal, y ambos mirábamos el techo. Personalmente yo no me arrepentía de nada y anhelaba fervientemente que ella tampoco. No quería perderla.
Una vez que nuestras respiraciones se normalizaron moví mi cabeza hacía donde estaba la de ella y descubrí que Ruki me había estado mirando. Sus pupilas ya no se encontraban tan dilatadas pero pude notar un brillo que nunca antes había observado en ella. Entonces supe que ella no estaba arrepentida y le sonreí, pero ella no me devolvió la sonrisa, sin embargo con su mano izquierda comenzó a acariciar mi mejilla para luego dejar aquella mano estática en ese lugar y pude percibir cual sería su próximo movimiento cuando lentamente, como pidiéndome permiso y dándome tiempo para rechazarlo si quería, se acercó para besarme al tiempo que sólo pude apreciar sus parpados. Ese era el primer beso que nos dábamos, comenzó como un simple roce, como un reconocimiento y yo abrí la boca, empecé a necesitar más de ese casto roce, enredé mis dedos en su pelo, la atraje más hacia mí y lamí sus labios pidiéndole que abriera su boca y que me permitiera el acceso, ella gimió y se acomodó sobre mi pecho y comenzamos a besarnos de un modo apremiante y excitante, ella sabía lo que hacía con la lengua, dejándome un tanto anonadando con su pericia. Nos separamos y ella hizo un gesto con el dedo pidiéndome que me volteara, le hice caso y de pronto sentí como su peso ya no se encontraba en el colchón y al volver a mirar hacia ella la encontré buscando su ropa. La imité y busqué mi ropa interior y me senté en la cama. Comenzó a surgir de pronto una inquietud en mi interior; había disfrutado ese beso, si… pero de pronto me supo a despedida. Tuve ese presentimiento y de algún modo se hizo realidad cuando la oí despedirse.

—Nos vemos, Jenrya… gracias.

¿Gracias? ¿Por qué me daba las gracias? y ¿Jenrya? Ella no me decía jamás así… ¿y qué había sido esa sonrisa que no llegó a sus ojos? Ella simplemente no sonríe si no lo siente… Algo andaba mal.

En cuanto abandonó la habitación y escuchaba como ordenaba sus cosas en el salón, de pronto los cientos de recuerdos que compartíamos comenzaron a llegar a mi memoria de repentinamente: las horas que habíamos estado viendo películas viejas con argumentos tórridos e incomprensibles, las pizzas recalentadas y con la masa rancia, los yogurt vencidos que con miedo consumíamos y esperábamos a comprobar quién era el débil que caía primero, las idas a ferias libres donde vendían cosas extrañísimas y competíamos por encontrar el cachivache más espantoso e inútil, las veces en las que alguno de los dos enfermaba y el otro se quedaba al lado odiando al enfermo de turno pero sin ser capaz de dejarlo solo… comencé a sentir que me faltaba el aire y que la garganta se cerraba y una angustia que no se asemejaba a ninguna que hubiese vivido con anterioridad. Escuchaba sus pasos acercándose a la puerta de salida y aunque quería detenerla no era capaz, porque no podía parar de pensar en lo vivido hacía poco y me percaté en que nunca había sido tan descuidado, de hecho podía decir que aquella fue mi primera vez teniendo relaciones sexuales sin protección y no me importó. ¡No me importó! Ella podría haber quedado embarazada y lo deseé con afán de pronto, pero si permitía que se fuera y conociéndola como lo hacía, si así había sido, yo jamás lo sabría… ella era una profesional en el arte de la huida y yo bien lo sabía. Me levanté tan rápido como pude y corrí para encontrarla, pero ella ya no estaba. Abrí la puerta, esperanzado de poder localizarla ahí, esperando el ascensor pero tampoco la hallé. No esperé a que llegara el otro ascensor y bajé tan rápido como pude por la escalera de emergencia, pero tampoco tuve suerte. Volví a mi departamento derrotado pero aún no vencido y sin previo aviso, al abrir la puerta me encontré a Ruki.

—Disculpa, se me olvidó esto. Toqué pero ya no estabas. Usé las llaves que me diste para casos de emergencia… ya me iba.

Me mostró lo que había olvidado pero ni siquiera me fijé qué era y la empujé al sofá que estaba más cercano, dejándome caer cuidadosamente sobre ella y me miró extrañada por mi conducta.

—Tú… ¿tú ocupas algún método anticonceptivo?

Ella cambió su expresión de sorpresa por una de resignación.

—No te preocupes, no habrán consecuencias.

De nuevo observé esa sonrisa sin gracia a la que no me tenía acostumbrado.

—Es que si no es problema para ti… ¿crees que puedas dejar de ocuparlo?

Ruki estaba completamente confundida, a diferencia de mí, porque yo ya había resuelto una gran interrogante. Todos me decían qué Ruki y yo éramos perfectos el uno para el otro y yo de alguna manera había bloqueado y me había prohibido a mi mismo pensar en ella de ese modo, porque era mi amiga y bajo ninguna circunstancia la quería lejos de mi vida y súbitamente todos esos sentimientos que nunca permití que afloraran surgieron y ahora simplemente todo tenía sentido, los celos de mis novias con ella, el que terminara comparándolas a todas con ella, que siempre terminara privilegiando a Ruki por sobre todos los demás, aún cuando yo sabía que a veces ella con su poco tino era mal entendida y catalogada de conflictiva... y de hecho con sus pretendientes nunca solía llevarme bien tampoco...

La besé hambriento de ella, fui brusco y no estaba seguro de si ese sabor metálico tan propio de la sangre que sentí provenía de ella o de mi, pero no me importó cuando ella comenzó a regresarme el beso con la misma intensidad, sentía como me rasguñaba y enterraba sus largas y cuidadas uñas a medidas que el beso comenzó a hacerse más demandante y me dolía, pero me gustaba estarle provocando esa clase de reacción.

Ella se alejó buscando aire, pero yo no quería romper el beso e intenté impedirlo sin muy buenos resultados.

—Por favor, para.

Tuve que parar mi arranque de entusiasmo al notar su enojo. Conocía ese tono amenazante.

—Me tengo que ir.

De todas las cosas que quería escuchar, esa ciertamente no era una de ellas.

—Debo ir a alimentar a mi cachorro.

Sonreí al recordar a aquel perro, al que insistía en decirle cachorro aunque ya tenía más de dos años, el cual adoptó y era poseedor de un pésimo carácter. Observé cómo se alejaba y no pude evitar observarla como un depredador a su presa. Y fui pillado en flagrancia cuando ella giró hacia a mi antes de atravesar por la puerta y sólo levanto una ceja ante mi libidinosa mirada.

—No tengo intenciones de tener hijos…

A decir verdad no había pensando en eso antes, hasta ese día en el que me vi enfrentado a la situación, previamente sólo me había preocupado de no crearlos, pero inesperadamente aquel comentario viniendo precisamente de ella me había herido un poco el orgullo.

— ... pero nadie dijo que no podíamos intentarlo…

Ella agregó eso ultimo antes de marcharse y cerrar la puerta estruendosamente tras ella.

Sí… había estado la mitad de mi vida intentado anular los sentimientos por ella, y casi lo logro. Ahora comprendía el miedo de Takato y su aprensión sobre Juri, porque apenas ella se fue no pude sino comenzar a pensar en los miles de peligros ahí afuera que podían arrebatármela y que nunca había sopesado. Había descubierto un sentimiento embriagador de plenitud escondido en lo más profundo de mí pero a la vez nunca había sentido tanto miedo…

Continuará


El primer capítulo de tres, este es de la perspectiva de Jen, el siguiente será sobre Ruki.
Espero saber qué opinan y los invito a leer mis demás fanfics Takari y JenRuki

Saludos =)